Capítulo 19
ROSS
"¿Cuándo regresaste?"
"Ayer por la mañana. Todavía estoy con jet-lag, anoche no dormí nada y recién me acabo de levantar."
Ross se sorprendió al ver en la pantalla de su teléfono una llamada de su amigo Dwight. No lo esperaba aún. Dwight era doctor y se había ido a África en una misión sanitaria. Al principio solo serían seis meses, luego se hizo un año. Después casi dos. La comunicación era escasa, pues la conexión no era muy buena. Dwight le enviaba mails de tanto en tanto y así se habían mantenido comunicados. Pero a pesar de la distancia, Ross todavía lo consideraba su mejor amigo y le alegraba que estuviera de regreso. Le había prometido que volvería a tiempo para ser su padrino en su boda, y Dwight era un hombre de palabra.
"No me podía perder tu boda. ¿Cómo están tus cosas? ¿Cómo están los niños?"
"Están bien. Muy bien, en realidad. Crecieron muchísimo, no los reconocerás cuando los veas…"
"¿Están más tranquilos?"
"Si. Tienen una nueva niñera. Es grandiosa… con los niños. Jeremy y Clowance la adoran. Se llama Demelza. Es de Cornwall también. No sé cómo la encontramos, tuvimos suerte. Creo que había dejado el currículum para trabajar en la empresa y de alguna manera terminó en el hotel. Esta mucho más calificada que para ser una niñera…"
"Suena genial." – comentó Dwight del otro lado de la línea, algo sorprendido por el entusiasmo de su amigo hacia una empleada. "¿Y cómo está Elizabeth? ¿Ya está todo listo para el gran día?"
"Uhm… sí. Si. Ella está muy ocupada con toda la organización y eso…"
"¿Y eso?"
"Se alegrará de verte. Llegas a tiempo para la fiesta…"
La fiesta sería el fin de semana siguiente, una semana antes de la boda, en Nampara.
Los días pasaban rápido. Luego del fracaso de la primera salida, Elizabeth se había esforzado en pasar más tiempo con sus hijos. Había ido a cenar con ellos a Nampara un par de veces, y se había quedado a ver una película al terminar. Aunque había pasado la mayoría del tiempo mirando el celular más que a la tele, a los niños no parecía importarle. También habían salido, como Demelza había sugerido, a tomar el té al Sky Garden. Por suerte no hubo otro incidente, y aunque Demelza no fue con ellos ni estaba cuando Elizabeth iba a casa, los niños se portaron bien. Más que bien… se aburrieron terriblemente. Elizabeth no se daba cuenta, pero el sí. Casi no hablaban cuando ella estaba presente, y solo respondían a preguntas directas con monosílabos. Y eran tan educados que le daban algo de miedo. Seguían las instrucciones de Demelza claro, que antes de que se reunieran con su prometida les daba un sermón lleno de advertencias. La que funcionaba, según creía él, era cuando les decía que no debían hacerla quedar mal portándose de forma indebida o poniéndose a llorar. Pero a medida que pasaban los días, Elizabeth tenía menos y menos tiempo. Lo que no era tan malo porque eso significaba que Demelza tenía menos tiempo libre tambien. No debía de pensar así, era muy consciente de ello. Pero a Ross no le gustaba nada que cada vez que Elizabeth estaba con ellos, Demelza estaba con Louis. No era su novio, pero si estaban saliendo. Al menos eso le había dicho aquel día, luego que él le contara cosas que jamás había dicho a nadie. Ni siquiera a Elizabeth o a Dwight o a Verity.
No sabía que lo había impulsado a hacerlo. Lo agarró con la guardia baja con su pregunta sobre su difunta esposa. Era algo que le pasaba seguido últimamente cuando estaba cerca de ella. No le había contado todo, pero si bastante. De alguna forma, sabía que podía confiar en ella. Le confiaba a sus hijos, después de todo. Y ella debió pensar que debía devolverle la cortesía cuando le preguntó sobre el chef francés. "Te mereces algo mejor." – le había dicho él, sobreprotector por algún motivo. Ella le había sonreído. El sol de la mañana le daba en la cara haciendo brillar sus ojos verdes.
"Louis es un chef internacional, trabajando en el restaurante de un hotel cinco estrellas. Creo que es un muy buen partido… Sin mencionar lo atractivo que es."
Ross había puesto los ojos en blanco. Se habían detenido a mitad del puente.
"¿Y cómo harán para tener una relación si él vuelve a Francia y tú a Cornwall?" – había preguntado sin interés alguno. Demelza se había vuelto a reír con ganas.
"¡Judas! ¿Una relación? Yo no estoy buscando ninguna relación…"
Ese maldito y suertudo francés…
"No está en mis planes volver a tener novio. Ya tuve suficiente con el último, gracias."
Ross no había podido evitar preguntar, ella le había dado el pie después de todo. Demelza le había contado sobre su último novio, un tipo llamado Malcolm algo mayor que ella, y como lo había encontrado besándose con otra en un centro comercial, el muy estúpido.
"Fue lo mejor. Así me puedo enfocar en lo que de verdad me interesa." - Y eso era terminar su último año en la universidad, conseguir un trabajo en su rubro para adquirir experiencia y hacer una carrera que le permitiera mantenerse y ayudar a sus hermanos sin tener que pedirle nada a nadie. No tenía tiempo para novios, pero eso no quitaba que no pudiera divertirse.
Y así Ross se quedaba pensando cómo se "divertía" con Louis cada vez que salían… le gustaría que se divirtiera con él. Al menos una vez. Pero ella había sido clara de que eso no sucedería. Había sucedido muchas veces ya en su cabeza en la oscuridad de su habitación, porque no allí no había límites para la imaginación. Y, se iría al infierno, pero últimamente cuando estaba con Elizabeth, cerraba los ojos y pensaba que estaba con ella… Pero en la realidad las cosas eran más Aptas para Todo Público. Aunque no por eso menos estimulantes.
Eran amigos. Y desde el día en Sky Garden se habían conocido un poco más, y eso había llevado a otro tipo de confianza. Como cuando un día lluvioso había llegado a casa y los encontró en la piscina. Jeremy y Clowance chapoteando en el agua, con inflables y flotadores. Y ella sentada al borde en shorts y remerita con los pies en el agua. Los niños habían insistido en que él se metiera al agua también, y en un instante Ross estuvo de vuelta con su short de baño. Los niños gritaron enloquecidos, salpicando en todas direcciones. A él no le había pasado desapercibido la forma en que Demelza recorrió su cuerpo con su mirada. Estaba en forma, y le agradaba saber que ella lo apreciaba. Se tiró de cabeza en la parte más profunda. Jeremy y Clowie lo rodearon de inmediato y jugaron con una pelota durante un rato. "¿Porqué Demelza no se mete al agua?" – les preguntó. "No tiene traje de baño." – contestó su hija. "Eso no es escusa."
Ross hizo señas a los niños para que no dijeran nada. Y disimuladamente los tres comenzaron a nadar a lo largo de la pileta. Clowance tenía flotadores en los brazos, Jeremy sabía nadar muy bien. Y Ross, se sumergió bajo el agua acercándose a ella y cuando emergió a su lado no le dio tiempo a reaccionar.
"¡No!"
Pero fue muy tarde y de un tirón cayó al agua. Los tres Poldarks muertos de risa. Estaba furiosa, pero él no podía parar de reírse. Le tiro agua y la pelota, aunque no le dio. Pero pronto estuvo jugando con los niños también y no tuvo problemas en subirse a su espalda para explicarles a los pequeños como sujetarse mientras él nadaba alrededor de la piscina. Las risas de los niños retumbaban en los techos altos. La de ellos también. ¿Cómo no se le ocurrió hacer esto antes? Aunque había muchas cosas que no había hecho antes…
"Creo que voy a salir." – dijo ella después de un largo rato.
"¡No! ¡Todavía no! ¿Nos podemos quedar un rato más?" – se quejaron los niños.
"Si quieren. Pero sólo unos minutos más." – les dijo mientras salía. La remera pegada a su esbelto cuerpo, su corpiño celeste a la vista.
"Si quieres podemos…" – dijo él, saliendo de un salto de la piscina también. E hizo señas al jacuzzi que estaba en una esquina de la pileta, junto a la pared de vidrio con vistas a la ciudad. Ella lo dudó, pero él fue directo a encenderlo sin esperar respuesta.
Y allí se sentaron, de espaldas a la ciudad para mirar a los niños que seguían jugando en el agua. Con el agua tibia y llena de burbujas a su alrededor.
"Van a caer rendidos."
"Mañana dormirán hasta el mediodía."
"¿Cómo es que saben nadar tan bien?"
"Crecieron en Cornwall. Lo llevan en la sangre."
"Yo soy de Cornwall, y no me gusta mucho el agua." – dijo ella.
Conversaron durante largos minutos, siempre con un ojo en los niños. Sus piernas se rozaron inintencionadamente un par de veces bajo el agua. Luego lo hicieron a propósito. Ella lo hacía también. Había dejado las piernas sobre las suyas, Ross había metido una mano bajo el agua y la había apoyado sobre su rodilla. Ella no dijo nada, solo siguieron hablando de Cornwall hasta que la piel de sus dedos comenzó a arrugarse. Le hubiera gustado que estuvieran solos con una botella de champagne.
"Será mejor que saque a los niños o van a parecer pasas." Ross la observó salir y correr hasta las reposeras donde habían dejado las toallas. Se envolvió con una y con otra se secó el pelo. Ross salió también y buscó más toallas para él y los niños. Cargó a Clowance envuelta hasta su habitación, mientras que Demelza los seguía conversando con Jeremy. Y pensar que cuando llegó Jer quería que la despidiera.
Esa noche tenía que ir a cenar con Elizabeth. Tenían que repasar la lista de invitados y la ubicación de las mesas, pues había gente que recién ahora respondía que irían. O eso le había dicho irritada su prometida. Ayudó a Demelza a meter a los niños en la cama, ella aún envuelta con la toalla y él con sus shorts de baño húmedo.
"Tal vez… podríamos volver al jacuzzi." – había sugerido cuando cerraron la puerta de la habitación de sus hijos. Pero ella solo aleteó sus pestañas y le dio las buenas noches.
No fue la única vez que hizo esa clase de sugerencia en los últimos días. Sin ir más lejos, la noche anterior los cuatro estaban mirando una película en el living después de cenar. Estaba exhausto. El hotel estaba con capacidad completa. Prudie caminaba por las paredes, ella era quien llevaba la administración habitualmente, pero él debía supervisar que todo estuviera en orden. Y en la empresa de su familia se estaban ultimando detalles, redactando contratos y teniendo reuniones con proveedores y gerentes de los distintos sectores. Además de Elizabeth que quería involucrarlo en la organización de la boda. En realidad no era solo ella, también el wedding planner que habían contratado y su madre que había vuelto con ella el último fin de semana para ayudarla. Al organizador lo había visto solo una vez, le había dicho que dejaba todo en sus manos, que sabían lo que hacían. Pero en la víspera del evento su presencia era necesaria. Había que tomar fotos, probarse trajes, ensayar, y otro montón de cosas que no le interesaban en lo más mínimo. "¿No puedo solo ir y decir que sí?" – le había dicho exasperado al joven. Debería estar más entusiasmado por su boda, lo sabía. Pero no podía fingir interés, y el día se acercaba a toda velocidad. A veces sentía que lo iba a pasar por encima. De un tiempo a esta parte había comenzado a tener… dudas. La relación con Elizabeth no era la misma de antes, como si su compromiso en vez de acercarlos los hubiera alejado. Había muchas cosas en juego, para ambos. Su familia apostaba a que la fusión con la empresa de los Poldark los haría expandirse hacia otros mercados. Para la empresa de su familia era importante adquirir la cartera de clientes de los Chynoweth. Y estaban ellos, claro. Era el lógico siguiente paso. Aunque le hubiera gustado que convivieran antes, ahora ya estaban sobre la hora. No es que no hubieran pasado suficiente tiempo juntos. Si bien no lo hacían oficialmente, prácticamente estaban todo el día juntos. En la oficina o por las noches… solo que ahora una vocecita le decía ¿Y qué hay de los niños? Su situación había cambiado desde que se habían comprometido. Él había cambiado también, aunque su cambio era más reciente. No podía echar la culpa a Elizabeth cuando era él quien debió involucrar a sus hijos en su relación. Ahora lo harían sobre la marcha, porque el tren de la boda se acercaba a toda velocidad y no iba a detenerse.
Se había quedado dormido viendo la película. No recordaba ni de que se trataba, Clowance la había elegido. No dormía bien últimamente. En casa de Elizabeth no podía pegar un ojo, y en su cama lo despertaban sueños húmedos con cierta persona. Si tan solo pudiera estar con ella una vez, sacarla de su sistema, al menos podría dejar de pensar en ella. Pero era muy difícil cuando al entreabrir los párpados se encontró con sus profundos ojos verdes mirándolo con picardía. Los niños también, al ver a su padre dormido se habían acercado con cuidado de no hacer ruido a hacer morisquetas junto a su cara. Los tres rieron cuando se despertó.
"¡Te quedaste dormido!" – le reprochó Clowie. "Despierta y mira la película."
A Elizabeth no le exigían eso.
Después sus hijos habían vuelto a acostarse en el piso sobre unos almohadones. Los dibujos animados cantaban en la televisión, y él miró a Demelza sentada con él en el sofá, aunque no muy cerca. Bostezó y se desperezó, dejando un disimulado brazo sobre el respaldo del sillón y cerca de su cabeza. La miró de nuevo, ella levantó una ceja cuestionadora.
Sin decir nada, pero manteniendo una conversación en silencio le indicó el espacio vacío que quedaba entre ellos para que se acercara. Le gustaba estar cerca de ella, y era algo completamente inocente, de verdad. No estaban haciendo nada. Y a ella parecía gustarle también, pues no se alejaba. Al contrario. Luego de un momento en que observó que los niños estaban concentrados con la película, se acercó un poco. No del todo, pero lo suficiente para que él pudiera rozar la piel detrás de su cuello con los dedos. Creyó verla temblar, pero no dijo nada. Solo siguió mirando al frente, alternando su mirada entre la pantalla y los niños. El contacto era ligero pero íntimo. Apenas una caricia, pero una caricia al fin. Y Ross estaba cada vez más seguro de que quería acariciarla entera. ¿Qué tenía esa joven que lo atraía tanto y que había aparecido en su vida en el momento menos oportuno? Hacía meses que no deseaba a una mujer de esa forma. Así continuaron en silencio, hasta que el movimiento de su mano sobre el sofá estirándose hacia él capto su atención.
Lentamente, con un movimiento casi imperceptible estiró su otro brazo sobre sus rodillas y rozó sus dedos. Ella acomodo su cuerpo sobre el sofá, volviéndose a acercar disimuladamente. El apretó su mano y la llevó sobre su estómago, lo que causó que Demelza lo mirara a los ojos.
"¿No va a venir?" – susurró tan bajo que Ross leyó la pregunta en sus labios. Estaba hablando de Elizabeth, por supuesto. No era cien por ciento seguro, esa noche tenía una cena y de seguro terminaría tarde, Ross se arriesgó a contestar que no.
Demelza pareció pensar por un momento y luego se relajó, dejando caer su cabeza sobre su brazo. El continuó acariciando sus dedos. Luego de controlar de nuevo que los niños miraban la tele, llevó su mano hacia su rostro. No la besó al principio, solo rozo su piel con su barba apenas crecida. Ella lo miraba como en un trance. Sintió que sus dedos se flexionaban sobre su barbilla, ella lo acariciaba por propia voluntad. Una caricia suave pero sensual, que disfrutó con sus párpados entrecerrados.
Quería más. De ella, quería más que una dulce caricia. Cuando el guio sus dedos hacia su boca y comenzó a besarlos, Demelza pareció salir del trance de repente. Lo observó con sus ojos bien abiertos, luego miró hacia su entrepierna. Sus caricias habían tenido su efecto. Demelza tomó su mano y se alejó hacia la otra punta del sofá. Rayos.
Ross se acomodó de nuevo en el sillón y trató de concentrarse en la película. Se cruzó de piernas, e intentó no pensar en la mujer que estaba a su lado. O al menos intento no imaginarla desnuda en sus brazos.
