Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es RMacaroni, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to RMacaroni. I'm only translating with her permission. ¡Gracias, Ronnie, te adoro!


Capítulo 8

La Buena Noche

Edward y yo caminamos uno al lado del otro hacia el bar, en nuestra misión de rescate—para salvar a Rose del turbio James.

Mi pasos son medidos, mi ritmo intencionalmente lento, mientras intento extender nuestro tiempo, y por la manera en que él copia mi paso, no le parece molestar. Le cuento sobre mi investigación y cómo serán mis días durante los próximos tres meses—muchas horas en el laboratorio, salidas en bote, y observaciones nocturnas de tortugas. Él parece genuinamente interesado, y me hace querer contarme más al respecto.

Su semblante cambia por completo una vez que llegamos al bar. Un segundo me está preguntando animadamente sobre mi proyecto, pero al instante que nos encontramos con otras personas, deja de hablar por competo. Se ubica a mi lado, y no pronuncia otra palabra.

Mi mente recuerda las palabras de Jacob de antes en la fogata, sobre que Edward no es social. ¿Quizás sea tímido? Es desconcertante entonces, por qué permanece aquí, a mi lado, cuando luce tan... ¿incómodo?

Me siento en el taburete junto a Rose, mientras Edward se para a mi lado. Leah y Seth siguen peleando, mientras que la conversación entre James y Jacob se vuelve más tensa.

Ambos son locales, pero mientras que Jacob es un protector y defensor de tortugas, James defiende el derecho local a comer los huevos de tortugas, dice que no es diferente a criar vacas o pollos.

—Las vacas no está en peligro de extinción —interrumpo, y ambos me miran—. Tampoco los pollos. —Quizás mi tono es condescendiente, pero James simplemente suena ignorante.

—Ese no es mi punto, muñeca —dice James, y me encojo al escuchar su apodo y maldad general—. ¿Quizás simplemente necesitemos criar más? Más tortugas. Más huevos. Todos son felices.

—¡Son especies delicadas! —Me río sin humor, mirando a Jacob, quien me asiente enfáticamente—. Son esenciales para el equilibrio del ecosistema marino. No es tan simple.

—No logro ver cómo nuestro consumo de huevos sea el problema.

—Quiero decir, no es el único problema. —Intento mantener mi voz tranquila, sabiendo muy bien que me pongo a la defensiva con esto—. También hemos destruido su hábitat de anidación, contaminado sus aguas... Pero robar sus huevos es una gran parte de por qué están en peligro.

—Agh, eres vegana, ¿no? —James pone los ojos en blanco en mi dirección e intento todo lo posible para mantenerme en mi taburete.

—Como sea, no soy vegana —digo con una risa sin humor. Qué cabrón. Me encanta el queso, y la comida en general, demasiado como para ser una vegana—. Simplemente me importa nuestro planeta y las criaturas que viven en él. Eso es todo.

—Tus preciosas tortugas eligieron mi tierra para colocar sus huevos. —James se arrima, señalándome con un dedo—. Estos son nuestros huevos. No tuyos, muñeca, así que quizás deberías volver de donde viniste y dejarnos jodidamente en paz.

Me sobresalto ante la amenaza en sus palabras y su proximidad, sin embargo, el momento se muere rápidamente porque ni bien las palabras salen de su boca, Edward se para frente a mí, con una mano en el pecho de James, empujándolo hacia atrás.

No llego a responder porque Edward finalmente habla.

—Suficiente, James. —La mano de Edward, aún en el pecho de él, evita que James se acerque.

—¿Cuál demonios es tu problema, Cullen? Finalmente decides pasar el rato, ¿y te pones de su lado? —bufa James, su mirada moviéndose entre Edward y yo.

—No me pongo de ningún lado —Edward responde tranquilamente, pero la mano que sigue presionada sobre el pecho de James y la tensión en su antebrazo sugiere lo contrario—. Pero necesitas apartarte, carajo.

—Está bien, está bien. —Jacob jala hacia atrás a James, y Edward deja caer su mano, silenciosamente regresando a mi lado—. Solo tranquilicémonos, ¿de acuerdo?

—De acuerdo. Lo siento —dice James, para nada honesto, y coloca una mano sobre el hombro de Jacob—. Sabes cómo me pongo sobre esto.

—Está bien —dice Jacob, dándole una palmadita a la mano de James—. Solo dejémoslo ahí.

Me muerdo la lengua en silencio, llena de rabia. Mi cuerpo tiembla ligeramente dentro de la sudadera de Edward. No soy una persona combativa, pero este es un tema que me saca de quicio.

El Prof. McCarty dijo que Jake es esencial para mantener una buena comunicación y paz en general entre los locales, la reserva, y los protectores de tortugas. Por lo que si para mantener la paz, él necesita estar de acuerdo con James de vez en cuando, que así sea. No significa que me tiene que gustar. No quiere decir que no sea irritante.

—Tengo la ofrenda de paz perfecta. —James busca en su bolsillo y saca un porro armado—. ¿Sí?

—Sí —Rose es la primera en responder, estirando la silaba de acuerdo—. ¡Al fin!

—Claro —Jake le dice a James, y al siguiente segundo, están pasándose el porro.

Lo salteo y se lo paso a Edward, quien sigue tenso a mi lado, como si en guardia.

Le sonrío y le tiendo el porro, su rostro suavizándose cuando me mira.

Edward le da una rápida calada y se relaja a mi lado, sus codos descansando en la barra detrás de él, su cuerpo un poco encorvado. Cuando contiene un bostezo contra su brazo, mi estómago se agita ante el recuerdo de nosotros en su cama mientras él se quedaba dormido frente a mí.

Me pregunto si está cansado. Me pregunto si durmió bien. Parecía tranquilo cuando me fui, pero sé que probablemente haya tenido una dura mañana debido al estado en que estaba ayer.

Me doy cuenta que lo estoy observando, de nuevo, fascinada por mi pequeño secreto, cuando me sonríe con ternura.

Abre su boca como si fuera a decir algo pero cambia de parecer, volviéndose a cerrar.

Leah y Jacob se despiden, arrastrando a Seth con ellos. Leah se me acerca, como si fuera a abrazarme, solo para susurrar en mi oído.

—No puedo creer que él siga aquí.

Las sutiles mariposas en mi estómago ya no son sutiles, y sonrío con timidez, llevando mi cabello por detrás de mis orejas. Porque la verdad es que me encanta que él esté aquí. Callado y estoico a su manera, pero aquí, a mi lado.

E incluso si no me recuerda de anoche, me recuerda de esta mañana en la playa, y sigue aquí. Él no se ha huido.

Mi sonrisa flaquea y se transforma en un ceño fruncido cuando James se inclina hacia Rose para susurrarle algo al oído. Rápidamente me bajo de mi taburete, lo cual fue una mala idea, ya que sin la altura agregada de este, ahora me siento muy pequeña a su lado.

Pero no importa; me siento valiente. Supongo que cuando se trata de amigos o animales en peligro, no me molesta sacar los puños.

—Escucha, amigo, no va a suceder. —Coloco una mano entre ellos.

—¿Acaso ella no puede decidir eso? —dice James con desprecio, mirándome.

—Nop. No esta noche. Y no me iré de su lado, así que... —Hago la señal de que corra con mi mano mientras añado—: Será mejor que te largues.

—¿Qué dices, preciosa? —James voltea hacia Rose, ignorándome, y yo me cruzo de brazos. Me paro de puntitas de pie, estiro mi cuello, esperando parecer solo un poco más alta.

—Lo sieeeeento —dice Rose arrastrando las palabras sin una pizca de arrepentimiento, desplomándose sobre la barra—. Ella manda.

James bufa con decepción y gira para irse sin decir otra palabra.

Vuelvo hacia Edward y Rose triunfantemente, tocando mi frente y soltando el aliento con una risita.

—Esquivamos una bala, ¿o no?

La expresión orgullosa en el rostro de Edward derrite mi interior. Su sonrisa flaquea mientras se pone de pie, metiendo sus manos en los bolsillos de sus shorts. Su mirada se mueve entre nosotras y la playa, mirando en dirección a la colina donde sé que se encuentra su furgoneta.

—Está bien, probablemente deberíamos irnos. —Doy un golpecito en el hombro de Rose, mis ojos en Edward, que me asiente.

—Noooooo... ¡tenemos que tomar unos chupitos! —Rose hace puchero, meciéndose en su silla.

—Rose, necesitamos levantarnos temprano mañana.

—Vamos, abuela, solo un chupito. —Rose comienza a chasquear los dedos en dirección al barman, y antes que pueda detenerla, está ordenando chupitos—. ¡Vamos, Chico Surfista! —Palmea el taburete a su lado, llamando a Edward, quien solo sonríe.

Noto cómo Edward hace una mueca al ver al barman vertiendo tequila en los vasos. Parece que podría sentir náuseas.

—No tienes que hacerlo —le susurro. Él de repente voltea hacia mí, sorprendido, como si acabara de tomarlo por sorpresa—. Está bien.

Su nariz se arruga de la manera más adorable, como si estuviese mareado con solo la idea de beber el chupito—una adorable discrepancia a su falta de expresiones faciales mientras se bajaba el tequila anoche.

Rose toma un chupito para ella, empujando uno en dirección a cada uno de nosotros.

—¡Hasta el fondo! —dice, bebiéndose el suyo sin siquiera una mueca.

Giro mi vaso entre mis dedos, mientras que Edward observa el suyo.

—Yo no... —comienza, pero Rose lo interrumpe, tomando su vaso y tomándolo también.

—¡Cielos, qué debilucho! —Rose se mece en su silla, girando hacia mí.

Cuando ella se estira para tomar el mío, lo aparto.

—No-oh.

—Bueno. ¿lo vas a beber o no?

Lo huelo primero, haciendo una cara. Definitivamente soy una debilucha. No he sido capaz de tolerar el tequila desde nuestra graduación, cuando tuve que buscar el anillo de mi mamá en el inodoro, después de haber vomitado allí. Estuve dos días indispuesta después de eso.

Miro al trago ofensivo, mi estómago da un vuelco.

—No quiero. —Frunzo la nariz, levantando la mirada hacia ellos.

—Bueno... —Rose se estira para tomarlo, pero Edward lo aparta de su alcance.

Él lo bebe con una mueca, gruñendo contra la rodaja de lima que ahora se encuentra entre sus dientes. Pero me sonríe, sus dientes escondidos detrás de la cáscara verde, con ojos aguados.

—Está bien, terminamos aquí. —Jalo a Rose del brazo, ayudándola a bajar del taburete, con mi mirada en Edward—. Entonces, ¿ten una buena noche?

Él me asiente, pero sus cejas se unen mientras Rose se tambalea al bajar de su asiento, casi derribándome con ella. Al siguiente segundo, él se encuentra junto a Rose, sosteniéndola con un brazo.

—Quizás pueda ayudarte a llevarla a su cuarto. ¿Está bien eso?

—Sí. Eso sería genial.

Rose solo logra dar un par de pasos antes de comenzar a arrastrar los pies.

—Puedo cargarla —me dice Edward, y cuando asiento, voltea hacia Rose, su voz un poco más alta esta vez—. Te cargaré, ¿de acuerdo?

—¡Absolutamente no! —espeta Rose, a pesar que está desplomada, colgándose del cuello de Edward.

—¡Rose, vamos!

—Ven, salta y agárrate fuerte. —Edward se agacha, ofreciéndole llevarla a caballito.

—Sobre mi cadáver, Surfie.

Edward se ríe, volteando hacia mí.

—Vamos, ¿acaso podemos... encontrar una silla o algo? —Rose se mece frente a mí, sus ojos entrecerrados—. ¡Oh, ya sé! ¡Podemos ver el amanecer!

—No, Rose. Tenemos que irnos. —Intento mantener el rostro sereno mientras giro hacia ella.

—Estoy segura que ustedes dos tienen mucho de qué hablar... —Menea sus cejas en mi dirección, para nada sutil—. Y yo simplemente puedo descansar mi cabeza hasta que todo deje de dar vueltas, ¿por favor?

Después de discutir un poco y que resulte en nada, ella dice que se quedará, por lo que le pido a Edward que la cargue. Ella se resiste, hasta que Edward la tiene sobre su hombro, asegurando un mano sobre sus piernas y manteniendo su falda sobre su trasero.

—¡No te atrevas a mirar mi trasero!

—¡No planeaba hacerlo! —Edward dice con una risita, mientras nos dirigimos hacia las cabañas.

—¡Oh, qué vergüenza! —Rose chilla al irnos del bar.

Estamos a medio camino, por el pequeño sendero rodeado de palmeras, cuando Rose comienza a gemir.

—Bájame, bájame, bájame. —Sus palabras son arrastradas en una serie de silabas.

Edward se detiene, girando hacia mí, mientras que Rose comienza a patalear.

—¡Bájame o vomitaré sobre todo tu trasero!

Ni bien la baja, ella se tambalea hacia una palmera y se aferra a esta con todas sus fuerzas mientras que su cena regresa. Miro a Edward, al mismo tiempo que sostengo el cabello de ella, articulándole un «lo siento».

Él agita una mano, quitándole importancia, sus ojos evitando la dirección del vómito. Quizás lo estoy imaginando, pero él luce un poco mareado, probablemente aún con resaca de anoche.

—De acuerdo, niños, creo que puedo sola desde aquí. —Rose se aferra a la palmera, tratando de permanecer de pie—. Está bien, mentí. No puedo.

Edward se acerca a nosotras, agachándose así Rose trepa sobre su espalda sin decir una palabra.

—Prometo no volver a llamarte Chico Surfista.

—Está bien —dice Edward con dulzura.

Caminamos en silencio durante todo el camino al centro, y Edward no se queja, ni dice realmente nada.

Abro la puerta de nuestra cabaña y le señalo la cama de ella junto a la mía. Él la recuesta en su cama con un bufido y Rose se deja caer dramáticamente.

—Con el suave tacto de un cavernícola —masculla Rose, haciéndonos reír—. Pero gracias.

—De nada —dice él suavemente, apartándose de su cama.

Me acerco más a Rose, le quito las sandalias y la arropo. Le echo un vistazo a Edward por encima de mi hombro y a la manera que se encuentra parado en nuestro cuarto, cerca de la puerta, ambas manos en su cuello mientras estira su espalda.

Paso mi mano por el rostro de Rose, apartando el cabello de sus ojos.

—No vomites en la cama, ¿sí? Ya vuelvo.

—¿Me dejas en mi lecho de muerte para ir a hablar con un tipo? —Gira sobre su costado con un gruñido—. Estoy tan orgullosa de ti, zorra.

Acompaño a Edward afuera y por los escalones que dirigen al patio. El chirrido de grillos y sapos nos rodea mientras él permanece en el escalón debajo de mí, perdido en pensamiento.

Él luce reacio a irse tanto como yo lo estoy a dejarlo ir.

—Muchas gracias —digo primero—. Hubiera sido realmente horrible traerla hasta aquí por mi cuenta.

—No es problema. —Arrastra sus pies, mirando alrededor, y simplemente voy a por ello.

—¿Quieres quedarte a tomar una cerveza? —pregunto, mis nervios se asoman. Él no responde de inmediato, por lo que entro en pánico—. También tengo unas pequeñas botellas de alcohol del minibar. —Resoplo, maldigo por debajo de mi aliento, y entonces decido simplemente ofrecerle una salida—. O, quiero decir, si estás cansado, puedes irte. Está bien. También estoy cansada, y en serio debería ir a dormir.

—¿Bella?

—¿Sí?

—Podría quedarme por una cerveza.

—¡Bien, genial! —Tomo aire profundo, tratando de calmarme—. Ya vuelvo.

Me apresuro hacia adentro, me acuclillo frente al mini refrigerador, y una risita se me atasca en la garganta cuando veo que las únicas cervezas que tenemos son Coronas. El mismo tipo por el que él tan intensamente me criticó anoche en el bar. Parece que esa hubiera sido una persona diferente —una versión de Edward diferente— por lo que tomo las dos de todas formas, esperando lo mejor, y vuelvo a salir.

Él se ha movido de nuestro porche hacia el banco junto al estanque en el patio. Se encuentra de espaldas a mí mientras me acerco a él. Le tiendo la cerveza, inspeccionando su rostro, esperando una reacción.

—Gracias —dice con una sonrisa, abriendo mi cerveza y luego la suya.

—Entonces, ¿Corona está bien?

—Claro. —Se encoje de hombros, chocando el cuello de su botella con la mía.

—De acuerdo, entonces. —Me siento en el banco y él me sigue, tomando asiento a mi lado.

—¿Te molesta si fumo? —Él saca una caja de mentas y un encendedor del bolsillo de sus shorts, mirándome a la espera.

—¿Haces eso mucho?

—No soy porrero ni nada. Solo... Ayuda a calmarme, al menos lo suficiente para dormir. —Sacude la cabeza, bajando la mirada, como si estuviera avergonzado de compartir demasiado.

—Está bien. No me molesta. Y no estaba juzgando. Solo tenía curiosidad.

Él abre la pequeña caja que contiene papel de cigarrillo y una bolsa con marihuana, pero también hay un par de porros armados allí. Saca uno y lo coloca entre sus labios, acercando el encendedor luego, mientras sostiene su cerveza entre sus rodillas.

Él le da una larga y profunda calada, conteniéndolo por unos segundos, antes de exhalar lejos de mí y relajarse en el banco. Sus largas piernas se estiran, su tobillos se cruzan.

—Entonces, ¿eres un surfista profesional? —pregunto tímidamente, ya que él no le parece ser del tipo que comienza una conversación. También me da la oportunidad de verificar algunos hechos que he aprendido ya sea de la versión diferente de él que conocí anoche, o los chismes de terceras personas que escuché en la playa hoy.

—Ya no.

—Oh. Seth dijo...

—¿Seth dijo qué? —Me observa inquisidoramente, una ceja arqueada.

—Solo que solías competir. Él sabía tu clasificación y todo de una competencia.

—Seth fácilmente se emociona.

—¿Entonces ya no compites?

—No. —Le da otra calada al porro, de nuevo conteniendo el humo—. Esa era una vida diferente.

—Entonces, ¿qué haces en esta?

Él exhala, dejando caer su cabeza hacia atrás, pero no responde.

Mi pregunta queda colgando en el aire entre nosotros, mientras él le da un sorbo a su cerveza, humedece su dedo índice y pulgar con la condensación de la botella, y aparta el porro con sus dedos.

Permanece en silencio durante casi un minuto, hasta que una sonrisa se estira en su rostro, sus ojos casi cerrados cuando voltea hacia mí, cambiando de tema sin arrepentimiento.

—Estuviste preguntando por mí.

—Ni siquiera tuve que hacerlo —miento a medias—. Ellos ofrecieron la información sobre ti voluntariamente.

—Tiene sentido —bufa, aclarándose la garganta—. Los chismes corren rápido en esta ciudad.

—Pero sigues surfeando, ¿cierto? Te vi esta mañana. ¿Lo haces por diversión ahora?

—Lo hago por supervivencia. —Toma su bebida, todo su actitud cambiando frente a mis ojos. Temo haber presionado demasiado, y que esto sea todo lo que él está dispuesto a compartir.

Coloca la botella vacía en el suelo junto al banco, estirando su espalda y sonando su pecho con un gruñido. Cuando contiene otro bostezo contra su brazo, suspiro.

—Estás cansado.

—No estoy tan cansado —dice con un suspiro.

—¿Noche difícil?

—Más como mañana difícil. Todo difícil. No recuerdo mucho de anoche.

—Oh —digo despreocupadamente, mientras por dentro me derrito, porque él no solo no me recuerda, sino que no recuerda nada de anoche—. ¿Una laguna?

—Algo así —admite avergonzadamente sin mirarme.

Me pregunto si realmente tiene una laguna por el tequila ya que él parecía lo suficiente coherente para mantener una conversación conmigo anoche. Esa vez que experimenté una laguna por tequila, fui un desastre —por decirlo de buena manera— en el suelo. Entonces, recuerdo las píldoras que él tomó mientras estábamos en su furgoneta. Quizás tiene una laguna por ellas, en cambio. O una combinación de las píldoras y el alcohol. O algo más.

Suspiro mientras observo la manera en que está encorvado sobre el banco; todo sobre su postura grita cansancio. Esa sensación se ubica en mi estómago de nuevo, donde mi prioridad es que él se encuentre bien, y él luce como si necesitara una buena noche de descanso.

—No quiero mantenerte despierto entonces. —Incluso si sí quiero.

—Mañana comienzas tu trabajo en el laboratorio, ¿cierto? —Estira sus brazos por encima de su cabeza con un gruñido antes de voltear la mirada hacia mí.

—Primer día mañana, sí. —No puedo contener mi sonrisa con cada pequeña cosa que él sí recuerda de mí.

—Entonces, quizás yo no debería mantenerte despierta también.

—Sí, quizás.

Se pone de pie y extiende una mano hacia mí, la cual tomo antes de saber lo que estoy haciendo. Me pregunto entonces, en pánico, si él quería estrechar mi mano o si se ofrecía a ayudarme a ponerme de pie. Cuando él comienza a reír, me doy cuenta que probablemente fue lo anterior, y maldigo por debajo de mi aliento.

Él no suelta mi mano mientras me pongo de pie, y continúa sacudiendo mi brazo.

—Fue realmente bueno verte esta noche, Bella.

Me río, mirando mis pies, sintiendo mis mejillas arder.

—Ten una buena noche —dice, soltando mi mano y dando un paso lejos de mí.

—También fue bueno verte, Edward. Buenas noches.

Él levanta su mano, dos dedos estirados en un pequeño saludo, antes de pegar la vuelta y caminar hacia la oscuridad del sendero que lleva hacia la playa. Observo su figura desaparecer, sintiéndome optimista de que cuando lo vea mañana, él recordará nuestro rato juntos, y que podamos seguir de dónde lo dejamos.


¿Por qué le cuesta contarnos sobre él? Jajaja, el próximo es EPOV :)

¡Gracias por leer y tengan buen comienzo de semana?