IX

Draco había dejado atrás al ciervo plateado.

Harry lo odiaba.

—Un cervatillo —lo había llamado Andrómeda. Así era como llamabas a un ciervo bebé; los cervatillos tenían manchas en la espalda. A Harry no le importaba; el cervatillo era mudo. Parecía tonto, indefenso e inútil. La zorra había sido mucho más fría. Harry no entendía por qué, si Draco iba a dejar un Patronus para cuidarlo, no dejaría a la zorra. La zorra haría un mejor trabajo que un cervatillo.

Esa mañana, cuando Harry se despertó, no encontró a Draco debajo de él en las literas, sino al cervatillo. Cuidadosamente colocado sobre la silla del escritorio de Teddy, se había dejado un conjunto de ropa para Harry. La mochila de cuero que Draco había traído estaba en el asiento de la silla.

Con el corazón hundido cuando se dio cuenta de que Draco ya se había despertado y había comenzado a trabajar en el caso sin él, Harry se dirigió a la sala de estar. Andrómeda estaba en el sofá, leyendo un periódico.

—¿Dónde está Draco? —Preguntó Harry.

—Salió —Andrómeda bajó el periódico para pasar la página. Llevaba puestas unas pequeñas gafas y lo miraba por encima de las lunas—. Hay cereal si quieres. Y puedo hacer más té, si gustas —Volvió a acomodar el periódico. La imagen de una persona sobre una escoba se movió en la página.

—¿A dónde salió? —Preguntó Harry, comenzando a sentirse preocupado.

—Está trabajando para descubrir ese ingrediente.

—¿Sin mí?

—Evidentemente —contestó Andrómeda.

—Pero- ¡pero prometió que podríamos hacerlo juntos!

—¿Lo hizo? —Andrómeda pasó otra página.

Harry se estaba enojando ahora.

—¿No vas a decirme al menos a dónde fue?

Andrómeda dejó de leer el periódico rápidamente, luciendo un poco alarmada.

—Creo que pensó que sería demasiado peligroso. Ven —dijo ella, poniéndose de pie y dejando el periódico a un lado—. Vamos a comer un poco de ese cereal.

—No quiero cereal.

—Y a mí no me apetecía volver a cuidar a un niño de diez años, pero aquí estamos —Andrómeda se dirigió hacia la cocina, y eso fue todo.

-0-

Andrómeda también era mágica, por lo que no pensaba que él fuera un bicho raro, y tampoco tenía gatos. Eso la hacía mucho mejor que la mayoría de los adultos, a pesar de que a Harry no le gustaba la forma en que bromeaba. Ella parecía bromear mucho, pero él nunca estaba seguro de que lo estuviera haciendo, y por lo general, cuando sucedía, estaba bastante seguro de que era él de quien se estaba riendo. Harry, que estaba muy acostumbrado a que se burlaran de él de una manera cruel, no lo encontraba gracioso. Draco no se había burlado mucho de él, pero cuando lo había hecho, Harry siempre había entendido la broma.

Ella jugó algunas rondas de Snap Explosivo con él, lo cual no fue tan interesante como jugar con Draco, aunque le contó a Harry sobre su nieto Teddy. Era un metamorfomago, lo que significaba que podía cambiar su apariencia a su voluntad. Andrómeda dijo que esto resultó principalmente en que él tuviera el cabello azul, escamas y cuernos ocasionales, pero que a veces él no se vería físicamente como la misma persona de un día para otro.

Cuando Harry preguntó por qué Teddy era su ahijado, Andrómeda le contó sobre Remus Lupin, y su hija, Nymphadora Tonks.

—Ambos murieron en la guerra —dijo.

—¿Qué guerra? —Preguntó Harry.

—Entonces Draco no te lo ha contado —dijo Andrómeda, jugando una carta.

—¿Contarme qué?

—Había un hombre llamado Voldemort —dijo Andrómeda, dejando sus cartas y tomando su té—. Un individuo malvado y arrogante que sentía que los muggles y las personas que se asociaban con ellos eran inferiores. Consiguió poder y un grupo de seguidores, y comenzó a matar a la gente muggle.

Lo dijo todo con tanta calma, como un texto de un libro de historia. Harry tragó saliva.

—¿Fue él quien…? Draco dijo que un hombre malo mató a mis padres. ¿Fue él, Voldemort?

—Sí. Tus padres pelearon contra él con valentía —Andrómeda siguió bebiendo su té—. Pero eso fue hace mucho tiempo. Voldemort regresó cuando estabas en la escuela.

—Pero Draco dijo que un hombre muy valiente lo mató —dijo Harry, frunciendo el ceño.

—Oh sí —Andrómeda tomó un sorbo de té—. Ese hombre muy valiente eras tú.

Los ojos de Harry se agrandaron.

—¿Yo?

—Eres un héroe de guerra, Harry.

Harry una vez más tuvo la impresión de que Andrómeda encontraba algo entretenido en la situación.

—¿Draco se olvidó de mencionarlo? —Preguntó ella.

—Quizás… —Harry tragó de nuevo—. Quizás él no lo sabía.

—Pero todo el mundo lo sabe. ¿Vas a jugar tus cartas?

—Pero realmente no- Draco dijo que el hombre valiente no-, realmente no lo mató —dijo Harry—. Él dijo-, yo no podría… No soy… —un asesino, iba a decir Harry, pero no lo sabía. No sabía quién era cuando creció: un policía que no era amigo de Draco. Por primera vez, a Harry se le ocurrió que no sabía de lo que era capaz.

—Merecía morir —Andrómeda dejó su taza— ¿Sabes cuántas personas inocentes asesinaron Voldemort y sus Mortífagos? Podemos fingir ser amables y afirmar que hay dos lados en todo, que todos merecen misericordia y perdón, o podemos enfrentar la realidad de que a veces es necesario tomar decisiones difíciles para lograr un mundo mejor.

Cuando la poción multijugos llegó a su sistema, la piel de Harry se había estirado, creciendo en todas las direcciones para acomodar extremidades más largas, un torso más grande, una cabeza grande. Harry se sentía un poco así ahora, solo que esta vez solo sucediendo dentro de su mente, esa sensación de estiramiento, como si su mente se separara de su cuerpo y la silla y Andrómeda, sentada allí con su té.

—¿Qué es un Mortífago? —Fue todo lo que preguntó.

—Uno de los seguidores de Voldemort —dijo Andrómeda—. Eran un culto de personas que cumplían sus órdenes. Llevaron a cabo sus asesinatos y ayudaron en su ascenso al poder.

La mente de Harry seguía estirándose, separada por completo de su cuerpo ahora, flotando allí sobre la mesa.

—¿Draco era…? —Comenzó, pero ya sabía la respuesta.

—Sí —Por primera vez, la voz de Andrómeda se suavizó—. Debes entender, Harry; era muy joven. Sus padres eran mortífagos y no se le dieron muchas opciones.

—Sus padres… —comenzó Harry, pero no podía sentir su voz. Su garganta no haría salir las palabras; aunque podía hacer que su boca se moviera, como una marioneta, las palabras estaban atrapadas en su mente.

—Harry —dijo Andrómeda, alcanzando su mano.

Harry apartó la mano y se alejó de la mesa. Su silla cayó hacia atrás y cayó al suelo. El sonido repentino lo hizo sobresaltarse y mirar hacia abajo.

—Lo siento —dijo, sin estar seguro de cómo la silla se había caído de esa manera.

—Draco quiere compensar su pasado —dijo Andrómeda en voz baja.

—No me lo dijo —dijo Harry.

—Me imagino que no hubiera querido que lo supieras.

Harry se apartó de ella.

—Quizás podamos terminar nuestro juego más tarde —dijo Andrómeda, poniéndose de pie. Su voz era amable, pero se veía imponente: alta, con hombros rectos, su cabello gris recogido en un moño bajo. Llevaba un vestido largo y pasado de moda, y su nariz era perfecta, como la de Draco—. Luces como si quisieras tener un tiempo para ti. ¿Estarás bien?

Harry no lo sabía. No sabía lo que quería; no sabía nada. Draco no le había dicho nada.

—Harry —Andrómeda comenzó a acercarse a él y Harry se alejó.

—Sí —dijo—. Tiempo para mí. Quiero un- un tiempo para mí.

La mano de Andrómeda cayó.

—Muy bien entonces. Estaré en el jardín, por si necesita galletas o compañía —Salió de la habitación, dejando a Harry en la sala de estar con nada más que el brillante cervatillo plateado como compañía.

El cervatillo se había puesto de pie cuando la silla cayó al suelo con estrépito, con las patas temblándole e intentando sostener su cuerpo. Ahora se quedó allí mirando a Harry, sus orejitas plateadas levantadas, su cola hacia arriba.

—¿Qué estás mirando? —Harry preguntó enojado—. ¿Cómo es que no eres un zorro?

El cervatillo seguía mirándolo.

Harry no sabía qué hacer con la información que le habían dado, así que no pensó en ella. En cambio, pensó en la poción rejuvenecedora. Tenían que encontrar el ingrediente que faltaba para poder hacer una cura; pero la poción estaba vinculada de alguna manera con otros casos en los que el Harry adulto había estado trabajando. Eso significaba que criminales estaban involucrados. Probablemente por eso Draco pensó que era tan peligroso que había decidido irse sin él.

El Harry adulto era policía, lo que significaba que hacía cosas como perseguir criminales todo el tiempo. Probablemente tenía una pistola y un coche con una sirena y un compañero que lo respaldara, pero… Draco no tenía un compañero que lo respaldara. Y si el criminal era Cecil Vance; Draco no tenía un Expecto Patronum para salvarlo de la nube negra, porque había dejado a su estúpido cervatillo aquí. Harry y Draco probablemente ni siquiera se habrían escapado la primera vez si Harry no hubiera usado el Tarantellegra.

La poción había caído sobre Harry; él era el que tenía la edad equivocada. Y se supone que su yo adulto era un policía, solo que obviamente no había atrapado al malo. Y el Harry adulto, además, había arrastrado a Draco hasta ese almacén. Probablemente Draco ni siquiera había querido estar allí en primer lugar, ya que no eran amigos.

Harry debería arreglar esto.

Sin embargo, no podía hacer nada para ayudar porque estaba atrapado en esta casa. Ni siquiera estaba en Londres. Draco había dicho anoche, cuando habían estado acostados en las literas, que estaban en Dorset. Draco también le había dicho que debería dormir un poco, pero Harry seguía teniendo preguntas y Draco las había respondido a todas. O la mayoría de ellas, excepto que ahora Harry ni siquiera sabía si Draco le había dicho la verdad. Y Harry no tenía idea de a dónde se había ido Draco.

Decidido a trabajar en resolver el misterio, Harry regresó a la habitación de Teddy para mirar los papeles que Draco había dejado en el escritorio. Hojeando entre ellos, Harry trató de recordar los otros archivos de su propia casa en Grimmauld Place. Vincular casos, Draco había dicho, pero Harry nunca había leído los archivos que Draco había tomado de su escritorio en el Ministerio. Aun así, tal vez había algo en los papeles que había tenido Vance que podría ayudar. Después de todo, Vance obviamente estaba haciendo algo mal, habiendo irrumpido en la casa de Harry y lanzando ese hechizo que Draco había dicho que era oscuro. Quizás había algo en estos papeles acerca de él.

Por mucho que a Harry le disgustara leer, podía estar concentrarse lo suficiente si tenía la intención de hacer algo. Con cuidado, leyó cada documento, siguiendo las letras con los dedos para que saltaran menos. Buscó el nombre de Cecil Vance, así como direcciones o cualquier lugar que pudiera encontrar con un mapa.

Varias horas después, Andrómeda lo llamó para almorzar. Ella no le había preguntado qué quería, lo que resultó en más repollo de lo que él hubiera pedido. Sin embargo, también había pollo y albóndigas, así que eso estaba bien.

—Has estado muy callado —dijo Andrómeda—. ¿Has encontrado los videojuegos de Teddy?

—Sí —dijo Harry, metiéndose una albóndiga en la boca.

Con mucho más cuidado, Andrómeda le dio un cortés mordisco a su albóndiga, y luego se limpió la boca con una esquina de la servilleta. Ella lo estaba mirando, se había dado cuenta Harry, pero él pretendió estar concentrado en su comida. El cervatillo estaba parado no muy lejos, mirándolo a él también.

—¿Te gustaría hablar? —Andrómeda dijo al fin.

—En realidad no —dijo Harry de inmediato.

—Draco está haciendo lo que cree que es mejor —dijo Andrómeda—. Está bien si estás enojado, pero no es justo culparlo.

—No estoy enojado —dijo Harry, comiendo un poco más de la albóndiga.

—¿No lo estás? —Pero eso fue todo lo que dijo Andrómeda. Continuaron comiendo. Después, le pidió que la ayudara a lavar los platos, pero luego le permitió volver a la habitación de Teddy, con el cervatillo trotando obedientemente detrás de él. Cuando Harry cerró la puerta de golpe, el animal caminó a través de la madera, luciendo un poco molesto. Molestarse con el ciervo bebé solo lo hacía lucir lamentable.

Deseoso de seguir buscando información en los papeles, Harry finalmente encontró un pergamino sobre un caso que parecía prometedor. Se trataba de un almacén, y Cecil Vance era el Auror que había realizado el arresto descrito en el informe. Todo parecía bastante inocuo, por lo que probablemente Draco no había tomado nota de ello la primera vez que visitaron el Número Doce y miraron todos los archivos, pero como Vance los había atacado, tal vez Draco pensó que valía la pena revisar el almacén ahora.

Harry acababa de encontrar la dirección del almacén cuando Andrómeda tocó la puerta de la habitación de Teddy.

—He hecho chocolate caliente —dijo Andrómeda—. Draco pensó que era importante que tuvieras un poco hoy.

—No quiero tomarlo —dijo Harry, sin siquiera abrir la puerta. Su dedo estaba posado en la dirección, pero no había nada que pudiera hacer con ella. Si tan solo pudiera llegar a Londres…

Al otro lado de la puerta, Andrómeda no dijo nada, pero tampoco sonaba como si se hubiera ido. Harry deseaba que ella se fuera para que él pudiera pensar, pero después de un largo momento ella dijo:

—Mi esposo, mi hija y yo solíamos sentarnos frente al fuego y beber chocolate caliente durante los inviernos. Era una tradición familiar.

—¡Qué lindo! —Harry respondió, todavía esperando a que ella se fuera.

—Antes de eso, solía hacerlo con mis hermanas —continuó Andrómeda—. Narcissa solía hacer que el fuego tuviera los colores del arco iris.

Ella todavía no se iba.

Otra pausa larga.

—Me imagino que, para Draco, el chocolate caliente y sentarse frente al fuego significa familia.

Fuego. Fuego de colores.

Harry se levantó de un salto. Al abrir la puerta, dijo:

—¿Podemos comer malvaviscos con chocolate caliente?

Las cejas de Andrómeda se elevaron con sorpresa ante su repentina aparición.

—Los malvaviscos son bastante difíciles de transfigurar.

—Sí, lo sé —dijo Harry rápidamente—, pero Draco dice que son parte de la tradición.

—¿En serio? —Preguntó Andrómeda, todavía sorprendida. Sostenía una bandeja con tazas, y el vapor salía de las tazas en perezosos remolinos—. Eso es algo que debe haber cambiado.

—Sí —dijo Harry—, pero es importante. ¿Podemos hacerlos en la cocina?

Andrómeda lo miró, sus ojos marrones analizándolo.

—Supongo —dijo finalmente—. Si significa tanto para ti.

—Mucho —dijo Harry, siguiéndola con entusiasmo. El cervatillo se incorporó sobre sus delgadas patas y los siguió a ambos hasta la cocina.

Aparentemente, transfigurar malvaviscos requería de huesos, lo que a Harry le parecía repugnante, pero Andrómeda tenía pollo en el refrigerador, lo cual les serviría. Quitaron parte de la carne de las baquetas para poder usar los huesos de las piernas y las dejaron a un lado. Harry reconoció que Andrómeda estaba siendo muy amable con todo esto, lo que lo hizo que se sintiera mal cuando le dijo que necesitaba utilizar el baño.

Tener a Andrómeda transfigurando malvaviscos la distraía lo suficiente como para poder mantenerla alejada de la chimenea.

Harry no podía pensar en una manera de evitar que el cervatillo lo siguiera, pero no era como si el Patronus pudiera detenerlo, ya que era incorpóreo. Harry sacó la mochila, tomó los papeles con la dirección del almacén y los metió dentro, luego se echó la mochila al hombro. A continuación, se apresuró a entrar a la sala de estar. Draco había dicho que los magos mantenían polvo Flu en las repisas de la chimenea.

La repisa de la chimenea de Andrómeda tenía fotos, montones de ellas: una hermosa dama con cabello púrpura, un niño con alas y un hombre de aspecto amistoso con su brazo alrededor de una Andrómeda más joven. De puntillas, Harry miró alrededor y detrás de los marcos, moviéndolos hasta que por fin encontró el pequeño cuenco. Estaba ubicado detrás de una foto de la mujer de cabello púrpura, solo que, en esta, su cabello era castaño, su rostro estaba triste y su barriga era grande. El cuenco era una cosa fea que parecía haber sido hecho a mano, pero en él estaba el mismo polvo que habían usado en el Número Doce.

Harry tomó un puñado de polvo y lo arrojó a la chimenea. Las llamas verdes cobraron vida y Harry se arrastró dentro de ellas.

—¡Número doce, Grimmauld Place! —Gritó, y luego fue succionado a un espacio estrecho y lleno de hollín que lo escupió al otro lado.

Saliendo, rodando de la chimenea del Número Doce, Harry trató de mantenerse en silencio mientras limpiaba el polvo y el hollín de su ropa y de la bonita mochila de cuero de Draco. Venir aquí era peligroso; Cecil Vance podría haberse ido hace mucho, pero eso no significaba que no volvería o que otras personas malas que trabajaban con él no intentarían robar la casa del Harry adulto. Mientras tanto, el cervatillo salió trotando de la chimenea, luciendo perfectamente limpio. Harry supuso que ser incorpóreo tenía sus ventajas.

Tan rápida y silenciosamente como pudo, subió las escaleras hasta llegar al piso de arriba, deteniéndose en el rellano para escuchar si había algún intruso. Cuando no escuchó a nadie, Harry continuó caminando hacia la habitación de su yo mayor. El cervatillo, que lo había seguido, continuó siguiéndolo al interior de la habitación.

Había monedas de oro en uno de los bolsillos de un abrigo en el armario, que Harry recuperó y metió en la mochila. A continuación, encontró la pequeña caja que Draco había dicho que era un teléfono móvil, en la mesita de noche. A Harry todavía no le parecía un teléfono, pero parecía no haber sido usado desde hace un buen tiempo. Harry supuso que Vance no lo había usado, pero Harry sí.

Cuando Harry presionó el botón en el frente de la caja, la imagen del hombre pelirrojo y la mujer de cabello castaño apareció nuevamente, así como la barra que decía: "Desliza para desbloquear". Habiendo descubierto ya esta parte, Harry deslizó su dedo sobre la barra y la imagen cambió nuevamente a un cielo con algunas cajas de imágenes más pequeñas. Una de las cajas de imágenes más pequeñas era un dibujo de un teléfono, así que Harry trató de tocarlo y apareció otra imagen. Este parecía casi familiar, los números estaban ordenados como si estuvieran en un teléfono.

Harry no conocía muchos números de teléfono. El de la señora Figg estaba escrito en algún cajón del número cuatro de Privet Drive, en caso de alguna emergencia. Aparte de eso, Harry sabía el número del Número Cuatro y el 999. En realidad, él nunca había necesitado llamar a tanta gente. Tomando aire, Harry siguió adelante e intentó tocar los números del Número Cuatro. Cuando los tocó, aparecieron en la parte superior de la pantalla como si el dispositivo pudiera sentir qué números estaba tocando, tal y como había sentido el deslizamiento.

Una vez que Harry terminó de escribir el número, se acercó el móvil a la cara como si fuera un teléfono de verdad, esperando oírlo sonar. Cuando no lo hizo, se lo alejó de la cara y luego vio la pequeña imagen del teléfono verde debajo de los números. Harry intentó tocarlo. Al oír que el móvil emitía un sonido, se lo volvió a poner cerca a la cara.

Después de tres tonos, alguien contestó al otro lado de la línea.

—¿Hola?

—H-hola —dijo Harry, tosiendo para que su voz sonara más firme. Miró hacia la puerta, esperando que, si había algún intruso en la casa, estuviera en la planta baja y no pudiera escucharlo—. ¿Está- está Petunia Dursley allí?

—Está hablando con ella —dijo la voz, pero no sonaba como ella. La voz era más vieja y, de alguna manera, mucho más triste.

—Eh… —Harry no supo qué decir—. Necesito un número para llamar a un taxi.

—¿Quién es? —Y de repente, ella sonó como Petunia, el bit de presión en su voz haciéndola sonar repentinamente familiar.

—Eh… —dijo Harry de nuevo, luego se dio cuenta de que, si la voz de Petunia sonaba más vieja, su propia voz debería sonar mucho más vieja. Tosiendo de nuevo, trató de hacer que su voz sonara más profunda—. Soy… soy tu sobrino. Harry Potter.

—¡Harry! —Siguió un silencio de sorpresa, luego un apresurado—: ¿Está Dudley bien?

—Se encuentra bien —respondió Harry, todavía tratando de hacer que su voz sonara profunda—. Sin embargo, realmente necesito un número para llamar a un taxi.

—¿Por qué? ¿Estás seguro de que Dudley está bien? —La voz de Petunia estaba empezando a subir de tono. Harry se preguntó cómo pudo haber fallado en reconocerla.

—Sí —dijo Harry, luego pensó en agregar—; lo vi la semana pasada. Él está bien.

—Tú… ¿lo viste? ¿C-cómo- cómo está? —La voz de Petunia volvió a tener esa cualidad triste, pero como de costumbre, ella solo estaba pensando en Dudley.

Harry podía sentir ese viejo sentimiento, un sentimiento que casi había olvidado en la semana que había pasado con Draco, pero lo había sentido durante gran parte de su vida que se preguntaba cómo podría haberlo olvidado. Era esa sensación de que él podría no estar allí en absoluto, como si ni siquiera existiera. La mayor parte del tiempo estaba bien; a Harry no le gustaba mucho cuando el tío Vernon se daba cuenta de que existía. A veces, sin embargo, se sentía como un sueño surrealista, casi aterrador. Como si estuviera en medio de una habitación, gritando, pero nadie podía escucharlo.

—Harry —dijo Petunia—, ¿cómo está Dudley?

—Dije que estaba bien; ¿no es así?

—No hay necesidad de gritar —Petunia resopló. Eso también le resultaba familiar, solo que ella siempre solía resoplar con desdén, como si Harry oliera mal o algo así, y ahora sonaba… bueno, sonaba un poco como si tuviera los ojos llorosos y Harry casi se sintió mal—. ¿Qué te pasa, de todos modos? ¿Estás enfermo? Tu voz suena terrible.

—Eh, sí —dijo Harry, tosiendo de nuevo—. ¡Muy enfermo! Y necesito un número para llamar a un taxi, para poder ir al hospital.

—¿La gente como tú usa hospitales? ¿No hay algún tipo de…? —La voz de Petunia se volvió desdeñosa—. ¿Hechizo?

Harry se dio cuenta de que ella sabía de magia. Tu tía y tu tío son unos asquerosos mentirosos, había dicho Draco. Draco se había olvidado de mencionar que él también era uno. Harry pensó en algo entonces.

—Si no me da ese número, quizás tenga que hacerle algo divertido, muy divertido, a Dudley.

—¡No lo harías! —Exclamó Petunia, sonando sorprendida.

—Sí, sí lo haría —dijo Harry—. ¿Recuerdas esa vez que me hizo tropezar y no pude caminar durante una semana?

—Pero-

—Conozco todo tipo de hechizos —prosiguió Harry.

Después de un momento, la voz tensa de Petunia volvió a escucharse.

—Espera un minuto.

Harry esperó, escuchando un susurro a través del teléfono.

—¿Por qué no puedes simplemente buscarlo tú? —Preguntó Petunia.

—No tengo una guía telefónica en este momento —dijo Harry.

—Me refiero a que lo hagas con tu- lo que sea. Aquí está el número. ¿Estás listo?

Harry no había pensado que lo lograría. Sacando su varita, la agitó dentro de la habitación.

Accio bolígrafo —dijo, pensando que, si Draco podría utilizar el Accio pluma para encontrar escritorios de la gente en medio de una habitación, seguramente si había un bolígrafo en algún lugar, este flotaría hacia él.

Petunia siseó. —¿Que acabas de hacer?

—Estoy preparando mis maldiciones —dijo Harry, abriendo la cartera para agarrar uno de los pergaminos. Un bolígrafo flotó hacia él y Harry lo agarró—. Está bien, díctame el número.

—0871 871 8710 —dijo Petunia.

Harry garabateó en los márgenes mientras ella hablaba, luego dijo un "gracias", cuando terminó de hacerlo.

—¿Eso es todo?

—Sí.

—Sí, bueno —Petunia resopló de nuevo, pero Harry estaba bastante seguro de que este era un resoplido de desdén—, no te mueras.

—Eh… Intentaré no hacerlo.

—Y dile a Dudley… dile que mamá lo ama mucho.

—Díselo tú misma —dijo Harry, pero la línea se quedó en silencio, y Harry se dio cuenta de que ella había colgado.

Después de eso, Harry tocó los números para llamar al servicio de taxi, dándoles la dirección de Grimmauld Place. Dijeron que su taxi llegaría en unos veinte minutos, pero Harry decidió que sería mejor esperar afuera, en caso de que alguien decidiera robar su casa nuevamente. Cuando fue a pararse junto a la acera, el cervatillo lo siguió.

—¿Por qué no esperas adentro? —le dijo Harry—. Estoy seguro de que puedes ser tan inútil ahí dentro como lo eres aquí.

El cervatillo lo miró con tristeza.

Después de solo diecisiete minutos, llegó el taxi. Harry abrió la puerta de atrás y le leyó al conductor la dirección que había encontrado entre los papeles que había tomado de Cecil Vance: El Número Treinta y tres de Colville Road. Aunque trató de cerrarle la puerta al cervatillo, este entró directamente con él y saltó al asiento junto a él.

—¿Qué es eso? —Preguntó el taxista. Era un anciano de aspecto amistoso con una larga barba negra—. ¿Algún tipo de holograma?

—Sí —Contestó Harry, cerrando la puerta.

—¿Dónde lo conseguiste? —Quería saber el conducto—. ¿Es algo nuevo?

—Un hombre me lo dio —dijo Harry—. Puede hacer muchas cosas raras.

—¿Trabajas para una empresa de tecnología? —Preguntó el conductor, alejándose de la acera.

—Sí —dijo Harry.

—Este es un largo viaje para recorrer solo —El taxi partió a lo largo de Grimmauld Place, bajando por la carretera—. ¿Estás seguro de que tus padres están de acuerdo con esto?

—Sí, ehm —Harry pensó un momento—, el ciervo sirve para vigilarme.

—¿Como una cámara para niñera? —Preguntó el conductor, mirando a Harry a través de su espejo retrovisor—. ¡Eso es increíble! ¡Debería conseguir uno para mis hijos!

El conductor continuó así, principalmente conversando mientras Harry ocasionalmente contestaba algunas cosas. Había tenido que viajar en un taxi una vez antes, cuando los Dursley se habían olvidado de él en una tienda, pero esa vez la gente de la tienda lo había ayudado a llamar al taxi. El tío Vernon se había enojado porque tuvo que pagarle al conductor cuando Harry regresó al Número Cuatro, y Harry realmente no tenía idea de cuánto costaba un taxi. Aun así, tenía que llegar al almacén para poder encontrar al criminal, que podría ser Cecil Vance u otra persona.

Harry no estaba realmente seguro de lo que haría cuando lo encontrara. Aún no había llegado tan lejos, pero tenía que hacer algo.

El conductor tenía razón; el viaje fue largo. Sin embargo, era verano, así que tardaría mucho en oscurecer. Aun así, cuando llegaron a Colville Road, Harry tenía bastante hambre.

—¿Aquí? —Preguntó el conductor, sonando escéptico. Habían llegado a una intersección con un montón de edificios de aspecto aburrido. Ninguno de ellos tenía nombres o números en el frente, y Harry ni siquiera estaba seguro de cuál era la dirección correcta.

—Sí —dijo Harry, desabrochando y sacando las monedas de oro. Se los entregó al conductor y empezó a abrir la puerta.

—¿Qué es esto? —dijo el conductor—. Son sesenta y siete libras con treinta y dos peniques.

—Hmm —dijo Harry—, bueno, no tengo ese dinero.

En el espejo, el conductor comenzó a fruncir el ceño.

—Tienes que pagar por tu viaje.

—Bueno, no puedo —dijo Harry, alcanzando la puerta.

De repente, las puertas se cerraron.

—¿Tus padres realmente saben que estás afuera? —dijo el conductor—. Tal vez deberíamos-

¡Alohomora! —Gritó Harry, golpeando la puerta con su varita que acababa de sacar de su manga. La puerta se abrió de golpe y el conductor lo miró conmocionado cuando Harry salió del taxi—. ¡Vamos, estúpido ciervo! —lo llamó.

—¡Espera un minuto! —dijo el taxista, abriendo la puerta del lado del conductor y saliendo de ella—. No puedes-

Girándose, Harry apuntó con su varita al taxi. Solo recordaba un hechizo que le parecía útil.

¡Tarantellegra! —Gritó, y el taxi empezó a traquetear y temblar. Se encabritó sobre los neumáticos traseros, se balanceó hacia adelante y hacia atrás y luego giró.

Mientras el conductor se alejaba horrorizado del taxi que bailaba, Harry corrió hacia el edificio más cercano, buscando en cualquier lugar donde pudiera estar ubicado el número de la dirección. El cervatillo, sin embargo, parecía haber desaparecido.

—Qué ayuda que eres —murmuró Harry para sí mismo, pero en ese momento vio una puerta, y encima de la puerta decía "Treinta y tres".

Harry sacó de nuevo el pergamino de su mochila y comprobó el número. Era la dirección correcta. Harry alcanzó la manija de la puerta.

Un tremendo ¡crack! llenó el aire.

Harry se dio la vuelta para ver qué estaba pasando, pero alguien lo estaba agarrando del brazo.

—¡Harry!

Luego lo acercaron más y Harry supo que era Draco. Era el fuerte brazo de Draco el que lo rodeaba, el duro pecho de Draco presionando contra su rostro, la voz de Draco diciendo ásperamente, "Harry", una vez más antes de que el aire volviera a revolverse. La calle, el taxi que bailaba y la puerta con la dirección se alejaron, y luego solo estaba Draco.

Se Aparecieron en la casa de Andrómeda.

—Ahí estás —dijo Andrómeda, saliendo del pasillo a la sala de estar.

Los brazos de Draco todavía estaban alrededor de Harry. Deslizó la mochila del hombro de Harry, para poder abrazarlo más.

—Harry —dijo Draco—. ¿Qué estabas haciendo? ¿Qué pensaste que estabas haciendo?

—Ayudándote —dijo Harry, tratando de alejarse.

—Dale espacio para respirar, al menos —dijo Andrómeda.

—¿Ayudándome, Harry? —Draco lo acercó de nuevo—. ¿Entiendes que te podrían haber matado? ¿En qué estabas pensando, viajando en un coche con un extraño por todo Londres?

—Era un taxi —dijo Harry.

—No me importa —dijo Draco, todavía agarrándolo—. Él podría haberte lastimado.

—Generalmente, son seguros —dijo Andrómeda, sonando divertida—. Pero Harry, no deberías haberte montado en uno solo. ¿Cómo encontraste uno?

—La tía Petunia me dio un número para llamar a uno —Draco lo sostenía tan cerca que Harry estaba hablando sobre el cabello de Draco. Arqueando su cuello para mirar a Andrómeda, Harry se apartó—. La llamé al teléfono móvil de mi casa.

—Me había olvidado por completo de tus parientes muggles —dijo Andrómeda, pensativa—. Me sorprende que todavía estén por aquí.

—¡No te subas a taxis! —Dijo Draco, todavía sonando frenético—. ¡No uses móviles! ¡No vayas a tu casa! Harry, fuiste a un lugar donde se había cometido un crimen. ¿Y si estaban allí? ¿Y si te lastimaban?

—Me atrevería a decir que Harry habría sobrevivido —dijo Andrómeda con suavidad—. Nadie podía detenerlo, ni siquiera cuando era niño.

—Porque él no lo sabe —dijo Draco, todavía de esa manera frenética—Él no entiende que- Harry —Draco lo tomó por los hombros y lo agarró con fuerza—. Hay gente que te ama. ¿Lo entiendes? Eres amado. Eres muy amado. Si te escapas de esa manera, si alguna vez te lastiman, les romperás el corazón. ¿Me entiendes? ¿Sabes que hay gente que te ama?

Harry se escapó de su agarre.

—¿Te refieres a Granger y a Weasley?

—¿Granger y Weasley? —Andrómeda repitió, sonando seca.

—No —dijo Draco—. Sí. Harry, me refiero a todos. Todos te aman. ¿Entiendes que les importa lo que te pase?

—¿Porque soy un héroe de guerra?

La boca de Draco se abrió. Sus ojos plateados eran muy brillantes.

—Andrómeda me lo dijo —dijo Harry.

Draco lanzó una mirada hacia Andrómeda, pero inmediatamente se volvió hacia Harry.

—Lo siento, Harry.

A Harry no le importaba. No le importaba lo que dijera Andrómeda sobre Voldemort, sobre los Mortífagos, sobre ser un héroe. No le importaban las cosas que supuestamente Draco había hecho, porque Harry no había estado allí. No recordaba nada de eso. Lo que Harry recordaba era a Draco haciendo chocolate caliente y pastel, y enseñándole a volar y jugando Snap Explosivo con él, y durmiendo en literas y Draco tocándole el pelo. A Harry no le importaba que otras personas lo amaran; solo le importaba una cosa.

—Te fuiste —dijo, dando un paso hacia atrás.

—Necesitaba averiguar el ingrediente final —dijo Draco—. Necesitaba localizar a Vance para hacerlo. Era peligroso-

—Peligroso —espetó Harry—, ¿al igual que viajar en un taxi es peligroso?

—Harry —dijo Draco, pero luego no dijo nada más.

—Ese hombre en mi casa —dijo Harry—, Vance. Te habría hecho daño si no hubiera usado Tarantellegra. Creo que eso es un poco más peligroso que viajar en taxi. De hecho, creo que es mucho más peligroso. Pero está bien si lo haces tú, ¿no es así?

Se supone que Draco diría algo sobre cómo era mayor, sobre cómo Harry era solo un niño, pero en lugar de eso, se quedó ahí, mirando.

Harry podía sentir las lágrimas picando detrás de sus ojos y no sabía por qué. Siguió gritando enojado.

—¿Crees que a nadie le importaría si eres lastimado? ¿Que a nadie se le rompería el corazón? ¿Crees que a nadie le importa lo que te pase a ti?

—Oh —dijo Draco.

—¿Es porque eras un mortífago? —Dijo Harry.

El color desapareció del rostro de Draco. Sus ojos estaban muy brillantes, como plata brillante en una máscara de porcelana.

—Harry —dijo Andrómeda.

Harry se giró hacia ella.

—¡No me importa! No me importa lo que digas. No me importa lo que hizo. ¿Pensaste que me agradaría menos? ¿Estabas tratando de que no me importara que se hubiera ido?

—Por supuesto que no —dijo Andrómeda.

—Entonces, ¿por qué me lo dijiste? ¡Dijiste que él no quería que yo supiera! ¿Es por eso que no somos amigos cuando sea mayor? —Harry se volvió hacia Draco—. ¿El yo adulto te hizo pensar que, porque hiciste una cosa mala, tenías que hacer todo tú mismo todo el tiempo y nadie te ayudaría?

—Té —dijo Andrómeda—. Nos haré un poco, ¿de acuerdo? —Sin esperar respuesta, salió de la habitación.

Draco seguía mirando, su expresión en blanco, sus ojos aun inusualmente brillantes.

—Fue mucho más que una cosa mala —dijo finalmente.

—¡No me importa! —Harry lloró de frustración—. ¡Eres una buena persona ahora!

Algo cayó sobre la mejilla de Draco y Harry se dio cuenta, con horror, de que era una lágrima. Luego, con más horror, vio que la razón por la que los ojos de Draco brillaban tanto era que estaban llenos de lágrimas, y Draco estaba llorando, incluso si ninguna lágrima, a excepción de una, estaba cayendo por su rostro.

Draco se sentía mal, supuso Harry, lo que debería haber estado bien. Había querido que Draco se sintiera mal por dejarlo atrás.

—Dijiste que podía ayudarte —dijo Harry, solo para reforzar el sentimiento, pero de repente ya no estaba tan enojado.

—Sí —dijo Draco, pero se detuvo. Su voz sonaba horrible, como la de una persona enferma.

—Y tu ciervo tonto se perdió, por cierto —dijo Harry, sintiéndose incómodo y quizás un poco malhumorado. Todavía quería estar enojado, pero con Draco aquí llorando era un poco difícil.

Draco se quedó en silencio durante mucho tiempo.

—Me hizo saber dónde estabas —dijo finalmente.

—Oh —Harry se subió las gafas, pero no quería mirar a Draco. Realmente no quería. La voz de Draco todavía tenía ese sonido enfermizo, y Harry no quería ver si sus ojos seguían brillando. En realidad, todo fue un poco embarazoso. Las personas adultas, los hombres, sobre todo, no deberían llorar—. ¿Es…? ¿Así que es un bebé ciervo?

—Sí.

—¿Estás seguro?

—Estoy seguro de eso.

—Eh… —Harry no sabía de qué más decir—. ¿Cómo?

—Harry —dijo Draco, y luego estaba allí, tirando de Harry a sus brazos de nuevo, presionándolo con fuerza contra su cuerpo largo y delgado.

A Harry no le apetecía especialmente que lo abrazaran de nuevo, pero Draco estaba realmente arruinado o triste o lo que sea, y de todos modos Harry había querido decir lo que había dicho. No quería que Draco pensara que no le importaba, solo porque Draco había hecho algo malo, o muchas cosas malas. Como sea, no importaba, porque Draco era una buena persona. La mejor persona, en realidad, y aunque Harry estaba bastante seguro de que Draco estaba llorando sobre él, ser abrazado no era la peor cosa.

En realidad, era algo agradable.

—Me volví loco —susurró Draco—. Andrómeda dijo que habías usado la Red Flú; no sabía dónde estabas. Pensé… cariño, pensé que te había perdido.

Eres amado, había dicho Draco. Hay gente que te ama. Nadie le había dicho algo así a Harry antes. Harry levantó un brazo, con toda la intención de empujar a Draco lejos de él, pero eso no era lo que pretendía realmente. Su brazo rodeó la cintura de Draco y luego trató de acercarlo más. Luego lo estaba haciendo con su otro brazo también, y las lágrimas estaban picando detrás de los ojos de Harry nuevamente.

—No quiero que me dejes —se escuchó a sí mismo decir, y su voz sonaba mal. Sonaba tan mal. Se le quebró un poco. Su voz sonaba húmeda.

—Shh —dijo Draco—. No te dejaré. No te dejaré Harry —Apartando el flequillo de la frente de Harry, Draco lo besó.

Eso hizo que las lágrimas atravesaran los ojos de Harry. Presionó su rostro con fuerza contra el pecho de Draco para que no le salieran las lágrimas, y quería devolverle el beso a Draco, en la mejilla, en la frente, como Draco lo había besado. Harry nunca había hecho algo así antes, y era extraño, incómodo y vergonzoso. No sabía por qué quería hacerlo; simplemente sonaba bien. Sonaba tan bien, como si tal vez Draco no lo dejaría de nuevo si lo besara. Tal vez Draco nunca lo dejaría, pero cuando Harry se apartó lo suficiente para intentarlo, su boca estaba llena de mucosidad por el llanto y sus dientes estaban apretados para no sollozar, y no sabía cómo tirar de la cara de Draco hasta él, así que no lo intentó.

En lugar de eso, volvió a poner su rostro en el pecho de Draco y descubrió que había mojado la camisa de Draco.

—Shh —dijo Draco de nuevo, su voz era un zumbido bajo. Su mano se movió en el cabello de Harry—. Está bien. No te dejaré. Lo siento.

—Me importa lo que te pase —dijo Harry, en caso de que Draco no entendiera el punto—. Es... es mi corazón el que se rompería.

—Cariño —Draco lo abrazó con más fuerza.

El nombre hizo que Harry se sintiera avergonzado, como cuando Petunia llamaba a Dudley Duddy-kins y Dudders, pero por primera vez, Harry entendió por qué Dudley no se quejaba cuando Petunia decía cosas así. Se sentía casi agradable, que a alguien le importara tanto que se preocupara tanto. Harry estaba muy acostumbrado a que lo insultaran, pero nunca lo habían llamado de una forma que lo hiciera sentirse bien.

El abrazo aún más fuerte, tanto que la sensación casi agradable se desvaneció. Harry podía sentir su cuerpo de nuevo, lo incómodo que se sentía al estar parado contra Draco, lo cálido que estaba, lo mojada que estaba su camisa. Harry no podía respirar, así que se apartó.

—Lo siento… —Draco vaciló—. Siento no haberte hablado de mí.

—Está bien —Los ojos de Harry ardían, pero ya no lloraba. Sentía la cabeza demasiado grande y la nariz tapada. Probablemente estaba todo rojo, pero al menos no estaba llorando.

—No lo está —dijo Draco—. Debería habértelo dicho.

—Pensaste que te odiaría.

—No… exactamente —dijo Draco, dudando. Sus ojos estaban apenas enrojecidos. Ni siquiera parecía que hubiera llorado, pero el color había vuelto a su rostro y su barbilla temblaba un poco.

—Pensaste que yo pensaría que eras del tipo equivocado.

—Oh, Harry —Draco tocó un lado del rostro de Harry, tomando su barbilla suavemente—. No me importaba, no me importaba lo que pensaras de mí —Su mano se apartó—. Solo quería que fueras feliz.

—Yo estaba feliz —dijo Harry— Y luego te fuiste. En nuestro entre-cumpleaños.

—Sí —dijo Draco.

—No he hecho té —dijo Andrómeda, regresando con una bandeja en sus manos—. He hecho chocolate caliente. Harry no llegó a tomar un poco.

—Sí —dijo Draco de nuevo. Draco se acercó a ella y tomó dos de las tazas de la bandeja—. Gracias —dijo, mirándola a los ojos de manera significativa.

—Harry tenía razón —dijo Andrómeda—. No debería haber contado tus secretos.

—También tenías razón. No debería haberme quedado con ellos —Dándose la vuelta, Draco le llevó las tazas a Harry y le entregó una.

—Deberíamos beberlo frente al fuego —dijo Harry.

Andrómeda sonrió.

—Sí. Pienso que deberíamos.

-0-

Finalmente cenaron, luego se sentaron frente al fuego durante un rato más y quemaron algunos malvaviscos. Después de una hora, Andrómeda transfiguró un pijama para Harry, Draco se cambió y Andrómeda se fue a la cama. Harry también se cambió y se cepilló los dientes con un cepillo transfigurado, luego regresó a la habitación de Teddy. Andrómeda había dicho que la madera de la cama de Teddy estaría bien para otra noche, así que volvieron a tener las literas, Harry se echó en la de arriba y Draco en la de abajo.

—Creo que tengo una manera de arreglarlo, Harry —dijo Draco, cuando yacían en la oscuridad.

El corazón de Harry dio un vuelco.

—¿Te refieres a… a la cura para que yo pueda crecer?

—Sí.

Harry se sentó para mirar por el costado.

—¿Encontraste el ingrediente?

—No —Draco se quedó ahí tendido, mirando el techo, con las manos cruzadas sobre la manta a lo largo de su abdomen—. Pero creo saber lo que es.

—¿Y bien? —Preguntó Harry, sintiéndose enojado por alguna razón.

Lentamente, Draco giró la cabeza sobre la almohada para mirarlo.

—Creo que es algo muy poderoso, Harry. Eso significa que contrarrestarlo será complicado. La solución que he ideado… tiene varias partes, para asegurarme de que todo saldrá según lo planeado.

Harry volvió a apoyar la cabeza en la almohada. Siempre había sabido que Draco lo arreglaría. Probablemente era el mejor mago del mundo. De repente, Harry ya no se sintió enojado; se sintió triste.

—¿Recordaré tener diez años? —Preguntó, tratando de no dejar que se le quebrara la voz.

—Lo recordarás todo.

En la tenue luz de las ventanas, Harry podía ver los carteles en las paredes de Teddy, toda la gente gritando a las baterías y las guitarras. Harry tenía la cubre cama que cambiaba de color, pero en la penumbra, se veía gris.

—No quiero tener treinta y un años —dijo finalmente.

—Harry —Hubo un largo silencio. Pasó tanto tiempo que Harry pensó que Draco podría haberse quedado dormido, pero luego dijo—: Te diré un secreto.

Harry quería inclinar la cabeza hacia un lado para escuchar mejor, pero en cambio se quedó muy quieto, apenas respirando para estar seguro de escuchar el secreto.

—Te extraño —dijo Draco.

Harry frunció el ceño y echó la cabeza a un lado, casi queriendo ponerse las gafas para poder ver mejor a Draco.

—Echaré de menos a tu yo de diez años, pero extraño a tu yo de treinta y un años. Lo extraño ahora mismo.

—Pero —Harry se mordió el labio. No pudo evitar sentirse traicionado—, ¡dijiste que ni siquiera te agradaba él! ¡Quiero decir- yo!

Draco giró la cabeza para mirar hacia la parte inferior de la litera de arriba, en lugar de a Harry.

—Dije que no éramos amigos. Puede que incluso haya dicho que yo no te agradaba, pero nunca dije… nunca dije que no me agradabas tú.

—Eso significa que- ¿te agrado yo? ¿Mi yo adulto?

—Sí, Harry. Me agradas. Me agradas mucho.

La voz de Harry se elevó.

—Entonces, ¿cómo es que tú no me agradas a mí?

—Shh —dijo Draco, pero levantó la mano para cubrirse la cara—. Sabía que no debería haberlo haber…

—¿No deberías haber, qué? ¿Te gusta más él que yo?

—Por supuesto que no, Harry —Draco sonaba molesto. Su rostro todavía estaba cubierto—. Son la misma persona.

—Pero mi yo adulto es un- un- él es estúpido. ¿Por qué no le agradarías si-

—No es estúpido —dijo Draco, su voz casi aguda—. Yo- yo no he sido muy claro sobre lo del que me agrade. De hecho, le mentí, la única vez que- bueno, eso no contó, y no fui honesto. No he sido honesto; me he escondido, he sido desagradable, descortés. He sido- he sido desagradable. He sido desagradable, pero solo lo fui porque… porque tenía miedo.

—Quizás tenías miedo porque-

Draco habló más fuerte que él.

—Yo soy así, ¿entiendes? Soy egoísta. Soy tan egoísta y cobarde, soy un cobarde-

—No eres-

—Solo pensé en lo que yo podría sentir —dijo Draco con firmeza—. No entendía cómo- cómo expresarte, ser honesto, podría ser difícil para ti también. Pensé que todo tenía que ser tan fácil para ti. Solo pensaba en mí.

—No eres un cobarde —fue todo lo que Harry pudo pensar en decir.

—Creo que descubrirás que, de hecho, soy uno.

Recostándose en su almohada, Harry se mordió el labio mientras pensaba en esto.

—Si logras que crezca, sabré que te agrado.

—Sí —Draco no parecía muy emocionado por esto.

—Hagámoslo —dijo Harry, inclinándose hacia un lado.

Draco se volvió para mirarlo de nuevo.

—Ya verás. Me seguirás agradando.

Los ojos de Draco brillaron plateados en la tenue luz.

—Ya veremos —dijo en voz baja.

Harry apoyó la cabeza en la almohada y miró al techo, deseando recordar cuánto le gustaba Draco cuando creciera.

-0-

A la mañana siguiente, volvieron a desayunar cereales. Harry trató de transmitir con su reacción que no estaba tan impresionado por los desayunos de Andrómeda como por los de Draco; pero Harry en realidad no quería ser grosero con Andrómeda, así que no estaba seguro de que Draco entendiera el mensaje. Después, Draco dijo que iban a regresar a su tienda.

—Instalé más barreras ayer, y nadie ha estado allí —dijo Draco—. Debería estar bien el tiempo suficiente para que pueda terminar los pasos finales.

—¿Terminar? —Preguntó Harry—. Quieres decir que ya lo empezaste.

—Harry —dijo Draco gentilmente—. He estado trabajando en ello toda la semana.

—Pero estábamos haciendo pociones de prueba —dijo Harry—. Para descubrir los ingredientes.

Draco solo lo miró.

—Limpiaré la mesa —dijo Andrómeda. Recogiendo sus platos con su varita, se acercó al fregadero.

Harry se subió las gafas. —¿Entonces no estábamos haciendo pociones de prueba?

—Lo estábamos —dijo Draco rápidamente—. Pusiste tu pulgar en cada una.

—Pero también estabas haciendo lo otro.

—Estaba haciendo varias cosas. Por si acaso, Harry —El rostro de Draco se veía cansado y miserable.

Harry recordó cómo Draco había tomado esos pelos. También había preparado la poción multijugos en algún momento cuando Harry no lo había visto. Había estado planeando el viaje al Ministerio, preparando la cura y siendo un Mortífago. Harry no sabía qué más.

—Está bien —fue todo lo que dijo, porque ni siquiera estaba seguro de por qué se sentía mal porque Draco no le hubiera dicho. Hubiera sido bueno saberlo.

—Reuniré lo que necesitaremos —murmuró Draco.

Unos minutos más tarde, se terminó de lavar los platos y Draco regresó con la mochila al hombro.

—Bueno, Harry —dijo Andrómeda, extendiendo su mano—. Ha sido muy agradable conocerte a esta edad. Eres mucho más emocionalmente inteligente de lo que esperaba.

—Tía —dijo Draco bruscamente.

Harry le había estado dando la mano, pero ahora vaciló, mirando a Draco.

—Draco tiene razón —dijo Andrómeda, soltando la mano de Harry—. Debería haberlo esperado. Una vez que te decides por alguien, no lo deshaces fácilmente.

—Tía —Draco soltó un silbido.

Harry pensó que Andrómeda estaba bromeando de nuevo, pero esta vez a costa de Draco. A Harry no le gustó.

Andrómeda se volvió hacia Draco, con una sonrisa en la comisura de sus labios.

—Tienes que admitir que es bastante terco, por lo menos.

Él está parado justo aquí —dijo Harry, molesto.

Andrómeda simplemente le sonrió.

—Me refería a tu yo mayor.

—Sí, bien. Estoy a punto de ser mi yo mayor.

—Eso difícilmente me impedirá decir lo que pienso —dijo Andrómeda—. Después de todo, ya has decidió lo que piensas sobre mí y, como ya he dicho, dudo que tu opinión sobre mí cambie.

Harry le dio su mejor mirada.

Andrómeda sonrió, la primera vez que la había visto hacerlo. La hacía parecer amistosa, cuando antes se había limitado a parecer majestuosa. Aparecieron arrugas junto a sus ojos.

—Es una opinión muy positiva.

—Sí, gracias —dijo Draco con frialdad. Volviéndose hacia Harry, su expresión se suavizó—. ¿Estás listo, Harry?

—Mucho —dijo Harry, dándole la mano a Draco. Juntos, se Aparecieron.

-0-

Harry estaba muy contento de volver al laboratorio de Draco. Durante la última semana había comenzado a sentirse casi como un hogar para él, a pesar de que sabía que no se le permitía quedarse. Draco dijo que le tomaría un tiempo terminar de arreglar todo, así que Harry fue al dormitorio para ver si las literas aún estaban allí. Aunque ahora sabía que el estiramiento no era bueno para la madera, le gustaba cómo Draco las había hecho para él. El dormitorio también tenía la bata que Draco le había comprado a Harry. Draco había dicho que crecería cuando Harry lo hiciera, lo que Harry supuso que sucedería pronto. Harry quería ponerse la bata cuando se curara, solo para recordarle a su yo mayor lo agradable que había sido Draco, pero eso probablemente era extraño, así que Harry volvió a colgarla después de acariciarla por un momento.

Cuando Harry regresó al laboratorio, Draco no estaba haciendo pociones. En cambio, estaba escribiendo en un libro.

—¿Qué es eso? —Preguntó Harry.

—¿Recuerdas que dije que la solución tiene varios pasos? —Draco lo miró y Harry pensó que se veía realmente cansado—. Estoy escribiendo cada paso en este libro para asegurarme de que todo se haga correctamente.

—¿Cuáles son los pasos?

—La primera parte es una poción que te hará crecer. Creo que tu yo adulto sabrá cómo encontrar el ingrediente que falta. Una vez que lo consigas, lo agregaremos a una poción diferente.

—¿La que lo va a ser permanente?

—La que va a ser permanente —coincidió Draco, volviéndose hacia el libro.

Harry esperó a que Draco le sugiriera a Harry algo que podría hacer por mientras, como picar ingredientes o revolver una olla, pero Draco no dijo nada. De hecho, pareció olvidar que Harry estaba allí, completamente absorto en la escritura. Eso estaba bien. Por lo general, Draco le prestaba atención, pero Harry se había dado cuenta de que a veces Draco se distraía mucho, especialmente con las pociones.

Heloise tenía una percha en el laboratorio donde a veces dormía, pero ella no estaba allí, así que Harry subió a la cocina para revisar la ventana. Draco dijo que normalmente esa era la ventana que dejaba abierta para ella, por si ella quería entrar cuando él no estaba en casa. A veces golpeaba la ventana de la habitación de Draco, pero Draco dijo que no la dejaba dormir con él. Dijo que ella hacía un desastre.

Harry no vio a Heloise, así que fue a mirar el álbum de fotos de nuevo, el que tenía a Sirius Black en él. La mejor foto de Sirius era una en la que se volvía para sonreír desenfrenadamente a la cámara, mientras que el niño más pequeño que Draco había dicho que era el hermano de Sirius agitaba los brazos al fondo. El brazo moviéndose y algo en la sonrisa hizo que pareciera que Sirius estaba a punto de hacer algo malicioso. El álbum también tenía a Andrómeda cuando era joven, pero a Harry no le caía muy bien, así que se saltó esas fotos para ver más fotos de la madre de Draco.

Finalmente, Draco subió las escaleras y le preguntó a Harry qué quería para almorzar. Pareció sorprendido cuando Harry volvió a pedir la ensalada de pollo. Fue una buena ensalada, aunque el pollo y las albóndigas de Andrómeda eran mejores. Harry nunca se lo diría a nadie. Defendería la cocina mágica de Draco hasta la tumba.

Después del almuerzo, Draco le preguntó a Harry si quería ayudar, así que bajaron al laboratorio y Harry ayudó con las pociones. Unas horas más tarde, tenían una poción que era blanca con destellos plateados.

—¿Se parece a la poción que cayó sobre mí? —Preguntó Harry.

—No del todo —dijo Draco—. Esta es un poco diferente.

—¿Porque es temporal?

—Sí, Harry.

Harry volvió a mirar la poción. Casi parecía brillar a la luz, como una especie de nube nacarada.

—¿Me la voy a beber?

—Vamos a rociarla, como la primera poción. Tienes que seguir adelante y ponerte tu ropa grande ahora, Harry, pero vuelve a salir después —Draco comenzó a sacar ropa de la mochila, que parecía no tener fondo, al igual que Mary Poppins. La capa escarlata, la ropa interior, el cinturón, la túnica, las botas y los guantes sin dedos estaban allí—. Tenemos que asegurarnos de que la rocíes bien —continuó Draco—. Te ayudaré.

Harry tomó la ropa y fue al dormitorio para cambiarse. Cuando volvió a salir, Draco estaba sentado en el banco de trabajo, escribiendo de nuevo.

Si bien Draco seguía siendo básicamente el hombre más guapo que Harry había visto en su vida, ahora se veía algo terrible. Su piel, que por lo general era tan clara, se veía de un blanco pálido, y su cabello parecía flácido y casi de un color morado. Sus hombros se hundían y había esos círculos debajo de sus ojos, casi como una calavera, y eso hizo que el pecho de Harry le doliera. Quizás Draco estaba cansado. Tal vez estaba triste porque el Harry de diez años se iba, solo para ser reemplazado por un Harry que aparentemente lo odiaba.

Harry quería decirle a Draco que no lo odiaba. Quería- quería que Draco lo abrazara de nuevo. Harry se preguntó si debería intentar abrazarlo él mismo. Se preguntó si él habría abrazado a su padre.

En lugar de intentarlo, Harry se subió los pantalones y se puso las botas.

—¿Tenemos que hacerlo ahora? —Preguntó Harry, cuando Draco miró hacia arriba.

—Creo- creo que eso sería lo mejor —Draco tomó el pergamino en el que había estado escribiendo, lo dobló y lo dejó junto a la poción blanca perlada—. Un buen maestro de pociones siempre escribe todo lo que hace. Este pergamino es un resumen rápido de lo que estamos haciendo, mientras que el libro tiene instrucciones más extensas.

—Eh —dijo Harry, sin estar seguro de lo que quería Draco—. ¿Tengo que leerlo?

—No ahora —dijo Draco—. Pensé que una vez que seas mayor y necesites buscar el ingrediente final, estos documentos podrían ayudarte en tu búsqueda.

—¿No puedo preguntarte? —Dijo Harry, subiéndose las gafas.

Draco desvió la mirada.

—Estoy tratando de hacer las cosas lo más fáciles posible.

—Todavía piensas que no me agradarás.

—Harry —Dándose la vuelta hacia él, Draco apartó el flequillo de Harry a un lado, sus ojos brillantes.

Harry pensó que Draco besaría su cicatriz de nuevo, pero no lo hizo. En cambio, se puso de pie y tomó la botella de poción.

—Será mejor que lo hagamos ya, Harry.

Por alguna razón, Harry podía sentir las lágrimas arder en sus ojos. Quería decir algo: "Te echaré de menos", o algo así, pero no podía pensar en las palabras. Una vez más, quiso abrazarlo, pero Draco no lo estaba haciendo y le incomodaba ser quien tomaba la iniciativa. Sin saber qué más hacer, Harry tomó la mano de Draco.

Inclinándose, Draco besó la frente de Harry; luego sus labios se movieron a la oreja de Harry.

—Lo siento —susurró.

—¿Qué-? —Harry se echó hacia atrás, pero Draco ya estaba rociando la poción sobre él.

Y sobre sí mismo.

Harry creció, los recuerdos lo golpearon rápidamente: Hagrid, Hogwarts, Ron, Hermione, Dumbledore, Voldemort. El entrenamiento de auror, Savage, Robards. Draco Malfoy, Cecil Vance, pociones ilegales, el almacén. La botella de vidrio se cae del estante. Podía recordar cuando era un niño, la confusión de ver a Dudley adulto, Draco haciendo pastel, haciendo que le crecieran los pelos de la nariz, haciendo un Patronus cuyo significado Harry ahora entendía.

Harry podía sentir su cuerpo de nuevo, encajando en su ropa, demasiadas cicatrices formándose contra su piel, sus manos sintiendo el mando de la magia, la barba en su rostro. Las gafas eran demasiado pequeñas. Harry se las quitó e instintivamente tomó su varita, colocada mágicamente dentro de la manga.

Engorgio —dijo, y se las volvió a poner.

—¿Quién eres tú? —Preguntó una voz imperiosa.

Harry se dio la vuelta.

Frente a él estaba un niño con cabello rubio, ojos grises y un ceño fruncido feroz. La comprensión se hundió en Harry como una piedra.

—Mierda —murmuró.