—Hermanita, hoy luces realmente feliz. ¿Hay algo especial que quieras contarnos? —preguntó Edric, examinándola de arriba a abajo.

Los tres estaban comiendo en la terraza del restaurante favorito de Emira. Era un lugar iluminado y hermoso, decorado minuciosamente con todo tipo de especies de flores.

—¿Por qué? ¿Es raro que esté feliz? —respondió en tono mordaz, dejando a los gemelos sin palabras. Siguió comiendo de su plato, intentando ocultar cualquier emoción que delatara su verdadero estado.

—No, no, es solo que, ambos notamos que te ves diferente estas últimas semanas. Pensamos que quizá el hechizo había funcionado —explicó su hermana en un tono extremadamente suave.

Malditos. Amaba a sus hermanos, pero había veces que deseaba que no la conocieran tan bien. Era tan difícil mantener cualquier cosa oculta de ellos.

—Mittens, sabes que tu silencio siempre te delata —advirtió Edric con una sonrisa burlesca. Emira en cambio mantenía sus ojos fijos en los de ella, como si se estuviera esforzando por sacarle la verdad.

—No les diré nada —gruño. A pesar de que en el fondo, lo que más quería, era compartir con ellos su felicidad. Pero debía reprimir sus ansias, no era correcto que ellos supieran antes que Luz.

—Por favooor… —Ambos rogaban como si fueran niños pidiendo un juguete nuevo.

Amity no está segura si fue la cara de súplica de sus hermanos, o las ganas indescriptibles de compartir la felicidad en su interior. Pero estaba a punto, a punto, de soltar todo.

Sabía desde el principio que esto era una mala idea. Nada de esto estaría pasando si Luz se hubiese dado el tiempo de acompañarla. Sus hermanos siempre eran su punto débil, era casi imposible mentirles.

—Está bien, lo sentimos, no volveremos a preguntar por ese tema, hasta que tú decidas contarnos, porque somos tus hermanos y respetamos tu privaci…

—¡SI FUNCIONO! —Las dos palabras salieron disparadas de su garganta, tan fuerte como si estuviese celebrando el triunfo de un partido de grudgby. Al instante sintió una corriente de emoción y alivio recorrer su cuerpo. Había esperado semanas para pronunciar esas dos palabras, que tanta felicidad podían causar.

Sus hermanos guardaron silencio por un momento, intercambiaron miradas llenas de conmoción, y un segundo después estallaron en gritos.

—¡SEREMOS TÍOS! —chillaron a la vez. Se levantaron en un segundo de su asiento y la abrazaron hasta dejarla sin aire.

—¡Estoy tan feliz! —sollozo Edric, con los ojos empapados en lágrimas, sin soltar su abrazo— ¿Cuándo esperabas decirnos?

—Es muy raro que Luz se haya guardado una noticia así. ¿Con qué la amenazaste? —preguntó Emira, levantando una ceja.

—Uhm… —Era una de las noticias más importantes de su vida, el único problema era…

—Ella todavía no lo sabe.

—¡No puede ser! —Emira enterró con fuerza el cuchillo en su comida—. ¿Qué se supone que estás esperando? ¿Qué comience a patear?

Las preguntas de su hermana clavaron justo donde más dolía. El miedo y la cobardía se apoderaban de su cabeza cada vez que se enfrentaba a la idea de compartir la gran noticia. En sus reflexiones era bastante comprensible, después de todo, era la tercera vez que realizaban el hechizo de fertilidad y no quería ilusionar a Luz otra vez. Sabía que su esposa no demostraba su frustración tanto como ella, pero estaba segura de que el sentimiento estaba allí.

—¡No tengo idea! —mintió—. Ustedes son los primeros en enterarse, y juro que los mataré si le dicen una sola palabra de esto —advirtió en tono amenazante.

—Seremos unas tumbas —prometieron al unísono.

Fue difícil continuar con el almuerzo después de la gran revelación. Los gemelos no paraban de hablar sobre el nuevo integrante de la familia. Era casi imposible medir la emoción que sentía en ese instante, compartir tanta alegría con ellos se sentía casi como un regalo.

De pronto, una notificación vibró en su bolsillo.

"Lo siento mi vida, tuve un pequeño problema y no logre terminar antes, te lo explicaré todo en casa, ¡Te amo, nos vemos pronto!"

Tuve un pequeño problema…

Luz Noceda nunca tenía un pequeño problema.


—¡No! ¡Sácalo, sácalo! ¡Me está comiendo!

Los gritos ahogados de Hooty eran una tortura para sus oídos. Lo único que se podía escuchar eran los chillidos de auxilio y los crudos sonidos de madera siendo destruida por cientos de pequeños y afilados dientes.

—¡Tú, pequeña bestia! ¡Detente! ¡No te comas la puerta! ¡Eda me matará cuando lo vea! —gritó, intentando infructuosamente alejar las fauces del demonio de la puerta.

Sí, es lo que están pensando. El tierno y hermoso demonio que acababa de robar no era exactamente lo que esperaba.

Luego de salir escapando del mercado, había hecho una parada en la casa Búho, esperando que Eda y King recibieran su mensaje de ayuda.

Gracias al titán no tardaron mucho en llegar…

—Oh, chica, que desastre acabas de causar —dijo Eda bajando de su bastón, aparentemente ignorando los gritos desesperados de Hooty—. Te informo que acabas de quedar vetada para siempre del mercado de demonios…

—¡Espera! —gritó King, corriendo hacia la escena del crimen— ¡Esa cosa se está comiendo a Hooty!

—¡Luz! ¡Qué hiciste! —gritó Eda una vez que se dio cuenta de todo.

—¡Solo seguí tu consejo! ¡Conseguí un demonio!

—¿Acaso no aprendiste nada sobre demonios en Hexside? ¡Es un maldito cabracornio! —Eda miró la escena aterrada, corrió al interior de la casa y segundos después apareció con una enorme hacha entre sus manos.

—¡Espera! ¡Eda no! —clamó Luz, cubriéndose los ojos. Sabía que no podía entrometerse cuando la bruja se ponía en modo asesino. Esperaba lo peor, pero para su gran sorpresa, Eda ignoró al demonio. En su lugar corrió hacia un árbol cercano y lo derribó con un par de golpes.

—Lindo demonio ¡Ven aquí! —gritó Eda, llamando la atención del voraz cabracornio—. ¡Tengo madera fresca para ti!

El demonio enfocó toda su atención en Eda. Floto hacia ella, enseñando una enorme fila de colmillos largos y afilados. El árbol recién cortado desapareció en una fracción de segundo, engullido por la boca del demonio de una forma totalmente sobrenatural.

—Oh… por el titán, es horrible —murmuró Luz, en partes iguales de sorpresa y horror.

—¿Horrible? ¡Es mucho peor! —explicó Eda, acercándose y colocando el hacha entre sus manos—. Si tu nueva mascota queda un solo día sin comida, puedes empezar a despedirte de tu preciada casa, de tu lindo jardín, ¡y de todo el maldito bosque!

—Pe-pero se veía tan tierno —tartamudeo, tratando de comprender como algo de solo tres días de edad podía ser tan mortal.

—¡Llevas años viviendo en este lugar! ¿Cuándo aprenderás que las cosas no son lo que parecen? ¡Te metiste en un gran problema!

—¡Pero fue tu idea!

Eda abrió la boca, pero enseguida se arrepintió. Un segundo después, exhaló una gran bocanada de aire y dijo:

—Tienes razón, debí estar más alerta a lo que estabas haciendo. Pero ahora eres una adulta y no me haré responsable de tus errores.

Odiaba admitirlo, pero Eda estaba en lo correcto. Nadie la había obligado a engañar al vendedor y llevarse al demonio a escondidas. Ahora no tenía más opción que enfrentar el lío en el que se había metido.

—Te regalo el hacha, ahora tendrás muchos árboles que talar.

Miró al demonio, quien había empezado a roer el tronco de un árbol vecino.

Estaba perdida, Amity la mataría, no había forma de que aceptara algo así…

—Oh, también me debes una puerta.

—Y un tratamiento psicológico para Hooty —agregó King.

El ruido de cosas rompiéndose y los gritos de Luz confirmaron sus sospechas. Estaba acostumbrada a que su esposa se metiera en problemas, y casi siempre ella era quien tenía que solucionarlos.

Su sorpresa fue grande cuando notó que la puerta de entrada, además de estar completamente abierta, tenía mordiscos por todo el borde. Todo empeoró cuando vio el interior. Muebles volteados, cuadros en el piso, libros deshechos y hojas esparcidas por toda la sala.

Logró ver que Luz trataba de perseguir una mancha peluda y escurridiza, que volaba a toda velocidad por toda su casa.

—¡Luz! ¿Qué demonios?

—¡Sí! ¡Es un demonio! —chilló su esposa, corriendo y tirando cosas por toda la casa. Cada sonido de algo rompiéndose removía algo en su interior. Observó a Luz, quien parecía una niña esforzándose por atrapar algo inalcanzable.

Su paciencia se agotó un segundo después. Cuando una preciada figura de porcelana, regalo de la madre de Luz, fue destrozada frente a sus ojos. Ahora quedarse de brazos cruzados no era una opción. No dudó más tiempo y usó su poder para acabar con el molesto problema.

—Abominación atrapa a la criatura —ordenó. La abominación lanzó su brazo y la criatura quedó atrapada en un baño de baba espesa y morada. Un chillido agudo resonó en sus oídos. Solo eso hizo falta para saber de qué se trataba.

—¿Eso es… un cabracornio? —Amity no podía creer lo que estaba viendo. Aquellas bestias eran una especie única de demonios. Lo poco que sabía de ellos, era que las brujas de antaño solían cazarlos para quitarles sus cuernos y venderlos por enormes cantidades de caracoles.

—¡Sor-presa! —Luz celebró, agitando sus manos en el aire, al mismo tiempo, su cara estallaba en un rojo vergonzoso.

—Lo siento tanto cariño, Eda me convenció de que esto sería una buena idea, y fuimos al mercado de demonios y me deje de llevar, luego estaba esta señora horrible y su hija molesta, y no podía dejar que se lo llevaran, por qué se veía tan tierno y después…

—¡Luz!

¿Si? —contestó en un susurro.

—Cálmate.

—¿No estás enojada?

Su casa estaba hecha un desastre, su puerta había sido devorada y ahora había un demonio incontrolable dentro de su casa. Claro que estaba enojada, tenía todo el derecho a estar enojada.

Pero…

Era tan difícil enojarse cuando su esposa la miraba como una criatura indefensa. Con sus ojos vidriosos y abatidos, frunciendo los labios en una mueca triste, que lo único que causaba eran unas ganas incontrolables de abrazarla. ¡Esa maldita expresión! Luz siempre conseguía salirse con la suya.

—¿Entonces, fuiste al mercado de demonios, viste a este y lo trajiste a casa, así sin más? —pregunto con seriedad, intentando comprender el orden de los hechos.

—Sí cariño, —respondió su esposa mordiéndose el labio, clara señal de que estaba mintiendo— en pocas palabras eso fue lo que pasó.

—¿Y, por qué?

Luz miró hacia el techo, evitando su mirada por unos segundos. Era algo que acostumbraba a hacer cuando estaba a punto de decir algo importante. Un momento después, su semblante cambió por completo, Luz se acercó y la tomó de las manos.

—Sé que no fue una decisión muy inteligente de mi parte. Pero cuando Eda me dijo lo mucho que King la había ayudado en sus peores momentos. Pensé que podía ser una buena idea. —Luz levantó una mano hacia su mejilla, acariciándola suavemente—. Sé que ha pasado un tiempo desde que hicimos el hechizo, y la verdad es que tengo mucho miedo de que no resulte otra vez. No podría soportar verte así de nuevo, me duele demasiado.

Amity sintió cómo algo se apretaba en su interior. La culpa comenzó a agitarse en su estómago, como una espesa nube negra. Todo esto era su responsabilidad. La cobardía y el miedo se interpusieron sobre lo más importante de su vida.

Luz.

Enterró sus inseguridades en lo más profundo. La ilusión rota era tan dolorosa como una herida física, abierta y punzante, pero era hora de dejarlo todo atrás, era tiempo de sanar la herida y continuar. Su corazón latió fuerte contra su pecho. Preparada para pronunciar las palabras que debía haber dicho hace mucho tiempo.

—Sí funcionó.

—¿Uh? ¿Qué cosa, mi vida? —La expresión en el rostro de Luz era indescriptible, una mezcla entre confusión y preocupación— ¿Está todo bien?

—Luz, el hechizo, —De pronto su garganta se cerró, lágrimas de emoción amenazaban por escapar de sus ojos—. Si funcionó.

La mirada de Luz se perdió en un punto en la nada. Parecía que su cerebro se había detenido y estaba luchando duramente en procesar la declaración.

—¿Estás embarazada? —Unos segundos pasaron, y Luz volvió a pestañear, ahora lágrimas corrían por sus mejillas sin detenimiento— ¿Tendremos… un bebe?

—Si amor, esta vez sí es real.

Luz la envolvió entre sus brazos, apretado y cálido como siempre solía ser. En un segundo todo había cambiado, ahora todo parecía tan perfecto, tan real.

—Te amo tanto —susurro Luz a su oído, causando que una oleada de amor y alegría recorriera su cuerpo.

Están tan cerca, que sus respiraciones se mezclan. Por un segundo el mundo que las rodea se esfuma, su casa destrozada desaparece. Sus bocas se unen y Amity está segura de que puede saborear esa felicidad en los labios de Luz.

Durante ese instante, muchas imágenes llegan a su cabeza. Imagina a una pequeña Luz, corriendo por todos lados, siempre sonriente y ruidosa. Metiéndose en problemas y tratando siempre de proteger a los demás.

Era perfecto, el futuro que siempre había soñado se estaba construyendo frente a sus ojos, y no podía ser más que maravilloso. Bueno… excepto por la nueva y peluda sorpresa.