xSouh

Burakkurōzu

34: Tobi

El país del Fuego tenía una ventaja territorial sobre las otras aldeas: estaba ubicado en el centro del continente, era accesible para el comercio internacional y estrategia bélica. Además de que el clima era algo envidiable, los bosques templados eran ideales para el cultivo de casi cualquier especie de frutos y semillas que mantenían a su gente bien alimentada, el agua nunca faltaba y no tenían que soportar temperaturas extremas.

Las personas que vivían ahí podían disfrutar del viento templado que movía las grandes copas de los árboles sin tener que preocuparse si el invierno seria frio o si las lluvias extremas arruinarían las cosechas de ese año. Todo ello lograba que los extranjeros tacharan a sus habitantes como bonachones rayando a lo bohemio.

Oonoki fue el último kage en llegar a la reunión, con Akatsuchi y Kurotsuchi caminando detrás de hacia el enorme arco que llevaba a una escalera que parecía interminable, tuvo que agradecer que los escalones fueran largos y con una pendiente pequeña, no podría soportar tener que presentarse ante sus otros iguales en la espalda de uno de sus hombres.

La vigilancia del lugar era increíble, sus sentidos bailaban entre la localización de los ninjas que ya estaban en la cumbre, nadie tenía permitido ocultar su presencia y esa era una de las condiciones establecidas para poder llevar a cabo esa reunión en paz. Tampoco podían llevar más de dos guardias personales por lo que fue fácil distinguir a los doce shinobis presentes.

La respiración del Tsuchikage era rítmica y sin alteraciones para cuando llegó a la cima, a diferencia de las articulaciones de sus rodillas que crujieron con cada escalón que subió, terminando en un dolor difícil de describir para alguien que aún no llegaba a su edad.

A pesar de su altura, no se amedrentó cuando vio a los demás, todos de apariencia mucho más jóvenes, en su mejor época para pelear, incluso envidiaba a la vieja Hokage, le hacía competencia a Mizukage, las mujeres definitivamente eran unas celosas cuando se trataba de su apariencia.

―Ya que estamos todos, pasemos. ― los invitó Tsunade Senju, dejando para más adelante los saludos.

El templo era una vieja construcción de madera y piedra que en otra época utilizaron los monjes para sus mantras, ahora solo vivían un pequeño puñado de hombres que se encargaban de la limpieza y no dejar morir la tradición. El pasillo principal era largo, con varias salas laterales donde meditaban o realizaban actividades diarias.

El comedor fue habilitado con una mesa redonda, lo suficientemente grande para que hubiera una distancia de al menos un metro entre cada uno de ellos, formando un pentágono equilátero, la mitad de los guardias se quedó haciendo vigilancia afuera y el resto entró, flaqueando a su kage.

― ¿Para qué nos reuniste, Hokage-sama? ―se lanzó el Raikage, sintiendo ventaja sobre sus otros compañeros. Además de Konoha, eran los únicos que seguían manteniendo su Bijuu.

―Hokage-sama y yo pedimos esta reunión para evitar una guerra. ―declaró el Kazakage, manteniendo una voz firme y segura que no dejaba ver su corta edad y experiencia en el puesto.

― ¿Una guerra? ¿Qué les hace pensar que vamos a hacer una guerra? ―defendió
Oonoki, sin molestarse en moderar sus palabras.

― No una guerra entre nosotros. ―entendió la Mizukage, que como líder de una aldea que pasó por muchos conflictos en los últimos años, estaba más impuesta a poner atención en los pequeños detalles de lo que se decía en los submundos.

―Akatsuki ya no es un problema. ―aseguró A, utilizando el lenguaje corporal de su masa muscular para dejar claro su punto.

―Konoha ha atacado cuanto ha podido a Akatsuki. ―señaló Senju, haciéndole ver al Raikage que su aldea no había sido la más implicada en las bajas de la organización. ―Pero el enemigo actual es más grande que Akatsuki; Madara Uchiha.

―Uchiha Madara murió hace muchos años, niña. ― se burló el de mayor edad. ―Fue tu propio abuelo quien se encargó de ese asqueroso Uchiha.

―Madara esta vivo. ―declaró la rubia, ganándose las risas de Iwa y Kumo. Mei Terumi no pareció tan sorprendida. ―Aún desconocemos la forma en que eso sucedió, pero esta vivo y es el verdadero líder de Akatsuki.

―Si el hombre de la leyenda esta vivo, entonces no necesitaría formar un grupo como Akatsuki, con su poder seria suficiente para conquistar cuanto terreno deseara. ― dijo el Tsuchikage, aún sin poder creer las palabras de la mujer.

―Uchiha Madara esta en busca de los Bijus. ― interrumpió el No Sabaku. ― los ha ido capturando uno por uno. Yo fui el primero, fui secuestrado en mi propia aldea y casi muero durante la extracción. ―mintió al final.

―Los ha ido recolectando, la mayoría de los países han perdido a sus Jinchuuriki.

―No dejaremos que nos robe al nuestro. ―Declaró el Raikage, perdiendo la calma y estrellando su mano contra la madera. No solo era su Bijuu, era su hermano quien estaba en juego.

― ¿Qué tienen ustedes que no hayan tenido el resto de las aldeas? ― preguntó Tsunade, sin darle tiempo a contestar. ―Los Jinchuuriki han sido atacados en orden ascendente al número de colas de su Bijuu, creemos que el Hachibi podría ser el siguiente.

―El poder de un solo Bijuu puede destruir una aldea completa en cuestión de horas, no importa cuál sea el plan que Uchiha Madara tenga para el uso de los Bijuu, sabemos que esta buscando tenerlos a todos y cuando eso pase, podría destruir el continente entero en una noche. Es algo que no podemos permitir. ― dijo Gaara, y todos estuvieron de acuerdo con eso.

― ¿Y qué es lo que proponen? ―Los ojos de Terumi viajaron desde el representante de la hoja hasta el de la arena, muchos creían que la alianza de las dos naciones era una mala broma, sobre todo después de que Suna invadiera el territorio de Konoha durante un evento internacional donde la paz estaba pactada, tal parecía que las comunicaciones entre ambas aldeas eran más que solo un intercambio de frías cartas diplomáticas.

―Si el objetivo de Madara es capturar a los Jinchuruki, entonces debemos de evitar que se apodere de los Bijuu que le hacen falta. ―Fue Gaara quien habló después de un denso silencio, nadie tenía mayor interés que él en protegerlos, sentía que se los debía por alguna extraña clase de hermandad que pudiera haber entre ellos.

―¡No pienso meter a mi hermano en una prisión! ―gritó el Raikage, adivinando los pensamientos de Oonoki.

―Un Jinchuuriki no es un animal que puedan tener en una celda. ―el tono del Kazakage dejó en claro que esa idea jamás pasó por su cabeza. ― Pero de ninguna manera podemos dejar que Madara los capture. Si eso pasa no habrá una guerra, solo será una masacre. Estamos reunidos aquí para evitar que nuestros shinobi tengan que ir al campo de batalla.

La tención seguía en el aire aún después de esas palabras, no era difícil pensar en la posibilidad de una guerra, todos los presentes en esa sala la veían venir desde hace un par de años, pero la historia entre ellos les impedía dejar el recelo atrás y poder confiar en los otros, había guerras pasadas, sangre derramada y tantas luchas en medio que no se podía simplemente hacer borrón y cuenta nueva tan fácil.

Todos se levantaron de sus asientos, buscando un arma entre sus ropas cuando una nueva firma de chakra apreció en el perímetro del templo. Nadie debía estar ahí, el lugar de la reunión fue confidencial para el resto del mundo. Shikaku se puso al lado de su Kage, mirando detenidamente al resto, esperando que los ninjas fuera se hicieran cargo.

―Hokage-sama ―Kakashi fue el primero en abrir la puerta, su voz seria y la máscara impidieron que alguno supiera que estaba pasando. Hakate se dio cuenta de la atmosfera que había entre los líderes, sabía la importancia de esa reunión. ―Todos deberían venir a ver esto.

Todos salieron, apurando sus pasos deseosos de saber que estaba pasando, el resto de los guardias estaba en el patio frontal del templo, vigilando a una kunoichi sin protector pero que Tsunade reconoció inmediatamente.

Para el resto no fue difícil saber que era de Konoha, llevaba el chaleco verde que distinguía a los ninjas de la hoja, pero su piel clara y rasgos no tan marcados la hubiera descubierto, aunque no portara nada de su aldea.

―¿Hikari? ―le preguntó la Hokage.

―Al parecer estuvo en un genjutsu, desconozco si es una técnica especial o kekkei genkai. ―explicó Hakate, con su sharingan descubierto.

―Apareció por la puerta norte, repitió tres veces "Kages, es su última oportunidad de cooperar conmigo, la siguiente ocasión no será una advertencia" y se desmayó.

La rubia no entendió que fue lo que pasó, había mandado un equipo Chunnin a una misión rango C seis días atrás, se suponía que la misión era fácil y debían regresar a la aldea dentro de cuatro días. Se acercó a la kunoichi, comenzando a menar chakra verde de sus manos para intentar hacer que recuperara la consciencia.

―Sus niveles de chakra están peligrosamente bajos. ― chasqueó los dientes, era una suerte que no estuviera muerta. ―podrían buscar una habitación.

―Tienes que explicarnos que esta pasando, Hokage-sama. ―exigió el Tsuchikage, flaqueado por sus dos guardias personales.

―El mensaje fue para todos, quizá debamos esperar a que la kunoichi despierte.

Todos aceptaron las palabras de la Mizukage, esparciéndose por las instalaciones del templo mientras que Tsunade se encargaba de atender a su ninja. Durante las dos horas en la que estuvo trabajando recibió la visita silenciosa de cada uno de los kages, que no se pudieron quedar quietos después de la incertidumbre que había respecto a Uchiha Madara y la persona que les había enviado ese mensaje.

Llegar a la conclusión de que eran la misma persona tampoco fue algo para presumir, después de todo Hakate Kakashi había dejado claro que lo que sea que le haya pasado a la kunoichi había sido por un genjutsu muy por encima de nivel jounnin, no había muchos ninjas con esa afinidad, e incluso menos los que desarrollaban la habilidad. Uchiha Madara definitivamente podría hacerlo.

― ¿Qué fue lo que pasó? ― Tsunade le preguntó.

Hikari no sabía cómo sentirse, el dolor en su cabeza ya no era como antes, pero seguía ahí, como un campaneo que no paraba y hacía que las cosas a su alrededor fueran borrosas. El último recuerdo nítido que tenía era que su equipo fue atacado en la frontera oeste del país, después de eso todo era confuso, como un velo cubriendo sus ojos. Había sentido su cuerpo moverse por si solo, sin responder a sus propias órdenes. Y nunca estuvo sola, había más, no podría recordar sus características físicas, todo era muy oscuro para poder entrar en detalles, pero olía a humedad, algo entre musgo y tierra mojada.

Explicarle eso a los cinco kages no fue fácil, la castaña ni siquiera creía que ellos entendieran por lo que pasó, estaba siendo juzgada, aunque no se lo dijeran, pensaban que mentía.

― ¿Cuántos ninjas más había ahí? ―preguntó Gaara, sintiendo como a su mente venían recuerdos parecidos.

― ¿Nueve? ¿Diez? No podría mover mis músculos o ver a los lados, es difícil decir con exactitud cuántos.

― ¿Había una estatua? ―De nuevo Gaara fue quien habló, ganándose la atención del resto, entendiendo a dónde quería llegar el pelirrojo. ―De piedra, con muchos ojos.

La cabeza de Hikari volvió a doler de nuevo, como si un rayo atravesara su cabeza buscando bloquear la imagen que el Kazakage le describía, pero ahí estaba. No se podía borrar la imagen que vio durante tres días seguidos.

―S-si… ― susurró, con el miedo de no saber que significaba la estatua y qué pasaría con ella.

―Madara selló al siete colas. ―terminó Gaara No Sabaku, saliendo de la habitación.

El resto los siguió, volviendo de nuevo a la mesa, eso se tenía que atender más pronto de lo que cualquiera de ellos hubiera pesando.

― ¿Qué vamos a hacer? ―preguntó el Raikage, aún con los sucesos pasados dando vueltas en su cabeza.

―Vamos a ocultar a los únicos de Jinchuuriki que tenemos. ― dijo el Tsuchikage, tomando la actitud seria de cualquier líder de una aldea.

―Ningún lugar en el país del Fuego es seguro, Madara lo conoce como la palma de su mano. ― aseguró Tsunade.

―Conoce el continente entero como la palma de su mano ― la corrigió la Mizukage.

―Entonces llevémoslos a un lugar fuera del continente, uno que no esté en ningún mapa.

― ¿Qué propone, Raikage-sama?

― Una isla móvil. Mandaré la ubicación actual en un halcón en tres días y Konoha llevará ahí el Jinchuuriki del Kyuubi. ―solucionó A.

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Las memorias de Uchiha Madara eran muy confusas, le llevó años poner en orden todo en su cabeza, pero la aldea oculta entre el sonido era cosas claras en sus recuerdos. Conocía las principales guaridas de Orochimaru y podía moverse por todos los túneles subterráneos sin perderse, sabía dónde estaban las entradas secretas y cómo acceder a cada uno de los lugares.

Recorrió las cuatro grandes guaridas, nombradas por los puntos cardinales, esos fueron los lugares donde el sannin vivió sus últimos años de vida, estaban abandonadas, la mayoría del equipo medico destruido y los tubos de ensayo quebrados dejando mil cristales en el suelo. Las celdas fueron forzadas y no quedaba nada ahí más que basura y un olor a podredumbre.

Sabía que Sasuke había destruido todo cuando mayó a Orochimaru, pero nunca se supo nada de Kabuto, y ese era el hombre que él estaba buscando.

El único lugar que faltaba revisar era justamente ese laboratorio.

Le llevó medio día recorrer el país hasta el final del continente, no estaba muy alejado de la costa, concentró chakra en sus pies para caminar sobre las olas, adentrándose hasta la isla donde estaba la edificación.

Sus recuerdos se volvieron borrosos, duplicados en el mismo tiempo. Podría verse así mismo joven, sentado en las rocas de la orilla mientras pensaba en su antiguo equipo, en Rin, Kakashi y su sensei. Su familia. Pero también se veía viejo, acabado por los años, con los huesos pesados y la piel delgada, lleno de coraje y resentimiento.

Fue el día en que vio la muerte de ella cuando aceptó.

Orochimaru sabía que no podía hacerlo si ambos no estaban de acuerdo.

El sannin ya había fallado tantas veces, creando monstruos y quimeras en su intento de perfeccionarlos.

Él era la perfección.

―Cuánto tiempo sin verte, Tobi. ―saludó Kabuto. Había activado sus alarmas desde que pisó Otogakure, sabía que solo era cuestión de tiempo para que llegara a él. No habría otra razón para que estuviera ahí.

―Ya no me llamo Tobi. ―

―Ese fue el nombre que te dio Orochimaru-sama cuando te creo. ―sonrió el peligris, acomodando la montura de los lentes con usa sonrisa en la boca, demasiado viperina para su gusto, pero no se podía esperar más del muchacho.

―Soy Madara Uchiha. ―recalcó el pelinegro, quitándose la máscara naranja de la cara para mostrar su Mangekyo Sharingan.

―Sabes que no eres Madara Uchiha. Sabes que no eres Obito Uchiha.

―Soy Uchiha Madara. ―repitió, con odio en voz.

―Uchiha Madara era un viejo decrepito que apenas se podía mover por su edad. Uchiha Obito era un ninja inútil que quedó hemipléjico después de que una roca le cayó encima. Eres Tobi, la creación perfecta de Orochimaru-sama. La cúspide de su conocimiento.

―Y tu no eres más que un seguidor, un títere que perdió a su maestro.

―Te equivocas, con la muerte de Orochimaru-sama yo traje gloria de nuevo a Otogakure. ―dijo, elevando su voz llena de orgullo. ―Yo soy el Otokage.

― ¿Llamas a esta guarida una aldea? ―se burló el Uchiha.

―No soy solo yo, son todos los experimentos de Orochimaru-sama. ―volvió a ajustarse los lentes, dando varios pasos adelante, sobre las rocas de la isla. ― Sasuke-kun creyó que con liberarlos bastaba, pero al final todos son unos seguidores, que no sabrían que hacer con sus vidas, yo les di un objetivo, un hogar.

― ¿Cómo piezas de un laboratorio? ―rio Madara, recordando la época en la que el también fue parte de la colección del sannin.

― ¿A qué viniste?

―Tú tienes un pergamino que me interesa. Quiero el Edo Tensei.

―Alguien como tu no puede usar una técnica como el Edo Tensei. ―le recordó Yakushi. ―Solo alguien que ha tenido un nacimiento natural puede traer a alguien de vuelta de la muerte.

―Eso lo sé. ―aseguró. ―Por eso quiero que trabajes para mí.

―Yo no trabajo para nadie.

―Entonces te tendré que obligar.

―¿De verdad pensaste que después de tantos años de trabajar con Uchiha no crearía algo para ser inmune a su Sharingan?

―Tu no eres un genio, Kabuto. Orochimaru era un loco demente, pero todos sabían que era bueno en lo que hacía. Tu no eres un Kage, ni siquiera estas cerca del nivel de uno. ―le recordó, y el peligris tuvo que recordar quien era para que esas palabras no le afectaran. ―Necesito a diez hombres para mañana temprano o destruiré toda la isla.

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En Konoha nadie se enteró de la misión clase S que se le dio a Naruto, ni siquiera el rubio entendió de que se trataba, pero estaba feliz de poder salir de la aldea. Se sintió solo los días que sus compañeros estuvieron fuera, incluso Sakura fue a Suna.

Ninguna persona fue notificada sobre la chunnin que fue hospitalizada en una sala clasificada de cuidados intensivos.

―Hokage-sama ― llamó a la puerta la pelirosa.

Ya eran las últimas horas del día, había esperado que la oficina se desocupara del bullicio matutino para poder hablar con la Senju.

―Adelante. ― pidió Tsunade, sin mirar realmente la puerta, tenía suficientes papeles en su escritorio después de descuidar su trabajo un día.

―Buenas tardes, Tsunade-sama. ― saludó, sintiendo pena por su maestra.

― ¿Qué pasa, Sakura?

―Quiero solicitar permiso para ir a Amegakure. ―

― ¿Para qué quieres ir a Amegakure? ―preguntó la rubia, dejando los papeles sobre el escritorio para poner completa atención en su estudiante. Konoha y Ame no llevaban una relación precisamente buena y no podía entrar en un conflicto internacional justo ahora que acaba de pasar la cumbre de los cinco kages.

―Creo que hay un punto que estamos dejando pasar, algo que tiene que ver con Akatsuki y se de una persona que puede ayudarme a despejar esa duda.

― ¿Esta persona es un miembro de Akatsuki? ―tanteó el terreno.

―Así es. Konan fue una de los miembros fundadores.

― ¿Qué pasa con el escuadrón médico?

―Ellos están listos. ―sonrió orgullosa. ―Aún no me he encargado de hacerles la prueba final, pero estoy segura que todos la aprobaran.

― ¿Cuándo plenas irte?

―Quisiera salir en dos semanas.

―Solicitud de permiso aprobada. Quiero un informe en mi escritorio de cada cosa que averigües en cuanto regreses.

―Entendido.