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Burakkurōzu

06: Sangre y sudor.

El regreso a la guarida de los Uchiha se sintió más largo de lo que a Sakura le hubiera gustado, había cientos de cosas que pasaban por su cabeza y no podía sacarse esas ideas. Todo era tan increíble, desde Sasuke dejando la aldea por la que tanto su hermano había dado, la impotencia de Itachi de dejarlo tomar sus decisiones y no ir a matar al sannin en ese momento.

Sus pies avanzaban de forma automática, no necesitaba pensar en donde tenía que pisar o que tanto chakra debía poner en sus pies para seguir el paso de su compañero, solo veía los arboles pasar rápidamente por el rabillo de sus ojos.

─Itachi ─le susurró, estando segura que el le había escuchado a pesar de que también iba metido en sus pensamientos a un par de metros de distancia.

Cuando el Uchiha giró para verle a los ojos notó que su mirada había cambiado, no sabía si sentirse preocupado por eso o no, Sakura trago grueso antes de hablar.

─Itachi, quiero que me entrenes. ─terminó finalmente.

Sakura quería... necesitaba ser fuerte. Itachi se había convertido en un hermano para ella en todos esos años, sin importar que no tuvieran la misma sangre ni hubieran nacido de los mismos padres.

La definición de familia ya iba más allá de compartir lazos genéticos, y por eso ella necesitaba ser fuerte, no podía perder a su familia de nuevo. Extrañaba a sus padres y a su hermano, los había perdido cuando aún era muy pequeña para poder luchar por ellos, pero no ahora. Ella pelearía por lo que ama.

─Hemos entrenado desde que nos conocimos, Sakura.

─Pero quiero que me entrenes de verdad, quiero convertirme en una de las mejores kunoichi, quiero poder proteger a las personas que quiero.

─Entonces iremos al Este, para que también seas entrenada como medininj.

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La guarida del Este estaba en país del rayo, lo suficientemente al sur para quedar lejos de los ojos de Kumogakure, Itachi le había dicho que la resistencia era lo principal en un shinobi, podía ser todo lo fuerte que ella quisiera, pero si no lograba mantenerse de pie durante un encuentro, perdería, aunque su rival fuera más débil.

Cinco días fue lo que le tomó llegar hasta las montañas, cuando logró tocar el suelo de la entrada cayó de rodillas. Sus piernas dolían y sentía los músculos como piedra, solo habían tomado descansos de un par de horas para dormir.

El sudor se había evaporado mientras subían las veredas entre las montañas, las nubes frescas le daban escalofríos y su piel se sentía pegajosa. Era la primera vez que hacía una carrera realmente rápida.

No había miembros de akatsuki dentro de la montaña, fueron recibidos por una mujer mayor de cara arrugada, piel oscura y cabellos blancos, caminaba con ayuda de un bastón, acercándose lentamente hasta los dos ninjas recién llegados.

─Bienvenido, Uchiha-sama, Haruno-san. ─les saludó, indicándoles el camino.

De todas las guaridas de Akatsuki en las que Sakura había estado, esa era la mas impresionante, mas con una red de cuevas subterráneas parecía una gran mansión, incluso tenía un gran número de ventanas gigantescas donde podía ver que se encontraban sobre las nubes.

Ninguno de los dos había estado ahí antes, sorprendiéndoles lo poco austero del lugar en comparación del resto de las guaridas.

─Este lugar no fue creado como una guarida o un subterráneo ─les explicó la señora cuando leyó la duda en sus rostros ─ perteneció a mi familia cuando yo era solo una niña, fueron unos ninjas desertores de Kumo los que invadieron mi hogar, mataron a mi padre y hermanos. Mi madre y yo nos quedamos sin nada en una pequeña aldea hasta que Konan-sama y Nagato-sama se encargaron de ellos, Konan-sama me permitió volver y desde entonces yo soy la guardiana de esta casa.

Los guío hasta las habitaciones, Sakura nunca había estado en un lugar tan lujoso, su cama tenía un dorcel de madera que iba de piso a techo, con cortinas verde esmeralda y bordados plateados, pero lo más increíble de todo era la ventana que abarcaba prácticamente una pared completa, con vista hacía las montañas.

Fue la primera vez que se dio un baño en una tina y aprovecho cada segundo dentro antes de morir en la nube de algodón que era su cama.

Los trenos y la luz de los rayos que se filtraban por el gran ventanal fue lo que despertó a Sakura al día siguiente, no sabía qué horas era, pero en esa cama sintió que durmió una semana completa.

Metió sus pies en las sandalias ninjas y salió a buscar a alguien. No encontró a nadie en la estancia principal ni en el comedor, había un pasillo que llevaba a una enorme biblioteca que se iluminaba cuando relámpago aparecía, pero tampoco estaba nadie.

─¿Estas perdida? ─le preguntó Itachi cuando entró a la cocina.

Como todo en la casa, el lugar estaba bastante equipado con utensilios que Sakura jamás había visto, se acercó a la estufa donde había una olla que olía como debería de oler la comida de los dioses. Sakura no dudo en probarlo.

─¿Qué hora es? ─dijo sentándose a su lado.

─Las cinco de la mañana. La casa cuenta con un campo de entrenamiento en los pisos superiores donde Yuumi-san me dijo que podíamos entrenar sin problemas.

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El campo estaba en el cráter de la montaña, lo suficientemente grande para poder entrenar sin problemas, no había arboles donde esconderse, el lugar estaba pensado para practicar enfrentamientos directos.

Sakura tomó posición, afilando los ojos para no perderse ningún movimiento de Itachi. Vio claramente como habían aparecido cuatro kunais en sus manos y como eran lanzados a su persona con una velocidad a la que jamás lo había visto.

Utilizó un arma para detener tres, el cuarto lo tuvo que esquivar apenas haciéndole un corte en la mejilla. Esos habían sido los primeros, pronto una lluvia de armas comenzó a atacarla. El choque del metal era fácilmente opacado por los truenos que resonaban en el cielo.

La respiración errática de la pelirosa y los múltiples cortes en su cuerpo eran los principales testigos de como Itachi Uchiha le lanzaba sin piedad arma tras arma, apuntando al corazón, la cara y abdomen.

Utilizó su mano derecha para quitar un kunai que se había incrustado en su antebrazo izquierdo en un intento de proteger su cara. No tenía tiempo para curar sus heridas pues el pelinegro no paraba de lanzar.

─No saldremos de lo básico hasta que seas mínimamente capaz de esquivar todo. ─le sentenció, continuando con su tarea.

─M-muy bien ─

Sus heridas combinadas con el sudor por toda la actividad física dolía horrores y ese apenas era el primer día.

¡Tu puedes, Sakura! ¿No era esto lo que querías? ¿No decías que querías proteger a Itachi? Una debilucha no sería nada más que un estorbo para él.

A Itachi le hubiera gustado saber que había logrado ese cambio en la pelirosa, notó como sus ojos se volvían más afilados y con un nuevo brillo, no paró de lanzarle armas pero ella comenzó a detenerlas todas, aunque tuvieran que impactarse en sus antebrazos en lugar de esquivarlas.

El suelo donde estaba parada se siguió llenando de sangre y sudor pero el no se detuvo, una tras otra.

─¿Acaso ya te estas cansado y empezaste a lanzar como estudiante de academia? ─se burló Sakura entre jadeos, lanzándole un kunai de los tantos que él le mandaba.

Itachi sonrió, por supuesto que no le estaba lanzando más lento, incluso el número de kunais en sus antebrazos y piernas era mayor, pero al menos en espíritu no se había rendido.

No contó el tiempo ni el número de lanzamientos que tuvo, pero cuando la pelirosa cayó al suelo por el agotamiento y la sangre perdida el sol ya estaba en lo alto del cielo, apenas dejándose ver entre todas las nubes que los cubrían. La recogió en brazos y regresó a la guarida para pedirle ayuda a Yuumi-san.

La anciana no había escatimado en nada cuando la ayudó con todas las heridas, le había dado una píldoras para recuperar la sangre que había perdido y vendó sus brazos y piernas donde tenía las heridas más profundas que necesitaban más chakra para sanar.

El pelinegro contó el tiempo y cuando cumplió las dos horas de descansó fue a su habitación para despertarla, Sakura aún estaba en el mundo de los sueños mientras se ponía las sandalias ninja y salía a correr por los caminos que se formaban entre las montañas.

─Debería dejarla descansar más, Itachi─sama ─le pidió la anciana al ver salir a la niña con heridas que desde su punto de vista médico aún se podían abrir, a su edad ya no tenía el suficiente chakra para sanarla completamente.

─Ella no me perdonaría si hiciera eso, Yuumi-san ─-respondió con el rostro sereno, algo muy raro en alguien que se suponía era el asesino de todo su clan. ─Ella misma tendrá que curar sus heridas si no quiere morir en el intento de hacerse fuerte, así que le pido que la entrene con la misma disciplina en el área médica.

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Tres meses era el tiempo que le había tomado a Sakura perfeccionar el primer ejercicio, la señora Yuumi se había sorprendido al subir al campo donde entrenaban para llevarles un bocadillo cuando los vio.

Itachi seguía lanzándole kunais, shuriken y senbon a una velocidad superior a la de cualquier ninja que hubiera visto, ella recordaba como había terminado la pelirosa las primeras semanas, con cortadas profundas por todo el cuerpo, pero ahora ella podía detener cada arma y regresarla a una velocidad similar, era como ver un juego de tenis con veinte pelotas al mismo tiempo.

─Has mejorado mucho, Sakura-chan ─le sonrió la anciana mientras les pasaba un bento con dangos.

─Era eso o morir en el intento ─se burló la menor disfrutando de las delicias que preparaba la mujer. ─Te traeré más ingredientes esta tarde para que hagas otro de esos pasteles deliciosos.

─Por supuesto, mi niña.

Sakura le sonrió mientras se chupaba los dedos, Yuumi-san siempre sabía en que momento llevarles comida, además de eso era la mejor maestra de ninjutsu médico y fue muy comprensiva cuando los primeros días llegaba muerta de cansancio después de correr por cincuenta kilómetros que Itachi la hacía correr todos los días.

─Mucho descanso por hoy ─le dijo Itachi.

Ambos volvieron a colocarse en sus lugares y continuaron lanzándose objetos cortopunzantes a la mayor velocidad que podían y con dirección a órganos vitales.

En cuando al ninjutsu medico Sakura iba absorbiendo cada conocimiento que podía de la anciana, ninguna de las guaridas tenía un número mayor de pergaminos médicos que ese. Empezó concentrándose en la anatomía y fisiología del cuerpo, como funcionaba el chakra y todos sus canales.

Con su resistencia también crecía el tiempo que podía estar en un procedimiento que utilizara grandes cantidades de su chakra y su concentración.

Itachi evitó entrenar ninjutsu o genjutsu durante los primeros meses para dejarle usar su reserva con Yuumi-san, cuando los kunais y shuriken bailaban por sus manos como una extensión más de ella misma siguió con el uso de una katana.

Sakura tenía afinidad para los elementos tierra y agua, por lo que también tuvo que aprender a dominar sus elementos y combinarlos con su tipo de pelea.

Aunque Kisame no era fan de vivir en las montañas, también pasó mucho tiempo ahí, convirtiéndose en el maestro espadachín de la pelirosa.

La primera vez que luchó contra el no había durado ni medio minuto cuando su propia arma había salido volando varios metros atrás y ella estaba en el suelo, ese día conoció porque Samehada era una de las legendarias espadas y por que esa aldea era conocida como Chigiri.

─A mí solo me gusta patear perritos y tu pareces uno. ─le respondió a Sakura el día que le preguntó por qué la estaba ayudando a entrenar, la sonrisa en sus dientes afilados y piel azulina le hubiera dado un escalofrío en otra vida, en esta solo le dio gracia y se lanzó a atacarlo.

─Y a mi me gusta tirar los peces por el retrete ─ le retó levantando su katana antes de lanzarse contra él.

─Eso no es lindo, Sakura-chan ─se quejó el grandote preparándose para atacar ─Samehada come niñas malas como tú.

─Y yo como sushi ─no retrocedió después del impacto, el entrenamiento que había tenido con Itachi le habían dado músculos fuertes en sus brazos y piernas que le ayudaron poder mantener una pelea con Kisame sin ser tan altanera como para pensar en ganarle, aún.