Capítulo 30

Ross aprovechó que estaba en Truro para hacer unos trámites y una parada técnica en la farmacia, mientras Zacky y Mark cargaban todo lo que había comprado en la camioneta. El joven que los atendió en la casa de electrodomésticos casi que había desenrollado una alfombra roja bajo sus pies. Heladera, cocina, lavarropa, tres televisores, lavavajillas, una computadora de escritorio, microondas, cafetera, tostadora, aires acondicionados... todo de primeras marcas. Le habían regalado una licuadora y una waflera como presente por su compra. Al vendedor le brillaban los ojos por la comisión que recibiría. Aún le faltaba ir a la mueblería, pensó mientras esperaba su turno. La farmacia era un local anticuado, con atención en mostrador. La persona que atendía era una mujer entrada en años y regordeta que parecía conocer a cada uno de sus clientes y se tomaba su tiempo para conversar con cada uno de ellos. Cuando le tocó a él, lo miró de arriba a abajo. Un turista, habrá supuesto.

"¿Qué le puedo ofrecer?" – le preguntó amablemente.

"Uhmmm… crema de afeitar." – se acobardó. De golpe sentía las mejillas tibias, como si estuviera por cometer una travesura. – "Y uno de esos cepillos para el cabello." Señaló. No había empacado nada del baño de los niños, y a Clowie le hacía falta.

"¿Algo más?"

"Si. Enjuague bucal y… preservativos."

"¿Una caja?"

Ross observó la única marca que tenía e hizo una rápida cuenta en su cabeza.

"Cinco." - Uno de los clientes que esperaba carraspeó a su espalda.

Ross salió de la farmacia riéndose de sí mismo y fue a guardar su compra en la guantera del auto. Era extraño que él se sintiera cohibido por algo, pero así era Cornwall. De seguro se estarían preguntando quién era él y la farmacéutica contaría el chisme durante todo el día. Sin tan solo supieran…

Como aún seguían preparando las cosas y debatiendo si deberían hacer más de un viaje, Ross decidió encender su celular. Sonó durante casi cinco minutos. Los ring tones constantes uno tras otro, indicando la cantidad de mensajes, mails y llamadas perdidas que había recibido durante el fin de semana. El buen humor se esfumó al instante. No pensaba ni leerlos ni responderlos a todos en ese momento, solo enviaría un mensaje a Dwight y a su prima diciéndoles que estaban bien y que se tomaría unos días para aclarar su cabeza. Pero su prima, apenas le envió el mensaje lo llamó de inmediato.

Ross puso los ojos en blanco antes de contestar.

"Verity."

"¡Dios mío, Ross! ¿Estas bien? ¿En dónde están?"

"Hola, Ver. , estoy bien y los niños también. ¿Cómo… cómo están las cosas por ahí?"

"¡Ross! Aquí es un pandemonio como te imaginarás. Papá está que hecha chispas, ha estado tratando de comunicarse contigo. Todo es un revuelo. Los Chynoweth… hicieron un escándalo."

"¿Los viste? ¿Viste a Elizabeth?"

"No, a Elizabeth no. Pero ayer hubo una reunión, su madre y su padre vinieron a la oficina. Quieren cancelar todo. Papá logró convencerlos de que esperen a que vuelvas y aclares las cosas. Ross, querido, ¿Qué fue lo que ocurrió?"

Ross suspiró. Se había apoyado en el auto y miraba como cargaban sus cosas.

"Ver… fue solo que… Elizabeth no tenía ningún interés en los niños ¿sabes? Lo hice por ellos."

"¿Por ellos nada más? ¿Estás seguro?"

"¿Qué quieres decir?"

"Su madre, bueno, dijo algo acerca de que tu estabas teniendo una aventura… con la niñera." – Ross se mordió el interior de una mejilla. – "¿Ross?"

"Eso no es cierto. Elizabeth lo sabe, ella sabe bien el motivo por lo cual lo nuestro no hubiera funcionado." – dijo entre dientes.

"Ya veo. Querido, ¿Cuándo volverás? ¿Estás en Cornwall?"

"Ya… ya debo irme, Verity. Yo te aviso cualquier cosa ¿?"

"Pero…"

"Adiós." – se sintió culpable de contarle así a su prima, pero de verdad no quería pensar en Londres todavía. Ya tendría que lidiar con eso más adelante. Recién acababa de llegar y tenía toda la intención de disfrutar de sus… vacaciones. Envió un mensaje a Demelza para decirle que lo esperaran para almorzar.

"¡Encendiste el teléfono!"

"No debería haberlo hecho la verdad."

"¿Tan mal?"

"Quizás peor. ¿Qué hacen los niños?"

"Están dibujando. Y, Señor Poldark…"

Demelza demoró un segundo en tipear el siguiente mensaje. Ross no quitó sus ojos de los puntitos que indicaban que estaba escribiendo.

"Por el presente le informo formalmente que soy la niñera de sus hijos otra vez... No fue justo que los enviaras a ellos a convencerme, ¡hasta hablaron con Bert!"

Ross sonrió y escribió: "En el amor y en la guerra todo se vale." Y se quedó mirando la pantalla. Lo había escrito sin pensar. Una a una borró las letras de la frase, lentamente cuando llegó a la palabra 'amor'. Se sacudió los cabellos con una mano.

"Funcionó ¿no es así?" – fue su respuesta.

Demelza le respondió con un emoji poniendo los ojos en blanco. El con otro sacando la lengua y guiñando un ojo.

", aunque aún quedan algunos detalles por definir."

"¿Conmigo?"

"¿Con quién más?"

"¿Qué tipo de detalles? Emoji con ojos de corazón."

"Detalles laborales. Y le diré también, Señor Poldark, que espero que sus mensajes por aquí sean estrictamente profesionales."

No podía evitar sonreír a medida que escribía. En frente, Zacky y Mark ya estaban terminando de asegurar los electrodomésticos a la camioneta.

"Jamás se me hubiera ocurrido lo contrario. Emoji de ángel."

"Nunca conocí a nadie que estuviera más lejos de ser un ángel que tú."

"¿Quieres decir que soy un demonio?"

"No, no para tanto. Más como un niño travieso."

"Ya te mostraré cuan travieso puedo ser…"

"¡¿Qué acabo de decir?!"

" empezaste :) Ya me tengo que ir. Llevaremos las cosas a casa y luego iré por ustedes."

"Si. Si. Escápate…"

":) Nos vemos en un rato. Dile a los niños que les envío un beso."

"Lo haré. Y un beso para ti. Tu elije adonde quieres que te lo dé."

A Ross le temblaron las rodillas. Por Dios Santo.


Cuando por fin se desocupó eran ya casi las cuatro de la tarde. Se había demorado acomodando las nuevas camas que había comprado, y ayudando a Zacky a instalar el lavarropas. Los hombres se quedaron terminando de ordenar, pero ellos se encargarían de lo que faltaba. Ross se asomó en el pub, Bert le hizo señas de que estaban abajo, en el espigón, él le agradeció con un movimiento de su mano. Había traído abrigos para los niños, se había levantado una leve brisa marina bastante fresca y los chicos se habían vestido como para un día de verano.

Escuchó voces mientras bajaba las escaleras a la escollera. A la primera que vio fue a Clowie, llevaba puesta la chaqueta rompeviento de Demelza arremangada varias veces y que le quedaba como una carpa. Luego la vio a Demelza, las dos estaban mirando el agua como buscando algo. Y cuando salió al espigón también lo vio a Jeremy sentado junto a ese joven, el amigo de Demelza, no recordaba su nombre. Su hijo tenía una guitarra sobre sus piernas y al parecer el… 'Louis de Cornwall' le estaba enseñando a tocar. Ross sonrió irónicamente de su propia ocurrencia. A decir verdad, no le gustaba nada ese joven, de la misma forma en que no le caía bien el chef en Londres. O más bien, no le gustaba que estuvieran cerca de Demelza. ¿Y ella le había dicho en algún momento que él tenía un harem?

"¡Papá, ven a ver! Hay muchos peces… Demelza sabe el nombre de todos."- Clowie lo llamó cuando lo vio llegar. Demelza sonrió tras ella y él no pudo evitar sonreír también, a pesar de que lo irritaba la presencia de ese joven.

"Pensé que no te gustaban los peces…"

"No me gusta comerlos."

"Ahhh… ¿Así que Demelza sabe el nombre de todos?" – preguntó, asomándose también sobre la orilla para ver el cardumen que parecía danzar en el agua.

"Si. Ese Liam, aquel es Noah, allí está Oliver y Elijah…" Ambos, padre e hija, soltaron una carcajada. Quería besarla tanto… - "Son todas sardinas, Ross."

"¡Lo sé! Sé sobre peces… Clowie, mucho sobre peces. Yo crecí aquí también ¿sabes?"

"Estos peces no son taaan viejos…" – Bromeó Demelza. La niña se llevó ambas manos sobre la boca para ocultar la risa de su padre.

"¿Viejo? ¿Me estás diciendo viejo?" - Ross pretendió estar ofendido y en un paso levantó a su hija que emitió un gritito agudo mientras él la alzaba en sus brazos y le daba besos y hacía cosquillas en su cuello. Clowie lloraba de la risa con deleite.

"Yo no te dije viejo, fue ella. Hazle cosquillas a ella también." - Ordenó Clowie cuando por fin la bajó.

"¡Clowance Poldark!"- Exclamó Demelza, fingiendo enojo. Él le dedico su mirada más diabólica. – "Ni se te ocurra."

Pero antes de que Ross pudiera dar un paso, y lo iba a hacer, Jeremy lo llamó para que escuchara lo que acababa de aprender.

Eran tres notas que se repetían una y otra vez formando una armoniosa melodía, del mismo estilo folk que Demelza había tocado la otra noche. Los tres aplaudieron orgullosos. Él lo felicito y le dijo que si quería aprender le compraría una guitarra y podía tomar clases. Como en, clases en serio, con un profesor de verdad y no en medio de una playa. El joven, que seguía sentado junto a su hijo, le dijo que no era lo mejor comprar una guitarra inmediatamente. Lo mejor era esperar a ver si de verdad le gustaba, especialmente con niños. Demelza estuvo de acuerdo y añadió que "Hugh" podría enseñarle. "Es un excelente profesor. El me enseñó a ." – dijo con su voz cantarina. Ross forzó una sonrisa. Suficiente tenía con ese joven rondándole a ella como para tenerlo cerca de los niños también. Sí, tal vez era un idiota, pero eso era lo que sentía. Al menos pudo disimularlo frente a ellos y con la excusa de que no había almorzado aún, los convenció de que volvieran al pub.

"Siento que no te esperamos, pero los niños tenían hambre. Le pediré a Bert que te prepare algo." – dijo Demelza mientras se adelantaba escaleras arriba.

"¿Puede Hugh enseñarme a tocar la guitarra, papá?" - preguntó Jeremy.

"Uhmmm… ya veremos. De seguro Hugh tiene cosas que hacer."

"No sería problema para . Puedes venir al pub, no hay mucha gente por la tarde. Solo dile a Demelza y ella me avisará."

"Ajá."


Los niños chillaron de emoción cuando entraron a la casa. Era la misma casa deteriorada de la que habían salido esa mañana, solo que ahora tenía algo más de tecnología en ella. Demelza no estaba tan impresionada. Levantó una ceja al verlos tan exaltados.

"¡Pero aún no hay Internet!" – se quejó Jeremy mirando su celular.

"Zacky me dijo que vendrán a conectarla mañana." El niño puso cara de irritación.

"No te estarás quejando ¿no, Jeremy? Mira a tu alrededor, son unos niños muy afortunados. Deberían darle las gracias a papá por haberles comprado todo esto." – dijo Demelza, cruzando los brazos sobre su pecho. Los niños obedecieron y se le acercaron con brazos abiertos, lo besaron y le dieron las gracias. Demelza aún lo miraba con una ceja levantada.

La Señora Martin les había dejado unas tortas dulces en la cocina, así que decidieron bajar a la playa detrás de la casa a tomar la leche y el té. Jugaron a la pelota abrigados contra el viento durante el resto de la tarde. Con suerte ya no tendría que hacer tantas diligencias respecto a la casa y podría pasar esos días así, solo con Jeremy y con Clowance. Y con Demelza. Ross la observó durante la tarde, toda su atención estaba puesta en los niños. Clowie corría con los brazos abiertos a abrazarla de tanto en tanto y ella la recibía de igual manera, besando sus mejillas. Jeremy le ensañaba cada caracol con forma extraña que encontraba y ella los guardaba en el bolsillo de su chaqueta. Tanto así que cuando una repentina nube rebelde soltó sobre ellos un aguacero y tuvieron que correr sobre la arena hacia la casa, Demelza tintineaba como un cascabel.

Afuera el cielo se oscureció de repente y los cuatro llegaron agitados y con el cabello empapado. Él corrió a buscar las toallas nuevas que había comprado esa mañana, con una lo suficientemente grande los pudo envolver a los tres. Demelza y los niños entre ellos aún muertos de risa.

Más tarde, después de bañarse y comer las empanadas recalentadas de la Señora Martin, que no por eso dejaron de ser muy sabrosas, se sentaron en el viejo sillón a ver una película. Ross había conectado su notebook a la televisión del living, por suerte había guardado la saga de Harry Potter entera, iban por la seis. O, él iba por la seis, los demás ya las habían visto a todas.

"Se está poniendo fresco, iré a buscar una manta." Dijo Demelza. Volvió con una frazada que había visto mejores épocas. "Es lo mejor que pude encontrar." Los cuatro se cubrieron, Clowie ya bostezaba.

"Mañana podemos ir a comprar lo que creas que haga falta. Yo no tengo mucha idea…"

"¿No te ha explotado la tarjeta de crédito ya?" – Ross sonrió en un momento en que debía estar muy triste porque en la película moría uno de los personajes más importantes. Por suerte Jeremy y Clowance ya estaban dormidos como para notarlo. Esperaron en silencio a que terminara la película para llevar a los niños a la cama. El cargó a Jeremy, ella a Clowie, haciendo equilibrio por la angosta escalera. Tenía práctica ya en cambiar a su hijo a su pijama, aun cuando estaba dormido. Algo impensado tan solo unos meses atrás. La habitación de los niños daba a la calle que estaba iluminada, así que había suficiente claridad si no se cerraban las cortinas. Tenían que comprar cortinas también, pensó. Luego de besar sus frentes Ross siguió a Demelza de nuevo al living.

De pronto se veía algo nerviosa, de pie allí, cerca de la puerta, como no sabiendo que hacer. La entendía, él se sentía así también. Los últimos días habían sido un torbellino, un huracán de sensaciones y Ross no sabía cómo lidiar con ellos todavía. Había aún mucho en juego, para él y para sus hijos, pero no sé arrepentía de su decisión. Ni un poquito. Más cuando ello daba lugar a otras cosas, cosas con las que había soñado durante meses. Que creyó imposibles, o meras fantasías. Cuando estaban así, solos, parecía que el resto del mundo no existía por más que estuviera allí golpeando su puerta.

"Uhmmm…" - Demelza miró la hora en su teléfono.

"No es muy tarde todavía." – Dijo él antes de que ella dijera algo. ¿Querría irse? Ross no quería que se fuera, por supuesto. Había estado pensando en ella casi todo el día. Y sus miradas cómplices no le habían pasado desapercibidas tampoco. – "¿Quieres beber algo? Esta vez debe haber algo en la heladera…"

"Mmm… tal vez algo caliente." Respondió ella, Ross curvó sus labios en una pícara sonrisa. – "Como te o café." Demelza aclaró. Pero a él no se le borró la sonrisa.

"Probemos la nueva cafetera." Propuso y se acercó a dar un rápido beso en sus labios del que ella no tuvo tiempo de reaccionar antes que la tomara de la mano y la guiara a la cocina.

Demelza se rio con ganas mientras él intentaba hacer funcionar su nueva y costosa cafetera barista. Era una herida en su orgullo y le costó un buen rato mientras ella se burlaba y leía las instrucciones a su espalda. Pero al fin consiguió que funcionara, y con una sonrisa triunfal se le acercó mientras el agua se calentaba y la rodeó por la cintura. Demelza se apoyó en sus antebrazos e hizo un poco de presión, como queriendo alejarlo. "Tenemos que hablar antes."

Antes. Si había un antes significaba que habría un después.

"¿Sobre qué?"

"Detalles." Dijo. Pero a su vez acercó su rostro y beso su nariz y luego su boca. "¿Tienes pocillos de café?"

"Creo que venían un par en la caja."

Fueron a tomar el café al sillón. Se sentaron hasta donde hace un rato habían estado con los niños. Pero esta vez se sentaron uno junto al otro. Sus cuerpos de costado, mirándose.

"¿Qué te dijo Verity?"

Ross frunció las cejas.

"Que todo es un pandemonio y mi tío quiere mi cabeza."

"¿Tan mal? ¿No crees que entendería si le explicas porqué lo hiciste?"

"¿Qué antepuse a mi familia antes que a la empresa? No, no creo que lo entienda." Demelza lo miró con tristeza.

"¿Él te obligaría a casarte con alguien a quien no quieres solo por dinero?"

"No puede obligarme, pero no creo que me perdone que haya faltado a mi palabra. El honor es muy importante para él."

"¿Y para ti?"

"Lo hubiera hecho ¿sabes? Me hubiera casado con ella si tu no hubieras aparecido…"

"Ross…"

"…Y no me hubieras mostrado lo que es realmente importante. Jeremy y Clowie…"

"Me gusta pensar que te hubieras dado cuenta por ti solo." – Dijo con una sonrisita bailando en sus labios y en sus ojos y bebiendo el último sorbo de café de su tacita.

"¿De qué querías que hablemos?"

"Mmm… sí. De, de esto que voy a volver a ser la niñera de los niños."

"¿Qué hay con ello?"

"¿Hasta cuando tienes pensado que se van a quedar?"

"Aún no lo he pensado muy bien. Todavía no termino de asimilar lo que pasó este fin de semana…"

"Los niños deben empezar el colegio en tres semanas…"

Ross asintió.

"Y yo en dos. Se suponía que trabajaría en el pub durante estas dos semanas y serían una especie de vacaciones…"

"¿De nosotros?"

"No puedes negar que han sido unas semanas… intensas."

Ross sonrió. Era una buena manera de describir ese último tiempo.

"Tienes razón. Y aquí venimos de nuevo a darte trabajo…" - Dijo, apoyando su taza en la mesa ratona y la de ella también. Luego tomó sus manos.

"Sabes que amo a los niños…"

"Lo sé. Solo me burlaba de ti. Podríamos… podríamos pasar las vacaciones juntos." Sus dedos se entrelazaron, parecían que tenían voluntad propia. Ross acariciaba con el pulgar su mano y ella estrechaba la suya. Tenía el cabello sujeto en una coleta, sus ojos verdes lo miraban penetrantes, intentando ver más allá de sus palabras. No podía resistirse mucho más. Despacio, para darle tiempo a ella a que lo rechazara si quería hacerlo, Ross se acercó y la beso de nuevo. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces lo había hecho, pero cada vez era como si fuera la primera. Como aquella noche en la pista de baile y completamente diferente a la vez. Una extraña, y a su vez su amiga. Ambas intrigantes, excitantes. Su rostro quedó danzando a milímetros de ella y Demelza volvió a acercarse, besándolo con una dulzura que Ross jamás había conocido antes. Su corazón empezó a palpitar de prisa en su pecho mientras ella rozaba tiernamente sus labios.

"Y acerca de esto…" - la escuchó murmurar, había cerrado ojos. Sus párpados apretados. – "No podemos hacer esto frente a los niños. Ya han pasado por mucho, y no quiero que sufran por mi culpa…"

"¿Por qué lo harían?" - preguntó, acariciando un mechón de pelo que había caído sobre su frente y llevándolo detrás de su oreja.

"Acababa de irme, de despedirme de ellos, y no fue nada fácil. Y ahora, en algunos días eso ocurrirá de nuevo. Ellos se irán, y te irás, y quiero que ellos estén contentos mientras están aquí. Como lo estuvieron hoy. Solo siendo niños y sin otras preocupaciones."

Ross aprovechó que había dejado su mano en su cuello para acercarla a su boca. Un beso casto y tierno, y otro más que la hizo sonreír a pesar de que estaba muy seria. "Nunca podré agradecerte todo lo que hiciste por ellos. Y todo lo que me enseñaste… a como ser un padre. Aún no se si soy bueno o no."

"Lo eres."

"Haré lo que creas que es correcto. Tengo… tengo mil cosas en la cabeza, cosas que tengo que enfrentar en su momento. Pero ahora quiero estar aquí con ellos… y quiero estar aquí contigo. Si – si quieres, claro."

Su respuesta entrecortó su aliento. Demelza acarició su rostro sobre su barba y continuó su camino por su cuello y su pecho, abriendo sus dedos sobre su remera y rozando sus pezones.

"¿Eso es un sí?" – preguntó mientras ella besaba la comisura de su boca.

"Sí, Ross."

Se puso de pie de un salto, levantándola con él. Demelza envolvió sus piernas alrededor de su cintura, y Ross trató de no tropezarse ni chocar con las paredes en la angosta escalera. Era muy difícil cuando los besos se habían vuelto desesperados.

Tenía una repentina urgencia de llegar a la cama.

Afortunadamente, lograron llegar sin incidentes a la habitación principal, que daba al patio trasero en vez de a la calle, y adonde la brisa del mar se colaba por el balcón. Demelza sonrió sensualmente cuando dejó que su cuerpo se deslizara lentamente hasta que cayó sobre la nueva y mullida cama y está no hizo ningún ruido. "¿Compraste una cama nueva?" - preguntó divertida mientras sus manos se apoyaban sobre las sábanas nuevas. Ross se sentó junto a ella, acariciando sus brazos y los muslos de sus piernas, tocándola mientras sus ojos verdes miraban los suyos. Cambiando ante sus ojos, de esa joven dulce a una mujer sensual.

Quería memorizar todas sus características. Las curvas inclinadas de sus hombros, las sutiles pecas sobre su nariz y la forma en que su cabello cobrizo caía a su alrededor, como pequeños mechones de seda.

"¿Qué estás mirando?" - dijo ella en voz baja.

"Admirando." - La corrigió con una leve sonrisa. Levantando un brazo sobre la cabeza, Ross se deshizo de su remera en un rápido movimiento.

Una sonrisa se extendió por su rostro mientras veía sus ojos abrirse con aprobación, como si ella tampoco pudiera esperar un segundo más para tocarlo.

"Ahora, ¿quién está admirando?"

"¿Cuál es una mejor palabra para admirar?" preguntó, su voz un poco temblorosa.

"¿Apreciar? ¿Deslumbrarse?" - Sugirió.

Ella sonrió, con una mirada encantadoramente tonta que se había extendido por su rostro cuando sus manos se estiraron para tocarlo.

"Sí. Eso es exactamente lo que estoy haciendo, Señor Poldark."

Ross se inclinó sobre ella, lo suficientemente cerca para que pudiera sentir su cálido aliento contra su cuello, le susurro: "Entonces, recuéstese para que pueda devolverle el favor."

Demelza obedeció, haciéndole un poco de espacio en la cama. Pronto su remera fue a parar al piso junto a la suya también. Le encantaba la sensación de su piel tocando la de ella. Su perfume, como sus dedos se movían suavemente sobre sus brazos. Dejando besos ligeros como plumas en su clavícula, continuó bajando entre el valle de sus pechos, todavía cubierto por el sujetador de algodón fino. Con más de dos días de barba incipiente en su barbilla, se abrió camino hasta el botón de sus jeans. La escuchó quedarse sin aliento.

Ross miró brevemente hacia arriba, pidiendo permiso. Quería que ella quisiera esto tanto como él, y sus ojos le decían que así era.

Con la más leve inclinación de su cabeza, sus dedos hicieron un trabajo rápido con sus jeans, deslizándolos por sus piernas y tirándolos sobre la creciente pila en el piso.

Antes de que pudiera decir algo en respuesta, hundió su mano debajo de sus bragas, encontrando su clítoris casi instantáneamente.

"¡Judas!" - Exclamó, curvando la espalda en respuesta.

Verla reaccionar de esa forma era embriagador. De repente todo estaba en su lugar, eso era lo que quería hacer. Hacer que lo mirara de esa forma... Con un pequeño movimiento, inhaló bruscamente. A medida que iba más profundo, dejó escapar un gemido más intenso.

"Dios, estás tan mojada." Era como sumergir sus dedos en miel, y Ross quería probar su dulzura. Sus movimientos eran lentos, haciendo todo lo posible por no apresurarse. Pero sabía que, si no tenía su boca en ella pronto, explotaría.

Cuando apartó su mano de su cuerpo húmedo, Demelza levantó sus ojos hacia los de él, buscando respuestas.

"Quiero probarte." - dijo, sus dedos se enroscaron alrededor de sus bragas…

Demelza levantó la cabeza, vacilación en sus ojos. "Mmm..."

"¿Qué ocurre?" – susurró él, subiendo su cuerpo de nuevo para saborear sus labios. Demelza sonrió contra su boca.

"Me trae recuerdos…" Él lo recordaba también, y quería sentirla en su lengua de nuevo. Sonrió maliciosamente.

"Recuéstate de nuevo." - le dijo, viendo su cabeza caer hacia atrás sobre el colchón nuevamente.

Al igual que los jeans, lentamente le quito las bragas hasta que cayeron al suelo con el resto de la ropa. De rodillas junto a ella, no pudo evitar tomarse un momento para disfrutar del panorama.

"Dios, eres hermosa" - exhaló.

Ross dio tiernos besos en el interior de cada uno de sus muslos. Sus piernas temblaban mientras recorría su camino hacia arriba, más y más cerca de su núcleo.

La anticipación se notaba en el ambiente, la sentía en cada uno sus nervios. Pero, pronto, todo eso sería reemplazado por necesidad.

Necesidad pura. Una y otra vez.

Se tomó su tiempo, rozando con sus labios en la delicada piel hasta que la punta de su nariz golpeó el diminuto capullo rosado de su sexo. La sentía tensa, como esperando a que cambiara de opinión. Como si eso fuera posible. Una de sus manos acariciaba su cabello, tirando de él ligeramente cada vez que su lengua acariciaba un punto sensible.

Su perfume, la cercanía de su cuerpo, solo lo llevó más lejos. Sus brazos se envolvieron firmemente alrededor de sus muslos, abriéndola ampliamente, y en un esfuerzo por relajarla, se inclinó sobre ella y tomo lo que quería.

Ávidamente.

Se hizo un festín en lugar de mordisquear. Devoró en lugar de mostrar moderación. Estaba completamente hechizado y no podía reprimirse ni un momento más. Porque eso era lo que ella hacía, lo hechizaba, a cada momento del día. Y podría decir, a sí mismo y a ella, que lo que había hecho lo hizo por sus hijos, pero en el fondo sabía que era por esto también. Para estar con ella.

Sus piernas se apretaron alrededor de su cabeza. "¡Judas, Ross!" – gimió arqueando se espalda. Y el no pudo evitar la sonrisa que se extendió por su rostro mientras se acercaba al orgasmo.

"Vamos, Demelza. Ven para ." - la animó.

Su cuerpo se apretó alrededor de su lengua mientras temblaba y se estremecía, mordiéndose el labio inferior y susurrando su nombre una vez más, intentando no hacer mucho ruido.

Y, con perdón de Harry Potter, pero eso si era magia absoluta.

Demelza se sentó sobre codos temblorosos a mirar como sus manos iban a la bragueta de sus pantalones, y una sonrisa lobuna se extendió por su rostro. Lo miraba con una expresión entre satisfecha y hambrienta con la que no estaba muy familiarizado aún, pero que lo complacía saber que era por él.

"Sí" - dijo en voz baja.

"¿Qué?" - Preguntó, levantando sus ojos verdes de su miembro hasta su rostro.

"Lo que sea que estés pensando... sí. Hazlo. Deja de pensar en ello y hazlo."

Así que lo hizo. Sus dedos se sumergieron en su cabello mientras daba pequeños besos a lo largo de su torso y pecho. Sus piernas estaban apretadas alrededor de él, y él estaba duro y listo contra su corazón palpitante.

En un movimiento rápido, se volteó sobre su espalda, llevándola con él. Demelza quedó de rodillas, en la posición exacta, justo encima de él. Ross vio como sus ojos volvieron a su erección, dura como una roca tan cerca de ella. Todo lo que tenía que hacer era hundirse y serían uno otra vez. Dios, nunca se había sentido así con nadie y si lo había hecho no lo recordaba.

Demelza lo miró con curiosidad mientras él estiraba su brazo hacia la mesita de luz, lo ayudó con el cajón adonde había guardado los condones. Ross se apresuró a poner las cosas en orden, abriendo con torpeza el paquetito. Cuando terminó ella tomó sus manos y las llevó a su pecho colocándolas encima de sus senos, sosteniéndolas con las suyas.

Sus ojos nunca dejaron los suyos mientras bajaba lentamente, saboreando cada sensación. Al primer contacto, ambos gimieron, sus dedos se clavaron su piel. Demelza se deslizó suavemente, su cuerpo se estiró, haciéndole espacio y luego de un instante lo tomó por completo. Ambos mirándose, la habitación quedó en un completo silencio.

"No te muevas todavía." – susurro él. "Quiero recordar esto esta vez."

Ella sonrió tímidamente, y se inclinó hacia adelante, presionando suavemente sus labios en los suyos. Ross envolvió su mano en la parte de atrás de su cabeza y la besó profundamente, su lengua moviéndose contra la suya. Pronto, no pudo contenerse más. "Necesito…" murmuró ella y comenzó a mover sus caderas lentamente.

Sí, él también. Siempre necesitaría más ahora.

Apenas habían comenzado, y Ross pensó irónicamente que jamás podría estar con otra mujer, con nadie más sería lo mismo.

"Mierda." - gimió cuando el movimiento de sus caderas cobró ritmo.

Su cabeza cayó hacia atrás con una nueva confianza que lo dejaba indefenso. Tenía los ojos cerrados y se dejó llevar. Una y otra vez, montó su polla hasta que se quedó sin aliento. Él estaba casi poseído de hambre, loco por ella.

Al igual que antes, con poco esfuerzo, Ross les dio la vuelta. En un momento, ella estaba encima de él, y al siguiente, él se elevaba por encima de ella.

"Me vuelves loco, ¿lo sabías? Eres tan hermosa, tan sensual…" – dijo casi con la lengua afuera lamiendo sus labios. – "Y también eres una niña traviesa." - Los ojos de Demelza parecieron oscurecerse con sus palabras. Y ella también ofreció su lengua.

"Muéstrame – Muéstrame cuan travieso puedes ser tú." - La escuchó decir mientras sus lenguas batallaban.

Y su cuerpo se estrelló contra el de ella y Demelza gimió su nombre como una oración.

Solo habían pasado algunos minutos, y su mente estaba en eterna repetición. Cada caricia, cada beso prolongado. La forma en que se había movido, tomando sus empujes una y otra vez dentro de ella sin retroceder.

Su cuerpo se había hecho añicos en la liberación más deliciosa, seguramente, cuando abriera los ojos, encontraría ángeles y suaves nubes blancas.

Sí, así fue de bueno.

Abrió los ojos cuando sintió que Demelza se movió a su lado. Ella también tenía una somnolienta sonrisa en su rostro.

"¿Qué?" – preguntó después de besarla cuando ella soltó una risilla contra sus labios. Se había puesto colorada. ¡Ahora! Después de lo que habían hecho…

"¡¿Qué?! Dime…" Insistió, dando pequeños besos bajo su mentón a modo de tortura.

"¡Nada!"

"Sí no me dices, te haré tantas cosquillas que despertarás hasta los Martins."

"No quiero decirte. Tu ego ya es suficientemente grande…" – declaró. Ross alzó una ceja presuntuosa y volvió con más vigor a su cuello, hasta que ella no tuvo más remedio que confesar sus pensamientos. – "¡Está bien, está bien! Te diré… Solo, es solo que estás a tu altura…" – dijo tímidamente, sus mejillas aún rojas. Pero él no comprendía lo que quería decir. Así que ella continuó. "Aquella noche, en Año Nuevo… fue… fue increíble. Para ."

"Fue el mejor sexo de mi vida." – dijo él de inmediato. Ahora comprendía. Aunque ella le dirigió una mirada torcida, evidentemente no le creía. – "Esa noche, y ayer. Y justo ahora…" Ross volvió a besarla. Un beso húmedo y perezoso que ella acompañó con el movimiento de sus dedos en su cuero cabelludo. Le encantaba cuando hacía eso… le encantaba todo de ella. Pero cuando apartó su rostro y volvió a mirarla, notó que aún no le creía.

"Lo fue. Yo no… bueno. Nunca había sido así con nadie." – continuó ella. Y él, como a veces sus palabras parecían no pasar por su cabeza antes de decirlas, dijo:

"¿Ni siquiera con Louis?"

Demelza puso los ojos en blanco y le dio una merecida puñetada en las costillas. Le dolió.

"¡Ouch!"

"Nada pasó con Louis." - La escuchó decir mientras el frotaba su pecho. – "Era, es, solo un amigo."

"¿Nada de nada?" - Pues él lo creía más listo.

"Mmm… quizás solo algunos besos." – Ahh… ya. ¿Para qué había preguntado? – "Pero nada comparado con lo que y yo hacíamos mientras tu estabas comprometido…"

"Bueno, ya no estoy comprometido ahora. Ahora estoy soltero y sin compromisos, así que no tienes por qué sentirte culpable por nada."

"Tienes un montón de compromisos, Ross. Pero es cierto, yo no me siento con culpa. No me arrepiento de esto." – dijo, y fue ella quien se recostó sobre él, besando y mordisqueando su cuello.

"Creo que ya me iré." – dijo un rato más tarde, aún estaba con la cabeza apoyada sobre su pecho. El abrió los ojos.

"¿No te quedas?" – su voz sonó algo quejosa.

"No… creo que será mejor que vaya a dormir al campus."

"Ehmmm…" – vaciló él. ¿Acaso le había molestado algo?

Demelza, viendo la incertidumbre en sus ojos, aclaró con una sonrisa, "Todo está bien. Solo que creo que es lo mejor, por los "detalles" que hablamos antes…"

"Oh, . Claro. Pero puedes quedarte aquí… o en la habitación de abajo. Creo que la Señora Martin la arregló también."

"No te preocupes. Estaré aquí por la mañana…" - dijo mientras se levantaba arrastrando la sábana para cubrirse y buscaba su ropa. Él se levantó también.

"Te llevo."

"No, no hace falta. Llamaré a un taxi otra vez."

"Tonterías, te llevo."

"Ross… ¿hijos? Estaré allí en un santiamén. Te aviso cuando llegue." Igualmente, Ross ya se estaba vistiendo.

Tampoco quiso llevarse el auto.

Después de que Demelza llamara al taxi, salieron al pasillo intentando no hacer ruido. Ella buscó el resto de sus cosas que estaban desparramadas por ahí, se puso su chaqueta y la mochila y abrió la puerta. Ross la seguía de cerca.

Mientras esperaban en el silencio de la noche en la puerta de la casita de la abuela de los niños, la abrazó. Hundió su nariz entre sus cabellos, oliendo su perfume. Su pelo aún estaba medio revuelto y había un dejó de perfume floral aún detrás de su oreja, pero más que nada olía a sexo y a ella. No quería que se fuera, menos sola a esa hora de la noche.

"Ross, me haces cosquillas…" – murmuró. Ella también había rodeado su cintura.

"¿Quieres que me afeite?" - preguntó mientras rozaba deliberadamente su barba en su cuello. Ella levantó los hombros.

"¿No te molesta?"

"No. En realidad, me da más trabajo afeitarme todos los días."

"Entonces déjala, estás de vacaciones."

Justo entonces las luces del auto doblaron calle arriba.

"Entonces ¿no te podré besar hasta mañana en la noche?"

"Nop."

Así que mientras el auto subía, le dio un beso que debía bastar hasta que fuera de noche otra vez. Sin aliento, Ross respiró aliviado cuando vio que el conductor era una mujer.

"Envíame un mensaje apenas llegues ¿Sí?"

"Sí, Ross. Hasta mañana."