Capítulo 12
ROSS
Le tomó casi una hora a Jud llevarlo a Watford, al norte de Londres. ¿Qué demonios había allí para que tuvieran que alejarse tanto de la ciudad? Jud no los había llevado. Le había dicho que la niñera prefirió ir en tren, él solo los había acercado hasta la estación.
Se había comportado como un maldito esa semana y lo sabía. Lo que no llegaba a comprender, era el motivo. Había pasado una hermosa tarde con los niños la semana anterior. Habían compartido más tiempo que, bueno, que nunca. Al menos desde que Regina se había ido. Ella solía organizar actividades así. Cuando Jeremy era pequeño los tres solían ir a la playa o a caminar, o llevaban a Jeremy al parque. Con Clowance, las cosas habían sido distintas. Y él no lo había hecho por su cuenta después de morir su madre. Su abuela se encargó de criarlos, y cuando regresaron con él a Nampara no supo cómo hacerlo. No sabía cómo ser un buen padre. Y todo había parecido tan sencillo la semana anterior… se había perdido años, sus hijos habían crecido y él no estuvo a su lado. Era más fácil enterrarse en el trabajo, siempre lo había sido. Era bueno en ello. Pero había algo más en su ausencia que el mero reconocimiento de sus faltas. Había algo en esa joven que lo perturbaba... que lo atraía. Era muy linda físicamente, lo que no le había pasado desapercibido a Elizabeth a saber por los reproches que le había hecho luego esa noche. Él le había dicho que eran puras tonterías... Pero lo que ella no había visto era la confianza que habían tenido ese día… Confianza quizás no era la palabra correcta. Complicidad o coqueteo. No podía evitarlo cuando se sentía atraído por una mujer. Solo que cuando se sentía así, las mujeres no vivían en su casa, ni cuidaban de sus hijos. Ross siempre había sido muy discreto. No es que hubiera tenido muchas amantes, las podía contar con una sola mano. Y ninguna desde la mujer de los labios rojos… ¡Demonios, Ross! ¡Estas a menos de dos meses de casarte! – una voz dijo en su cabeza. Elizabeth y él hacían una buena pareja. Ni hablar lo beneficioso que sería la fusión de las empresas familiares para Trenwith. Era práctico. No era amor, por supuesto. Ross creía haber amado una vez en su vida, pero no estaba muy seguro después de lo que había ocurrido. Ahora no tenía sentido pensar en eso. La sentencia era simple: por supuesto que amó a la madre de sus hijos, y eso era todo. Las pequeñas dudas que rondaban en su mente, 'éramos muy jóvenes cuando nos casamos' o 'si se amaban, no hubiera sucedido lo que pasó', eran ahora insignificantes. Como también debían serlo los celos que sintió cuando vio a la niñera junto al chef francés.
Había subido todo el recorrido del ascensor tratando de recordar si existía una cláusula en el contrato de los empleados sobre relaciones personales entre el staff. Si no existía, le diría a Prudie que la agregara de aquí en más. ¿Y qué hay de la relación jefe – empleada? Eso tampoco es correcto. – dijo la voz en su cabeza. ¿Qué rayos te importa a ti si la niñera sale con alguien?
No le importaba. Pero el estúpido francés coqueteaba con ella frente a sus hijos. - ¿Y tú no?
Así que se había mantenido alejado. De la misma manera que lo había hecho durante años. Solo que ahora esa vocecita en su cabeza no se callaba, solo que ahora extrañaba las risas de sus hijos. Ross iba a verlos cuando volvía a casa, pero era tarde cuando llegaba y estaban dormidos. Tal vez debería pedirle a Elizabeth que adelantara su mudanza y se empezara a quedar en Nampara, dos meses no era mucha diferencia después de todo. A la Señorita Carne había conseguido evitarla del todo. Al menos hasta esa noche en que lo estaba esperando cuando llegó a casa.
No estaba muy orgulloso de como la había tratado ni de lo que le había dicho. Pero sus reclamos lo habían sacado de quicio. Él conocía sus faltas, sabían cuáles eran perfectamente bien. No era necesario que una joven a la que recién conocía se las echara en cara, por más bonita que ella fuera.
El encuentro le picaba la consciencia. Las lágrimas que quiso ocultar, pero eran evidentes. No sería la primera vez que hacía llorar a alguien con su temperamento, pero por alguna razón quería disculparse con ella. Y Elizabeth se iría a visitar a su familia durante el fin de semana. Así que Ross liberó su agenda y luego de pasar por la oficina regresó a casa pensando que los encontraría allí…
Jud lo dejó en el estacionamiento de los Estudios. Le dijo que se quedaría por allí, buscaría un pub adonde ver el partido de fútbol. Ross le volvió a enviar un mensaje a Demelza.
"Ya estoy aquí afuera. ¿Adonde están?"
Tardó un momento en responder. Mientras decenas y decenas de personas entraban sin cesar.
"Lo esperaremos junto a la entrada de la Cámara Secreta."
"¿Adónde?"
"Entre y pregunte."
Le tomó una buena media hora ingresar al lugar. Entre sacar el ticket, hacer la fila, esperar para entrar, toda esa habitación oscura llena de gente emocionada. Le hubiera gustado estar con los niños allí cuando ingresaron. Pero cuando las puertas se abrieron y sonó la música de la película que habían visto el otro día y se encontró en ese gran comedor, tuvo que admitir que estaba algo emocionado también.
No se detuvo mucho tiempo allí. Ni prestó mucha atención a los trajes, decorados y objetos de utilería que estaban expuestos al comienzo del recorrido. Le preguntó a un empleado adonde estaba la Cámara Secreta y hacia allí se dirigió, esquivando a la multitud. Tuvo que preguntar más de una vez, hasta que alguien le señaló una puerta redonda cubierta de lo que parecían serpientes que colgaba de la pared, y allí la vio a Demelza.
Iba de jeans ajustados y zapatillas deportivas. Una remera blanca estampada y una gran mochila roja colgaba de uno de sus hombros. Por un instante sus miradas se cruzaron, pero ella no hizo ningún gesto a diferencia de la última vez. Ross se acercó.
"Tardé mucho en entrar." – dijo a modo de saludo.
"Hay mucha gente por las vacaciones."
"¿Dónde están los niños?"
"Allí. No les dije que vendría, así es una sorpresa." – Demelza señaló hacia lo que parecía ser un aula de esa escuela de magia. Había varias personas mirando y sacando fotos, y en primera fila Ross ubicó a sus hijos. Jeremy le estaba señalando algo a Clowance. Él iba a aprovechar para decirle algo a Demelza pero la joven se acercó a los niños sin decirle nada más.
Jeremy y Clowance se dieron vuelta cuando Demelza les dijo algo al oído, sus caritas se iluminaron cuando lo ubicaron entre la gente.
"¡Papá!" – Gritaron mientras corrían y casi lo hacen perder el equilibrio al chocar contra él para abrazarlo.
"¿Cómo sabías que estábamos aquí?" – preguntó Clowance luego de que el los besara.
"Demelza me lo dijo. ¿Se están divirtiendo?"
"¡Sii!"
"¿Y… qué es este lugar?" – les preguntó mientras se ponía de pie y los tomaba de la mano. Demelza se había quedado un paso atrás, pero su hija se dio vuelta y se estiró hasta que tomó su mano también y los cuatro siguieron recorriendo el lugar.
"Aquí filmaron las películas. Y cuando terminaron guardaron los decorados y todo y lo metieron aquí para poder verlo." – le explicó su hijo.
"Ahhh…" – la verdad era bastante impresionante.
Los niños lo llevaron a recorrer los lugares que ya habían visitado y que él había pasado de largo por entrar con prisa. Dando largas y entusiastas explicaciones cada vez que se detenían a ver algún decorado. La primera película que había visto le servía para entender el contexto, pero había muchas cosas que aún no entendía.
"Te prestaremos los libros para que los leas." – le dijo Jeremy.
"Creo que preferiría ver las películas." – sería más rápido.
"¡Si papá, puedes verlas con nosotros! Cuando lleguemos a casa…"
La Señorita Carne no le había vuelto a decir nada. Cada vez que se acercaban a ver algo, ella se quedaba atrás, y solo hablaba y sonreía a los niños si ellos le decían algo. Era claro que aún estaba molesta.
Pasaron más de una hora recorriendo ese salón. Cuando entraron al bosque prohibido, Clowance se asustó un poco y quiso subirse a upa de Demelza. Ross quiso levantarla él, pero su hija se prendió al cuello de la niñera. Parecía que su hija crecía un poco más cada día, y se veía pesada para que Demelza la cargara, pero ella le susurró que estaba bien cuando quiso tomarla de sus brazos. Al menos dejó que llevara la gran mochila que cargaba. Era bastante pesada.
"¿Qué llevas aquí?" – preguntó mientras se introducían en el falso bosque.
"Cosas que los niños pueden necesitar."
Pues parecía que necesitaban muchas cosas a juzgar por su peso. A medida que avanzaban, el ambiente se iba volviendo más y más oscuro. Su hijo apretó su mano, y Clowance escondió su rostro bajo el cabello de Demelza, que de repente dijo: "No veo por donde voy." – así que Ross colocó su mano libre en su cintura para guiarla. Apenas la tocaba, pero ella se acercó a él en la oscuridad. Como un bloque compacto de cuatro personas, avanzaron en la oscuridad. Sonidos extraños se escuchaban alrededor. Animales, supuso. "Centauros." Dijo Jeremy – "Gigantes." La oyó decir a Clowance. Lo que fuera era muy efectivo. Ross flexionó sus dedos en la esbelta cintura de Demelza, pero ella no dijo nada... ¿Qué estás haciendo, Ross?
De golpe una luz plateada apareció en la oscuridad frente a ellos y comenzó a brillar cada vez más fuerte a medida que avanzaban hasta dejarlos encandilados.
"Clowance, mira. ¡Un hipogrifo!"
"¿Un hipo qué?" - preguntó él. Clowance salió de su escondite, y cuando el halcón o caballo o lo que sea que ese animal fuera emitió un graznido, se escabulló de los brazos de Demelza para ir con su hermano a ver más de cerca. Él se quedó junto a Demelza, la mano aún en su cintura. Un momento después ella pareció darse cuenta de su cercanía y se escabulló también.
Cuando llegaron al patio de comidas se sentaron exhaustos. Jeremy y Clowance la estaban pasando increíble y no paraban de hablar. Demelza en cambio, seguía sin hablarle. Él no había tenido la oportunidad de disculparse aún, no con esos niños revoltosos alrededor. Ross fue el encargado de comprar el almuerzo para los cuatro. Los niños habían pedido algo llamado cerveza de manteca, Ross había levantado la mirada hacia Demelza. "Está bien, es algo que toman los niños en las películas, no tiene alcohol." Ella había pedido un jugo que Jeremy terminó bebiendo pues no le gustó la cerveza. Clowance se la tomó toda.
"¿Estás ebria, Clowance?" - Se burlaba él, pues la niña no podía parar de reírse por algún motivo. Lo que hizo sonreír a Demelza también.
"Un brindis." - Dijo la niña levantando su elaborado vaso con las dos manos. Ross había pagado un poco más y les había comprado vasos para llevarse a casa.
"¿Por quién?"
"Por Demelza, ¡Feliz Cumpleaños!"
"Si, ¡Feliz Cumpleaños, Demelza!"
"¿Es tu cumpleaños?" - Con razón estaba tan callada. Planeaba pasar un lindo día con los niños en ese lugar y él lo había arruinado.
Luego de pasar por el Callejón Diagon, de eso sí se acordaba, llegaron al sector de las fotos y los niños se fueron a hacer las filas para sacarse fotos en todos los decorados, dejándolos por un momento solos.
"No pierdas de vista a tu hermana, Jeremy. Y tú no te alejes de tu hermano."
"Estarán bien." – Demelza caminó unos pasos más allá y se apoyó contra una pared desde donde podía ver a los niños. Ross la siguió lentamente, esa sería su oportunidad para hablar con ella.
"Demelza, ¿podemos hablar un momento? Quería… quería pedirte disculpas por cómo te hablé la otra noche." – ella desvió los ojos de los niños a los suyos fugazmente – "Estuvo mal de mi parte. Por supuesto que tu trabajo es importante y es valorado. Los niños lo hacen… y yo también. No los había visto tan contentos en mucho tiempo y eso es gracias a ti… Espero que puedas disculparme."
"No es conmigo con quien debe disculparse, sino con ellos... Los niños se ponen contentos porque usted está con ellos aquí."
"Estaban contentos antes de que yo llegara, pero sé lo que quieres decir. Yo… generalmente no tengo mucho tiempo para…"
"Pues busque el tiempo. Son sus hijos, no es suficiente con una niñera…"
"Lo sé. Créeme, lo sé. Trataré de hacerlo mejor de ahora en más." – dijo él. Y se dio cuenta que lo decía en serio. Quería ser un mejor padre, por Jeremy y por Clowance, quienes en ese momento estaban subidos a una escoba voladora saludándolos desde lejos. Demelza y él sonrieron y les devolvieron el saludo. – "¿Me disculpas entonces?"
Demelza levantó la barbilla y lo miró a los ojos. "De momento. Pero me reservo el derecho a la duda."
Ross frunció sus labios para evitar sonreír. Notó que su mirada se dirigió a su boca, pero se desvió rápidamente. Realmente era muy linda, más cuando se sonrojaba como en ese momento. Y le causaba gracia cuando lo enfrentaba, no mucha gente lo hacía. Raramente alguien le llevaba la contra. Se quedaron unos momentos en silencio observando a los niños que habían pasado por todas las estaciones de fotos. Jeremy guardaba en su bolsillo los tickets que les daban para luego comprarlas.
"Al final veremos todas las fotos y podrán elegir las que quieran."
"Oh… las llevaremos a todas. Así que, ¿hoy es tu cumpleaños?"
"Sip."
"¿Cuántos años cumples?"
"Un caballero no le pregunta eso a una mujer… pero cumplo veinticuatro."
Ouch.
"¿Habías planeado venir a festejarlo aquí con los niños?"
"Algo así."
"Y yo vine a arruinarlo…"
"No… Si usted está aquí los niños están felices, y eso me hace feliz a mí. Pero como le dije antes, si mi presencia le trae algún problema solo dígamelo y yo lo dejaré solo para que pase tiempo con ellos."
"¿Por qué me traería algún problema tu presencia?"
Quizás por la forma en que la estás mirando, o porque tu cuerpo está inclinado sobre ella. Ross había apoyado un brazo sobre la pared detrás de Demelza, cualquiera que los viera no creería que su relación era estrictamente profesional. Ross se enderezó y cruzó los brazos sobre su pecho. Los niños volvieron junto a ellos y pronto terminaron de recorrer lo que quedaba del estudio.
Luego de atravesar un sector dedicado a los artistas y artesanos que trabajaron en las películas, llegaron a la maqueta gigante de Hogwarts. Ese lugar no dejaba de sorprenderlos, era realmente mágico. Los tres, Demelza, Jeremy y él, sacaron fotos con sus teléfonos a los niños sonrientes con el castillo de fondo, a los niños con él y a Demelza con los niños. Una mujer le pidió si no podía tomar una foto de su familia, y luego le preguntó si no quería que ella tomara una de la suya.
"Ehm, sí, claro. Gracias."
Pudo ver la cara de sorprendida de Demelza cuando tuvo que posar con ellos para la foto, pero era más fácil que darle explicaciones a una extraña.
Como todo recorrido turístico que se digne de serlo, el paseo terminaba en la tienda de regalos que era toda una atracción impresionante por sí misma. Golosinas, juguetes, ropa, accesorios. Había una pared completa llena de varitas mágicas. Ross compró a los niños cada cosa que querían. Un empleado, viendo todo lo que se estaba llevando, vino a asistirlos. Demelza le hacía mala cara cada vez que los niños tomaban algo de las estanterías.
"No se comerán todos esos dulces hoy." - escuchó que les decía.
Pero él se la estaba pasando en grande consintiendo a sus hijos.
"¿Se sacaron alguna foto, niños?" - les preguntó el empleado. Jeremy le dio todos los tickets que tenía guardados en su bolsillo. – "Por aquí pueden verlas..."
"Imprima todas."
"Señor Poldark, no le está dando un buen ejemplo a sus hijos consintiéndolos en todo lo que quieren. Si solo les compra un par de cosas, estarán contentos también." – Demelza le dijo en voz baja. Pero ya no se iba a volver atrás.
"Solo falta una cosa más. Jeremy, Clowance, tenemos que comprar un regalo a Demelza."
"¡Siii!"
"Oh, no. Eso no es necesario."
"Claro que sí, es tu cumpleaños. Ahora, ¿qué puede ser?"
"Si me permiten una sugerencia…" – los interrumpió el empleado que ya había vuelto a su lado. – "Una Wesley, ¿verdad? Todos los Wesley van a Gryffindor."
"¿Qué es un Wesley?" - preguntó Ross a su hijo mientras seguían al empleado al sector de la ropa. Jeremy le contestó que era porque era pelirroja. Ross no comprendió.
Demelza, Jeremy y Clowance terminaron comprando unas largas capas negras con capucha puntiaguda y escudos bordados. El empleado les preguntó a Jeremy y a Clowance si sabían de qué casa eran. Clowie respondió que de Gryffindor igual que Hermione y Demelza, pero Jeremy no estaba seguro. Después de unas preguntas, el empleado le asignó la casa de Hufflepuff.
"¿Y usted, Señor?"
"Él de seguro es Slytherin." Acotó Demelza. Jer, Clowie y el empleado se rieron, a costa de él estaba seguro. Pero Ross no se compró nada.
Los tres salieron de los estudios con las capas puestas, los niños con las varitas en la mano, y todos cargando una o más bolsas con todo lo que habían comprado. Parecían un circo de feria. Jud ya los estaba esperando fuera.
"Pero… ¿no iremos en tren?" – pregunto Jeremy.
"Si, Demelza. Nos prometiste que volveríamos a sacarnos una foto a la plataforma 9 y ¾." – agregó la niña.
"Uhm… sí. Cierto. Les prometí a los niños que pasaríamos por King Cross cuando volviéramos."
"¿King Cross? ¿Para qué? Jud ya está aquí."
"Queremos ir en tren." – "Si, papá. ¡Queremos ir en tren!"
"Tardaríamos el doble de tiempo. Jud ya está aquí, pueden ir a la Estación otro día."
"No, papá. Ahora…"
"Usted puede volver con Jud si quiere y llevar las bolsas. Nosotros volveremos en tren."
Y así se encontró rumbo a la estación de tren en un bus abarrotado de gente que salía del parque, cuando podrían estar viajando cómodamente en su BMW. Empezaba a comprender eso de no darles todos los gustos.
Ross hizo un comentario irónico acerca de que no le causaba ninguna gracia viajar en transporte público con tres magos disfrazados, aunque ellos no eran los únicos que llevaban capas oscuras.
"Y a nosotros no nos da gracia viajar con un muggle." – le respondió Demelza lo suficientemente alto para que las personas que estaban a su alrededor la oyeran y se rieran también. Él también lo encontró gracioso. Después le preguntaría a Jeremy que era un muggle.
Cuando llegaron a la estación de King Cross, había una pequeña fila para sacarse la foto contra una pared. Clowance le había explicado durante el viaje que era la plataforma 9 y ¾. "Lo viste en la primera película, papá."
"Ah, cierto."
Los niños y Demelza aún llevaban sus capas puestas a pesar de que era un tibio anochecer de verano. Ross notó que una madre con dos niños un poco más grandes que Clowance que estaban delante de ellos comenzó a mirarlos.
"Disculpa," – le dijo la mujer a Demelza. – "Mis hijos creen que eres Ginny Wesley. ¿Te molestaría si te pido que te saques una foto con ellos?"
¿Qué diablos?
"¡Oh! No, para nada."
Así que Ross sostuvo la mochila de Demelza y cuidó el lugar de la señora y sus hijos, mientras que ella se sacaba fotos contra la pared de ladrillos haciendo poses con la varita de Jeremy con dos niños extraños. Otra niña que estaba en la fila también se le acercó para pedirle una foto.
"¿Tienen idea de lo que ocurre?" – les preguntó a sus hijos mientras los tres miraban atónitos como Demelza se había vuelto el centro de atención.
"Es que con la capa se parece a la hermana de Ron Wesley."
Cuando pasó el alboroto y llegó su turno, los niños posaron junto al carrito de equipaje que estaba embutido en la pared y daba la sensación de que entraba al mundo mágico. Él se sacó una foto también, subió a Clowance al carrito e hizo las poses que la fotógrafa les sugería.
"Mamá, ¿quieres unirte?" – dijo la chica a Demelza. Ross no creía que los niños la hubieran escuchado, pero el sí.
"¡Ven, Demelza!" – la llamó Clowance, y ella se acercó no muy segura, pero enseguida comenzó a seguir las instrucciones de la joven también.
Ross fue quien entró al local que había al lado a elegir las fotos que querían, imprimió varias.
"Uhm, toma. Estas son para ti." – le dijo a Demelza cuando salió dándole un sobre con dos fotos. Una de Jeremy y Clowance, y otra de los cuatro. – "No nos dimos cuenta de sacar una contigo y los niños solos, si quieres podemos hacer la fila de vuelta…"
"No, no es necesario. Está bien así. Gracias."
El viaje en taxi de vuelta a Nampara fue rápido y los niños aún seguían exaltados por todas las emociones que habían vivido ese día. Él estaba bastante cansado, tantas horas con los niños requería mucha energía, pero lo había disfrutado mucho también. Viajaron en silencio, los niños relatando todo lo habían visto ese día. Cuando llegaron a la entrada del hotel se sintió aliviado de estar en casa al fin.
Iban rumbo al ascensor cuando Rosina, la recepcionista le hizo señas a Demelza. "Te están esperando en el restaurante."
Los cuatro desviaron la mirada hacia allí. El chef Louis y una mujer rubia se dirigían hacia ellos con una torta en la mano.
"¡Feliz Cumpleaños!"
