A decir verdad, ella no sabía cuándo fue que ese pequeño gusto se inició a convertir en algo más.

Cada persona tiene un olor característico, un olor que se queda impregnado en la ropa que usan o en las cosas con las que más tiempo pasan.

Lincoln tenía un olor muy característico, uno que podía pasar desapercibido para todas sus hermanas. Excepto una.

A Lola le encantaba el aroma de Lincoln. Era algo de lo que se había dado cuenta hasta hace muy poco, y realmente desconocía la manera en la que empezó a desarrollar esta pequeña obsesión.

Quizá fue por lo más cercano que se ha vuelto en los últimos meses. Solían pasar más tiempo juntos de lo usual. En ocasiones era las famosas y exclusivas fiestas de té que tenían cabida en su habitación, curiosamente Lola ya no tenía que recurrir a amenazas para que su hermano jugara con ella, al contrario, él mismo solía ofrecerse para pasar tiempo juntos, y aunque al principio la gemela pensó que era una estrategia simple para obtener algo a cambio, con el tiempo se dio cuenta de que no era así. Algunas otras veces eran las prácticas de lectura que tenían, con la excusa de mejorar la forma en que la princesa leía, solían pasar tardes enteras entre libros, aunque ciertamente, Lola ya no necesitaba practicar más.

Y eran justamente esos momentos en los que ella percibía ese aroma.

De a poco comenzó a adentrarse a la habitación de su hermano sin que éste se diera cuenta, y en más de una ocasión se encontró a Lana cuestionándole sus razones para entrar en la alcoba de Lincoln mientras no esté en casa.

Solía tumbarse en su cama y oler la almohada del peliblanco, eso sin duda la calmaba cuando perdía un concurso o tenía un mal día.

Sin embargo, hubo una vez en la que esa pequeña obsesión le hizo pasar un momento muy vergonzoso.

Había perdido un concurso de belleza, cosa que no sucede muy a menudo, pero justamente ese día parecía que el universo conspiraba en su contra, el cólera se apoderó de ella y como pudo lograr escabullirse a la habitación del único hermano varón que tiene sin que nadie se diera cuenta.

Sin pensarlo demasiado se dispuso a abrir algunos de sus cajones, en busca de alguna prenda de ropa, pero la suerte hoy no estaba de su lado, y como la ley de Murphy dice; "Si algo malo puede pasar, pasará"

Así que, como si de un mal chiste se tratara, una nueva tragedia aconteció en su día, ya que el mismísimo Lincoln Loud abrió la puerta de par en par solo para toparse con ella husmeando entre sus cosas.

Tenía una de sus típicas camisetas polo en las manos, las cuales inmediatamente ocultó tras su espalda.

Realmente nunca contempló la posibilidad de ser atrapada, quizás porque ni siquiera ella le tomaba tanta importancia a la situación o quizás porque su enorme ego no le permitía imaginarse ser descubierto con las manos en la masa.

Pudo observar la confusión en el rostro del albino.

-Lola, ¿Qué… haces aquí?

-Lincky… ¿Tú que haces aquí?

-Es mi habitación.

-Claro que lo es, y por eso ya me iba.

Así pues, se dirigió a la puerta, pero no sin antes se interrumpida por la mano de Lincoln sujetando su hombro.

-Creo que eso es mío. –Habló él, señalando su camiseta aún en las manos de la princesa.

-Oh, por supuesto. –Dijo mientras le entregaba la prenda color naranja.

-Bien Lola, cuando Lana me dijo que entrabas a mi habitación cuando no estoy en casa, supe que estabas tramando algo, y ahora te sorprendo aquí mientras… ¿Olías mí camiseta? ¿Qué es lo que intentas?

-Yo… ¡No es asunto tuyo! –Levantó un poco la voz.

-¿Que no es asunto mío? Éste es mi cuarto, literalmente es asunto mío.

La rubia comenzó a juguetear con sus dedos, señal de que estaba realmente nerviosa, detalle que no pasó desapercibido por su hermano.

-Entonces, ¿Qué planeabas hacer?

-Nada

-¿Qué estabas buscando en mis cajones?

-Nada, no buscaba nada. –Dijo, mientras se cruzaba de brazos y desviaba la mirada

-¿Tiene que ver con alguna forma de chantajearme?

-¿Qué? No, claro que no.

-Si piensas que tomé alguna de tus cosas, déjame decirte que yo no he entrado a tu habitación

-No es eso…

-¿Entonces qué es?

-¡Ya te dije que no es nada!

-¡Solo dímelo!

-¡Es el olor! ¿Si? –Gritó, exaltada.

-¿El olor?

-Sí, tu olor, me gusta tu olor. –Sus mejillas se tornaron de un color carmesí al decir eso. –Pero si le dices a alguien, te juro que voy a…

Lincoln la interrumpió con un abrazo, se sintió un tanto halagado ante dicha revelación.

-A mí también me gusta tu olor, Sunshine. –Dijo en tono divertido, pero susurrándole al oído, para luego reincorporarse y salir de la habitación, dejando atrás a Lola, casi petrificada, y con una sonrisa, señal de que, a pesar de todo, había terminado siendo un buen día.

Fin.

Hola, hola todos.

Realmente no tengo mucho que decir, la inspiración me llega por temporadas y cuando no hay, es mejor no forzar las cosas.

Aun así, espero disfruten estos pequeños relatos.

Gracias por leer.