¡Patitos! Les dejamos un saludo patotástico a nuestros amigos de México, quienes vivieron un fuerte terremoto esta semana. Esperamos que se encuentren bien, y que este capítulo pueda levantarles el ánimo.
Polidrama - Capítulo 20
-¡Tengo una idea! –exclamó Emilie aferrándose del brazo de Millie-. ¿Qué tal si Millie me aprovecha de cuidar esta tarde? Así aprovecho de acompañarla y tú puedes hacer tranquilo lo que sea que hagas en la universidad.
Dennis frunció el ceño cruzando los brazos. Millie aún se encontraba en cama mientras intentaba ocultar la risa ante la situación.
-¡Emilie! ¡No seas abusiva! –le recriminó intentando sonar autoritario-. Millie aún está convaleciente de una herida de gravedad. Lo último que necesita es que tú la estés molestando.
-¡Oh vamos Dennis! –Millie le sonrió mientras abrazaba a la niña-. Para mí no es problema cuidarla esta tarde. De hecho me hará sentir mejor tener su compañía.
Emilie pudo lanzarle a su hermano una enorme sonrisa triunfal. Ya su plan se encontraba en el bolsillo. Millie le tenía mucho cariño a la niña. La consideraba como una hermanita que nunca tuvo, o una sobrina que nunca iba a tener porque consideraba que Coop era demasiado estúpido como para que una mujer lo aguantara.
Dennis rodó los ojos mientras lanzaba un pesado suspiro de derrota. Estaba atrapado. Aunque se estaba haciendo a la idea de llevar a Emilie a la universidad, era cierto que le acarrearía más de un problema. La respuesta de Millie le complicaba más las cosas a la vez que se las facilitaba. Era la mejor opción. Era la única opción.
-Está bien –aceptó finalmente-, pero la quiero en casa para las seis.
-Te la llevaré personalmente –le respondió Millie mientras la niña celebraba la decisión.
Aquella misma tarde finalmente Millie pudo salir del hospital. Aún conservaba sus vendajes en la cabeza, cubriéndole desde la nuca hasta parte de la frente. Le era incómodo usarlos gracias a su cabello, que se negó a que se lo cortaran. Sabía que tardaría más en crecer que en que se le cicatrizaran las heridas. Aparte de aquello, no tenía ningún otro problema. Salió caminando con sus dos pies por la salida. Se sentía hasta capaz de regresar al sótano que llamaba oficina. Si no fuera por la insistencia de prácticamente todos, lo hubiera hecho. Tanto Yang como Leni se mostraron muy condescendientes con ella, a un nivel que encontraba exagerado. Emilie era la más feliz. Nunca se soltó de su regazo, y ella tampoco la soltaba. A fin de cuentas, la pequeña se había salido con la suya.
Franco había ido de una carrera a buscar el auto de Millie. Cuando ella salió, la estaba esperando a la entrada del hospital. Millie estaba por tomar las llaves, cuando Yang se le adelantó.
-Yo conduciré –se ofreció-. Tú debes descansar –agregó dirigiéndose a su novia.
-Ni siquiera tienes licencia –alegó Millie.
-Que haya reprobado diecisiete veces el examen de conducir no significa que no sepa conducir –se defendió el conejo cruzándose de brazos-. Además, estamos cerca de casa. ¡Puedo con eso!
-Yang, dame las llaves –le ordenó la chica con seriedad extendiendo su palma.
-Mejor yo conduciré –intervino Leni quitándole las llaves a Yang y dirigiéndose a la puerta del piloto.
-Tú tampoco tienes licencia –le recriminó Millie.
-¡Sí! –se sumó Yang-. Además tú has reprobado treinta y cinco veces el examen de conducción. ¡Ni siquiera puedes mantener el auto en el carril!
-¡Oh vamos! –exclamó con una sonrisa inocente-. Tampoco es para tanto.
-Yo conduciré –Millie se apareció desde su derecha y le quitó las llaves-. Ahora suban –les ordenó.
Anasatero no era una ciudad demasiado grande como para requerir un automóvil para recorrer el ajetreado centro. Tal vez quizás podrías requerir uno si quisieras ir a los suburbios ubicados a un par de kilómetros del centro. Nuestro trio podría haber caminado fácilmente hacia el edificio Departamental. No solo decidieron optar por el automóvil para ahorrarle a una convaleciente Millie la caminata. También querían evitar que Coop los siguiera. Era la oportunidad perfecta para el chico de averiguar dónde estaba viviendo su hermana junto con su novio. A pesar de intentar ocultarlo, dejó entrever sus intenciones durante la visita. Gracias al uso del auto, Coop no podría seguirles el rastro. Aparentemente.
Si en el Capítulo 1 no te quedó claro el nivel de impulsividad de Coop, puede que ahora si logre quedarte un poco más claro. Mientras nuestro trío discutía por quién sería el conductor de regreso a casa, el chico forzó la chapa del maletero y se metió al interior del automóvil. Era un espacio muy pequeño e incómodo para él, pero no le importó. Se encogió en posición fetal mientras podía escuchar como el resto abordaba el vehículo. Pudo escuchar que los demás conversaban temas banales mientras él sonreía desde su escondite. No lo habían descubierto ni por casualidad.
-Si te sientes aunque sea un poco mareada, me dices y cambiamos de lugar –le decía Yang a Millie desde el asiento de copiloto.
-Tranquilo, estoy bien –le respondió sin despegar la vista del camino. Estaban cruzando una intersección tras la luz verde del semáforo.
-¡No puedo creer que nos llevemos a esta niñita tan linda! –exclamó Leni alegre desde los asientos traseros mientras abrazaba efusivamente a Emilie. La niña sonreía alegre.
-¿Estás segura de que es una buena idea? –cuestionó Yang observándola desde el espejo retrovisor.
-¡Vamos! ¡Será divertido! –respondió Millie-. Emilie es una niña muy buena. Es inteligente, obediente, divertida. ¡Sin duda la mejor niña de su edad!
-¡Ya lo creo! –agregó Leni-. Ella es la mejor amiga de Lily. Por cierto, ¿cómo les fue en la presentación de esta mañana? –agregó interrogando a la niña.
-¡Muy bien! –exclamó la pequeña con emoción-. A la maestra le gustó tanto que quiere que la presentemos en el Festival de Anasatero, pero…
Su felicidad se desinfló con una rapidez alarmante.
-¿Qué ocurre? –Millie la observó con preocupación a través del espejo retrovisor.
-Que papá no querrá que utilice el proyector holográfico que tiene en venta –explicó-. Será prácticamente imposible que la presentación que tenemos llegue entera para el Festival.
-¿Y no te lo puede prestar? –preguntó Millie.
-Papá no va a querer prestar algo que podrían comprar en cualquier momento –comentó Emilie con un pesado suspiro.
-¿Y esas cosas son muy caras? –preguntó Yang.
-Solo ocho mil dólares –contestó la niña.
-Guau, eso es mucho dinero –comentó Leni.
-Tu papá es un tacaño –intervino Millíe-. Una vez, cuando tenía seis años rompí accidentalmente un pela papas automático que tenía en su tienda, y él persiguió a mi papá por todos lados hasta que le pagó los cien dólares que supuestamente valía.
-Vaya –comentó Emilie sorprendida.
-Pero Coop la sacó peor –Millie sonrió-. Cuando él tenía once, le destruyó la tienda entera.
-¿En serio? –esta vez fue el turno de Yang de sorprenderse.
-Sí –contestó con una sonrisa-. Los daños fueron avaluados en tres millones.
-¡Tres millones! –exclamaron Leni y Emilie impresionadas la unísono desde los asientos traseros.
-No recuerdo bien cómo lo solucionaron –continuó Millie doblando en una esquina-. Solo recuerdo que Coop se la pasó bastante tiempo trabajando en la tienda.
-Vaya, ese tipo sí que era destructivo –comentó Yang observando por su ventana.
-Dudo que lo haya hecho a propósito –respondió Millie-. Solo sé que ese tonto lo que sea que toca lo destruye.
Coop gruñó por lo bajo ante ese comentario desde su escondite. Un bache en el camino se encargó de ponerlo en su lugar.
El auto ingresó a los estacionamientos subterráneos del edificio Departamental. Eran tres pisos de subterráneos. Al notar que el primer piso se encontraba repleto, buscaron un lugar un piso más abajo. Finalmente la humedad y la poca iluminación les dieron la bienvenida mientras estacionaban en un cupo.
Coop escuchó atentamente, esperando el momento en que todos se hubieran ido para salir de su escondite. Cuando sintió que no había peligro, empujó la puerta del maletero para salir. Inicialmente la puerta se resistió, por lo que insistió con más fuerza. Cuando notó que el forcejeo se hacía más grande, el terror le cayó al chico.
-¿Hola? ¿Hay alguien ahí? –dijo mientras pateaba la puerta intentando abrirla-. ¡¿Hola?! –gritó comenzando a asustarse.
Tras una media hora golpeando y gritando, logró convencerse de que estaba atrapado en el maletero del auto.
Apenas llegaron al departamento, Yang instó a Millie a instalarse en el sofá del living mientras se ofrecía a llevarle lo que fuera que necesitara. Aunque en un principio era algo que le incomodaba, pronto la chica decidió dejarse consentir. Emilie se sentó a su lado mientras le contaba las mismas aventuras que le contó a Dennis durante la mañana.
-Por cierto, ¿es verdad que ustedes están en una relación poliamorosa? –preguntó Emilie repentinamente.
Los tres se quedaron congelados en sus sitios. Yang le estaba entregando un vaso de jugo con una pajilla a Millie. Leni se estaba aproximando con una frazada a pesar de la calurosa tarde. Los tres centraron su mirada en la niña, la cual inicialmente esperaba ingenuamente una respuesta. No necesitó demasiados segundos para sentir caer la culpabilidad por la pregunta lanzada.
-Este… bueno… -Yang sintió la incomodidad caer sobre sí. No era tanto por comentar su situación amorosa actual, lo cual ya era complicado para él. Era por tener que comentárselo a una niña pequeña sin terminar por aflojar detalles no aptos para menores.
-Sip, es verdad –Leni dejó su frazada sobre uno de los brazos del sofá, y se sentó al otro lado de la pequeña rodeándola con uno de sus brazos y regalándole una enorme sonrisa-. Sé que tienes muchas dudas sobre el tema porque no es algo que se vea todos los días, pero puedes preguntarnos lo que quieras con total confianza.
Aquella respuesta borró cualquier dejo de culpa y desconfianza en la niña.
-¿Y cómo fue que pasó? –volvió a preguntar dándole una rápida mirada a todos los presentes-. Digo, ¿cómo fue que se enamoraron y todo eso?
Nuestro trío se miraron entre ellos, aún congelados en sus sitios.
-Pues… verás –se atrevió a hablar Millie volteando hacia la niña y acariciándole la cabeza-… Todo comenzó hace como unos dos meses cuando conocí a Yang en el supermercado. Ese día no pude pagar con tarjeta de crédito y la cajera no tenía vuelto de cien dólares. Él estaba justo detrás con sencillo en monedas de veinticinco centavos. Alegró bastante a la cajera con todas esas monedas –agregó volteándose hacia el conejo.
-Recién había cambiado cien dólares para una máquina tragamonedas que había afuera del supermercado –explicó Yang entregándole el jugo a Millie y sentándose en el otro brazo del sofá.
-El punto es que de ahí seguimos charlando y nos hicimos amigos –continuó Millie ya con más confianza-. Al poco tiempo nos hicimos novios y me vine a vivir con él a este departamento.
-Me lo había comprado porque quería independizarme –le explicó el conejo.
-¿Y cuándo entra Leni en la historia? –preguntó la pequeña apuntando a la rubia con su pulgar derecho.
Yang y Millie se miraron entre ellos.
-Escucha Emilie –Leni tomó la palabra-. A veces las cosas suceden por algo, pero lo importante es que en este caso todo resultó para mejor. Yo también estaba en una relación con Yang. No era algo muy serio y era puertas afueras, pero ambas estábamos saliendo con él al mismo tiempo.
-¡Oh! –exclamó la niña impresionada volteándose a Millie-. ¿O sea que…?
-Sí –Millie afirmó con la cabeza-. Me estaba engañando.
Yang se quedó paralizado y en silencio. Un nudo doloroso se posó en su garganta. Sentía que le estaban leyendo la cartilla. La lista de crímenes, pecados, errores, restregados tras esta relación. Sí, quería que todo saliera bien, pero, ¿era posible si había surgido de algo tan malo?
-Oh vaya –comentó la niña con pesar-, cuánto lo siento.
-Es cierto que cuándo lo descubrí fue decepcionante –continuó su explicación-, pero tuve la oportunidad de conocer a Leni, y la verdad es imposible molestarse con ella.
La niña se volteó hacia Leni, quien le regaló una sonrisa.
-Fue ahí que yo propuse esto del poliamor –le explicó Leni-, aceptamos intentarlo, conseguimos a una guía, y comenzamos con esta aventura.
-¿Y cuánto tiempo llevan? –preguntó la niña.
-Una semana –respondió Millie.
-Es muy poco tiempo –comentó Emilie sonando sorprendida.
-Lo que quiero que te quede claro del poliamor –continuó Leni con seriedad e ímpetu-, es que sí, es posible que una persona salga con otras dos al mismo tiempo, pero siempre, siempre, siempre, todos deben estar al tanto de lo que sucede, y estar de acuerdo con esta relación.
-De todas formas hay algo que no entiendo –comentó Emilie-. Técnicamente él les fue infiel a ambas un tiempo, ¿verdad? Dennis dice que cuando alguien te es infiel, debes terminar con la relación para siempre, porque hay que saber valorarse a uno mismo.
-Hay casos y casos –le explicó Millie mientras luchaba internamente con sus propios nervios-. La verdad es que todos los problemas se resuelven conversando. Nosotros nos instalamos, conversamos, y llegamos a este acuerdo. Incluso hoy estamos con una psicóloga quien nos ayuda a mantener esta relación lo mejor posible.
Trataban de aparentarlo, pero estaban teniendo la conversación más tensa que jamás imaginaron que vivirían. Las heridas del pasado aún se conservaban frescas, pero no querían mostrárselas a la niña. Al contrario, pretendían presentarles la mejor cara del poliamor. A fin de cuentas, era una opción totalmente válida si es que se sabía manejar bien. Yang sentía que no tendría voz si es que le tocaba hablar. ¿Hasta en esto terminaría por fallar? Para Millie le fue fácil recordar las heridas del pasado. A pesar de aquello, lograba mantenerse estoica mientras intentaba borrar aquella escena del beso entre Leni y Yang en la entrada del edificio en que vivían. Ella sabía por qué Dennis le había dicho eso. Emilie recordaba a la perfección lo ocurrido hace cuatro años. Leni sonreía angelicalmente, ocultando su nerviosismo. Sabía que las heridas estaban frescas, y que su sola presencia era un dedo en la llaga.
El resto de la tarde avanzó con normalidad. Leni le ofreció helado a la niña mientras Millie le ayudaba a escoger alguna película en Netflix. Aquella tarde se quedaron viendo un par de películas familiares mientras disfrutaban de la compañía mutua y familiar. Pronto, las inseguridades y temores quedaron en segundo plano.
Aquella tarde Lincoln Loud a duras penas regresaba a casa. Apenas era capaz de poner un pie frente al otro. El cansancio había hecho nido en su rostro. No le importaba que su traje se encontrara desastrado o que su cabello necesitara una peinada urgente. Se abalanzó sobre el sofá del living apenas lo tuvo a su alcance.
La casa Loud permanecía igual a pesar de los años. Una casona de dos pisos de madera desgastada, tejado adornado con juguetes, paredes desteñidas, rincones mordisqueados, extrañas manchas y abolladuras que terminaron convirtiéndose en trofeos a la memoria. El viejo sofá verde que recibió al chico se encontraba parchado y con varios agujeros desde donde se le escapaban los resortes y el relleno. Hubiera sido un peligro a la resistencia si no fuera porque ha sido capaz de soportar catorce personas encima durante décadas. El chico cayó de bruces sobre el mueble sin importarle nada de la vida. Su maletín saltó lejos hasta caer junto a la chimenea apagada.
-¡Oye Linc! ¿Qué te ocurre? –desde detrás de sofá apareció Lynn, quien de inmediato levantó su cabeza tomándola de los pelos de la coronilla. El rostro que la recibió podía ser comparado al de un zombi, o alguien con una terrible gripe.
-¡Cielos! Te ves mal –comentó soltándolo para dejarlo en paz.
-Estoy muerto –comentó el chico con su voz apagada por el cojín del sofá.
-¿Pero qué tienes? –Lynn empezó a preocuparse.
Con un enorme esfuerzo, Lincoln se reincorporó hasta sentarse en medio del sofá.
-Hoy fue el día más agotador de mi vida –comentó tras dar un pesado suspiro-. Aunque la mañana estuvo fenomenal, en la tarde literalmente se acumuló todo el trabajo de un golpe.
-¿Qué? ¿El jefe es muy pesado? –Lynn se cruzó de brazos y lo observó arqueando una ceja.
-Al contrario –respondió con pesar-, es el tipo más simpático que jamás haya conocido. ¡Incluso me invitó a almorzar!
-¿Entonces cuál es el problema?
-Que durante el almuerzo lo llamaron de emergencia –le explicó-, y me mandó solo a la oficina. ¡Ni te imaginas cuánto trabajo acumulado tenía! ¡Y me lo cargaron todo a mí! –la frustración empezó a apoderarse del chico-. ¡Incluso tenía trabajo acumulado de semanas anteriores! Me mandaron a hacer más de cinco presentaciones ante un grupo de ejecutivos. ¡Y ni siquiera tenía idea de lo que estaba hablando! Tuve que hacer informes, atender llamadas, y un montón de cosas aburridas.
El chico terminó con los brazos cruzados y el ceño fruncido mientras se hundía en medio del duro sofá.
-Vaya, te tocó un primer día duro, ¿eh? –comentó su hermana.
-Tal parece que ese jefe tuyo es un abusivo –se escuchó una voz de ultratumba desde el otro lado de Lincoln.
Al voltearse el chico pudo ver a una chica alta, pálida, de largo cabello lustrosamente negro, tan negro como su vestido oscuro que le llegaba hasta los tobillos. Podía sentirse hasta el halo frío que emanaba de su ser. Ante esto, toda la modorra se escapó de Lincoln. Su corazón pretendía seguirla intentando arrancar por su garganta, quedando atorado y casi asfixiando al chico. Ante el susto, Lincoln dio un tremendo salto que por poco y se golpea en el techo.
-¡Lucy! –exclamó molesto volviendo en sí-. ¡En una de esta me vas a matar de un susto!
-Suspiro –respondió la chica en una tétrica calma.
Los rayos solares se encontraban tiñendo la ciudad de un bello dorado brillante. Al norte del sector céntrico de Anasatero se ubicaban una vasta cantidad de edificios de concreto. Eran todos idénticos: color verde oscuro, de unos cinco pisos de altitud. Fueron los primeros edificios departamentos que comenzaron a construirse. Fueron pensados para familias con hijos que pretendían tener más cerca los servicios que ofrecía la ciudad, en vez de vivir en los alejados suburbios. Los Chan fueron una de las primeras familias en aprovechar la oportunidad.
Tras la caída del muro divisorio el 2015, la unión de las dos mitades significó un boom inmobiliario y un rápido desarrollo económico precisamente en el medio. Henry Chan, padre de familia, aprovechando aquella oportunidad, consiguió un local en el centro de la ciudad para instalar una sucursal de su tienda de productos tecnológicos. Pronto, y debido a malas decisiones, perdió su casa matriz original, ubicada de Bootsville, un barrio al noreste. Tras esto, la familia entera terminó por mudarse hacia el centro de la ciudad, terminando en uno de aquellos ostentosos edificios.
El reloj de pulsera de Dennis marcaba las seis y media. Se encontraba en la entrada del edificio número uno esperando la presencia de su hermanita. Había llamado en varias ocasiones a Millie. Ninguna llamada fue contestada. Se paseaba de uno a otro lado con nerviosismo. ¿Qué podría decirles a sus padres sobre la desaparición de su hermanita? ¡Él estaba a cargo de ella! De haber sabido donde vivía, la habría ido a buscar personalmente.
De pronto vio acercarse un automóvil zigzagueando por la calle. Chocó con cada poste que encontró a su paso. Tiró al suelo un par de botes de basura. Chocó con un par de autos estacionados. Por fortuna en ese momento no había otros autos en la calle ni peatones en las veredas, o habría ocurrido una tragedia. Cuando chocó con un hidrante, pudo reconocer que el auto era de Millie.
Alcanzó a dar un salto hacia atrás antes de que el auto terminara por atropellarlo. Aceleró tan repentinamente que antes de que se diera cuenta ya lo tenía casi encima de él.
-¿Esta es tu casa? ¡Ven! ¡Baja! –escuchó una voz en el interior del vehículo antes de ver que Leni bajaba del auto mientras Emilie hacía lo mismo desde el otro lado.
-¡Emilie! –exclamó aún asustado mientras recibía a la niña entre sus brazos luego de que ella llegara corriendo hacia él-. ¿Estás bien?
-¡Sí! –exclamó alegre y sin un ápice de temor-. ¡Fue un día increíble! Vimos una película, comimos una tonelada de helado, y Yang nos contó unos chistes. ¡Es súper divertido!
-Qué bueno –balbuceó mientras la revisaba en busca de un hueso roto.
-Bueno, aquí está –comentó Leni con una enorme sonrisa ingenua y sus manos en su espalda.
-¿Dónde está Millie? –le preguntó el chico.
-¡Oh Millie! –le respondió la chica despreocupada rodando los ojos-. No pudo venir. Está ocupada.
Luego se le acercó y le susurró al oído:
-Sexo de reconciliación.
-¡Ah! ¡No quería saber tanto detalle! –exclamó aterrado alejándose de la chica.
Leni le sonrió divertida ante la reacción del chico.
-Bueno, ya debo irme –continuó la chica volteando hacia el auto.
-¿Te vas a ir en eso? –cuestionó Dennis observando el vehículo. Estaba prácticamente cubierto de abolladuras. Los vidrios estaban trizados. Se veía tan maltrecho que incluso se notaba el humo salir desde el motor ubicado en la parte delantera.
-Estaré bien –Leni le sonrió antes acercarse hacia la puerta del piloto.
En aquel instante se escucharon unos fuertes golpes seguido de unos tétricos gemidos. Leni dio un grito cargado de terror mientras se escondía detrás de Dennis. El chico también se asustó ante los extraños ruidos.
-Viene del maletero –les dijo Emilie apuntando hacia la parte trasera del vehículo.
En ese instante los golpes y gemidos se volvieron a repetir.
-¡Un fantasma! –gritó Leni presa del terror mientras empujaba a Dennis hacia el vehículo.
El chico avanzaba mientras no dejaba de temblar. Aunque era un hombre de ciencia, la ciencia ficción lo empujaba a creer en temas paranormales. Vivir en un lugar en donde la magia se combina con la rutina de sus habitantes solían aumentar su paranoia.
Los tres llegaron frente a la puerta del maletero. Dennis acercó su mano temblorosa hacia esta. No le costó mucho abrirla. Prácticamente la tocó y se levantó sola. El repentino movimiento lo obligó a retroceder junto a los demás.
-¿Coop? ¿Qué haces aquí? –Dennis lanzó sus preguntas al reconocer a su amigo.
El chico lentamente se levantó. Tantas horas en posición fetal le había reajustado sus huesos. Estaba con un par de moretones en su cara y sus manos, cortesía de la delicada conducción de Leni. Se sentía mareado y un tanto confundido. Le dolía cada músculo de su cuerpo. No pudo articular palabra alguna. Intentó bajar del auto. Dennis tuvo que ayudarlo para que no terminara de bruces en el suelo.
-Este… yo… -el chico no hallaba palabras.
Sus planes habían terminado en un rotundo fracaso. No tenía idea de cuántas horas había pasado allí adentro, ni de dónde se encontraba. Poco a poco pudo reconocer el barrio en donde vivía Dennis. ¿Acaso Millie vivía por allí? No quería preguntarlo. Preguntarlo sería revelar sus planes. Ya se podía imaginar lo molesto que se pondría su amigo al enterarse. Se limitó a observar por todos lados en busca de orientación.
Cuando el mareo terminó, se aferró a su bolso.
-Debo irme –les dijo mientras emprendía la marcha.
-Oye espera –intentó retenerlo Dennis.
Los tres vieron como poco a poco Coop se alejaba tambaleándose sobre la vereda.
Aunque los pasos toquen
Mil años este sitio
No borrarán la sangre
De los que aquí cayeron
Y no se extinguirá
La hora en que caíste
Aunque miles de voces
Crucen este silencio.
Aunque los pasos toquen – Illapu.
Letra inspirada del poema "Siempre" de Pablo Neruda.
En memoria de los Detenidos Desaparecidos, Torturados políticos, Presos políticos y Asesinados a raíz de la Dictadura Cívico Militar precedida por Augusto Pinochet en Chile entre el 11 de Septiembre de 1973 y el 10 de Marzo de 1990.
Es paradójico, anticlimático, una enorme coincidencia que un día como hoy acabáramos de estrenar una comedia. ¿Saben qué es lo peor? En 1990 se pregonó la cultura del "Nunca más". Nunca más existirían violaciones a los Derechos Humanos. Nunca más habría presos políticos. Nunca más habrían torturados políticos, ni muertos, ni desaparecidos. ¿Qué pasó? Diecinueve años después esa promesa se rompió.
Dícese que la dictadura terminó. Antes de irse, nos dejó una constitución que fue escrita por un puñado de lunáticos e instaurada a través de un plebiscito viciado, por no decir a través de las armas, literalmente. Doy fe de familiares y conocidos que fueron obligados a aprobarla marcando la papeleta delante de los vocales de mesa y con un rifle apuntando en la nuca. Esta constitución definió el Chile que conocemos, con todos sus problemas y falencias. Con una desigualdad exorbitante que terminó echando raíces en nuestro día a día. Una mordaza que cuando finalmente fue destruida un 18 de octubre, volvieron a sacar a relucir las tanquetas para acallarla.
Hoy más que nunca es tiempo de reflexión sobre esta materia. Como sociedad, tenemos el deber de hacer realidad el "Nunca más". Nunca más torturas, ni persecuciones, ni muertes, a raíz de algo tan simple como tu forma de ver el mundo. Es momento de tener consciencia de cómo estos hechos de violencia nos han herido como sociedad, y aún hoy continúan hiriéndonos día a día. No es cosa de pasado. No es historia. Es presente. Es fantasma que recorre con un halo helado cada rincón no solo de Chile, sino de Latinoamérica. Cada país tuvo su dictadura, cada país tuvo su Pinochet. Incluso más de uno lo tiene ahora. Divisiones, peleas, que son la raíz que nos lleva a la parte más deshumanizada de una humanidad sufriente. La muerte, la tortura, las violaciones, las dictaduras, los totalitarismos JAMÁS serán la respuesta. Solo el diálogo, la empatía y el entendimiento nos llevarán a una sociedad mejor como chilenos, como latinos, como humanos.
Solo tomando consciencia de nuestro pasado, podemos tomar las decisiones adecuadas en el presente y construir un futuro mejor.
Un abrazo en este día.
Patito.
