Disclaimer: los personajes de Twilight son de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es CaraNo. Yo solo traduzco con su permiso.
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Capítulo 57
Me siento increíblemente aliviado cuando escucho que tus náuseas matutinas han cesado. Sé que ha sido demasiado para ti. Me aseguras que todo está bien con el embarazo, lo cual me pone contento. Simplemente deseo poder estar allí. Pero no puedo estar en todos lados... por mucho que me mate.
—¿Cómo está Sophie? —pregunto, acunando el teléfono entre mi mejilla y mi hombro. No soy muy bueno cocinando, así que es otra noche de macarrones con queso. Estamos disminuyendo la pizza. Cuesta demasiado. Kate no está feliz al respecto. Ella no está muy feliz en estos días, por lo que estoy contento de que fui capaz de tomarme la noche libre. Necesito hablar con ella.
—Ella está bien, considerando todo —tú respondes con voz ronca—. Ella ha respondido bien al tratamiento hasta ahora, pero está demasiado débil. Su sistema inmune... —Te ahogas.
Cierro los ojos con fuerza.
Respiro profundo.
Cambio de tema antes de quebrarme.
—¿Algo sobre Ben y sus padres? —Todo lo que sé es que se sabe todo. Ellos saben de nuestro plan para hacernos cargo, y no hay nada que los padres de Ben puedan hacer al respecto. La amenaza, en realidad, es Ben. Y él ladra más de lo que muerde. Él lanza muchos insultos antes de ser echado.
Después de chequear la pasta, saco un par de sodas junto con un poco de lechuga y pepino. tú me dices que los vegetales son importantes.
—No son nada que no podamos manejar. —Suspiras pesadamente—. Rose se está divirtiendo al gritarles cuando ellos intentan discutir.
Esbozo una pequeña sonrisa.
—Puedo imaginarlo.
¿Qué demonios...? Frunzo el ceño al girar en dirección al cuarto de Kate.
—Bella, ¿puedo llamarte luego?
—Eh, por supuesto, cariño.
Después de terminar mi llamada contigo, apago la estufa antes de dirigirme directamente al cuarto de Kate, y espero por Dios que esté equivocado. Pero sé que no lo estoy. Puedo olerlo, carajo.
—¿Kate? —llamo, golpeando fuertemente su puerta una vez.
—¡Un segundo!
Al diablo con eso. Abro la puerta... justo cuando ella cierra la ventana.
Su cuarto apesta a cigarrillos.
Ella... Ella tiene trece... años. Trece.
Jamás me he sentido tanto como un fracaso.
