III
—Nunca he tomado chocolate caliente —dijo Harry, siguiendo al señor Malfoy por las escaleras.
—¿Qué? —El señor Malfoy se detuvo tan repentinamente frente a él que Harry chocó con él.
—Lo siento —dijo Harry.
—¿Cómo es posible que no hayas comido chocolate caliente? —Preguntó el señor Malfoy, comenzando a subir las escaleras de nuevo.
—Cogí un malvavisco una vez, mientras Dudley lo tomaba —Harry lo siguió, manteniendo una mayor distancia esta vez, en caso de que el señor Malfoy se detuviera de nuevo.
—¿No querías chocolate?
—La tía Petunia lo hizo —dijo Harry.
Llegaron a lo alto de las escaleras, pero el señor Malfoy se detuvo y lo miró con el ceño fruncido.
—No soy su hijo —explicó Harry, decidiendo que el señor Malfoy parecía confundido—. Tengo que ganármelo para poder tenerlo, así que tuve que lavar los platos antes. Pero para cuando terminé, ya todo se había terminado.
El señor Malfoy no se movió, pero Harry de repente tuvo la impresión de que estaba enojando.
Realmente enojado.
Su rostro no se estaba poniendo rojo como el del tío Vernon, pero a la no se parecía en nada al del tío Vernon. En todo caso, se estaba poniendo más bien pálido. Cada vez más pálido, su boca se endureció y se aplanó, en lugar de abrirse y gritar. Su mano, sin embargo, se cerraba en un puño, más y más apretado, y los nudillos se estaban poniendo blancos. No se movía, pero Harry comenzó a retroceder. Retrocedió hasta que estuvo contra la pared, queriendo cubrirse las gafas de nuevo y, sin embargo, de alguna manera, sabía que eso enfadaría aún más al señor Malfoy.
—Granger —dijo el señor Malfoy. Su voz era tan baja como antes, pero a la vez muy diferente. En ese momento todo había estado cálido; ahora todo estaba helado.
¿Qué es un Granger? Pensó Harry rápidamente, pero no quería arriesgarse a preguntarlo en voz alta.
El señor Malfoy se acercó a la chimenea.
Aunque tenía un poco de miedo de que el señor Malfoy le hiciera algo al fuego que ardía allí, Harry se sintió aliviado de que el señor Malfoy no hubiera venido a buscarlo.
Junto a la chimenea, el señor Malfoy alcanzó algo que estaba allí, pero se detuvo de repente.
—Joder —dijo, lo suficientemente bajo como para que, si Harry no hubiera estado escuchando atentamente todo lo que el señor Malfoy estaba diciendo y haciendo, tal vez no lo hubiera escuchado. Dándose la vuelta, el señor Malfoy se quedó parado junto a la chimenea durante un largo rato. Cuando se dio la vuelta, se veía horrible. Como la tía Petunia en la mañana antes del café, cuando dijo que los vecinos la habían mantenido despierta toda la noche.
Harry se quedó pegado a la pared. Las malas palabras nunca eran una buena señal.
—Harry —dijo el señor Malfoy, y Harry se estremeció. El señor Malfoy se acercó a él—. Harry, no… no lo hagas… todo está bien.
Apretado contra la pared, Harry se quedó muy, muy quieto.
El señor Malfoy se detuvo y lo miró fijamente. El fuego iluminó su cabello con un fantástico color dorado, y sus ojos se reflejaban en la luz. Incluso si se parecía un poco a la tía Petunia, todavía se parecía a un actor famoso.
—Ven a la cocina —dijo finalmente el señor Malfoy, su voz suave—. Te haré ese chocolate caliente.
Pero estás tan enojado, quiso decir Harry, pero sabía que era mejor no decirlo. Lentamente, siguió al señor Malfoy hasta la puerta del otro lado de la habitación, tratando de mantener una distancia segura, pero no tan lejos como para que el señor Malfoy se enojara de nuevo.
Detrás de la puerta había una pequeña cocina con gabinetes blancos y baldosas amarillas. En una de las encimeras había un fregadero blanco, pero Harry no vio ningún frigorífico o un microondas. En un rincón había un horno, y en el otro rincón había una mesita con sillas y una ventana abierta al lado con cortinas de aspecto alegre. Más allá había otra puerta, al baño, supuso Harry, o tal vez a un dormitorio. En general, era un lugar pequeño y pintoresco, y a Harry le gustó de inmediato. Todavía preferiría quedarse aquí que Privet Drive, y el señor Malfoy seguía siendo mucho, mucho mejor. Incluso si se enojaba.
—Toma asiento —dijo el señor Malfoy.
Su voz aún era suave, pero Harry pensó que sería mejor que hiciera lo que decía el señor Malfoy, así que fue y se sentó a la mesa.
Usando el palo, su varita, supuso Harry, el señor Malfoy abrió los armarios, señaló las cosas que había en ellos y las hizo flotar por la cocina. Metió azúcar, cacao y agua en una olla y luego la olla en la estufa, luego la encendió, solo murmurando palabras de vez en cuando para hacer que las cosas hicieran lo que él quería. Luego sacó leche de un armario y una botellita de algo que parecía vainilla.
Harry observó todo con los ojos muy abiertos, saltando un poco cuando el señor Malfoy hizo que una taza azul y una blanca con flores pintadas flotaran hacia él. Después de agregar la leche y la vainilla y revolver la olla un poco más, el señor Malfoy colocó un salvamanteles sobre la mesa, luego puso la olla encima. Usando su varita un poco más, el señor Malfoy hizo que el chocolate caliente se vertiera en cada una de las tazas, luego le dio la azul a Harry.
—Pido disculpas por la falta de malvaviscos —dijo el señor Malfoy—. Son un poco difíciles de hacer para mí.
Tomando la taza porque sabía que debía hacerlo, Harry levantó la mirada para ver lo que hacía el señor Malfoy.
El señor Malfoy tomó la taza blanca con las flores y luego miró a Harry.
—Prometo que no es veneno —dijo el señor Malfoy, haciendo una gran sonrisa exagerada.
Harry no podía entender por qué el señor Malfoy le hablaba así, como si estuviera hablando con un bebé o con uno de los gatos asustados de la señora Figg.
—Cuando quieras —El señor Malfoy tomó un sorbo de chocolate. No parecía que hubiera un problema con eso, y no hizo nada estúpido o condescendiente después de eso, como chasquear los labios.
Tentativamente, Harry probó el chocolate.
Fue muy, muy bueno. Caliente, pero no lo suficientemente caliente como para que le quemara. solo lo suficientemente como para que el chocolate se sintiera sedoso en su lengua. A penas se le permitía comer dulces, y ni hablar de alguna bebida. Harry no había probado nada parecido antes.
Tomó otro sorbo más grande. Y otro.
Aunque Harry estaba esperando que el señor Malfoy le dijera que redujera la velocidad, el señor Malfoy solo dijo: —¿Te gustaría probar algo de magia?
Harry casi se atraganta con el chocolate. Luchando por no mantenerlo en su boca, tosió.
Cuando terminó de jadear, el señor Malfoy dijo: —Te enseñaré —Dejó algo sobre la mesa con un pequeño chasquido.
Era una varita, no del mismo color claro que la varita del señor Malfoy. Esta era más oscuro y un poco más larga, y de repente Harry se dio cuenta de que era el palo que había estado sosteniendo cuando terminó con esta ropa por primera vez. Harry miró de nuevo al señor Malfoy, luego volvió a mirar la varita.
—Te pertenece —dijo el señor Malfoy.
Harry tragó saliva.
—¿Es mía? —El señor Malfoy asintió y Harry tentativamente se acercó para tomar la varita que estaba sobre la mesa. Cuando lo tocó, la habitación se iluminó, una ráfaga de calidez y energía recorrió a Harry—. Wow —suspiró.
—Eso significa que es tuya —dijo el señor Malfoy.
—¿Qué puedo hacer con ella? —Preguntó Harry, agitando la varita como había visto hacer al señor Malfoy.
—Probablemente eso no —El señor Malfoy agarró sus tazas, todavía llenas de chocolate caliente; bueno, la del señor Malfoy estaba casi llena; la de Harry iba por la mitad, y las movió a un lado de la mesa cerca a la ventana—. Intenta… —El señor Malfoy miró a su alrededor—. Accio pergamino —dijo, tendiéndole la mano al aire.
Harry abrió la boca, pero la cerró cuando un trozo de papel flotó desde la otra habitación y luego a la mano de Malfoy.
—¡Lo hizo sin varita!
—Yo... bueno, sí. —El señor Malfoy pareció sorprendido, luego empezó a lucir complacido—. Se necesita un poco de práctica, pero puedo hacer una serie de pequeños hechizos sin necesidad de una varita.
—¿Qué más puede hacer usted? —Preguntó Harry, sintiéndose muy emocionado por esto. Tal vez cuando el señor Malfoy le quitara la varita a Harry, él aún podría hacer algunas cosas, no cosas como tirar libros, solo pequeñas cosas. Cosas buenas que nadie vería.
—Bien… —El señor Malfoy miró lentamente alrededor de la cocina—. Alohomora —dijo, señalando un armario.
La puerta del armario se abrió lentamente con un crujido.
—Alohomora —repitió Harry, agitando la varita hacia un armario que estaba cerrado.
Permaneció cerrado.
—Tienes que tocarlo —dijo el señor Malfoy.
—Oh —Golpeando el gabinete con la varita, Harry dijo—: Alohomora.
El armario no se abrió.
—A-lo-jo-MÓ-ra —murmuró el señor Malfoy.
—Alohomora —Harry volvió a golpear el armario, pero este seguía sin abrirse.
—Trata de sentir la magia dentro de ti —dijo el señor Malfoy—. Lo que sentiste con los libros. Eso era bueno.
Harry lo miró rápidamente, pero el señor Malfoy no parecía que lo estuviera engañando, a pesar de que Harry todavía estaba bastante seguro de que lo que había sucedido con los libros había sido algo malo. Pero el señor Malfoy no parecía enojado, todavía tenía esa expresión gentil. Dándose la vuelta, el señor Malfoy señaló un gabinete diferente.
—Alohomora.
Harry pensó en los libros. No recordaba haberlos hecho moverse en absoluto. No recordaba nada al respecto. Recordó haber pensado que era 2012, que tenía treinta y un años, y no sabía quién era el primer ministro, ni nada de lo que había sucedido desde...
—Ahora, Harry —dijo el señor Malfoy.
—Alohomora —gritó Harry, golpeando el gabinete con su varita.
Todos los gabinetes de la cocina se abrieron, golpeando contra sus carcasas con un fuerte crujido. Los platos del interior se movían con pequeños tintineos.
—No era mi intención —dijo Harry, bajando su varita.
—Eso estuvo bien —dijo el señor Malfoy, yendo a cerrar los gabinetes—. Solo necesitas un poco más de control.
—Oh —Harry tragó.
Apartándose de los gabinetes, el señor Malfoy lo miró.
—Ese hechizo fue excelente, en realidad —agregó, después de un momento—. Poderoso. La mayoría de los de primer año no pueden hacer un hechizo que afecte a tantos objetivos a la vez.
—¿Los de primer año?
—En Hogwarts —dijo el señor Malfoy—. No hay nada de qué avergonzarse. Tú… —Su voz se apagó un poco, y se humedeció los labios—. Tú siempre tuviste una magia fuerte.
Harry no estaba avergonzado, pero había tenido un poco de miedo de que el señor Malfoy se enojara. Supuso que en Hogwarts la gente estaba destinada a hacer magia, ya que era una escuela de magia y hechicería. Que pudiera haber toda una escuela llena de gente haciendo "cosas extrañas" sin meterse en problemas, parecía rato. Si el tío Vernon lo supiera, no le gustaría en absoluto.
—¿Quieres probar algo más? —Preguntó el señor Malfoy.
Harry vaciló. —Si está bien.
—¿Qué tal el pergamino? Haces un pequeño movimiento con la varita, como si quisieras llamar a alguien con tu dedo. Luego dices, "Accio pergamino" —El señor Malfoy movió su dedo mientras lo decía, y el papel flotó hacia él—. Ahora inténtalo tú —Dejando el papel sobre la mesa, el señor Malfoy retrocedió.
Después de varios intentos, Harry lo consiguió. Luego hicieron un hechizo para verter más cacao, abrir el fregadero, hacer flotar el salvamanteles y detener los otros hechizos. El señor Malfoy tuvo que sacar su varita para mostrarle a Harry cómo hacer bailar una silla, y Harry lo probó él mismo en la otra silla. Después de veinte minutos, las dos sillas estaban bailando, las cortinas flotaban y el chocolate caliente se derramaba sobre sí mismo una y otra vez. Harry señaló la mesa con la varita y gritó: —¡Tarantellegra!
La mesa empezó a bailar. El chocolate caliente a salpicar todo el lugar.
—Finite Incantatem —dijo el señor Malfoy, alzando la voz por encima del alboroto de la mesa que continuaba bailando.
Con los ojos fijados con horror en el chocolate que salpicaba la cocina, Harry había pensado que el señor Malfoy estaba lanzando el hechizo, pero la mesa no paraba de bailar. El chocolate siguió manchando toda la cocina.
—Lo recuerdas, Harry —dijo el señor Malfoy, sonando como si algo andaba mal con él—. ¡Haz el contrahechizo!
Finalmente, apartando los ojos del rociador de chocolate caliente, Harry miró al señor Malfoy.
Tenía chocolate en la cara. Se reía.
La mandíbula de Harry se abrió.
—Hazlo, Harry —El señor Malfoy se rio un poco más, y fue un sonido tan agradable, más agradable que cualquier cosa que Harry hubiera escuchado antes. Mucho mejor que las canciones de Take That.
Harry levantó la varita y señaló la mesa, luego a las sillas y luego a las cortinas.
—Finite Incantatem —dijo—. ¡Finite Incantatem! ¡Finite Incantatem! —Las mesas, las sillas y las cortinas dejaron de bailar. El chocolate caliente también dejó de verterse, pero eso se debió principalmente a que ahora estaba esparcido por toda la cocina. Harry miró al señor Malfoy—. ¿Por qué no estás enojado? —Se escuchó a sí mismo decir, a pesar de que definitivamente no lo había planeado.
La risa del señor Malfoy se desvaneció y, por un segundo, casi se veía triste.
—Oh, Harry —dijo, y se detuvo.
Harry sabía que no debería haberlo dicho.
El señor Malfoy lo miró, pero no dijo nada al respecto. En cambio, se volteó y cuando habló su voz era normal.
—Probemos con un hechizo de limpieza —dijo—. Como este —El señor Malfoy agitó su varita y dijo—: ¡Scourgify! —Un pequeño charco de chocolate fue absorbido por su varita.
Harry se preguntó si debería decirle al señor Malfoy sobre las líneas de chocolate en su rostro. Probablemente podía sentirlo. Apuntando su varita a un charco de chocolate caliente, Harry probó el hechizo de limpieza. El chocolate también fue absorbido por su varita, pero cuando Harry lo comprobó, no goteó ni un poco.
—¡Scourgify! —dijo, girándose hacia otro charco.
—Excelente —Exclamó el señor Malfoy.
—¡Scourgify! —Dijo Harry, apuntando al poco de chocolate que había salpicado en la pared. Era mucho más divertido que trapear o fregar, y Harry siguió limpiando. Aunque el señor Malfoy no se había enojado, Harry quería corregir su error, pensando que era lo correcto. El señor Malfoy tenía una cocina muy bonita.
Cuando Harry terminó, se dio cuenta de que el señor Malfoy había estado parado allí, sin hacer nada. Cuando Harry se giró, encontró al señor Malfoy mirándolo, algo que parecía infelicidad llenando sus ojos plateados. Harry se aseguró de que ya no hubiera ni un rastro de chocolate en el lugar, pero la cocina seguía viéndose limpia otra vez. Para cuando Harry miró hacia atrás, el señor Malfoy se estaba volteando, deslizando su varita en su manga.
—Harry —dijo con decisión, dirigiéndose hacia los armarios—, ¿te gusta el pastel?
—¿Pastel? —Por primera vez, Harry se dio cuenta del profundo vacío en su estómago, el cual eligió ese momento para gruñir.
—Por supuesto —El señor Malfoy sacó algo de uno de los gabinetes, pero parecía mucho más pan que pastel, y Harry trató de no sentirse decepcionado—. Me di cuenta de que es nuestro entre-cumpleaños.
—¿Entre-cumpleaños? —Preguntó Harry, distraído cuando el señor Malfoy señaló el pastel y dijo algo. Un conjuro, había dicho el señor Malfoy, cuando le enseñó a Harry los hechizos. El pan se tambaleó; luego el señor Malfoy dijo otro conjuro.
—Sí —dijo el señor Malfoy, moviendo su varita sobre el pan que se tambaleaba—. Los cumpleaños de mi madre y los míos tenían tres días de diferencia. Todos los días entre estos eran nuestros dos entre-cumpleaños. Tu cumpleaños y el mío tienen casi dos meses de diferencia. ¿Sabes lo que eso significa?
¿Eres viejo? Quería suponer Harry, pero parecía grosero.
—¡Pastel, Harry! —Anunció el señor Malfoy—. Significa pastel.
—Oh —dijo Harry. Esperaba que también significara comer pastel, pero Harry nunca podría estar seguro. Por lo general, él no comía pastel, a menos que fuera el pastel de frutas que la tía Marge traía de vacaciones. Nadie más quería comerse ese pastel, así que Harry siempre comía un poco, aunque tampoco quería hacerlo.
El señor Malfoy todavía estaba lanzando hechizos al pan tambaleante. De hecho, se parecía más a un pastel, con dos capas redondas y algo parecido a una mermelada en el medio. Una pasta blanca suave salía de la punta de la varita del señor Malfoy y la estaba esparciendo sobre el pastel. Harry en serio deseaba que fuera glaseado.
Incluso si no sabía a pastel, Harry quería un poco. Tenía bastante hambre y solo había tomado la mitad de su chocolate caliente.
El señor Malfoy debió haber visto la expresión del rostro de Harry, porque se apresuró con sus conjuros. Aun así, se tomó el tiempo para agregar flores grandes en la parte superior con glaseado rosa, haciendo del pastel de pan una de las comidas más hermosas que Harry había visto en su vida. Todo se veía bien cuando el señor Malfoy estaba preocupado, supuso Harry. Luego, el señor Malfoy usó su varita para sacar tenedores y platos y llevar el pastel a la mesa.
—Adelante —dijo, entregándole a Harry un cuchillo delgado sin punta—. Córtate una rebanada.
—¿Yo… puedo servirme un poco?
—No, lo hice para mí solamente.
Pero Harry se dio cuenta de que el señor Malfoy estaba bromeando, así que tomó el cuchillo y comenzó a cortarse una rebanada de aproximadamente un cuarto del tamaño del pastel.
—Uhm —dijo el señor Malfoy, un poco débilmente—. ¿Estás seguro de que quieres todo eso?
Sin saber qué hacer, Harry dejó de cortar. Debería haber sabido que no podía salirse con la suya: las pocas veces que había tenido la oportunidad de comer pastel, solo había sido la rebanada más delgada y exigua. Pero el señor Malfoy había dicho… Harry sacó su cuchillo del pastel y comenzó a cortarse un trozo mucho más modesto.
—No quise decir- —comenzó el señor Malfoy, pero se detuvo cuando Harry vaciló de nuevo—. Continúa —dijo el señor Malfoy—. Puedes tener más más tarde si quieres.
Harry terminó de cortarse el trozo delgado. El señor Malfoy cortó su propia rebanada después de eso, y Harry finalmente le dio un mordisco. Estaba delicioso y definitivamente no sabía a pan.
—Los días entre-cumpleaños son los mejores —dijo el señor Malfoy—. Hay pastel todos los días. Y regalos. Podemos ir a donde queramos y hacer lo que nos plazca. Padre siempre…
Harry dejó de masticar, queriendo escuchar lo que había hecho el padre del señor Malfoy. Los adultos también tenían papás, se dio cuenta. El padre del señor Malfoy era probablemente el mejor.
—Bueno, nunca tuvimos que ser discretos durante los entre-cumpleaños, para empezar —prosiguió el señor Malfoy—. Harry, ¿has terminado?
Harry rápidamente apuñaló los tres pedazos restantes de pastel con su tenedor, se lo metió en la boca y asintió.
—Debes estar hambriento —dijo el señor Malfoy—. Quizás deberías comer comida de verdad. Veamos lo que tengo —Volviendo al gabinete, sacó un poco de pollo. Eso parecía repugnante, guardar pollo en un gabinete. Pero el señor Malfoy era mágico, así que tal vez el gabinete estaba mágicamente frío. Luego, de otro gabinete, sacó algunas verduras y Harry trató de recuperarse, fingiendo que las verduras no eran lo peor del mundo.
Mirándolo, el señor Malfoy se rio.
—No te preocupes —dijo—. Solía odiar las verduras. Estoy seguro de que puedo sacar algo bueno de esto.
Harry tenía sus dudas, pero el señor Malfoy hizo un pastel de pollo, y estaba delicioso.
De hecho, Harry nunca había comido tan bien. La tía Petunia le hacía comer principalmente verduras, y cuando llegaba a comer carne, por lo general eran las partes quemadas o los trozos que estaban demasiado secos. No estaba seguro de cuándo volvería a comer, y ciertamente no estaba seguro de cuándo podría comer tan bien otra vez. Harry comprobó si el señor Malfoy parecía enojado cuando Harry alcanzó otra rebanada de pastel.
—¿Estás seguro de que tienes suficiente hambre? —Preguntó el señor Malfoy, sorprendido.
Harry hizo una pausa, esperando a ver si eso significaba que no se sirviera más.
—Por supuesto, ten un poco más —El señor Malfoy acercó el plato y Harry se sirvió otra rebanada gruesa.
Y otra.
—Supongo que todavía eres joven —dijo el señor Malfoy, sonando inseguro.
Con la boca llena de pollo y brócoli, Harry detuvo el tenedor con otra carga de papa y salsa de camino a la boca. Terminó de masticar y luego tragó.
—Eh, ¿sí? —Supuso, luego empujó los cuatro bocados restantes de pastel en su boca—. Eso significa que puedo tener… —Harry señaló el pastel.
—¿Qué? —Exclamó el señor Malfoy, sorprendido—. Todavía quieres… —Rompiendo la mirada en el rostro de Harry, el señor Malfoy se detuvo, luego cortó una gran tajada—. Por supuesto —dijo, poniendo la rebanada en el plato de pastel de Harry.
Harry tenía dos platos enteros. Y en algún momento, el señor Malfoy le había traído otro vaso de leche.
—Puedes tener lo que quieras —agregó el señor Malfoy.
Harry se comió la segunda rebanada de pastel y luego tomó una tercera. La pausa entre comer duró lo suficiente para que Harry se diera cuenta de que le dolía el estómago, estaba tan lleno. Tratando de terminar la tercera rebanada de todos modos, Harry realmente luchó para obtener los últimos bocados.
—¿Puedo comer más pastel? —Preguntó Harry, inmediatamente después de haber terminado.
—Por supuesto —respondió el señor Malfoy de nuevo, luego le cortó otra rebanada.
Harry consiguió dos bocados y luego dejó caer el tenedor en el plato. Aterrizó con estrépito.
El señor Malfoy sonrió.
—¿Tuviste suficiente por fin?
—No —dijo Harry obstinadamente—. Todavía estoy… —Cogió su tenedor, lo cargó y trató de comerse el bocado. En serio lo intentó, pero cuando llegó a sus labios, simplemente no pudo hacerlo.
—No comas si no tienes hambre, Harry —La voz del señor Malfoy había cambiado de diversión a algo parecido a preocupación, pero Harry no quería mirar la cara del señor Malfoy. No quería mirar nada.
Se sentía tan, tan enfermo, su estómago apretado por toda la comida, tan apretado que se sentía como si estallara. Su garganta estaba comenzando a secarse incluso cuando se le hacía la boca agua. No entendía por qué se le hacía la boca agua; no podía soportar la idea de comer más. Incluso el olor estaba empezando a provocarle náuseas y luego se dio cuenta de que tenía náuseas. Su estómago estaba dando vueltas en su cuerpo. Iba a enfermarse. Harry dejó caer el tenedor de nuevo.
—Limpiaremos esto —dijo el señor Malfoy, pero Harry apenas podía oírlo, su estómago ya estaba revuelto—. Quieres-
—Ehm —e escuchó decir Harry, aunque incluso el hablar le hizo sentir aún más enfermo. Su boca ya sabía a bilis—¿Puedo... dónde está el retrete?
—Justo por allí —dijo el señor Malfoy, señalando la puerta detrás de ellos.
Harry se abalanzó hacia él, apenas tuvo tiempo de levantar la tapa del retrete antes de que comenzara a vomitar.
—¿Harry? —La voz del señor Malfoy flotó a través de la puerta. Sin duda podía oír los horribles sonidos de las arcadas.
Harry trató de decir algo, solo que se sentía tan miserable que no podía formar palabras. Le dolía la garganta, su boca tenía un sabor horrible. La fría porcelana del inodoro se sentía bien contra su mejilla, lo cual probablemente era asqueroso, pero de todos modos apoyó la mejilla contra ella.
—Harry —dijo el señor Malfoy, sonando apremiante—. ¿Puedo... estás bien?
—Bien —Harry logró decir.
—¿Puedo entrar?
—No —dijo Harry, agarrándose al inodoro—. ¡Solo- solo tengo que usar el baño!
—Harry.
Harry no supo qué decir, así que vomitó de nuevo en la taza del inodoro.
La puerta se abrió y alguien entró. Harry sabía que era el señor Malfoy, pero se sentía demasiado enfermo para mirar hacia arriba, por no mencionar avergonzado. Incluso si el señor Malfoy no estaba enojado con él por vomitar, iba a pensar que Harry era un idiota por haberse enfermado, y tendría razón. Harry ni siquiera sabía por qué lo había hecho, solo que la comida había sido tan buena y nadie se la había llevado.
El señor Malfoy dijo algo y el vómito del inodoro desapareció. El olor también se había ido, lo que hizo que Harry se sintiera un poco mejor.
—Accio franela —dijo el señor Malfoy, acercándose para sentarse en el suelo junto a Harry. Harry trató de alejarse, pero el señor Malfoy dijo—: Shh —luego le quitó las gafas—. Te has enfermado. Comiste demasiado. Aguamenti —agregó, mientras la franela flotaba hacia su mano—. Aquí —Luego, un paño húmedo estaba en la frente de Harry, y el señor Malfoy estaba empujando el cabello de Harry hacia atrás mientras limpiaba el sudor frío.
—¿Qué…? —logró decir Harry—. ¿Qué estás haciendo?
—Aquí —dijo el señor Malfoy, dándole la franela—. Límpiate la cara. Accio otra franela —Su mano permaneció en el cabello de Harry, quien no entendía lo que estaba pasando, mientras la segunda franela volaba hacia su otra mano—. Aguamenti —dijo el señor Malfoy, Harry supuso que ese hechizo era para mojar, y luego la tela húmeda estaba limpiando su cuello, su estúpidamente sudoroso cabello.
El estómago de Harry se sintió mucho mejor después de haber arrojado una porción de su contenido en el inodoro, pero sintió todas las temperaturas equivocadas: estaba frío, pero sudoroso, un poco mareado. Su boca tenía un sabor terrible y, sin embargo, no podía pensar en eso, porque el señor Malfoy no estaba enojado. No estaba molesto ni le decía que se diera prisa, y por una vez, enfermarse había sido totalmente culpa de Harry. Harry no entendía, y la peor parte era la forma en que el señor Malfoy seguía pasando sus dedos por el cabello de Harry, porque se sentía bien.
El señor Malfoy murmuró otro encantamiento, y después de un momento o dos llegó un vaso de la cocina.
—Bebe esto —dijo el señor Malfoy, dándole el vaso.
Harry lo tomó e hizo lo que dijo el señor Malfoy, a pesar de que la idea de poner algo más en su estómago le dio ganas de llorar. La bebida sabía principalmente a agua, excepto que también le quitó el sabor de la boca, haciendo que todo se sintiera fresco de nuevo y limpio.
Después de eso, el señor Malfoy dejó de tocarlo y Harry se dio cuenta de que estaban arrodillados en el suelo del baño.
—Lo siento —dijo Harry, a falta de algo mejor que decir.
—Debería haberte detenido —dijo el señor Malfoy, pero todavía no sonaba enojado—. No lo hice, no estaba pensando. ¿Te gustaría acostarte?
Eso era exactamente lo que Harry quería hacer, por lo que inmediatamente dijo:
—No estoy cansado.
—Está bien —dijo el señor Malfoy.
Los ojos de Harry se dirigieron hacia el inodoro.
—Eh, lo siento —dijo de nuevo—. Acerca de… —Hizo un vago gesto con la mano hacia el retrete.
—¿Por qué no te pones las gafas? —Preguntó el señor Malfoy, entregándoselas—. ¿Estás seguro de que no te gustaría acostarte?
—Me siento mucho mejor, de verdad —Harry se puso las gafas y se obligó a ponerse de pie.
El señor Malfoy lo miró con expresión escéptica. Después de unos momentos, él también se puso de pie, dirigiéndose hacia la puerta del baño.
—Ven, entonces.
Harry siguió al señor Malfoy hacia afuera, sintiéndose repentinamente cansado, como si le hubieran expulsado algo más que solo comida masticada. Estar en la cocina lo hacía extrañamente culpable, como si regresara al lugar de un crimen horrible. Solo la vista del pastel a medio comer en la mesa estaba haciendo que su estómago se revolviera de nuevo.
—¿Qué hay de la sala de estar? —sugirió el señor Malfoy—. ¿Te gustaría sentarte junto al fuego?
Harry se animó. No había fogatas a menudo en la casa de Privet Drive. La tía Petunia dijo que eran un desperdicio, de qué, Harry no estaba seguro. Siempre que había alguna, el tío Vernon se quedaba dormido frente a ella mientras Harry limpiaba, y luego nunca había ningún lugar para sentarse frente a una.
En la sala de estar, solo había una silla junto al fuego, la que tenía la decoración floral, pero el señor Malfoy la apuntó con su varita y esta se estiró, volviéndose lo suficientemente ancha para que ambos se sentaran. Harry esperó hasta que el señor Malfoy se sentara, luego se sentó tentativamente en el borde, todavía confundido. La tía Petunia solía decirle a Dudley que "arruinaría su cena" cuando comía demasiados dulces, pero Harry nunca lo había entendido. Ahora lo entendía, no solo había arruinado su cena, sino que también había arruinado las postres y además se había enfermado, lo que siempre era algo malo. No entendía por qué el señor Malfoy no estaba enojado con él.
—¿Como te sientes? —Preguntó el señor Malfoy.
Harry miró rápidamente el rostro del señor Malfoy, pero ni siquiera parecía un poco enojado. Las sombras acariciaron el costado de sus pómulos, haciendo que su piel se dorara.
—Estoy bien —dijo Harry, dándose cuenta de que el señor Malfoy estaba esperando una respuesta.
El señor Malfoy pareció un poco triste por esa respuesta.
—Harry —Su voz era tan lenta y mesurada que Harry se tensó de inmediato—. Cuando estás con tu tía y tu tío, ¿comes lo suficiente?
—Sí —dijo Harry de inmediato.
El señor Malfoy se limitó a mirarlo.
A Harry ya le habían hecho estas preguntas antes.
—Nunca me enfermo —agregó—. Yo- fue un accidente.
La mandíbula del señor Malfoy se tensó, como si la estuviera apretando.
El señor Malfoy estaba disgustado y Harry tenía muchas ganas de complacerlo. Le agradaba mucho el señor Malfoy. Le gustaba mucho, y no sabía por qué algunas cosas que decía parecían frustrar al señor Malfoy, especialmente cuando la otra cosa que Harry había dicho era sobre el chocolate caliente. Era confuso, y Harry deseaba que las cosas fueran tan claras como lo eran con el tío Vernon y la tía Petunia, solo que a su vez también deseaba que no fuera como con ellos. Eso también era confuso.
—Te das cuenta de que estás… de que estás permitido estar enfermo. Enfermarte no es culpa tuya.
—Pero yo no me enfermo —dijo Harry.
—Bien —dijo el señor Malfoy—. ¿Y te das cuenta de que, si te enfermas, a veces necesitas que alguien te ayude?
—Pero yo no-
—Eso no es una carga, Harry —dijo el señor Malfoy abruptamente—. Nadie debería actuar como si fuera una carga cuidarte. ¿Acaso ellos...?
Harry lo interrumpió antes de que el señor Malfoy pudiera decidir qué preguntar.
—Pero no necesito que nadie me cuide.
—Harry —dijo el señor Malfoy de nuevo, incluso más suavemente. Hizo una pausa por un largo tiempo—. Voy a arreglar esta poción tan pronto como pueda. Pero hasta entonces… —Respiró hondo y se inclinó hacia delante—. Hasta entonces, te quedarás conmigo. ¿Lo entiendes?
Harry asintió rápidamente, por si acaso el señor Malfoy cambiaba de opinión.
—Haré lo mejor que pueda, pero como probablemente ya se habrás enterado, soy un novato en lo que respecta a los niños.
Harry asintió para demostrar que sabía lo que significaba la palabra "novato", aunque no lo sabía realmente. Esperaba que se refiriera a alguien que amaba a los niños.
—Por lo tanto, tienes que ayudarme —dijo el señor Malfoy—. Tienes que decirme si quieres o necesitas algo. Todo lo que quieras o necesites, te lo daré. ¿Lo entiendes?
—Sí —dijo Harry, aunque en realidad no lo hizo. Sin embargo, estaba muy emocionado de poder quedarse con el señor Malfoy. Quizás el señor Malfoy nunca descubriría la poción y podría quedarse con él para siempre.
—Eso significa que tienes que comunicarte —prosiguió el señor Malfoy—. Tienes que decirme si no te sientes bien. Si tiene hambre, miedo o sueño. ¿Lo entiendes?
—Sí —dijo Harry de inmediato—. No tengo miedo. Y casi nunca estoy enfermo —agregó.
Los ojos del señor Malfoy brillaron más a la luz del fuego.
—Y Harry —agregó suavemente—, no tienes que esconderme cosas. No tienes que fingir que te sientes diferente a como te sientes.
—No lo hago —dijo Harry.
El señor Malfoy parecía cansado. Se veía muy, muy cansado, y Harry se preguntó si eso era porque el señor Malfoy pensaba que Harry estaba fingiendo.
—Casi nunca —agregó Harry, sintiéndose culpable.
El señor Malfoy sonrió un poco sin parecer que quisiera sonreír en absoluto, y Harry supuso que probablemente no debería haber dicho eso.
—Siempre dijiste la verdad en la escuela —dijo el señor Malfoy—. Incluso cuando nadie te creyó. Incluso cuando... cuando la gente te hería por ello. Siempre dijiste la verdad.
—Oh. ¿Por qué la gente…? —Harry tragó—. ¿Fue Dudley?
—¿Perdón?
—¿Fue Dudley... Dudley y Piers también fueron a Hogwarts? Pensé que eran- que eran "muggles".
—No, Harry —dijo el señor Malfoy—. Tu primo no fue a Hogwarts.
—Me alegro —dijo Harry.
—Me lo imagino —El señor Malfoy volvió a sonreír levemente. Todavía no se veía feliz por eso, pero era una sonrisa mejor que antes—. Siempre admiré lo honesto que eras. Yo... yo nunca te dije eso antes.
—¿Me admiraba? —Harry preguntó, sorprendido.
—Harry, todos te admiraban.
—¿Por qué? —Preguntó Harry, porque realmente no podía creerlo.
La sonrisa del señor Malfoy fue casi real.
—¿Te gustaría probar un poco más de magia? —dijo, en lugar de responder a la pregunta de Harry.
Pocas cosas podrían haber distraído a Harry del tema en cuestión, pero la oferta de magia lo hizo.
—Accio la varita de Harry —dijo el señor Malfoy, y la varita de Harry entró flotando. Harry se había olvidado; la había dejado en la cocina—. Un mago debe mantener su varita con él en todo momento —dijo el señor Malfoy, entregándole la varita.
—Sí, señor —dijo Harry, tomando la varita.
—Harry —El señor Malfoy vaciló de nuevo y Harry trató de averiguar qué había hecho mal esta vez. Fuera lo que fuera, el señor Malfoy pareció olvidarlo, porque se inclinó hacia el fuego para lanzar un hechizo que hizo que algunas de las llamas naranjas fueran azules, y cuando le habló a Harry su voz era mucho más clara—. No necesita llamarme señor —dijo.
—Oh —contestó Harry, pero luego no supo cómo llamarlo.
—Draco está bien —prosiguió el señor Malfoy, todavía agitando su varita hacia el fuego—. Ignis verd —murmuró, y algunas de las llamas azules se volvieron verdes.
—Pero —Harry no pudo evitar sentirse un poco desconcertado—. ¿No es ese tu nombre?
—Los nombres son mucho más agradables; ¿no crees? Ignis rose —añadió el señor Malfoy- agregó Draco, y algunas de las llamas verdes se volvieron rosadas.
—Supongo —dijo Harry.
—Ignis lavande —dijo Draco, y finalmente se apartó del fuego—. ¿Te gustaría aprender los hechizos de colores?
Con la atención captada por las llamas en la chimenea, las cuales conformaban el arcoíris, Harry se tomó un momento para darse cuenta de que le estaban haciendo una pregunta.
—Ehm —dijo, volviéndose hacia el señor Malfoy, Draco—. Sí, por favor.
Draco le enseñó a Harry cómo hacer cada color, cada hechizo tenía un movimiento de varita ligeramente diferente al otro. Las palabras eran difíciles de recordar, pero Draco no se burló de él por haberlas olvidado. En cambio, repitió las palabras una y otra vez, su voz se volvió hipnótica en el cálido resplandor del fuego. Demostró cada uno de los movimientos una y otra vez, en un punto cubriendo la mano de Harry con la suya, que era más grande, y moviéndose suavemente con él para mostrarle a Harry el movimiento para que la silla se vuelva naranja.
Cambiaron el piso de verde y el techo de azul, las estanterías de color violeta con lunares amarillos. Draco hizo su propia camisa amarilla con rayas naranjas, luego volvió a sus manos azules; su cabello, rosa. Harry sonrió y Draco se veía tan, tan complacido. Entonces Draco hizo Finite Incantatem, y todo volvió a su color normal, iluminado por el oro bruñido del fuego y las velas todavía encendidas alrededor de la habitación.
Draco parecía una pintura, cálido y amable y dorado como un príncipe de un cuento de hadas, como algo de un sueño. Un sueño en el que Harry no vivía en una alacena y comía cuando quería, y nadie le decía que era un bicho raro.
—¿Puedes hacer más magia? —Harry preguntó impulsivamente.
Draco pareció sorprendido.
—Por supuesto —dijo—. ¿Hay algo en particular que le gustaría ver?
—No, es solo que me gusta cuando la haces.
Draco se limitó a mirarlo por un momento.
—Por supuesto que sí —dijo, después de un momento—. Descubrirás que soy un mago muy talentoso. ¡Expecto patronum! —Un hilo plateado brotó de la varita de Draco y se convirtió en una nube reluciente.
—Wow —suspiró Harry—. ¿Qué es lo que hace?
—Eso no es… —Draco comenzó, luego se despidió de la nube—. Es un hechizo muy difícil —dijo—. Tienes que sentirte bien para que te salga correctamente.
Harry se dio cuenta de que Draco debía ser un mago muy poderoso. Probablemente, otras personas ni siquiera podrían hacerlo.
—No te preocupes por ese —dijo Draco—. Este es siempre un placer para la multitud. Ignis draco —Apuntó con su varita al fuego, que parecía fluir hacia la varita de Draco. Pronto las llamas tomaron la forma de un gran lagarto. O dinosaurio. O… un dragón, era un dragón, como los que Harry había visto en una cometa en el parque, una vez, caminando de camino a casa desde la escuela. Las llamas se transformaron en chispas; luego las chispas estallaron, desvaneciéndose en el aire.
A continuación, Draco hizo que las sombras bailaran en formas de grandes pájaros de patas delgadas que seguían cayendo, lo que hizo que Harry volviera a sonreír.
—Crees que es gracioso, ¿verdad? —Dijo Draco, fingiendo estar ofendido, pero con una voz tan ridículamente chillona que Harry sonrió aún más. Apuntando su varita a su nariz, Draco dijo un encantamiento que hizo que los pelos de su nariz comenzaran a crecer en rizos—. ¡No te rías! —Dijo Draco, su voz aguda y haciendo que los rizos se agitaran.
Harry rio.
Draco sonrió.
—¡Dije, "no te rías"! ¡De ahora en adelante, solo hechizos serios! —Luego volvió a apuntarse a sí mismo con su varita—. Finite Incantatem —dijo, pero falló a propósito, moviendo su varita en el último momento—. Finite Incantatem —repitió, fallando de nuevo—. Ructo papillon —dijo, y eructó una mariposa.
—¡Oh no! —Harry rio más fuerte.
—Finite Incantatem —dijo Draco, y los pelos de su nariz finalmente comenzaron a encogerse—. Debo encontrar una manera de detener todas estas tonterías. ¡Expecto patronum!
Harry reconoció el encantamiento, pero el hechizo no era como antes. La habitación entera pareció llenarse con la nube brillante esta vez, y desde la punta de la varita de Draco, la plata que se desenrollaba giraba y giraba hasta formar la forma de un zorro resplandeciente.
—Saluda a Harry —le dijo Draco al zorro, tocando la mariposa para hacerla desaparecer. Todos los pelos de la nariz de Draco estaban de regreso en su nariz también.
Mientras tanto, el zorro se acercó al lado del sofá de Harry y se sentó, mirando hacia arriba. El zorro parecía bastante delgado, algo más salvaje y energético que los zorros del zoológico. Parecía un zorro que había pasado el invierno, con frío, sin apenas comer. Harry no podía apartar los ojos de él.
—¿Puede entenderte?
—Ella es un Patronus —dijo Draco—. Ella puede ayudar a protegerme si hay problemas.
—¿Ella? —Harry dijo, sorprendido—. ¿Tiene nombre?
—No. El hechizo cambia de forma según quién eres o qué es lo más importante para ti en ese momento. El mío no siempre ha sido una zorra.
Harry miró a Draco.
—¿Qué era antes?
—Un pavo real —Por alguna razón, Draco parecía un poco triste por eso.
Harry iba a preguntarle por qué, pero la zorra puso sus patas plateadas translúcidas en el sofá y luego saltó entre ellos. Harry se movió para hacerle espacio, lo que puso una pequeña sonrisa en el rostro de Draco.
—Está bien —dijo—. Un Patronus es incorpóreo. Ella no puede sentirte.
Harry no sabía lo que significaba incorpóreo, pero pensó que sonaba bien.
—Entonces, ella no puede… No puedo, ehm —Harry quería acariciarla, pero ya sabía que era una estupidez. Draco acababa de decir que no podía sentirlo.
—Puedes acariciarla —dijo Draco gentilmente—. Puede que sea incorpórea, pero estoy seguro de que, de todos modos, lo agradecería.
Sin embargo, cuando Harry trató de acariciar al animal, su mano la atravesó directamente. Levantó la vista rápidamente para ver si Draco se estaba riendo de él, pero no lo estaba. En cambio, tenía esa expresión extraña en su rostro, como la que tenía con Heloise, algo casi triste en su expresión. Harry intentó acariciar al patronus de nuevo, manteniendo su mano donde estaban las líneas brillantes de su pelaje. A pesar de que parecía tan salvaje y hambrienta, no tuvo la sensación de que lo lastimaría. Draco había dicho que ella era una protectora, y algo en su mirada perseguida hizo que Harry creyera que podía luchar.
La zorra se puso de pie, se subió al regazo de Harry y se hizo un ovillo.
—Le gustas —dijo Draco en voz baja, y el pecho de Harry se apretó. Apuntando su varita por la habitación, Draco apagó las velas una por una. Por fin, la habitación se iluminó solo con el fuego frente a ellos y el suave resplandor del Patronus, y luego Draco apuntó con su varita hacia el techo—. Celeste revelo —murmuró.
Harry miró hacia arriba y tuvo que ahogar un pequeño grito. El techo parecía haber desaparecido, ahora estaba lleno de estrellas.
Draco volvió a agitar su varita, apagando el fuego.
—Mamá solía hacerme este hechizo por la noche —dijo Draco, mirando las estrellas. Su luz hizo que su rostro pareciera pálido en la habitación oscura—. Su lado de la familia está lleno de nombres celestiales.
—¿Draco es el nombre de una estrella? —Preguntó Harry, adivinando lo que significaba "celestial".
—Una constelación. Lo olvidé, la mayoría de los muggles no prestan atención a las estrellas como lo hacen los magos —Apuntando su varita hacia arriba de nuevo, Draco hizo que salieran chispas plateadas. Se movieron hacia arriba, trazando líneas entre las estrellas—. Esta es la Osa Mayor —dijo, acercándose a Harry y señalando—. ¿La ves? Parece una osa.
Harry siguió la línea del brazo de Draco hasta la línea plateada que conectaba los puntos en el aire. Parecía más un perro con figura de palo que un oso, pero Harry supuso que tal vez Draco no era un buen artista.
—Algo así —dijo.
—Ella señala a Polaris —Draco apuntó con su varita, haciendo que una de las estrellas brillara más por un momento—. Esa es la estrella del norte.
—Yo conozco esta —dijo Harry—. Lo aprendimos en la escuela.
—Muy bien —murmuró Draco, y Harry sintió que su pecho se expandía. Nunca había sido un buen estudiante, pero claro, nunca había tenido un maestro como el señor Malfoy. Ahora estaba sentado cerca, y Harry podía sentir el calor del brazo de Draco a través de su manga. Olía bien, a pastel y fuego—. Polaris es parte de la Osa Menor —continuó Draco—. La cola de Draco está entre los dos osos.
—¿Cola? —Harry estaba interesado. Realmente lo estaba, pero también quería que Draco siguiera hablando porque sonaba muy bien, y la habitación estaba cálida y oscura, y Harry estaba realmente muy cansado.
—Oh, sí, Harry —dijo Draco en voz baja—. Draco es un dragón —Movió su varita sobre el cielo, conectando puntos para dibujar una forma larga parecida a un gusano con una caja en la cabeza.
Harry quería decirle que no se parecía en nada a un dragón, pero se veía tan bonito allá arriba, y el señor Malfoy vibraba un poco cuando hablaba, como un zumbido bajo.
—Minerva lo tiró allí —dijo Draco—. Retorcido y herido, trató de encontrar la salida del cielo del norte, pero se quedó paralizado.
—Eso fue cruel —dijo Harry, luego se dio cuenta de que sus ojos se habían cerrado a la deriva. Obligándose a abrirlos, miró a Draco—. ¿Qué más pasó?
Draco lo miró, una sonrisa se dibujó suavemente en el costado de su bonita boca bajo la brillante luz de las estrellas.
—Bueno, había una reina muy vanidosa llamada Cassiopeia… —dijo, luego contó la historia de la reina que fue castigada por su vanidad.
—Sí —dijo Harry, sintiendo el calor asentarse en su espalda, presionando contra su costado. Estaba cálido por todas partes, y el señor Malfoy seguía contando historias que Harry ya no podía oír pero que podía sentir en el rugido contra él. Todo estaba oscuro y una zorra mágica dormía acurrucada en su regazo.
Considerándolo todo, fue un día muy bueno. Harry quiso que nunca terminara.
