— Mark, calmate — musito lo más bajo posible provocándose un corto sangrado con algunos fragmentos de vidrio que traía en aquel pañuelo blanco, el cual este le hizo soltar por la fuerza con la que agarraba sus muñecas.
— ¿Te preocupa que alguien nos pueda ver?, ¡allí estabas coqueteando con ese tipo!, debí saberlo, para que más quisieras estar que no fuera para cumplir tu papel de vagabunda... — sin percatarse de la mirada de un tercero apretó con fuerza de sus mejillas, con intenciones de querer besarla en el lugar menos indicado.
la castaña lo empujo con tal fuerza como para hacerlo chocar contra el lavavajillas, mientras jadeaba observo como de una zona no muy precisa de la cabeza de su hermano, comenzaba a brotar sangre casi como una hemorragia.
Temiendo por lo peor comenzó a entrar en pánico, el golpe había sonado bastante fuerte y algunos platos se habían partido en el suelo, era una escena aterradora, tanto que esta optó por salir huyendo..
tenía suerte de que por primera vez el portón no tuviese llave, no quería enfrentarse a sus padres y que estos comenzarán a verla y llamarle asesina.
estando afuera, se encamino hacia ciertas petunias y metiendo su mano poco más fondo de estás, saco un frasco que llevaba escondiendo desde que sus padres le prohibieron salir
La reja era exageradamente alta, pero aún así logró soltar uno de los barrotes de está que llevaba safado hace un tiempo con una lima y cuchillo caliente, sin que ninguno de sus padres lo notasen como un plan de escape que sobre llevaba meticulosamente.
Mientras lo volvía a poner en su puesto, ya estando fuera, no se percató de los perros de aquel vecino suyo estaban sueltos.
Mientras daba algunos pocos pasos hacia atrás sus pies se había deslizado por un agujero provocando una leve lesión.
con la bulla que hacían los perros encadenados, tuvo que saltar la cerca, un trozo de su faldón había quedado atascado en las ranuras de la reja, el cual ella no noto.
huyendo a cualquier lugar, no puedo llegar muy lejos, su pie dolía bastante y estaba algo cansada.
mientras se ponía a meditar mejor la situación, sentada en uno de los banquillos del parque, comenzó a sentirse tan mal como para llorar, estaba tan asustada, confundida y sola.
era un mundo del qué no conocía ya había permanecido encerrada durante tanto tiempo como para no poder reconocer su propio pueblo, en el que había vivido tantos años.
el eco de un sonido chirriante hizo eco en el frasco que había llevado consigo, después de abrir el frasco sacó aquel teléfono conseguido mediante muchos favores de poca calaña, pero valió la pena por que consigo aquel mensaje.
— Hola ¿Rebecca?—
—Si, soy yo —
— Esto... —
— Para hacer de esto algo corto, necesito de tu ayuda — Texteo tan rápido como pudo, con la esperanza de recibir algo de ayuda por parte del pelirrojo.
— Emh si, claro, cuéntame —
Pero en realidad, ¿Que podría decirle? el no tenía la culpa de absolutamente nada que le estuviera pasando, ¿como pretendían conseguir su ayuda?, incluso era extraño hablarle, ya nada es igual a lo que era antes.
Al final término por guardar el celular en el frasco ocultándolo bajo su faldón.
Se armó de valor como para dejar el lugar.
mientras cojeaba un poco, logro caminar unas pocas cuadras, hasta que observó como en su dirección se acercaba su progenitora.
supo a que atenerse mientras cerraba sus ojos con fuerza, dejo ir un suspiro desalentador y espero por lo peor.
Recibió varias cachetadas por parte de su madre que luego tomo de su muñeca con fuerza obligándola a caminar.
— ¡No entiendo que tienes que hacer aquí afuera a esta hora señorita! ¡Sabes que estás cosas no están permitidas! — La mujer siguió tirando de esta con fuerza, al puntos de sentie su tobillo tráquear más fuerte cada vez.
— P-pero mark... — Al final terminaron llegando a la casa, cuando la mujer abrió la puerta hizo que está pasará a fuerza.
al entrar casi sintió desvocarse, tratando de convencerse de que todo lo que estaba pasando era real.
Su hermano estaba junto a su padre, ambos sentados en el comedor, todo a su alrededor parecía tan normal, pero desfigurado, como si lo que vio hace tan solo minutos, hubiera sido obra de su distorsión.
La chica presenció como su padre se ponía de pie, quitándose el cinturón para luego dirigirse a la menor con intenciones de reprenderla.
Con grandes marcas, el dolor era el protagonista, tanto físico como mental, pero sus huellas mentales ardían más que las físicas, estás se borrarían pero las otras continuarían ahí.
Era inevitable sentirse inútil, pues esas eran las palabras que rezonaban en su cabeza, junto a las mil cerraduras que eran puestas para impedir de nuevo algún suceso de dicha calaña.
