Disclaimer: nada de esto me pertenece, los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Rochelle Allison, yo solo la traduzco.


VENTURE

Capítulo dosAbrir el apetito

Entrecerrando los ojos contra el intenso sol de Texas, me limpié el sudor de la frente y me terminé la botella de agua.

Era el comienzo del segundo día y ya estaba harta. Aunque no podía permitirme pensar así, no cuando ni siquiera habíamos llegado a la mitad. Había intentado distraerme con música y lectura, además de con mi diario. Daba gracias a Dios por mi teléfono y el internet.

¿Qué hacían los viajeros antiguamente? Me estremecí solo de pensar en los kilómetros de aburrimiento.

Nuestro conductor de entonces paseaba tranquilo, levantando polvo mientras volvía al bus. Tenía que tener por lo menos sesenta años. Me pregunté cuánto tiempo llevaría haciendo aquello. Por su postura y la serena expresión de su cara, me llevé la impresión de que le gustaba su trabajo, lo que molaba. Seguro que a aquellas alturas había visto todos los rincones del país.

Dejando a un lado las extremidades doloridas y la necesidad de ducharme, mi viaje no era tan horrible como había imaginado que sería. Cuando Alice me había invitado a volver a Seattle y yo había empezado a buscar medios de transporte, los autobuses Greyhound estaban al final de la lista ―hasta el punto de que no estaba segura de ir en uno ni aunque me pagaran.

Tuve que bajarme del caballo muy pronto, en cuando vi que el avión e incluso el tren se salían de mi presupuesto. Me sentí especialmente mal por el Amtrak; ver la campiña en el tren sonaba mágico. Pero era demasiado caro y, al final, compré un billete de bus por menos de cien dólares.

Una cosa era segura: estaba sacando unas fotos geniales y viendo las entrañas de pequeños pueblos que ni siquiera había sabido que existían. Sentía que estaba viendo verdaderamente América y, aunque dudaba que volviera a hacer aquello alguna vez, una parte de mí lo estaba disfrutando de verdad.

La parte de mí a la que le gustaba bañarse se estaba quejando un poco, pero intenté ignorarla por el momento.

Me estiré una última vez y luego seguí al resto de pasajeros de vuelta al autobús. Esa vez habíamos parado en un McDonalds, no una estación de autobuses, así que nadie subió ni bajó. Esa era otra cosa que había aprendido: el bus en sí no estaba tan mal... eran las estaciones de autobús las que solían ser turbias. Algunas estaban bien, pero otras olían mal o daban mal rollo, ya fuera porque estaban llenas de potenciales amenazas o porque estaban espeluznantemente vacías. Cuando parábamos en esas me retraía, abrazándome con fuerza a mis mochilas y presionando la cara contra la ventana.

Pero había tenido suerte. Los dos autobuses en los que habíamos estado tenían aire acondicionado que funcionaba y se movían bien. Habíamos pasado junto a muchos otros autobuses que se habían quedado tirados junto a un lado de la carretera. Un par de ellos habían sido autobuses alquilados, pero otros habían sido un Greyhound como el nuestro. Recé casi sin parar porque el nuestro llegara hasta Seattle sin problemas. Habíamos cambiado de conductor unas cuantas veces más, pero no de autobús.

Cuando nos marchábamos de Fort Stockton, toqué la pequeña bolsa de plástico que llevaba en el bolsillo. Rose me había guardado ahí un par de porros justo antes de marcharme ―un pequeño regalo de despedida. Nunca me había gustado mucho fumar antes de ir a quedarme con Rose, pero ella y sus amigos de playa me habían abierto el apetito por ello. Habíamos pensado que mi viaje en autobús iría mejor con la ayuda de un poco de hierba pero, de momento, no había visto ningún buen lugar. Lo último que necesitaba era que me arrestasen o que se fueran sin mí porque estaba demasiado colocada como para prestar atención.

Tardamos una eternidad en cruzar Texas. Era el estado más grande. Era algo que había aprendido en la escuela, pero cruzarlo me hizo ser más consciente de ello. Era terrible, incluso las zonas secas. Desde que habíamos dejado Florida, habíamos cruzado Alabama, Mississippi, Louisiana y ahora Texas. Según Google Maps, nos dirigíamos al noroeste, hacia Nuevo México.

Bostezando y con la tripa llena después de darme el capricho en McDonalds, me acomodé con un libro.

* . *

Paramos en Phoenix, Arizona, en algún momento de la noche. Estaba tan desorientada que ni siquiera sabía qué hora era. Pero debía ser tarde, porque los días todavía eran largos.

Aquella era una parada importante y mucha gente se bajó del bus. Ansiosa por ver quién se subía, jugueteé con la tira de mi mochila. Tuve que sentarme junto a gente de forma intermitente a lo largo del viaje y había tenido suerte. Una abuela, un chico que solo hablaba español pero que durmió casi todo el rato, y una chica muy parlanchina que se subió en Biloxi y se bajó en Shreveport.

Esperaba tener el asiento de al lado vacío esa vez pero, según veía cómo el bus se llenaba, supe que tendría que coger mi mochila y dejarle el asiento a alguien. Mordiéndome el labio, me volví hacia la ventana. Fuera estaba tan oscuro que no podía ver nada más que el reflejo iluminado del interior del bus.

Él fue el último en subir. Le miré un momento, fijándome en su impasible tranquilidad que se convirtió en un ceño fruncido cuando se hizo aparente que no había ningún sitio libre.

Me giré, señalando en silencio mi asiento. Nuestras miradas se encontraron y él asintió, dejando ver su alivio mientras cruzaba el pasillo hasta dónde yo estaba.

―Gracias ―dijo, sonriendo ampliamente mientras se sentaba.

Olía muy bien. El bastardo afortunado seguro que acababa de ducharse. Consciente de cuánto hacía que yo no lo hacía, me aparté con sutileza, dándole una pequeña sonrisa.

―No hay problema.

―Edward.

―Bella.

Él asintió de nuevo, acomodándose en su asiento, despatarrado en el pequeño espacio.

Le miré de reojo, haciendo un pequeño inventario. Tenía un buen perfil. Nariz recta, labios carnosos aunque agrietados... como los míos. Piel pálida, pelo ¿castaño? A lo mejor. La estridente y brillante luz hacía difícil saberlo. Miré de nuevo. ¿Rojizo?

Él soltó una suave risita y yo bajé los ojos de golpe.

No estaba del todo segura, pero... me pareció que él también había estado mirándome de reojo.


¡Hola!

Como os prometí, aquí tenéis el segundo capítulo.

El viaje continúa y ya ha aparecido Edward. Estoy deseando leer vuestras opiniones sobre el capítulo.

Nos vemos el próximo sábado. Gracias por estar ahí.

-Bells :)