Capítulo 17
ROSS
Mierda. Mierda. Mierda.
¿En qué diablos estaba pensando? Intentar besar a la niñera… No solo no era su estilo andar detrás de sus empleadas, si no que estaba mal. Muy mal. Él, junto con Verity, habían impulsado las políticas de la empresa en los últimos años en contra del acoso laboral. Tolerancia cero. Respeto y una correcta distancia entre las personas a cargo y el personal. Habían tenido una larga conversación con Francis acerca de su relación con sus secretarias. También lo habían incluido a su tío Charles. Pero él no era de ese tipo. No se excitaba con el poder de tener mujeres a su cargo. Él podía conseguir mujeres por otro lado, no le hacía falta. Elizabeth nunca había tenido que preocuparse por ello. Pero entonces ¿en qué rayos estaba pensando?
Era muy atractiva, de eso no había dudas. Tenía un rostro particular, difícil de describir. No era perfecto, lejos estaba de compararse con los rostros refinados de las modelos a las que solía buscar como compañía en ciertas ocasiones. Era redondeado, con mejillas llenas que se veían encantadoras cuando se sonrojaba. Con unos ojos verdes que cuando lo miraban parecían perforar su alma y que cuando sonreía se llenaban de pequeñas arruguitas alrededor. Elizabeth vivía poniéndose crema para las arrugas, incluso se había tomado unos días un par de meses atrás para hacerse un retoque antes de la boda. Pero a Demelza parecía no importarle. Casi que vivía sonriéndole a sus hijos. Y su pelo la hacía resaltar en cualquier lugar donde se encontrara, aunque quisiera pasar desapercibida. No porque fuera tímida ni introvertida. Era perspicaz, cordial, simpática. Una chica normal. Y a su vez había algo extraordinario en ella que Ross no lograba descifrar.
Ross estaba en el departamento de Elizabeth, otra vez mirando el techo sin poder dormir. Habían ido allí después de la oficina porque tenían que hablar de lo que había ocurrido el día anterior. Todo iba más o menos bien cuando llegaron al restaurante. Mas allá de que los niños estaban retraídos y Elizabeth les hablaba de una forma condescendiente que nunca había escuchado en ella. Tendrían que haber hecho eso antes, mucho antes. Pensó mientras se acomodaban en una elegante mesa. Ella había elegido que comerían sin preguntar a los niños siquiera. Ross no se sorprendió cuando Jeremy y Clowie se negaron a comer los elaborados platos que pusieron frente a ellos. Si él tuviera cinco años, tampoco lo hubiera comido. Pero para ayudar y apoyar a Elizabeth, Ross insistió en que Clowie comiera por lo menos el arroz, cosa que la niña hizo a regañadientes. Y pareció que la noche iba por buen camino, hasta que Clowance volcó todo el contenido de su jugo de arándanos sobre la fina camisa y la pollera de Elizabeth que estaba sentada en frente de ella. Luego comenzó el pandemonio. Elizabeth se había puesto de pie de un salto, cubierta en líquido morado y había exclamado: "¡Mira lo que has hecho, niña tonta!" – Ross nunca la había visto reaccionar de esa forma. Jeremy no se había quedado atrás. "¡No le grites!" – le había gritado a su vez. Clowance estaba a punto de largarse a llorar y todo el restaurante se había vuelto a verlos. Estaba furioso. Elizabeth fue a arreglarse al toilette mientras él consolaba a su hija y la moza limpiaba el líquido de la mesa y del piso. Cuando Elizabeth regresó, un poco más calmada, dijo: "¿No tienen algo para decirme?"- mirando a los niños. - "¿acaso esa niñera de ustedes no les enseña modales?"
"Elizabeth…"
"Clowie no lo hizo a propósito. Y tu dijiste una grosería, así que eres tú la que tiene que disculparse." – la había enfrentado Jeremy.
"Ross, ¿vas a dejar que me hable de esa forma?"
Entonces Ross había dejado a Clowance que aún llorisqueaba con su hermano y le había hecho señas a Elizabeth de que salieran a hablar afuera.
Él le había dado la razón a Jeremy. Clowance no había tenido ninguna intención de mojarla y la forma que ella había reaccionado había sido exagerada. Además del hecho que había llamado tonta a su hija. Estaba furioso con ella. Habían tenido una buena discusión en la puerta del restaurante, lo que era muy poco común en ellos. "¡Son niños, Elizabeth!" – había gritado al aire moviendo la cabeza de un lado al otro. Pero ella continuaba diciendo que lo había hecho a propósito y que ambos deberían disculparse. Y por algún motivo él no quería pedirle a sus hijos que lo hicieran. Ross había dado por terminada la discusión y la noche. En algún momento mientras discutían su teléfono había empezado a sonar. Era Demelza. De seguro Jeremy la había llamado. Le escribió un mensaje mientras pagaba la cuenta. En el viaje de regreso Clowance le había pedido disculpas a Elizabeth sin que él le dijera nada. "Perdón por haber tirado el jugo." – dijo susurrando. Un instante después había vomitado en el piso del auto. Elizabeth puso cara se asco, Jeremy bajo la ventanilla. Y él no sabía muy bien que hacer ¿deberían ir a la guardia del hospital? Pero ya estaban cerca de casa y de seguro Demelza sabría que hacer. No veía la hora de llegar a ella.
Y tenía razón, Demelza sí sabía qué hacer. Pero lo que no se esperaba era verla bajar de un taxi con Louis, el chef del restaurante de su hotel. Ross acomodó su cabeza sobre la almohada, dándole la espalda a Elizabeth e intentando ignorar la ligera punzada de envidia en el francés. En vez, se enfocó en lo otro que le llamó la atención al verla bajar del auto. Dios, esas piernas. Se veía increíble con ese vestido azul. No era muy corto, si entallado al cuerpo, pero cuando levantó a Clowie en brazos el ruedo había subido hasta justo el lugar correcto. Ross se había encontrado pensando en esas piernas durante varias veces ese día. Es más, hace un rato mientras hacía el amor con Elizabeth, había cerrado los ojos y pensado en ellas. Era un malnacido.
Elizabeth había querido que hablaran cuando salieran de la oficina, por supuesto. Tenían que hacerlo. Ross había besado a los niños antes se irse, aún estaban acostados pero no dormían. Demelza estaba al teléfono intentando comunicarse con el pediatra de los niños que estaba en Cornwall, y por ende debía derivarlos a un medico en la ciudad. Luego le había enviado un par de audios diciéndole que irían a ver a un nuevo doctor ese mismo día. Más tarde le avisó que ya habían ido, y que efectivamente Clowance era alérgica al pescado pero que ya estaba bien. Él había hablado con sus hijos durante el día. Le había prometido a Clowance que le compraría una muñeca, aunque seguro Demelza lo regañaría por ello…
Al final, Elizabeth había reconocido que estuvo mal al reaccionar de esa manera y le pidió disculpas por haberle gritado y haber llamado a su hija así. "Pero Ross," – le había dicho – "debes comprender que esto es nuevo para mi. Debe serlo para ti también, tu no solías interesarte en tus hijos antes." – eso le había dolido. – "No es sencillo despertar un lado maternal que no se si tengo."
"Siempre supiste que al casarnos mis hijos formarían parte de nuestra familia. Ya lo hemos hablado antes y tu estuviste de acuerdo."
"Por supuesto que sí, Ross. Pero una cosa es decirlo y otra llevarlo a la práctica. Fallé esta vez, pero no me daré por vencida. Yo nunca me rindo. Y lo haré por ti, cariño. Por nosotros."
Así que se habían reconciliado, como siempre lo hacían. Él no podía reprochárselo demasiado, en el fondo tenía razón en eso de que antes no pasaba tiempo con sus hijos. Ella le había pedido disculpas y le había prometido intentar acercarse a los niños. Ross no sabía que pensarían ellos respecto a eso. O mejor dicho sí, lo sabía. No se alegrarían mucho, principalmente porque cuando salieran con Elizabeth, Demelza no iría. Hasta él estaba decepcionado.
Su mente vagó de nuevo a la niñera. A ese instante en su habitación cuando estuvo a centímetros de rozar sus labios. No lo negaría, se sentía atraído por ella. Pero ella no está interesada en ti, está con el chef – una voz dijo en su cabeza. Ross puso los ojos en blanco, aunque nadie pudiera verlo. No le había gustado para nada verla llegar con ese francés. Aunque no tenía por qué importarle. Incluso si tuviera algo con ella, no es que saldrían ni nada.
Dios. Ross, ¿en qué demonios estás pensando? ¿Quieres acostarte con la niñera de tus hijos?, ¿eso quieres? Muy poco original de tu parte…
Pero en los pensamientos, uno está solo. Y nadie se enteraría si al cerrar los ojos y al volver a pensar en ese momento, ella no se hubiera apartado. Si hubiera dejado que la besara, despacio al principio. Recorriendo su boca para conocerla. Respirando el mismo aire, y ella hubiera puesto sus manos en sus hombros, en su mandíbula, y el beso se habría intensificado. Y ella lo besaría con una intensidad desesperada, tirando de su remera y él de la suya. Y cuando estuvieran desnudos él caería sobre ella y saborearía cada centímetro de su piel…
¿Qué haces? ¡¿Qué haces?!
Ross se levantó de la cama. Ya no podría volver a dormir. Estaba semi-erecto solo de pensar en ella. Necesitaba aire. Necesitaba despejarse.
DEMELZA
Demelza aún no le había contado a Caroline lo que había sucedido. Que Ross había intentado besarla. Necesitaba tiempo para procesarlo y el día anterior había estado muy ocupada. Había tenido que llevar a Clowie al médico, y de paso a Jeremy también para que conocieran a su nuevo pediatra. Ninguno de los dos había estado demasiado contento y habían refunfuñado todo el día. Así que ella no había tenido oportunidad de pensar. Habían hablado durante el día, pero solo acerca de los niños. Como debe ser - se dijo.
Había salido a correr temprano como lo hacía habitualmente. Aunque era extraño salir a esa hora sin él, se había acostumbrado a su compañía. Pero Ross no había regresado a Nampara la noche anterior, seguramente se había quedado en casa de su prometida. Jeremy le había contado todo lo que había sucedido cuando salieron. No podía creer que hubiera permitido que tratara así a Clowie. Demelza quería alejar a los niños de esa mujer todo lo posible, pero sabía que no podría hacerlo. No mientras ella fuera a casarse con su padre. Quería protegerlos, no apartarlos de su lado, pero sabía que eso tampoco era posible. Ella se iría en algunas semanas, y ellos quedarían a merced de esa mujer. ¿Qué podía hacer ella al respecto? Solo ayudarlos a llevar adelante la situación lo mejor posible. Por más que no le gustara la mujer, no podía decir eso a los niños. Debía colaborar para que la aceptaran y la quisieran. Como lo haría no tenía idea.
Demelza iba por el Bankside, había cruzado el puente al salir del hotel y corría en dirección al centro de la ciudad. Pronto llegaría a Somerset House. Esa había sido su primer salida los cuatro juntos. Mucho había cambiado en su relación con Ross Poldark desde entonces, aunque no había pasado tanto tiempo. Quizás debería plantearle su preocupación a él. Pero ¿cómo?, después de lo que había sucedido. De ninguna manera quería que pensara que a ella le caía mal su prometida por otras razones más que por los niños…
"¡Demelza!" – iba tan distraída que no vio al hombre que venía corriendo en dirección opuesta a la de ella y casi se lo lleva por delante.
¡Judas!
Demelza frenó de golpe, Ross tomando suavemente sus brazos para evitar que se escapara pensando que era un extraño.
"Soy yo... No me avisaste que saldrías a correr." - le dijo dejando caer sus manos a un lado.
"No estabas en casa." Ella respondió sin aliento, acercándose a la orilla del río.
"Podrías haberme enviado un mensaje. Sabes que no me gusta que salgas sola a esta hora."
"Pues ya ves que no hay ningún peligro." – dijo ella a la defensiva. Cálmate, Demelza. Él solo está tratando de ser amable.
"¿Cómo está Clowie?"
"Ella ya está bien. El salpullido ya casi desapareció. El doctor le hizo un test de alergia y dio positivo para pescados. No puede comer ningún tipo de pescado ni de mariscos. Al menos por un tiempo. Dijo que eso puede cambiar cuando crezca." – Ross movió la cabeza, asintiendo. Apoyó sus manos en la baranda y estiró sus brazos. Sus marcados bíceps atrajeron su atención. Demelza volvió la vista hacia el agua.
"Gracias por llevarla."
"Es mi trabajo."
"Debes estar decepcionada de mi. La primera vez que salen solos conmigo y acaban en el médico."
"No, no decepcionada…"
"Yo lo estoy." – dijo él tristemente.
"Estoy… preocupada. Por ellos. Por lo que sucederá con Jeremy y Clowie cuando tu… Jer me contó lo que sucedió la otra noche. ¿Cómo es que no salieron juntos antes? Digo, ella va a ser tu esposa y casi no conoce a tus hijos..." - le había salido bastante bien, era una pregunta lógica.
"¿Los conozco yo?... No es su culpa. Yo- yo tampoco he pasado el tiempo suficiente con ellos. No hasta hace poco al menos."
"¿Por qué no?"
Ross se volvió a estirar sobre la baranda, su espalda recta y sus ojos mirando el piso entre el espacio entre sus brazos. Se tomó un momento para responder.
"Es complicado." - le dijo cuando se enderezó.
"¿Por tu trabajo? ¿Por eso no te quedaste con ellos cuando falleció tu esposa?"
"No. Bueno, no solo por eso."
"¿Y por qué mas?"
"Haces muchas preguntas, Demelza. ¿Por qué te interesa tanto? Dijiste que era solo un trabajo para ti."
"Porque me importan los niños. Y ellos necesitan, se merecen una infancia feliz con un padre que los cuide y los proteja."
"¿Y crees que no lo hice? ¿Crees que ellos hubieran estado mejor conmigo todo este tiempo? Conmigo, que no tengo idea de cómo criar niños. No, los protegí al enviarlos con su abuela. Ella les dio todo lo que necesitaban..."
"¿Y ahora? ¿A quién se los darás ahora? ¿A tu prometida que insulta a tu hija? ¿Ella será la encargada de criarlos?"
"Ella aprenderá." Le respondió él visiblemente exasperado. "Y yo estaré allí para ellos." - agregó, cuando vio que su respuesta no la convencía. - "Me doy cuenta de eso ahora. Quiero estar con ellos, verlos crecer. Lamento haber perdido todo este tiempo, pero de verdad creí que estaba haciendo lo mejor. Aún no tengo idea de lo que estoy haciendo, pero... pero las cosas son más fáciles desde que estás tu."
"Yo no me quedaré por mucho tiempo más..."
"Quizás, quizás podrías cambiar de opinión..." - dijo, y su postura y su mirada cambiaron también. A esa mirada que le hacía recordar al hombre misterioso y le hacía dar escalofríos en todo su cuerpo.
"No lo haré."
"¿Qué hay tan importante en Cornwall que tienes que volver tan rápido?"
"Mi carrera. Mis amigos, mi familia." - respondió ella sin dudar.
"¿Si Louis te lo pidiera tampoco te quedarías?" - Demelza lo miró muy seria. ¿Qué quería decir con eso? Además, no era asunto suyo. - "¿Él... él es tu novio?"
"No veo porqué eso debe importarte..."
"Los dos son mis empleados. Creo que tengo derecho a saber sí..."
"No, no lo tienes. ¿Acaso tienes alguna queja sobre mi trabajo que quieras adjudicar a mi vida personal?"
"No, pero..."
"¿Pero qué? Anda. Di lo que quieras decir de una vez, la respuesta será no. No me voy a acostar contigo." - ahora sí que la había hecho enojar. Solo porque él fuera tan guapo y fuera su jefe, no significaba que ella iba a caer rendida a sus pies... Bueno, quizás si no estuviera comprometido. Pero si lo estaba, y ella no iba a caer en eso otra vez, por mas mal que le cayera su prometida.
"¡Wow! ¡Hey, hey!" - exclamó él levantando las manos por delante de su cuerpo, claramente sorprendido. "¿Qué rayos dices?" – preguntó, haciéndose el desentendido. Pero luego de ver la cara que ella le puso de ¿me estás hablando en serio?, continuó. - "¿te refieres a lo de la otra noche?"
"Ajá." - Y una de sus sonrisas pícaras se pintó en sus labios. ¡Judas! Enfócate, Demelza.
"¿Quieres que lo diga? Bien, si tú quieres. Sí. Te encuentro muy atractiva y me... gustas." - Demelza cruzó los brazos sobre su pecho. Solo mantente firme. - "Pero, sé que soy tu empleador. Y está mal, muy mal... a menos que tú quieras..."
"No."
"No quieres. Porque... estás con Louis..."
"¡Ya deja a Louis tranquilo! ¿quieres? Y no, no es porque seas mi jefe. Es porque estás comprometido, ¡a punto de casarte! Y yo no soy esa clase de persona. De seguro tienes un harem de mujeres que caen rendidas a tus pies, ve a buscar a una de esas. O mejor, sé fiel a tu futura esposa."
"Yo no..."
"¡Oh, vamos! ¿Acaso me dirás que nunca le has sido infiel? Sé que lo has sido..."
"¿Por qué estás tan segura?"
Demelza dudo un instante, tragó saliva.
"Porque... porque eres de ese tipo."
"¿Rico y mujeriego? ¿Acaso me crees un estereotipo..."
"Y guapo. Debes de tener un montón de mujeres tras de ti." - dijo ella. Y ambos se quedaron mirándose sin decir nada durante un largo rato. Ya había amanecido completamente. Debería volver a Nampara, los niños se despertarían pronto.
"Eres exasperante..."
"Lo sé. Estoy muy orgullosa por ello." – Ross rio. Y el ambiente tenso y serio que se había creado se rompió. – "No te preocupes, tú eres exasperante también."
"Que alivio. Entonces…"
"¿Entonces?"
"¿Crees que soy guapo?"
"¡Ross…!" – exclamó con un dejo de exasperación de nuevo.
"¡Estoy bromeando! Ok, ok. Yo no… no quiero que te sientas incómoda, esa no es mi intención…"
"Lo sé, Ross. No me siento incómoda contigo. Somos amigos ¿no es así?"
"¿Lo somos?"
"Uhmmm…" vaciló. Quizás no. Quizás él solo la veía como una empleada con quien quería acostarse.
"¡Por supuesto que si!" Bromeó él de nuevo. Y de repente la rodeó con sus brazos en un abrazo de oso. ¿Qué estaba pasando? Demelza no sabía bien que hacer. Un momento después la soltó, pero quedó a solo unos centímetros de ella. Tan cerca que podía olerlo. Y olía muy bien a pesar de que estaba traspirado por haber estado corriendo. De pronto se encontró mirando su propia mano, que estaba abierta sobre su abdomen. Cuando levantó la vista él la miraba de una forma en que nunca lo había hecho antes. – "De verdad. Me alegra que Prudie te haya contratado, los niños te adoran."
"Y yo a ellos." Su voz salió algo ronca y se alejó un par de pasos, dejando caer su mano de sus abdominales. – "Y trataré de ayudarlos en todo lo que pueda para que el cambio no sea tan difícil para ellos."
El asintió y respiró profundamente. "Te lo agradezco… ¿Vamos a casa? Los niños deben estar por despertarse." – Ross tomó una de sus manos y le dio un pequeño tirón para que se pusiera en marcha, pero la soltó cuando comenzaron a caminar rumbo al hotel. – "¿Corremos?"
Demelza sacudió la cabeza. En realidad, se sentía un poco mareada. Por el abrazo, y por todo lo que habían hablado. "Ya nos enfriamos. Tenemos que elongar bien cuando lleguemos."
"¿Qué planes tienen para hoy?"
"Jeremy pasará la tarde en casa de Paul. Y yo llevaré a pasear a Clowie, le quiero comprar algo…"
"¿La vas a compensar con un regalo?"
"¡No fui yo quien le dio de comer centolla!" – dijo a la defensiva, sabiendo que comprarle algo para compensarla iba contra sus principios.
"Yo le compré una muñeca." Dijo él divertido.
