Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es RMacaroni, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to RMacaroni. I'm only translating with her permission. ¡Gracias, Ronnie, te adoro!
Capítulo 9
Las Reglas
EPOV
Regla número uno. No involucrarse. Con nadie. O nada. Es la única manera de que puedo seguir manteniendo la fachada tranquila. Porque esa mierda solo es la apariencia, y al momento en que alguien comienza a investigar, todo saldrá.
Regla número dos. No acercarse demasiado. Así puedo cumplir la regla número uno. Porque la ansío. Ansío compañía. No quiero ser un jodido ermitaño. No quiero estar aislado. Pero estar solo es mi única manera de poder soportar ser yo mismo. Así no destruyo a alguien más conmigo.
Regla número tres. No surfees con nadie. Esta realmente debería llamarse "no surfees". Es demasiado detonante pero no puedo renunciar. Las pocas veces que he intentado mantenerme alejado del agua, mi ansiedad se disparó al punto que no pude respirar hasta estar dentro de ella. ¿Qué tan irónico es eso? La regla número tres significa horas raras y lugares poco populares para surfear, pero al menos puedo estar en el agua, y cuando estoy solo allí, es soportable. Quizás un día obtendré mi deseo y el océano también me llevará.
Regla número cuatro. Nadie entra a mi furgoneta. Ese es mi lugar seguro, donde me quiebro. Y me quiebro fuerte y a menudo. Es el único lugar donde puedo ser yo mismo. Donde no tengo que fingir. Donde nadie puede verme.
De vez en cuando, mis reglas se vuelven demasiado; se vuelven demasiado difíciles de seguir. Cuando eso pasa, escapo. Obligo a mi mente al olvido con drogas y alcohol y paso unos días en la costa Pacífica, en la playa donde mi pasado se siente como mi presente. Es donde me recuerdo de por qué estoy aquí, por qué no puedo irme, y por qué necesito mis reglas para sobrevivir.
Pero mis reglas, mis reglas se han ido al diablo ahora.
La imagen de Bella me persigue—y no es solo la chica con el vestido blanco y los ojos que te hacen perder que dejé hace unos momentos en su cabaña, sino la otra, la que he creado en mi cabeza. Es como una versión de ensueño de ella, un holograma. O quizás mi laguna auto-infligida vino con alucinaciones.
Cuando cierro los ojos, todo lo que veo es ella. Su ilusión está en todos los rincones de mi espacio. Se encuentra en mi bar. En mi furgoneta. En mi cama. Ella no abandona mi puta cabeza. Incluso he imaginado su aroma en mis sábanas.
Realmente debo haberme vuelto loco ahora.
Real o inventada, Bella se encuentra en todos mis pensamientos, y no puedo alejarme de ella. No creo que pueda seguir con mis reglas ya—no con ella. Después de tanto tiempo tratando de permanecer lejos de todos, de no tener contactos personales, Bella simplemente me tomó por sorpresa. La toqué. Le di mi maldita sudadera. Quiero llegar a conocerla.
Ella debe pensar que soy mentalmente inestable. Caliente y frío. No puedo decidirme, carajo. No sé qué hacer conmigo mismo cuando estoy cerca de ella.
Me hubiera quedado felizmente con ella hasta el amanecer, hasta que mis párpados se sintieran demasiado pesados como para seguir abiertos. Y parecía que ella también me quería allí. Pero sabía que necesitaba irme.
No confío en mí lo suficiente como para no romper más reglas cuando estoy cerca de ella.
A pesar de que estoy un poco ebrio y el chupito de tequila que tomé temprano sigue ardiendo en mi estómago, me siento tenso. Cada paso que doy lejos de Bella aplasta mi pecho. Entonces, mientras camino por la oscura playa, enciendo lo que queda del porro que comencé temprano cuando estaba con ella, esperando que me calme lo suficiente para descansar esta noche.
Me siento un poco más tranquilo mientras escalo las últimas rocas, pero la sensación se va rápidamente cuando veo a mi hermana sentada en los escalones de mi jodida furgoneta.
Ella sonríe sin humor cuando me ve.
—Te encontré —dice con un guiño. Mi lugar seguro expuesto. Ya no es un secreto.
Tengo que tragar mi propia saliva en grandes tragos. El tequila y las cervezas amenazan con volver a subir. No puedo con esto. No ahora mismo. No cuando estoy lo suficientemente consciente como para recordar esto mañana.
—Alice, no puedo hacer esto. Por favor. —No temo rogar. No cuando se trata de esto.
—Siento mucho lo de anoche —comienza, poniéndose de pie—. Es una fecha difícil, Edward... para todos nosotros.
—Está bien —le digo, mientras que no tengo ni puta idea de lo que dijo anoche ya que afortunada, y deliberadamente, no recuerdo nada de ello.
—No está bien. A veces, siento que... —Da un paso más cerca y yo doy uno hacia atrás, de repente consciente de las rocas y el acantilado detrás de mí. No tengo dónde huir. No hay manera de escaparme de ella—. Como si no te importara, y me rompe el corazón.
Me refriego los ojos, luego revuelvo mi cabello, simplemente dándole algo qué hacer a mis manos.
Me importa mucho.
Me importa tanto que no puedo lidiar con ello. Pero no le digo nada de esto.
Cuando ella pone sus manos en mis brazos, me tenso. Mis ojos se cierran con mucha fuerza y contengo la respiración. Mi garganta se cierra dolorosamente y siento que mi corazón se detiene.
—Edward. —Ella se sorbe la nariz, abrazándose a mí—. Ven a casa. Por favor. Nos vamos mañana por la mañana. Papá te compró un pasaje. —Solloza contra mi pecho, y mis brazos tiemblan con el esfuerzo de no devolverle el abrazo—. Mamá es un desastre. —Su voz se quiebra y mis ojos arden con las lágrimas que ya no tengo—. Te extrañamos mucho. Te necesitamos. Él no volverá, pero tú sí puedes. Por favor.
Me mantengo quieto a excepción del pequeño temblor de mis puños a mis costados. Ella entierra su rostro en mi pecho y sus lágrimas se filtran por mi camiseta mientras espero que ella se tranquilice. Cuando me suelta, finalmente puedo exhalar con alivio.
—No puedo. —Mi garganta cerrada se siente como si estuviera en llamas—. No puedo volver.
—¿Por cuánto tiempo planeas esconderte aquí? —Ella ni siquiera suena molesta, solo triste—. Han pasado cinco años, Edward.
Cuando abro los ojos, ella tiene un sobre en una mano mientras que la otra seca las lágrimas debajo de sus ojos.
—Tu billete —dice, dejándolo en los escalones de mi furgoneta, entonces voltea hacia mí con un encogimiento de hombros triste—. Solo piensa en ello, ¿por favor?
Y así de simple se va, casi corriendo, hacia el coche que ahora veo estacionado detrás de mi furgoneta. El novio de mi hermana, Jasper, en el asiento del conductor, me saluda con la mano tristemente, y entonces dan marcha atrás y se van, dejándome solo para levantar los pedazos del suelo.
