Polidrama - Capítulo 14
-Buenas tardes, lamento el retraso –Yin ingresó al comedor y se instaló en un asiento vacío junto a su padre con un plato de sopa humeante.
La coneja sentía más que incomodidad en aquel momento. No era tan solo el hecho de haber llegado tan tarde, sino porque la había pillado su hermano y sus novias. Esperaba tras salir aquella noche regresar lo más pronto posible y ayudar a su padre con el almuerzo. Más no contaba con pasarla tan bien con el pollo que simplemente terminó quedándose dormida. Apenas vio la hora y descubrió que era más de mediodía, se apresuró en arreglarse y regresar lo más pronto posible a casa. Tenía la vaga esperanza de pasar desapercibida. Lamentablemente, resultó de la peor forma que pudiera imaginarse.
-Hola Yin –contestó su padre con tranquilidad-, Millie justo nos estaba contando de la tienda de su padre.
-Sí –respondió la aludida-, mi papá tiene una tienda de antigüedades al norte de la ciudad. Se llama La casa del canje.
-¿Es una tienda de trueques? –preguntó el panda con interés.
-Aceptan trueques como medio de pago –respondió la chica-. Básicamente mi papá compra, vende e intercambia todo tipo de tesoros y antigüedades.
-¿Y qué cosas tiene allí? –insistió el panda.
-Le he visto literalmente de todo –contestó Millie-. Cuadros, trofeos, medallas, libros, muebles, antigüedades en general, revistas, periódicos, máquinas raras, cascos, vajillas, armas…
-¿Armas? –le interrumpió su suegro.
-Espadas, arcos, flechas, granadas, municiones, le fascinan las reliquias de la primera guerra mundial –respondió Millie-. También le gusta coleccionar elementos mágicos, como amuletos, varitas, coronas, medallas, libros. Eso es lo que más le ha llamado la atención en los últimos años.
-¡Vaya! Me pregunto si tendrá algún elemento Woo Foo –dijo el panda meditando.
-No lo sé –contestó Millie-, pero si quiere puede ir a visitarlo. Tengo la dirección justo aquí –la chica empezó a revisar su cartera que tenía colgada en el respaldo de su asiento.
-No sería mala idea –contestó Yo-. Tengo algunos cachivaches en el sótano que podrían interesarle.
-¡Maestro Yo! –intervino Yin sorprendida-. ¿No se supone que ahí tenemos las pocas armas Woo Foo poderosas que nos quedan?
-No todo lo que tenemos ahí nos sirve –contestó su padre tras servirse un par de cucharadas de su plato-, además algunas de las armas están rotas. ¿Tu padre no repara antigüedades de casualidad? –agregó dirigiéndose a Millie.
-La verdad es que no –respondió un tanto nerviosa-. De seguro le dirá que sí, pero es probable que quede peor de cómo estaban.
-Es suficiente para mí –respondió el panda con una sonrisa.
-Aquí está –Millie le extendió una tarjeta al Maestro Yo, quien se la recibió con una sonrisa-. Son los datos de la tienda.
-Muchas gracias –respondió.
El silencio se instaló entre los hablantes, acompañado solamente por el golpe de la loza. El panda observó con detención la tarjeta de cartón.
-¿Ese sector no es donde estaba Bootsville? –preguntó sin despegar la vista de su tarjeta.
-Sí –contestó la chica tras probar un par de cucharadas de su sopa-, mi familia y yo éramos de allá. Nos mudamos a un departamento al centro de Anasatero hace cuatro años, pero la tienda de papá sigue en el norte.
-Entiendo –respondió el panda dejando la tarjeta junto a su plato.
A Yin le llamó la atención aquel último dato, relacionándolo de inmediato con lo que sabía respecto de Coop. ¿Acaso se fuero de allí por…? Volteó su vista hacia Yang, quien le regaló una rápida mirada de complicidad.
-¿Y cómo ha sido el cambio de ambiente? –prosiguió el panda-. Digo, ¿tuvieron la suerte de conseguir una casa en el centro? Supe que las casas son esquivas por ese lado, y lo que abunda son los departamentos.
-Es cierto –respondió Millie-. Nos conseguimos un departamento en Las Colmenas del Pato. Fueron de los primeros que se construyeron. Son muy amplios en comparación con los del Edificio Departamental. Allí aún vive mi padre con mi hermano. Lo difícil fue ya no tener un jardín donde respirar.
-Me imagino –respondió el panda con una sonrisa-, es por eso que jamás me iría a vivir al centro. En esta zona tengo espacio más que suficiente para respirar y vivir –agregó con una risotada.
El almuerzo prosiguió con los comensales atentos a sus platos, hasta que Yin interrumpió:
-Lamento si me pregunta ya se conversó antes de que yo llegara, pero tenía la curiosidad de saber cómo fue que decidieron iniciar esta relación poliamorosa.
El silencio se hizo absoluto en la mesa. El Maestro Yo arqueó una ceja mirando a sus invitados. Yang se quedó repentinamente sin respiración. Millie le dio una mirada a Leni, con la pregunta de qué va a pasar ahora. La chica le sonrió y tomó la palabra.
-¡Oh bueno! Es una historia muy interesante –respondió con naturalidad-. Básicamente yo me acerqué a Yang, quien estaba ya con Millie. Me contó lo indeciso que estaba, y le propuse que podíamos iniciar una relación poliamorosa. No tenía necesariamente que tomar una decisión, que nadie le estaba obligando a nada. Claro, debido a la cultura monógama existente en esta sociedad, les costó un poco entender de qué estaba hablando. Pero finalmente el amor triunfa, y descubrimos que este viene en todas sus formas y colores. Un buen día nos atrevimos, nos lanzamos, y aquí estamos –finalizó con una risilla.
El discurso fue largo y difícil de creer. El Maestro Yo comenzó a rascarse una oreja mientras aclaraba la explicación. Yin los observaba incrédula ante tan fantasiosa historia, analizando cada hilacha con tal de desenredar la verdad. Millie apretó su cuchara. Hasta para ella le era difícil todavía tragarse toda esa historia. Yang la observó con temor, temiendo que aquel discurso cambiara el parecer de su padre. Leni los observaba a todos. El tiempo en silencio aumentaba sus nervios.
-A ver si entendí –intervino el panda rascándose con un tenedor-, Yang primero estaba con Millie, ¿no es verdad?
-Este… sí –respondió el conejo meneando con fuerza sus pies debajo de la mesa.
-Y después apareciste tú –continuó mirando a Leni.
-Ajá –Leni asintió con la cabeza.
-Y le propusiste primero a él lo del poliamor –continuó el panda.
-¡Sí! –respondió Leni meditando cada palabra a decir-. Él se estaba creando un dilema que a fin de cuentas no es tal. Aceptando que es posible amar a dos mujeres al mismo tiempo todo se le haría más fácil.
-¿Es posible amar a dos mujeres al mismo tiempo? –intervino Yin en un tono que le salió sarcástico sin proponérselo. Su padre la observó con sorpresa. En el fondo él tenía la misma pregunta, pero más bien por cortesía no se atrevía a formularla.
-¡Por supuesto! –exclamó Leni-. No todo el mundo nació para amar a una persona en exclusividad para toda la vida. De hecho eso me suena muy egoísta –espetó-. Si logras comprender lo que realmente es el amor, te darás cuenta que no lo puedes atar a ninguna regla terrenal. Es la llave de la libertad.
-Sí pero… -lanzó Yin sin saber cómo continuar. El discurso de Leni era demasiado bello, invitando a confundirla aún más.
-Vaya, no lo había pensado de esa forma –intervino el Maestro Yo-, realmente tus valores, y tus sentimientos, son hermosos.
-Gracias suegrito –le respondió con una sonrisa.
El silencio prosiguió con la entrada del siguiente plato. Era una porción de espagueti con albóndigas. Yin y el Maestro Yo se encargaron de servir la mesa. La incomodidad había llegado por lo menos a Yang y Millie. Leni también terminó contagiada. Temía que su actuación no fuera suficiente como para aferrarse a algo que había perdido por una estupidez, contrariando su discurso. Los observaba con atención, buscando algún síntoma de la profecía de la señorita Mushroom.
-Ah, lo que puedes hacer con una tarjeta de crédito –comentó el panda instalándose a la mesa.
-Entonces, entendiendo un poco más lo que pasó –Yin regresó a las andadas-, Yang primero inició una relación con Millie, ¿verdad?
-Sí –Leni contestó tras notar que nadie más lo iba a hacer.
-Y luego te conoció a ti –prosiguió Yin.
-¡Sí! –exclamó con emoción-. Fue en el parque una tarde hace tres meses. ¡Fue sin duda un amor a primera vista!
-See –intervino el conejo-. Terminaste chocando frente a mí con tu helado.
-¡Ni me lo recuerdes! –prosiguió Leni alegre-. Me dijiste que te manché tu camiseta favorita.
-Y el chocolate no se quita con nada –agregó Yang.
Por primera vez desde que su hermana se había instalado en la mesa es que Yang pudo sonreír.
-Desde entonces empezamos a conversar, y a vernos –prosiguió Leni con su historia.
-Como… ¿amantes? –inquirió Yin luego de comerse una albóndiga.
No pudo evitar voltear a mirar a Millie. Su mirada inquisitiva cargada de seriedad le informaba que estaba poco a poco cruzando la línea.
-¡Ah! ¡Amantes! ¿No es lo más hermoso cuando el amor prospera? –respondió Leni volteándose al panda. Esta vez actuaba con indiferencia. No pensaba en responsabilizarse por lo que estaba a punto de surgir.
-Lo que no entiendo es cómo fue que terminaste aceptando todo esto –Yin se dirigió a Millie-, digo, no cualquiera permitiría que su novio saliera con su amante de forma tan… expuesta.
La mirada asesina de Yang recayó sobre ella, quien fingió no haberlo notado. Leni no se atrevió a responder. Sentía que la interpelación era directa contra Millie. En el fondo también quería saber si el amor era mayor que los rencores.
-¿Permitir? ¿Qué es lo que tendría que permitir? –respondió la aludida con cierto sarcasmo.
-No lo sé –respondió en el mismo tono la coneja regresando su vista al plato-, solo digo que alguien que sabe lo que vale, no permitiría ese tipo de atropellos.
Era una ofensa, sutil, pero potente. Leni se cubrió la boca para evitar mostrarse tontamente sorprendida. El panda desvió la mirada, fingiendo no encontrarse en la mesa. Yin levantó la vista, iniciando una lucha de miradas contra Millie. Yang terminó por mosquearse.
-¡Yin! ¡Basta! –exclamó-. No permitiré que le faltes el respe…
-Tranquilo –lo interrumpió Millie mostrándole su palma-, no podemos molestarnos con gente que simplemente no tiene intenciones de entender.
El silencio se volvió de un tono denso. Leni sonreía nerviosamente. La lucha de miradas prosiguió entre ambas chicas. Yang pretendía unirse, pero era ignorado por ambas. El Maestro Yo terminó su plato, y se encontraba relamiendo la salsa que le quedaba.
-Por cierto, ¿qué es eso? –Millie entrecerró los ojos, observándola con una atención que la puso nerviosa.
-¿Qué cosa? –preguntó la coneja confundida.
-Eso, que tienes en el cuello –respondió apuntando hacia ella-. Parece un… ¿es un corte?
-¿Un corte? –respondió sonando inevitablemente alarmada mientras comenzaba a tocarse el cuello con su mano derecha. Pronto pudo percibir la cicatriz de un tajo de unos diez centímetros que bajaba desde debajo de su oreja hasta la mitad de su garganta.
Rápidamente se volteó hacia el resto de los comensales. La mirada iracunda de su hermano pasó al de la sorpresa. Leni la observaba con confusión. Su padre regresó al presente abriendo completamente los ojos. Ella no podía creer que esa chica lo hubiera notado. Había pasado desapercibido todo el tiempo debido a que la cicatriz se encontraba oculta bajo el pelaje. La confusión y el temor regresaron a su rostro.
-Yin, ¿dónde rayos estuviste metida anoche? –lanzó Yang su pregunta.
-Este –sus nervios habían regresado. Se sobaba la cicatriz con la esperanza de hacerla desaparecer-… tuve un pequeño accidente, pero no fue nada grave –se volteó hacia Millie, quien celebraba su triunfo con una sonrisa.
-Y por casualidad… ¿ese accidente involucra a un pollo? –cuestionó Yang con sarcasmo.
Yin enmudeció. Yang terminó por largarse a reír ante su nula respuesta. Millie se hubiera sumado si no fuera porque aquello último la había cargado de intriga.
-Creo que iré por el postre –intervino el Maestro Yo poniéndose de pie. Yang calmó su risa, pero se notaba que hacía un esfuerzo por controlarla.
Aquel almuerzo había terminado siendo pesado para Yin. Se tiró sobre su cama una vez que se marcharon las visitas. No tenía tanto problema con la relación poliamorosa de su hermano, es solo que le desagradaba Millie. Le había desagradado desde el primer momento de haberla conocido. Aún se preguntaba cómo pudo notar la cicatriz mientras nuevamente se la sobaba. Era lo que se podría considerar un chupón pero con un pico de ave. A ella no le gustaba que le hicieran eso, pero en medio de la pasión del momento era inevitable. Aunque obviamente le dolía, era un dolor que aportaba al placer de una noche de sexo. No podía evitar sonreír al recordar la noche anterior. Aun así, sabía de las consecuencias de un corte como ese. Intentó ocultarlo como pudo, pero Millie sorprendentemente pudo descubrirlo. Al parecer, a pesar de esa evidente miopía, tenía una muy buena vista.
El tono de su teléfono cortó sus pensamientos. Se volteó y lo recogió de su mesita de noche. Era un mensaje por Whatsapp de Coop:
Hola!, mira, tuve un asunto urgente que atender y no podré salir esta tarde. Lo dejamos para otro día?
-¡Chiwa! –exclamó palmeándose la cara. Había olvidado la cita con el otro chico.
Pronto recordó todos los detalles. Recordó al chico que poco a poco terminó por quitarse todos los vendajes, su sonrisa sincera, su mirada azul, su historia… su trágica historia. Sabía que a esta altura debería seguir tragándose la noticia de Fiona. Sonrió por un momento al recordar la sorpresita que le dejó en su departamento, pero luego su sonrisa desapareció al concluir que eso no era prioridad ahora.
¿Qué pasó? le envió de regreso.
A los pocos segundos contestó:
Es personal
¿Estás bien? insistió Yin.
Si
No podía evitar imaginárselo deprimido tras todo lo que se había enterado. No podía evitar sentirse mal por eso. Quería poder hacer algo para que por lo menos se olvidara de sus problemas.
Hoy vino tu hermana a mi casa intentó atraer su atención.
Vio que él seguía en línea por un largo instante, hasta que finalmente se decidió por responder:
Que?
Vino con Yang y su otra novia, era un almuerzo que mi padre organizo le envió de regreso.
La respuesta tardó aún más en llegar. La sorprendió con una llamada telefónica.
-¿Yin? –fue lo primero que pudo escuchar apenas contestó. La coneja de inmediato se sentó sobre su cama.
-¿Coop? –respondió ella.
-Hola –respondió el muchacho con nerviosismo-, este… ¿cómo estás?
-Bien, ¿y tú?, ¿cómo estás? –se apresuró en responder.
-Bien, aquí –respondió en un tono que no logró convencer a la coneja.
-¿Estás seguro de que estás bien? –se lanzó.
-Sí –insistió el muchacho-, ¿por qué lo preguntas?, ¿acaso Millie dijo algo? –agregó nervioso.
-No, por nada –se apresuró en responder.
El silencio atravesó la llamada.
-Por cierto, sobre lo de esta tarde… -habló Yin.
-Este…yo… -para Coop le era más difícil negarse por una llamada que por chat. Tenía pensado hablar por teléfono sobre la visita de Millie a casa de Yin.
-¡Vamos! ¡Te hará bien! –insistió Yin-. Además podemos conversar sobre el almuerzo de hoy.
-Está bien –aceptó finalmente.
-¿Te parece hoy a las cinco en la Mesa de Lynn? –propuso la coneja.
-Está bien –aceptó Coop-, nos vemos hoy a las cinco –no pudo evitar sonreír ante aquel panorama.
De inmediato, la coneja se preparó para su cita. No podía evitar sentir la emoción del encuentro sin siquiera darse cuenta de lo que estaba sintiendo. Simplemente esperaba volver a encontrarse con él. Se pasó gran parte de la tarde buscando la tenida perfecta para la ocasión. Quería mostrar lo mejor de ella sin exagerar. Quería mostrar su belleza, pero sin olvidar que solo se trataba de una salida sencilla. Quería dejar una mejor primera impresión que borrara el encuentro de la semana anterior. Era un objetivo confuso, que dificultaba su elección.
Finalmente se decidió por unos jeans claros ajustados y una camiseta verde oscuro de mangas anchas y con vuelos. Tras verse al espejo, aceptó que el conjunto era bastante sencillo, pero que lograba resaltar sus cualidades. De todas formas le era imposible no resaltar con su metro setenta y cinco de estatura. Le sonrió a su reflejo, para luego tomar su cartera y verificar la hora en su teléfono.
-¿A dónde vas? –su padre la divisó a medio camino desde su sillón.
-Tengo que salir urgente –se disculpó descorriendo la puerta.
-Un momento –con esa frase el panda la congeló en la mitad de sus intenciones.
El Maestro Yo se acercó paso a paso hasta su hija. Lo hizo con una pasividad tal que ella logró imaginar que no venía con intenciones de críticas.
-¿A dónde vas? –volvió a preguntar.
-Iré a reunirme con Lina –mintió.
-Bien –aceptó afirmando con la cabeza.
-Volveré temprano –respondió su hija.
-Eso espero –le dijo el panda.
Puede que su padre no le hubiera recriminado lo hecho, pero si sabía cómo infundir la culpa. Él confiaba en sus hijos. Sabía que ellos estaban al tanto de lo correcto y lo incorrecto. Ella en particular lo había internalizado de pequeña. Sabía que Coop no era una buena opción para ella, pero no podía evitar regresar a sus alas. En la mirada de su padre simplemente se podía leer un no lo vuelvas a hacer. Probablemente sea la misma filosofía aplicada sobre su hermano y su historia poliamorosa. ¿Juzgar? Ella lo juzgaba, mientras tenía un tejado de vidrio. Se descubrió frente a su propia hipocresía.
Cuando llegó al restaurante, se encontró con que el chico había llegado. Coop se encontraba instalado en una de las mesas con una camiseta estampada bajo una chaqueta roja de algodón. Apenas la vio, se paró a su encuentro. Al ponerse de pie pudo notar unos pantalones anchos color marrón y cubierto de bolsillos.
-¡Hola! –exclamó apenas al verla.
-Hola –la coneja le sonrió-. Me alegro mucho volver a verte, especialmente fuera del hospital.
El chico le sonrió nervioso mientras la invitaba a tomar asiento. No entendía por qué se sentía así. Le hormigueaban los brazos y le palpitaba el corazón. La Yin que había llegado lucía completamente diferente a la que había conocido en el hospital.
-Te tengo algo –le anunció el chico revisando su bolso que tenía guardado a un costado de su asiento.
Antes de que ella pudiera preguntarle qué era, él sacó un tazón que pudo reconocer de inmediato. Solo puedo adelantar que era amarillo y con la cara de un patito.
-¡Mi tazón! –exclamó sorprendida mientras lo recibía.
-Se te quedó en la última visita –el chico le sonrió-. Te lo guardé hasta que nos volviéramos a ver.
-¡Gracias! –exclamó mientras revisaba el tazón. No podía creer que primero, se le hubiera quedado, y segundo, tenerlo nuevamente entre sus manos.
-Y bueno –Coop la miró con inquietud-, ¿qué pasó?
-¿Sobre qué? –preguntó confundida.
-Bueno, me dijiste que hoy fueron a almorzar a tu casa –le explicó el chico.
-Sí…
Yin no alcanzó a continuar cuando fue interrumpida. De la nada se apareció Leni a su lado, tocándole el hombro. Eso la alertó en un primer instante. Actuando con sus reflejos, le sujetó el brazo con firmeza, a la espera de cualquier reacción de un eventual atacante.
-¡Yin! ¡Necesito tu ayuda! –exclamó con desesperación.
-¿Qué ocurrió? –preguntó confundida soltándole el brazo.
Leni tomó aire, y se lanzó:
-Resulta que anoche un desconocido encapuchado me pagó en el restaurante con un sobre de una poción de amor en polvo que decidí usar en Yang y Millie porque ellos dos se han estado peleando mucho últimamente al punto de que Yang se fue de la casa durante la semana y yo no quería eso ¡no señor! Pero la señorita Mushroom me advirtió demasiado tarde de que con ese hechizo ellos dos me van a echar del departamento y comenzar una relación obsesiva que les podría costar la vida ¡en cualquier momento va a surtir efecto! Y no quiero que me echen del departamento, esto es lo más importante que he tenido en toda mi vida y no me quiero quedar sola… ¡Por favor ayuda!
A esa altura del partido Leni presionaba con fuerza el hombro de Yin mientras le mostraba a centímetros de su cara el sobre con el hechizo en polvo que había recibido.
-¿Qué? –Coop intervino completamente confundido.
En eso Yang y Millie entraron al restaurante, y se acercaron a la mesa en donde se encontraban nuestros amigos.
-Leni, ¿qué sucede? –preguntó Yang preocupado.
-Este… hola –Leni se volteó con temor y fingiendo una sonrisa. Yin se quedó detrás de ella revisando el sobre recibido.
-Coop, ¿qué haces aquí? –Millie se percató de la presencia de su hermano.
-Eh, bueno, yo –el chico se encontraba doblemente confundido que hace tan solo un instante.
-Leni, ¿dónde se encuentra el baño en este restaurante? –Yin intervino poniéndose de pie.
-¿El baño? –preguntó la chica volteándose hacia la coneja.
-Sí –Yin afirmó con la cabeza.
-Bueno, se encuentra al fondo por ese pasillo –respondió confundida la chica apuntando hacia un pasillo iluminado con luces azules-. El de hombres está a la izquierda y el de mujeres a la derecha.
Hubo un corto silencio entre todos los involucrados, interrumpido por el ruido de unas tripas.
-Auch –Yang fue el primero reaccionar sujetándose con fuerza el estómago.
Millie lo imitó de inmediato. El dolor de estómago les llegó de golpe, como si acabaran de recibir un cañonazo.
-Este… yo… -el conejo pegó la carrera directo por el pasillo que Leni le acabada de indicar. Millie le siguió casi chocando con su espalda. En breves instantes Coop, Yin y Leni quedaron a solas.
-¿Qué rayos fue eso? –preguntó Coop entre confundido e impresionado.
-Simple –contestó Yin devolviéndole a Leni el sobre-: tu hechizo había vencido por lo menos hace tres meses atrás. Cuando estos hechizos vencen, pierden todo efecto mágico. En el peor de los casos pueden provocar un serio caso de diarrea.
Leni recibió el sobre sin dejar de ver a Yin con su rostro cargado de impresión.
-¡No lo puedo creer! ¡Eres increíble! –exclamó regalándole un repentino y efusivo abrazo-. ¡Mi suegrito ya había dicho que eras una poderosa hechicera mágica!
-¿Lo hizo? –respondió la coneja aún confundida por la reacción de la chica.
-¡No puedo creer lo increíble, poderosa e inteligente que eres! –prosiguió la chica aún emocionada.
De improviso, Yin se la arrancó de encima de un solo tirón de su magia. Sujetó el cuello de su vestido con una luz celeste cielo que provenía de su mano. La mirada de furia de Yin apagó de inmediato la emoción de Leni.
-Escúchame bien –le advirtió en tono amenazante-, si vuelvo a enterarme le que diste a mi hermano alguna otra pócima, o le aplicaste aunque sea el más leve de los hechizos, te juro que haré tu vida una miseria tan infernal que desearás no haber nacido.
-Está bien –respondió con voz temblorosa regalándole una sonrisa nerviosa-, sin hechizos ni pociones ni nada de magia.
Repentinamente Yin la soltó empujándola hacia atrás. Luego, regresó a su asiento.
-Te recomiendo que vayas a ver qué necesitan –le aconsejó en un tono amable que contrastaba con la Yin de hace tan solo un instante.
-S-sí –respondió la chica nerviosa alejándose de la coneja.
