Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es RMacaroni, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to RMacaroni. I'm only translating with her permission. ¡Gracias, Ronnie, te adoro! ❤️
Capítulo 10
La Fiesta
Edward desapareció.
La semana viene y va y no lo veo. Seth dice que él hace esto a veces... desaparece por unos días y luego vuelve. Intento no sonar tan triste, no hacer muchas preguntas. Pero aún así camino por esa playa todas las mañanas, esperando verlo en el agua. Incluso me atrevo a subir al acantilado, pero su furgoneta no se encuentra allí y tampoco hay señales de él.
Me concentro en el trabajo, paso el rato con el equipo, y me pregunto si él se ha ido para siempre.
También duermo en su sudadera. Su olor aún perdura en la tela, o al menos mi cerebro me dice que lo hace, dándome un recordatorio tangible de nuestra caminata en la playa.
Nuestra primera semana de trabajo va bien. Las muestras son recolectadas dos veces a la semana, ambas de la arena y el agua. Jake está en mi equipo en la tierra, mientras que Leah está en el agua. Resulta ser que ella no solo es una surfista profesional sino que el trabajo que paga sus cuentas es conducir el bote para el Centro de Investigación. Ella es increíble y demasiado útil para mi proyecto.
Mientras que la recolección de muestras es genial, procesarlas en el laboratorio apesta, literalmente, y no solo porque trabajo con muestras de popó sino que también porque Rose y el Prof. McCarty ya no se hablan. Y cada vez que alguno de ellos está allí, el otro se va.
Rose no me ha contado lo que está pasando entre ellos, sin importar lo mucho que he intentado sacárselo. Pero claramente está pasando algo. Son insoportables. Miserables. El Prof. McCarty incluso dejó de rasurarse.
Él se comunica exclusivamente conmigo, lo cual es increíblemente molesto, y deseo que simplemente sean adultos al respecto. O que solo follen ya y terminen con ello.
Como si eso no fuera suficiente, las cosas en la playa comienzan a volverse un poco extrañas.
Más carteles amenazantes son colocados el miércoles por la mañana, y una protesta en contra de nosotros también toma lugar el jueves. Estoy contenta de no conocer bien la jerga en español, pero el mensaje para nosotros, los investigadores y ecologistas, claramente no es amigable.
Ellos quieren que nos detengamos. Quieren que nos vayamos. Quieren ser capaces de tomar los huevos de tortugas con libertad.
Jake dice que no nos preocupemos. Las cosas están bajo control. Que el gobierno aumentará la seguridad y la protección en nuestra playa.
Me preocupo porque la sección nocturna de nuestro proyecto comienza en unas semanas y seguirá durante los meses que estamos aquí. Estaremos acampando en la playa cuando comience la temporada de anidación así puedo tomar una muestra de la arena después y Rose puede plantar sus huevos rastreadores impresos en 3D en los nidos.
Me preocupo por nuestra seguridad, pero mayormente, me preocupo por el riesgo de no ser capaz de completar nuestros proyectos después de trabajar tan duro en ellos.
Finalmente, cuando llega el domingo, todos pasamos el rato en la playa.
Todos están aquí. Bueno, casi todos—Edward sigue desaparecido.
Seth dice que habrá una fiesta en la fogata esta noche y pregunta si sé bailar salsa. Le digo que no bailo. Punto. Pero él promete enseñarme.
Si él está dispuesto a arriesgarse a ser herido gravemente con mis pies sobre los suyos, entonces que así sea.
Me visto con un vestido azul que Rose consiguió para mí. Es el único que realmente me gusta. Cubre la mayor parte de mi pecho; es holgado y cómodo, y tiene bolsillos.
Rose riza mi cabello pero lo uso en una coleta alta. Si va a haber baile, habrá sudor. Y mi cuello se acalora en situaciones incómodas tales como las que suceden si intento —cuando intente— bailar esta noche.
Ya casi estamos listas para irnos cuando golpean a la puerta, y mi corazón amenaza con salirse de mi pecho. Por alguna razón, mi cerebro me engaña al pensar que podría ser Edward allí afuera.
Pero no es él.
El Prof. McCarty se encuentra afuera de nuestra puerta con los ojos rojos, una barba de una semana, y apestando a alcohol.
Los tacones de Rose chasquean mientras se acerca a la puerta y se para detrás de mí.
—¿Podemos hablar? —dice él, mirando a Rose, su voz ronca.
Espero su señal para ver si quiere que me deshaga de él.
—Está bien —ella le dice, lo que me sorprende, pero cuando volteo a mirarla, el dolor en sus ojos es igual al que lo cubre a él.
—¿Estás segura? —pregunto y ella asiente—. De acuerdo... ¿te veré en la fogata?
Ella vuelve a asentir, su mirada en el Prof. McCarty, por lo que los dejo.
La multitud junto a la fogata es significativamente más grande que la última vez, la música más fuerte también. Me pone ansiosa. Deseo haber atacado el minibar un poco antes de venir.
Veo a Jacob y Leah primero, ya están bailando, sobre la plataforma de madera que ha sido colocada cerca del bar. Leah tiene puesto un top plateado y brillante que expone toda su espalda y una falda corta negra. Ambos mueven sus caderas al mismo tiempo, tan naturalmente y en sincronía. Lucen tan bien juntos. Cuando él la gira, ella jodidamente brilla, y comienzo a preguntarme si hay algo que Leah no haga bien.
Síp, definitivamente tengo un enamoramiento femenino con Leah.
Juego con los bolsillos de mi vestido, insegura de qué hacer. ¿Debería pararme a un lado? ¿O dirigirme al bar?
—¡Bella! ¡Hola! —Seth viene a mi rescate, besa mi mejilla, y toma mi mano—. ¿Estás lista? —Me jala en dirección a la zona de baile, pero lo jalo hacia atrás.
—Absolutamente no.
—Vamos, te mostraré unos pasos básicos, y serás la reina del baile en poco tiempo.
—Necesito un trago... o cuatro... primero.
—Está bien, está bien. —Él no suelta mi mano mientras caminamos hacia el bar, pero sutilmente suelto sus dedos mientras él ordena unos tragos en español.
Él parece inafectado mientras suelta mi mano para tomar las cervezas, tendiéndome una con una sonrisa amigable.
Bebemos por un momento, seguimos con la conversación casual, y voy por mi tercera cerveza cuando Rose llega con el Prof. McCarty siguiéndola.
Creo que mi mandíbula toca el suelo y mis ojos se agrandan cuando ella sacude la cabeza, sonriéndome tímidamente. Él camina junto a ella, luciendo tan nervioso como hubiera esperado que estuviera, aquí afuera, con ella.
—Bella —dice él, aclarándose la garganta y asintiendo en mi dirección. Sus ojos siguen rojos, pero luce considerablemente más feliz.
—¡Hola! —Le sonrío radiantemente.
—Cálmate, demonios —Rose me susurra al oído—. Él solo tomará algo con nosotros. —Estudio su rostro. Parece que ha estado llorando, pero cualquier rastro de lágrimas se ha ido de su rostro.
—¿Rebajándote con los estudiantes, eh? —bromeo, sonriéndole al Prof. McCarty, tratando de mostrarle a Rose que puedo ser sutil al respecto. Que no juzgaré.
—Solo quiero ver cuál es la gran cosa. —Él se encoje de hombros, estrechando la mano de Seth.
—¿Puede que veamos algunos famosos movimientos de salsa McCarty? —bromeo, pensando en los rumores en el campus sobre sus días salvajes.
—Podría ser convencido. —Sus ojos ya no están sobre mí, sino en Rose.
—Oh, ¿en serio? —Rose voltea hacia él entonces, tendiéndole un trago en un vaso pequeño.
—Soy así de fácil. —El Prof. McCarty inclina su vaso, tomando un trago de su bebida. El hielo tintinea contra el baso cuando deja el vaso sobre la barra y entonces extiende una mano hacia Rose.
Ella toma su mano rápidamente, y mientras él la lleva hacia la pista de baile, gira hacia mí. Ella tiene la expresión más jodidamente feliz en su rostro.
—Ahora o nunca, Bella. ¡Vamos! —Seth me ofrece su mano con un guiño amigable.
—Está bien... —Sonrío y dejo que me lleve a la pista de baile también.
Nos unimos al resto y bailamos por un rato. Yendo y viniendo en busca de tragos.
Seth nos muestra algunos movimientos, los cuales lucen geniales cuando Rose y Emmett lo hacen, pero cuando Seth los intenta conmigo, chocamos las rodillas, lo piso, y estoy muy segura que le di un codazo en el rostro. Él lo niega, a pesar de la marca roja en su mejilla. Él es una buena persona, pero aparentemente carezco de salsa.
Estoy contenta cuando la música cambia a algo más familiar, más dance y hip—hop. Reggaeton, me dicen.
Así que el reggaeton es lo mío, y me divierto.
Encuentro el ritmo en alguna parte de mi interior, o al menos se siente así. Podría ser la cerveza hablando.
Seth me gira con sus manos en mis caderas así estoy de espaldas a él y miro hacia el bar... y allí es cuando lo veo.
Edward.
Observándonos. Las esquinas de sus labios están inclinadas ligeramente hacia arriba en una versión contenida de su distintiva sonrisa torcida.
Le sonrío porque no puedo evitarlo. Estoy feliz de verlo. Él está de vuelta, y está aquí.
A pesar que su rostro está oscurecido por la visera de su gorra, parece que está tratando de no sonreír. Intento uno de mis nuevos movimientos adquiridos, meciendo mis caderas de lado a lado, mientras lo miro. Funciona y él se ríe, pero entonces baja la mirada, sacudiendo la cabeza.
Cuando Seth me vuelve a girar, sutilmente quito sus manos de mis caderas y busco a Rose.
—¡Volvió! —le susurro al oído a Rose, una mano entre mi boca y su oído.
—¿Quién?
—¡Edward! —Miro por encima de mi hombro, pero él ya no se encuentra en el bar.
—¿Surfie? —Rose me mira con confusión, estudiando la multitud también.
Le asiento, ahora preocupada de que se haya desparecido de nuevo.
—Entonces, ¿por qué sigues aquí?
Ella tiene razón.
Me disculpo para ir al baño y, en cambio, me dirijo a la playa.
Mis instintos son correctos, y lo encuentro cerca de la orilla, apenas lejos de la multitud. Está de espaldas a mí, sentado sobre un tronco caído, mirando hacia el agua.
Mis pasos, silenciados por la arena, no le alertan de mi presencia hasta estar justo detrás de él.
Mira por encima de su hombro, pulgar e índice sosteniendo un porro contra sus labios. Su gorra ahora dada vuelta por lo que puedo ver su rostro.
—Ay... —Mi estómago da un vuelco.
Su ojo izquierdo está hinchado y magullado, con un rasguño en el lado izquierdo de su rostro que luce sanado y seco, en su mayoría. Su labio ha sido cortado en ese lado también. Su brazo y pierna izquierda están llenos de rasguños y moretones en varios estados de sanación.
—Cielos, ¿qué te pasó? —Mis dedos ansían tocarlo, tratar de consolarlo de cualquier manera, pero temiendo asustarlo, mantengo mi distancia y camino hacia su lado.
—No es nada —dice despectivamente, apagando el porro y metiéndolo en su caja de mentas—. Es solo un raspón.
—¿Acaso te metiste en una pelea o algo?
Él se ríe pero aferra su costado, haciendo una mueca suavemente mientras exhala.
—¿Acaso luzco como un tipo que se mete en peleas?
—No, pero... Parece que alguien pateó tu trasero.
—¿Pateó mi trasero? —Me arquea una ceja, riéndose suavemente por la nariz—. Eres graciosa...
—No es gracioso —digo, aunque sonrío—. ¿Quién te hizo esto?
—Nadie me hizo esto. Todo fui yo... y algunas rocas filosas. —Sacude la cabeza, su mirada sobre mí, una sonrisa tratando de asomarse por sus labios—. Si me patearon el trasero. —Se ríe honestamente ahora, pero rápidamente se transforma en una mueca mientras asegura un brazo alrededor de su pecho. Exhala suavemente, bajando la mirada, un «mierda» se escapa de sus labios.
—¿Estás bien?
—No es tan malo. —Toma aire profundo, sus hombros tensos—. Los rasguños no son nada. Pero las costillas heridas duelen como la mierda.
—Desapareciste... —Mi voz se vuelve un pequeño susurro mientras me siento junto a él en el tronco—. ¿Qué pasó?
Cuando su mirada se encuentra con la mía, sus ojos suplicantes, me ruegan que lo suelte con una pequeña sacudida de su cabeza.
Suspiro, mirando hacia el agua, uniendo mis manos sobre mis rodillas.
¿Quizás se cayó de su acantilado o fue derribado por una ola?
Agh... ¿estuvo en el hospital? ¿Por eso es que desapareció?
¿Dónde estuvo?
Tengo tantas preguntas, pero no creo que él me dará alguna respuesta.
Ambos observamos el agua en silencio, las olas colisionando, la espuma casi alcanza nuestros pies, luego se retira.
—¿Cómo está Seth? —pregunta después de un rato, y volteo hacia él con una ceja alzada—. Respetuoso, ¿espero?
—Muy...
—Bien —dice, sus ojos brillantes y divertidos—. No quiero tener que patear su trasero.
—¿Por cuánto tiempo has querido decir eso?
—Demasiado. Fue una tortura.
Ambos nos reímos entonces, excepto que sus risas son tensas mientras aferra su costado.
—Diablos, no me hagas reír. —Suelta con un gruñido juguetón.
—Lo siento. —Intento contener mis risitas todo lo que puedo—. Pero eso fue toda tu culpa.
Una canción popular debe estar sonando en la fiesta porque los gritos de júbilo son fuertes y me hacen mirar atrás por encima de mi hombro.
—Deberías ir a divertirte con tus amigos. —Su tono es solemne, casi melancólico.
—¿Por qué no vienes tú también? —ofrezco. Conozco ese tono, y ese rostro. Está a punto de huir.
Él sacude la cabeza, observando sus pies.
—Vamos, te enseñaré algunos pasos de salsa. —Me estiro para tocar su brazo pero dejo caer mi mano antes de tocarlo, temiendo que eso pueda hacerle correr aún más rápido.
—Tengo dos pies izquierdos y los movimientos más blancos. —Sonríe tímidamente, aún con la mirada agacha.
—Yo también. Eso es lo que lo hace perfecto.
—Bella... —Su rostro se vuelve serio, y cuando me mira, sus ojos son tristes—. No... No creo que deberíamos ser amigos.
—Oh...
—Eres una chica encantadora. —Pausa para aclararse la garganta—. Mujer. Pero... pero no soy bueno. Y...
—¿En serio? ¿No eres tú, soy yo? —Mantengo su mirada, hombro contra hombro, aún en el tronco. Mi tono no es reprochable sino que incrédulo.
—Lo siento, pero es verdad. Soy yo. —Se pone de pie con un gruñido y mira al océano de espaldas a mí.
—También, ¿soy una chica encantadora? —También me pongo de pie, detrás de él.
—Lo eres.
—No lo soy. Hago cosas malas.
—¿Cómo qué? —Voltea hacia mí con una sonrisa, cruzándose de brazos en una pose desafiante.
—Como... —Ambos de pie frente al otro, me pierdo en su presencia embriagante. En cómo su camiseta se estira sobre su pecho. O el hecho que tengo que estirar mi cuello para mirar su rostro.
—Ni siquiera puedes pensar en una, ¿o no? —Se ríe suavemente—. ¿Cuántos años tienes, Bella?
—Veintitrés. —¡Dios, sueno como una niña! ¿Tiene treinta años? ¿Soy demasiado joven?—. Tendré veinticuatro en septiembre —añado rápidamente—. ¿Cuántos años tienes?
—Veintisiete. —Me arquea una ceja, aún mirándome expectante por un par de segundos—. Y bien... ¿las cosas malas que haces?
—Cierto. Me distrajiste. Se me ocurre una... —Tomo aire profundo y doy un paso lejos de él, tratando de quitar de mi mente a su mandíbula y su pecho y el cabello que se asoma por su gorra—. Una vez, pise un conejo con mi coche.
—¿A propósito?
—¡No!
—¿Lloraste?
Me cruzo de brazos, mordiéndome el labio y dándole la espalda. Sí lloré. Lloré en mi coche por horas.
—Eres adorable.
—No soy adorable. Soy muy mala. —Me acerco a él de nuevo, mi sonrisa incontenible—. Dame ese porro, te lo demostraré. —Estiro mi mano, palma arriba, y la dejo allí, frente a su estómago.
—Detente. —Se ríe, mirando mi mano.
—Soy tan mala que quiero darte un puñetazo en las costillas ahora mismo.
—Por favor, no. Puede que llore.
—Vamos... —Por impulso, busco su mano, y por un momento, él la sostiene, envolviendo sus dedos alrededor de los míos—. Solo bailar. Prometo que no esperaré una amistad duradera o algo.
Finjo estar tranquila, como si mi palma no estuviera picando al sentir su mano sobre la mía. Como si mi estómago no estuviera agitándose. Como si su cuerpo no estuviera cantando por él.
Él mira nuestras manos, nuestros dedos enlazados, y por un segundo, él afianza su agarre en mi mano. Pero entonces su rostro se contrae, casi de dolor, y afloja su agarre en mí.
—No puedo —dice severamente, soltando mi mano de inmediato y dando un paso hacia atrás sin mirarme—. Deberías volver; tus amigos deben estar esperándote. —Se pasa una mano por el cabello, antes de volverlo a meter dentro de su gorra, esta vez con la visera escondiendo su rostro de mí.
—Edward —intento en vano, mientras él sigue dando pasos hacia atrás.
—Realmente lo siento —dice, girando, y se va caminando por la playa. El hormigueo se va; las mariposas dejan de aletear. La canción muere en un susurro. Solo para ser reemplazado por decepción y preocupación mientras lo observo huir de mí... de nuevo.
