Disclaimer: nada de esto me pertenece, los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Rochelle Allison, yo solo la traduzco.
VENTURE
Capítulo tres – Simple
Parecía que Edward escuchaba música, así que me puse mis auriculares e hice lo mismo. También me olfateé con disimulo, esperando por Dios no oler mal. Me había estado lavando los dientes en lavabos públicos... reaplicando desodorante y cambiándome de camisa cada día, normalmente en pequeños cubículos de baños de restaurantes de comida rápida, pero no era lo mismo que ducharse. Obviamente.
Y había un límite de loción con olor a coco y lima que una chica podía ponerse, ¿sabes?
Sin embargo, cuando me aseguré de que probablemente olía bien, me acomodé y miré por la ventana. Habían vuelto a apagar las luces del bus para que la gente pudiera dormir y podía volver a ver el exterior. El brillo de las luces de Phoenix dejó paso rápidamente al suave terciopelo de la noche.
Pero no podía dormir. Lo intenté... pero no podía.
Mis ojos se habían acostumbrado a la semi-oscuridad y pude sentir a Edward mirándome. Mi corazón se saltó un latido; en parte porque estaba muy bueno, pero también porque era un extraño... que me estaba mirando. Me habría sorprendido un poco que estuviera interesado en mí. No era tonta; sabía que, incluso en mis mejores momentos, era un poco simple. Cuando tus mejores amigas son monadas rubias y animadas castañas, aprendes muy rápido lo que es ocupar un segundo lugar en la vida.
Edward se quitó los auriculares abruptamente.
Sobresaltada, me quité los míos como por reflejo.
Él colocó su cuerpo hacia el mío.
―¿Y?
―¿Y? ―Me coloqué el pelo detrás de la oreja. A pesar de estar un poco desaliñada por los días de viaje, esa era una de mis mejores características. Me gustaba mi pelo y lo había llevado largo desde pequeña.
―¿Dónde vas?
―Washington ―dije―. El Estado.
―Sí ―dijo, sonriendo lentamente―. Quiero decir... Washington DC está en la dirección contraria.
Mi cara se calentó y reí suavemente.
―Sí.
―Yo voy a Portland. ―Su sonrisa se torció, extendiéndose solo hacia un lado―. Oregón.
―Oh. ―Asentí―. ¿Vives allí? O... ¿aquí?
―Vivo aquí, pero puede que me mude allí en un par de meses. Una amiga lleva intentando como un año que me vaya allí, así que... he pensado que estaría bien ir solo para que se calle.
―Oh ―dije de nuevo. Me pareció que la falta de sueño me estaba volviendo estúpida; sentía que tenía un algodón rodeando mi cerebro. Además, Edward era incluso más atractivo cuando hablaba. Podía ser un problema―. Eso está bien.
―Supongo ―dijo, encogiéndose de hombros. Me miró un momento, el tiempo suficiente como para empezar a ponerme nerviosa, y luego se hundió en su asiento casi como si estuviera decepcionado o algo.
Probablemente con mi mierda de habilidad para entablar conversación.
―Y, ¿esta es la primera vez que vas? ―solté atropelladamente.
Él asintió.
―Sí. Pero lo estoy deseando. Tenemos un par de cosas en mente... como conducir hasta la costa. Nunca he visto el océano.
―¿Qué? ―pregunté asombrada―. ¿Nunca?
―Nop. ―Sacudió la cabeza y, durante un segundo, pareció un poco avergonzado.
―Oh, guau. Yo... crecí cerca del mar. De pequeña me parecía frío y me daba un poco de miedo, pero a veces estaba bien... a mi padre le gusta pescar. En lagos, el océano, donde sea. A veces iba con él. De pequeña. ―Me mordí el labio, volviendo a sacudir la cabeza―. Y acabo de pasar los últimos meses cerca de West Palm Beach. Me encanta el océano.
―Ya veo ―dijo suavemente.
―A ti también te encantará ―dije―. Sobre todo en esta época.
―Puede. ―Se pasó los dedos por el pelo―. Y... ¿qué hay en Seattle? ¿Ahí es dónde creciste?
―No, crecí en un pequeño pueblo llamado Forks. Es... diminuto. Y está en el bosque. Pero, de todas formas, mi mejor amiga está en Seattle. Bueno, una de ellas. Acabo de dejar a la otra.
―¿Otra mejor amiga?
―Sí.
―Que suerte ―dijo con una pequeña risa.
―¿Qué? ―Yo también reí, pero más porque era algo para llenar el espacio. No sabía si me estaba tomando el pelo ni porqué.
―Dos mejores amigas.
―¿Cuántos mejores amigos tienes tú?
―Cientos. ―Sonrió satisfecho, estirando las piernas hasta que salieron al pasillo.
―"Cientos" y "mejores" son como... opuestos ―dije con un resoplido―. Solo puedes tener un par.
―En realidad, solo puedes tener uno. "Mejor" es una característica del número uno, el ganador.
Rodando los ojos juguetonamente, sacudí la cabeza.
―Afortunadamente, las amistades no son así.
―¿No lo son?
―No.
―Por suerte, las relaciones sí lo son ―dijo―. Imagina tener dos novios...
―O cientos... ―dije―. Bueno, supongo que algunas personas sí que hacen eso.
―Esos no son novios o novias. Son rollos.
―Cierto ―dije, incapaz de no mostrarme de acuerdo.
―Así que te tomas esas cosas en serio ―dijo él.
―Sí. ¿Tú no?
―Sí.
* . *
Sabiendo que era muy tarde, ahogué una risita. Edward contaba los chistes más sucios que había oído.
―Eso es asqueroso ―susurré, dándole un empujón.
―Pero divertido ―dijo él, sonriendo de lado.
Asintiendo, me recosté en mi asiento, dándome cuenta de que, de nuevo, nos habíamos acercado. La verdad es que no me importaba la proximidad. Hablar con él era algo casi tan natural como hablar con Rose o con Alice. Nuestros forzados comienzos habían dado paso a un sencillo entendimiento, enfatizado por tonterías susurradas y risitas.
Él también se recostó, engreído y satisfecho por mi diversión. Parecía disfrutar haciéndome reír. Era algo muy masculino y descubrí que me encantaba ser el centro de su atención, incluso aunque fuera porque no tenía más opción en cuanto a la compañía. Claro, podría haberme excluido usando unos auriculares o durmiendo ―esa habría sido otra opción―, pero no lo había hecho. Así que ahí estábamos.
Nuestros iPods estaban apagados por el momento ―el mío en su regazo, el suyo en el mío. No pasó mucho tiempo antes de que empezáramos a hablar de música, ya que era obvio que era algo que teníamos en común. Era raro; nos gustaban grupos y estilos diferentes pero, coincidencia, a veces escuchaba algo en una de sus listas de reproducción que me recordaba a algo de la mía.
Él se echó a reír cuando vio que había creado una lista específica para el viaje por carretera y luego señaló la suya.
Me dio uno de los Red Bull que llevaba en su mochila. Yo le di un trozo de Hubba Bubba.
Jugamos a las veinte preguntas; el juego de verdad, en el que nos turnábamos para adivinar lo que el otro estaba pensando.
―¿Es rubia?
―Sí.
―¿Siempre ha sido rubia?
―No.
―¿Es una cantante?
―Sí.
―¿Es Madonna?
―No.
―¿Britney Spears?
―...sí.
Edward hizo una mueca.
―¿Britney Spears, Bella?
―¿Qué? Tuvo temas muy buenos... ―Hice una pompa de chicle tan grande que amenazó con explotar en las caras de los dos.
―No. Solo... no.
―Oh, vale. Solo... no creas que no he visto a Taylor Swift ―susurré, señalando su iPod.
―¿Qué? Estás loca.
―¡No lo estoy! ―Cogí el aparato y pasé canciones rápidamente hasta ver el nombre que había visto antes―. ¡Ajá! Taylor Swift. Y no una, sino dos canciones. ¿En serio, Edward? ¿En serio?
―Déjame ver eso ―siseó, quitándome su iPod. Estaba demasiado oscuro como para verlo con claridad, pero habría apostado dinero a que estaba rojo―. No puede ser... Yo no he metido esto.
―Sí, claro ―dije con una risotada―. Alguien te las ha colado, eh.
―En realidad sí.
―¿Quien? ¿Tú hermana pequeña? ―Me había dicho que tenía una, de once años llamada Charlotte. La llamaban Charlie y le expliqué que así se llamaba mi padre.
―No. ―Sacudió la cabeza, presionando botones y borrando―. Mi ex.
―Oh. ―Bueno, eso era un poco incómodo.
―Sí... a ella le encantaba Taylor Swift. Siempre andaba dedicándome canciones...
―¿Cómo en la radio? ―pregunté, preguntándome si me estaría tomando el pelo otra vez.
―Sí.
―Estás mintiendo ―bromeé.
―No lo hago ―dijo, riendo.
―¿Cómo se llamaba?
―Katie.
―Así que... ¿por qué es una ex ahora?
Él se encogió de hombros, haciendo una pompa con el chicle.
―Por unas cuantas cosas. Yo quería dejar la ciudad y ella siempre ha estado celosa de Lauren, que es la amiga a la que voy a visitar. Y luego empecé a oír rumores de que ella y mi amigo, Ben, se estaban enrollando y, después de un tiempo, fue... más malo que bueno. Drama y todo eso.
Le estudié, intentando descubrir si aquello le estaba molestando más de lo que dejaba saber, pero no lo parecía.
―¿Qué hay de ti? ―preguntó después de un largo momento.
―¿De mí? ―pregunté―. ¿Te refieres a novios y eso?
Él asintió.
Sacudí la cabeza.
―No hay nadie. ―Pensé en James, el rubio de ojos azules con el que me había liado a veces durante el verano. Todo el mundo le llamaba Jamie. Tenía una tienda de surf.
Edward asintió. Su teléfono vibró y él bajó la mirada al aparato. Pude verle sonreír en la oscuridad antes de que respondiese al mensaje.
―Y... ¿tú fumas? ―pregunté.
―¿Hierba? ―Levantó la mirada sorprendido―. Demonios, sí.
―Tengo dos porros, pero no me he sentido realmente cómoda...
―Creo que la próxima parada es de media hora. Podemos... ―Se inclinó hacia mí, oliendo a chicle y a chico―. Quiero decir que, si tú quieres, podemos fumárnoslo entonces.
Asentí de acuerdo.
―Vale.
―Bien ―dijo, apretándome la rodilla.
Era la primera vez que me tocaba de forma tan intencionada y me tensé sorprendida. Pero él no pareció notarlo y volvió a lo que fuera que había estado haciendo en su teléfono.
Un segundo después, estaba ocupando de nuevo mi espacio personal.
―¿Edad a la que fumaste por primera vez?
―A los dieciséis, pero no lo he hecho mucho hasta este verano. ¿Tú?
―A los catorce y paso por fases.
―¿Cuántos años tienes? ―pregunté, dándome cuenta de que había pasado por alto lo más básico.
―Acabo de cumplir veintidós.
Asentí.
―Yo tengo veinte. Aunque cumpliré veintiuno en septiembre.
El conductor anunció nuestra siguiente parada, que era de la que Edward había hablado antes: Escondido, California.
Metí la mano en mi bolsillo para asegurarme de que tenía lo que necesitábamos y luego me incliné hacia Edward.
―Oye.
―¿Qué pasa?
―Me gustó un poco Love Story ―admití―. Yo... me pareció dulce.
Él sonrió satisfecho.
―A todas las chicas les gusta esa canción.
―No a todas.
―Bueno. A ti te gusta, así que... Es irrelevante.
―Sí.
Fuera, el amanecer ardía en el horizonte. Nuestro autobús hizo su parada.
¡Hola!
Las que me seguís en Facebook sabréis que me tocaba actualizar ayer. Bueno, se me olvidó. Aunque supongo que después de dos meses sin actualizar, un día más es irrelevante, como diría Edward.
Se suponía que hoy tenía que subir el capítulo 4, pero como ayer no actualicé, lo haré mañana. Mientras tanto contadme qué os ha parecido este capítulo. Estoy deseando leer vuestras opiniones.
Muchas gracias por seguir ahí.
-Bells :)
