CAPITULO 1 - EL EXPRESO - 1 DE SEPTIEMBRE DE 1971

- Madre, Padre - dijo Sirius haciendo una leve inclinación de cabeza - nos vemos en las vacaciones.

Walburga no puedo evitar inclinarse para darle un abrazo a su hijo, quien inmediatamente se puso rígido ante el contacto. Las muestras de afecto no eran algo habitual en su familia

-Estoy tan orgullosa de ti - dijo mientras les sacudía unas motas de polvo de su chaqueta - estas destinado a hacer grandes cosas Sirius, anda, corre, ves y deja el apellido Black en buen lugar

-Walburga, tenemos que irnos ya, el chico sabe perfectamente lo que tiene que hacer y como debe comportarse, ¿verdad?

- Si, padre

- ¡Estupendo! - dijo Orión dándole una palmada en la espalda - pues entonces querida, nos vamos - y se dieron la vuelta perdiéndose entre el gentío de King's Cross.

Sirius se dio la vuelta, y miro el carrito portaequipajes que llevaba con un baúl. Suspiro, al final, había tenido que acceder a ir al colegio, aunque era lo que menos quería. No es que no quisiera aprender magia, al fin y al cabo, ¿qué chico no querría ser un mago? Lo que el no quería era cumplir con las expectativas de su familia, no quería ser como ellos, y sabía que en el colegio estaba predestinado a seguir sus mismos pasos.

Con resignación empujó su carrito por el anden, hasta colocarse entre el 9 y 10. Mientras corría, cerró los ojos, y solo por un segundo se permitió pensar que corría fuera de la estación y fuera de su familia, pero Reg le necesitaba, y no podía permitir que su hermano pasara por lo mismo que él, por lo que si tenía que claudicar, lo haría, pero no sin antes presentar batalla.

Cuando abrió los ojos de nuevo, se encontraba en el andén 9 y 3/4. El Expreso de Hogwarts era un tren de color rojo. De hecho, parecía una gran serpiente roja. Cientos de alumnos se arremolinaban en las puertas de los vagones, y otras tantas familias se acercaban a esos alumnos para despedirlos antes de que comenzara el curso. Sus padres le habían contado que hubo un tiempo en que los niños llegaban al colegio con trasladores, pero que el Ministerio de Magia decidió emplear el método muggle para desplazarse, hecho, que a su familia particularmente no hacia muy feliz, por lo que el contrariamente a lo que pensara su familia, se dirigió feliz a uno de los vagones rojos dispuesto a buscar un compartimento donde pasar el viaje hasta el colegio.

Después de recorrer varios compartimentos encontró uno vacío, aunque imaginaba que tarde o temprano acabaría compartiendo viaje con algún alumno. Estaba distraído mirando por la ventana a los alumnos rezagados o los que demoraban más de la cuenta de la despedida cuando se abrió la puerta de su compartimento.

-Ah, eres tú - dijo Sirius volviendo a mirar por la ventana.

-¿Quién si no primo?

-Pues no sé Bella, hay mucha gente por el tren

-Si, pero la gran mayoría es chusma - dijo la chica morena sentándose en frente de él y obligando a Sirius a mirarla directamente a la cara - me ha dicho un pajarito que Walby a escrito a papá, está preocupadísima por ti, y papá me ha pedido que te vigile.

-No necesito un guardián

-Bueno, no es lo que piensa todo el mundo

-Me da igual lo que piensen

-No debería

-Y entonces según tu Bella, ¿que debería de preocuparme?

-De saber donde posicionarte…esta noche en la sala común de Slytherin lo podrás comprobar.

-Uy sí, ardo en deseos

En ese momento, la puerta del compartimento se volvió a abrir y apareció un niño con el pelo negro, como si jamás se hubiera peinado, arrastrando un enorme baúl, mientras intentaba subirse sin mucho acierto las gafas que le resbalaban por la punta de la nariz.

- Perdonar, no quería molestar

- ¿Y tú quien eres? - preguntó la morena

- Soy James, James Potter

- ¿Potter eh? - dijo examinando de arriba a abajo al chico mientras hacia memoria - adelante, pasa, yo ya había terminado - se levantó y se marchó cerrando tras de sí la puerta que el muchacho había dejado abierta

- Esto…yo de verdad que no quería molestar, puedo buscarme otro compartimento - dijo el chico justo en el momento en que el tren arrancaba la marcha.

- No te preocupes, puedes quedarte

- Gracias

Sirius ayudó a James a colocar su baúl y ambos se acomodaron en sus respectivos asientos formando en el ambiente un silencio incómodo.

- Esto yo…- dijo el chico de gafas - ¿vienes de familia de magos?

- Si - dijo Sirius volviendo a mirar por la ventana

- ¡Qué bien! Llevo todo el año esperando mi carta, imagínate ¡Hogwarts! Va a ser una pasada

- Si, mucho

De nuevo, la puerta del compartimento se abrió y en ese momento entraron un chico moreno, con el pelo largo, lacio y sin vida pegado a la cara y una niña, pelirroja y con unos enormes ojos verdes color esmeralda.

- Hola - dijo la pelirroja - ¿os importa si nos sentamos aquí?

- Claro, claro - dijo el chico de las gafas haciendo un hueco a la pelirroja

- Muchas gracias - y ambos chicos se sentaron en los huecos libres

El silencio se volvió a formar en la cabina en la que viajaban. Cuando ya llevaban un rato en silencio, la pelirroja no pudo evitar comenzar a llorar nuevamente.

- Venga Lily, para ya - dijo el moreno de pelo lacio acercándose a su amiga y rodeándola con el brazo - seguro que lo que te ha dicho Petunia antes de entrar no era verdad, no eres ningún monstruo, ¡eres una bruja!

- Ya lo se Sev, pero, es mi hermana, y puede ser muy cruel

- Los hermanos son así, pero no lo hacen a propósito - dijo el moreno de ojos azules - yo también tengo un hermano pequeño, Regulus, y ayer juraba que se iba a esconder en mi baúl para venir conmigo al colegio, sin embargo antes de ayer, amenazó con hacer estallar la tercera planta de nuestra casa si me marchaba.

- ¿Lo ves Lily? Este chico - dijo Severus - perdona, ¿te llamas?

- Sirius

- Lo ves Lily, a Sirius le pasa lo mismo

. No Severus, no has visto como miraba Petunia, estaba convencida de que era un monstruo, me dijo que ojalá no volviera nunca del colegio de los terrores al que iba - y volvió a sollozar escondiendo su cara entre sus manos.

- Bueno Lily, en el colegio se te pasará todo. Cuando lleguemos y veas el castillo, vas a alucinar, ¡ya te he contado todo lo que sé!

- Sí, espero qué si, pero aún así….

- Y cuando estemos juntos en Slytherin, ya verás la de cosas que vamos a aprender, me han dicho que…

- ¿Por qué quieres ir a Slytherin? - interrumpió Sirius

- Yo…bueno, porque es la casa de donde han salido los más grandes y mejores magos del mundo mágico

- Dirás Magos Tenebrosos

- No, eso no es cierto

- Magos que solo juegan con las artes oscuras

- ¿Y qué hay de malo en eso?

- Todo

- No estoy de acuerdo - dijo el muchacho mirando nuevamente al chico de ojos azules - si no me equivoco, tu eres un Black, deberías de estar orgulloso de pertenecer a un linaje tan antiguo y puro como el tuyo.

En ese momento Sirius se levantó de su asiento y apuntó con la varita a Severus y James lo acompañó en el movimiento de varita.

- Me da igual la pureza - dijo acercándose más con su varita al chico hasta tocarle la manga de la túnica

- Ten cuidado Sirius, puedes provocar un accidente - dijo Severus un tanto nervioso.

- Me da igual, no sería el primer accidente que provoco

- Yo…

- ¡Ya basta! - dijo la pelirroja levantándose ante la pequeña revuelta que se había formado en su compartimiento - Severus, nos vamos.

- Corre Severus….menos mal que tienes aquí a tu amiga para salvarte el culo.

- Yo…

- Yo, yo, yo ¿es lo único que sabes decir?

- Severus, vamos - dijo Lily tirando de la manga de su túnica para sacarlo de ahí cuanto antes

- Si, Lily, lo que quieras - dijo no sin antes volverse a mirar a esos dos chicos que le apuntaban con sus varitas, en el momento de darse la vuelta, James no pudo evitar pincharle con la varita en la espalda - ¡Ay! ¡Me habéis atacado! - dijo mientras corría

- Adiós Quejicus - grito Sirius asomando la cabeza por la puerta del compartimento mientras veía como la pelirroja y el moreno se marchaban.

- Esa ha sido buena - dijo Sirius tomando nuevamente asiento y fijando la mirada en el moreno de pelo revuelto - esto, gracias

- No hay de qué

- Por cierto, creo que no me he presentado oficialmente, soy Sirius

- Y yo James

- Lo sé

- Entonces, ¿no estás de acuerdo con todo el tema de la pureza?

- No, ¿algún problema?

- No, no, para nada, últimamente está todo el mundo un poco loco con ese tema

- Y qué lo digas, esa es mi mayor preocupación

- ¿La pureza?

- Si…la verdad, no sé por que te estoy contando esto, pero en fin, digamos que mi familia le da mucha importancia a la sangre, en que casa estamos, con quien nos relacionamos, no quieren que nada ni nadie manche nuestro linaje

- Vaya, pero qué más da eso ¿no? Quiero decir, al final lo que importa es que tú seas feliz

- ¿Tú crees?

- Si

- La verdad que con que me tocara cualquier casa menos Slytherin sería feliz.

- Bueno, tienes muchas probabilidades, son cuatro casas y solo es una a la que no quieres ir

- Toda mi familia ha ido a Slytherin desde tiempos inmemorables

- Siempre puedes ser la oveja negra de tu familia.

- Créeme James, ya lo soy, y tú ¿a qué casa quieres ir?

- ¿Yo? ¡A Gryffindor, donde residen los corazones de los valientes! - dijo James subiéndose al sillón de su compartimento mientras blandía una espada imaginaria - ¡Como mi padre! - y los dos muchachos empezaron a jugar una épica batalla de espadas con sus varitas.


Unas horas más tarde, cuando ya anochecía, el tren empezó a aminorar la marcha mientras se adentraba en Hogsmeade, el único pueblo íntegramente mágico de toda Gran Bretaña. De pronto, todos los alumnos empezaron a salir de sus compartimentos, por lo que el barullo y ruido fue en aumento. Los dos chicos bajaron del tren y se dieron de bruces contra un enorme hombre de frondosa barba, que iluminaba el andén con un farol que llevaba en su mano y que quedaba a más de 3 metros del suelo.

- ¡Los de primer año! ¡Por aquí! - gritaba el gigante - el resto de alumnos ir a los carruajes que os están esperando al otro lado de la vía - gritaba y movía su farol para hacerse ver entre los cientos de alumnos, aunque de hecho, simplemente por su corpulencia poco necesitaba hacerse notar - ¡Primer año por aquí! ¡Eh, chicos! - dijo señalando a grupo de primer año - Los baúles llegarán solos al castillo - volvió a mirar al grupo de niños que se había arremolinado a su alrededor - Bien, veo que ya estamos todos, sí, bien, soy Hagrid, el guardabosques del castillo y guardián de las llaves de Hogwarts, por favor, seguirme - y emprendió camino a la dirección opuesta que seguían el resto de alumnos de cursos más avanzados.

El grupo de niños emprendió la marcha detrás de Hagrid, todos en silencio, lo que contrastaba claramente con el alboroto que se había montado minutos atrás en el andén de la estación. Después de un breve paseo, llegaron a un embarcadero.

- ¡Estupendo! - se dirigió Hagrid a su público - cuatro alumnos por barca, ¡rápido! ¡Subir! - los apremió

Los alumnos rápidamente se repartieron por las barcas que había distribuidas por el embarcadero en grupos de cuatro, siguiendo las instrucciones que había dado Hagrid, el guardabosques.

- ¿Sabíais que iríamos en barca? - preguntó un chico regordete que compartía barca con James y Sirius - esto…quizás es peligroso ¿no?

- Para nada - dijo James - mi padre me lo había contado, dice que es el mejor recuerdo que guarda de cuando llegó a Hogwarts, solo me dijo que tuviera cuidado con el calamar gigante.

- ¿Calamar gigante? - preguntó el chico apartándose rápidamente del borde del bote lo que hizo que la barca se balancease peligrosamente.

- No hay de que preocuparse - dijo James - Sirius, ¿tú crees que habrá alguna manera de nadar en el lago y ver al calamar?

- Ehm….si…- murmuró Sirius sin hacer mucho caso de los comentarios de James. Estaba impresionado con la imagen del castillo desplegándose ante sí desde el bote, por un momento se sintió insignificante, pero no con la misma sensación de cuando estaba en su casa, no, se dio cuenta de que era insignificante en comparación con el castillo, pero que, de un modo u otro, ese castillo le abría las puertas a un mundo nuevo, un mundo donde poder ser él mismo, y que le garantizaba la protección que no había conocido hasta entonces. Sabía que el padre de James, tenía razón, sabía que ese recuerdo, ese momento, no lo olvidaría jamás, y poco a poco, empezó a relajarse, quizás, al fin y al cabo, no había sido tan mala idea la de ir al colegio.

Cuando terminaron de cruzar el lago no se oía ningún sonido, solo el murmullo del agua rompiendo contra la orilla. A Hagrid le encantaba esa parte de su trabajo, aún recordaba su primer viaje en barca, y disfrutaba muchísimo compartiendo ese instante con todos y cada uno de los niños que habían ido pasando por Hogwarts a lo largo de los años.

- Esta bien chicos, es vuestro momento, lo habéis hecho muy bien - dijo rompiendo el silencio sepulcral que se había formado - ahora, por favor, subir por la escalinata, arriba del todo os esperará la profesora Mcgonagall.

Todos los chicos, subieron las gran escalinata, siguiendo las instrucciones del gigante. Al final de las mismas, les esperaba la profesora McGonagall. Si no fuera por que justo comenzó a hablar al final del tramo de las escaleras que subían, todos hubieran pensado que era una de las estatuas que adornaban la escalinata, nadie jamás había visto a una mujer esperar tan quieta, tan firme y rígida. No le hizo falta elevar la voz para que hasta el más rezagado del grupo oyera lo que tenía que decir, era de esas personas que tienen la habilidad de imponerse por encima de los demás solo con su mera presencia.

- Estudiantes, bienvenidos a Hogwarts, espero que su viaje haya sido tranquilo - dijo mientras miraba a los alumnos colocarse a su alrededor - mi nombre es Minerva McGonagall, profesora de Transformaciones y Jefa de la Casa Gryffindor además de encargada de guiar a los alumnos de primer año a la Ceremonia de Selección - se dio la vuelta y comenzó a andar por el corredor que tenía a su espalda, e inmediatamente todo el grupo de alumnos marchó tras ella hasta pararse frente a unas enormes puertas - bien, hagan una fila de a uno, y síganme en silencio.

En ese momento se abrieron las puertas y todos los niños pronunciaron diversas exclamaciones de asombro. Jamás en su vida se habían encontrado ante un salón igual. El techo abovedado apenas alcanzaba a la vista, además, de estar conjurado para que mostrara la bonita noche estrellada que había sobre el colegio. Había cuatro enormes mesas distribuidas por el salón en donde aguardaban impacientes todos los demás alumnos para poder disfrutar de la cena, y a la cabeza de todas las mesas, la de los profesores, y justo en el centro de todo un hombre con un largo pelo plateado, y unas gafas de media luna que vigilaba todo lo que estaba aconteciendo en ese momento. Era Albus Dumbledore.

- Alumnos - dijo la profesora McGonagall desplegando un pergamino - cuando les llame, subirán al estrado, se pondrán el sombrero seleccionador en la cabeza y se les asignará una casa. Esa casa será su hogar durante los próximos 7 años - empezamos ¡Binge, Carl! - y un tembloroso chico, de pelo color paja y aspecto de haber visto un boggart, se acercó al sombrero y nada más ponérselo grito ¡Ravenclaw! - muy bien Carl, puedes quitarte el sombrero y sentarte en tu mesa - que en ese mismo instante estalló en aplausos.

Uno a uno fueron pasando los alumnos que habían formado una fila según las directrices de la profesora, y el grupo, grande al principio había menguado considerablemente.

- Y ahora, ¡Black, Sirius!

Sirius dio un respingo, pues el momento que más había temido desde que entrara al Gran Comedor se materializaba ante sus ojos. Haciendo acopio del poco valor que le quedaba, dio unos pocos pasos hasta quedarse frente a frente al Sombrero Seleccionar, y con mucho cuidado se lo puso en la cabeza. Los segundos que tardó el sombrero en decidir a que casa iba, fueron los más largos de su vida. Deseaba con todas sus fuerzas cualquier casa menos Slytherin, en realidad, prefería Gryffindor, pues su nuevo amigo James ya estaba sentado y rodeado de todos sus nuevos compañeros de casa, y él deseaba tanto o más ser bien acogido en algún sitio por primera vez.

- ¡Gryffindor! - gritó el sombrero, y Sirius automáticamente se convirtió en el muchacho más feliz de todo el comedor mientras corría a su nuevo hogar.

Cuando hubo terminado la selección, una asombrosa cena se presentó delante de ellos, carne asada, chuletas, bistecs, patatas, cinco clases diferentes de panes, pescados de todos los tamaños, sopas, cremas y hasta ¡tartas de cumpleaños!

Ya con la barriga llena, empezó a hacer acto de presencia la somnolencia en los alumnos, especialmente en los más pequeños, pues habían vivido un día lleno de emociones y al final su energía se había visto reducidas considerablemente. En ese momento los prefectos se levantaron de sus asientos y se dirigieron a sus respectivas mesas.

- ¡Muy bien chicos! ¡Hora de irse a la cama! - exclamaba una chica castaña, con el pelo recogido en una alta coleta - los de segundo en adelante, seguirme, los de primer año, esperar aquí que en seguida viene Simon a por vosotros.

En ese momento, un chico pelirrojo, blanco como la nieve y cubierto por más de mil pecas, se acercó al grupo de primer año que quedaba sentado en la mesa.

- ¡Hola! Soy Simon O'Toole, prefecto de Gryffindor, si me seguís os enseñaré el camino hasta nuestra Sala Común, y todas las cosas que debéis saber antes de que mañana empiecen las clases - y les hizo un gesto para que le siguieran mientras se abría paso por el Gran Comedor - nuestra Sala Común, se encuentra en una de las torres del castillo, allí pasaréis muchísimo tiempo, también están vuestros dormitorios, y vuestros baúles, ya están en las habitaciones. Os recomiendo que os aprendáis el camino que seguimos hoy, aunque es el más largo es el que menos riesgo de cambiar tiene, en Hogwarts, las escaleras cambian a su antojo, los pasillos aparecen y desaparecen según las necesidades de la persona que lo transite, por lo que es muy fácil perderse - dijo mientras empezaba a subir unas escaleras - todavía están los profesores buscando a un alumno de primero que se perdió el año pasado - el chico regordete que había compartido bote con James y Sirius soltó un gritito agudo - es una broma, tranquilo - dijo dandole una palmada en la espalda - en realidad solo tardaron un día - pero la verdad no fue mucho más tranquilizadora para el chico -¡pues hemos llegado! - dijo Simon mientras se paraba frente al retrato de una mujer - esta es la entrada de nuestra sala común , para entrar necesitaréis una contraseña, así que memorizarla. Si la contraseña se modificase, lo publicaríamos en el tablón de anuncios que encontraréis dentro de la sala

- ¡Buenas noches! - comenzó a hablar el retrato, lo que pilló por sorpresa a la gran mayoría de alumnos de primero - ¡contraseña!

- Domus Novus - dijo Simon, y en ese momento el retrato de la Dama Gorda, se deslizo formando un agujero que permitió el paso a todo el grupo a la sala común de Gryffindor.

Detrás del agujero se encontraba la Sala Común de Gryffindor, era una habitación circular, pues se encontraba en una de las torres del castillo. La sala estaba repleta de sillones, mesas, estanterías repletas de libros y una gran chimenea en el centro. Todos los muebles lucían diferentes tonos rojos y dorados, y el emblema de la casa se encontraba colgado encima de la chimenea. También llamaban la atención los grandes ventanales que daban a los jardines del colegio, aunque en ese momento, no se viera nada por la oscuridad de la noche.

- ¡Ya habéis llegado! - dijo la chica castaña que había hablado con ellos el Gran Comedor - ya he mandado a todos a la cama Simon, me encargo de las chicas ¿vale?

- Estupendo, oírme todos, las chicas seguir a Theresa, ella os mostrará vuestros dormitorios, los chicos conmigo.

El grupo se dividió en dos, y cada prefecto subió por unas escaleras diferentes.

- Muy bien, aquí está el dormitorio de los chicos - dijo Simon tras subir unas escaleras - este será vuestro dormitorio durante vuestra estancia en el colegio, ya tenéis vuestras cosas dentro, así que rápido, ¡a la cama! No querréis quedaros dormidos vuestro primer día de colegio - y les abrió la puerta del dormitorio para que entraran.

Los cuatro chicos entraron a la habitación, y se encontraron con cuatro camas con doseles, y una gran estufa en el centro de la habitación para caldear las noches más frías. A los pies de cama se encontraban ya dispuestos sus baúles, y además, junto a cada cama disponían de unos pequeños armarios para poder guardar sus pertenencias. Ninguno de ellos se habló durante un rato, estaban todos asimilando toda la información que acaban de recibir y los grandes acontecimientos del día.

- Pues creo, que no tenemos que elegir cama - dijo el chico más alto de los cuatro con aspecto enfermizo - ya nos han dejado todo colocado.

- Me parece bien - dijo James

- Genial - dijo Sirius

- Vale - dijo el chico regordete

- Por cierto - dijo el primero - soy Remus - mientras se dirigía a su nueva cama - y él Peter

- Hola - dijo Peter casi en un susurro

- Yo soy James, y ese que ya está casi dormido, es Sirius - dijo mientras le tiraba una almohada.

- ¡Ah! James…déjame dormir