Polidrama - Capítulo 15
-¿Qué rayos fue eso?
Coop no lograba salir de su impresión. Nuestro trío poliamoroso llegó hasta donde ellos como un torbellino repentino que solo se creó para desaparecer como si nada, dejando un aire de desconcierto.
-Al parecer esa chica les dio esto –contestó Yin frente a él. Aún tenía entre sus manos el sobre vacío del hechizo en polvo.
-¿Pero por qué? –volvió a preguntar Coop confundido.
Yin se remitió a encogerse de hombros y a dejar el sobre en la orilla de la mesa.
-¿Les puedo tomar su orden?
Al voltearse Yin, una sensación de escalofríos recorrió todo su cuerpo. El terror la paralizó. Todos los pelos de su cuerpo se pararon como si fueran agujas de puercoespín. No pudo evitar dar un respingo mientras se sujetaba del respaldo de la silla para evitar caer.
Frente a ella había una chica alta, delgada y pálida. Traía el cabello negro largo, liso y sedoso, reposando sobre su espalda hasta llegar a la cintura. Traía un flequillo denso y oscuro que le llegaba hasta la nariz, cubriendo completamente sus ojos. Su vestimenta gótica protagonizada por el cuero negro solo aumentaban la impresión de un ser de ultratumba que venía a por su alma. Solo una libreta entre sus manos le indicaba que simplemente se trataba de la mesera de turno.
-Este… yo… lo siento –balbuceó la coneja aclarándose la garganta mientras se calmaba. Le dio un rápido vistazo a Coop, quien también parecía afectado por la repentina presencia.
-Suspiro –musitó la chica con voz apagada.
-¿Qué vas a querer, Coop? –le preguntó Yin intentando desviar la conversación.
-Solo quiero un expreso –respondió descongelándose del momento.
-Bien –respondió la mesera anotando la orden-. Tenemos sándwiches al plato que puede acompañar con el pastel.
-No muchas gracias –contestó el chico con amabilidad-. No tengo mucha hambre.
-Yo quiero un vaso con agua mineral sin gas –pidió Yin.
-Tenemos pastel de chocolate que puede acompañar con su pastel –contestó la chica mientras anotaba su pedido.
-Este… -Yin se vio tentada inmediatamente ante la oferta. No quería rechazarla, pero tampoco quería servirse más que Coop. Lo observó de reojo. Le devolvió una sonrisa.
-Tomaré eso como un sí –se adelantó la mesera anotando el pedido.
-Está bien –Yin le devolvió una sonrisa de amabilidad.
El silencio regresó entre ambos tras la partida de la mesera. La música suave es podía oír a través de los parlantes. El restaurante respiraba a través de la clientela que disfrutaba del presente.
-Me dijiste que Millie fue a tu casa esta mañana –Coop comenzó por romper el silencio mientras sacaba una servilleta del servilletero que había en la mesa y empezaba a doblarla con despreocupación.
-Sí –contestó Yin regresando al presente-. Fue por un almuerzo que mi padre había organizado para Yang y sus novias.
-¿Y qué pasó? –Coop la observó con interés.
¿Qué pasó? Yin tenía tanto que decir, pero cada idea la consideraba ofensiva, del mal gusto o desagradable. Había tanto y tan poco que decir. Además, no era de eso que quería hablar, y aún no se le ocurría la forma de plantear su propio tema.
-A mi padre les agradó ambas chicas –contestó.
-¿Y está de acuerdo? –preguntó Coop sin ocultar su sorpresa.
-Al menos no está en contra –respondió.
-Vaya -comentó el muchacho.
El silencio regresó a ambos. Yin comenzaba a buscar la fórmula que le permitiera explorar el interior del chico. Sabía la profundidad de su pesar. Quería ayudar, más sin dar a entender que lo sabía todo de antemano.
-¿Y qué te parece todo esto? –preguntó Coop de repente.
-¿Qué cosa? –preguntó la chica rompiendo con la burbuja de la meditación.
-Digo –los nervios de Coop regresaron-, tras lo del almuerzo, ¿crees que todo esté bien?
Era una pregunta sin respuesta. Le desagradaba completamente Millie, pero consideraba correcto hablar mal de ella frente a su hermano. Sabía que Yang no había demostrado hasta el momento un ápice de madurez que le permitiera demostrar que tomaba alguna decisión correcta. No le daba el mismo voto de confianza de su padre. Y Leni, con un discurso que le parecía sacado de las mechas. Lo anterior sumado al sobre que le había entregado recientemente… Todo olía mal para ella.
-La verdad sé que hay algo turbio en todo esto –respondió la coneja volviendo a levantar el sobre del hechizo en polvo-. Sospecho que esa chica está detrás de todo esto.
-¿Quién? –Coop arqueó una ceja.
-Leni, la otra novia de Yang.
-¿Esa chica rubia? –preguntó confundido.
-Sí –afirmó Yin-. Confesó que ella era la de la idea de la relación poliamorosa.
-Ya veo –respondió Coop sin soltar su servilleta.
El silencio regresó nuevamente entre los dos. Un silencio suficientemente largo para que la aterradora mesera regresara con el pedido. Llegó con el expreso de Coop y con el agua de Yin. Les indicó que el pastel iba a demorar un poco más.
-¿Y cómo estás tú? –esta vez fue la coneja quien tomó la palabra.
-¿Yo? Bien –respondió el chico un tanto extrañado por la repentina pregunta.
-¿Te hizo bien el remedio? –continuó la chica.
-Sí, muchas gracias –Coop se encontraba revolviendo su taza con su cuchara.
-Fue bastante rápido –continuó la chica mientras los nervios comenzaban a atraparla en la medida en que llegaba el momento de lanzarse-, no creí que en cinco días lograras ponerte de pie.
-Sí, en especial luego de partirme la espalda –Coop rio nerviosamente.
-Es verdad –la coneja ya se sentía avergonzada por aquel despropósito.
-Igual todo es mi culpa –continuó el chico-. Por culpa de eso, bueno, empezamos con el pie izquierdo –agregó jugueteando con su cuchara.
-Igual ya quedó todo en el pasado –contestó la coneja con una sonrisa nerviosa.
Ambos nuevamente se sonrieron antes de terminar desviando la mirada.
-Por cierto, ¿qué era lo urgente que tenías que hacer esta tarde que no podías venir? –Yin se atrevió a entrar en terreno desconocido.
-Pues –la tensión regresó de un golpe en el muchacho-, no era nada importante –agregó nervioso.
La coneja simplemente lo quedó mirando, cosa que simplemente aumentó sus nervios por alguna razón que no era capaz de comprender. Para aplacar su ansiedad, decidió tomar un gran sorbo de su café. Como estaba tan caliente, terminó quemándose hasta el esófago. El dolor se hizo presente inmediatamente. Se puso rojo. Apenas podía respirar. No podía gritar.
-¡Ten! ¡Toma un poco! –exclamó Yin acercándole su vaso con agua tras verlo aletear alarmado.
Sin pensarlo dos veces, el chico terminó casi vaciando el vaso a grandes sorbos.
-Está caliente –musitó devolviéndole el vaso.
Mezcla por los nervios, mezcla por el momento, el hielo se terminó por romper. Yin terminó por no aguantarse la risa y soltarla a grandes carcajadas. El chico, al verla así, terminó por ser contagiado por su risa.
-Creo que tenías razón –dijo Coop apenas logró controlar su risa-, me haría bien salir.
-Es lo mejor que puedes hacer cuando te sientes mal –respondió Yin controlando su risa-. Te hace mal quedarte encerrado cuando estás deprimido.
Aquellas palabras quedaron atravesadas en la mente del chico. Había notado algo sospechoso en ellas, pero le costaba concentrarse como para descubrir qué era.
-Sí, tienes razón –confirmó con una gran sonrisa. A esta altura había olvidado hasta la razón de por qué estaba allí.
¿Había alguna clase de sentimiento? Si lo había, él sería el último en enterarse. Lo único que tenía consiente era que Yin era una chica agradable con una mirada preciosa. Había quedado atrás aquella coneja de mirada fiera que le había partido la espalda.
Luego la conversación se volvió mucho más ligera gracias a que Yin le comentó sobre las actividades de la semana aniversario de la ciudad. Al ser presidenta del sindicato de trabajadores del centro comercial, conocía la información completa de los acontecimientos que se vendrían la siguiente semana.
-¿Cuál crees que sea la obra que elijan para la fiesta aniversario? –preguntó Coop con interés.
-No lo sé –respondió Yin concentrada en disfrutar cada cucharada de su pastel de chocolate que le había llegado en el intertanto. Desde que recibió el plato se concentró más en su sabor que en lo que decía el chico. Esto no parecía molestar al chico. Al contrario, le divertía mucho.
-Mi papá insiste en que me ofrezca de voluntario este año –prosiguió no sin antes regalarle una sonrisa-, aunque dudo que me elijan. No soy muy bueno con eso de la actuación.
-Yo quería participar –respondió Yin mientras arrancaba otro pedazo a su pastel-. El año pasado quería el papel de Ofelia en Hamlet, pero no me lo dieron.
-¿Este año vas a postularte? –cuestionó el muchacho con interés.
-Me encantaría –respondió Yin mientras se comía otro enorme trozo de pastel-, aunque también tengo curiosidad sobre qué obra van a presentar. Sé que el año pasado querían presentar "Esperando a Godot". Tal vez la presenten este año.
-Me suena –Coop no pudo evitar notar que ella se había manchado su mejilla con un poco del chocolate de su pastel-. Cuando iba a la secundaria, el club de teatro presentaba una obra a fin de año. Recuerdo que cuando estaba en último grado presentaron "El rey y yo".
-¿Cuál es esa? –preguntó Yin con interés mientras relamía su cuchara. El chico apenas podía controlar su risa, mezcla de la situación, mezcla por las mariposas en el estómago.
-Una historia que nadie sabe de dónde salió y que se puso de moda hace unos años –contestó-. Habla de un rey que se enamoró de una mujer que lo estafó y le quitó su reino.
-Vaya, parece dramático –comentó Yin.
-De hecho es una comedia –respondió Coop-, porque el rey pierde todo de manera muy estúpida.
-¿En serio?
-¡Sí! –exclamó el chico intentando probar su café por segunda vez-. Recuerdo que Dennis hizo del rey Yakko esa vez.
-¿Dennis? –preguntó intrigada.
-Es mi amigo –le explicó-, el que es asiático, cabello negro, y…
-¡Ah! –exclamó la chica-. Sí, me topé una vez con él. No me esperaba que le gustara actuar.
-Le sale especialmente bien ese papel –comentó tras beber la mitad de la taza de expreso.
-¿Y quién hizo de la princesa? –preguntó Yin con curiosidad.
-¡Ah! ¿La princesa Violet? Pues… -la sonrisa de Coop desapareció tan repentinamente que alertó a la coneja. Sin querer queriendo, había caído en el tema del cual quería rehuir durante aquella salida.
-¿Ocurre algo? –preguntó Yin con preocupación.
-No, tranquila –respondió con rapidez-, es solo que me acordé que tenía un pendiente –agregó nervioso poniéndose de pie.
Era un tema demasiado privado como para tratarlo con ella. Simplemente no quería involucrarla.
-¡Espera! –Yin también se puso de pie-. Si quieres te acompaño.
-¡No! –exclamó Coop sin poder evitar sonar asustado-. Digo, vivo un poco lejos y supongo que tienes cosas que hacer –agregó intentando arreglar su exclamación.
-¿Dije algo malo? –cuestionó la coneja preocupada. No se tragaba para nada esa excusa barata.
-No, no, tranquila –tartamudeó sin siquiera mover un solo paso hacia la salida como se esperaba-, es solo que… debo irme.
Por más que lo deseaba, no se movió. Los segundos transcurridos lo delataron. Yin, con la mirada, quería decirle que lo sabía todo. Era Fiona, ¿no? Ella era esa princesa, ¿no?
¿Qué tan profundo es el daño que te hizo?
-Quiero que sepas que si necesitas desahogarte, puedes contar conmigo –le dijo Yin con suavidad.
Aquella sonrisa era hermosa. El miedo aumentó vertiginosamente. El contraste con el contexto le dio suficiente energía como para huir de ahí. No lo pensó dos veces. A grades zancadas, abandonó el restaurante, dejando tras de sí una sensación de amargura y desconcierto en Yin. Lentamente, la coneja regresó a su asiento, intentando procesar lo que acababa de ocurrir.
La repentina aparición de la mesera la espantó de sobremanera.
-La cuenta –informó desplegando el documento sobre la mesa.
-Oh, sí, claro –Yin se bajó de la silla. Sin querer, había terminado allí.
Yin estaba sacando el dinero de su billetera cuando la mesera la interrumpió:
-Stendhal dijo una vez El amor es una maravillosa flor, pero es necesario tener el valor de ir a buscarla al borde de un horrible precipicio.
Yin se detuvo en seco, y observó extrañada a la mesera.
-¿Disculpe?
-Son cinco con noventa y cinco –aclaró.
La coneja se quedó un instante meditando con su mano al interior de su monedero. Juraba haberle oído algo sobre el amor. La esencia tétrica de esa chica la invitaba a pagar y arrancar de allí ojalá sin cuestionar nada de lo ocurrido.
A unos cuantos metros de distancia, un Coop recorría las calles de la ciudad sin un rumbo fijo. Poco a poco se fue calmando. No quería darle la razón a Dennis. La historia de Fiona había quedado en el pasado. Bueno, pues su comportamiento no lo demostraba. Lo peor fue que había dejado abandonada a Yin de esa forma. Tal vez se había enojado con él. Tal vez ya no podría volver a dirigirle la palabra. ¡Cielos! Ya no tendría información sobre lo que le podría estar pasando a Millie en su relación poliamorosa. Tras detenerse en medio de un parque, se percató que eso no le importaba realmente. Como siempre, Dennis tenía razón. Ella estaba grande; sabía lo que hacía. Se dio la media vuelta. Estaba en la duda sobre si regresar al restaurante o volver a su casa. Necesitaba disculparse con Yin. La vergüenza lo abordaba cada vez que recordaba lo que acababa de hacer.
-Hola.
Una voz interrumpió sus pensamientos. Para su sorpresa, Yin se encontraba frente a él. Pudo verla con una sonrisa en sus labios y las manos en su espalda.
Coop abrió la boca intentando pronunciar algo, pero sus palabras se atropellaban. Parecía como si su mente la hubiera invocado. Era un fantasma que regresaba por venganza. O un ángel que quería rescatarlo del infierno. Era todo tan repentino e inesperado. Terminó pronunciando unas cuantas palabras ininteligibles que de las cuales no se entendió nada.
-Se te quedó esto en el restaurante –le explicó Yin mostrándole una billetera de cuero que tenía escondida tras su espalda-, es por eso que te seguí.
-¿Qué? –balbuceó tocando sus bolsillos traseros. Para su sorpresa, no se encontraban abultados como lo esperaba. Tras revisar en su interior, confirmó que aquella billetera que la coneja traía entre manos era la suya. Yin simplemente le sonrió divertida.
-Gra-gracias –tartamudeó recibiendo su billetera.
-Es curioso el pendiente que debes hacer en el parque –comentó Yin con sarcasmo cruzándose de brazos.
-Este, sobre eso, quisiera disculparme –respondió el chico con nerviosismo mientras se rascaba la nuca-. No fue cortes de mi parte irme tan así del restaurante.
-No te preocupes –se apresuró Yin-, no debí presionarte –agregó distrayendo su vista con los aromos cercanos.
-Si quieres para compensarlo, te puedo acompañar hasta tu casa –se ofreció el chico guardando su billetera en donde jamás debió salir.
-Vivo a la otra punta de la ciudad –le aclaró Yin.
-¿Hasta el auto? –corrigió el muchacho.
Yin le sonrió como respuesta.
Ambos comenzaron a caminar en silencio. El ruido de los niños jugando a lo lejos, las campanas de las bicicletas, el ladrido de los perros, y los autos lejanos, hacían una excelente música de ambiente. El calor era amainado por el viento que se colaba entre ellos para perderse entre la copa de los árboles. La compañía mutua les alegraba y ponía nerviosos al mismo tiempo. El silencio sería una cuna excelente de la paz interior si no fuera porque no entendían lo que estaba pasando en el ambiente.
-¿Yin? –Coop rompió el silencio.
-¿Si?
-Tienes algo en tu mejilla.
-¿Ah?
Eran extrañas las palabras escogidas por el chico para el momento.
-Sí, ahí –respondió tocándose su mejilla derecha con el índice.
Ella prefirió sacar un espejo de mano de su cartera. Rápidamente descubrió la mancha de chocolate a un lado de su mejilla.
-¡Oh no! –musitó mientras se limpiaba la mejilla con un pañuelo desechable-. ¿Estuve así todo este tiempo? –se volteó hacia Coop.
-Eso parece –respondió sin poder controlar su risa.
-¡¿Y por qué no me lo dijiste antes?! –alegó.
-No, lo sé –la sonrisa burlona crecía en el rostro de Coop. Sonrisa que simplemente terminó por contagiarse a la chica.
Fue así como caminaron por el parque bajo la luz de los primeros rayos del atardecer.
