Advertencias: Mención de tortura infantil y experimentación humana.

xSouh

Burakkurozu

28: Cofia, parte 1: Destrucción y Caos

Orochimaru realmente encontraba aquella ceremonia estúpida, se suponía que ellos ya eran ninjas graduados de la academia, no bobos civiles terminando el nivel básico de escuela, la mayoría de los padres acompañaban a sus hijos, felicitándolos por conseguir su protector ninja y pasar a formar parte de las filas de la aldea, algo irritante, si tuviera que ser sincero.

―Este será tu primera bolsa de armas como shinobi de la hoja. ― dijo el adulto, entregándole al niño el estuche de cuero que lo acompañaría en todas sus futuras misiones.

Ignoró la escena, descartándola como algo innecesario, Orochimaru conocía a ese niño, fueron compañeros durante sus años en la academia y sabía que era de los peores, ni siquiera lo suficientemente listo como para enfrentarse a una situación de vida o muerte, en cuanto a sus habilidades, tampoco destacaba, era alguien debajo del promedio y no le interesaba cambiar eso. Si tenía suerte podría portar la piernera un año a lo mucho antes de que a su equipo le asignaran una misión en la que terminaría muerto.

Trató de sentirse mal por ese pensamiento, pero no lo logró.

Su madre siempre le llamó la atención cuando se le escapaba una expresión de ese tipo, recordándole que no era bueno que el hablara de esa forma. Él nunca entendió porque decir la verdad estaba mal.

Pero a hora ella no estaba, murió en una misión luchando por defender la voluntad del fuego que tanto repetía. Su padre la siguió tiempo después, dejándolo solo. A Orochimaru no le importo, sabía que de todos modos ese hombre no lo quería y sí no derramó una sola lagrima el día que le dijeron que su madre ya no volvería, menos lo haría por el hombre borracho que siempre la manipulaba a su conveniencia y tenía a otra mujer.

Orochimaru conoció la palabra Amante e Infidelidad cuando lo vio de la mano a esa señora, era una civil promedio que no resaltaba en nada y aun así lograba que su madre llorara por las noches.

Su padre y la voluntad del fuego eran dos cosas estúpidas, decidió.

Cruzó la calle, saliendo de la muchedumbre que aun lanzaban felicitaciones a cada persona que veía, nadie trató de hablarle y tampoco se molestó por ello, sus futuros compañeros gennin estaban del otro lado y se fue antes de que el idiota de Jiraya quisiera tener una charla de equipo.

...69...

―A partir de ahora seré su Jounnin a cargo. ―

Orochimaru se sorprendió de que su líder de equipo fuera Sarutobi Hiruzen, era uno de los ninjas más fuertes de la aldea, era una leyenda de la Guerra Ninja, todos sabían que su equipo gennin fue asignado a Senju Tobirama, aunque teniendo como compañera a Senju Tsunade quizá no fuera tan raro, la rubia había sido una de las alumnas más destacadas en la academia, solo superada por él mismo, lo que llevaba a Orochimaru a pensar porqué Jiraya fue asignado a su equipo. Entendía que su propio rendimiento lo llevó a estar ahí, pero el otro niño no era más que un bobo que siempre estaba detrás de las niñas.

―¿No eres muy viejo para ser un Jounnin Sensei? ―preguntó Jiraya, viendo como Hiruzen parecía estar cerca de los treinta años.

―Eres un irrespetuoso, Jiraya. ― se adelantó Tsunade, dándole al niño un golpe en la cabeza.

―No seas mala conmigo, Tsunade-chan, solo lo digo porque el resto de los sensei parecen tener unos diecinueve o veinte años.

―Eres un idiota. ―vociferó Orochimaru, sin poder evitar pensar en lo ignorante que era su compañero, con un poco de suerte podría morir en una misión y ya no tener que soportarlo, Tsunade parecía más tolerable y dispuesta a aprender de alguien como Hiruzen.

―Basta los tres. ―Silenció a sus estudiantes el hombre, odiando a su maestro por haberlo obligado a tener a cargo a tres gennin recién graduados. Suspiró cansado, sin saber si era la persona adecuada para guiar a los tres pequeños ninjas.

Los observó, primero a la nieta de su segundo maestro, la niña tenía una sonrisa de oreja a oreja, la vio crecer, sabía que era lista y poseía un control de chakra envidiable a pesar de su corta edad, del segundo, de cabellos color blanco no sabía mucho, leyó su expediente sin encontrar nada asombroso, el tercero, el pelinegro, era descrito como alguien inteligente y hábil en las artes ninjas.

Hiruzen no notó nada raro en la forma en que su viejo rival de academia observaba a uno de sus alumnos, tampoco esperó que el hombre quisiera reclutar a Orochimaru y nadie esperó que el niño lo rechazara.

...69...

―Nos vemos mañana para entrenar. ―gritó Jiraya, bromeando a sus dos compañeros antes de alejarse a sus viviendas, sabiendo que no se podrían levantar en al menos una semana.

Ninguno llevó cuenta de los días que pasaron en el campo de batalla, su piel estaba cubierta con sudor, sangre seca, lodo y otros fluidos en los que mejor no quería pensar, estaba cansado y solo quiere dormir, no pensar en cómo estuvo a punto de morir frente a Salamandra Hanzo.

Tardó tres días en despertar.

El olor a sangre llenó sus fosas nasales, dándose cuenta que aún tenía los restos de esa segunda gran guerra en su piel. Se metió a bañar, quitando las capas de mugre de sus brazos, solo revelar las nuevas cicatrices y cortes que se negaban a cerrar con tierra dentro. Talló.

Talló hasta que sangre salió de su carne, tiñendo el agua de rojo.

Vulnerable.

Ahora sería llamado Sannin en honor a sobrevivir una batalla contra Hanzo, pero seguía igual de vulnerable. Pudo haber muerto sin lograr nada en esa vida. Otro inútil más en la lista de ninjas caídos. Su nombre en una roca que solo servía para animar a los conformistas.

La escena que vivió años atrás, cuando se graduó de la academia invadió su mente, porque tal y como lo pensó, aquel niño solo duró nueve meses en el servicio. Su nombre estaba en una roca. Su cuerpo en alguna parte entre el desierto de Suna y los bosques de Konoha.

Pero Hanzo lo había inspirado.

Si logró manejar el veneno en su cuerpo, adaptándose a las nuevas células sin un párrafo de conocimiento en ninjutsu médico, él podría.

El nombre de Orochimaru no pasaría a la historia como un hombre que murió en batalla, se tendría que decir más de él.

Cuando los pergaminos, diarios y peceras con animales extraños se empezaron a multiplicar en su departamento, supo que tenía que conseguir otro lugar para continuar aquello. No tenía tanta practica en el ninjutsu tierra cuando construyó su laboratorio muchos kilómetros después del monte kage, tan solo era un juego de dos habitaciones subterráneas. Iluminadas por antorchas y anaqueles de madera de árboles cercanos.

Intentó con varios venenos, empezando por arañas, pero ninguno parecía querer adaptarse a su cuerpo de la misma forma que Hanzo Salamandra logró, escarabajos y alacranes tampoco funcionaron, pero las serpientes sí.

Encontró su habilidad para cambiar de piel algo sumamente interesante.

Estudió al cuerpo humano mucho más que cualquier otra persona, leyó todos los libros de anatomía y fisiología que encontró, practicó ninjutsu médico días y noches completas buscando fortalecer su cuerpo.

―¿Entonces nunca te vas a volver vieja? ― preguntó sorprendido Jiraya, estampando sus grandes manos sobre la mesa haciendo que los platos y vasos se movieran.

―No seas escandaloso, por supuesto que envejeceré. Pero más lento que ustedes. ―sonrió orgullosa la Senju, mostrando presumidamente el diamante en su frente. ― Y eso no es lo principal, te dije mil cosas sobre el sello y solo pudiste captar eso. Eres un idiota, Jiraya.

―¿Podrás vivir más años que un humano normal? ―

Si Tsunade fue tomada con la guardia baja con la pregunta del sannin de cabellos negros, no lo mostró. Su lucha contra el amor platónico que sentía por su compañero era algo que quería dejar en el pasado, ahora estaba con Dan. También sabía que Orochimaru conocía de ninjutsu médico y se interesó por ciertas habilidades mostradas por Hanzo Salamandra, ¿Qué tanto? Ella no quería pensar en eso.

―No lo creo. ― aseguró la rubia. ―pero podría tener una mejor vejez que la mayoría.

―Entonces no encuentro el sello interesante.

...69...

―Así que esto sintió Hiruzen cuando nos miró por primera vez. ―

La voz extraña de su sensei hizo temblar por dentro a los tres pequeños niños recién graduados de academia al saber quién sería su Jounnin a cargo. Por supuesto que lo conocían, todos en el patio de recreo alucinaban con ser como uno de los tres grandes Sannin.

Tener a uno de frente era algo fuera de ese mundo, podían sentir el poder del hombre irradiándose por cada poro, su expresión o falta de ella era algo que dificultaba verle a la cara por mucho tiempo. Era pálido, bastante, como si su piel poco tocara el sol y su cabello largo y lacio, sin ningún peinado en específico no ayudaban en nada.

Orochimaru no encontró nada en ellos que llamara su atención. Demasiado simples.

Jiraya también había recibido un equipo de mocosos años atrás y se veían mucho más prometedores que ese tercio. Maldijo a Hiruzen por hacerlo perder el tiempo con tonteras como esas.

Él no estaba interesando en la voluntad del fuego ni el bien general de la aldea. No podía estar entrenando gennin cuando estaba tan cerca de perfeccionar la técnica que llenaría su cuerpo de veneno para ser usado contra otros.

No se equivocó al pensar sobre lo comunes que resultaron ser sus estudiantes, aunque la niña destacaba un poco, pero no lo suficiente a pesar de sus esfuerzos.

Pero él la podía ayudar.

Solo si ella era lo suficientemente fuerte para conseguirlo.

Los perros y gatos sirvieron como sujetos de prueba iniciales, pero morían pronto sin soportar fusionarse por completo con el veneno de serpiente. Los venados y linces soportaron más tiempo, pero al final lucharon contra ello hasta morir.

Los diez niños fueron seleccionados con mucho cuidado: todos provenientes de familias con sangre ninja, todos en una edad de doce a dieciséis años y sanos. Todos con padres muertos en misiones.

Su laboratorio se fue convirtiendo en una serie de túneles con celdas donde los mantenía, sin encontrar cambios al principio.

Y todos murieron. Todos excepto Mitarashi Anko.

Fue durante el tercer día del experimento cuando una anciana reportó la desaparición de un niño. Nadie se dio cuenta que la anciana también desapareció ese mismo día. La mujer fue puesta en la misma celda que el niño, esposada de muñecas y tobillos al muro de piedra mientras decenas de serpientes se enroscaban en su frágil cuerpo hasta matarla, el estrés de ver a su abuela siendo devorada por animales desató el sello maldito en el niño, extendiendo llamas negras por todo su cuerpo que se encendieron en fuego vivo y transformándolo en una quimera grisácea.

Orochimaru anotaba todo, complacido desde el pasillo.

Cuatro ya habían muerto para ese momento, pero la respuesta que buscaba estaba muy cerca de él.

Aun cuando Anko vivió, el resultado no era lo que esperaba. No estaba cerca de crear algo que lo volviera realmente fuerte y le concediera lo que tanto quería: inmortalidad.

Pero si encontró algo interesante: la capacidad de regeneración de las células de la piel de serpiente, cambiando su camino de investigación.

El mundo ninja apenas terminaba de recuperarse de la última guerra cuando los shinobi fueron llamados de nuevo al campo de batalla. Orochimaru ya era un veterano peleando junto al resto de los sannin, sabía a lo que iba y lo que encontraría ahí. El olor a sangre no le arrugaba la nariz y el paisaje de cuerpos mutilados tampoco le quitaba el sueño.

Pero ver a Itachi Uchiha, el pequeño heredero del clan del Sharingan luchando si fue un poema para su deleite. La cara de horror del niño mientras la muerte se multiplicaba a su alrededor, sus ojos rojos brillando mientras atacaba con golpes de certeza milimétrica, acabando con todos a su paso en una marcha de ojos rojos que no dudaban en atacar, era casi una danza.

¡Lo que él daría por ser portador de un dojutsu como ese!

Porque de nuevo, el mundo era injusto con personas como él. Naciendo de padres que no pertenecían a ningún clan, con muertes tan sosas y sin lograr nada en su vida, sin un apellido que respaldara su nombre.

La deserción de Tsunade de las filas ninjas también fue un golpe de colera en él. ¿Quién se creía ella para dejar al lado su vida como kunoichi?

Maldijo a Kato Dan mil veces por destruir la trayectoria de la única kunoichi que admiraba en secreto.

Raptar sesenta niños no fue más difícil que los diez iniciales en su primer proyecto años atrás, menos con la gran cantidad de huérfanos que dejaba atrás los incipientes de la lucha entre las aldeas.

La idea inicial era probarse si era capaz de hacer quimeras capaces de adquirir un dojutsu, no podía negar que la idea de poseer el sharingan no podía salir de su mente, ¡Pero era tan difícil hacerse del cadáver de un Uchiha!

Hashirama Senju por otro lado...

...69...

―Interesante... lugar. ―Danzou rompió las barreras de protección y genjutsu alrededor de su laboratorio, Orochimaru lo esperaba cuando sintió como pasaba el límite de sus protecciones, sabía que no podía escapar. No le importaba. No dejaría su trabajo.

―¿Qué es lo que necesita de mí, concejal? ― preguntó, arrastrando la letra S, un hábito que ni siquiera supo en qué momento tomó.

El hombre, que usaba bastón para apoyarse desde el fin de la Tercera Gran Guerra, miró el lugar sin inmutarse. La sala principal, mucho más grande que el plano inicial y ahora iluminada por una red de lámparas incandescentes que alumbraban los múltiples estantes y mesas de exploración, no pareció molestarle que en la mesa del centro estuviera lo que quedaba de un cadáver pequeño a media disección, tampoco las distintas partes de cuerpos sumergidos en sustancias viscosas alrededor.

―Me pareció interesante el reporte de uno de mis ninjas sobre este lugar.

―¿Qué parte fue la que le pareció interesante?

―Nada de lo que me hayan dicho amerita el uso de esa palabra, al menos no comparado con lo que estoy viendo.

―Puede ir al grano, Danzou-san.

―Me gustaría que me hicieras un favor, no está muy lejos de tu... rama de trabajo.

―No trabajo para otras personas, concejal. ―le aseguró, zigzagueando su cabeza en un movimiento que al hombre mayor le pareció el de una serpiente, pero eso no lo asustó.

―Si, lo sé. Por eso misma razón rechazaste mi oferta hace unos años. ―sonrió, arrugando su frente y mejillas, el hombre era la imagen de lo que más temía: envejecer. ―Pero estoy seguro que en estos momentos estás en una posición muy diferente.

―¿Creé que temo a que vaya con el Hokage a acusarme?

―Podría hacer eso, sí. Podría hacer que te exilien de Konoha. Dudo que exista otro lugar donde consigas tan buenos ejemplares.

Las fosas nasales de Danzou se abrieron, sintiendo asco por siquiera tocar al niño en la mesa. Sabía quién era, hubiera sido una excelente adquisición para raíz. Y la desaparición de niños en los que tenía los ojos puestos fue la razón que lo llevó hasta ese lugar.

―¿Qué es lo que quieres?

―Te traigo un regalo. ―dijo, sacando de entre las telas de su ropa un pequeño frasco que cabía perfectamente en la palma de su mano.

Orochimaru lo reconoció al instante.

―¿Cómo los conseguiste?

―Tengo mis métodos. ―aseguró, dándole el par de ojos con el Sharingan activo. ―Puedes estudiarlos lo que quieras, pero me los pondrás a mí.

―¿Por qué no vas con alguien más?

―Eres más listo que eso, Orochimaru. ¿Con quién quieres que vaya? ―se burló. ―Fuera de ti, solo Senju Tsunade podría, y esa mujer ya solo es un sacó de carne que apenas puede estar frente a una gota de sangre antes de derrumbarse. Una lástima, de verdad.

―Hnn...

―Ahora serás uno de los nuestros, Orochimaru. Pero aún entre la raíz, existen niveles. Tú eres como La Cofia, la parte más profunda del árbol interno, esas pequeñas ramas que se extienden hasta los más profundos manantiales del conocimiento y son vitales para mantener verdes las hojas exteriores.