Polidrama - Capítulo 10

-¿Yang? ¿Estás despierto?

El conejo se encontraba en su cama en medio de la oscuridad. No dormía. Tan solo disfrutaba de la tranquilidad del vacío. Necesitaba ese tiempo para poner en orden sus ideas. La pelea con Millie, su reacción cuando tan solo Fiona se asomaba en sus pensamientos, su temor por defraudar a su familia por el fracaso de su relación poliamorosa. Todo sin contar el incidente con sus puños de fuego que terminaron por destruir precisamente el departamento de Fiona. El Yang animoso y decidido que comenzó con esta relación poliamorosa se desvaneció en unos pocos días. En esos momentos no podía contar con la señorita Mushroom. Ella solo los atendía en casa. De seguro debía estar conversando con Millie en aquella madrugada.

Solo en un pequeño instante se había armado de valor para llamar a Millie. Lamentablemente, justo la llamada sonó ocupado. Intentó llamar a Leni, pero no contestó. Era típico que no prestara real atención a su teléfono a menos que lo estuviera usando. Sus chicas se quedaron en casa, seguramente sin la menor idea de lo que le estaba ocurriendo. Aquella preocupación era la que lo estaba carcomiendo con mayor intensidad.

-¿Yang?

Desde el otro lado de su cuarto podía oír la voz de Yin. La habitación le parecía más pequeña de lo que recordaba. Incluso la encontraba más pequeña que su propio cuarto en su departamento, a pesar que la habitación de la academia era diez veces más grande. Quizás era porque lo estaba compartiendo con su hermana. Habían compartido habitación desde prácticamente toda su vida. Cuando se mudó a su departamento, se había sentido extraño inicialmente al poder tener una habitación propia, aunque fuera pequeña, pero había logrado acostumbrarse. No se esperaba regresar a compartir habitación con Yin de manera tan repentina. Mucho menos en las circunstancias en las que se encontraba.

-¿Estás ahí?

-¡¿Qué?! –respondió molesto. Se dio vuelta sobre su cama. Su instante silencioso había acabado aunque se esforzara en lo contrario.

-No puedo dormir –sentenció la coneja desde el otro lado.

-¡Oh! Me imagino –respondió con sarcasmo.

El silencio le regaló la suficiente esperanza para regresar a su amado intento de paz interior.

-¿Por qué llegaste con Millie hasta afuera de la casa de Coop? –lanzó su pregunta.

-Eso no te importa –respondió cortante.

-Yang –insistió su hermana.

No tuvo respuesta de su parte.

Yin también se encontraba envuelta en el insomnio. Hasta el momento no le importaba mayormente la opinión de los demás con respecto a los temas pendientes que tenía con el pollo, hasta que fue pillada. A pesar que la reacción de Yang fue exagerada, no dejaba de tener razón. No debía volver a verlo. Su padre se lo había pedido. Nunca hizo caso. Fue en ese momento que se acordó del otro Coop. Aquel a quien había mandado al hospital y lo esperaba cada mañana para tomar aquel asqueroso remedio en un tazón de patito. Le había prometido estar al tanto de lo que sucedía en la relación poliamorosa de su hermano. Aquella discusión de la que fue testigo era señal de que nada estaba bien. ¿Tan siquiera llegarían completos al sábado? Las cosas cambiaban con mucha frecuencia últimamente.

-¿Está todo bien con tus chicas? –volvió a lanzarse.

El silencio fue su única respuesta.

-Yang, sabes que puedes confiar en mí para lo que necesites –volvió a intentarlo tratando de sonar lo más maternal que podía-. Cuando me contaste lo de tu relación poliamorosa fue precisamente lo que me pediste.

Aquel día estaba a siglos de distancia. En aquel tiempo aún le quedaba mucho de su ánimo ya desvanecido. Recordó todas aquellas advertencias de Yin de que no lo lograría. Esto solo le daba ánimos de demostrarles lo contrario. ¿Habrá ella tenido razón al final de cuentas? ¿Tan bien lo conocía?

-Mejor dime tú qué pasó con el pollo –respondió hoscamente-. ¿Por qué volviste a verlo?

Era una afronta totalmente válida. Debía enseñar con el ejemplo como enfrentar una pregunta.

Yang notó que el exterior de sus colchas se iluminó vagamente. Sacó su cabeza de entre las sábanas. Pudo ver que al frente de los pies de su cama se encontraba Yin con la luz de su lámpara encendida. Se encontraba sentada sobre su propia cama mirándolo fijamente con los ojos bien abiertos. Esto le advirtió que lo que venía era en serio. Se reincorporó perezosamente mientras se acostumbraba a la luz recién esparcida.

-Yang –sentenció con seriedad-, creo que ambos estamos igualmente jodidos.

-A mí no me metas en tu saco –aclaró molesto-, que yo no ando regresando con mi ex tóxico por quizás qué estúpida razón.

-¡Yang! –le recriminó su hermana contagiándose de su ánimo-. Esto es más complejo de lo que crees –intentó justificarse-. No es algo para contarse en una noche.

-¡Oh! ¡Qué conveniente! –respondió su hermano con sarcasmo-. Resulta que entonces solo yo debo hablar de lo que me pasa y tú te callas, ¿no?

-¡Está bien! ¡Está bien! ¡Me equivoqué! ¿Sí? –estalló de pronto tapándose la cara-. Si no hubiera ido a ver al pollo, no estaríamos en problemas, y tú estarías discutiendo tranquilo en tu casa con Millie. ¿Verdad?

La nula respuesta de su hermano la obligó a regresar su vista a él. Se encontraba de brazos cruzados con una sonrisa triunfante.

-¿Le dijiste pollo? –preguntó.

En ese instante había caído en cuenta de su error.

-Este…

-Tú odiabas que yo le dijera pollo -continuó Yang-. ¿Y ahora tú lo haces?

-La verdad lo hice para no confundirlo con el otro Coop –respondió desviando su mirada hacia la puerta corrediza que tenían como salida hacia el patio.

-¿Hablas del tipo que mandaste al hospital?

-Ajá –contestó distraídamente.

-¿Y cómo está?

-¿Te interesa? –Yin arqueó una ceja.

-Curiosidad.

-Al menos no tengo que darle el tazón a cucharadas –respondió volteándose nuevamente a Yang-. El fin de semana podrían darlo de alta.

-Ah que bien –respondió.

El silencio atravesó la habitación de ambos, vacíos de alguna oración por colocar.

-¿Yin? –preguntó su hermano.

-¿Si?

-Espero que puedas superar al pollo de una buena vez.

La coneja suspiró. No era tan fácil como ir y decirlo, pero al menos en aquel instante tenía todo el ánimo de conseguirlo.

-Lo haré –sentenció con una sonrisa.

Aquella mañana ambos hermanos se dirigieron al hospital. Ambos habían decidido no abrir su academia por aquel día, avisando a última hora en la madrugada a los estudiantes por correo electrónico. Temían que la policía los estuviera buscando por la destrucción del departamento. A pesar de aquello, Yin insistió en ir a visitar a Coop para suministrarle su remedio. Esperaba que aquella fuera la última dosis. Yang la acompañó, y se quedó esperando en la recepción.

-Parece que ya te sientes mejor –comentó Yin con una sonrisa.

Vio como Coop, a pesar de lo desagradable del sabor, se tomó aquel último tazón al seco. Del chico moribundo que estaba envuelto en vendajes no quedaba ni rastro. Se encontraba sentado sobe su cama, con una sudadera rojo insolente abierta sobre una camiseta naranja. La misma enfermera que los visitaba cada mañana le informaba de su mágica recuperación, e insistió en pedirle a Yin su secreto. La chica decidió no revelarlo a pesar de las insistencias.

-Ayer me informaron que esta tarde me darían de alta –le comentó el chico con una sonrisa dejando el tazón sobre la mesita de noche.

-¡Qué bien! –exclamó Yin.

-Igual te quería pedir disculpas –continuó el chico con sus manos aferradas a la cama-. Creo que es algo que no te había dicho y que debí hacer desde hace tiempo –suspiró y continuó-. Lo siento por el escándalo del otro día.

-Descuida, no pasó a mayores –respondió Yin sin evitar sentir el rubor en su rostro-. Además, tu padre se encargó de las reparaciones al día siguiente. Todo está como nuevo ahora.

-Sí, qué bien –contestó Coop riendo nerviosamente. Con el paso de los días había logrado ver todo en perspectiva, y se sentía estúpido al ver a su yo del pasado desquitándose con una mesa.

El chico desvió la vista, topándose con un reloj en la pared que marcaba las ocho de la mañana. Luego se volteó hacia Yin, quien lo observaba con apacibilidad.

-¿No estás atrasada para tu trabajo? –preguntó de pronto.

-Hoy no voy a abrir –respondió la coneja.

-¿Por qué?

-Asuntos familiares.

La siguiente pregunta quedó colgando de la punta de la lengua de Coop. ¿Asuntos familiares? De inmediato pensó en aquella relación poliamorosa.

-¿Te puedo hacer una pregunta? –dijo con cierta aprensión.

-Acabas de hacerla –respondió Yin.

Al chico le costó un instante captar el chiste.

-Digo, otra pregunta –contestó tras unos largos segundos meditabundos.

-Claro –contestó con amabilidad.

-¿Has sabido algo de… la relación poliamorosa? –se atrevió a formular su pregunta.

Como siempre, el chico dando en el grano. Lo primero que llenó la mente de Yin fue la discusión de la que había sido testigo el día anterior. Si Coop tuviera los poderes de Lincoln, no necesitaría de mayor explicación. Yin tampoco quería acusar a Yang. Prefería que, de derrumbarse esa relación, lo hiciera por su propio peso, y no por intervención de terceros. Por otra parte, mentirle no le salía fácil, o al menos no era un tema del le surgiera la naturalidad de mentir. En el fondo deseaba que todo se acabara de una buena vez. Total, ya se veía venir el fin.

-Bueno, la verdad no mucho –contestó-. No hablo mucho con Yang sobre el tema.

Coop arqueó una ceja mientras que los nervios empezaban a apoderarse del rostro de Yin. Era una respuesta demasiado poco creíble, al menos para él.

-¿Segura que no has notado nada raro? Digo, al menos lo ves todos los días –insistió.

El silencio de Yin la terminó por incriminar. El chico se sorprendió al notarla atrapada entre la espada y la pared. Ya intuía que no iba a recibir su total confianza de buenas a primera.

-Bueno, no importa –dijo tratando de apagar la incomodidad-. Lo importante es seguir atentos a lo que pase.

-¿Qué tienes en mente? –cuestionó Yin de improviso.

-Por lo pronto que no perdamos el contacto –respondió Coop-. ¿Qué tal si te invito a un café mañana en la tarde? Podemos conversar sobre esto u otras cosas más tranquilos, ¿no?

La sorpresa se vio reflejada en el rostro de Yin. No entendía realmente lo que realmente estaba ocurriendo. De pronto, surgió la duda de qué iba a ocurrir con ellos después de que él saliera del hospital. Habían quedado como aliados para vigilar que sus hermanos no hicieran ninguna estupidez en su extraña relación.

-Tómalo como una disculpa por mi parte –acotó rápidamente el chico con una sonrisa nerviosa al percatarse que se había lanzado demasiado rápido.

Al ver la falta de reacción de la coneja, intentó reparar su lanzamiento:

-Si te molesta el sábado, puede ser el domingo, la otra semana… ¡cuando quieras!

Yin no dejó de mirar a los ojos azules del muchacho. Le parecía sincero a pesar de todo.

-No te preocupes, el sábado está bien –contestó finalmente.

El chico sonrió esperanzado.

-¡Qué bien! Veamos los detalles por Whatsapp –contestó-. Tengo tu número, ¿no?

-Creo que no te lo he dado –respondió Yin-. Anota.

Con rapidez, Coop agarró su teléfono que se encontraba sobre su mesita de noche y guardó el contacto de la coneja, aún sin creer lo que estaba haciendo. Dennis le advirtió de sobremanera sobre ella, pero al verla en aquel momento cargada de amabilidad, le parecía que estaba exagerando. Incluso hasta le parecía justa la golpiza recibida hace algunos días atrás.

-Entonces estamos en contacto –le dijo Coop.

-Sí, ya debo irme –contestó la coneja.

Tras una rápida despedida, Yin se alejó raudamente del lugar. Coop se volteó hacia su mesita de noche.

La coneja se encontraba meditando sobre lo que había ocurrido mientras sus pies se dirigían hacia la salida en modo automático. Sin sus vendas y sin la ira desatada, pudo ver a un chico bondadoso, cálido y sincero. Algo en él le terminó por agradar, y no solía decir eso de todo el mundo. Una sonrisa se dibujó en su rostro al percatarse que habían concertado una cita. Apretó con fuerza su teléfono al interior de su bolso. Era un excelente panorama con qué distraerse.

Sin darse cuenta chocó con alguien en su camino.

-¡Oh! Lo siento mucho –reaccionó rápidamente.

-No, no te pre… -aquellas palabras quedaron en el aire. Yin pudo reconocer a la persona con quien acababa de chocar.

-Espera, eres Dennis, ¿verdad? –le preguntó la coneja-. El amigo de Coop, ¿no es cierto?

El chico asiático quedó congelado en su sitio. Aquel día, a cada segundo transcurrido, le costaba más avanzar en su rutina matinal. Tenía que hablar con Coop. Se había armado de valor frente al espejo. Un valor que se le iba como pluma al viento con una facilidad impresionante. Era tan volátil, que por cada paso que daba rumbo a la habitación de su amigo, intentaba recopilar aquel valor perdido. Como cuando estas por dar un examen y mientras te quedas en blanco por culpa de tus nervios, repasas la materia para retener aunque sea un poco.

Todo valor se esfumó por completo ante la presencia de Yin. No se esperaba toparse con ella de manera tan brusca. Iba tan distraído con sus propios pesares que no vio que ella se aproximaba. Le tenía pavor. Un terror incontrolable que lo atornillaba en el suelo, pálido, tembloroso, esperando un doloroso destino. Un pánico que le mostraba inmediatamente la golpiza regalada a su amigo cada vez que se topaba frente a ella. Sabía de lo que era capaz. No quería ser su próxima vícitima.

-S-s-s-s-s-s-s-s-s-si –tartamudeó a duras penas.

-¿Vas a ver a Coop? –continuó Yin intentando ignorar la reacción del chico-. Acabo de visitarlo. Se encuentra prácticamente sano. Esta tarde le van a dar el alta.

-Q-q-q-q-q-que-que-que b-b-b-b-bi-bi-bien –tartamudeó mientras el aire arrancaba de sus pulmones.

-Este… sí –balbuceó comenzando a sentirse incómoda ante la reacción del muchacho-. Bueno, debo irme.

-Yo también adiós –lanzó como bala su respuesta antes de alejarse corriendo del lugar.

Yin se quedó de pie, estática, sorprendida al ver la rapidez con que Dennis se alejaba de ella, como alma que se la lleva el diablo. El chico giró en una esquina perdiéndola de vista. Se recostó sobre una pared mientras tomaba aire. Ahora más que nunca necesitaba de esa fortaleza divina que al final jamás pudo alcanzar para enfrentar lo que se venía.

Yin llegó a la recepción, en donde debía aguardarlo su hermano. Para su sorpresa, se encontró con el lugar vacío. Miró hacia todos lados en busca de Yang, o por lo menos de alguien. De pronto, alguien la sujetó del brazo y la arrastró hasta esconderla debajo del mueble de recepción.

-Shhhh –le pidió su hermano mientras aún la mantenía sujeta del brazo.

-¿Qué ocurre? –le preguntó en susurro aún confundida. Por el agarre pudo percatarse que se trataba de Yang quien la arrastraba. Por lo mismo, no había opuesto mayor resistencia.

-Cuando te estaba esperando, vi entrar a Millie –le respondió-. No alcanzó a verme.

-¿Y eso qué? –volvió a preguntarle Yin.

-Que es raro.

-¿Es raro que venga a ver a su hermano? –insistió-. Hoy le van a dar el alta.

-Sí, es raro –replicó Yang frunciendo el ceño-. Por lo que sé, ellos no se llevan bien. ¿Entonces a que vino?

-¿Esto no tendrá que ver con la pelea que tuviste con ella ayer? –insistió su hermana levantando el tono.

-No lo sé –respondió el chico en tono pensativo soltando finalmente su brazo. No se esperaba ver a Millie en aquel momento ni lugar-, si ella está aquí, debe ser porque ocurrió algo.

Yin arqueó una ceja. La verdad no le encontraba sentido las sospechas de su hermano. Simplemente quería salir de debajo del mueble, y del hospital. Debían contactar a Fiona para proponerle reparar su departamento –sin decirle que se había quemado por su culpa.

-Mira, creo que lo que sea que ocurra, no es asunto nuestro –respondió-, o al menos no es asunto mío.

Yang la quedó mirando. No sabía interpretar esa mirada. Su quietud empezaba a perturbarla. ¿Qué debía hacer? ¿Pararse y dejarlo ahí? ¿Seguir esperando?

-¿Y tu tazón? –preguntó de repente.

A Yin le tomó un instante descifrar la pregunta. Poco a poco su cerebro despejó la neblina, descubriendo entre sus manos y bolso la falta de su tazón. Aunque era un tazón que había encontrado en el sótano, su padre había insistido en que no debía perderlo. La frustración terminó por reemplazar a la incertidumbre. La neblina despejada le mostró que el último lugar en donde lo había visto era precisamente el cuarto de Coop.

-¡Rayos! –exclamó molesta cruzándose de brazos.

-¿Se te quedó en el cuarto del tipo? –intuyó Yang.

Ella simplemente asintió con la cabeza. La molestia se hizo evidente en su rostro.

Antes de que Yang pudiera responder o reaccionar, Yin lo agarró del brazo y lo arrancó de su escondite. Al poco rato la terminó por seguir sin necesidad de agarre ni obligación. La chica, en el fondo, recogió las inquietudes de su hermano. Pretendía matar dos pájaros de un tiro.

Se detuvo de golpe en una esquina. Yang por poco y termina chocando con ella.

-Shhht –le pidió antes de asomar lentamente su cabeza por aquella esquina. Yang la imitó por detrás.

Ambos pudieron verlos. Millie estaba hablando con Dennis. Se encontraban a unos diez metros de la habitación de Coop. Desde donde se encontraban, no alcanzaban a oír nada de lo que conversaban.

Mientras Yang aún procesaba lo que estaba viendo e intentaba aguzar el oído para poder obtener aunque sea un trozo de la conversación, Yin nuevamente lo agarró del brazo.

-Yinvisible –conjuró por lo bajo.

En aquel preciso instante, ambos se hicieron invisibles. Por un momento se sorprendió al ver que su hermana desaparecía frente a sus ojos. Doble fue su sorpresa al notar que no podía ver ni siquiera sus propios párpados. Demoró un poco más su cerebro en traerle el recuerdo de que todo se trataba de un viejo truco Woo Foo de su hermana.

-Shhht –volvió a oír que le pedía. Notó que lo arrastraba del brazo hacia el pasillo. Poco a poco, pudo captar detalles de la conversación que ambos tenían.

-¡Pero es que tengo que hacerlo! –exclamó Dennis controlando el tono de su voz.

-¡No lo hagas! –replicó Millie-. Tengo un mal presentimiento de todo esto.

-Mira, si no le decimos ahora, él se va a enterar por la tele –alegó el chico-. Si anoche no vio las noticias, de seguro las va a ver durante la semana. La prensa va a seguir con el tema del departamento quemado. ¡Tarde o temprano va a ver a Fiona!

-Pero… -intentó replicar Millie.

-Y si ocurre el milagro de que no ve la noticia y no se pilla con Fiona. ¡Se va a topar con ella! –continuó asustado haciendo caso omiso de la réplica- ¡Ella trabaja en el noticiero! Puede pillarla en algún reportaje. ¡O incluso puede terminar conduciendo las noticias! ¿Acaso quieres que se entere un día casual encendiendo la tele?

-¡Dennis! –replicó molesta al no ser tomada en cuenta-. Entiendo tu punto, ¿pero crees que es así de fácil ir y decirle? A ver, responde, ¿cuál crees que sea su primera reacción? ¿Qué plan tienes en mente para, por ejemplo, evitar que se arranque del hospital apenas se entere que Fiona está de regreso? –lo desafío cruzándose de brazos.

Dennis abrió la boca, pero solo salió un sonido entrecortado sin significado. No había palabras que pudiera salir. Apenas podía tener sus pensamientos en orden. Prácticamente no tenía cabeza para crear un plan.

-Lo sabía –concluyó la chica.

-¿Y qué quieres? –insistió Dennis preso de la desesperación-. ¿Qué me devuelva? ¿Qué no le diga nada a Coop? ¿Qué crees que dirá cuando se entere que le ocultamos esto?

-¡Te estoy diciendo que no le digas ahora! –replicó Millie-. ¡Apenas está saliendo del hospital! Espera a que por lo menos llegue a casa y se lo decimos con papá.

-¿Y si no alcanzas? –insistió Dennis.

-Son solo unas horas…

-¿Estás segura? –le replicó.

Millie frunció el ceño molesta.

-Haber, ¿cuál es tu afán de decirle de repente? –cuestionó.

Los nervios y la desesperación se habían apoderado del chico. Ya no pensaba claramente. Solo quería dejar de sentirse perseguido por el hecho de ocultar algo tan grave a su mejor amigo. Se cubrió el rostro con sus manos, intentando escapar del momento y el lugar. Necesitaba escapar para pensar mejor.

-Escucha –prosiguió Millie con seriedad-, si tú no lo hubieras visto inconsciente sobre su cama ese día, lo pensarías dos veces antes de querer decirle que…

-¡¿QUÉ ME ESTÁS QUERIENDO DECIR?! –gritó de repente regalándole una mirada iracunda, atrayendo la atención de las pocas personas que circulaban por el pasillo en aquel instante-. ¡¿QUÉ ACASO NO ME IMPORTA LO QUE PASÓ ESE DÍA?!

Millie abrió los ojos espantada ante la repentina reacción del chico. Dennis solía ser lo más apacible que podía conocer. No recordaba haberlo visto enojado alguna vez en su vida, ni mucho menos de esa forma. Simplemente no se lo esperaba.

-¡Claro que me importa! ¡Estamos hablando de mi mejor amigo por todos los cielos! –gritó en un tono más bajo que el anterior. No le importaba que a quien precisamente le estaba gritando era a Millie Burtonburguer. Su corazón latía tan fuerte y rápido que temía que estuviera por sufrir una taquicardia. Una hazaña que si no fuera por la euforia del momento, jamás se habría atrevido a realizar.

-¿Por quién demonios me tomas? ¡No soy un hombre indolente! –agregó luchando por controlar su rabia-. Cuando supe lo que pasó, se me partió el alma. ¡Casi pierdo a mi mejor amigo por culpa de esa zorra! ¡No voy a dejar que lo intente de nuevo! Por lo mismo creo que debemos decirle que Fiona regresó de Chile. ¡Él tiene que superarla de una buena vez! ¡Y si es necesario amarrarlo para evitar que se vuelva a matar te juro que lo voy a hacer!

El chico se encontraba fuera de sus cabales. Respiraba agitadamente mientras apuntaba con furia hacia la puerta del cuarto de Coop. Observaba a Millie con una furia que jamás se había visto. Millie no dejaba de sorprenderse por lo que acababa de ver. Dennis era bastante cerrado. Jamás había contado lo que había pasado en su interior luego de lo ocurrido hace tres años. En aquel momento acaba de explotar. También fue sorpresa para los gemelos Chad, quienes se encontraban a su lado, atentos, invisibles. Casi ni respiraban, e intentaban no hacerlo para no ser descubiertos.

-¿Qué está pasando? –una pregunta interrumpió aquel momento con un golpe que solo un balde de agua fría te puede regalar una noche de invierno.

Todos se voltearon, y se encontraron con Coop a unos cuantos metros detrás de Dennis.

-Oí los gritos desde mi habitación –continuó con seriedad-. ¿Qué está pasando?

Millie se cubrió la cara con una de sus manos, desviando la mirada. Dennis le regaló una última mirada de desprecio a la chica antes de voltearse a su amigo. Ya tenía suficiente entereza como para enfrentar lo que se venía.

-Coop, escucha –le dijo-: se trata de Fiona, ella…

-¿Regresó? –preguntó completando su oración. Era lo primero y lo único que se le podía venir a la mente ante la escena que estaba viendo.

-Sí –confirmó afirmando con la cabeza.

El rostro de Coop se desfiguró a causa de la impresión. Los ojos se le abrieron como un maniático. Por su boca podría entrar un insecto sin que siquiera lo notara. Se olvidó hasta de respirar. Sus manos, congeladas en el aire, empezaron a temblar. Se sentía desfallecer.

-¿E-e-es-e-e-n s-s-se-se-se-rio? –balbuceó a duras penas.

No hubo respuesta ante aquella pregunta. Dennis quedó congelado ante la reacción de su amigo. Los nervios y temores con que ingresó al hospital estaban regresando. ¿Por qué? ¡Necesitaba aquella entereza un poco más! ¿Era… culpa? ¿Se había precipitado?

Coop no esperó respuesta. De inmediato apretó la carrera en busca de la salida. No alcanzó a recorrer demasiado. Cuando pasó al lado de Millie, ella alcanzó a reaccionar. Le puso una zancadilla haciendo que se tropiece. Antes de caer al suelo, ella lo agarró del cuello de su sudadera. De un solo tirón lo obligó a retroceder varios metros hacia atrás, quedando a la altura de la ubicación de Dennis.

-¿A dónde crees que vas? –le preguntó con el ceño fruncido.

No tuvo respuesta ante aquello. Coop logró pensar. Se sintió estúpido por la respuesta. Luego, se sintió más estúpido por aquel arrebato. ¿Qué le diría a Fiona de todas formas? ¿Qué haría ahora? Se sentía atrapado en un laberinto de opciones desde donde no podía encontrar la salida.

Tras un silencio que los congeló a los tres en su sitio, Millie observó la pantalla de su celular.

-Debo irme a trabajar –anunció-. Dennis, ¿te puedes quedar con Coop un rato más? –le preguntó regresando la vista a ambos chicos-. Supongo que se queda en buenas manos.

-Claro que sí –respondió recuperando parte de su molestia, cortesía de la voz de Millie-, yo tengo claras cuáles son mis prioridades.

Millie recibió la indirecta mientras guardaba su teléfono. Apretó el puño al interior de su bolso apenas soltó el aparato. ¿Insinuaba que acaso no le importaba lo que estaba pasando? ¡Era lo más importante! ¡Por algo se encontraba ahí! No era su culpa tener un trabajo estricto y mal pagado que le ayudaba a sobrevivir. No podía darse el lujo de perderlo. Le regaló una última mirada cargada de furia antes de darse la media vuelta y alejarse del lugar.

Yin y Yang se quedaron al interior de su auto estacionado en el hospital por una hora y media. Se quedaron en silencio, repasando en sus memorias lo que acababan de ser testigos. Ninguno se atrevió siquiera a mencionar ni la menor de las sílabas. El sol afuera lentamente modificaba las sombras en la medida en que iba subiendo. El paso del tiempo era notorio, excepto para los gemelos.

Yin se olvidó de su tazón.