Capítulo 33
"Ross… ¿me hablarías de ella?"
Ross se enderezó.
"¿Qué quieres saber?" – sonó más agudo de lo que pretendía. Notó como ella se retrajo, como arrepentida de haber preguntado. Pero aun estaban tomados de las manos, así que él dio un apretón para compensar su tono áspero. Ross prefería no hablar de su esposa con nadie, pero era un tema que parecía recurrente en Demelza. Ella quería saber, conocerla, pero no era justo para Regina que alguien la conociera a través de sus ojos, de sus recuerdos que estaban nublados por otros sentimientos.
"¿Cuándo pintaste esto?"
"Uhm… poco tiempo después de que nos casamos. Ella estaba embarazada de Jeremy…"
"Oh… se ve, se ve radiante." – dijo mirando el cuadro otra vez. – "Debe haber estado tan feliz entonces. Recién casada y esperando su primer hijo. Y su esposo pintó esto para ella…" agregó. Hubo un silencio. Ross quería decir algo, pero no le salieron las palabras. Demelza lo miró se reojo, una sonrisa triste en sus labios que no supo a que adjudicar. ¿Sentía lastima por él, por Regina? ¿Por los niños? ¿Por todo o por algo más? Ella fue a guardar de nuevo las pinturas en sus cajas.
"No sabía que esto estaba aquí." -Le dijo. La atmósfera había cambiado. Un rato antes habían estado sonrientes, juguetones, besándose y tocándose libremente y ahora parecía que había algo incómodo entre ellos. No había sido una buena idea, no debería haber dejado que ella entrara allí. "Lo había olvidado. Luego de que naciera Jeremy sacamos algunas cosas de la casa, se las traje a mi padre. Él las debe haber guardado."
"Hizo un buen trabajo. Todo está conservado y protegido de la humedad." - Comentó ella mientras volvía a guardarlos con igual cuidado. Aún quedaban algunas cajas por abrir. Ross se acercó a ellas. Parecían más viejas que las otras. Las abrió para inspeccionar que tenían mientras Demelza continuaba guardando los cuadros lentamente. Había más pinturas, Ross sacó una particularmente grande, se acordaba de esa. Era el cuadro más grande que había hecho, era de la costa de Cornwall. Demelza se acercó a observarla también.
"¡Judas! De verdad tienes talento…"
"¿Cómo sabes que es mío y no de Regina?"
"Ahora que los vi bien me doy cuenta de que tienen diferentes estilos. Usan distintas paletas de colores y la pincelada es distinta." - Él la miró admirado. De verdad sabía de lo que hablaba. – "Además," – agregó. – "Ella hacía la R.P. con una floritura."
El tema volvió a las pinturas mientras seguían ordenando. Se habían vuelto a relajar, aunque Ross sabía que no le había caído bien que no quisiera hablarle de su esposa.
"¡Por eso es que Clowie y Jeremy dibujan tan bien!" - Exclamó de repente, como si recién se diera cuenta de un descubrimiento. – "Siempre pensé que dibujaban muy bien para su edad, lo heredaron de ustedes. ¿O les enseñaste tú?"
Ross movió la cabeza. De más estaba decirle que él no había enseñado muchas cosas a sus hijos antes de que ella llegara. "Tal vez Regina le pudo haber enseñado algo a Jeremy. Pero no a Clowie."
"Tienes que enseñarle. A Clowie le encanta pintar, se pondrá muy contenta cuando sepa que a ti también…"
"No he pintado en años…"
"No creo que te hayas olvidado de como hacerlo." – dijo. Ya había guardado todo. Solo quedaba la pintura de las manos, que Demelza sostenía estudiando atentamente. – "Creo que esta es mi favorita. Es tan simple y la vez tiene tantos detalles, tanto trabajo." Dijo.
"Llévala. Es tuya."
"Oh, Ross. No. No lo dije por eso."
"Lo sé. Lo dices sinceramente y me siento halagado. Y si te gusta quiero que sea tuya. En realidad, todo es tuyo."
"¡Judas, Ross. No!"
"Tú los encontraste. Estaban aquí escondidos en la oscuridad hasta que tu llegaste. Si crees que alguno vale la pena o puede servirte para algo puedes venir por ellos cuando quieras."
"¿Valer la pena? Ross, algunos son dignos de estar colgados en una galería. Es una pena que estén escondidos aquí."
"Como dije, son tuyos ahora." - Demelza se mordió el labio inferior, mirando de nuevo la pintura de las manos.
"Gracias. Me llevaré esta ahora." Dijo sonriente de nuevo y se acercó a darle un dulce beso en agradecimiento.
Cerraron el deposito y volvieron a bajar las llaves térmicas de la casa. Demelza esperó que él pusiera llave de nuevo a los candados y tomó su mano para regresar al auto adonde guardaron las herramientas y la pintura. Ella la miraba de tanto en tanto, de verdad le gustaba.
"¿Quieres bajar a la playa?" – le preguntó, ella asintió.
El sol se estaba poniendo sobre el horizonte pero el aire aún se sentía tibio, el verano testarudo se rehusaba a irse. Fue una bajada fácil, aunque bastante empinada. Ross no la soltó en ningún momento. Demelza jadeó cuando estuvieron sobre la arena y ante la gran extensión de playa desierta.
"¡Judas! ¿Esta es tu playa?"
"Sip."
Demelza soltó su mano para sacarse las zapatillas. Comenzó a caminar sobre la arena, contemplando los altos acantilados a un lado y el extenso mar del otro. Ross se recordó corriendo por esa playa con su primo. Los picnics con su madre, había ido con Regina también un par de veces cuando eran novios. Y ahora había vuelto. Parecía que aquello hubiera sido en otra vida, la de otra persona. El verdadero Ross era el que estaba allí en ese momento, con Demelza.
"Deberíamos traer a los niños. Hacer un picnic. Les va a encantar." Dijo risueña y con los pies apenas en el agua. El volvió a tomarla de la mano para que ella lo mirara. Por suerte la incertidumbre de un rato atrás había pasado, y ahora volvía a ser la Demelza alegre, esa que lo miraba con algo parecido a adoración en sus ojos. Dejó que la besara. Sus manos fueron a la parte pequeña de su espalda, una encontró su camino más abajo y le apretó una mejilla del trasero. Ella despegó sus labios y levantó una ceja. La otra Demelza, la Demelza sensual que lo visitaba solo por las noches se hizo presente también. Ross se preguntó si…
"Ven." - Se dio media vuelta y comenzó a desandar el camino. Arrastrando a Demelza con él.
"¿Qué? ¿Adónde vamos?"
"Te mostraré algo más…" – se giró para mirarla un momento y guiñarle un ojo. Un bonito color rosado se extendió en sus mejillas.
Volvieron a subir a la casa, pero no se demoraron allí. Ross siguió guiándola hacia otra bajada, esta vez una mucho más rocosa y que les costó descender. Tuvo que levantarla en un par de ocasiones en donde el salto era muy alto o particularmente difícil.
"¿Vamos a poder volver a subir?" - preguntó ella preocupada mirando hacia atrás.
"Sí, nunca me quedé aquí abajo atrapado. Valdrá la pena, no te preocupes." - Aunque no muy convencida, Demelza lo siguió. Ross la llevó a una pequeña caleta, enmarcada entre dos rocosos acantilados que la protegían de las olas del mar. Ese día particularmente el agua estaba calma y transparente, como si los hubiera estado esperando.
"Ross… ¡que hermoso!" - Exclamó cuando estuvieron frente al agua. El sol caía en la distancia, pero aún iluminaría la costa por unos minutos más. Había brillado todo el día, de seguro el agua estaba tibia.
Él la miró maliciosamente, prácticamente lamiéndose los labios. Ella sabía que planeaba algo, ya lo conocía.
Le tomó menos de un minuto quitarse las zapatillas, las medias, la remera y los jeans. Quedó en calzoncillos, pero se los quitó también.
"¡¿Qué haces?!" - Pero Ross ya estaba chapoteando en el agua. Caminó unos metros hasta que el agua le llegó a la cintura y se sumergió de cabeza. Como supuso el agua estaba increíble.
Demelza aún lo estaba mirando atónita desde la costa. Ross hizo pie y le gritó: "¡¿Vas a venir o qué?!" - Casi que podía escuchar su ¡Judas! Pareció vacilar, lo seguía mirando. Sabía que no le gustaba mucho el agua, pero Ross se sumergió un par de veces más y cuando sacó la cabeza la vio que estaba descalza quitándose los pantalones, luego la remera. Y en ropa interior fue hacia él.
"¡Judas, Ross!" – le dijo cuando estuvo cerca. El rio. Ella lo salpicó en la cara, pero él la tomó de la mano y sumergió su cuerpo. Ella chilló ofendida. Pero cuando salió e hizo pie lo rodeó con sus brazos. Sus cuerpos mojados y resplandecientes, el sol reflejándose en las gotas sobre su piel. Ross besó su hombro, su cuello mientras ella sonreía y acariciaba su trasero bajo el agua.
"Ven, vamos más allá."
Demelza lo miró con recelo, pero se dejó llevar tomada de su mano mientras él nadaba mar adentro. Cuando se detuvo y ella se quiso apoyar en el fondo, se alarmó un poco al notar que no hacía pie, pero él estuvo siempre sujetándola. Le indicó como mover las piernas para mantenerse a flote y nadar estilo rana, por algo debía empezar. Pronto se sintió más confiada, soltando su mano para alejarse un poco y volviéndose a acercar. Solo sus cabezas asomaban sobre la superficie del agua, dándose besos y sonriendo. Ross nunca había hecho eso con nadie. Era… era más romántico que sexy, aunque él había ido por lo segundo. Pero era muy placentero así, solo jugueteando en el agua. Debería sentirse preocupado por lo que le depararían los próximos días, por lo que lo esperaba en Londres y por el futuro que acababa de destruir. Pero no era así. Era como si se hubiera quitado un gran peso de encima, como si el Ross siempre serio y al que lo único que le importaba era la empresa estuviera desapareciendo lentamente. Como si se hubiera quedado en la ciudad. O tal vez él había cambiado en esas dos semanas, porque ahora todo parecía estar en su lugar.
Allí, con Demelza nadando en la caleta de su antiguo hogar al atardecer. Se sentía… se sentía feliz.
Después de todo lo que había sucedido entre ellos, todo había cambiado y a su vez, todo parecía haber vuelto a la normalidad. Sólo que era una normalidad que jamás había experimentado y que tenía los días contados porque ellos debían irse ¿no es así? Ross no estaba seguro de cómo procesar eso, pero por ahora funcionaba. Y quería disfrutar cada momento a su lado.
"Tienes los labios fríos. Deberíamos volver." - Dijo ella luego de besarlo. Sus piernas envolvían las suyas bajo el agua, de tanto en tanto sus pechos se asomaban sobre la superficie. El corpiño que se había dejado se volvió traslúcido con el agua, y él había masajeado sus senos, sus pezones duros como piedras, pero no habían llegado más lejos que eso.
Ross se cubrió sus genitales en la parte baja del agua, al salir le había dado frío y las cuestiones habían empequeñecido. A veces las cosas no eran como sucedían en las películas. Demelza se rio con tantas ganas que casi cae de bruces al agua de nuevo. Cuando lo alcanzó en la orilla, él ya se había puesto la ropa interior y la ayudó a secarse un poco con su remera antes de vestirse. Ella se volvió a reír cuando luchó, y casi pierde, con sus pantalones. "Eso te pasa por usar jeans tan apretados."Le dijo entre risas. Ella ya se había cubierto y estaba escurriendo su cabello. Estaba blanca y tenía los labios algo azulados, de seguro tenía frío, pero no se quejó.
El camino hacia arriba no fue tan difícil como ella había pensado y pronto estuvieron sentados en el refugio del auto. Ross encendió el aire acondicionado para calentar sus cuerpos, Demelza frotó sus manos sobre la salida del aire como su fuera una estufa.
"Fue una estúpida idea…" - comentó, al verla tiritar ligeramente.
"No. A mí me encantó."
"¿De verdad? Estas helada."
"De verdad. Fue… fue muy romántico." Dijo ella. Un ligero rubor coloreó sus mejillas. – "Nunca había hecho nada así. Bueno, nunca hice muchas de las cosas que hago contigo, como ya sabes." Agregó. Él le sonrió. Le gustaba que fuera así. No quería que hiciera nada de lo que hacía con él con nadie más. "¿Cómo están las cosas por allí abajo?" - Ahora fue su turno de ruborizarse.
"Volviendo… a la normalidad."
"Me alegro, porque pensaba que…" - Y allí apareció de nuevo. Su chica de los labios rojos… bueno, algo violáceos.
Lo besó. El dejó que ella invadiera su boca con su lengua. Murmuró algo acerca de 'entrar en calor' mientras se subía de rodillas sobre su regazo y él buscaba a tientas la manija para correr el asiento hacia atrás…
Una hora después estaban de vuelta en la carretera rumbo a casa. Demelza manejaba. él aún estaba medio aturdido por el orgasmo al que Demelza lo había llevado con sus labios. Dios... Al final tuvieron que bajar las ventanillas porque se había puesto demasiado caluroso adentro del auto.
"Ross…" - La escuchó decir. No se dio cuenta que había cerrado los ojos y estaba dormitando. "Ya falta poco para llegar. Voy a parar en el pueblo a ver si conseguimos algo para comer, no tengo ganas de cocinar."
El bostezó desperezándose, acariciando la mejilla de Demelza y luego se estiró a darle un beso.
"No te preocupes. Yo cocino esta noche."
"¿Tu? ¿Ahora resulta que además de pintar sabes cocinar?"
"Creo que me las puedo arreglar con un paquete de fideos."
