Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de Stephenie Meyer y la autora es CaraNo, yo sólo traduzco sus maravillosas palabras.
Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of Stephenie Meyer and the author is CaraNo, I'm just translating her amazing words.
Thank you CaraNo for giving me the chance to share your story in another language!
Gracias a Yani por betear esta historia.
Baby, It's Cold Outside
Versión de la canción del elenco de Glee
Me metí en el vestido de noche que me abrazaba el cuerpo y solté una respiración nerviosa cuando me vi al espejo. Era otra mujer la que me regresaba la mirada. Las ondas cafés brillaban como si no pertenecieran a una diligente estudiante de posgrado que vivía en Ramen's.
Había volado al otro lado del país con puras excusas, pero ya no podía mentirme. Todos los años él iba a esta fiesta de Navidad y quería verlo. Verlo durante solo una tarde. Y ver si era feliz.
Después de aplicarme el labial agarré mi pequeño bolso y la máscara, luego salí de mi habitación de motel. La alfombra tenía quemaduras viejas de cigarro y el papel tapiz despegándose de las paredes mostraba la verdad sobre lo que podía pagar.
Detuve un taxi y le di la dirección de un lugar mucho más ostentoso. La nieve cubría Seattle y la promesa de una tormenta estaba en cada estación de noticias en la radio.
~oOo~
Pasé junto a la mesa con las etiquetas con los nombres de aquellos que no habían llegado, y no vi el suyo. Él estaba en alguna parte ahí adentro. Está muy mal, muy mal, muy mal. Pero seguía repitiéndome que era solo para ver si era feliz. Nada más.
Fue fácil entrar al salón donde se estaba llevando a cabo la fiesta. Con mi sencillo antifaz en su lugar, escaneé el gran salón y vi a unos cuantos de mis antiguos profesores de preparatoria que no se habían molestado en seguir la temática de usar máscaras. Sabía que el señor Cullen sería uno de esos que no seguirían la corriente.
Es Edward, idiota. Ya no es tu profesor.
Los profesores de inglés de todo el estado y sus parejas llenaban elegantemente todo el lugar, y con los grupos formándose y las conversaciones fluyendo no se veía tan aburrido como uno podría esperar de los esnobs de la literatura.
Esbocé una sonrisa al llegar al bar. Estaba segura de que el alcohol gratis ayudaba a las mujeres a relajarse y a los hombres a dejar los chalecos en casa.
Era una tarde para vestirse elegante, cenar y bailar.
Pedí una copa de vino y miré a la gente durante un rato. La cena y la ceremonia de premiación ya habían terminado, y ahora todos ansiaban mezclarse entre sí. Ponerse al corriente, debatir, ir… ¿en busca de algo más?
La banda tocaba versiones melosas de canciones navideñas, pero sabía que no lo encontraría bailando. Mis ojos se movieron a las esquinas del salón, a las mesas redondas a los costados, donde encontraría a los hombres y mujeres más parecidos a él. Esos que disfrutaban de una discusión interesante en vez de emborracharse y convertirse en una razón mortificante para no venir el próximo año.
—¿Qué estás bebiendo…?
—No estoy interesada, gracias. —Giré el cuello para buscar entre la multitud de gente y finalmente lo encontré. Predeciblemente estaba en una mesa con otros dos maestros metido en una conversación que lo hacía verse irritado.
A él le apasionaban las autobiografías escritas por personas que no eran escritores en principio. Lo cual tendía a causar acalorados debates con aquellos que pensaban que escribir era solo para autores "reales".
Nerds.
Pero suponía que yo era mi propio estilo de nerd.
Mi teléfono vibró y lo saqué para ver un mensaje.
¿Cuándo volverás a casa?
Ugh, me sentía mal. Esto era muy egoísta.
Mientras respondía me las arreglé para perder de vista a Edward.
~oOo~
Más tarde se me atoró la respiración en la garganta cuando apareció de la nada a unos metros de distancia de mí. Durante un segundo me aterré al pensar que me reconocería, pero luego me recordé que había cambiado mucho desde que tenía quince años. Ya no era la pequeña perdedora que estaba locamente enamorada de su profesor. No olvides que eres su sobrina política.
Me encogí para mí. Había demasiado drama en mi jodida familia.
No, ahora era una perdedora de veintitrés años.
—Bourbon, por favor; solo —le dijo su cálida voz al barman.
Justo así volvía a tener quince años. Desesperanzada. Aunque esta vez no iba a huir del pueblo con mis padres después de graduarme antes.
Bebí mi vino y crucé las piernas. La abertura de mi vestido expuso mi muslo y tenía que admitir que por primera vez me sentía sexy.
Edward también se veía sexy. Dios, los años habían sido amables con él. No estaba usando máscara, permitiéndome ver esas arrugas en las comisuras de sus ojos. Tal vez se había puesto lentes de contacto. Lo recordaba mejor con lentes.
Bajó la vista mientras agitaba su bourbon en el vaso y seguí su mirada. Dedos largos. Había una marca de sol donde se suponía que iba su anillo de bodas, pero estaba casi segura de que seguía casado con la tía Kate. Por muy dispersa y tan llena de mierda como estaba nuestra familia, definitivamente me habría enterado si se hubieran divorciado.
—¿Te colaste en la fiesta? —lo escuché murmurar a mi lado.
Alcé la vista de golpe y lo vi asentir hacia mi pecho donde se suponía que debería estar la etiqueta con mi nombre. El brillo de diversión en su mirada me indicó que en realidad no le importaba ni mierda la respuesta.
Podría ser honesta, de alguna forma. Sonreí un poco.
—Tal vez.
Una parte de mí no podía creer que estaba hablando con él otra vez. Y él no me veía de la forma en que miraba a sus estudiantes. Tampoco parecía estar interesado, pero estaba acostumbrada a ser una niña ante sus ojos. Esto era mejor.
—Misteriosa y anónima. —Topó su vaso con la barra, su boca se alzó ligeramente.
Me ajusté la máscara y sonreí.
—Podría ser una de esas fans locas que van tras los maestros de inglés.
Se rio entre dientes y se sentó en el taburete junto al mío. Eso es, quédate.
—Nunca he escuchado de ellas.
—Somos un grupo especial —dije.
No había indicación de que me reconociera, ni siquiera por la voz. Esto era bueno. Creo. ¿O me había olvidado completamente? Eso dolió un poco. Solía decirme que era su estudiante favorita.
Queriendo mantener viva la conversación, cambié el tema.
—¿Viniste acompañado?
Eso lo hizo pausar por alguna razón. Luego sonrió levemente y negó con la cabeza.
Mentiroso.
Aunque podría decir que eran tecnicismos. A Kate no le gustaban estos eventos y nunca venía, aunque Edward nunca había sido tampoco un fan de Seattle. El porqué venía cada año también era una especie de misterio. Pero de cualquier manera él estaba con alguien, alguien en casa en Forks.
—¿Qué hay de ti? —preguntó.
Miré hacia el salón, luego de regreso a él.
—Mis compañeras fans están trabajando en la multitud.
Se rio y le dio un trago a su bebida.
—Pues voy a descartar a un maestro de inglés por ti, querida.
—¿Por qué?
Dejó su vaso en la barra y se inclinó un poco más cerca.
—Porque me hiciste reír.
Su aliento olía a bourbon y menta, y estaba muy segura de que ya llevaba varios tragos. El Edward que una vez conocí era introvertido y callado. Era endemoniadamente cordial, casi formal, y no le huía a ser el conciliador de la familia, ¿pero con gente nueva? No, solo era así con amigos y familia.
—No eres de aquí, ¿cierto? —Ladeó la cabeza.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Tu acento.
Eso me sorprendió. Había nacido y crecido en Forks, por Dios.
Tal vez unos cuantos años en Boston habían dejado sus huellas, aunque era difícil de imaginar.
—Soy originaria de aquí. —Era mejor que fuera vaga en los detalles—. Solo estaré en la ciudad por esta noche.
—Preguntarte si es por negocios o placer es una frase muy cliché, ¿no?
Me reí entre dientes.
—De todas formas, puedo responder. Solo vine a ver a un viejo amigo.
Algo así.
~oOo~
No era la única interesada en mantener viva la conversación, lo cual me hizo más feliz de lo que debería. Pero se estaba volviendo más difícil. Cada canción llevaba a más gente a la pista de baile y cada bebida los volvía más ruidosos.
Edward se acercó más un par de veces.
No me quejaba.
Durante el transcurso de una hora más o menos, habíamos cubierto los temas de ficción, un poco de viajes, habíamos establecido que yo no tenía una habitación en este hotel y había cotilleado sutilmente, pero lo suficiente, para saber que él no estaba muy dispuesto a compartir detalles sobre su vida en casa.
Mi profesor favorito de tiempo atrás había resultado ser un poco patán. Pero lo que evitaba que sintiera algún tipo de sororidad hacia mi tía era el recuerdo de él en mi graduación. Usando un traje muy elegante se había visto más deprimido que nunca antes. Cuando sonrió había sido forzado.
—¿Disculpa? —Ladeé la oreja y me acerqué, no había escuchado lo que había dicho.
Él también se acercó.
—Te pregunté si también habías estado aquí en la cena.
—Oh. No, llegué justo después —respondí. Se me ocurrió que él tenía bastantes amigos aquí esta noche y, por muy decepcionante que fuera, tal vez debería darle una salida—. ¿Dónde está tu mesa?
Entrecerró los ojos y asintió hacia una mesa vacía cerca del escenario.
—¿Te estoy alejando de tus amigos? —reflexioné cuando sonó una nueva canción.
—¿Disculpa?
Me reí y repetí lo que dije, ante lo cual sonrió y dijo que no. Luego fue mi turno de responder la misma pregunta y negué con la cabeza.
Era frustrante que la música sonara tan alta y no creía que fuera una decisión sabia sugerir irnos a un lugar más tranquilo. Tenía que dibujar la línea en… tal vez coquetear un poco. Quedarnos en este salón me ayudaría a portarme bien.
Pero…
Me mordí el labio y luego vacié mi copa.
—¿Planeas invitarme a bailar en algún momento? —Le lancé una sonrisa traviesa.
La sorpresa le iluminó los ojos y se formó una arruga en su frente. Miró a las parejas bailando, tal vez pensando en lo que debería y no debería hacer.
Bailar era algo seguro, ¿no?
Sin responderme verbalmente, se paró y me ofreció su mano. Una leve sonrisa tiró de sus labios y me convenció.
Deposité mi mano en la suya, un estremecimiento bajó sobre mi espalda expuesta. Dios, quería sentir esas manos en mi piel.
Los vasos vacíos se quedaron atrás y me guio hacia la pista de baile.
La banda empezó a tocar Baby, It's Cold Outside mientras él me jalaba hacia sus brazos. Un agarre flojo, pero cálido. Su pecho se sentía sólido bajo su traje. Había olvidado lo alto que era. Incluso usando tacones era una cabeza más baja.
Su mano rozó sobre mi culo, sus dedos tocaron la orilla de seda donde mi vestido acababa sobre mi espalda. Mi escote no era nada espectacular, pero el diseño en la espalda evitaba que usara sostén. Unas cuantas caricias más de él y tendría que calmar mis tetas.
Debería irme.
En serio debería irme.
Renunciar mientras siguiera con la delantera. Esto estaba bien. Esto era lo suficientemente inocente.
Sinceramente dudaba que él fuera capaz de llevar la situación mucho más allá, pero no quería ceder y hacer el ridículo.
Debería irme.
Solo unos cuantos bailes.
Me relajé y lo dejé guiar, y fue arrullador. Era seductor, lento y tan cálido. Su loción me hacía querer lamerme los labios. Su cuello estaba tan cerca.
En serio, no puedo quedarme
Pero, nena, hace frío afuera
Tengo que irme
Pero, nena, hace frío afuera
Esta tarde ha sido…
Esperaba que pasaras por aquí
… muy agradable
Te agarraré las manos, están heladas
Edward agachó la cabeza y pude sentirlo tomar un aliento.
—¿No me vas a decir tu nombre? —me murmuró al oído.
No había forma en que pudiera hacerlo.
—Entonces ya no sería anónima.
Nena, está feo allá afuera
Dime, ¿qué tiene esta bebida?
No hay taxis disponibles afuera
Desearía saber cómo…
Tus ojos son como luz de estrella
… romper el hechizo
Movió nuestras manos unidas a su pecho y la mano que tenía en mi espalda acarició la piel de mi columna. La etiqueta de papel con su nombre quedaba a la altura de mis ojos, recordándome de una ex Swan que ahora era Cullen.
—He disfrutado de platicar con usted esta noche, señorita sin nombre.
Debería decir no, no, no, señor
¿Te molesta si me acerco más?
Al menos diré que lo intenté
¿Qué caso tiene herir mi orgullo?
En serio, no puedo quedarme
Nena, no te resistas
Oh, pero hace frío afuera
Alcé la vista, estaba atrapada en su mirada. No podía descifrarla; era resguardada y cautelosa, y tan él. No era el alcohol el que hablaba ahora. Era el atento, dulce y reservado Edward Cullen.
Me alegraba tener puesta mi máscara. Me había revisado antes y sabía que mis ojos se verían más oscuros detrás de ella. No quería que él viera ninguna señal de vulnerabilidad o… Dios, el deseo.
La noche todavía no podía terminarse, pero no podíamos quedarnos aquí. Necesitaba una llamada de alerta en un ambiente menos navideño e íntimo. Necesitaba luces brillantes, distancia entre nosotros y nada cercano a lo romántico.
Esto sonaría patético, pero era todo lo que tenía.
—Sé que tú ya cenaste tu corte de carne o tu salmón caro, ¿pero quieres compartir unas papas fritas en la cafetería al otro lado de la calle?
Parpadeó y luego se rio. Me giró una vez solo para jalarme más cerca que antes.
—Ahora tengo que preguntarte —me dijo—. Ya sabía que eras joven, pero no he compartido papas fritas con nadie desde que estaba en la escuela. ¿Quién era el presidente cuando naciste?
Sonreí y puse los ojos en blanco.
—Tengo veintitrés, bobo.
—Eso no está nada cerca de los años de Nixon —murmuró—. Pero es justo, podemos compartir papas fritas si lo deseas. —Me besó el dorso de la mano y luego sonrió, señalando hacia la salida.
~oOo~
Edward me dio la distancia que dije que necesitaba y ahora no la quería. Suponía que mi edad seguía siendo un problema. A los quince de ninguna manera le habría hecho saber que tenía un enamoramiento con él. Él me veía como la niña de coletas que Kate cuidaba de vez en cuando. Había sido una niña, claro. Pero ahora… al menos quería que me viera como una mujer. Como lo había hecho en el bar.
Pasé por mi abrigo cerca de la recepción y Edward estaba a media oración diciendo que iría por su abrigo a su habitación, pero dejó de hablar. Alzó las cejas y me giró para mirar hacia afuera.
Evidentemente la tormenta invernal del siglo había llegado a lo grande.
La nieve caía con fuerza y los vientos eran brutales.
Iba a ser difícil regresar a mi motel más tarde.
¿Y si cancelaban mi vuelo de mañana temprano?
Tenía que irme a casa.
Hablamos al mismo tiempo, nuestros pensamientos se habían ido en direcciones diferentes.
—El restaurante del hotel se ve lleno… —dijo.
—Tal vez debería irme —dije con reticencia. Solo empeoraría más.
—Siempre podemos pedir servicio a la habitación.
Nuestros ojos se encontraron.
¿Qué había pasado con la distancia, señor Cullen?
Quería quedarme, pero en serio no debería. Estar aquí en la recepción era una llamada de alerta suficiente. Me sentía expuesta bajo las brillantes luces y Edward se veía pecaminosamente sexy. Su corbata estaba un poco torcida, su cabello un poco despeinado.
Quería saltarle encima con un carajo.
Y él estaba hablando sobre servicio a la habitación.
¿Podría salir de su habitación sin llegar demasiado lejos? Al carajo con eso, tan solo con subir allá estaría llevando esto demasiado lejos y me sorprendía un poco que él me invitara para empezar.
¿Qué le había sucedido?
—Quiero papas fritas —me dijo, acercándose más—. Y otro baile. Eso es todo.
Estoy jodida.
—¿Eso es todo? —repetí.
Inclinó la cabeza y me esperó.
Miré otra vez hacia afuera.
—Yo…
—No conseguirás un taxi ahora.
—Sí, pero en serio debería irme.
—Te congelarás allá afuera. —Se acercó todavía más, y no pude respirar. Le dije otra vez que debería irme. Agarró uno de mis mechones entre sus dedos—. La nieve te llegará a las rodillas allá afuera.
Tragué con fuerza.
—Un baile —dijo en voz baja.
Bien.
~oOo~
Cuando llegamos a su habitación me disculpé para ir al baño.
Se encendió el foco y vi mi reflejo en el espejo. Ojos ocultos, la elegante máscara apoyada sobre mis mejillas, piel sonrojada, labios rojos.
Me había esforzado para tener mis curvas y quería usarlas. Quería que me hiciera estremecer. Pero él no estaba disponible.
Como si necesitara verlo, vi su anillo de bodas junto a su neceser de baño en un lado del lavamanos.
Cerré los ojos.
Un baile, luego me iré.
No sabía si él era feliz, pero ya no importaba.
Al salir del baño vi que Edward había atenuado las luces y había encontrado el estéreo. Como un irónico recordatorio repetitivo, Baby, It's Cold Outside se escuchó en la radio y la letra me provocaba.
En serio, no puedo quedarme
Pero, nena, hace frío afuera
Tengo que irme
Pero, nena, hace frío afuera
Edward se quitó el saco mientras yo me acercaba con cautela hacia él.
No podía creer que estaba aquí. En serio, Dios. ¿Cuántas veces no había fantaseado sobre…? Bueno, cuando tenía quince años mis fantasías sobre él giraban en torno a él llevándome al cine y luego besándome. En mis sueños me tocaba los pechos. Lo cual era extraño cuando lo pensaba porque no había sido muy inocente a los quince, por eso había dejado Forks. Había sido el epítome de la consentida del maestro y la hija soñada de los padres hasta que conocí a James.
Tengo que irme a casa
Pero, nena, te congelarás allá afuera
Pues préstame tu abrigo
La nieve te llegará hasta las rodillas allá afuera
Ha sido grandioso
Me estremezco cuando me tocas la mano
Pero acaso no ves
¿Cómo puedes hacerme esto?
Mañana hablarán de esto
Piensa en mi pesar de toda una vida
—¿En serio esto está bien? —Tenía que preguntar.
Di que no, di que sí.
Me acercó a su cuerpo, meciéndonos lentamente con la música.
—Se siente maravilloso —dijo, su incipiente barba me hacía cosquillas en la sien—, así que no puede estar bien.
Exhalé y deslicé mis manos hacia arriba por su pecho, luego las uní detrás de su cuello. En respuesta él tarareó y me acarició la espalda. Fue algo sensual, el aire se cargó pesadamente.
—Un baile —repetí suavemente.
Sonrió en mi cabello.
—Hermosa, ¿cuál es la prisa?
Estaba citando la letra de la canción y no sabía si reír o llorar. No podía saber lo difícil que era esta lucha para mí.
—Quítate el antifaz —susurró.
Negué con la cabeza y logré sonreírle.
Me regresó la sonrisita.
Él podía simplemente quitármela, ambos lo sabíamos, pero no lo hizo. Tampoco me presionó por más. Tal vez en realidad no quería saber quién era yo. Tal vez él también estaba fuera de su zona de confort, como yo.
—Me recuerdas a alguien —murmuró.
Oh, mierda.
—¿Oh? —No pretendía que sonara sin aliento.
Mi corazón martilleó.
—Alguien a quien solía conocer. —Parecía… melancólico. Y en conflicto.
—Espero que sea algo bueno —dije.
Me giró y me atrapó, apretando su agarre.
—Depende de cómo lo veas.
La canción se repitió con un carajo y admitió que le gustaba, dijo que encajaba.
—¿Te refieres a que dije que debería irme?
—Yo diciendo que no deberías. —Sus manos se bajaron más, rozando la parte superior de mi culo. Se deslizaron sobre la seda, abrazándome las caderas y provocándome.
Estaba nadando en deseo y él tenía razón sobre la canción. Las palabras me estaban jodiendo. Seduciéndome.
Simplemente debería irme
Pero, nena, hace frío afuera
La respuesta es no
Pero, nena, hace frío afuera
Esta bienvenida ha sido…
Que suerte que hayas venido
… tan agradable y cálida
Mira por la ventana hacia la tormenta
—Mentí. —Se agachó y rozó su nariz detrás de mi oreja—. Quiero más que un baile.
Lo sé. Igual yo.
Me estremecí, mis dedos jugaban con los cabellos en su nuca. Y lo sentí. Me presioné con más fuerza contra su cuerpo y lo sentí grueso y duro sobre mi vientre.
Dios, tus labios se ven deliciosos
Gimió por lo bajo y acunó con firmeza mi culo. Luego sus labios, carajo, mis rodillas casi cedieron. Me besó el cuello, inhalé de golpe un aliento, y luego su boca se posó sobre la mía. Con fuerza, pasión, posesividad.
Oh, tus labios son deliciosos
Fue rápido. Todos los debería salieron volando por la ventana y le regresé el beso con toda la fuerza posible. Sus manos se metieron dentro de mi vestido donde jugueteó con la delgada tira de mi tanga de encaje. Gemí al saborearlo, ante lo cual gruñó y me cargó.
Segundos después mi espalda golpeó el colchón y él me siguió. Palmeé su polla mientras me rozaba el cuello con sus dientes. Sus gemidos callados me derritieron. Lo necesitaba justo ahora, carajo.
Los botones salieron volando cuando le abrí de golpe la camisa y respondió subiéndome el vestido y obligando a mis piernas a abrirse más. Le siguió su camiseta interior y me quité los tacones.
Oh, carajo, carajo. Era tan increíblemente atractivo. Se alzó y se arrodilló entre mis piernas para quitarse el resto de la ropa. Hice lo mismo mientras lo devoraba con la mirada sin pena.
—La máscara se queda, ¿eh?
Asentí, aunque me arrepentía de ello. Quería que me follara a mí. Quería que supiera quién era, pero revelarme ahora solo arruinaría la tarde.
—Maldita sea. —Me folló con la mirada hasta que lo jalé físicamente sobre mí.
Mi cerebro se había marchado.
Ser inteligente no existía.
Empujó su polla profundamente dentro de mí de una estocada, me robó el aliento y casi me partió en dos. No se quedó quieto. Se salió y volvió a embestir. Tal vez lo oí mal, pero sonaba como si hubiera gruñido una disculpa. No tenía idea de por qué.
Gimoteé cuando empezó a acariciarme el clítoris. Me frotaba con firmeza, luego lenta y provocadoramente mientras me besaba hasta dejarme en la inconsciencia.
—Oh Dios, Edward —gemí.
Dejé caer la cabeza hacia atrás, y él maldijo, me agarró de las caderas y me folló con fuerza.
—Dime que deberías irte —gruñó.
—Yo… —jadeé—… debería irme.
Me golpeó el muslo y se salió.
—Date la vuelta. —Obedeciéndolo rápidamente, me puse en cuatro y volteé a verlo. Me apretó el culo con rudeza y luego me folló con los dedos—. Pero no te irás, ¿cierto?
—No.
—Dime por qué.
—Porque te deseo.
—Carajo —susurró. Me miró a los ojos y me mantuvo atrapada mientras empujaba lentamente su gruesa polla dentro de mi coño, estirándome—. ¿Qué quieres de mí?
Aparté la mirada y dejé caer la cabeza.
—Quiero que me folles como si no hubiera un mañana.
Eso fue lo que hizo.
~oOo~
Supliqué y rogué hasta que al fin me dejó correrme, pero no me dejaba recuperarme. Arrodillado en medio de la cama, me jaló más cerca y empujó mi cabeza hacia su polla. Lo chupé con ansias, y cuando alcé la vista hacia él… el placer que tenía escrito en la cara lo era todo.
—¿Qué me estás haciendo? —susurró. Tragó, respiraba pesadamente—. Estoy actuando como un animal… oh, maldición… —Embistió más profundo dentro de mi boca y cerró los ojos—. Oh, carajo, esto… oh, carajo. —Soltó un gruñido, tenía los ojos salvajes y oscuros cuando los abrió.
En ese momento pude leer su mente. Este no era él y se iba a sentir mal por tratarme de esta manera si no hacía algo.
—Por favor. —Lamí la punta de su polla, chupé la ranura y empecé a frotarme el clítoris—. Quiero más.
El asunto era que sí quería. Tampoco sabía qué se había metido en mí. Hablar era fácil. Mis fantasías eran salvajes y pervertidas. ¿Pero en la vida real? Dios, el sexo era aburrido.
Su expresión se oscureció todavía más.
—Maldita sea. —Se talló la cara con sus manos, luego señaló el colchón—. Acuéstate otra vez. —Lo hice y se recostó detrás de mí. Me pasó un brazo debajo de la rodilla y entró desde atrás—. Tú, mi querida chica —me mordisqueó la mandíbula—, me estás dejando follar tu apretado coño como si fueras una sucia putita.
El resto de mí se desvaneció en ese momento y fui suya. Solté un alarido sin aliento cuando el orgasmo me explotó encima. Lo arañé como si estuviera poseída. Demonios, sí lo estaba. Lo besé, lo toqué, correspondí cada embestida y rogué.
Empecé a delirar con el placer que nunca antes había conocido y apenas lo registré cuando me golpeó el coño con mi propia mano y luego se llevó mis dedos a la boca. Gimió y empujó para llegar todavía más profundo en mí.
—Quiero tenerte de desayuno mañana —dijo jadeando.
Asentí, lo quería, pero sabía que no sucedería.
—Dime que deberías irte.
Grité cuando me pellizcó el clítoris.
—Debería irme.
—No te dejaré —murmuró sombríamente—. Me dejarás mostrarte que también soy un caballero.
Pero ya sé que lo eres.
La noche siguió.
Me folló hasta dejarme en coma y no se detuvo hasta que se corrió dos veces, una vez me cubrió el coño con él y la otra me pintó las tetas.
~oOo~
Me desperté caliente y pegajosa.
Me quité de encima el pesado brazo de Edward y me levanté con mucho cuidado de la cama.
Una búsqueda del tesoro me regresó mi ropa que había sido tirada alrededor de la cama.
Edward dormía profundamente, los músculos de su espalda se flexionaban un poco con cada movimiento al respirar. Tenía hoyuelos en la espalda. Las sábanas estaban retorcidas escondiendo su culo y musculosas piernas.
El espejo del baño mostraba una perfecta y deliciosa destrucción. La polla de Edward probablemente tenía más labial que mis propios labios. Tenía marcas de su barba en la parte interna de mis muslos, el recuerdo de su lengua deslizándose dentro de mí me hacía apretar las piernas. Tenía marcas de sus manos sobre mis brazos y caderas. Mi coño estaba muy dolorido.
La máscara estaba torcida y me la quité.
Maquillaje corrido. Genial.
No podía permitirme despertarlo, así que me lo lavé rápidamente en vez de meterme a la ducha que me tentaba.
Su anillo seguía ahí en el lavamanos. No me atrevía a mirarlo.
Me torturaría lo suficiente más tarde, ¿pero podría perdonarme alguna vez si no me arrepentía?
Luego de vestirme y estar lista para irme, le escribí una nota a Edward.
Respiraste vida en mí y me ayudaste a tomar una decisión importante sobre mi futuro. Ahora sé dónde está mi felicidad. No está en la costa este. Pero en serio debería irme.
Dejé mi antifaz junto a la nota y luego me fui.
~oOo~
—Al fin —suspiré.
Después de un retraso de dos horas debido a la tormenta, al fin estaban anunciando que podíamos abordar. Me formé y llamé a mi madre para decirle que estaría en casa a tiempo para acostar a Mase.
—Qué bueno, cariño —respondió—. ¿Te la pasaste bien en Seattle?
Sabía que esto le alegraría el día y no pude evitar sonreír.
—Lo suficientemente bien para saber que deberíamos mudarnos de regreso. Pertenecemos a Forks, mamá. Este es nuestro hogar.
—¿En… en…? Dulce niño Jesús, si estás bromeando, no es gracioso, Bella.
Me reí.
—No estoy bromeando. Digo que nos mudemos cuando me gradúe.
—Oh, nena, no te arrepentirás de esto. No puedo esperar para contarle a Masen. Le encantará Forks, ¡y tú y yo podemos abrir nuestra clínica juntas!
Me subí al avión con una enorme sonrisa en la cara y mariposas en el estómago.
Y esta historia continuará en Febrero 2022 con Secrets & Wishes, así que asegúrense de activar las alertas o estar en mi grupo de Facebook Traducciones: FungysCullen13 para que se enteren en cuanto se publique.
Se suponía que este OS se publicaría el 25 de diciembre como regalo de Navidad, pero por disponibilidad decidí adelantarlo, así que ¡feliz navidad adelantada! Muchísimas gracias por acompañarme otro año a lo largo de varias traducciones, les deseo que en estas fechas encuentren paz y bendiciones en sus hogares.
Sin más me despido, ¡y les mando un fuerte abrazo a todas!
No olviden que en febrero leeremos la continuación de esta historia en un fic que se publicará en mi perfil, aquí les comparto el summary ;)
Secrets & Wishes: Todos tienen secretos y todos tienen deseos. Tenemos la esperanza de que los últimos se hagan realidad, y los secretos… bueno, solemos tener la esperanza de que nunca sean desenterrados. Cuando el hijo de Bella descubre una cápsula del tiempo en el bosque, su generación va a necesitar mucho más que solo esperanza. Lo mismo aplica para su maestro de preparatoria, Edward Cullen.
