—¡Demonios, Luz!

Luego de enviar más de veinte mensajes, y no recibir respuesta alguna, Amity estaba hecha un manojo de nervios total. Intentar mantener la calma fue casi imposible. La mitad de su cabeza le decía que no había nada de que preocuparse, que era muy probable que no fuese nada importante.

La otra mitad, era pura tortura.

«Espero que esto funcione, necesito que me ayudes a encontrar a Eda»

El único mensaje de Luz se repetía molestamente en su cabeza. ¿Encontrar a Eda? ¿Con tanta urgencia? ¿Qué podía ser tan malo? Incontables veces estuvo a punto de tomar sus cosas y abrir un portal para ir a ver lo que pasaba. Pero era imposible cuando todavía podía escuchar los pasos de sus padres a través de los pasillos.

Hacer lo que Luz pedía tampoco se veía como algo que ella pudiera hacer. Por experiencia propia sabía que la única forma de encontrar a Eda era que ella misma te buscara.

No le quedó más que esperar. Era imposible deshacerse de la sensación de angustia. Necesitaba hacer algo, pero no tenía idea por donde empezar. En su mano, la pantalla del teléfono continuaba encendida, sin mostrar ningún cambio. Solo un montón de mensajes sin respuesta.

Ya habían transcurrido tres horas desde el mensaje de Luz, era pasada la medianoche, y ya había perdido toda la esperanza de obtener una respuesta. En la mansión, el ruido era constante. Estaba acostumbrada a que sus padres se quedarán trabajando hasta altas horas de la noche, lo que le hacía imposible escapar sin llamar la atención.

Pero era imposible quedarse un segundo más sin hacer nada. El momento de determinación llegó. Se levantó de un golpe y abrió lentamente la puerta de su cuarto. Miró hacia ambos lados, y de inmediato notó que las luces en las habitaciones de sus hermanos continuaban encendidas. Pedir su ayuda podía ser una opción, pero después de todo lo había pasado, esperaba no tener que llegar a eso.

Cuando se decidió a avanzar, un ruido fuerte y un golpe en la puerta, casi la hicieron saltar del miedo. El bufido de hartazgo fue suficiente para reconocer de quién se trataba.

—¿Qué haces despierta a estas horas de la noche? —La voz de su madre suena alterada. La arruga entre sus cejas se acentúa cuando el collar en su pecho se ilumina, emitiendo un aura brillante y misteriosa.

—Solo estudiando —responde con desgana, intentando no levantar sospechas sobre su estado real.

—Eso es excelente —Su madre sonríe a medias, sin apartar la atención de su collar—. De todas formas necesitas ir a la cama si quieres verte bien para mañana.

—Si, eso estaba a punto de hacer, solo iba por…

—¡Qué estupidez! —interrumpe su madre con un grito de molestia. En su pecho, el collar comienza nuevamente a emitir un brillo iridiscente— ¿Qué significa todo esto?

—¿Qué pasa? —pregunta insegura.

—No es nada querida, solo una visión extraña y sin sentido —explica con clara frustración—. Ve a tu cuarto, y no intentes nada raro. Mañana te necesito temprano para comenzar con los preparativos de la fiesta.

Con esa advertencia, su madre se da media vuelta y se retira. Cuando escucha el ruido seco de la puerta cerrándose, su respiración se libera con alivio. Lo que sea que su madre acababa de ver, no le importaba en lo más mínimo. Sin embargo, esta es la oportunidad de distracción que estaba esperando.

Era momento de actuar.


—¡Luz!

Los gritos combinados de King, Lilith y Hooty, llenaron sus oídos al atravesar el portal. Ver sus rostros y escuchar sus voces después de tanto, era un sueño hecho realidad.

Entre sonrisas y abrazos sus ojos se llenaron de lágrimas, era como si la pieza de su corazón que había estado perdida durante todo el año, volviera de nuevo a su lugar.

—Los extrañé tanto —dice luego de que todo el alboroto regresara a la calma—. Pensé que nunca volvería a verlos otra vez.

—Es un gusto conocerlos —saluda su madre con timidez, estrechando la mano de Lilith y la pata King. Hooty por otro lado, se retuerce con emoción, gritando con un entusiasmo que hace a su madre retroceder—. Y tú debes ser Hooty.

—¡Sabe mi nombreeeee! —Hooty despliega su cuerpo y comienza a girar alrededor de su madre.

—¡Tranquilo Hooty no asustes a mamá! —Su madre parece sorprendida, pero la sonrisa en su rostro no decae.

—Un gusto conocerte Hooty, —dice su madre dando palmadas en la base de la cabeza de Hooty— Eda me habló mucho sobre ti.

—¡Me encantaaaaa! —celebra Hooty moviéndose de arriba a abajo.

El tiempo transcurre con velocidad, y entre risas y anécdotas para ponerse al día, la noche cae sobre sus cabezas. Irse a dormir parece ilógico, luego de haber esperado por tanto tiempo este reencuentro. Pero luego de bostezar por décima vez en los últimos cinco minutos, su madre no lo deja pasar.

—Cariño, no pasa nada si necesitas ir a dormir. Recuerda que nos quedaremos durante toda la semana. —Su madre luce igual de cansada, y Luz lamenta durante un segundo que su madre utilizara sus días de vacaciones para acompañarla a la Isla.

—Tu cuarto sigue igual que como lo dejaste, King se ocupó de mantenerlo libre de polvo y alimañas —dice Eda.

—¡Si! —King que estaba acurrucado sobre sus piernas, se despereza y salta al piso cuando es mencionado— ¡Estaban deliciosas!

—Gracias King, eres el mejor —responde con una sonrisa, apretando a King entre sus brazos.

—Siempre esperamos tu regreso —dice Lilith, sosteniendo su mano—, lamento que tardara tanto tiempo.

—Y ahora no permitiremos que te alejes de nosotros —agrega Eda, acercando a todos en un abrazo grupal—. Esta vez, acabaremos con la vida de cualquiera que quiera…

—¡Eda! —la regaña Lilith.

—¡Lily! —grita Eda en respuesta—. Solo digo la verdad, niña —susurra la bruja directamente a su oído, suficientemente bajo como para que nadie más escuchara.

—No le creas, Luz —dice Lilith, dándole un empujón nada sutil a su hermana. —Encontraremos la forma de llegar a un acuerdo, utilizando nuestra inteligencia y capacidad de convicción.

—Si, bla, bla, soy muy inteligente —se burla Eda—. Tengo una idea mejor, dejemos ese tema para mañana, ahora vamos a tu cuarto, tengo una sorpresa para ti.


Amity tiene claro que pedir ayuda a sus hermanos siempre viene con alguna consecuencia inesperada. Pero no tiene más opción, no cuando está desesperada por saber qué está pasando con su novia.

Está a punto de golpear la puerta del cuarto de Emira, cuando un ruido extraño proveniente de su cuarto la interrumpe. Su oído se agudiza, y logra escuchar el momento exacto en que algo cae contra el piso. Luego otro, y un segundo después, silencio absoluto.

—Si es otra de sus estúpidas bromas, juro que los mataré —advierte, abriendo la puerta muy despacio.

A pesar de la oscuridad de su cuarto, lo primero que ve al entrar son dos orbes brillantes que la observan con atención. No alcanza a reaccionar cuando los orbes se mueven directo hacia ella, sin darle tiempo siquiera para encender la luz.

Ahoga un grito de sorpresa cuando un cuerpo cálido comienza a frotarse contra sus piernas. Un momento después, siente una vibración suave y constante que le parece muy familiar.

Un ronroneo.

Espera, ¿un ronroneo?

Un creciente nerviosismo comienza a acumularse en la boca de su estómago. Cierra la puerta de golpe y la bloquea con un hechizo rápido, a pesar de que no está segura de si eso es lo que debería hacer. La impresión es más grande cuando un par de garras se clavan superficialmente sobre su pierna.

Con un chasquido enciende la luz, ahora los orbes brillantes son partes de un cuerpo, uno cubierto por completo por un pelaje tan oscuro como el carbón. El animal está sobre dos patas mirándola con curiosidad.

Es un gato. Un gato común y corriente. De esos que solo existían en el mundo humano. Sin cuernos, sin alas, ni patas extras. Si no fuese por el color del pelaje, sería la misma forma que adoptó para lograr ver a Luz en el mundo humano ¿Pero, de dónde salió?

El gato maúlla algo parecido a un quejido, estirando sus patas delanteras hacia arriba. Una posición que ella misma realizaba cuando necesitaba que Luz la tomara entre sus brazos.

En su cabeza, los engranajes comienzan a trazar sospechas y probabilidades. La primera persona que viene a su mente, es la misma que ocupa la mayor parte de la misma. ¿Será posible tanta coincidencia?

No está segura, aunque todos sus instintos le digan que sí.

Y si así fuera, no sabe si sentirse feliz o confundida.

Finalmente decide ignorar las alertas de su cabeza. El ronroneo se intensifica, cuando levanta a la criatura y la acomoda entre sus brazos, el pelaje se desliza con facilidad entre sus dedos, es cálido y sedoso.

—¿Qué haces aquí, pequeño? —pregunta, sin detener las caricias— ¿Sabes que mis padres tienen el sistema de seguridad más avanzado y peligroso de todas las Islas? No entiendo cómo lograste entrar.

El animal responde con un maullido bajo, apenas audible, deslizando su cabeza justo por debajo de su cuello. La suave vibración del ronroneo es reconfortante contra su piel. Las caricias continúan hasta que de pronto algo frío se cruza en su camino. Un collar. El material luce antiguo y valioso, de él cae una diminuta placa cubierta con símbolos dorados que se mueven como una sopa de letras. Nada tiene sentido hasta que toma la placa entre sus dedos y las letras comienzan a formar una palabra que responde casi todas sus dudas.

"Quítame"

La gata comienza a moverse intranquila, rascando con su pata la tira de cuero.

—¿Oh, quieres que te lo quite?

El animal asiente con entusiasmo, su mirada de aprobación es tan familiar que casi no deja lugar a dudas.

—No estoy segura. Puede ser una trampa. —El gato lanza un quejido bajo, casi un lamento y baja con un salto de sus brazos—. ¡Oye! ¿Dónde vas?

El animal no va a ninguna parte, se queda quieto en el piso, con sus patas delanteras muy juntas y la mirada más tierna e inocente que ha visto en su vida. Sus ojos grandes brillan como si estuviera a punto de llorar y su cabeza baja se inclina hacia un lado, dándole un aspecto sumamente vulnerable. El gesto hace que le den ganas de disculparse a pesar de que no ha hecho nada malo.

—Está bien, está bien, lo haré. —dice rendida ante el gesto. Si su sospecha estaba equivocada, estaría en un gran problema.

Se acerca y mueve sus manos hacia el collar, buscando una forma de liberarlo. Sus dedos tocan lo que parece ser un botón, y sin pensárselo dos veces tira de él, al mismo tiempo que un entusiasta "miau", sale de la garganta del animal.

Un halo de luz envuelve a la gata, cegando su vista durante un par de segundos. Cuando vuelve a abrir los ojos, la sonrisa más hermosa del mundo está frente a ella.

—¡Luz! —grita sin medir la emoción, lanzándose hacia sus brazos sin pensarlo—. ¡Eres una idiota! ¡Estaba tan preocupada!

Los brazos de Luz tiran con fuerza de ella, apretando su cuerpo cálido contra el suyo. No tiene palabras para describir el alivio que siente al saber que sus sospechas fueron ciertas.

—Quería darte una sorpresa —Una risa baja sale de los labios de su novia—. Pensé que no me quitarías el collar, suerte que mi mirada de gato con botas te convenció.

—¿Gato con… que?

—Oh, claro, —dice Luz con una pausa— aquí no hay de esas películas. Olvídalo, algún día te las enseñaré.

Está tan feliz de ver a Luz, que olvida por un segundo que están en su cuarto, y que en cualquier momento todo puede acabar de la peor forma.

—Necesitaba tanto verte, no creerás todo lo que ha pasado desde que dejaste mi mundo —explica Luz, tirándose a su cama con un suspiro cansado.

Amity ignora por un segundo la confusión que siente y se une a Luz en su cama, a penas lo hace, Luz la atrae hacia ella con necesidad.

—Me alegra mucho que seas tú quien se metió en mi habitación. Pero ahora mismo tengo muchas dudas ¿Cómo lograste regresar?

—Hmm… es una historia demasiado larga. —Luz se acurruca más cerca, escondiendo la cabeza en la curva de su cuello. La respiración cálida choca contra su piel, provocando sensaciones extrañas a través de su columna—. ¿Está bien si te lo digo mañana? Ahora solo quiero abrazarte.

—¿Está todo bien? ¿Por qué necesitabas encontrar a Eda hace algunas horas? —Luz coloca un suave beso en su cuello, y las ganas de hacer preguntas disminuyen de inmediato. No obtuvo respuestas por varios segundos, y no tuvo quejas al respecto, podía quedarse así por siempre.

—¿Qué pensarías si te dijera que mamá sabía todo desde un principio?

—¿Eh? ¿Pero cómo?

—Eda le contó todo. Se conocieron por accidente, cuando ella trataba de hacer que regresara a mi mundo. Luego de eso, se comunicaron por cartas y con el tiempo se hicieron amigas.

—Eso es…—Amity no tenía idea cómo reaccionar ante eso. Recordó en ese instante el momento en que Eda le había confesado que no podía ayudarla, por qué había hecho una promesa para mantener lejos a Luz. Jamás pasó por su mente que esa persona era su mismísima madre.

—Lo sé, es duro. Estaba tan confundida, por eso pedí tu ayuda. Pero luego Eda se apareció en mi mundo, y junto con mi madre, lograron explicarme todo lo que necesitaba saber.

Luz parecía cansada, bajo sus ojos se formaban unas oscuras ojeras. Su voz se hacía cada vez más somnolienta mientras intentaba esclarecer todo.

—Sé que no debería estar aquí —dice Luz, cerrando sus ojos—, pero Eda tenía este regalo para mí —Luz sostiene el collar entre sus manos—. Y no podía aguantar las ganas de verte.

La declaración final derrite por completo su corazón. A pesar de ser tan tarde en la noche, todo a su alrededor se siente brillante y cálido, como si un sol radiante estuviese sobre su cabeza. Todo el conjunto de emociones se multiplica cuando Luz la atrae con ambas manos y une sus labios en un sutil y dulce roce.

—Si alguien viene, solo vuelve a colocar el collar alrededor de mi cuello —susurro Luz contra sus labios—. Y me mantendré oculta bajo tus sábanas.

Las palabras de Luz eran lentas y apenas audibles. Era claro que estaba a punto de caer dormida.

—No es justo que vengas a mi cuarto —murmuró despacio, cubriendo el rostro de Luz con delicados y cortos besos— y te duermas de inmediato.

—No estoy durmiendo —respondió Luz soltando un bostezo, que hizo que sus ojos brillaran con lágrimas—. Es que es muy relajante acurrucarme junto a ti.

Luz sonreía bajo sus besos. Cada toque y risa, se sentía tan seguro y correcto. Siguió jugando con sus labios, hasta encontrar de nuevo la boca de Luz, besándola con todo lo que tenía.

—Eres tan bonita —susurro Luz, alejándose con una respiración temblorosa.

—Tú no te quedas atrás —responde, acariciando con sus dedos cada lugar que ya había besado.

—Tus manos son suaves, tus labios cálidos y dulces, cada vez que pienso en ti no puedo evitar que mi corazón se vuelva loco. —La profunda mirada de Luz, caló en cada rincón de su corazón, no entendía cómo era posible sentir tanto amor.

—Detente —dijo con una risa nerviosa, sintiendo su rostro invadido por un calor intenso—. Si sigues hablando así tendré que hacerte callar.

—¿Por qué?, todo lo que digo es verdad ¿Es demasiado para ti, Blight?

—Te lo advertí.

Luz dio una risa baja y se ocultó completamente bajo las sábanas. Dejando un pequeño espacio donde solo sus ojos se podían ver.

—¡No puedes atacarme aquí! ¡Bajo las sábanas es una zona de paz!

—Eres una niña —habló sin poder aguantar la risa. —Es mi habitación, así que yo decido eso.

—¡Noo! ¡Piedad!

—Shh, no grites —Se apuró en colocar una mano sobre la boca de Luz—. Mis hermanos podrían escuchar.

Luz dijo algo que no logro entender, un momento después unos labios húmedos tocaban la palma de su mano, cuando la retiró, logró ver la mirada arrepentida en los ojos de Luz.

—No me des esa mirada.

—¿Cuál? —preguntó Luz con inocencia, escondiendo la cabeza bajo las sábanas. —Acá abajo no estoy viendo a nadie.

Amity comenzó a mover sus manos sobre las sábanas, sacando risas ahogadas que Luz intentaba retener.

—Detente o me reiré muy fuerte— advirtió Luz, su voz obstruida por las mantas.

—Una risa y te haré saltar por la ventana.

Luz asomó su rostro por debajo de la ropa de cama, haciendo un puchero que no hizo más que aumentar sus ganas de besarla.

—No serías capaz.

—Bueno, podrías hacerme cambiar de opinión. —ofreció en voz baja, casi en un susurro.

Un destello brilló en los ojos de Luz, quien con un movimiento inesperado, levantó las sábanas sobre sus cabezas, cubriéndolas por completo. Amity esperaba que Luz respondiera con algo ingenioso, en cambio, lo primero que sintió fueron los labios que tanto necesitaba. Comenzó como un beso sin prisas, lento y profundo, que cuando terminó dejó a ambas con la mente nublada y el corazón en la garganta. Luz la abrazó por la cintura, acoplando su cuerpo al suyo.

—¿Eso es suficiente?

—Si, por ahora.

—Tengo algo que decirte. —dice de pronto Luz, dejando de lado su tono juguetón.

—¿Qué pasa?

—Eda tiene un plan.

—¿Un plan para qué?

—Para poder quedarme. Aquí, contigo. —Luz se acerca a su oído, su respiración caliente hace cosquillas en su oreja—. Pero no sé si te gustará.

—Aceptaré cualquier cosa que me permita estar contigo. Deberías saberlo.

Luz besa su mejilla, y vuelve a acercar la boca a su oído. El plan es susurrado despacio y paso a paso. Cada palabra es como una gota de adrenalina que se acumula poco a poco en su interior. Cuando la explicación termina, no sabe si la presión en su corazón es por todo lo que acaba de escuchar o por la futura promesa de que Luz estará cerca otra vez.

—Entiendo si no estás de acuerdo, podemos buscar otra forma…

—No —asegura con determinación—. Suena peligroso, pero si eso significa que podrás regresar sin peligro, lo haré. Haré lo que sea.

—Te prometo que todo saldrá bien.

Era abrumador que después de tanto, la solución a sus problemas estuviese a tan solo unas horas. Un plan que si salía bien, le permitiría repetir este momento innumerable veces más.

Luz presiona el rostro contra su pecho. La sensación es tan íntima y cómoda, que está dispuesta a hacer todo en su poder para seguir disfrutando de esto el resto de su vida.

—Tu corazón late muy rápido. —Luz da un gran bostezo—. Es lo más hermoso…

En la posición en que se encontraban, Amity podía sentir cada movimiento de la respiración de Luz, cada segundo que pasaba, esta se hacía más lenta y profunda.

—¿Luz?

Los segundos pasaron, y no hubo respuesta. Luz estaba profundamente dormida. En su habitación, en su cama, acurrucada junta a ella. Justo como en sus sueños.

Ahora podía darse el lujo de observar cada detalle del rostro de Luz; el arco de sus cejas, la forma de su mandíbula, el pequeño lunar en su cuello. Se permitió mirar de una manera que nunca había hecho antes. Cada segundo, cada respiro, se sentía como la presión de algo invisible sobre su pecho, era algo que no lograba explicar con palabras. Una conexión irrompible, un sentimiento de pertenencia que necesitaba para seguir viviendo.

Ella era de Luz, y nada, ni nadie, cambiaria eso.