Capítulo 18
Ross miró embelesado como Clowie descendía las escaleras con el vestido que le había comprado ese día. Era blanco, amplio y le llegaba casi a los tobillos. Era un sueño, y las dos se habían quedado enamoradas de él. Lo habían encontrado esa tarde, luego de dejar a Jeremy en casa de su amigo Paul. Demelza había llevado a Clowance a una "salida de chicas". Quería levantarle el ánimo, aún la notaba algo decaída por lo que había ocurrido la otra noche. Por suerte los granitos detrás de su oreja habían desaparecido por completo. Así que habían ido a pasear por Notting Hill, con sus puestos de frutas, flores, antigüedades, ropa y comidas exóticas. Habían paseado a su antojo, sin Jeremy quejándose de que estaba aburrido. Habían tomado el té en una bonita tienda. Clowance se bebió todo el chocolate con dulces y había declarado que lo que más le gustaba era tomar la merienda fuera de casa. Luego habían seguido recorriendo las tiendas, haciendo tiempo hasta que fuera hora de volver por Jer. Y fue entonces cuando lo encontraron. En la pequeña vidriera de un local de ropa vintage. Apenas lo vio, Demelza supo que le quedaría perfecto. "Te verías muy bonita con ese vestido en la boda de tu padre." – sus ojitos se iluminaron. No era nada barato, pero Demelza utilizó la tarjeta de la compañía para pagarlo. Después de todo, no solo era un regalo para Clowance, el vestido también funcionaba para que la niña aceptara las prontas nupcias y se entusiasmara con ese día ya que podría usar ese vestido.
"Clowie, ¡te ves hermosa!" – exclamó Ross cuando la niña se acercó a los saltos a su padre.
"¿Puedo ponérmelo cuando te cases?"
"Por supuesto. Es el vestido perfecto. Serás la niña más bonita de todas."
Clowance se rio con deleite y abrazó a su padre que la besó en la cabeza y en cada una de sus mejillas y susurró un "Gracias." en su dirección.
"Gracias por mi muñeca, se llama Demelza."
"Clowie… ¿no le ibas a cambiar el nombre?" – dijo ella detrás de la niña.
Ross le había regalado una muñeca esa tarde al regresar de la oficina. Tenía un vestido a cuadros rosa, pelo de lana color rojo y olía a frutillas. La cabeza se iluminaba cuando le apretaban la panza. A Clowie le había encantado también e inmediatamente la había bautizado 'Demelza'.
"No. Tiene el pelo rojo, igual que tú." – Su padre frunció los labios para no reírse.
"De nada, cariño. A mí me gusta el nombre, aunque quizás deberías llamarla Demi para no confundirte no confundir a tu niñera."
Clowance miró la muñeca por un momento, luego la miró a ella y de nuevo a la muñeca.
"Está bien." – dijo levantando los hombros.
"Vamos a cambiarte, Clowie. Hay que cuidar ese vestido."
Demelza recibió un mensaje pasada la medianoche. Era Ross preguntándole si iba a salir a correr la mañana siguiente. Muchas cosas habían sucedido desde la última vez, bueno, desde que habían salido a correr como solían hacerlo. Esa mañana se habían encontrado por casualidad. Ahora las cosas eran distintas. Él había intentado besarla y le había dicho lisa y llanamente que le gustaba. Y ella había sido clara a su vez, él le gustaba también, pero no se acostaría con un hombre comprometido. ¡Judas! ¿De verdad le había dicho que lo creía guapo? Sus mejillas ardían tan solo de recordarlo. ¿Estaba siendo hipócrita? Se preguntó. Después de todo, ella ya se había acostado con él. Solo que en ese entonces no sabía que estaba comprometido y él no la recordaba. Eso le seguía molestando un poco… Pero no debía de pensar en aquella noche. Ya había decidido que era lo mejor y debía seguir así. A pesar del escalofrío que la recorría cuando recordaba sus brazos rodeándola esa mañana. Habían quedado en que eran amigos, y así debía ser. Y ella iba a ayudarle con los niños y su prometida. Así que no te comportes como una chiquilla, Demelza.
"Si. ¿A la misma hora de siempre?"
El respondió con un pulgar arriba.
Corrieron en dirección de St. Paul's, dejando el río que les había hecho compañía en cada una de sus salidas atrás. Demelza eligió que escucharían Muse, ya que Ross indicaría el camino por donde irían. Ella no conocía tanto la ciudad. Ross miraba para atrás de tanto en tanto para asegurarse de que ella lo seguía, pero Demelza no tenía ningún problema en seguirle el ritmo. Corrieron por un buen rato, hasta que Ross se detuvo a tomar aliento. Estaban entrando en la parte moderna de la ciudad, los edificios clásicos empezaban a mezclarse con rascacielos que parecían elevarse al cielo sobre ellos.
"Me gustó esto, ¿cómo dijiste que se llamaban?" - le preguntó señalándose el auricular mientras estiraba las piernas.
"Muse. ¿Nunca oíste de ellos? Son bastante conocidos." El sacudió la cabeza, tomándose un pie y doblando la pierna hacia atrás para elongar los músculos. – "¿Ya no correrás más?" Preguntó ella, pensaba que solo estaban descansando.
"¿Has ido alguna vez?" Ross señaló el rascacielos que se cernía sobre ellos. Ella lo miró extrañada. "¿Quieres desayunar?"
Subieron al último piso. Había muy poca gente en el edificio que era de oficinas, pero que en la última planta tenía un espacio público lleno de vegetación. Flores y plantas de todo tipo, y una vista espectacular de ciudad. Su nombre, Jardin del Cielo, era muy apropiado. Había varias cafeterías, aunque solo una estaba abierta a esa hora. ¿A quién se le ocurriría ir a las seis treinta en la mañana? Pero había alguna que otra persona ya desayunando, con una laptop en frente o hablando por celular. Ross fue a comprar, un té con leche para ella y un café para él, mientras ella se ubicaba en una mesa junto a la gran pared vidriada que tenía vistas hacia el río. Estaba intentando ver Nampara cuando Ross volvió con una bandeja con las tazas, cuatro croissants, mermelada y crema. Ella levantó las cejas, pero se le hizo agua la boca.
"Este lugar es hermoso. A los niños les encantaría."
"Podemos traerlos algún día." – Ross dijo, mientras ponía crema a una mitad de su croissant.
"Quizás… o tal vez puedas traerlos tú… con tu prometida."
"Eso… fue un desastre."
"Si, pero, lo intentará de nuevo ¿no es así?"
Ross le dio un mordisco a su croissant llena de crema y mermelada de frambuesas. "Por supuesto. Pero pensaba que podía simplemente venir a casa la próxima vez. A un lugar seguro, a ver una película o algo así. De todas formas, cuando se mude y viva en Nampara va a tener que pasar tiempo con ellos sí o sí."
"¡Oh! ¿Y cuándo se va a mudar?" – preguntó ella dando un sorbo a su taza de té.
"Mientras estemos de viaje van a hacer la mudanza…"
Ajá.
"Elizabeth tiene este cronograma para estas semanas… pero se comprometió a hacerse tiempo para estar con los niños."
"Todo suena muy organizado. Como una transacción." – Ahora fue Ross quien dio un gran sorbo a su café.
"En parte, lo es… Después de que nos casemos la empresa de mi familia se fusionará con la de ella. Estuvimos trabajando en ello durante el último año, es algo bastante importante…"
"¿Más importante que tu boda y quien cuidara a tus hijos?" – dijo. De verdad debería morderse lengua.
Ross la observó por un buen rato sobre la taza suspendida en el aire, pero ella no quitó sus ojos de los suyos. Le daba sincera curiosidad, nunca lo había visto muy entusiasmado por su casamiento. Quizás era solo un negocio. Le parecía frío y calculador, y no le importaba lo que él hiciera de su vida personal, pero sus hijos también estaban… metidos en la transacción y alguien tenía que pensar en ellos.
"Nada es más importante que mis hijos." – dijo al fin. – "Estoy intentando hacer las cosas bien con ellos, ser un buen padre. Lo sabes…"
"Si, solo que…" ¡Rayos, Demelza!
"¿Solo qué?"
"¿Está intentando ella ser una buena madre? ¿No debería ser algo que buscas en la mujer con la que vas a casarte si tienes dos hijos pequeños?"
Su mirada cambió. Era algo digno de contemplar cuando Ross pasaba de estar serio a cuando esa pícara media sonrisa aparecía en sus labios, una ceja se curvaba juguetona y sus ojos se oscurecían ligeramente.
"¿Por qué lo preguntas? ¿Estás interesada?" – preguntó con esa voz grave y baja que solo utilizaba en ciertas ocasiones.
"¡Judas! ¡No! No lo estoy." – exclamó ella, pero con una leve sonrisa en su boca también a la que notó Ross estaba mirando. Bebió un rápido sorbo a su té, quemándose un poco la lengua. – "Solo me interesan Jer y Clowie. Como tú sabes. Me da la sensación de que en todo este plan de casarte no los tuviste muy en cuenta… Lo siento, ¿te molesta que sea tan directa?... ¿Sabes qué? En realidad no, no lo siento. Retiro mi disculpa. Ellos no pueden hacerlo, así que alguien debe preocuparse por ellos."
"No me importa que seas directa. En realidad, nunca había… la gente no suele hablar abiertamente conmigo. Siempre me dicen lo que creen que quiero oír. Pero me gusta que tu seas sincera. Aprendí mucho desde que llegaste ¿sabes?... No descuidaré a los niños cuando me case, te lo prometo."
Demelza se relajó en su silla. A pesar de todo, le creía. Si que estaba intentando ser un buen padre, ella lo veía todos los días. Sabía cómo había cambiado sus hábitos desde que ella había llegado y ahora pasaba tiempo con sus hijos casi a diario y siempre estaba en contacto con Jeremy por celular. Seguramente seguiría así cuando ella no estuviera, más allá de su nueva madrastra. Al final, tal vez si era como Mary Poppins, que había llegado a esa casa solo por un tiempo para enseñar y divertir a los niños y ablandar y hacer consiente al padre de las necesidades de sus hijos. Demelza sonrió para sus adentros, las tonterías que pensaba.
"Bien." Dijo, tomando el ultimo traguito de su té. Rayos, no había dejado nada para acompañar sus croissants.
"¿Quieres más té?" – preguntó él.
"Si, yo voy."
Aún no había nadie en la cafetería, pero otras estaban comenzando a abrir. Demelza espió una muy bonita que seguro a Clowance le gustaría. Podría sugerirle que la trajeran con Elizabeth allí… pero ¡al demonio! Que la mujer se esforzara un poco. La traería ella.
"Este lugar es increíble." Volvió a asegurar cuando se sentó y apoyó las dos tazas repletas de nuevo y comenzó a mordisquear su croissant.
"¿No quieres crema o mermelada?"
Demelza sacudió la cabeza.
"Solo en mis scones. Y a propósito, pienso que es horripilante rellenar las croissants con crema. Louis te mataría." – le aseguró. Ross soltó una carcajada y con mucha parsimonia procedió a cortar su segundo pastel y a untarlo en abundancia.
Demelza también sonrió y de repente se acordó de aquella noche. De cuando estaban sentados en aquella mesita en la terraza, bebiendo champán. De como aquella noche había comenzado con ella tan molesta y a medida que transcurrió el tiempo los dos se fueron relajando y él terminó por gustarle. Mucho. No era muy distinto a lo que había sucedido durante esas semanas…
"Un penique por tus pensamientos."
"¿Qué?"
"Te pusiste colorada… ¿en qué estabas pensando?"
De ninguna forma le diría en lo que estaba pensando. ¿Debería? ¿Qué diría si se lo decía? De seguro ni se acordaría de esa noche. No, mejor aprovechar la oportunidad para averiguar otras cosas, ahora que ambos estaban relajados.
"¿Puedo preguntarte algo?"
"Suena serio." – respondió él, captando el cambio en su tono de voz.
"¿Puedo? Es algo… personal."
"Mmm…" – Ross se enderezó sobre su silla y pareció pensárselo. Ella no solía pedir permiso para preguntarle cosas, así que se podría imaginar que lo que fuera sería bastante privado. – "Solo si yo puedo preguntarte algo a ti después."
Ahora fue ella quien lo dudó, pero no tenía nada que ocultar. Así que asintió.
"¿Por qué no hay fotos de la madre de los niños en Nampara? ¿Por qué no le hablas de ella a los niños?" – preguntó, apoyando sus codos en la mesa y acercándose a él sobre ella. Demelza vio como su mirada cambiaba de nuevo, como todo su cuerpo se tensaba. Por un momento pensó que la mandaría al diablo y no le contaría nada, pero luego de un suspiro dijo…
"Me es muy difícil hablar de ella." – su voz sonaba quebrada. Y Demelza se dio cuenta de que era pasarse de la raya al recordarle aquel doloroso momento de su vida.
"Si, lo siento. Perdóname. De seguro es muy doloroso para ti recordarla, no quise…"
"Lo es. Pero… pero…"
"Debe ser tan difícil perder a la persona que amas. No puedo ni imaginarme el dolor por el que pasaron."
"Regina y yo… no estábamos pasando un buen momento cuando ella murió."
Oh.
"¿Sabes cómo falleció?" – le preguntó, acercándose a ella sobre la mesita también.
"Solo que… solo que fue un accidente."
"Un accidente automovilístico, si… Acabábamos de tener una gran pelea. Yo… me había ido en mi auto. Ella me siguió en el suyo. Era de noche, llovía. Se estrelló contra el paragolpes en la A5."
¡Judas!
"Cuando vi las ambulancias yendo en la otra dirección algo me dio mala espina y di media vuelta. A contramano, por la autopista. Cuando llegué el auto se estaba prendiendo fuego, la parte delantera eran hierros retorcidos… Yo no recuerdo más desde allí, pero me dijeron que corrí e intenté sacarla del auto en llamas. Algo me cortó la cara…" Ross señaló su cicatriz. – "pero no pude hacer nada. Ella ya estaba muerta."
¡Judas! Pobre hombre, que terrible. Ross le había contado todo aquello mirando hacia abajo, así que se sorprendió cuando ella tomó su mano sobre la mesa y la estrechó. Sus ojos se habían llenado de lágrimas, que terrible debía de haber sido. Esos pobres niños…
"Si no me hubiera estado siguiendo… estaría viva. Fue mi culpa."
"No, Ross. Fue un accidente." – dijo ella al fin, con un nudo en la garganta y estrechando su mano con más fuerza. Sintió que el estrechó la de ella también y sacudió la cabeza. Con su otra mano, Demelza acarició su mejilla. – "No fue tu culpa. Los accidentes suceden y no existe razón, y no le podemos buscar el sentido…"
Pero él seguía negando con la cabeza… "No lo entiendes, yo la empujé a eso."
No, no lo comprendía.
"Estuvimos distanciados por meses… casi años. Yo… me enterré en trabajo, en la empresa, la dejé sola. Sola, con Jeremy pequeño. Clowie… los niños eran su vida. Éramos muy jóvenes, no es excusa. No lo es…" dijo, como si hablara consigo mismo. – "Yo la llevé a eso. Ella tenía un amante… esa noche estaban juntos cuando yo llegué…"
¡Oh, por Dios!
"Si hubiera sido un buen esposo, si hubiera estado con ella… nada de eso habría ocurrido y los niños tendrían a su madre. Yo sé las quité, es mi culpa. ¿Cómo puedo hablarles a ellos de su madre si es mi culpa que ella no esté?"
Una lágrima cayó por la mejilla de Demelza. Y otra la siguió. Estaba sin palabras… su corazón se rompía por él, por Jeremy, por Clowance. Y por Regina también. Su pecho subía y bajaba agitado al verlo tan abatido, nunca lo había visto así. Tan quebrado. Y ella sólo quería hacer desaparecer tanto dolor, pero no sabía cómo. Sin pensarlo, soltó su mano, se levantó y en un paso estuvo junto a él. Rodeó sus hombros con sus brazos y lo estrechó contra ella, apoyando su mejilla sobre su coronilla. Él no supo que hacer por un instante, hasta que sus brazos rodearon su cintura también… Vaya relación jefe-empleada.
Estuvieron así durante largos minutos, hasta que Demelza se dio cuenta la posición impropia en la que estaba, su cabeza apoyada contra su pecho y él prendida a ella. Dio un pequeño paso atrás y él levantó sus ojos a los de ella. "No fue tu culpa." – susurró y dio un pequeño y totalmente inapropiado beso en su frente antes de volver a su lugar.
Demelza se secó las lágrimas con una servilleta bajo su atenta mirada. Ross parecía más tranquilo, y bebió un sorbo de su café. Ella hizo lo mismo para darse tiempo antes de hablar de nuevo, no sabía que decir.
"Nunca le había contado eso a nadie… no todo, al menos." – dijo él luego de un rato, algo más repuesto.
Ella sonrió con tristeza. "Para eso son los amigos…"
Él se la quedo mirando por un instante. Y luego tomó su mano, la apretó y la llevó a sus labios para darle un beso sobre sus dedos. "Si… amigos."
Terminaron de desayunar en silencio, mientras el lugar se llenaba cada vez más y más de gente y el ambiente íntimo se colmaba de ruidos provenientes de las cocinas y de personas hablando y comiendo. Ellos debían irse también, no había mucho más que pudieran decir. Por un instante, Demelza había visto a un hombre completamente distinto al que conocía. A un hombre quebrado y aún de duelo, que no se perdonaba a sí mismo y ella no sabía cómo ayudar, pero quería hacerlo. En su mente daban vueltas otras nuevas preguntas. Sobre su prometida ¿no le había contado a ella? ¿Tan mal estaba su matrimonio para que su mujer tuviera un amante? ¿Era eso realmente su culpa? Sus próximas nupcias… ¿era solo una transacción porque no quería arriesgarse de nuevo o realmente amaba a Elizabeth? Y los niños, ¿no tenían derecho a saber de su madre a pesar de su injustificada culpa?...
Estaban en el ascensor cuando sintió su mano en su espalda dibujando pequeños círculos. Ella volvió su cabeza hacia él, no eran los únicos que estaban bajando. "Tienes cara de preocupada." – susurró en su oído. Y a su pesar un escalofrío la recorrió de pies a cabeza. – "No lo estés, eso fue hace mucho tiempo." Le dijo. Pero ella estaba segura de que aquello aún seguía repercutiendo en sus vidas. En la de él y la de los niños. Se aclaró a sí misma, ella no era parte de sus vidas.
Salieron al sol de la mañana caminando lado a lado. Ross había pasado su mano de su espalda a su hombro mientras atravesaban el lobby, pero la soltó cuando estuvieron fuera. Ninguno tenía ganas de correr, así que volvieron a paso lento en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos.
Su humor pareció mejorar a medida que avanzaban, de tanto en tanto le daba un codazo o le tocaba un mechón de pelo para hacerla sonreír o para molestarla, lo que consiguió cuando llegaron al río y ella le tiró del pelo también, como si fueran dos chiquillos.
"Me gustaba más cuando tenías el pelo corto." – se le escapó mientras cruzaban el puente frente al hotel.
"¿Cómo dijiste?"
Desde que ella había llegado, él siempre había tenido el pelo largo.
"Que te vendría bien un corte de pelo."
Ross rio con ganas de nuevo.
"¡Hey! No creas que me olvide de que me debes una pregunta…"
Dijo deteniéndose a mitad del río. Demelza se dio la vuelta, después de todo lo que le había contado, no se podía negar.
"¿Cuál es tu pregunta?"
"¿De verdad estás saliendo con Louis?"
