Capítulo dedicado a Brick88 en su cumpleaños.
Polidrama - Capítulo 11
-¿Qué haremos, Yang?
La voz de Yin rompió un aparentemente inquebrantable silencio. Ambos seguían al interior del auto. Las horas se habían hecho nada en aquella mañana, envueltos en un silencio sordo que apenas los dejaba concentrarse. ¡Acababan de descubrir tanto en tan poco tiempo! Quizás el método era cuestionable, pero lo hecho, hecho está. Ya no tenían el mismo ímpetu por arreglar las cosas con Fiona como cuando habían salido de la academia. El problema es que su desánimo chocaba con el temor de ser descubiertos y detenidos por quemar el departamento de la chica.
Yang en particular se sentía confundido. Confundido por no entender el porqué de su reacción por tan solo siquiera acordarse de ella. Era un nerviosismo que le tomaba la voz, le congelaba el cuerpo y le provocaba sudor en las manos. Era algo que nunca había sentido por ninguna chica, y no entendía las razones. Simplemente debía quitarla de la ecuación. Su vida amorosa ya era bastante compleja como para complicarla aún más. Intentaba usar la historia de Coop como arma contra su propia mente y olvidarse de todo. No quería terminar como el chico, a pesar que consideraba que era una caída bastante estúpida de su parte. Era una lucha interna constante que lo arrancaba del presente.
Yin en cambio buscaba controlar su enojo contra ella. Era una rabia que crecía con cada palabra que recordaba de aquella conversación que escuchó furtivamente. La furia aumentaba aún más con los detalles que imaginados y no detallados. Temía no poder evitar darle un puñetazo en la cara apenas la tuviera en frente. ¿Cómo se atreve a hacerle eso a Coop? La situación nublaba su pensamiento, hecho que encontraba preocupante. Debía esperar hasta tranquilizarse para pensar con objetividad. Era una hazaña que le estaba consumiendo más tiempo del que deseaba.
-No lo sé. Tú eres la de las ideas –respondió su hermano cruzándose de brazos desde el asiento del copiloto. El calor aumentaba al interior del vehículo en la medida en que continuaban estacionados afuera del hospital una mañana de verano.
-Si fuera por mí, no le daría ninguna ayuda a esa perra –comentó Yin recostándose sobre el volante. El aire comenzaba a volverse pesado-. Digo –agregó meditando cada palabra-… ¿Cómo se le ocurre ser tan cruel con Coop? ¡Hasta el punto de…!
Su frase quedó al aire. Casualmente se volteó hacia su hermano. Pudo verlo observarla de reojo mientras le regalaba una sonrisa burlona.
-¿Qué? –preguntó entre extrañada y molesta.
-Nada –Yang desvió la mirada-. A mí me da igual lo que le haya pasado con Coop.
-Como digas –contestó volteándose hacia el otro costado.
El silencio se volvió más denso conforme aumentaba la temperatura.
-¿Ahora qué haremos? –suspiró el conejo al aumentar la temperatura-. Deberíamos decidir luego antes de terminar como conejos asados.
Yin seguía recostada sobre el volante, sin importarle nada. Aún le daba vueltas por su cabeza aquellas palabras…
Si tú no lo hubieras visto inconsciente sobre su cama ese día, lo pensarías dos veces antes de querer decirle que….
¡No voy a dejar que lo intente de nuevo!
¡Él tiene que superarla de una buena vez! ¡Y si es necesario amarrarlo para evitar que se vuelva a matar te juro que lo voy a hacer!.
-¡Yin! –el grito de su hermano rompió aquella burbuja de pensamiento. Se volteó sobresaltada. Pudo verlo con el ceño fruncido-. ¿Podemos por lo menos estacionarnos a la sombra? ¡Este calor me está matando!
Ya era cerca de mediodía y el sol derretía todo a fuego lento. Yin encendió el motor y echó andar el auto. Era un viejo modelo destartalado herencia de su padre. En realidad era de él, pero se lo prestaba para ir a trabajar. Al vivir tan lejos del centro de la ciudad, era ideal un vehículo motorizado. Era un milagro que después de tantos años y accidentes, aquella carrocería oxidada pudiera seguir funcionando.
No había tanto tránsito en las calles de Anasatero. La mayoría de los ciudadanos se encontraban en sus trabajos. La música suave de la radio amenizaba el ambiente. Yang bajó el vidrio de inmediato, deseoso de sentir la brisa en su pelaje. Yin conducía en modo automático, mientras no podía arrancar aquellas frases de su pensamiento, acumulando el resentimiento por aquella chica.
Para sorpresa del conejo, pudo ver que se aproximaban al enorme edificio del canal de televisión. Era un edificio color beige con un enorme letrero con las siglas de la estación en color negro, y un diseño que no podía escapar de los años 1930's.
-Pensé que no querías ayudarla –le dijo preso de la sorpresa al ver que ingresaban al estacionamiento subterráneo del edificio.
-¿No querías un lugar más fresco? –comentó la chica-. ¿Qué más fresco que un estacionamiento subterráneo?
Su hermano la observó extrañado. Ella se concentró en buscar algún cupo disponible.
Mientras tanto, varios pisos sobre la superficie del edificio, Fiona se encontraba instalada en la cafetería del lugar. Desde el minuto en que puso un pie en el edificio, recibió una infinidad de saludos y palabras de apoyo por el incidente que le costó el lugar en donde recién se había instalado. El miedo tras ver su departamento en llamas había pasado hacía mucho rato. Se había quedado en casa de Lina, quien se ofreció a hospedarla hasta lograra solucionar su problema habitacional.
Aquella noche pudo ver todo en perspectiva. Recién había llegado y aquel departamento lo estaban arrendando muy barato y cercano a su lugar de trabajo. Al ver lo estrecho que era, comprendió el porqué del precio. A pesar de todo, lo encontraba perfecto para vivir mientras esperaba el momento en que tuviera que regresar a Chile, o decidiera instalarse en aquella ciudad. Solo había perdido el mes de garantía –que no eran más de cien dólares-. Sonrió ante la suerte de no haberse encontrado allí aquella tarde. Se había quedado en la cafetería a la espera de su cita con Yang, cita que él canceló mientras ella ya se encontraba en el lugar. Volvió a sonreír al acordarse del conejo. Sabía que lo tenía entre sus redes.
-Supe que la próxima semana el alcalde se va a reunir con el jefe para ver el tema de la televisación del Festival de Anasatero. Dicen que este año Luan se podría hacer cargo de la obra de teatro –le comentaba Lina a su lado. Ambas se encontraban compartiendo una taza de café mientras conversaban de los últimos acontecimientos locales.
-¿Aún sigue el pato de alcalde? –preguntó Fiona.
El televisor que se encontraba a unos cuantos metros de distancia se encontraba encendido precisamente en el canal ATTV. Con una mirada rápida, Fiona alcanzó a vislumbrar que en pantalla aparecía el pato de goma que reconocía como el alcalde de la ciudad.
-Sí –respondió Lina-. Gracias a sus políticas de paz y unidad, terminó arrasando en las últimas elecciones.
-¡Pero si lleva como veinte años en el cargo! –exclamó Fiona sin dejar de mirar la pantalla-. No entiendo cómo no pueden reemplazarlo.
-Creo que nadie está preparado para el cargo –comentó su amiga.
Fiona no despegó la vista de la pantalla. Había visto algo que le llamó la atención. Era una chica que se encontraba detrás del pato de hule. Era como medio metro más alta que el pato, de tez clara, el pelo negro tomado en una cola de caballo, y con unos lentes grandes sobre sus ojos oscuros. Traía unas carpetas entre sus manos, siguiendo silenciosamente al pato, quien respondía las preguntas de la prensa. Lo que le llamaba la atención era su complexión. Era humana, claro está, pero no era un dibujo animado. Tampoco era animación 3D como había conocido saliendo del país. Era una tridimensionalidad que iba más allá de lo imaginado. Un hiperrealismo que no había visto antes.
-Oye, ¿quién es ella? –la interrumpió de improviso mientras le comentaba las ultimas hazañas del alcalde Torres.
-¿Quién? –preguntó su amiga confundida.
-Ella, la que está detrás del pato –respondió apuntando hacia la pantalla.
Lina entrecerró sus ojos, centrando la mirada en lo que intentaba apuntar Fiona. Finalmente abrió los ojos con sorpresa.
-¡Ah! ¡Ella! –exclamó captando el mensaje-. Es la asistente del alcalde. Lo acompaña en todos sus eventos y apariciones públicas.
-¿En serio? –preguntó Fiona sin despegar la vista de la pantalla-. ¿Y cómo se llama? ¿De dónde salió?
-Apareció por primera vez el año pasado para la inauguración de los juegos infantiles en la escuela primaria –comentó Lina-. Se llama Martita, y es lo único que sabemos.
-¿Martita? –cuestionó su amiga.
-Sí. Es muy reservada –comento la perrita-. Nunca se le ha visto afuera del ayuntamiento sin compañía del alcalde, y jamás conversa con alguien ajeno a menos que sea por trabajo. Una vez quise preguntarle al alcalde sobre ella y dio por terminado el ruedo de prensa.
-Ya veo –musitó Fiona.
La chica escuchaba con atención la información de su amiga mientras no despegaba la vista del televisor. Todo hasta que el informativo que mostraba al alcalde y su enigmática asistente desaparecieron de la pantalla.
-¿Y bien? ¿Ahora qué haremos?
Yin consiguió encontrar una ubicación en el medio del estacionamiento. El lugar era oscuro y húmedo. Para el conejo, aquel sitio era mil veces mejor que resecarse al sol, aunque le faltaba luz para su parecer.
Yin suspiró. Bajando la temperatura se puede pensar mejor.
-Aunque la verdad no me gustaría ayudarla, sé que debemos hacerlo.
-¿Por qué? –se adelantó su hermano.
-¡Es nuestro deber, Yang! –insistió volteándose hacia él-. Además, se lo prometimos al Maestro Yo.
-¡Chiwa! –farfulló molesto-. ¿No podemos decirle que lo hicimos y no hacerlo y ya? No entiendo eso del deber.
Yin estaba por replicar, pero su hermano continuó:
-Además, ¿no crees que Fiona sospecharía de nosotros luego de ofrecerle reparar su departamento sin ninguna razón aparente? O sea, yo en su lugar sospecharía. Nadie en este mundo hace favores gratuitamente.
Yang tenía un punto. Su cabeza hueca de vez en cuando tenía buenas ideas.
Pero Yin solía estar un par de pasos por delante de su hermano.
-¡Eso es! –exclamó tronando los dedos.
Antes de que Yang pudiera replicar, su hermana encendió el motor y salieron del estacionamiento raudamente.
-¿Qué tienes en mente? –preguntó aún confundido con lo que estaba pasando.
-Tengo una idea –le respondió sin mirarlo.
El conejo pudo ver un brillo de malicia en sus ojos.
Mientras tanto, en la boutique de Leni, los cuatro jóvenes tenían mucho que hacer. A pesar de ello, Leni no dejaba de quejarse mientras colgaba la ropa en los percheros.
-Resulta que he llamado un montón de veces a Yang, y no he tenido señales de él –decía con pesar-. Siempre que le lo llamo, me responde con una voz rasposa diciéndome que se llama Benny Hill o algo así.
-Qué extraño –comentó Miguel trabajando a su lado-. ¿Estás segura que el número de Yang es correcto?
-Tiene razón –intervino Fiona trayendo una caja-. ¿Qué tal si estás llamando a otra persona?
Leni se detuvo a meditar aquella información por un instante. Sus amigos se voltearon a observarla con atención. Al percibir que iba a demorar, decidieron regresar a sus quehaceres.
-Considerando que borré mis contactos por accidente el otro día… puede ser –concluyó tras una ardua meditación.
Sus amigos la escucharon con atención, esperando algún nuevo dato.
-Lo que no entiendo es por qué Yang se fue así de repente –comentó Max bajándose de las escaleras tras colgar unas camisetas de unos percheros apernados en la pared.
-Bueno, en realidad es una pelea entre él y Millie. Solo espero que no les dure mucho el enojo –respondió Leni con pesar.
-Ya, ya –su amiga Fiona se acercó a ella dándole unas palmadas en el hombro-, ya todo va a pasar. Verás cómo Yang regresa esta tarde –agregó con la mejor de sus sonrisas.
-¡Es que no lo entiendo! –alegó Leni paseándose por aquel rincón en que se habían reunidos-. Se supone que la clave del poliamor es mantener una buena comunicación. Yang simplemente se fue sin decirme nada y Millie no me quiere decir nada de nada. ¡No sé nada de lo que está pasando! –comenzaba a exasperarse aleteando con sus manos como si se estuviera asfixiando-. Entiendo que es algo que deben manejar ellos dos, pero todo esto me hace sentir aislada. Es como si estuviera sobrando en todo esto –agregó con tristeza-. ¡Y ni siquiera ha pasado una semana! No quiero ni imaginarme cómo será futuro a este paso –se detuvo bajando la mirada.
-¡Vamos! No te desanimes –se aproximó Fiona-. Esto del poliamor no parece ser nada sencillo. Sin duda para ellos tampoco lo es. Es cuestión de tiempo.
-Es cierto –agregó Miguel aproximándose a su amiga-. Ni siquiera yo lo entiendo del todo. Creo que es solo cuestión de tener paciencia.
-Además, Yang ya aparecerá –terció Max acercándose al grupo-. O si no, iremos a buscarlo –agregó golpeando su puño con la palma de su otra mano.
-¡Eso es! –exclamó Leni volteándose hacia Max recargada de energía-. ¡Vamos a ir a buscar a Yang!
En su interior, sentía como si hubiera dado el discurso más importante de la historia. El silencio con que fue recibido la desconcertó.
-¿Ir a buscarlo? –preguntó Miguel confundido mientras se rascaba la nuca.
-¡Sí! –exclamó la chica con ilusión-. Yang trabaja en el centro comercial. No queda muy lejos de aquí.
Sus amigos se miraron entre ellos, meditando la idea.
-Bueno, ya es casi hora de almuerzo. No suelen venir muchos clientes a esta hora –comentó Fiona.
-¿Bromeas? ¡Es viernes! ¡A la una comienzan a llegar en masa! –alegó Max.
-Aún es mediodía –comentó Miguel observando su smartwatch de su muñeca izquierda.
-¡Vamos! ¡No demoramos nada! –insistió Leni con ilusión.
-Iremos en mi auto para ir más rápido –se ofreció Fiona dirigiéndose a la salida.
Es así como cerraron temporalmente la boutique, con un letrero informando que volverían en cinco minutos. Lo que no sabían era que esos cinco minutos serían los más eternos de sus vidas.
-¿No irás al restaurante ahora?
-No, iré a casa a comer algo y después iré donde Clyde.
-¿No puedes comer en el restaurante?
-¡No! Después papá me toma por garzón.
Lincoln recorría el sector céntrico de la ciudad en compañía de su hermana Lynn. La chica traía su karategi blanco puesto con una cinta roja atada a su cintura. Además traía en sus manos un bolso deportivo negro con un león saltando de color blanco en el medio. Lincoln traía su mochila colgando de uno de sus hombros, y una enorme libreta bajo el brazo.
-Bueno, yo iré a mis lecciones de Woo Foo –comentó Lynn mientras ambos se detenían en una esquina a pasos del centro comercial-. Solo espero no encontrarme con tú-sabes-quién.
-¡Por favor, Lynn! –alegó su hermano-. ¡Trata de dejar esa estúpida competencia con Ronnie Anne!
-¡Ay por favor! –respondió Lynn en el mismo tono-. Esta vez va a conocer el significado de morder el polvo.
Lincoln estaba por replicar, pero alcanzó a morderse la lengua. Desde la adolescencia, Lynn encontró en Ronnie Anne a la camarada perfecta contra quien competir. No sabría cómo definir la relación entre ambas, al igual que su propia relación que tenía con Ronnie.
La luz cambió a verde.
-¡Nos vemos Linc! –le dijo su hermana con una sonrisa antes de alejarse en dirección a la entrada del centro comercial.
El chico vio como ella se despedía con la mano, al tiempo en que el enjambre de peatones lo empujaba hacia la calle para aprovechar la luz verde. El muchacho decidió concentrarse en su camino y su destino.
El Centro Comercial de Anasatero era un espacio amplio. Cubría una cuadra entera de unos cien metros cuadrados aproximadamente, y tres pisos de altura. Tenía una azotea desde donde hacían algunas ventas especiales. Para la época se estaba ofreciendo todo camping, terraza y playa. El interior era tan fresco como un paseo al interior de un refrigerador. La música cargada de eco podía hipnotizarte si te concentrabas demasiado en ella. Lynn recorrió los laberínticos pasillos del primer piso mientras observaba por encima las ofertas estampadas en los aparadores.
-Nos volvemos a encontrar, ¿eh? –una voz rasposa interrumpió su caminata.
Frente a ella se encontraba una chica de tez morena observándola con fiereza. Tenía el cabello oscuro amarrado con un moño por detrás de su nuca. Estaba de pie, con un uniforme similar al de Lynn, y con los brazos cruzados.
-Ronnie Anne Santiago –la saludó desafiante entrecerrando los ojos.
-Lynn Loud –respondió la aludida en el mismo tono.
Ambas chicas se miraron desafiantes una frente a la otra. De fondo, se podía apreciar el enorme letrero de la academia Woo Foo de Yin y Yang.
-¡Ahora verás lo que significa morder el polvo! –exclamó la chica morena apuntándola con su índice.
-¡Esa es mi frase! –respondió la aludida imitándola.
Antes de que alcanzara a volar una mosca, Ronnie se abalanzó contra su contrincante. Lynn la esquivó elegantemente mientras intentaba detenerla con un pie sobre su espalda. Ronnie pudo esquivarla rodando por el suelo. De un salto, se puso de pie, solo para regalarle una patada voladora. Lynn esquivó cada una de sus patadas retrocediendo unos cuantos pasos. En cierto punto dio un sorpresivo salto y voltereta en el aire. Saltó por encima de Ronnie, cayendo de pie unos cuantos metros detrás de ella. La gente comenzó a reunirse en torno a ellas, expectantes ante el espectáculo.
-Ríndete, Ronnie –le dijo Lynn volteándose hacia ella-. Admite que soy superior a ti.
-¡Nunca! –gritó la chica volviendo a intentar alcanzarla.
Lynn nuevamente la esquivó, retrocediendo alrededor de la circunferencia de gente que se estaba formando. Para ella, los movimientos de Ronnie eran muy lentos, lo que depositaba una sonrisa en su rostro. Ronnie en cambio, se percató que su estrategia no funcionaria, y probó otra cosa. De un salto, retrocedió un par de metros, hasta quedar prácticamente al otro lado del semicírculo formado.
-¿Ya te rindes? –preguntó Lynn con una sonrisa socarrona.
-Ya gané –respondió su contrincante con una sonrisa confiada.
La sonrisa de Lynn desapareció al ver como Ronnie Anne levantó su mano aferrando una cinta roja. De inmediato bajó la mirada hacia su cuerpo, y pudo ver que en lugar de su propia cinta, se encontraba una larga serpiente con escamas amarillas. El reptil la saludó sacando su lengua bifurcada.
Lynn palideció antes que su piel se tornara de un color verde claro. Dio un salto que por poco alcanza el techo de vidrio, mientras se arrancaba la serpiente de un tirón y la arrojaba hacia el público. La gente salió arrancando con gritos de pavor, mientras Lynn caía al suelo y terminaba rodando como si estuviera apagando un fuego imaginario. Mientras, Ronnie disfrutaba el momento lanzando una larga risotada.
-¡¿Cómo se te ocurre hacerme eso?! –gritó Lynn poniéndose de pie furiosa-. ¡Apuesto que usaste la magia Woo Foo porque sabes que no me puedes ganar en fuerza! –agregó ofendida cruzándose de brazos.
-No usé magia –replicó la chica lanzándole la cinta-. Solo soy rápida.
-¡¿Entonces de dónde sacaste la serpiente?! –replicó Lynn furiosa apuntando hacia la dirección en donde se encontraba el reptil. Estaba rodeado por dos hombres que intentaban cazarla con equipo especializado.
-De la tienda de mascotas –Ronnie apuntó hacia una dirección detrás de Lynn. Tras voltearse, la chica pudo ver una pequeña tienda de mascotas desde donde dos personas más salían llevando una jaula para encerrar a la serpiente.
Lynn le regaló una mirada de furia mientras su contrincante intentaba controlar a duras penas su risa.
La furia de Lynn se hubiera extendido por más tiempo si no fuera porque fue bruscamente interrumpida.
-¡Hola Lynn! –la aludida se volteó y se encontró cara a cara con Leni.
-¿Leni? ¿Qué haces acá? –preguntó extrañada.
Pudo ver a su hermana aproximarse hacia ellas acompañada de sus tres amigos del trabajo.
-Vine a ver a Yang –respondió con simpleza-. ¿Está aquí?
-Debe estar allí adentro –respondió Lynn apuntando hacia la entrada del local con su pulgar.
-¡Oh! Ya veo –contestó su hermana.
El grupo se encontraba dirigiendo hacia la entrada cuando a Lynn le cayó la intriga.
-Un momento, ¿acaso lo conoces? –le preguntó extrañada.
-Síp –respondió con una sonrisa-. Estoy saliendo con él.
-¡¿Qué?! –exclamó impactada- ¡¿Estás saliendo con el Maestro Yang?!
-¡Ay sí! Estoy saliendo con él –respondió divertida por la reacción de su hermana-. Estamos empezando una relación poli…
-Parece que no está aquí –las interrumpió Max, quien fue el primero en percatarse que las luces se encontraban apagadas.
La impresión se repartió en el resto del grupo. Fiona se percató de un cartel pegado en la puerta y se acercó a leerlo.
-Clases suspendidas. Todas las clases se encontrarán suspendidas hasta nuevo aviso. Nos encontramos en una misión Woo Foo secreta. Disculpen las molestias. Firman, Maestros Yin y Yang.
-¡Rayos! ¿Por qué no avisan? –exclamó Lynn frunciendo el ceño y cruzándose de brazos.
-¡¿Qué?! ¿En dónde puede estar? –exclamó Leni con confusión.
-¿Una misión Woo Foo secreta? –Fiona se volteó en busca de respuesta.
-Bueno, a veces sale con su hermana a algunas misiones Woo Foo –respondió Leni en tono pensativo-, pero siempre avisa. ¿Qué habrá pasado esta vez?
-¿Habrá sido algo de última hora? –propuso Max.
-¡Ay cielos! –Leni empezó a desesperarse mientras caminaba alejándose del grupo-. ¡Quizás cuánto tiempo vaya a pasar antes de volver a verlo! ¿Y si es algo realmente grave? ¿Y si no regresa nunca más? –se volteó hacia el grupo con los ojos llorosos-. ¿Y si no alcanza a disculparse con Millie? –agregó con un grito ahogado.
-Ya, tranquila –se acercó Fiona con un tono conciliador-, seguro tendremos noticias de él.
-¡Sí! –agregó Lynn con optimismo-. Además el Maestro Yang es poderoso. Seguro regresará sano y salvo en un par de días.
Leni no pudo menos que sonreír ante aquellas palabras.
La hora de almuerzo arribó sobre la ciudad. Millie y Franco eligieron el restaurante de Bill El cangrejo para almorzar. Había una oferta de cien pinzas de cangrejo por cincuenta dólares. Los viernes se tomaban su tiempo para almorzar, así que no encontraron problemas en acabar tamaño pedido.
-Eso fue básicamente lo que pasó –Millie acababa de desahogarse contándole todo lo que le había pasado desde la tarde anterior.
En la medida en que iba relatando, se había dado cuenta de lo mucho que había pasado. Su pelea con Yang, su repentina desaparición, el problema con su hermano, su pelea con Dennis... Eran tantas cosas que aquella mañana simplemente no pudo concentrarse. No alcanzó a terminar su requerimiento asignado. Borró accidentalmente una tabla de la Base de Datos del sistema de gestión del personal. Se vio obligada a rellenarla con datos que tuvo que ir recopilando recorriendo todo el edificio. Eso sin contar con las peleas con su jefe producto del incidente. Para colmo, mientras por fin traspasaba los datos al computador, una rata había roído el cable de alimentación, provocando un cortocircuito en su computador, borrando todo avance que llevaba. El único consuelo era que la rata había muerto en su hazaña. Había sido sin duda la peor de sus mañana. No quería ni pensar en regresar a trabajar aquella tarde.
-Vaya, sí que fue horrible –comentó Franco con voz grave dejando una de sus pinzas de cangrejo en el aire.
-No sé cómo lo voy a hacer para soportar esto –agregó con un suspiro.
Al chico se le partió el corazón verla así. Sabía que ella era fuerte, pero la vida parecía querer ponerla a prueba. Quería tenderle una mano, darle un apoyo, algo para que esa carga no fuera tan pesada.
-¿Te puedo decir algo? –se atrevió el chico.
-Sí, dime –la chica centró su vista en él.
Franco tragó saliva. Sentía que estaba llegando demasiado lejos.
-Encuentro curioso que a pesar de no tener mucha paciencia con la gente, le tienes demasiada paciencia a Yang.
Millie abrió sus ojos cargados por la sorpresa.
-¿Tú crees? –preguntó confundida.
-Sí –respondió temiendo arrepentirse-, digo, le perdonaste una infidelidad, aceptaste tener una relación poliamorosa con su amante, luego él se cree con el derecho de celarte, y cuando más lo necesitas desaparece.
El silencio fue sembrado entre los dos. Los nervios afloraron en Franco. Por consejo de su amigo, decidió comenzar a ser más directo con Millie. Temía haberse pasado de la raya, pero en el fondo era lo que creía. Esto sumó una extraña tranquilidad en su ser. A diferencia de lo que él imaginaba, la chica se encontraba pensando en aquellas palabras. Eran palabras duras, pero sin un ápice de falsedad.
-Tienes razón –aceptó finalmente.
La sorpresa de Franco no se hizo esperar.
-Lo que no entiendo es por qué lo hago –agregó sin dejar de meditar en aquel hecho.
-Solo creo que él no te merece –agregó el chico aprovechándose de su suerte.
Volvió a sentir la veracidad en sus palabras. Podía ser simplemente el arrastre de su enojo con el conejo, pero cada vez se convencía más de que estaba arriesgando más en Yang de lo que merecía. Las palabras de Franco eran un reflejo de aquello.
-Pero al final del día, eres tú quien toma sus decisiones –agregó el muchacho al sentir que los nervios habían superado a su seguridad-. Sé que sabrás tomar la mejor decisión para ti.
Millie simplemente le sonrió al chico, sonrisa que se vio reflejada en el rostro de Franco.
-La verdad no sé qué haría sin ti –le dijo. Aquella frase creó un rubor rosa en el rostro del chico.
-Y siempre puedes contar conmigo –se adelantó a responder con nerviosismo-. Si por ejemplo… necesitas distraerte esta tarde, pues podemos ir a algún lado después del trabajo. ¡Es viernes! Podemos encontrar algo divertido.
-¿Es una cita? –cuestionó la chica.
-¡No! ¡No! ¡No! –farfullo nervioso-. Es solo una salida, los dos, juntos –la pinza de cangrejo voló de su mano hasta el otro extremo del restaurante.
-Si Yang no da señales de vida para esta tarde, podemos salir un rato –respondió Millie con una sonrisa.
A pesar de haber sido relegado a una segunda opción, a Franco no le importaba. Era una opción. Sentía que había llegado más lejos de lo que había soñado.
