Disclaimer 1: Fanfic sin ánimos de lucro. The Loud House es creación de Chris Savino, The Casagrandes es desarrollo basado en sus personajes a cargo de Michael Rubiner y ambos son propiedad material de Nickelodeon Intl, bajo licencia de Viacom y Jam Filled Entertainment.
Disclaimer 2: Los materiales referidos y/o parodiados son propiedad intelectual y material de sus respectivos creadores.
El encanto del crepúsculo
VI
Hombre en llamas
Reno, Nevada
2 de septiembre de 2023
3:10 pm
En algún lugar del desierto
Ronnie Anne se siente atrapada.
No tiene la más remota idea de cómo o por qué, pero que el tío Carlos y la tía Frida hayan logrado rentar una casa rodante tan lujosa es todo menos natural. Y más aún que, por extraño que parezca, Carl, CJ y Carlitos se hayan quedado en casa.
¿El motivo? A Frida la invitaron al festival del Hombre en Llamas en Nevada. Y por increíble que suene, al chico con síndrome de Down no le gustó mucho la idea de "ser un pirata en el desierto". ¿Carl y Carlitos? Los dos están bastante castigados por prácticamente asaltar el Mercado. Y en el caso de Carl, tapar las cámaras, cobrar a sobreprecio y alegar que puso ofertas para quedarse con la venta de tres días seguidos. Sobre Carlota, cuelga decir que se negó en redondo a acompañar a sus hermanos en castigo y se llevó a CJ a unas vacaciones en la playa.
En su lugar, se llevaron a las hermanas Chang, los hermanos Santiago y Lincoln. Las Chang porque sus padres querían un tiempo a solas, Bobby y ella misma para escapar de los dos turnos de doce horas con sueldo de seis en el Mercado. En cuanto a Lincoln, la visita que hizo para ver a Sid poruna problema de animales se quedó en nada apenas lo vieron los Casagrande. Era llevarlo a él, invitar a Rosa -cosa que a Frida le pondría los pelos de punta siendo él un niño de mami- o revender la última entrada.
Poco antes de llegar, Lincoln se levantó a la nevera y tomó una botella de un litro de Dr. Pepper. Ello no pasó muy desapercibido.
-¿Qué haces? -preguntó Frida.
-Sid me pidió algo de beber -respondió Lincoln, sobresaltado.
-Y puedes devolverla ahora mismo -objetó Frida-. No queremos que esta casa rodante sufra de ningún daño.
-¡Las compramos entre los tres! -exclamó molesta Ronnie Anne.
-Hay agua y bocadillos en la hielera junto a Bobby. Cariño -Frida se dirige ahora a Carlos-, recordaste comprar cargadores solares para los teléfonos de los chicos?
-Se los di a guardar a Bobby -indicó Carlos, ajustando la visera que Carlota le regaló de Fairway.
-¿No eran soportes para los talones? -preguntó Bobby, atontado por el calor- Con razón se sentían duros.
Soltando un gruñido de hastío, todos se enfocaron en como paliar el calor lo mejor que se pudiera. Lincoln se enfocó en hacer abanicos de papel, mientras que Sid se sintió tentada de abrir la nevera antes de ver por el retrovisor la mirada furibunda de Frida. Ronnie Anne, por su lado, fue por la hielera hasta ver que Bobby tenía su trasero metido en ella y juró jamás comer nada sobre lo que él haya estado sentado.
.
Como todos los años hasta 2020 y de ahí los dos siguientes años por cuestiones sanitarias, el desierto de Black Rock se llenó del colorido que lo caracteriza desde una semana antes del Día del Trabajo. Toda esa carga de cultura hippie que a Luna le habría encantado y el arte y libertad que Lily anhelaba, presentes por primera vez ante los ojos de Lincoln, Sid y Ronnie Anne, más habituados al estilo de vida americano.
-Muy bien, chicos -llamó Carlos con amabilidad-, Frida dijo que iría a cambiar algunas de sus obras de arte por comida y papel de baño para no gastar nada -empieza a desplegar la carpa y el asador-. ¿Quién quiere ayudarme a delimitar la…?
-¡Oigan! -exclamó Bobby, viendo a los menores irse de allí- No es justo que me dejen.
-Perfecto, Bobby -dijo aliviado Carlos-. Necesito que me busques piedras del tamaño de la cadera de tu tía y me ayudes con la sentina.
Maldiciendo a su hermana, a su prospecto de cuñada y a su hermano putativo, Bobby se quedó mascullando insultos.
Los adolescentes, por su lado, les sorprende bastante que la organización ahí sea impecable para un evento sin patrocinios, consumismo ni mercantilismo existente. Tanta fue su suerte que Ronnie Anne cambió su sudadera por un top de cuentas y una gorra, Sid se descalzó y trocó su cabello por unas sandalias de suela de llanta y Lincoln cargó las diversas mercaderías que terminó por patear un pequeño cactus.
-¡¿Por qué tenemos que buscar una tienda médica?! -maldecía Lincoln, tratando de sacarse las espinas que podía- ¿No se suponía que estudias para tomar algo de medicina?
-No quiero terminar como ese chico de 2006 -dijo Ronnie Anne-. A la enfermera la detuvieron por abuso de menores.
-¡Por favor, Ronalda! -exigió Sid, molesta y abochornada- ¿No dijiste que, pasara lo que pasara, nos ibas a dejar solos?
-Si, pero no soy ninguna médica o algo -se excusó Ronnie Anne.
-Por lo menos… podrías ayudarme a cargar -pidió gimoteante Lincoln.
-Bueno
-¡Oiga! -llamó Sid a un delgado latino de cejas pobladas que sujetaba una pistola de agua de aspecto más bien polvoriento, apenas vestido de bermudas y polera bañada en pinturas multicolor- ¿Sabe dónde está la carpa médica?
-Tres tiendas por allá -respondió el latino-. ¿Quieren algo de Sergio?
-No sé que sea -dudó Sid por un momento-, ¡dele duro!
En el acto, el latino esparció con la pistola un polvo gris. Sid no parecía molestarse, pero a Lincoln eso no le gustaba.
-No preguntes qué es -recomendó Lincoln.
-¿Eso es Sergio? -preguntó Ronnie Anne.
-Era Sergio -contestó amable el latino- Murió de covid el año pasado, y antes de morir me pidió que en el siguiente Hombre en Llamas lo esparciera por todo el festival.
Viendo al sujeto marcharse y bañar de "Sergio" a cuanto paseante se le cruzó, se dirigieron a la carpa médica. Tanto el peliblanco como la latina acordaron no decirle nada a Sid hasta antes de irse.
-Tienes que dejarlo en reposo por al menos unas dos horas -recomendó el médico, un chico blanco de no más de veinte que, luego de retirar las espinas faltantes, untó ungüento con base de alcanfor-. ¿Quieren algo de privacidad?
En cuanto asintieron los tres, este los dejó solos mientras arde un grupo de velas de canela.
-¿Estás feliz? -cuestionó Lincoln, acalorado.
-La verdad, no puedo decirlo -respondió escueta Ronnie Anne.
-¿Y qué chico no lo estaría? -animó Sid.
-¿Y de quién fue la idea de cambiar mi bloqueador por este collar de piedras raras que parecen popó de algún animal?
Tomando aquella pieza de cuentas grises de aspecto curioso, Sid palpó las cuentas del collar de Lincoln. No es que las piedras fuesen su especialidad ni mucho menos, pero haber pasado la mitad de su jornada entre animales, Ronnie Anne y viendo videos de K-pop, algunas cosas le quedaron bastante claras sin dar lugar a explicaciones poco más que convincentes para el resto.
-No me odies por decirte esto, Linc -anunció Sid-, pero tu collar tiene… -calló, dejando un poco al suspenso.
-Decirme ¿qué? -replicó Lincoln.
-Aunque tu collar es lindo, creo que no lo querrás tener.
-¿Por qué dices eso?
-Es popó petrificada.
A pesar de la corta y clara explicación de Sid, Lincoln se sintió un poco incómodo. Como si la sangre le hirviera de forma un tanto agradable. Veía con claridad que ambas lo miraban un tanto expectantes, en especial Ronnie Anne.
Durante las dos horas de reposo, hablaron y vieron cosas que parecían tonterías. Vieron a aquél extraño latino esparciendo todavía a su amigo, una caravana de mujeres desnudas a la que -cosa que no les sorprende- se unió Frida y, como una suerte de final un tanto chusco, una casa rodante incendiada salir a toda marcha. A juzgar por el dueño de esta, agradecieron que no fue la suya.
-¿Les puedo decir algo? -dijo por fin Lincoln después de media hora callado. Ambas asintieron- Creo saber al fin qué le veía Lori a Bobby.
-¿Ah, si? -replicó Ronnie Anne, para nada sorprendida.
-¿Qué cosa? -secundó Sid, aburrida de mirar al convoy de desnudistas recorrer las improvisadas calles de aquella ciudad temporal.
-Creo que es el único ser vivo que resiste sus gases sin hacer algún gesto brusco -dijo Lincoln, un tanto filosófico.
-¿Qué esperabas? -cuestionó la latina- En una ocasión lo reté a comerse la pizza de la cafetería de la primaria que olvidé una vez en la mochila.
-Yo hice que Adelaide comiera un par de veces palomitas cubiertas de mis mocos -confesó Sid, no queriendo quedarse atrás.
-Lana habría agradecido algo así -sonrió Lincoln.
Por otra hora, estuvieron compartiendo historias absurdas…
-Es como si toda la vida de mamá fuera el zoológico -reveló Sid-. ¿Sabían que los vi una vez en el recinto de los perezosos haciendo el amor?
…, debatiendo idioteces del cine…
-¿Y quién no quería aplastar a esa araña chismosa? -admitió Ronnie Anne- No me molesta tener una de mascota, pero Charlotte me cayó mal desde el principio. ¡Quería aplastar a la maldita!
… hasta llegar a una línea que, muy en el fondo, los tres querían cruzar.
-¿Mayores o menores sin abusar? -preguntó Lincoln, contenido por las posibilidades que se le están abriendo.
-¿Mentiría si digo que fantaseaba una vez con los dos? -mencionó Ronnie Anne, antes de algo que no es precisamente apto para niños y terminó con ambas chicas abrazadas de Lincoln.
-Wow… -jadeó este a la media noche, sorprendido de cómo sus mejores amigas tomaron su virginidad.
~o~
Día 6, atrasado de nuevo.
Uno de los mejores episodios de Malcolm el de Enmedio fue precisamente el de El Festival. Para más señas, la familia se va al Hombre en Llamas, unos 90 kilométricas al norte de Reno, Nevada, y pasan varias cosas, como Reese siendo bañado en cenizas fe muerto, Dewey sufriendo, Lois sacando las nenas al aire... y Malcolm dejando de ser un niño para ser todo un hombre (mendigo suertudo, se le hizo con una madura).
Y sí. Yo también quise aplastar a Charlotte. Vaya forma de dejar al puerco.
Espero leerlos más al rato. Decidí que tengo hasta las 2:00 am de mañana, hora del Centro (UT -5 Horario de Verano). Ahora...
Sigan sintonizados
Sam the Stormbringer
