Disclaimer: los personajes de Twilight son de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es CaraNo. Yo solo traduzco con su permiso.
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Canción del capítulo: Sideways de Citizen Cope
Capítulo 78
Cuando despierto en la mañana, puedo ver que sigue siendo temprano.
Aunque no soy el único despierto.
Bella está actualmente dejando besos sobre mi pecho.
—Buenos días, nena —mascullo soñolientamente e intensifico mis brazos alrededor de ella.
—Buenos días —susurra.
Siseo cuando su muslo roza contra mi erección matutina.
Siento una ola de calor, simplemente porque ella pasó la noche.
—Me encanta esto —admito, mi voz llena de sueño y lujuria, mientras nos doy vuelta—. Despertar contigo...
Ella suspira y mueve sus cortas uñas por mi espalda.
Siento un temblor recorrer mi columna.
—A mí también. —Exhala mientras dejo besos a boca abierta sobre su hombro—. Tan correcto...
Esa es la palabra. Es correcto.
Mi polla se desliza a lo largo de su coño.
—Mierda.
—Edward...
Al diablo el aliento matutino. La beso duro y ella gime.
—Ahora.
—No tengo... —Condones.
La sigo besando. Por todos lados. Nuestros cuerpos se mueven juntos.
—Yo... —Gimotea cuando succiono un pezón en mi boca—. Me hice pruebas dos veces... después de mudarme... —Gime—. Estoy... Oh, Dios... —Mis dientes la mordisquean. A ella le gusta eso—. Estoy con la píldora.
Mi boca se cierra en su cuello de nuevo. Hay un lugar allí que la hace jadear. Y mis dedos la encuentran húmeda y caliente. Tan mojada. La follo con los dedos lentamente, comenzando por su entrada, y... subiendo hasta su clítoris. Frotando, suave pero persistentemente. Haciendo círculos. Tan sexy.
—No he estado con nadie en siete años —admito, succionando ese lugar—. Te deseo. Carajo, te necesito.
Ella chilla, el sonido amortiguado por mi hombro.
—Por favor.
Parte de mí esperaba estar nervioso.
¿Estamos apresurándonos?
Solo han pasado tres días desde que acordamos ir despacio.
—¿Estás segura?
Ella asiente.
—Tan segura. Te deseo, Edward. Yo... —Levanto la cabeza para mirarla a los ojos. Su ceño está fruncido. Ella lame sus labios—. Yo... —Exhala—. Ahora no. Después.
—¿Qué?
Ella sonríe, y es jodidamente hermoso.
—Nada —susurra—. Te lo diré más tarde. Después.
Ella me besa entonces, y de nuevo la mujer me deja estúpido.
Gruño y tomo mi polla, posicionándome, cubriéndola con su excitación.
—Oh, Dios.
Entro.
—Mierda —digo exhalando, dejando caer mi frente sobre su hombro.
Ella se agita a mi alrededor.
No puedo superar lo caliente que es ella. Lo húmeda que está.
Empujamos y jalamos, giramos y embestimos.
—Bella —gimo. Sus talones están enterrándose en mi trasero, alentándome. Así como lo hacen sus gemidos—. Cielos... —Embisto. Comenzamos a jadear al mismo tiempo, y sigo deslizando mi polla dentro y fuera de ella, incapaz de parar. Más caricias... Sus manos en mi espalda, extendidas, con sus uñas arañando mi piel. Ella está loca. Me encanta. Es nuevo. Es... intenso. Así que, me vuelvo brusco con ella.
Con mi mano cubriendo su boca, amortiguo los sonidos de sus gemidos y chillidos.
No queremos despertar a Jo.
—¿Esto es lo que quieres, cariño? —le susurro al oído.
—Siiiií.
Cierro los ojos con fuerza y muerdo mi labio.
Nuestra piel se humedece.
Respiramos con dificultad.
—Edward —ruega ella... por algo. Quito mi mano y cubro su boca con la mía. Puedo sentir los músculos en mi espalda tensarse mientras empujo y empujo. Y entonces el cabezal, lo aferro con ambas manos y embisto dentro... y fuera... y dentro.
Bajo la mirada hacia nosotros, observo mi polla brillar con su excitación antes de deslizarme hacia adentro. Y sus tetas, moviéndose cada vez que mis caderas encuentran las suyas.
—Tócate —gruño, agachándome, frente contra frente—. Vamos, nena. Déjame verte.
Perfección.
Ella es perfecta para mí.
—Casi —susurra, y la veo con hambre frotarse el clítoris—. Ahh, Edward...
Entonces nos corremos.
Mi clímax me toma desprevenido, y un gruñido ahogado se escapa de mis labios, cada músculo en mi cuerpo adolorido y quejándose. Al mismo tiempo, la siento contraerse alrededor de mi polla. Su boca está abierta en un grito silencioso. La veo con ojos pesados, embistiendo perezosamente, lo que es más mis caderas meciéndose que otra cosa —por instinto— mientras me derramo en ella. Moviéndose para estar más profundo, a pesar que estoy enterrado por completo.
—Mierda —jadeo, soltando el cabeza. Con una mueca, salgo de ella antes de colapsar, mi espalda contra el colchón—. Solo...
Santo cielo.
