Polidrama - Capítulo 19
-Entonces vino Lira y nos dijo ¿Cómo es posible que existan 256 especies y ninguna de ellas sea un unicornio? luego nos contó que debatió con la maestra y que la terminaron expulsando del salón. Lily continúa intentando convencerla de que los ponis de colores no existen, pero Lira sigue insistiendo. ¡Llega a aburrir!
Dennis recorría las calles del centro de Anasatero en compañía de su hermanita. La pequeña le contaba lo ocurrido a lo largo de aquella mañana. Él la escuchaba en silencio, y asentía cuando correspondía. Acababan de devolver el carrito con el proyecto de la pequeña a la tienda de su padre. Por fortuna, se encontraba Bobby Santiago, el empleado de confianza de Dennis, quien lo escondió en un lugar donde ningún cliente pudiera elegirlo para la compra.
Dennis se encontraba en plena adolescencia cuando se enteró que recibiría un nuevo hermanito o hermanita. Fue algo que tanto a él como a Coop les impresionó. Pasaron días imaginando las cosas nuevas que podrían enseñarle a su nuevo hermanito, asumiendo que se trataba de un niño. Todo cambió cuando supieron que se trataba de una niña. Desde ese momento, Coop se encargó cada día de meterle miedo con lo desagradable que sería tener una hermana menor. Él no podía contradecirlo, puesto que había crecido junto a Coop, y por ende, junto a Millie. Ella durante la infancia solía ser la niña más desagradable que jamás haya conocido. Era molesta, egoísta, manipuladora, ruidosa. Lo peor eran sus gritos. Cuando no conseguía algo que quería, todo lo solucionaba chillando. Eran gritos que literalmente provocaban desastres naturales, sin contar con quedarte sordo una buena temporada. Imaginarse seguir viviendo con esos gritos a través de su nueva hermanita le provocaba pesadillas. Especialmente en aquellos días cuando justo Millie entraba en la adolescencia, comenzaba a madurar, y dejaba de ser tan molesta, por no decir gritona.
Por fortuna, Emilie no resultó ni la cuarta parte de molesta que Millie. Aunque claro, compartían ciertas similitudes con ella, como sus gustos por juegos de niñas, su insistencia por conseguir lo que quería y su inteligencia. Eran las diferencias las cuales salvaron a Emilie de ser una molestia para Dennis. La niña era mucho más sociable, menos intransigente y lo más importante: menos gritona. Esto era un arma de doble filo, puesto que sus tácticas para conseguir lo que querían solo era limitada por su infantil imaginación, cosa que podía ponerla en serio peligro de no recibir la atención necesaria.
-¡No puedo creer que vayamos a comer donde la tía Pía! –comentaba la niña con emoción-. Me quiero pedir el balde XL de muslos apanados.
-No eres capaz de comer tanto –le respondió su hermano.
-¿Me estás desafiando? –le dijo con pretención-. Además, míralo por el lado bueno: si como demasiado, me dará mucho sueño. Puedes dejarme dormir en un rincón por ahí mientras haces lo que sea que tengas que hacer en la universidad.
-Dudo que funcione así –le respondió Dennis.
Aquella tarde el chico tenía trabajo de laboratorio junto a Lisa. Era un proyecto demasiado importante como para ser interrumpido por su hermana pequeña. Aún intentaba preguntarse cómo la mantendría a raya para que ni siquiera sospechara lo que debía hacer.
En eso llegaron a la entrada del restaurante. Aquella semana la tía Pía decidió subir los precios de sus productos, lo que provocó que el local se vaciara notoriamente. Al ingresar, Dennis pudo ver a Coop instalado en una de las mesas junto con Lincoln. Su amigo levantó la mano apenas los divisó, indicándole en dónde estaban instalados.
-¡Hola Coop! –lo saludó su amigo chocando los puños-. ¿Qué tal estás?
-Bien –le respondió el chico con una sonrisa-. Te aprovecho de presentar a mi nuevo asistente, él es Lincoln Loud, Lincoln, él es…
-Hola Dennis –los saludó el aludido estrechando su mano con el chico asiático.
-Espera, ¿se conocen? –preguntó Coop extrañado.
-¡Pero claro! –respondió Lincoln mientras Dennis tomaba asiento junto a Emilie-. Él es el asistente de mi hermana Lisa en la Universidad de Anasatero. Es casi como de la familia.
-Además, Emilie es la mejor amiga de la hermana de Lincoln, Lily –agregó Dennis mientras la pequeña le sonreía.
-Vaya, no creí que se conocieran tanto –comentó Coop aún descolocado.
-Bueno, debe ser porque mi familia es muy grande –respondió Lincoln-. Tengo once hermanas y…
-¡Once hermanas! –exclamó Coop impresionado mientras Dennis luchaba por ocultar su risa.
-Sí –contestó Lincoln con una sonrisa incómoda. A pesar de los años, no se acostumbraba a la reacción de las personas al descubrir a su peculiar familia.
-¿Todas mujeres?
El chico afirmó con la cabeza.
-¿Ningún hombre?
-Nop.
-¿Y eres de los mayores, menores? –continuó Coop con el interrogatorio.
-Soy el sexto –respondió Lincoln-. Tengo cinco hermanas mayores, y seis menores.
El silencio se hizo incómodo para Lincoln, impresionable para Coop y gracioso para Dennis y Emilie. Estos últimos luchaba por no largarse a reír.
-¡Cielos! –Coop pudo finalmente hablar-. Y yo con suerte puedo aguantar a una hermana.
En ese preciso instante sintió a su teléfono vibrar en su bolsillo. Al sacarlo, vio de inmediato que se trataba de Yin. La sorpresa lo golpeó en el rostro de improviso. No se esperaba que ella lo llamara, especialmente en ese momento. Imaginaba que se encontraba ocupada en su vida como para llamarlo un lunes al mediodía.
-Disculpen, debo atender esta llamada –les informó a sus acompañantes en la mesa-. Es algo urgente.
Antes de que alguien pudiera replicar, se puso de pie y se alejó rápidamente. Cuando se encontraba cerca de las puertas de los baños, se sintió seguro de hablar.
-Hola Yin –no podía evitar sentirse nervioso al saber que estaba hablando con ella.
-¡Coop! ¡Tu hermana está en el hospital! –fue lo primero que lanzó Yin apenas le contestaron.
El chico sintió como si una fuerza sobrenatural lo hubiera estampado contra la pared.
-¿Q-q-qué? –balbuceó apenas manteniéndose de pie.
-Estaba en un restaurante cuando lo asaltaron –le explicó Yin hablando rápido y con nerviosismo-. Uno de los asaltantes la golpeó en la cabeza. Creo que es grave.
El chico aún no se podía tragar aquella noticia. Había palidecido completamente. Le costaba asimilar lo que le estaban contando. El tiempo se ralentizó mientras que luchaba por no soltar el teléfono que la gravedad amenazaba con arrebatárselo.
-¿Q-q-qué? –balbuceó nuevamente. El miedo acababa de abrazarlo.
-Yo me encargué de los asaltantes –continuó Yin-, y traje a Millie hasta acá. Estoy en el hospital esperando noticias.
El miedo le regaló un shock de energía equivalente a cien tazas de café.
-V-voy para allá –respondió escapando del shock-. Espérame ahí.
-Está bien –respondió la coneja.
Coop cortó de inmediato, y regresó a la mesa a grandes zancadas. Dennis, al verlo en ese estado, quiso preguntar por lo sucedido. Quedó con la pregunta en la punta de su lengua.
-Debo irme –habló Coop tomando su bolso que tenía debajo de su silla-. Mi hermana está hospitalizada. La atacaron unos asaltantes.
-¡¿QUÉ?! –exclamó Dennis poniéndose de pie de un salto. Según él, debían ser seres poderosísimos para que se la pudieran contra Millie.
Su amigo no respondió. A grandes zancadas se dirigió rumbo a la salida.
-Te acompaño –anunció Lincoln siguiendo al resto de la comitiva.
-¡No! –exclamó Coop volteándose hacia él-. Vuelve a la oficina y encárgate de todo.
-¡Sí! –aceptó el chico preso de la adrenalina.
Es así como Lincoln los siguió con la mirada hasta verlos desaparecer tras la vitrina.
Mientras tanto Yin se paseaba con nerviosismo por aquel pasillo a la espera de noticias. Franco se instaló en una de las sillas de plástico que había en el lugar. Se comía las uñas, se peinaba más de cien veces con sus dedos, seguía a Yin con la mirada, le regalaba una mirada esporádica a cada rincón del lugar, sus pies no dejaban de tambalearse. Su corazón latía con tanta furia como aquel momento en que vio a su amiga en el suelo. Los nervios prácticamente lo habían paralizado. No era capaz ni siquiera de pensar.
Yin recibió una nueva llamada de su teléfono que aún traía entre sus manos. Dio un respingo al percatarse quién era el emisor de esa llamada.
-¿Cuánto falta? –escuchó la voz fastidiada de Yang-. ¡Me muero de hambre!
El conejo aún se encontraba en la oficina que tenía tras bambalinas en el gimnasio del centro comercial. Se encontraba recostado sobre la silla mientras tenía sus pies desnudos y sucios sobre el escritorio.
-¡Yang! –exclamó la coneja con nerviosismo. Se había olvidado por completo que Millie también era la novia de su hermano-. Hubo una emergencia y estoy en el hospital.
-¡¿Qué?! –exclamó bajando las patas del escritorio-. ¿Estás bien?
-Yo sí –respondió con rapidez-. Pero Millie está grave.
-¡¿Millie?! –esta vez el salto que dio Yang por poco le provoca una contusión en la cabeza con el techo.
-Fue un asalto –le explicó-. Estaba en la Casa Pekín cuando asaltaron el local. Uno de los asaltantes la golpeó en la cabeza.
-¿Pero cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? –un golpe eléctrico le llegó a los pies al conejo, dispuesto a correr ante la más mínima de las señales-. ¿Ella está bien?
-Estamos esperando el diagnóstico del doctor –le informó su hermana-, pero por el golpe creo que debe ser algo grave.
-Voy de inmediato –le anunció el conejo abriendo la puerta de la oficina.
-Bien. Te espero –le respondió antes de cortar.
Mientras, afuera del local, Leni y sus amigos continuaban haciendo guardia.
-Me muero de hambre –se quejó Max mientras le sonaban las tripas-. ¿No podemos dejar esto del espionaje para después de almuerzo?
-¡No! –exclamó Leni aún atenta a la entrada-. Si desistimos, podemos perdernos algo importante.
-Nunca creí que diría esto –intervino Fiona-, pero Max tiene razón. Yo al menos solo quiero almorzar algo.
Las tripas tanto de Fiona como de Miguel sonaron al mismo tiempo.
-¡Encima yo ni siquiera desayuné! –se quejó Miguel.
Leni pretendía mantenerse estoica, pero su propio estómago la delató.
-¿Qué tal si vamos por unos tacos al patio de comida? –propuso Max.
-Pues… ya que lo dices de esa forma… –Leni se volteó hacia sus amigos mientras la imagen de unos deliciosos tacos se hacía presente en su mente, poniéndola a prueba.
-¡Miren! ¡Se está moviendo! –Fiona se percató de la salida de Yang y le avisó a sus amigos apuntando hacia la puerta con su índice.
Todos se voltearon, y entre las macetas pudieron ver al conejo alejarse con gran agilidad.
-¡No hay tiempo! –ordenó Leni-. ¡Vamos!
Es así como nuestro grupo le siguió el rastro al orejón.
Mientras tanto en el hospital, nuestros amigos no tuvieron que esperar demasiado tiempo para que el doctor finalmente saliera tras una puerta.
-¿Ustedes vinieron con la señorita Mildred Burtonburguer? –anunció un hombre joven con lentes de marco oscuro y cuadrados revisando unas anotaciones en una Tablet.
-Sí, somos nosotros –se adelantó en contestar Franco frente al doctor-. ¿Cómo está ella?
-Afortunadamente se encuentra mejor de lo que esperábamos –respondió el médico con una sonrisa-. Simplemente tuvo una herida superficial que ya fue tratada. No hubo daño ni en el cráneo ni en el interior de su cabeza.
-¿Qué? –exclamó Yin impresionada-. ¡Pero había mucha sangre! ¡El golpe debió ser fuerte!
-Nuestros exámenes indicaron que la pérdida de sangre fue mínima –explicó el doctor-, al punto de ni siquiera necesitar transfusión. Infiero que la poca sangre que salió cubrió una gran área del espacio debido probablemente a la potencia del impacto. Además, solo podemos asegurar que la resistencia de su cabeza fue más grande que el golpe.
-¡Pero incluso perdió la consciencia! –insistió Yin sin poder creerse lo que le estaban explicando.
-Es normal en los golpes en la cabeza fuertes –respondió el médico-, pero le puedo asegurar que no le dejó ninguna secuela.
-E-e-entonces… ¿está bien? –balbuceó Franco aún sin poder creer tamaña noticia.
-Por supuesto –el doctor le sonrió-. Si gustan, pueden pasar a verla ahora mismo.
Franco pegó la carrera apenas divisó a Millie a través de la puerta entreabierta de la habitación.
-¡Millie! –exclamó llegando a su lado y arrodillándose junto a su cama-. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?
La chica se encontraba sentada en la cama, con los pies tapados bajo una delgada frazada. Tenía varios vendajes sobre su cabeza que le cubrían gran parte de la coronilla y la nuca.
-Estoy bien –le respondió con una sonrisa-. Me duele un poco la cabeza, pero no es nada grave.
-¡Gracias al cielo! –exclamó con voz temblorosa tomando sus manos-. Con todo lo que pasó creí que… creí qué…
-Ya, tranquilo, tranquilo –le dijo con voz condescendiente-. Estoy bien, ya pasó, ¿sí?
Yin mientras, estaba revisando el detalle del diagnóstico descrito en unas hojas colgadas a los pues de la cama gracias a un sujetapapeles. Se encontraba incrédula por lo que acababa de pasar.
-Bien, tal parece que no pasó a mayores –concluyó la coneja dejando los apuntes en su sitio.
Las miradas de ambas chicas se encontraron. Millie no se esperaba verla allí, a pesar que era algo un tanto lógico. Yin se sentía menos que incómoda. Estaba consciente de lo ocurrido, y no se sentía a gusto con deberle la vida a esa chica.
-Sí –contestó Millie sin saber qué más decir.
-Veo que saliste cabeza dura –comentó Yin cruzándose de brazos-. Con ese golpe no cualquiera lo vuelve a contar.
-No me detienen con facilidad –contestó Millie con una mirada seria.
-Yo-yo e-estaba m-muy asustado –tartamudeó Franco interrumpiendo la naciente lucha de miradas-. No creí v-volverte a v-ver así.
-Tranquilízate Franco –Millie le sonrió mientras le acariciaba los rulos de la cabeza con suavidad. El encuentro de las miradas entre ambos le devolvió el alma al cuerpo al chico.
En eso, el ruido de unas fuertes pisadas se lograron colar por la entrada. Eran rápidas, y a cada paso eran más fuertes. Se notaba que se aproximaban a toda prisa. De la nada, se aparecieron Yang y Coop en el umbral de la puerta. Ambos habían llegado al hospital exactamente al mismo tiempo. A lo largo de todo el camino hicieron una carrera por quién encontraba el cuarto de Millie primero. Carrera que terminó en empate, dejando a ambos concursantes atorados en el umbral de la puerta. El forcejeo mutuo para convertirse en el primero en ingresar no parecía dar fruto alguno.
-¡Sal de aquí, rata mujeriega! –exclamó Coop en medio del forcejeo.
-¡Sale pa' allá, weón gorriao'! –le respondió el conejo ofuscado.
Los tres presentes fueron testigos de la pelea del par. El momento pasó de sorpresivo a incómodo. Los pocos segundos de forcejeo fueron suficientes para agotar la poca paciencia de Millie.
-¡Ya basta! –lanzó un fuerte grito que por poco le rompe los tímpanos a todos los presentes. Un grito como en los viejos tiempos. Esto ayudó a que el par se desatorara cayendo al suelo hacia adelante, frente a los pies de la cama.
-¡Millie! ¡¿Estás bien?! –Coop fue el primero en llegar junto a ella, empujando a Franco hacia atrás.
Antes de que pudiera responder, Yang lo agarró del cuello de su chaqueta, y lo lanzó de un golpe hacia un costado de la entrada de la habitación. Su bolso logró amortiguar la caída.
-¡Millie! ¡Mi amor! –le dijo el conejo abrazándola efusivamente-. ¿Te encuentras bien? ¿Te duele algo?
La chica estaba a punto de responder, cuando Coop se puso de pie y se abalanzó contra Yang. El conejo pudo resistir con su mano libre y uno de sus pies, pero el chico le daba seria pelea jugando sucio. Lo tironeó, golpeó, araño, e incluso mordió. Yang mientras tanto resistía sin soltar a Millie ni por un momento.
-¡Suelta a mi hermana, maldito bastardo! –le decía en el fragor de la batalla.
Cuando el entuerto no parecía terminar, Yin decidió intervenir. Tomó a Coop desde el cuello de su chaqueta y lo alejó del conejo.
-¡Oigan basta! –les recriminó a ambos molesta-. ¿Cómo se les ocurre venir a pelear aquí? ¡Y encima de ella!
-¿Y qué demonios tiene que hacer este imbécil aquí? –espetó Coop apuntando con un índice cargado de furia al conejo.
-Te guste o no, soy el novio de tu hermana –Yang se puso de pie y se acercó peligrosamente al chico a punto de perder la paciencia-, y más te vale que te vayas con cuidado, porque a diferencia de Yin, no voy a tener piedad contigo.
-¡Yang! ¡Ya basta! –le recriminó su hermana impidiéndole el paso al colocarse entre ambos para evitar una nueva pelea-. Y tú también, Coop –la coneja se volteó hacia el chico-. Mientras estén en esta habitación, no quiero ninguna pelea entre ambos. ¿Está claro? –agregó con un tono tan amenazante que podría controlar hasta a un demonio.
Ambos chicos se tuvieron que conformar con una lucha de miradas asesinas.
-Oye Millie –Emilie se apareció desde el otro costado de la cama-, te traje un balde XL de muslos apanados. Sé que con esto te sentirás mucho mejor –agregó con una sonrisa mientras le dejaba sobre su regazo un enorme balde cargado hasta el borde de apetitosos muslos apanados-, cortesía de la tía Pía.
-¡Gracias Emilie! –exclamó Millie con una enorme sonrisa mientras abrazaba el balde. No lo pensó dos veces, sacó una presa y le dio un gran mordisco. Tanta adrenalina y ni siquiera había alcanzado a probar un bocado desde el desayuno.
-Un momento, ¿cómo conseguiste esto? –le preguntó de pronto a la niña tras saciar su hambre con el primer bocado.
-Dennis invita –respondió la chica con una sonrisa maldadosa mientras le mostraba una billetera de mezclilla color café.
-¡Oye! –se escuchó la voz de Dennis. El chico, quien se encontraba silenciosamente en el umbral de la puerta, acababa de revisar todos sus bolsillos, además de su bolso, percatándose de que realmente no tenía su billetera. Su ceño fruncido les causó risa a ambas chicas.
-¡Hmm! Pollito –de la nada, Leni se apareció junto a Emilie. Mientras los presentes aún no se escapaban de la sorpresa, la chica agarró una nueva presa y se la empezó a comer.
Cuando Millie recién se encontraba comprendiendo lo que estaba pasando, aparecieron los amigos de Leni. Cada uno agradecía mientras sacaba una presa de pollo, y se saboreaba antes dar el primer bocado.
-¿Leni? ¿Qué hace aquí? –Millie finalmente pudo articular la consulta.
-Seguíamos al pollo –respondió la chica con simpleza.
-Teníamos hambre –secundó Fiona.
-¡Esto está delicioso! –terció Max.
Miguel simplemente comía haciendo mucho ruido.
-Por cierto Millie, ¿qué te pasó? –agregó Leni con pesar y sorpresa mientras se acercaba a inspeccionar sus vendajes.
-Nada grave –le contestó la chica-. Fue solo un golpe en la cabeza, pero no pasó a mayores. Incluso podría irme a trabajar después de este almuerzo –agregó mostrando su muslo a medio comer.
-¡Ni hablar! –intervino Franco regresando a un lado de Millie-. Tú tienes que regresar a casa y descansar del golpe. Yo te justificaré en el trabajo.
-Pero Franco… -la chica intentó replicar.
-Pero nada –la interrumpió-. En serio Millie, lo que te pasó fue algo muy grave y te salvaste prácticamente de milagro. Por favor, tu salud es más importante –agregó con un tono suplicante y una mirada de cachorro regañado.
-Está bien –Millie tuvo que ceder. No pudo evitar responderle con una sonrisa tras la sonrisa de alivio que le regaló su amigo.
-Y por supuesto, yo te voy a acompañar y a cuidar toda la tarde –agregó Yang acercándose al lado de su novia y empujando hacia atrás a Franco. El conejo la tomó de su mano libre y le regaló una enorme sonrisa.
-¡Ni hablar…! –Coop intentó replicar acercándose peligrosamente al conejo. Yin se interpuso en su camino impidiéndole el paso con uno de sus brazos, mientras le regalaba una mirada asesina que lo obligó a retroceder.
-Por supuesto hermano –le dijo Yin volteándose al conejo-. Yo te puedo cubrir esta tarde en la academia.
-Gracias –le respondió Yang volteándose hacia la coneja-. Me lo debes luego de dos meses llegando tarde.
Como respuesta, Yin simplemente frunció el ceño.
-¡Yo también quiero quedarme contigo! –intervino Leni regalándole un apretado e incómodo abrazo a la herida-. Te voy a acompañar, y a cuidar, y a proteger, y a…
-Sí, sí, ya entendí –la interrumpió Millie alejándola para disfrutar de su presa en paz.
-Y no te preocupes por el trabajo –le comentó Fiona a su amiga-. Nosotros te podemos cubrir en la tienda. ¿Verdad chicos? –agregó volteándose hacia sus amigos.
-Por mí no hay problemas –aceptó Max.
Miguel afirmó con la cabeza mientras se abalanzaba contra el balde a por el segundo muslo.
Al poco rato ya todos se encontraban disfrutando de por lo menos la primera ronda de muslos de pollo. El balde aún se encontraba medio lleno, invitando a una segunda –o una tercera- presa.
-¡Vaya! Con que tienen pollo –de improviso, apareció el Maestro Yo en medio de la habitación, tomó una presa desde el balde y le dio un enorme mordisco-. La tía Pía tiene los mejores pollos del mundo –comentó con la boca llena.
El silencio se cernió sobre la habitación mientras el panda disfrutaba de su comida sin darse por aludido de que él era la causa.
-¿Maestro Yo? –Yin fue la primera en tomar la palabra-. ¿Qué hace aquí?
-Supe lo que pasó en aquel restaurante de comida china –respondió el panda luego de tragar-, y quise venir a ver como estaba Millie –agregó mirando a la herida.
-Me encuentro bien, muchas gracias –respondió la chica con amabilidad-. Fue solo un golpe superficial en la cabeza –agregó tocándose la parte vendada de la cabeza.
-¡Oh por cierto! –de pronto el tono del panda se volvió más serio-. Debo aprovechar de pedirte disculpas por cierta indiscreción cometida esta mañana –agregó con nerviosismo.
-¿Qué ocurrió? –Millie arqueó una ceja extrañada.
-Verás –los nervios poco a poco comenzaban a apoderarse del panda-, resulta que esta mañana decidí ir a la tienda de tu padre. ¡No puedo creer lo bien surtida que está! No había visto una casa de trueques en años –continuó soltando los nervios-. La mañana se me hizo poca revisando todo lo que hay allí adentro. Además, tu papá es el tipo más genial que haya visto en mi vida…
-Ya, pero ¿Qué ocurrió? –insistió Millie interrumpiéndolo, interrupción que trajo de regreso los nervios del Maestro Yo.
-Oh bueno, verás –continuó jugueteando con su presa, pero intentando mantener el contacto visual-, lo que pasa es que casualmente le comenté que tú tenías una relación poliamorosa…
-¡¿QUÉ?! –dio un grito seco que le provocó un respingo al panda y le provocó más de un susto a los presentes.
-Es que como ya había pasado una semana creí que le habías dicho –se disculpó el panda comenzando a sudar por los nervios.
-¡Maestro Yo! –espetó Yang avergonzado frunciendo el ceño.
-Lo siento, lo siento –respondió nervioso.
-Dennis, ¿qué es una relación poliamorosa? –Emilie le preguntó a su hermano. Ambos se encontraban juntos en una esquina del cuarto a un costado de la puerta.
-Es cuando una persona decide tener una relación amorosa con dos o más personas –le respondió con naturalidad-, y todos los involucrados lo saben y están de acuerdo.
La pequeña se quedó con la mirada vacía mientras intentaba procesarlo.
-¿Eso es siquiera posible? –le preguntó rascándose la oreja.
Dennis estaba por responder cuando se percató que era el centro de atención de toda la habitación. Todos los ojos se encontraban fijos en él y en su hermana.
-Te lo diré después –lanzó frunciendo el ceño.
En ese instante ingresó el doctor con su Tablet entre manos. Se quedó detenido en el umbral ante la presencia de tanta gente.
-Creo que es mucha gente –comentó aún sorprendido de lo que veía.
-¿Pollito? –de inmediato Emilie le ofreció un muslo recién sacado del balde.
El médico pretendía negarse, pero sus propias tripas lo delataron.
-Bueno, no puedo negarme a una oferta de este tipo –aceptó colocando su Tablet bajo el brazo para recibir la presa.
El momento finalizó con una risa grupal entre todos los presentes.
Para los patitos chilenos: no se olviden cambiar la hora en unas horas más.
Para la comunidad internacional: se me hizo rarísimo hablar de "muslos" de pollo, aquí se les llama "tutos" de pollo y punto. Hoy me comí su buen tuto al almuerzo y luego me puse a escribir este capítulo.
