Prólogo

No había mucho que decir.

Toda su vida se vino a su cabeza, más ahora mismo en lo que se miraba al espejo con una enorme impresión y enorme sorpresa, una que tendrías cuando ves algo que en serio te deja idiota.

Todavía tenía ese recuerdo suyo dejando la casa, la casa donde supuestamente había pasado los mejores años de su vida, los mejores 12 años de su vida. En esa hermosa vida, según él quiere recordar y creer, tuvo sus altos y bajos con su familia, una familia numerosa, una familia que uno podría decir que era tal numerosa porque era una familia pobre y entre más hijos, más mano de obra. No eran pobres pero tampoco eran ricos, había que decir la mera verdad con eso. Eran 11 en total, 11 hijos, 10 hijas y luego él, el único hijo de la familia. Según su madre, su padre había dicho que quería tener un hijo y no se iba a detener por nada del mundo hasta conseguir el mismo. Curioso y raro fue que después de tenerlo a él, decidieron seguir teniendo hijos. Uno podría creer que tendría más hijos pero, no. Tuvo más hijas. Terminó siendo el del medio de muchas hermanas, cada una con personalidades muy especiales, no especiales en ese sentido ofensivo sino que especiales de ser únicas.

Hasta cierto día que realmente fue un antes y después en toda su vida.

Cansado de no tener un solo segundo para él mismo, fingió aquello de "mala suerte" con tal de no ir a ninguna actividad de sus hermanas, que curiosamente las mismas no irían a las suyas por más que les invite, lo cual hizo que todavía más hiciera aquello. Realmente no creía en la buena o mala suerte – eso creía – y con un poco de actuación, hizo creer al resto que tenía mala suerte. Con eso, hizo que nadie le molestarse, para nada. Ganó esos días de placer para él mismo, días que no desaprovechó para nada.

Creía que hizo algo bien porque una vez que todo lo que tenía para leer se terminó, decidió entonces dar una mano a todas en la casa, ayudar, ser el hermano de siempre, sonriente y lleno de confianza.

Cuando se dio cuenta, estaba afuera de la casa, en el patio. Esto le hizo abrir sus ojos, confundido por esto que había pasado.

Tarde se dio cuenta de esto pero supuestamente todas creyeron esto, más cuando una de sus hermanas estaba muy segura de que él era el culpable de todo, demostrando que tenía razón en ver que cuando él fue a su juego, ella perdió. Cuando no fue, no solo ganaron sino que destrozaron al rival por una diferencia de 20 puntos, algo que fue, una tarde magistral. Con eso sabido, él quiso mostrar su insatisfacción con toda su familia, diciendo que era todo mentira, que él fingió lo de la mala suerte.

Nadie le creyó.

Empezó desayunando dentro cuando nadie estaba en casa pero luego fue comer afuera, dormir afuera, bañarse afuera.

El trato de sus hermanas fue indiferente, incluso de sus padres.

De alguna manera se las arregló para poder tener algo de ropa limpia, todo producto de que su mejor amigo realmente no creyó todo esto. De hecho cree en eso pero no pensaba – para nada – que él portara la mala suerte misma. Con eso, al menos estaba bien. Volvía a su casa para convencer a todas pero… nada.

¿Podría haberse quedado en la casa de su mejor amigo?

De hecho lo iba a hacer… pero realmente quería convencer a su familia sobre todo esto y dejar en claro que solo lo hizo para tener unos minutos en paz. Explicó que entiende que todas quieran atención y que quieren su momento de brillar en la familia, pero a él no le dejaban estar a solas unos malditos minutos, siendo arrastrado a todos lados, pidiendo el mismo trato cuando él tuviera cosas importantes como ellas.

No le creyeron y le echaron en cara que no era buen hermano.

En el patio, estaba demasiado pensativo, rindiéndose por completo en seguir haciendo esto conforme los días habían pasado y pasado. Entró a la casa para sacar al menos unas cosas pero, casualidades de la vida, descubrió que no tenía nada de nada. Fue todo vendido. Todo por alrededor de 200 dólares. Había cosas dentro de su cuarto que valía más de eso pero, todo fue vendido en ese precio.

¿Por qué estás en el patio sentado de esa manera?

Estaba sentado con una muy mala cara, pensando en eso anterior sobre que vendieron todas sus cosas y que se había rendido en hacer entender a sus hermanas y padres. Sobre todo a sus padres que eran los mayores, supuestamente, y que debían hacer algo con esto. Se supone que debían hacer de voz de la razón y dejar en claro que todos son hijos, que todos son hermanos, que no se deben tratar de esa manera… pero al final no hicieron nada.

Levantó su cabeza y vio una mujer que miraba por encima de la cerca que había en el patio que separaba las casas, teniendo dudas con esos ojos suyos.

Estoy aquí porque mi familia es idiota

Oh, vamos —decía la mujer—, seguro entenderán muy bien sea lo que sea que haya pasado… aunque tengo una duda, ¿no eres tú el chico que ha estado afuera en estos días?

Sí, soy yo

¿Por qué fue eso?

Porque mi familia cree que doy mala suerte —contestó con una cara molesta, mirando al pasto mismo del patio. La mujer, por supuesto, alzó sus cejas sorprendida—. Por eso estoy aquí. Duermo y como fuera y si tengo suerte, entro a sacar algo de comida, más, porque no me dan lo suficiente.

Espera… ¿estás diciendo que vives afuera porque tu familia cree que tienes mala suerte?

Sí, justamente eso estoy tratando de decir —volvía a soltar, todavía molesto—. Mi familia piensa que doy mala suerte. Por eso me echaron y no me dejan entrar a menos que ellos vayan a lugares hermosos sin mí

Se cruzó de brazos muy molesto.

La mujer misma asentía mientras veía al peliblanco, algo asombrada por estar soportando este tipo de cosas de una familia que según sabe, siempre parece estar unida. A veces las apariencias engañan. Este muchacho decía eso pero su ropa estaba limpia. Seguro que al menos tiene un amigo o dos que le dan una mano.

¿No tienes amigos? —preguntó.

No quiero molestar a mis amigos con estas cosas, a pesar de que saben —confesó—. Quiero… quería… hacer entender a mi familia sobre esto… pero veo que no hay solución alguna…

¿Tus padres no dicen nada?

Ellos creen lo mismo y fueron los primeros en decirme que me fuera de la casa… —agachó su cabeza—. Igual es mi culpa —suspiraba demasiado—, yo dije que tenía mala suerte para que nadie me llevase a sus competiciones para tener un tiempo a solas conmigo… veo que ahora lo tengo merecido

No te preocupes —le dijo la mujer al instante. Iba a saltar la cerca pero simplemente dijo que no mentalmente y miraba con algo de lástima al albino—. Sí, puedes tener algo de culpa, pero no significa que tu familia, incluso tus padres, hagan esto. Te prometo que todo estará bien

¿En serio?

Te lo prometo.

Él aprendió en ese día y en ese momento que tal vez, solo tal vez, la suerte sí exista.

Bueno, a día de hoy él cree que todo esto fue una mera casualidad y que las coincidencias existen, muy por encima de la buena o mala suerte. También cree en el destino mismo. ¿El karma? También cree en eso pero también tiene que admitir que la suerte existe si cree en lo anterior dicho.

El tema es que fue un pequeño golpe de suerte.

La misma mujer vino días después a él, otra vez. Esta vez, fue para hacerle preguntas más específicas junto con otras personas que estaban vistiendo trajes negros. No sabe por qué pero tuvo que contestar todo como si nada, preguntas que tenían que ver con su vida tan rara que tenía ahora.

Un día después de todo eso, personas apareciendo frente a su casa, él teniendo que estar junto a estas personas, tocando la puerta para luego escuchar cómo estas personas eran trabajadora sociales, personas que se encargaban de ver qué padres descuidaban a sus hijos para luego quitarles los mismos y dárselos a otras familias que realmente deseaban tener un hijo. Se impresionó por esto e igual sus padres y hermanas que escucharon esto.

No pudo haber discusión alguna porque estos trabajadores hicieron su trabajo como corresponde, mostrando las evidencias correspondientes de lo que había dicho él, algo que para todas terminó siendo un fuerte dolor en el corazón, más sus padres que estaban sin poder creer que iban a perder a su hijo, intentando enmendar todo esto y decir que serían buenos padres pero era demasiado tarde para ello.

Para los trabajadores, saber que este muchacho, el albino, no tenía nada en esta casa porque su familia vendió todo fue la gota de leche que derramó el vaso, alegando que es increíble que tal familia tuviera hijos. Más aún fue saber que el único que no era tratado como se debe y siendo abandonado por sus padres por una tontería como esa. Sus hijas parecían vivir demasiado bien.

¿No quieres despedirte de ellos?

Ella le preguntó esto cuando estaban ya en la van, listos para llevarlo a su nuevo futuro hogar.

Él miró a su familia que no parecía muy feliz. Parecía triste.

Todo esto fue nuevo para él. No supo cómo comportarse y cómo reaccionar a todo esto. Estaba demasiado sorprendido y confundido. No sabía cómo sentirse incluso. Sus padres ahora mostraron el dolor de perderle más no cuando ellos aceptaron lo que sus hijas dijeron y le dejaron vivir afuera como un animal. Fue demasiado complicado para él. Se mordió sus labios y mirando al frente, cerró sus ojos.

Creo que es mejor no darles cara alguna La mujer asintió y dio la orden de irse de allí. Esa fue la última vez que vio a su familia.

Desde entonces, ha vivido su vida como se debe. Eso cree al menos él.

Toda esta situación de dejar a su familia, dejarla atrás, muy atrás, tener una nueva identidad, vivir en otro estado, no tener contactos con ellos nunca más, tener órdenes para evitar que sea rastreado y sea encontrado por ellos… realmente le costó un poco. Sumemos la nueva vida que tenía, una vida que le sería mejor.

Con muchos problemas también en su cabeza y más pasando a una corta edad de 12 años, no tener amigos, no pudiendo despedirse de ellos ni siquiera poder hablar con ellos para evitar que por medio de ellos le contacten, tuvo unos malos pasos.

Si bien su vida fue mejor que antes con el paso de los años, eso no quitaba que también se metía en problemas y problemas, haciendo que su nueva familia a veces tuvieran varias dudas con respecto a su persona. Claro, seguía siendo buen chico aunque parecía meterse en muchos problemas. Era normal para alguien que iba creciendo con esa idea en su cabeza con el tema de su familia. Ellos siempre le decían que si bien no lo dieron a luz, saben que él podía contar con ellos y que en serio quiere darles ese sentimiento de hogar que tanto parece necesitar.

Él entendía todo esto. Entendía muy bien todo esto. Asentía cada vez que se lo decían. Alguna que otra vez le parecía puro farol pero al final, llegó un punto que ellos realmente se preocuparon como padres cuando una vez vino a la casa un poco lastimado, producto de lo que muchos dicen "una disputa amistosa" con unas personas de su misma edad.

No había mucho más que contar ahora.

No había mucho más que recordar incluso.

Llegó un momento de su vida que, debido al cigarro, sus pulmones ya dejaron de funcionar, ya cuando tenía 45 años de edad, teniendo una vida bastante larga para alguien que fumaba bastante. No fumaba, para nada. Empezó a fumar cuando empezó la universidad que sus padres nuevos le ayudaron a pagar un poco. El estrés del mismo fue demasiado. Tenía que hacer algo y como masturbarse en la universidad no era muy bueno que digamos, decidió seguir a un grupo de amigos y fumar como si nada. Fue simplemente para aliviar al estrés pero después de eso, fumaba cada tanto, a veces terminaba una caja cada dos días. Cuando mueren sus padres, sus nuevos padres, no paró de fumar debido a lo mal que estaba. Poco a poco sus pulmones fueron haciéndose negros y negros. Ya no servían. Era imposible que viva.

Su vida tuvo altos y bajos.

Sin pena ni gloria se iba a ir de este mundo.

Simplemente deseó ver por última vez a su familia, su verdadera familia.

Aun así, fuera donde fuera, vería a sus nuevos padres adoptivos.

Todo esto había pasado por su cabeza mientras se miraba en ese espejo, preguntándose qué diablos había pasado y por qué no estaba muerto en estos momentos, pestañeando, mirando unos ojos color café, al parecer sus ojos.

Después de recordar eso en una maldita fracción de segundos, se dio cuenta rápidamente que no había muerto para nada. Esto le hizo entender que algo había pasado. No debía estar aquí para nada sino con sus padres, sus padres adoptivos. Tendría que estar con ellos, llorando por volverse a encontrar luego de 10 años de soledad.

Pelo castaño, largo y algo alborotado, como si se hubiese despertado recién, cejas algo finas pero a la vez salvajes, pecas debajo de sus ojos, esos ojos café que antes había mencionado, un rostro de una persona joven pero a la vez algo bruta, cuerpo de tamaño normal por lo que ve debajo de este pijama raro suyo, eso era lo que veía. Por encima de todo, veía en sus brazos cosas que intentó sacarse pero estaban pegadas a su piel. Lo veía y al ver que no se lo podía arrancar, sintiendo que esto era un tatuaje. Pero, ¿tatuaje a lo que parece ser un muchacho de 13 años de edad? Claramente este chico sí que le encanta romper las reglas… o no tiene padres muy bueno que digamos.

—… —se quedó en silencio—. Wow… —dijo eso apenas para taparse la boca. Claramente, su voz también había cambiado, demasiado. Esta voz era realmente de un joven en pleno crecimiento. Era un tanto aguda pero tenía esos toques de gravedad de un chico—. Parezco… idiota —murmuraba para sí mismo, hablaba para sí mismo. Este tono de voz suyo, le impresionó bastante, nada que ver a la voz que tenía él a tal edad. De hecho, no cree que tenga 13 años de edad sino que parece mayor… pero siendo pequeño. Pensar esto le hizo tomarse la cara—. Burlarme de los enanos parecía buena idea en su momento…

Tal parece que era un castigo de Dios mismo.

Vamos, la suerte de morir para abrir sus ojos de nuevo tras unos pulmones negros, sumemos que también tuvo cáncer pulmonar, para tener una nueva vida era genial. El punto es que él siempre fue alto, bastante. Siempre se había burlado de la gente pequeña y ahora, le estaba sucediendo esto.

¿Karma? ¿Mala suerte?

Era de todo un poco.

—Al menos… oh… —se miró en todos lados. Todo estaba en su lugar. Puede confirmar que este es el cuerpo de un chico de 13 años de edad. Además… —, este chico en serio tuvo suerte ¿eh? —todo estaba en su lugar, sí. No había mucho que decir. Al menos… —. Oh… yo hablando de suerte… ¿quién lo diría?

Hizo una pausa.

Al final cree en la buena y mala suerte.

No a niveles exagerados pero lo cree.

—¡Voy a ver si tu hermano está bien! —escuchó una voz fuera de lo que parece ser su cuarto. Estaba algo desordenado pero, ¿qué se puede esperar para alguien de su edad? —. ¡Procura que nada se queme en la cocina! ¡Te encargo eso!

Se había quedado congelado porque esa voz parecía ser una que conocía. Sonaba demasiado diferente pero había algo que le hacía recordar a alguien, alguien que alguna vez fue importante en su vida.

—¡Ey enano! —decía mientras entraba—. ¡Espero que estés bien! Aunque todavía no despiertes… —se notaba también el tono triste en su voz—. Pero no te preocupes que mamá está para…

Se quedó congelada.

Lo que ella vio entonces fue a un muchacho, su hijo vagamente hablando, parado frente al espejo, ahora mirándole fijamente a la cara con gran conmoción. Parecía como si hubiese visto a los peores de los fantasmas, a algo que es extremadamente horrible, una cara de asombro y shock total, algo así como ella pero lentamente borrando esa cara de horror a una cara de alegría y tristeza de ver esto.

El muchacho estaba igual.

La voz le dio un indicio pero no estaba seguro para nada. Ver que la mujer que entró a su disque cuarto era una chica castaña, con pecas debajo de sus ojos, de una altura promedio para una mujer, de cabello corto arriba pero algo largo detrás, una apariencia rockera, tatuajes en sus brazos que parecen seguir hasta su espalda, se quedó pasmado.

Reconoce esa cara.

No importa qué tanto tiempo haya pasado, la reconoce por completo.

Era su hermana Luna

—¡HIJO!

La misma Luna, su hermana, corrió hasta él para levantarlo como si nada y darle un fuerte abrazo, besando su frente a más no poder, apretándole todo su cuerpo con ese abrazo suyo y sintiendo unas bolas de carne en su cara que sería los pechos de ella – no siendo grandes – lo cual le generaba extrema incomodidad.

Pero luego se dio cuenta de algo.

—¿Hijo?

Dijo sin mucha fuerza porque estaba la cara de él enterrada en pechos de ella.

¿Le acaba de decir hijo?

—¡Me alegra ver que estás bien Lemy!

¿Ese era su nombre?

No, no, eso no importaba.

Le dijo hijo.

¿Le dijo hijo?

Eso no puede ser.

¿Murió y ahora es hijo de su hermana Luna?

—Es bueno que estés bien y… —pero Luna se detuvo al ver a Lemy, su hijo, con los ojos en blanco. Lo sacudió un poco y se dio cuenta – vagamente – que se había desmayado—. ¡Lyra! —gritó—. ¡Llama a la tía Lisa y dile que venga a casa rápido! ¡Lemy ha despertado!

Lincoln, que de alguna manera murió en su previa vida y ahora parece que está en el cuerpo de este muchacho llamado Lemy, se desmayó al intentar procesar esto.

Realmente no pudo manejar la idea de que era hijo de una de sus hermanas y por ende, perdió el conocimiento… momentáneamente.