C5Eléboro.
Anika Morningstar era una mujer joven, de las treintaicinco primaveras que habían visto sus ojos, diez habían transcurrido dentro del instituto Blight, donde comenzó a dar clases en todos los niveles académicos, excepto por preescolar.
Daba clases de introducción a la psicología clínica en college, ética y salud mental en High School, desarrollo mental en middle school, y talleres infantiles ocasionales para Elementary school, también solía ser la consejera del edificio de middle school.
En general, era querida por los alumnos, y bastante conocida también, el tipo de profesora al que le podías confiar problemas en casa para entregar una tarea un poco más tarde, o que te dejaría dormir en el pupitre en su clase al verte cansado.
Pero eso no era lo que la hacía famosa dentro del instituto Blight.
Había… Rumores sobre la señorita Anika.
Cómo el hecho de que siempre que llevaba un paraguas, tarde o temprano empezaría a llover, sin importar que tan soleado estuviera el día.
O el cómo algunos habían jurado verla hablar con animales callejeros.
Pero había un rumor en particular.
El más importante.
Porqué… Siempre resultaba ser verdad.
Y es que, para las clases de la profesora Anika, siempre se debía trabajar en pareja, con un compañero que siempre sería asignado por ella.
La regla principal era clara.
No había cambios.
Y en diez años, jamás había cedido, por ninguna circunstancia, a cambiar a los miembros de una pareja.
Curiosamente, aunque algunos comenzaban llevándose mal, o teniendo complicaciones al trabajar, a mediados del ciclo escolar, terminaban trabajando armonía, así no se llevaran del todo bien.
Pero había algo MUY particular en el orden de las parejas.
A veces eran más, a veces eran menos, pero siempre.
SIEMPRE.
Estaba el triángulo del destino.
Así era cómo los alumnos llamaban a las últimas tres parejas que la señorita Anika elegía para cualquiera de sus clases.
Si te tocaba ser parte de estas últimas tres, tenías un destino garantizado.
Ser parte de la antepenúltima pareja era una condena, de alguna manera, así los miembros fueran mejores amigos, o se llevaran muy bien a lo largo de todo el ciclo escolar, al poco tiempo de terminar el semestre tendrían una pelea cruel y dramática, siempre sucedía, y siempre había un escándalo a causa de ello.
Ser parte de la penúltima era una promesa, ya que los miembros de ese equipo terminarían realizando una hazaña extraordinaria y reconocida, y en general, terminarían estableciendo muy fuertes lazos entre sí, a veces incluso, llegando a ser pareja.
Pero ser parte de la última…
Era una profecía.
Ya que si te tocaba formar parte de la última pareja anunciada por la maestra Anika.
Habías encontrado al amor de tu vida.
Los primeros, seleccionados cuando la señorita Anika dio su primera clase en último grado de middle school, llevaban, precisamente, diez años juntos, de ellos, 5 años, felizmente casados.
Las clases de la profesora habían formado docenas de parejas, y la docente se alegraba y anunciaba cada vez que la invitaban a la celebración de un matrimonio.
Así que, la reacción de los chicos del 1A al saber que la última pareja de la clase serían la chica nueva, y la famosísima Amity Blight, estaba más que justificada.
Pero eso no era todo, oh no.
Lo primero, en diez años, ni un solo hermano o primo de Amity había formado parte del triángulo del destino.
Jamás un Blight había sido elegido.
Lo segundo.
Jamás.
Nunca.
La última pareja había sido conformada por dos personas del mismo sexo.
Era algo insólito e inédito.
Algunos dirían aberrante.
Una Blight, la hija menor del decano justamente, elegida para la última pareja…
¿Con una chica?
¡Qué escándalo!
― ¡Y con eso terminamos la clase de hoy! ― Concluyó finalmente la señorita Anika. ― ¡Oh! ¡Por cierto, intercambien sus números de contacto con su pareja, y el día de mañana, pasen una hora juntos, quiero que para la próxima clase hagan una breve presentación uno del otro, deberá incluir nombres y apellidos, miembros de la familia, y algún hobbie que practiquen. ¡Ahora sí, los veo en la próxima clase!
Los jóvenes, aun cuchicheando, empezaron a abandonar el aula.
Vez tras vez, ojos curiosos volteaban, algunos miraban a Luz, la mayoría miraba a Amity, completamente descolocada en su asiento.
Rápidamente fue rodeada por sus amigas, que se arrebataban la palabra entre preguntas, jugueteos, bromas y preocupación.
Amity las ignoró, salió de su estado de shock y prácticamente corrió al escritorio de la profesora.
Sus amigas la siguieron en fila india.
Luz, alegre pero confundida, trató de ir tras ella, sólo para ser detenida por Willow, quien la jaló del brazo.
― Mejor no te le acerques ahora.
― Pero la maestra dijo…
― ¡Puedes hacer eso después! Amity va a gritarte si te le acercas ahora.
― Pero…
Willow tomó la mochila de Luz y empezó a arrastrarla hacia la puerta.
¡Y diablos!
¡Los sacos de la mañana definitivamente no eran ligeros!
Luz decidió que lo mejor era no resistirse.
― ¡NO PUEDE HACER ESTO SEÑORITA MORNINGSTAR! ― Fue lo último que escuchó alejándose del aula.
― Oh~ Pero, ya está hecho señorita Blight. ― Dijo la profesora con sarcasmo cruzándose de brazos. ― Y agradecería que no me alzaras la voz, Amity.
La castaña retrocedió levemente.
― Lo siento. ― Dijo con rapidez. ― Pero es que…
― ¡¿Por qué la emparejó con la chica nueva?! ― Preguntó Boscha con dureza. ― ¡¿Por qué con una chica?!
― ¡Usted nunca había hecho esto antes! ― Exclamó una sorprendida Skara.
El resto de las chicas corearon en apoyo.
La profesora se levantó frunciendo el ceño.-
― Cualquiera que no sea Amity Blight, retírese de inmediato. ― Sentenció.
― ¡Pero… ―Intervino Skara.
― ¡Ahora! ― Dijo en un tono más elevado.
Las chicas se retiraron lentamente.
Excepto por Boscha.
La pelirroja se quedó ahí, desafiando a la profesora con la mirada.
― ¡No puede hacer esto! ― Reclamó. ― ¿Qué no sabe quién es su padre?
La profesora la miró arqueando una ceja.
― No tengo nada que discutir contigo Boscha. Retírate.
― ¡Oh-
― Retírate antes que te mande a detención. ― Sentenció.
Boscha apretó los dientes y los puños, y dándose la vuelta, salió del aula.
― Te esperaré afuera Amity.
― No hace falta. ― Respondió la castaña con voz cansada. ― Aun tengo cosas que hacer en el campus, vete a casa.
Boscha la miró por encima del hombro.
― Bien. ― Dijo cerrando la puerta tras de sí.
La maestra suspiró.
―Bueno Amity. ¿Cuál es el problema?
Amity abrió la boca para rebatir… Y se dio cuenta de que no tenía nada que decir.
Buscó en su mente por unos instantes alguna excusa.
―Ella… ¡Ni siquiera me agrada! ¡Es impulsiva, irresponsable e imprudente! ¡Estoy arriesgando mi calificación! ¡Usted sabe cómo son mis padres! ¡Me va a meter en un problema!
―¿Oh, entonces la conoces?
― No… No cómo tal, le di un tour por el campus en la mañana por órdenes del decano, hizo un desastre, la dejé sola por un segundo, liberó un caballo y casi provoca un accidente.
La maestra arqueó las cejas con sorpresa, pero recuperó su semblante serio con rapidez.
― Bueno, si dices que es tan irresponsable, bien podría aprender algo de ti. ― Contrapuso la profesora.
― ¿Qué? ¿Me está diciendo que tengo que cargar con ella? ― Rebatió Amity con enojo.
― No, estoy diciendo que en la vida no siempre vas a trabajar con personas que te agraden, y debes aprender a tolerarlas y trabajar en armonía para dar buenos resultados, no es la primera vez que trabajas con alguien irresponsable, tus calificaciones nunca han bajado, eres una excelente líder y siempre has sacado lo mejor de tus compañeros. Nunca te habías quejado. ¿Tanto te desagrada esa muchacha?
La castaña guardó silencio por unos instantes, mirando al suelo
― ¿Por qué me emparejó con una chica? ― Reclamó Amity con enfado contenido.
La profesora la miró arqueando una ceja.
― Nunca habías tenido un problema con eso antes.
― ¡Eso es porqué nunca había sido parte de la última pareja!
― ¿Y eso que más da? ― Cuestionó la profesora encogiéndose de hombros.
― ¡Oh, no finja demencia, usted sabe perfectamente cual es el problema! ¡Necesito que me cambie de compañero!
La maestra resopló.
― ¿Quieres que te cambie de compañero por un rumor? ― Le dijo en tono burlón.
― ¡Usted sabe que no es sólo un rumor! ¡Es algo que siempre pasa, no ha fallado una sola vez!
― Eso no tiene nada que ver conmigo. ― Respondió la profesora cruzándose de brazos. ― Yo no hago nada especial.
― ¡Jamás había elegido una pareja del mismo sexo como última! ¡¿Por qué tuvo que empezar conmigo?! ― Reclamó sintiendo como le empezaban a picar los ojos.
El gesto de la profesora se suavizó.
― Amity, yo no elijo las parejas, registro los nombres en una aplicación que me da resultados al azar, yo nunca planeé nada. ― Le dijo dando vuelta al computador para mostrar la aplicación abierta.
Amity observó su nombre y el de Luz haciendo dupla al lado de una ruleta.
―¡Entonces puede cambiarme! ¡Por favor, cámbieme!
― Amity, conoces las reglas, no hay cambios, no he hecho un cambio jamás.
― ¡Pero no puedo estar con una chica si somos la última pareja! ¡Está mal! ¡Usted sabe que está mal!
― ¿Por qué estaría mal que dos chicas sean pareja para un trabajo escolar?
― ¡Porqué las parejas finales de su clase siempre terminan juntas señorita Anika! ¡Eso va en contra de los valores de la escuela! ¡Y en contra de los valores de mi familia!
La maestra ladeó la cabeza, arqueó una ceja, y se inclinó para estar a la altura de la joven.
― Amity… ¿Te gustan las chicas? ― Preguntó con tono suave.
La joven se sonrojó hasta la punta de las orejas.
― ¡CLARO QUE NO! ― Respondió con volumen exagerado.
La profesora dio un breve salto y retrocedió ante el tono tan alto.-
Miró por un instante a su alumna, ladeó de nuevo la cabeza y suspiró.
― Entonces. ¿Qué es lo que te preocupa? Si no te gustan las chicas. ¿Por qué terminarías saliendo con una?
Amity ensanchó los ojos.
No había pensado en eso.
― Bien dices que nunca había elegido una pareja con dos personas del mismo sexo al final, y aunque no estoy a favor de alentar todos los absurdos rumores, bien podría ser que las circunstancias sean diferentes, claramente no van a terminar juntas si ni siquiera te gustan las chicas.
― ¿Qué tal si a ella le gustan las chicas? ― Siguió rebatiendo la castaña.
― Importa muy poco, si a ti no te gustan, no puede obligarte a nada.
― Ella es… Rara, me siento incómoda con ella. ― Amity podía sentir como el estómago se le tensaba ante la falsa confesión.
La profesora se acercó de nuevo.
― ¿Amity, ella te hizo algo? ― Preguntó con cautela. ― ¿Se portó agresiva contigo?
― ¡No! ― Titubeó. ― Uh… No realmente… De hecho fui yo quien le gritó… Sólo… No sé, me da un mal presentimiento.
La profesora suspiró de nuevo.
― Mira Amity, si llegas a tener algún problema con Luz, ten la confianza de hablar conmigo, y lo resolveremos conversando. ― Luego se cruzó de brazos. ― En diez años, nunca he visto un problema que no se pueda resolver con comunicación, por eso nunca he hecho cambios. Si Luz llega de alguna forma a agredirte o amenazarte, entonces haré algo al respecto, pero si no tienes ningún motivo real además de lo que ya me dijiste, no voy a cambiar a tu compañera.
Las palabras de la profesora eran contundentes, y Amity no encontró más excusas para rebatir.
― ¿Puedo ayudarte con otra cosa? ― Preguntó la profesora con voz suave.
― No. ― Dijo Amity tras una pausa incómoda.
Fue entonces que la docente notó la mirada cristalizada de la joven quinceañera.
Se inclinó de nuevo y, siendo una de las pocas personas a las que Amity permitía que la tocasen, posó una mano sobre su hombro en un gesto reconfortante.
― Amity, yo te conozco muy bien, eres una chica valiente y competente que nunca se acobarda ante un desafío, yo sé que vas a poder con esto, y no te preocupes por el orden de las parejas, nadie puede obligarte a nada. Por ahora dale una oportunidad a Luz. ¿De acuerdo?
La joven suspiró.
― De acuerdo.
― Bien, si no tienes más dudas, nos vemos el miércoles, no olvides tu tarea para mañana.
― Sí señorita Morningstar.
Con esas últimas palabras, Amity tomó su mochila y salió del aula.
La profesora vio cerrarse la puerta y se giró a su laptop, cerrando la aplicación.
― Este semestre va a ser muy interesante. ― Dijo pensando en voz alta.
Mientras Amity conversaba con la profesora Anika, Luz había sido arrastrada por Willow a los casilleros.
― ¡Willow! ― Exclamó al fin cuando la pelinegra al fin frenó en su casillero. ― ¿Qué está pasando?
― Uh… ― Comenzó su compañera rascándose la mejilla. ― Es bastante difícil de explicar, mira, la cosa con la clase de la señorita Morningstar es que-
Las palabras de Willow se vieron interrumpidas por el timbre de su celular, al reconocer el tono personalizado de su hermana, la pelinegra se excusó y respondió de inmediato.
― ¿Hola? ¿Wionna? ¿Qué pasó?
― Estamos afuera Catarina, necesitas salir, ahora.
― No me llames así. ― Respondió la joven entre dientes. ― ¿A qué te refieres con salir ahora? ¿Para qué? Seguimos en horario de clases.
― Y, que lo digas así significa que ya saliste de clase, así que sal. Ahora. Te explico cuando llegues.
― ¡Wionna, estoy en medio de algo importante!
― Esto es mucho más importante, si no estas en la puerta de Judas en 30 segundos voy a ir por ti, y voy a cargarte, es tu decisión Catarina.
― ¡Que no me llames-
Pero su hermana había cortado la llamada.
― ¡Ugh! ¡Cuando se pone así es un fastidio! ― Se apuró a abrir su casillero. ― ¡Lo siento mucho Luz, ella habla en serio, te explicaré todo mañana temprano!
La pelinegra tomó rápidamente su mochila, y casi corrió a la salida.
― ¡Hasta mañana Luz! ― Gritó mientras se alejaba.
― Hasta mañana… ― Respondió a medias la morena, al ver a su amiga alejarse.
Decir que estaba confundida era poco.
Pero parecía que no tenía más opciones que esperar.
No era como si le pudiera preguntar alguien más.
Aún faltaba media hora para que Lola pasara a recogerla.
Entonces recordó que aún tenía que hacerse el examen físico… Y no tenía ni idea de donde estaba la enfermería.
Miró a su alrededor, buscando algún tipo de indicación, pero no encontró nada.
Los pasillos estaban vacíos, ya que el resto de grupos seguía en clases.
Luz suspiró.
Tendría que esperar al final de las clases para pedir indicaciones.
Caminó unos pasos para guardar sus cosas en el casillero.
Y vio a una monja doblar por la esquina doblando el pasillo.
Tal vez no tendría que esperar.
Luz apuró sus pertenencias en el casillero, tomó el folder que le había entregado Amity en la mañana y se aproximó a la religiosa.
― Uh… ¿Señorita? ¿Hermana? ― Preguntó dubitativamente intentando llamar la atención de la monja.
La mujer se detuvo y giró para encarar a Luz.
La monja era bajita, al menos una cabeza menos que Luz, regordeta y de mediana edad, usaba lentes de marco grueso y tenía un aspecto adorable.
― ¿Sí hija? ¿Qué necesitas? ― Preguntó con curiosidad.
― Necesito ir a la enfermería. ― Respondió Luz. ― Pero no sé donde está. ¿Podría ayudarme, por favor?
― ¡Claro! ― Dijo con una sonrisa. ― Te llevo con gusto, sólo sígueme.
La joven sonrió y caminó tras la religiosa.
― Debes ser nueva. ― Comenzó la monja con intención de charlar. ― Nunca te había visto en el campus.
― Oh, sí. ― Confirmó Luz comenzando a contar de nuevo sobre su arribo al país y al instituto.
― Un gusto conocerte Luz. ― Dijo la madre al escuchar la historia. ― Yo soy la hermana Hildegard Jane…
Luz ensanchó los ojos ante semejante nombre.
― Pero me puedes llamar Sor Hildy, o hermana Hildy. ― Terminó con una sonrisa radiante. ― Soy la consejera religiosa de los alumnos de High School, seguramente te daré clases de religión pronto. ¡Oh! Aquí estamos.
Tras recorrer unos cuantos pasillos, finalmente habían llegado a la enfermería.
― Muchas gracias hermana Hildy. ― Agradeció la dominicana con una sonrisa.
― Un placer conocerte Luz, si tienes cualquier duda y me ves por ahí, no dudes en preguntarme.
― ¡Gracias!
― Ten un buen día. ― Se despidió la monja caminando por el pasillo.
Luz tocó a la puerta de la enfermería.
― Adelante. ― Dijo una voz bastante familiar.
Oh no.
La joven dominicana abrió la puerta y entró a la habitación blanca.
La enfermería era pulcra, y bastante grande, con 5 camillas dispuestas para los estudiantes.
En el escritorio de atención estaba nada más y nada menos que Camila Noceda.
La madre de Luz.
― ¡Mija! ― Exclamó la mujer con una sonrisa. ― ¿Qué haces aquí? ¿Te sientes mal? Aún no terminan las clases.
― Hola mami. ― Saludó Luz cohibida. ― La maestra nos dejó salir temprano de la última clase, uh… En la mañana me dijeron que tenía que venir a hacer un examen físico. ¿Qué haces aquí, pensé que tenías tu oficina en otro edificio?
Camila se levantó del escritorio y caminó hacia su hija.
― Oh sí, es sólo que estaba revisando las salas de cada edificio para hacer algunos cambios, y la enfermera de turno no había tenido tiempo de salir a su descanso porque tenía muchos expedientes por registrar, así que me ofrecí a ayudarla mientras salía.
― Oh… ― Musitó Luz. ― ¿Entonces vuelvo más tarde o…?
― ¡Ay mija, no seas tonta! ― Dijo Camila entre risas. ― Yo puedo perfectamente hacerte el examen físico en unos minutos, pasa, de hecho será más rápido si yo lo hago.
― Oh, ok. ― Dijo Luz entrando lentamente.
― Siéntate en la camilla mija. ― Indicó Camila sonriendo.
― ¿ Qué te parece la escuela? ― Preguntó la madre envolviendo el brazo izquierdo de su hija en una correa de velcro.
― ¡Es gigante! ― Respondió Luz mientras la correa en su brazo se inflaba. ― No creo haber estado en una escuela así de grande antes.
― Sí que es grande. ― Continuó Camila con una sonrisa mientras golpeaba con un pequeño martillo las rodillas de Luz. ― Muy bien, ponte de pie.
― ¿Entonces, qué tal tu primer día? ― Preguntó mientras medía sus caderas.
― ¡Genial! ― Respondió la chica con rapidez y una voz estrangulada.
Camila alzó las cejas irguiéndose para encarar a su hija.
― ¿Mija? ¿Qué pasó? ― Le preguntó con gesto preocupado.
― ¡Nada! ― Respondió su hija apresuradamente alzando las manos frente a sí. ― ¡No pasó nada!
Camila arqueó una ceja con incredulidad.
Luz bajó las manos.
― Nada… Grave. ― Dijo al fin rascándose la nuca.
Camila suspiró.
― Hablaremos de eso en casa. ― Dijo mientras le medía la cintura. ― Ahora, vamos a la báscula.
Luz siguió a Camila hasta la báscula electrónica, que la midió y pesó automáticamente.
Camila sonrió con calidez.
― Ya mides un metro con setenta, un poco más y serás tan alta como yo, probablemente termines siendo tan alta como tu hermana. ― Volvió a mirar los datos. ― También subiste un par de kilos.
Luz inspiró con sorpresa por la nariz, haciendo que Camila soltara una suave carcajada.
― Es normal mija, no puedes ser más alta sin aumentar de peso. ― Camila caminó al escritorio sin dejar de sonreír. ― Estás creciendo.
Luz sonrió siguiendo a su mamá, sentándose frente al escritorio.
Camila anotó en silencio los resultados de Luz en su expediente.
―¿Es todo mami? ― Preguntó la adolescente, confundida.
― Bueno, no necesito preguntarte nada de lo que viene en el expediente, porqué son cosas que ya sé, cómo tu tipo de sangre o tus alergias, por eso te dije que era más rápido si yo lo hacía.
La habitación volvió a quedar en silencio por unos segundos mientras Camila seguía anotando.
― Creo que hice un par de amigos… ― Dijo Luz rompiendo el silencio.
Camila dejó de anotar de inmediato, y miró a su hija con ojos asombrados.
― ¿Ah sí? ― Preguntó con entusiasmo. ― ¿Cómo se llaman?
― Willow, es una chica de mi clase, y Gus, es de la clase B, y es menor que nosotras.
― ¡Ay que bueno mija! ― Exclamó Camila con alegría. ― ¿Ves? ¡Te dije que te ibas a adaptar bien!
Luz sonrió con entusiasmo.
― ¡Sí! ¡Me agradan mucho! ¡Comimos juntos y en general mis compañeros me recibieron muy bien!
― ¡Que alegría mija! ― Dijo Camila levantándose para envolver a su hija menor en un fuerte abrazo. ― ¡Hay que celebrar! ¡Voy a preparar tu favorito esta noche!
Luz correspondió al abrazo con tranquilidad.
Sabía que lo que más le preocupaba a su madre era que hiciera nuevos amigos.
Ahora sólo tenía que conservarlos.
El reloj sobre el escritorio bipeó dos veces.
― Oh… ― Dijo Camila soltando a su hija. ― Son las tres menos quince, Christine ya no debe tardar en volver.
― ¡Ay! ¡Ya me voy mami! Lola iba a recogerme a las 3.
― Ve mija, te veo en la noche, te amo.
― ¡Yo también mami! ― Luz y su madre intercambiaron un breve beso en la mejilla, para que después la joven saliera con pasos apresurados y la mochila rebotando sobre su espalda.
La joven dominicana caminó a la puerta del edificio.
Su hermana era muy puntual y se molestaba cuando la dejaban esperando.
Al llegar a la puerta, la abrió con rapidez y bajó los escalones de la entrada.
Y se topó con Amity sentada sobre el pilar al final del barandal leyendo el mismo libro de tapas negras que le había visto durante el día.
Miró alrededor, y al no ver rastro de su hermana, decidió probar su suerte una vez más.
― ¿Amity? ― Dijo la morena dubitativamente.
La castaña alzó la mirada con sorpresa, y los ojos dorados miraron con asombro por un instante.
Wow…
¡Ugh! ¡Basta con eso!
― Oh, ahí estás. ― Dijo la castaña recuperando la compostura y guardando el libro en la bolsa que le colgaba sobre la cintura. ― Te estaba esperando.
Los ojos de Luz brillaron con ilusión.
― ¡¿En serio?! ― Dijo sonriendo con entusiasmo.
Amity frunció el ceño.
― Sí Luz, desafortunadamente estoy atascada contigo. ― Le dijo con molestia. ― La señorita Morningstar se negó a cambiarme de compañero.
El entusiasmo de Luz se apagó rápidamente.
― Ah… Claro, eso. ― Respondió mientras jugueteaba con el botón de su saco con incomodidad. ― Entonces… ¿Para qué me esperabas?
Amity caminó acercándose más a Luz.
― Tenemos que reunirnos el día de mañana. ― Le dijo con monotonía. ― Tomo muy en serio el trabajo escolar, así que, si vas a trabajar conmigo, tienes que seguirme el ritmo. ¿Entiendes?
Luz afirmó con la cabeza.
― Bien, nos reuniremos mañana en el prado durante el primer receso y también en el almuerzo, cumplimos con la hora que pidió la señorita Morningstar, y así no tendré que verte después de clases.
Luz se encogió un poco.
Las palabras de Amity eran bastante crueles.
La castaña extendió su mano entregándole un papel rosado.
Luz lo tomó con cautela y lo abrió para leerlo.
555 **** ***
AmityBeLight
Luz devolvió la mirada a la castaña con curiosidad.
― Ese es mi teléfono y mi correo electrónico. ― Explicó la hija del decano con neutralidad. ― Envíame un mensaje y un email, te responderé… En cuanto mi padre me devuelva mi teléfono.
Las palabras de Amity iban cargadas de veneno, y Luz se encogió más sobre sí misma.
― Ahora escucha bien Luz, no somos amigas, ni quiero ser tu amiga, eres problemática y eso es lo último que yo necesito. ― Le dijo con severidad. ― Así que, cómo te dije antes, no me hables a menos que sea absolutamente necesario.
La castaña dio un paso atrás, pero Luz se apresuró a tomarla del antebrazo.
―¡Amity, espera! ― Dijo con voz suplicante. ― Por favor…
La castaña sacudió el brazo con rapidez.
― ¡¿Qué te acabo de decir?! ― Reclamó intentando no alzar la voz.
― ¡Es absolutamente necesario! ¡Lo juro!
Amity la miró con recelo, y tras unos instantes, suspiró y se cruzó de brazos.
― Tienes cinco minutos. ― Le dijo con tono cortante.
Luz dio un paso al frente, casi invadiendo el espacio de Amity.
― Quiero pedirte perdón por lo que pasó en la mañana, en serio fue algo muy estúpido de mi parte, y te prometo que no volverá a pasar jamás algo así… Eh… Yo… ― Luz comenzó a jugar con sus manos de forma incómoda, evitando la mirada de la castaña. ― Yo nunca he sido muy buena para hacer amigos, la gente normalmente se aleja de mí al poco tiempo de conocerme, me cuesta hablar con la gente porque a veces me cuesta entender los límites de la gente y terminó molestándolos, yo… Eh…
Luz respiró profundamente y alzó la cara para mirar a Amity a los ojos.
― Me sentí muy cómoda contigo, en verdad me agradaste mucho y hablar contigo es fácil, te prometo que voy a ser más cuidadosa, en especial cuando esté contigo, y aunque de verdad me gustaría, no tenemos que ser amigas, pero podríamos al menos llevarnos bien así que… ¿Podrías perdonarme?
La joven dominicana estiró su mano en solicitud de perdón.
Amity miró su mano por unos instantes, luego devolvió la mirada al rostro de Luz.
Y caviló sobre las palabras de la morena, la sinceridad y vulnerabilidad de su discurso eran difíciles de ignorar, y esa cara…
¡Agh!
Rechazarla se sentía como patear a un cachorrito.
Y Amity quería rechazarla.
De verdad quería.
Luz significaba problemas y eso era lo último que necesitaba.
Pero… No podía ignorar que, tal como la propia Luz había dicho, hablar con ella había sido fácil.
Había algo fascinante en la personalidad frenética de la chica nueva en el instituto.
Amity Blight no perdonaba.
Amity Blight no daba segundas oportunidades.
Perdiendo su gesto esperanzado, Luz bajó lentamente su mano.
Y la decepción en el rostro de la morena, le punzó en el corazón.
Por Dios… Estoy segura de que me voy a arrepentir.
La castaña suspiró.
― Supongo que no fue del todo tu culpa, aun no te conozco bien y no debí dejarte sola, además… No hubo consecuencias graves, y mi padre busca cualquier excusa para quitarme el teléfono así que… Supongo que tampoco debería llevarlo tan lejos.
La cara de Luz se iluminó con una sonrisa.
Una linda sonrisa.
Amity frunció el ceño.
― ¡Pero debes tener más cuidado! ¡Alguien pudo salir muy herido!
Pero la sonrisa de Luz ahora parecía inquebrantable.
― ¡Te lo prometo! ― Exclamó la morena dando un breve saltito. ― ¡No más caballos desbocados!
Amity no pudo evitar el suave resoplido que escapó de sus labios.
Y la sonrisa de Luz pareció ensancharse más.
― Entonces… ¿Me perdonas? ― Preguntó la dominicana extendiendo su mano de nuevo.
Amity inhaló profundamente, suspiró.
Y estrechó levemente la mano de Luz.
― Te perdono.
― Y… ―Continuó con voz cantarina. ― ¿Lo de ser amigas…?
Amity le dedicó una mirada de fastidio.
― No lo fuerces.
Luz resopló.
― Está bien, pero debía intentarlo.
― ¡Eh Bichita! ― Se escuchó a unos metros.
Luz y Amity se giraron para ver a Lola dedicarles una sonrisa socarrona.
― ¡Vámonos, estoy en doble fila! ― Dijo la mayor sin dejar de sonreír.
― ¡Ya me tengo que ir! ― Dijo Luz anunciando lo obvio.
Tiró levemente de la mano de la castaña, posó la mano contraria en su hombro, se inclinó y le dio un fugaz beso en la mejilla.
― ¡Te veo mañana Amity!
Y sin más, corrió a encontrarse con su hermana.
Anonadada por la súbita acción, Amity se quedó sin palabras, y sólo pudo atinar a tocarse la mejilla.
― ¡Pero mira eso! ―Escuchó a las hermanas Noceda mientras se alejaban. ― ¡Va un día y ya tiene´ novia!
― ¡No es mi novia! ― Reclamó Luz con tono enojado.
― ¿Y ese besito? ― Preguntó Lola, burlona.
― ¡Na´mas me despedí!
Conforme se alejaban, la charla se hacía ininteligible.
Aunque no es cómo que Amity las pudiera entender de cualquier manera.
Un instante después, sonó la campana del edificio, indicando las tres de la tarde, y, consecuentemente, el final de las clases.
Unos segundos después, se escuchó bullicio en los pasillos de Judas, y algunos alumnos empezaron a salir por la puerta.
Amity salió de su estupor y se dio la vuelta para entrar al edificio, con la intención de llegar a su casillero.
En el breve camino, no pudo evitar pensar en lo extraña que era Luz, y lo mucho que destacaba comparado con el ambiente al que estaba acostumbrada.
Y era preocupante saber que ahora tendría que convivir constantemente con ella.
En pocos minutos llegó a su casillero, puso la combinación rápidamente, abrió la puerta y comenzó a depositar sus libros en la parte superior.
Era el primer día, así que además del ejercicio mandado por la señorita Morningstar, no había más tarea.
Al momento de cerrar el casillero, un destello amarillo llamó su atención.
Estiró la mano para tomar el objeto intruso al fondo de su casillero.
Al sacarlo, pudo darse cuenta de que se trataba de un dulce, envuelto en una llamativa envoltura amarilla con detalles en rojo, justo en el centro, la tipografía anunciaba que el producto se llamaba Bon o bon.
Una marca que Amity no conocía.
Sobre la golosina había un post it morado, la castaña lo tomó rápidamente y leyó la breve inscripción en ella.
"Wo siento :c
Espero que esto
mejore un poco tu día.
Luz."
Debajo de la nota, había un pequeño garabato de una carita triste con ojos brillantes y gigantes.
De nuevo, Amity no pudo evitar la risita que escapó de sus labios.
Parecía ser un nuevo mal hábito.
La hija del decano cerró su casillero y puso la golosina en un compartimento pequeño de su bolsa.
La nota también.
Tal vez… Trabajar con Luz no sería tan malo.
Con paso tranquilo, se dirigió a la salida de Judas.
…
¡¿Cómo diablos abrió mi casillero?!
