¡Waaay! Nuevo episodio, algo demorado por mi trabajo como esclavo corporativo. Les doy las gracias a los que se dieron un tiempo para escribir un review: Sadis, Andres888, Luis Carlos, Wiel Mehr, loudh11lin , Jonas Nagera y Jairo carillo, muchas gracias chicos se los agradezco de todo corazón. Ahora una nota antes de leer este episodio, este no se centra en Lincoln sino en Lucy y su "decisión", espero les guste. Chau.

Mi voz, mi decisión

1

Desde que tenía memoria la magia fue siempre su amiga y compañera, irónico era que en el presente ella fuera la causa de todos sus infortunios. ¿Era ella la culpable o era el mundo? siempre se hacía la misma pregunta, rara vez encontraba una respuesta que le permitiera aliviar el dolor. El mundo le otorgó poder y el mundo la castigaba por ello, una fatal contradicción, eso era ella, una contradicción viviente.

Otra vez dejó su mente volar libre mientras observaba el paisaje desde la ventanilla del autobús. Un pueblo feliz, su hogar Royal Woods despertaba de su letargo ese miércoles por la mañana. Personas iban y venían por las calles, con una sonrisa en sus rostros y un propósito en sus corazones, trabajo, diversión, escuela, amor, todos ellos tan mundanos para los demás pero imposibles para ella. "Pero ellos no saben magia" se dijo a sí misma y no pudo evitar sonreír.

Magia era lo que la definía, magia era su amiga, su perdición, su condena y eventualmente la magia sería su muerte.

Su cuerpo tembló ante esa última realización, pues a pesar de todo no quería morir. Apretó el botón de parada y el autobús se detuvo con fuerza, insultos del conductor, miradas molestas de los pasajeros, no le importaban en lo más mínimo, no cuando se acercaba su destino fatal, el sueño eterno.

Aún estaba lejos de su destino y se sentía horrible, por eso aprovecho de descansar bajo la sombra de uno de los abetos que se erguía en el parque central. Tenía un libro en su mochila pero no tenía ganas de leer, tenía su cuaderno de poemas pero tampoco tenía ganas de escribir, esa mañana solo quería observar ese cielo azul y encontrar algo de paz en su corazón. Pero la paz parecía no llegar, y solo se quedó con sus recuerdos.

En un pasado que en esos momentos le parecía distante, había sido una niña como cualquier otra. Se levantaba en las mañanas, compartía la mesa con sus hermanas, iba a la escuela y hacía sus deberes, cosas simples, mundanas. A pesar de todo la magia siempre estuvo con ella, el poder contenido en su alma, el que a veces utilizaba para asustar a sus hermanas, el que muchas veces estaba fuera de su alcance, pues aún era incapaz de controlarla del todo. Pero esos días era feliz en su ignorancia.

Las cosas cambiaron con el pasar del tiempo, como cambian todas las cosas en el mundo. Sus poderes fueron en aumento y con ellos su ansiedad, pues aun en esos días de tierna infancia sabía el precio que tenía magia en ese mundo, una vida de discriminacion y soledad. Comenzó a temer su don, a maldecirlo con todas sus fuerzas, odio esa parte de ella que la hacía especial. Por eso se prometió no utilizar magia nunca más y ese fue el principio de su caída.

Su magia era como una gran fuerza contenida en una frágil botella de cristal, cada día que pasaba aumentaba más y más, cada día que pasaba la botella se resquebrajaba. El resultado fue fatal, la botella se rompió en mil pedazos y con ella sus sueños de ser una persona normal.

Aquel fue un día de escuela hace ya seis meses, una confesión fallida, un amor no correspondido fueron suficientes para quebrarla por completo. Aún podía ver como Rocky Spokes la veía con terror mientras el espacio tiempo a su alrededor se torcía y resquebrajaba, y con eso llegaron las llamas negras como tentáculos de oscuridad absoluta, consumiendo los casilleros a su alrededor, a solo centímetros de engullir a su primer amor.

A duras penas logró controlar su poder hambriento de destrucción, solo para caer incapacitada frente a la multitud de almas asustadas que la miraba con terror, sus compañeros y profesores, los que pasaron del miedo a la ira al verla indefensa en el suelo. Golpes, patadas, gritos, escupitajos, groserías, todo eso recibió antes de que llegara la policía y la salvara de la turba. Nada de eso le importo en ese momento, solo las palabras del chico que amaba fueron las que quedaron grabadas a fuego en su memoria "¡Eres una asquerosa bruja, no quiero volver a verte!", le dijo Rocky.

Se levantó con dificultad, sus rodillas dolían, sus huesos crujían y su respiración era bastante irregular. Afirmó su espalda contra el árbol y pequeñas hojas marrones cayeron delante de sus ojos, el otoño estaba terminando pero en su alma apenas comenzaba. Miro los rayos de luz a través de las hojas y cerró los ojos ante esa excesiva luminiscencia. El sol era cálido y brillante ese día, pero no hacía más que darle un dolor en su pecho al recordar esa calidez, una calidez que ya no podría experimentar.

"Lincoln... ¿Porque has sacrificado tanto, para alguien destinada a perecer?"

Nunca pudo entender los sentimientos de Lincoln, llenos de una pureza y un afecto que le parecían innecesarios. Pues ella era una bruja, una sucia bruja destinada a solo hacer daño a los demás, no merecía ese tipo de afecto, no merecía ni una pizca de amor. Pero todo eso era una contradicción como tantas otras, amaba la calidez de Lincoln, el chico que le había otorgado una razón para seguir viviendo, una razón para olvidar la amargura y los abusos, y centrarse en la ternura y compasión con la que era tratada cada dia por su querido hermano.

No pudo evitar dejar escapar una sonrisa, siempre ocurría cuando recordaba a su salvador de cabellos blancos como la nieve. Realmente lo amaba más que a nada en el mundo, es por eso que ya había llegado a una conclusión fatal, una que contradecía cada gesto de amor y cada palabra de cariño, una que dejaría a Lincoln por fin libre de su condena, libre del aislamiento que su existencia le causaba.

"Sin duda será feliz sin mi… Todos ellos..."

Camino hacia el este siguiendo al sol que impacta en su pálida piel, era un día hermoso que contrastaba con su oscura melancolía. Paso a paso dejó atrás las miradas felices y los edificios relucientes para internarse más y más en el lado oscuro de ese pueblito, los barrios bajos de Royal Woods.

No era más que una cuadra llena de casas desvalijadas, tiendas vacías y maleantes en las esquinas que la miraban con extrañeza. De cierta forma se sentía cómoda en ese lugar, tan gris y abandonado como su propia alma. Sus pies por fin se detuvieron frente a una fábrica abandonada, el edificio de United Papers se erguía triste con sus chimeneas colapsadas, sus muros cubiertos de graffiti y el olor a químicos descompuestos en el aire. Ese era su destino, un lugar habitado por seres a los que podía llamar sus iguales. Lanzó un audible suspiro, resistió las ganas de devolverse y caminar hacia su casa, y se internó en ese lúgubre edificio.

2

Se encontró rodeada de maquinaria abandonada, montículos de basura, óxido y mala hierba, vagando como un ánima en pena en ese galpón abandonado en el tiempo. No era oscuro, más bien ese lugar era iluminado por el techo que se hallaba derrumbado, los rayos de luz se abrían paso entre las vigas de acero retorcidas.

Y en medio de ese lugar, como un espejismo, parada arriba de una escalera mohosa que no llevaba a ninguna parte, estaba una chica solitaria de cabellos negros como la noche y piel palida como la neblina, mirándola con una mezcla de curiosidad y desdén.

"Cuando canta la cigarra,

cuando canta,

canta en coro

y el sol muere"

Camino hasta el centro de ese derruido edificio mientras era recibida por esas crípticas palabras salidas de la boca de su mejor amiga, o al menos eso era lo que hubiera pensado en tiempos pasados. La chica que se erguía sobre esa escalera oxidada y olvidada en medio de ese lugar, con una roja manzana en su mano derecha y un libro de poemas en la izquierda, había sufrido una metamorfosis.

El pensarlo la estremecía por dentro, la hacía extrañar a su antigua amiga, la débil y enfermiza Haiku que había conocido en el hospital de Royal Woods. Una chica gentil cuyo único pecado fue el ser una bruja, la chica que sufrió junto a ella y su hermano, las destructivas sesiones de terapia, la chica que finalmente terminó corrompida por ese maldito mundo que ambas compartían.

-Lucy Loud. - dijo Haiku, dándole una pequeña mordida a su manzana - Un gusto volver a verte mi querida amiga.

-Hola.

-¿Por qué esa cara? Te ves extrañamente melancólica esta mañana.

-No lo sé, tal vez… Extraño el pasado.

-Oh, el pasado. - dijo Haiku cerrando los ojos, evocando sus memorias - Cuando era débil, miedosa y quejumbrosa, a punto de morir por las manos de las personas llamadas a ayudar al prójimo. Tal como te ves ahora, eres un reflejo de mi pasado, por eso me pregunto, ¿Cuánto mas podrás aguantarlo?

-Ni idea… Espero que no mucho…

-Una muerte lenta y dolorosa… - le dijo Haiku, y continuó leyendo su libro.

La chica frente a ella descubrió su propia fortaleza en medio del dolor. "Las cigarras", un grupo de brujas rebeldes que habitaban ese abandonado lugar casi a las afueras de Royal Woods, un grupo que se encargaba de proteger a sus miembros más débiles, ofrecerles un refugio de las autoridades y permitir la evolución de sus miembros, o al menos eso era lo que decían ser. Para ella no eran más que un grupo de renegadas a las cuales les encantaba cometer atrocidades, un grupo en busca de un poder prohibido, lleno de resentimientos y odio hacia la humanidad.

Cuando Haiku las descubrió la chica creyó encontrar una esperanza, y ella también pensó lo mismo en un principio, pero encontrarlas solo hizo extender lo inevitable. Pues no había esperanza en ese lugar, tampoco una cura, "la maestra" solo podría alivianar un poco la carga que su cuerpo sufría, pero nunca eliminarla del todo.

-Mi madre murió Lucy. - le dijo Haiku de pronto.

-Lo siento.

-¿Lo sientes? Pero si no fuiste tu quien la asesinó

-¡Acaso tú…! - dijo Lucy, abriendo la boca y cerrándola con rabia.

-"El boleto de entrada a un nuevo mundo" - dijo Haiku extendiendo su mano hacia el cielo - O así es como la maestra lo llama.

-Como pudiste… Tu… Tu propia madre...

-Un acto bastante sencillo e indoloro. - dijo Haiku, mirándola directamente a los ojos - "Cumplir con nuestro deber no es fácil, pero a veces tiene sus pequeños placeres "

-Estás loca. - dijo Lucy con asco.

"Ha cumplido con su sacrificio, por eso la desgraciada ya no se ve moribunda"

Desde aquel día en el hospital junto a su hermano, donde la vio más saludable que nunca, más despierta, más alegre, fue en ese día que se dio cuenta. La chica había cometido el sacrificio para mantener su vida en ese mundo maldito, lo de ahora solo era la confirmación final. Tuvo ganas de vomitar, ganas de escapar de esa guarida decrépita, directo a los brazos de su hermano, pero la risa estridente de su amiga la trajo a la realidad.

-¿D-De que te ries? No es gracioso.

-No lo entenderias. - dijo la bruja, tapando su boca con su libro - Desde que descubriste este lugar no pareces entender nada.

-¡¿Qué te ha pasado Haiku?! - dijo Lucy, encarando a su amiga - Tu no eras… No eras de esa forma.

-¿A mi? ¿Y qué hay de ti Lucy? - dijo Haiku dándole una sonrisa - Acaso no has visto tu cuerpo, apesta a muerte.

-Ya lo he aceptado, ya he tomado mi decisión.

-Abandonar este mundo de bestias para danzar junto a los ángeles. Muy noble de tu parte, pero a la vez tan patético.

-No soy como tu Haiku. - dijo Lucy con rabia en su voz - No disfruto haciendo sufrir a los demás.

-Vivir es sufrir, vivir es dañar a otros. Un círculo infinito de víctimas y victimarios del cual no podemos escapar. ¿Piensas que tu muerte no traerá sufrimiento? ¿Qué pasará por la cabeza de Lincoln cuando tu llama se apague de pronto? Culpa, una pesada culpa que lo marcará por toda la eternidad.

-Hablas como si mi hermano te importara. - dijo Lucy, molesta al escuchar el nombre de su hermano salir de sus labios - Hipócrita, a ustedes no les importa nada ni nadie.

-Te equivocas, pequeña Lucy, Lincoln es mi gran amigo. - dijo Haiku colocando su pálida mano sobre su pecho - El único humano que me dio valor cuando solo quería morir, fue él quien regó la semilla de la esperanza en mí, la que floreció en una hermosa y mortífera flor. Eso es Lincoln para mí, un ángel en este mundo de bestias.

Abrió los ojos de par en par, sorprendida por los sentimientos de aquella chica. Era cierto, Lincoln siempre había sido bastante amable y comprensivo con su compañera de hospital, pero nunca pensó que ese sentimiento era mutuo. No, nunca pensó que en esas condiciones Haiku pudiera amar a alguien más que a ella misma. Sintió miedo de pronto, si a esa chica se le ocurría hacerle algo a su querido hermano, entonces eso sería peor que sufrir mil muertes. ¿Y cómo podría evitarlo?

El ruido de un vehículo acercándose la alejó de ese momentáneo terror. Una van destartalada conducida por un chico musculoso atravezo la fábrica esquivando la basura y el fierro. Se detuvo justo frente a la escalera, a unos metros de ellas dos, y de ella salió una chica con una gran sonrisa. Polly, una de las brujas residentes de ese lugar, una chica de la edad de Haiku, vestida con ropa deportiva y patines deportivos.

-¡Mira lo que trajimos Haiku! - grito la chica de los patines mientras bajaba de la van - Nos divertiremos toda la noche.

Inconscientemente se cubrió la boca con ambas manos en una expresión que a cualquiera le hubiera parecido cómica, pero era todo lo contrario, lo que vio salir de ese vehículo la espanto más que cualquier cosa que hubiera visto. Eran personas, tres hombres harapientos, amordazados, golpeados, sangrantes, asustados, que la veían con una expresión de pánico en sus ojos, buscando un fragmento de esperanza en su desgracia.

Rehenes, o más bien futuras víctimas de los sádicos juegos de sus colegas brujas. El solo verlos le hizo alejar la mirada y empuñar sus manos con rabia, no lo merecen, nadie se merecía morir de esa forma.

-¿Viniste de nuevo? - dijo la chica de los patines - ¡Que rayos haces aqui, si ni siquiera puedes cumplir con el puto ritual!

-Dejala es una amiga del hospital. - dijo Haiku.

-Me importa una mierda. - dijo la chica, tomándola del vestido - Escuchame basura, tu no eres una de nosotras, solo eres una rata cobarde y…

-Polly. - la interrumpió Haiku desde la altura - Deja de hacer escándalo y saca esas basuras de mi vista por favor.

No la consideraban una bruja, mucho menos una aliada. Hasta en ese lugar era víctima de la discriminacion por no ser una desalmada como ellas. Polly la soltó del vestido y le dirigió una mirada cargada de desdén antes de darse la vuelta y partir con sus prisioneros a las profundidades de la fábrica.

-¿Por qué no vienes a una de sus orgías? - dijo Haiku como si nada - Tabby y Polly siempre consiguen nuevos chicos, alguno de ellos se parecerá a Lincoln.

-¡No soy como ustedes! - dijo Lucy en un arrebato de rabia.

Una risa macabra, gestual, escapó de los labios de Haiku, ella le clavó su mirada y su cuerpo tembló al ver esos ojos muertos, oscuros, carentes de toda emoción posarse en ella. Dio unos pasos atrás cuando ella soltó la manzana a medio terminar y comenzó a bajar las oxidadas escaleras.

-Aun sigues atada por las reglas de los hombres, te entiendo, yo era igual. Pero una vez pruebes el fruto prohibido entenderás que toda esa "moral", no es más que una correa para mantener a los perros humanos en regla.

-Están locas… Todas ustedes, tal como dicen mis… Mis hermanas.

-Oh tus hermanas, las que te dieron la espalda en la primera oportunidad. - dijo la bruja, mostrando una sonrisa torcida - Si nos comparamos con esos trozos de carne entonces sí, estamos locas y lamentablemente eso te incluye a ti, pequeña Lucy.

-¡No, yo no soy...!

-Pude ver cómo mirabas a tu hermano. - dijo Haiku, con un talante serio - No me engañas, lo deseas para ti sola.

Y esas palabras la golpearon directo en el estómago, una gota de frío sudor recorrió su espalda, asustada por esa súbita realización.

"No, es mentira…¡Todo lo que sale de sus labios son mentiras!"

-Lincoln. - le dijo Haiku con un tono suave - Tu amado Lincoln, el caballero en la armadura blanca, destinado a cuidar de su desafortunada hermanita por la eternidad, protegerla de todo mal. - dijo la bruja, dejando escapar una risa grotesca - No, no, no, tus deseos no son tan puros, son solo la fachada…

-¡Callate!

-En realidad deseas a tu propio hermano, deseas que te estreche en sus brazos, deseas que bese tus fríos labios, y que finalmente te haga suyo.

-¡Te dije que cierres la boca!

Sus pies tropezaron con una vieja viga y cayó de espaldas al suelo. Trató de levantarse pero fue en vano, Haiku ya estaba sobre ella, sosteniéndola de sus muñecas con un agarre tan fuerte que podía sentirlas crujir.

-Aún estás mojada. - le dijo Haiku, mientras ponía su rodilla justo en su entrepierna - Desde aquí puedo oler tus deliciosos jugos. ¿Por qué no lo olvidas? Cualquier idiota en este pueblo mataria por tomar tu virginidad.

-¡Alejate!

-Sentir tus carnes, tocarlas, saborearlas, se volvería loco sintiendo tus caderas sobre su cuerpo. - dijo la chica, insertando su rodilla con más fuerza - Sin duda Lincoln no sabe lo que se pierde.

-Haiku. - dijo una voz.

Y su compañera se paró en seco, con una expresión asustada miró a la persona que la detuvo y al notar la presencia de la maestra se paró de un salto, dejándola tirada en el piso, paralizada y asustada.

-Maestra. - dijo su amiga, levantándose y dándole una reverencia a la recién llegada.

-Ve a tu habitación.

-Como usted diga. Te veo luego, mi querida amiga. - dijo Haiku dándole una mirada a Lucy.

Se incorporó del piso con dificultad, había estado a punto de convertirse en el juguete de su antigua amiga, movió la cabeza ante esa imagen, la de ella siendo utilizada y ultrajada por todas sus camaradas brujas en la oscuridad.

-Ha pasado mucho tiempo desde nuestra última reunión, pequeña Lucy. - le dijo la maestra con una sonrisa maternal - ¿Me acompañas con un té?

-Estoy...agotada…

-Haiku tiende a tener ese efecto en la gente. Ven acompáñame.

La maestra, una mujer en sus cuarentas, alta, de cabello rojizo y vestida de verde de pies a cabeza, le dio la mano y la guió a través de esos confusos pasillos. Ella era la mandamás de aquel lugar, la que se encargaba de darle guía a las jóvenes brujas, de acompañarlas y curarlas, y de guiarlas en el camino al "sacrificio". Ella parecía ser la única persona medio cuerda en ese lugar, pero aun así ella estaba cubierta por un aura de misterio, una que le decía que debía tener cuidado con ella.

Mientras se sentaba en una silla junto al despacho de su maestra no pudo evitar observar su vientre, el que estaba más inflado que la última vez. Su maestra llevaba una nueva vida en su vientre una que por su tamaño, muy pronto vería la luz del día. En cambio su maestra no perdió el tiempo, se sentó en un pequeño banco frente a ella, le bajó su vestido y comenzó a insertar mana en su eneagrama.

-La medicina de PsyChain ha causado bastantes estragos en tus canales de mana. - dijo la maestra en un tono serio- No puedo más que demostrar mi simpatía por todo lo que has sufrido hasta ahora.

-No podría solo… ¿Dejar de tomar las píldoras?

-Me temo que no. - dijo la maestra con tristeza - Las píldoras son solo la punta de la espada, el resto del daño lo hicieron los médicos en la sala de tratamientos, el daño ya está hecho, lamentablemente.

-Entiendo...

Cada tratamiento era un gran calvario, era atada de pies y manos, electrocutada en su vientre por doctores que la trataban como simple ganado, e inyectada por las enfermeras con drogas extrañas que hacían arder sus venas. Todo con el fin de borrar su eneagrama.

Miró su propio vientre ahora desnudo, y allí pudo ver el desdibujado tatuaje, su propio eneagrama siendo reparado por la hábil mano de su maestra. Esa cosa era la fuente de poder mágico de cada bruja, un símbolo muy parecido a uno de esos pentagramas que veía dibujados en las páginas de sus libros de magia, pero a la vez diferente para cada una de ellas. El suyo era un círculo compuesto por doce líneas rectas que formaban un dodecaedro en el centro, alrededor del círculo estaban unas crípticas palabras que solo ella podía pronunciar, esas eran su llave de arranque, el cántico que pronunciaba cada vez que usaba su magia.

La figura aún seguía allí a pesar de los tratamientos, pero pronto se borraría para siempre y con ella su propia vida.

-¿Nunca te conté la historia de las brujas? - dijo la maestra dándole una sonrisa - Antes de ser descubierta era una maestra, por eso me gusta enseñar, relatar cosas.

-Creo que no… - dijo Lucy, soltando una mueca de dolor.

-Pues tal vez eso te ayude a olvidar un poquito el dolor… Hace más o menos cien años las brujas comenzaron a despertar. - dijo su maestra con parsimonia - El mundo las vio cómo una amenaza, obvio, los humanos eran seres carentes de todo poder mágico, solo ayudados por las máquinas y su ingenio pudieron conquistar cada rincón de la tierra. Nosotras no necesitábamos nada de eso para controlar los elementos. - dijo la maestra mostrando cierto orgullo en sus palabras - Podíamos mantener un equilibrio con la madre tierra, sin necesidad de destruirla. Claro, nuestros amigos humanos no lo vieron de esa forma, primero comenzó el registro, luego la persecución, después los genocidios...

El poder dejó de fluir de la palma de su mano y su talante tomó una expresión de tristeza. Se levantó del pequeño banco y caminó hasta el abollado globo terráqueo que estaba en su escritorio.

-Europa fue el primer continente que nos declaró la guerra abierta, la razón para esto fue nuestra resistencia. Nos negamos a desaparecer, a compartir el destino del dodo, no, nosotras estábamos destinadas a cosas aún más grandes.

-¿Nunca intentaron llegar a un trato con los humanos?

-Los intentos fueron innumerables, cada uno de ellos fútiles, cada uno de ellos recibidos con una violencia desmedida. - dijo la maestra, ahora mirándola directo a los ojos - Cada vez que te veo me recuerdas a esas primeras brujas, seres pacíficos, esperanzados por construir un nuevo mundo junto a sus compañeros humanos. Seres bastante… Ingenuos.

Sin querer las palabras de su maestra la hicieron sentir avergonzada. Bajo la cabeza y observó su eneagrama, las líneas estaban mejor formadas, pero aún se veían borrosas.

-Europa no fue el primero ni el último continente. - continuó su maestra - Asia, África, Medio oriente, Latinoamérica, todos siguieron los pasos de la nueva Unión Europa y comenzaron una persecución desenfrenada, una nunca antes vista. - dijo su maestra poniendo su mano sobre el globo terráqueo - ¿Sabes cuál fue el resultado de todo esto?

-Una guerra total.

-Exacto, una guerra total. - dijo la maestra con un dejo de tristeza - Los humanos cometieron un error fatal al subestimar a las brujas, pues somos capaces de adaptarnos mucho más rápido que nuestras contrapartes humanas. Pasamos de ser entes pacíficos a ser destructores de naciones, y con ello el mundo se consume en las llamas de una guerra eterna hasta los días de hoy.

-Pero los Estados Unidos… Nuestra nación no nos ha declarado la guerra...

-Claro que no. - dijo su maestra soltando una carcajada - Después de ver lo que les deparaba si cometian la misma estupidez decidieron tomar otro camino, "Tolerancia", un camino más sutil, una eutanacia generalizada para nuestra especie. El "tratamiento" no es más que veneno inyectado directamente a nuestros eneagramas, el símbolo de nuestra alma. Si Haiku no nos hubiera descubierto… Digamos que ya hubieras muerto hace meses, Lucy…

-Lo se, y no puedo estar más que agradecida por el poco tiempo que me ha otorgado en este mundo… Pero ya he tenido suficiente…

Su maestra no pronunció palabra alguna, solo la miró con un dejo de tristeza y continuó con el tratamiento. Después de unos minutos ya se sentía mejor, pero sabía que eso solo sería temporal.

-¿Ya te sientes mejor?

-Si...gracias.

-No hay de que, las brujas debemos mantenernos unidas. - dijo la maestra, acariciando sus cabellos - Lastima que Haiku te haya tratado de esa forma tan vil. La crueldad parece ser una de las características de su eneagrama, sin duda una destructora nacida para ejercer su poder sobre cualquiera.

-¿Qué ha hecho? - dijo Lucy apenada - Es verdad que su madre...

Pero ella no respondió, solo la miró como si nada y continuó acariciando su cabellera. Se veía bastante cansada, tenía ojeras oscuras bajo sus ojos y su cabello estaba algo desalineado. ¿Acaso había ocurrido algo mientras ella no estaba presente?

-¿Recuerdas cuando hablamos de los sacrificios? - dijo la maestra de pronto.

-Lo recuerdo. - dijo Lucy con pesar - Es un método para revertir los efectos del tratamiento en el eneagrama de la bruja y para aumentar los poderes de esta.

-Correcto. - dijo la maestra, la que tomó un pequeño silencio - Haiku estaba muriendo, tal como en estos momentos tú estás muriendo Lucy.

-¡¿Pero asesinar a su madre para salvarse, eso no está bien?!... No está bien…

-Morir o vivir, esa es la elección que nos da este mundo controlado por humanos. - dijo la maestra, mostrándose más cansada de pronto - Es terrible, injusto y deplorable, pero no tenemos opción.

-Su propia madre…

-El sacrificio requiere a un ser amado para ser completado. Haiku eligió a la persona más amada en su vida, su madre. Polly eligió a su compañera de equipo, Tabby eligió a su padre, el que la llevaba a todos los conciertos de su banda favorita alrededor del país…

-¡Por favor pare! - dijo Lucy, poniendo ambas manos en sus oídos - No quiero tener que escucharlo.

-¿Piensas escapar de la realidad Lucy? Esto es lo que somos, a esto nos obligaron los humanos… Pero no será por mucho - dijo la maestra, dándose una palmadita en el vientre - No será por mucho.

-Utopia…

-Nuestro anhelado sueño, Utopía. - dijo la maestra aun frotando su pequeño en su vientre - Un mundo controlado solo por nosotras.

-Usted me había dicho que era una leyenda.

-Tal vez, es una esperanza, tal vez nuestra única.

-Una esperanza...Vacía…

-No existe esperanza que al principio no esté vacía. Una posibilidad construida sobre castillos de arena, eso es todo lo que tenemos. - dijo la maestra, esta vez mirándola a los ojos - Es eso o simplemente enfrentar nuestra extinción.

La maestra la miró con los ojos expectantes, buscando oír las palabras claves salir de sus labios. Pero ella solo soltó un suspiro, porque sabía lo que vendría, un nuevo intento para reclutarla en ese ejército de locas.

-Lucy siento un gran poder en ti, tal vez uno que algún día superé… No… Supera el mio con creces.

-No quiero ser como ustedes… - dijo Lucy, apretando sus puños con fuerza - ¡Quiero ser normal!

-Normal… Si, alguna vez desee eso. - dijo la mujer, por un momento rememorando su pasado - Ser tal como esos trozos de carne andantes, esos seres de almas débiles y voluntades paupérrimas que pululan este mundo marchito por sus propios actos. Un esposo, unos cuantos hijos y muchos nietos. Una corta vida, una rápida muerte. Todo eso es basura Lucy, un montón de ilusiones huecas ante la inmensidad que representamos. - dijo la mujer, alzando sus brazos al cielo - Somos las descendientes de Lilith. ¿Crees que cambiaríamos eso para volvernos unos trozos de carne? No lo entiendes, tu inmadura cabecita no puede entenderlo.

-Si no lo entiendo… Por favor explíquelo.

-¿Palabras humanas? Con ellas no podrías entender ni un ápice de nuestra inmensidad. Tendrías que sentirlo para entender por fin, que es lo que significa ser una bruja en este mundo podrido, y no hablo de la discriminacion o el desden, no, algo mucho mas grande, poder… *cof* *cof*

Y la mujer cayó al suelo de rodillas, tosiendo a raudales y expulsando una baba rojiza de sus labios. Lucy se levantó de un salto, para tratar de ayudarla, pero la mujer la alejó con su mano.

-¿Maestra?

-Vete de aquí, chiquilla inocente. - dijo su maestra, con una mirada de férrea rabia - La próxima vez… Volverás con la decisión correcta en tu corazón o simplemente nunca volverás… Habrás mantenido el honor de no haber herido a nadie, pero ese será el fin de tu historia… Pues el tiempo se acaba para ti...

3

Ese viaje a la guarida de las brujas la dejó agotada, mucho más que en otras ocasiones pasadas, sin dudas su cuerpo se estaba descomponiendo poco a poco. Ya en frente a su casa, pudo escuchar las risas de sus hermanas y el alboroto que estas siempre hacían todas las tardes, parecían estar mas animadas, como si celebraran algo de lo que ella no tenía la menor idea. No queriendo ser parte de eso, canalizó su energía y pronunció las palabras.

"Divina potentia, evanescet et clamantis

Y el espacio tiempo se distorsionó a su alrededor, solo basto un parpadeo en el tiempo para que terminara en su habitación en el ático. Pero un gran espasmo la hizo caer de rodillas, en medio de ese polvoriento suelo, su vientre dolía demasiado, realmente estaba ya en las últimas. Le tomó tiempo retornar a la normalidad, levantarse con cuidado y sentarse en su escritorio.

Allí lanzó un gran suspiro, y se quedó mirando las vigas del techo, amaba la oscuridad pero al mismo tiempo odiaba ese lugar. ¿Acaso tenía rencores?, ninguna vida termina sin tener rencores en su alma, cosas que no pudo hacer, personas que pudieron pero no quisieron darle una mano en su difícil existencia. Su familia, a ellos los detestaba por todo lo que le hicieron pasar, pero después de todo quería perdonarlos de todo corazón.

Saco una hoja de uno de sus cuadernos nuevos de su mochila y comenzó a escribir, casi poseída por un obsesivo espíritu. Dejó todos sus sentimientos en esas páginas, sus rencores, sus pensamientos, incluso sus alegrías, todo lo dejó plasmado en diez páginas que serían leídas una vez que partiera de este mundo. Su propio testamento.

Cuando terminó se guardó las páginas en su vestido y no pudo evitar que las lágrimas, que llegaban a raudales, golpearan contra ese estropeado escritorio. No quería llorar, pero tampoco quería morir, no así, no de esa manera tan patética.

"¡No es justo! ¡Nada de esto es justo!"

Fue en medio de su llanto que pudo sentir a la sombra moverse por la habitación para llegar justo a su lado. Ese espíritu que aún se encontraba entre los vivos, nada menos que el espíritu de su ya difunta abuela, Harriet. Conocía ese cuerpo oscuro que no tenía cara desde que era pequeña, pero recientemente había podido comunicarse con ella, pues solo le basto un poco de su energía mágica para que la sombra le hablara y ganará conciencia.

-Si tuviera manos. - dijo la sombra en una voz distorsionada y tétrica - Te acariciaría… Para aliviar un poco tu dolor… Mi querida nieta...

-Harriet. - dijo Lucy, sobándose las lágrimas con su camisón - Quiero que me dejes.

-Me temo que tengo algo… - dijo la sombra, quedándose un momento en silencio, como si dudara en decir lo que había visto - Bastante malo que reportar.

-Estoy muriendo… - dijo Lucy apretando los dientes - Nada puede ser peor que eso.

-Es Lincoln, el pequeño Albert ha vuelto a ser el de antes. - dijo la sombra, soltando una oscura carcajada.

La sombra acercó su oscuro rostro al oído de Lucy y comenzó a relatar una serie de eventos que en un primer momento la dejaron helada y luego iracunda.

-¡Mientes! - le grito a esa sombra - ¿Lincoln? Él no haría eso… Y mucho menos con ella.

-Lo hace en estos momentos, mi querida nieta.

En un arrebato de ira, muy poco común en ella, comenzó a golpear el escritorio con sus pequeños puños. Hecho a volar sus lápices y sus libros por la habitación, por unos momentos destruyendo todo lo que caía en sus manos.

"¡Cómo te atreves, espíritu maldito, a decir esas palabras!"

-¡Fuera de aquí! - le gritó a la sombra y ella desapareció de su vista, con una tétrica sonrisa en sus labios.

"No puede ser, está mintiendo, Licoln… Él no haría..."

Pero sus acciones comenzaron a tener sentido en su cabeza, el por que de pronto Linka se había convertido en su aliada, porque se la pasaba suspirando en su cama en las noches, por que tenía una sonrisa estúpida cuando hablaba de ella y por que él la llamaba en sus sueños.

Parada en medio del desorden que había creado en su claustro en el ático, pronunció nuevamente sus palabras, y terminó en los ductos de ventilación sobre las habitaciones de sus hermanas. Nuevamente las náuseas se hicieron presa de ella, pero la rabia que sentía en esos momentos era mucho más grande que cualquier dolor físico.

Se arrastró con cuidado a través de esos oscuros pasadizos de latón, hasta llegar a la última rejilla, la mismísima habitación de Linka. Quería ver, pero a la vez quería escapar de allí, tenía miedo, pavor, a lo que vería al otro lado de esa rejilla. Pero al sentir las voces de ellos dos fue que tomó la fatal decisión de observarlos. Y ese fue el principio del fin.

Allí estaban ambos desnudos encima de la cama, abrazados como verdaderos amantes. Con ojos llenos de lujuria, sonrientes y sudorosos, culpables y contentos de las aberraciones que habían cometido hace solo minutos. Quería gritar, gritar tan fuerte para que todas en la casa la escucharan, pero se mordió la lengua con furia, hasta que la sangre comenzó a salir de sus comisuras.

-¿Recuerdas las vacaciones pasadas? - dijo Linka, acariciando los cabellos de Lincoln.

-Como olvidarlo, fue después del día de las bromas de Luan, aún teníamos trozos de macarrón y cola en los cabellos.

Linka soltó una risita y eso la enfureció aún más. Sintió emociones que nunca creía poder sentir hacia otro ser humano, las ganas de arrancar la cabeza de esa peliblanca de cuajo, bañarse en su sangre y cortarla en pedacitos. Su eneagrama comenzó a doler, las náuseas fueron en aumento y su respiración era la de un depredador salvaje.

-Te veías bastante lindo con ese traje de baño, aun no puedo sacar de mi mente cuando me rescataste de las olas.

-Linka, eres la mejor nadadora de todas, era obvio que fingiste estar en problemas.

-¿Oh, te diste cuenta?

-Si, cuando te tomé de la cintura y me diste... Bueno ya sabes… - dijo Lincoln avergonzado.

-Antes o después del beso que nos dimos bajo las olas.

-... Antes.

Y la lasciva chica le dio un beso apasionado a su gemelo, lo que hizo aumentar aún más sus deseos asesinos. Comenzó a sonreír como una maniática, al ver esa demostración de amor prohibido frente a sus ojos, no podía evitarlo, de cierta forma los odiaba de todo corazón pero a la vez la hacía sentir un extraño calor en su entrepierna, una sensación rica, agradable, que la hacía sentir como una enferma.

-¿Qué te pareció este beso, mejor que ese?

-Linka...Yo…

-Sé lo que carcome tu mente cada día, así que no te preocupes, ayudaré a Lucy.

-¿En serio?

-Nací para servir a mi amado. - dijo la chica, dándole otro beso - Mi otra mitad, mi todo.

-Si alguien nos descubre…

-Shhh. - dijo Linka, poniendo su índice en los labios de su amado - Nadie lo sabrá nunca, nadie sabrá cuanto te amo, mi querido conejito.

Incapaz de resistir su invitación, Lincoln se puso encima de su hermana y comenzó a besarla con pasión. Ambos comenzaron el acto amoroso, justo frente a sus narices, Lincoln insertando su miembro en aquella desgraciada y ella gimiendo como una perra en celo con cada embestida. Su sonrisa se hizo más pronunciada, se estaba volviendo loca al ver a su querido hermano traicionarla con una de sus enemigas, verlo amando a una chica que no era ella, una chica que no se lo merecía. Cada sonido, cada gemido, cada jadeo, cada roce de sábanas quebraba algo en su interior. Fue en medio de ese acto repulsivo que sufrió una epifanía, por fin había encontrado su respuesta, por fin había tomado su decisión.

PD: El haikú que recito Haiku no es de mi autoría, soy malo para la poesía, sino de Ogiwara Seisensui, lean sus poemas son muy bonitos.