Polidrama - Capítulo 28

-Te falta en ese rincón.

En la tienda de tecnología "Chan ltda." un chico se encontraba trapeando las blancas baldosas del piso. Era moreno, de cabello corto y liso color negro. Traía un delantal azul marino sobre su chaqueta verde oscuro y sus jeans. Trapeaba con fuerza y energía mientras le sudaba la frente como cortesía del calor de aquella tarde. Otro joven le señalaba los rincones sucios, sentado sobre una lavadora con una mirada triunfante. Era igual de moreno que su acompañante con un peinado rapado por los costados y los pelos oscuros parados hacia arriba. Traía unos pantalones oscuros, zapatillas del año y una camiseta del Necaxa. Se encontraba de piernas cruzadas y degustando un helado de chocolate.

-Terminaría más rápido si me ayudaras, Carl -comentó el chico que se encontraba trapeando mientras le regalaba una mirada seria.

-Pero Bobby, ya oíste al jefe -comentó su colega ufano-. Soy el encargado del control de calidad de esta tienda, y debo cerciorarme de que tú hagas un buen trabajo.

Bobby rodó los ojos y continuó su trabajo.

Bobby Santiago y Carl Casagrande eran primos. La mamá de Bobby era hermana del papá de Carl. Ambos vivían en un edificio de departamentos al norte de la ciudad. Desde hace un par de años, Bobby decidió buscar un segundo empleo para complementar su trabajo con la atención en la tienda de su abuelo. Poco después, la tienda de su abuelo cerró y él terminó trabajando de tiempo completo en la tienda de tecnología y artilugios de don Henry Chan. Al poco tiempo su primo Carl se sumó al negocio por órdenes de sus padres. A pesar de apenas tener dieciséis años, se sentía el jefe del lugar. Era peor considerando que el propio señor Chan lo favorecía por sobre Bobby. Lo único que lo consolaba era que había conseguido cierta amistad con el hijo de don Henry, Dennis. Tenía la esperanza de que el señorito Dennis tomara su lugar en reemplazo de su padre, para que así finalmente se hiciera justicia en el lugar, pero el chico parecía tener planes completamente diferentes para su vida.

-¡No puedo creer que esa coneja me haya quitado mi papel!

-Lola, llevas todo el día quejándote de eso. ¡Ya supéralo! Le dieron a otra el papel de princesa Violet.

Las gemelas Loud se encontraban caminando por la calle tras salir de la escuela. Caminaban con tranquilidad sin inmutarse por los casi treinta y cinco grados de calor que caían sobre sus cabezas. Lola se ahogaba en su propio enojo, mientras que su gemela caminaba con relajo. Carl levantó la cabeza atento mirando hacia la vitrina. Oyó claramente aquellas voces.

-¡Es que no puedo creer! -exclamó aún molesta-. Ese animal pulgoso no puede ser ni de broma mejor que yo.

Lana arrugó la naríz. A pesar que quería y toleraba mucho a su hermana, le chocaba oírle dichos racistas de ese calibre, más aún en días en que toda la ciudad luchaba por superar los traumas del pasado.

Estaban pasando por fuera de la tienda de tecnología cuando desde la entrada apareció Carl interrumpiendo el paso.

-¡Oh amada mía! -se instaló con una rodilla en el suelo frente a Lola y recitó con vehemencia-. Cada día me atrapas y me destrozas. Tengo la enorme necesidad de levantarte el ánimo, de verte sonreír. Nunca me había sentido tan bien con tu sonrisa, con tus abrazos, con tus besos… ¡Oh esos besos! Son tan dulces, suaves, adictivos. Los siento como una caricia al alma. Tú de verdad tienes un corazón tan dulce y noble detrás de toda esa carcaza de dureza y frialdad. No, simplemente no puedo seguir así.

Las dos chicas se quedaron estáticas frente al espectáculo del chico. Carl les sonreía como orgulloso de su actuación.

-Las oí hablar mientras caminaban -le explicó poniéndose de pie-. ¿Qué te pareció mi actuación del rey Yakko, damisela? -agregó con una reverencia dirigida a Lola.

-Eso es de Amor Prohibido, ignorante -espetó molesta la chica.

-Este… bueno… Amor Prohibido es una buena novela también -comentó nervioso.

-Es un bodrio asqueroso -comentó aún molesta extendiendo su brazo para alejar al chico, quien lentamente se estaba acercando a ella-. ¿A quién rayos le gusta leer una novela sobre incesto? Quien haya escrito eso debe ser un enfermo.

-Bueno, entonces le recito una del rey Yakko -haciendo caso omiso de la actitud de la rubia, el chico la atrapó en un abrazo y le regaló una mirada encendida en llamas, a centímetros de su cara. En un susurró, le dijo.

-¡Oh mi dulce reina! De los confines de la Tierra, pueden traer la piedra preciosa más brillante. ¡La más valiosa! Pero nada se compara a la belleza de tu mirada al despertar de cada mañana.

-¡Oh mi amado rey! -Lola lo alejó de un empujón y se volteó melodramáticamente-. Yo era una simple jovencita que apenas vislumbraba la vida cuando vos me recogiste. Sin vos, pierdo todo el valor de la existencia. Todo lo que soy y lo que poseo es gracias a su majestad.

-¡Puaj! -Lana interrumpió el momento aburrida cruzándose de brazos.

La pareja se volteó hacia ella molesta.

-No puedo creer que Luan haya elegido esa obra -alegó-. ¡Es aburridamente melosa! Creo que el día del estreno me voy a terminar quedando dormida.

-¡No digas estupideces, Lana! -alegó su hermana.

-Técnicamente El rey y yo es una comedia -agregó Carl.

-Por cierto, ¿cómo sabes tanto de la obra? -Lola se volteó hacia el chico.

-¿Qué te puedo decir? -respondió con una sonrisa confiada-. ¡Me encantan las obras de autor desconocido!

-Es de autor anónimo -corrigió Lana molesta.

-Y puedo decirte que eres la mejor princesa Violet que jamás haya visto -agregó Carl tomando de las manos a Lola-. ¡Deberías ir y cobrar tu corona!

En ese instante se le iluminó el rostro a Lola.

-¡Eso es! -exclamó alegre-. ¡Al fin tuviste una idea decente! ¡Vamos a pulverizar a ese saco de pulgas! -agregó con una sonrisa maquiavélica mientras le daba un puñetazo a su otra palma extendida.

-Y contigo, yo iría hasta la luna -agregó Carl aprovechando de abrazarla.

-¡Vamos! -Lola lo empujó para alejarlo y se fue corriendo por la vereda. De inmediato el chico fue a su siga

-¡Oigan! ¡Es para el otro lado! -les gritó Lana apuntando hacia el lado opuesto.

Desde el interior del local, Bobby pudo ver cómo su primo se alejaba con las hermanas Loud. Lo vio a través de la vitrina con ojos de perrito regañado mientras apretaba con fuerza el mango del trapeador. Antes de salir, había tirado el helado al piso. Aunque lo había recogido y tirado a la basura, Bobby no pudo con la mancha. Llevaba un buen rato restregando el piso sin poder sacar la mancha de chocolate.

-¡Bobby! -una voz autoritaria y aguda lo interrumpió de golpe. Al chico se le terminaron erizando hasta los pelos de la naríz-. ¡Te dije que no quería ver ni la menor de las manchas en mi local!

-Estoy en eso, don Henry -respondió compungido restregando con más velocidad.

-Eso no importa. Ven aquí -le ordenó su jefe.

Al voltearse, el chico notó que su jefe traía una carpeta abierta que se encontraba revisando. Incluso traía sus pequeños anteojos, inmerso en el contenido de aquellos papeles.

-Necesito que prepares el pedido E241 para hoy a las seis -le pidió.

-No hay problema -respondió afirmado al trapeador-. ¿De qué se trata?

-Un proyector holográfico -le contestó sin levantar la vista.

-¡¿Qué?! -no pudo evitar exclamar el chico sintiendo el peligro cerca.

-¿Ocurre algo? -Henry alzó la vista con una ceja arqueada.

-Es que no tenemos ninguno, señor -contestó Bobby intentando ocultar su nerviosismo.

-Ví uno esta mañana en la bodega -contestó directo.

Bobby no pudo detener un grito ahogado, cosa que llamó la atención de su jefe. El hombre cerró su carpeta de golpe, la guardó debajo de su brazo, se quitó los lentes y lo observó con el ceño fruncido.

-Escúchame bien -le advirtió-: quiero que prepares el pedido E241 para hoy a las seis de la tarde. El cliente lo vendrá a buscar a esa hora. Si el cliente no lo recibe o no paga por su pedido, el dinero saldrá de tu salario; y tú sabes perfectamente cuánto tiempo sin goce de sueldo equivale un proyector holográfico, ¿verdad?

-Sí, sí -Bobby afirmó con la cabeza nervioso-. Lo tendré listo para hoy a las seis.

-Más te vale -respondió su jefe con desconfianza.

Apenas Bobby notó que don Henry se había perdido al interior de su oficina ubicada en un estrecho segundo piso, no dudó en advertir al señorito Dennis del imprevisto.

Aquella tarde Dennis se encontraba completamente ocupado. Por fortuna, sus actividades finalizaban a las cinco. Se encontraba precisamente haciendo unos cálculos frente a una pizarra en un laboratorio cuando sintió vibrar su teléfono dentro de su bolsillo.

-¡Señorito Dennis! -exclamó Bobby en voz baja atrincherándose en un rincón de la tienda.

-¿Qué ocurre Bobby? -respondió el chico extrañado por la llamada.

-Su padre acaba de vender el proyector holográfico.

-¡¿Qué?! -su exclamación logró provocar eco en medio de la habitación.

-El vendedor vendrá hoy a las seis y debo tenerlo listo para entonces -agregó temeroso.

-¿O sea sigue en la tienda?

-Ajá -Bobby afirmó con la cabeza.

Dennis suspiró pensando en el problema.

-Escucha -habló finalmente-, voy para allá. A las seis atenderé al cliente. Voy a renegociar y lograré que se lleve cualquier otra cosa de la tienda a cambio del proyector holográfico.

-¡Gracias señorito Dennis! -se alegró Bobby-. ¡Sabía que podría contar con usted!

-Gracias por avisarme -le dijo el chico antes de finalizar la llamada.

Se sentía un tanto incómodo ante el exceso de humildad de Bobby. A diferencia de su padre, él lo trataba con el respeto que merecía. Con el tiempo, logró ganarse su confianza y hasta entablar una cierta amistad. Dennis no entendía por qué su padre menospreciaba a Bobby por sobre Carl, siendo que este último era flojo e irresponsable.

Tras finalizar su trabajo, se fue lo más rápido que pudo hacia la tienda de su padre. Por fortuna, ese día Emilie se quedó con Lily en casa de los Loud, por lo que no debió preocuparse por ella. En una esquina con semáforo en rojo, el chico se detuvo para tomar aire. En ese momento recordó que a la misma hora tenía el primer ensayo de la obra a la que se había comprometido. Evidentemente para él era más importante el proyecto de su hermana. De hecho, le servía como excusa perfecta para no asistir al ensayo. Le tenía total aversión a la situación, desde el hecho de pararse sobre el escenario a hacer el ridículo, hasta el jodido papel que le tocaba interpretar. Finalmente aceptó que llegaría tarde al ensayo.

Llegó poco antes de las seis a la tienda. Bobby lo estaba esperando con ansiedad. La mancha del piso por fin había salido. El chico respiró hondo. Revisó los papeles mientras esperaba que el cliente fuera puntual. No acostumbraba a tomar el papel de vendedor. No había heredado el don de la negociación de su padre. A pesar de aquello, era mejor ser un vendedor que un rey lunático.

Los diversos relojes digitales repartidos a lo largo de la tienda anunciaron las seis en punto. Dennis se parapetó tras el mostrador junto con Bobby, atentos a la entrada del local. En ese preciso momento vieron entrar a Millie seguida de Yang.

-¡Dennis! ¡Qué sorpresa! -saludó la chica.

-¿Millie? ¿Qué haces aquí? -cuestionó el chico extrañado.

-Vine por un pedido -respondió ella extrayendo un comprobante de su bolso y dejándolo sobre el mostrador-. ¿Qué haces tú aquí? Sé que no acostumbras a trabajar en la tienda de tu padre.

-Estaba esperando a un cliente -contestó el chico recogiendo el papel-, pero mientras te puedo atender a tí.

Yang mientras tanto observaba cada detalle del local. Parecía un lugar pulcro y futurista, con sus muebles de acrílicos brillantes, luces led y extraños aparatos. Además de notebooks, tablets, teléfonos, electrodomésticos, luces, y otros gadgets, había un montón de otros aparatos que ni siquiera logró imaginar su uso.

Dennis, en cambio, se le ocurrió comparar el código del pedido de Millie con el del proyector holográfico. Ambos tenían el código E241. Intercambió la vista entre ambos papeles por lo menos unas diez veces, convenciéndose de la veracidad de los hechos.

-¿Vienes por el proyector holográfico? -le preguntó sin levantar la vista.

-Sí -contestó la chica.

-¿En serio? -repitió Dennis.

-Sí.

Finalmente alzó la vista regalándole una mirada interrogante.

-¿Qué? -preguntó extrañada.

-¿Por qué? -cuestionó mientras sentía que el aire se le escapaba.

-¿Eso te importa? -espetó comenzando a perder la paciencia.

-No, digo, bueno -los nervios comenzaron a presionar su estómago-, no puedes tenerlo -un escalofrío recorrió su cuerpo tras pronunciar aquellas palabras.

-¿Por qué? -se notaba su molestia en la voz y su mirada comenzaba a ser amenazante.

-Digo... -al chico se le terminó por bloquear la mente. Aún temía contradecir a Millie.

La mirada fiera de la chica se extendió durante un par de segundos hasta que soltó su furia con un suspiro.

-Si lo dices por lo de Emilie, es precisamente por eso que quiero comprarlo -le explicó.

-¿Qué? -Dennis estaba confundido.

-Sé lo de su proyecto -continuó-. Lo quiero comprar para que no lo compre otro idiota y le borre su proyecto para el Festival de Anasatero.

-¿Ah?

-Lo voy a guardar en mi casa mientras tanto y luego se lo voy a regalar -sentenció.

El chico se quedó estático cuan piedra. Procesaba sin comprender la situación. No entendía cómo ni por qué Millie haría algo así por Emilie. Se quedó con la boca abierta sin ser capaz de mover un músculo. Bobby se encontraba a su lado observando la escena mientras golpeteaba el mesón con sus dedos. Yang seguía observando el lugar distraído.

-¡Pero esta cosa es carísima! -Dennis pudo reaccionar-. ¿Tienes los ocho mil dólares que cuesta esta cosa?

En eso Millie abrió su bolso y comenzó a sacar fajos y fajos de billetes. Los chicos tras el mostrador lanzaron un grito ahogado mientras los ojos amenazaban con escaparse de sus órbitas. Yang les regaló una fugaz mirada.

-¡¿De dónde sacaste todo esto?! -exclamó Dennis asustado retrocediendo hasta chocar con unos estantes con carcasas de teléfonos ubicado detrás de él.

-La chatarrería solo paga en efectivo -respondió Millie.

-¿Chatarrería? -cuestionó el chico regresando tímidamente a su lugar.

Tras un suspiro de pesar, Millie respondió:

-Vendí el auto.

Dennis intercambiaba su mirada pasmada entre Millie y la montaña de dinero buscando alguna clase de explicación que le diera sentido a todo.

-Tuve algunos problemas con el auto -le explicó Millie-, y ninguna tienda automotriz lo aceptó en el estado en que quedó.

En ese momento el chico recordó aquella vez en que Leni fue a dejar a su hermanita a bordo de aquel destartalado Hyundai. La conducción descuidada de la rubia aparentemente le otorgó la lápida a aquel vehículo.

-Sí, creo que lo recuerdo -balbuceó aún impresionado con la montaña de dinero.

-¿Y bien? -Millie preguntó con seriedad.

El chico tragó saliva. A fin de cuentas Millie lo estaba haciendo por Emilie. Era un favor que a ella le estaba saliendo carísimo. La culpa lo abordó frente a la situación. Era un dinero que prefería que regresara a la cartera de Millie mientras se llevaba el proyector. Si no fuera por las locuras de su hermanita, ese dinero sin duda estaría invertido en algo mejor.

-¡Cuánto dinero! -exclamó Bobby-. Aunque es muy peligroso salir a la calle con tanto efectivo. ¡Podrían asaltarla!

-No conmigo cerca -intervino Yang-. Soy Maestro Woo Foo nivel diez.

-Un momento -Bobby se rascó la barbilla pensativo-. ¿Usted no es el Maestro Yang?

-El mismo -respondió el conejo confiado.

-¡Ronnie Anne me ha hablado mucho de usted! -el chico estrechó la mano del conejo-. Ella va a sus clases los viernes por la tarde a aprender Woo Foo.

-¿Ronnie Anne? -contestó el conejo-. ¡Ah sí! Ella es una de nuestras mejores estudiantes. Ya va por el nivel tres de Woo Foo.

-A ella le encanta su entrenamiento -prosiguió Bobby con una amplia sonrisa-. De todo lo que ha hecho en su vida, el Woo Foo sin duda es lo que más le ha llegado.

-¡Podemos concentrarnos en esto! -intervino Millie soltando las manos estrechadas-. ¡Tenemos un negocio en la mesa!

El silencio y la calma regresaron al grupo. Dennis sentenció:

-¿Sabes? No te preocupes por esto. Puedes llevarte el proyector. La casa invita.

-¡¿Qué?! -cuestionó impresionada.

-Hablaré con mi papá. No te preocupes. No puedo permitir que gastes tanto dinero en esto, especialmente sabiendo las razones -respondió empujando los fajos hacia ella.

-Pero Dennis -insistió-, tú sabes mejor que yo lo tacaño que es tu papá. Se va a morir si le faltan ocho mil dólares en sus ventas.

-¿A quién le dices tacaño? -se oyó un grito lejano.

Desde la estrecha escalera caracol, el grupo vio descender a Henry ya con su chaqueta puesta y un sombrero. El hombre apenas les dirigió la vista, se centró en la montaña de dinero sobre el mesón. Atraído por esto, se acercó un par de pasos, mientras se le dibujaban un par de signos de dólar en las pupilas.

-¿Así que tú compraste el proyecto holográfico? -agregó el hombre dirigiéndose a Millie mientras se cruzaba de brazos.

-Así es -respondió la chica con seriedad cruzándose de brazos.

-Oí que es un regalo para Emilie, ¿no? -volvió a preguntar con seriedad.

-Sí -contestó con simpleza.

Se desató una lucha de miradas que poco se pudo comprender por el resto de los presentes, mientras que el ambiente se densificaba con el paso del tiempo. Para Henry, era un regalo demasiado caro para su hija, y le causaba alerta que alguien ajeno a la familia hiciera ese tipo de regalos. Millie en cambio, le tenía un gran cariño a la niña, y aprovechando las circunstancias, decidió hacer su jugada para matar más de un pájaro de un tiro.

-Dennis, acéptale el dinero -le ordenó su padre sin dejar la lucha de miradas-, y tú, Bobby, ve por el producto.

-Sí señor -respondió el chico obediente antes de dirigirse raudo hacia la bodega.

Dennis poco a poco comenzó a ordenar los papeles para zanjar la transacción. Su padre en cambio terminó con su intervención, y se dirigió a paso lento rumbo a la salida.

-¿Quieres que te espere en el auto para llevarte a casa? -le preguntó a su hijo.

-No puedo, tengo que ir al canal después -le contestó Dennis sin levantar la vista.

-Ah sí -respondió apático encogiéndose de hombros-. Emilie me dijo lo de la obra anoche.

-¿Conseguiste un papel en la obra de Anasatero? -preguntó Millie con curiosidad.

-Sí -respondió sin poder evitar mostrar pesar en su voz-. Me dieron el papel de rey Yakko en El rey y yo.

La chica no pudo evitar abrir la boca cargada de impresión. Ella recordaba perfectamente la última vez que el chico subió a las tablas para interpretar precisamente el mismo papel, junto con todos los problemas ocurridos tras bambalinas. Le sorprendió que casualmente él volviera a tomar precisamente el mismo papel.

-¡Qué casualidad! -intervino Yang-. Justo a mi hermana le dieron el papel de la princesa Violet.

Dennis se quedó congelado a medio camino de llevar un fajo de billetes rumbo a la caja registradora. Dejó de sentir sus extremidades mientras que el ambiente comenzó a sentirse más helado. Comenzó a faltarle el aire mientras que el pavor lo envolvió por completo.

¡Uh! ¡Eso le debió doler!


¡Patitos! No se olviden nuestra consigna para mañana: El fascismo no tiene cabida en una sociedad libre y democrática.

Ya saben por quién NO votar. ¡Disfruten de las elecciones presidenciales! ¡Vayan a votar!