Disclaimer: nada de esto me pertenece, los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Rochelle Allison, yo solo la traduzco.
VENTURE
Capítulo cuatro – Limonada
Nos unimos a la cola que bajaba del autobús, bostezando y estirándonos con todos los demás. Los Arcos Dorados nos llamaban desde el otro lado del aparcamiento y había una gasolinera a nuestra izquierda, pero todo estaba tranquilo.
Mi estómago gruñó. Hacía bastante desde que había comido por última vez y miré anhelante el brillo del McDonalds.
―Podemos coger algo para comer después ―dijo Edward en voz baja―. ¿Seguro que quieres fumar?
―Sí... ¿tú?
Él asintió.
―Simplemente no quiero que estés nerviosa.
―Estoy un poco nerviosa ―confesé―. Pero quiero hacerlo.
―Entonces ven. ―Su mano bajó a la mía y me llevó a una zona más oscura, cerca de un grupo de árboles junto a un contenedor de la basura. Era un lugar un poco raro, teniendo en cuenta que estábamos en medio de una ciudad.
Cuando estuvimos tan escondidos como fue posible, cogí mi mechero y encendí un porro, dándole varias caladas antes de pasárselo a Edward. Él cerró los ojos mientras fumaba, sonriendo.
―Es buena ―dijo, exhalando.
Asentí.
―Rose tiene buenas conexiones.
No nos entretuvimos, conscientes de que los minutos pasaban rápidamente. Cuando el porro se convirtió en una colilla, Edward se acercó un poco más.
―¿Lo termino y aspiras el humo?
Asentí, colocada tanto por la hierba como por Edward. Y por el hecho de que él quisiera acercarse tanto. Con una risita, yo también me acerqué a él, cerrando la distancia.
―¿Qué? ―susurró, con los ojos vidriosos y la boca sonriendo ampliamente.
―Nada ―contesté también en un susurro. La verdad era que creía que todo eso de aspirar el humo de la boca de otro era una forma de ligar, pero no me importaba. No me importaba nada.
Él devolvió su atención al porro e inhaló muy profundamente, luego agachó su cara hacia la mía. En ese momento en que estábamos de pie en lugar de sentados, pude apreciar lo alto que era. Sus manos descansaron en mis hombros mientras él exhalaba el humo. Yo me agarré a las presillas de su cinturón mientras lo recibía. Nuestros labios se rozaron levemente.
Sí, era innegable. Definitivamente, algo se estaba formando entre nosotros.
Con un ligero temblor, me recogí el pelo en una coleta ―principalmente para darme algo que hacer mientras Edward se encargaba de la colilla.
Parecía que la mañana había llegado con rapidez mientras habíamos estado escondidos tras esos árboles porque, cuando salimos, todo parecía más brillante y soleado. Y lo era. También estábamos muy colocados. En mi caso, mi estado se veía realzado por el cansancio y me sentía flotar. Esa vez fui yo quien cogió la mano de Edward. Él la movió hasta tener nuestros dedos entrelazados y mi estómago dio un salto.
Y gruñó.
―Maldición, tienes hambre ―comentó, tirando de mí hacia McDonalds.
Me sentía demasiado bien como para avergonzarme. Y, además, Edward también se frotaba el estómago.
El conductor estaba saliendo con un refresco en la mano. Nos echó una mirada.
―Nos vamos en cinco minutos.
―Vale ―dije rápidamente, intentando no parecer muy ida.
Dentro, el restaurante era un paraíso de deliciosos y grasientos olores, y colores súper saturados. Lo quería todo, pero sabía que solo podía permitirme algo pequeño. Tenía que asegurarme de que lo que me quedaba de dinero me llegaba hasta Seattle.
―¿Qué quieres? ―preguntó Edward, inclinándose hacia mí―. Yo invito.
―No...
―Acabo de fumarme tu porro, Bella ―susurró―. Tranquila. Pide.
Me acerqué al mostrador y pedí un sándwich de desayuno, dos tortitas de patata y una limonada. Edward pidió lo suyo y prácticamente volvimos corriendo al autobús. Fuimos los últimos, claro. Me sentí cómo si todo el mundo nos mirase, cómo si supieran que estábamos colocados.
Dejamos Escondido mientras nos atiborrábamos entre fuertes risas.
* . *
Les envié un mensaje a Rose y Alice mientras Edward usaba el baño del bus.
Ya le había hablado a Rose sobre Edward y aproveché para actualizar información, contándole lo de cuando habíamos fumado.
Oh, sí. Le gustas.
Por lo de aspirar el humo, ¿verdad?
Totalmente.
¡Lo sabía!
¡Bien, Bella! ¡A lo mejor puedes echar un polvo!
¿En el bus? Qué asco. Pero te mantendré informada.
Alice estaba súper contenta porque estuviera más cerca.
Sé que estarás cansada cuando llegues, pero tengo planes para el día siguiente. El chico con el que salgo conoce a un tío que...
Siguió con varios mensajes muy detallados. Cada uno de ellos me hizo sonreír más fuerte.
―¿Qué es tan divertido? ―preguntó Edward, dejándose caer en su asiento.
―Mi amiga, Alice ―dije, contestándole al mensaje.
―¿Una de las mejores? ―bromeó.
―Sip. ―Solté mi teléfono y sonreí―. Está contenta porque vaya a vivir con ella.
Él asintió, pasándose su iPod de una mano a otra.
―Lauren... ¿está contenta por verte?
―Sí. Lo cierto es que crecimos juntos, así que... estará bien.
Me pregunté si serían algo más que amigos. O si Lauren quería serlo. Mierda, a lo mejor era Edward el que quería.
―¿Cómo es ella? ―pregunté en su lugar.
Él sacó su teléfono y buscó entre sus fotos.
―Esta es ella.
Rubia y bronceada, gran sonrisa, muy buen cuerpo. No era tan perfecta como Rosalie, pero muy mona.
―Oh, guau. ―Me mordí el labios, devolviéndole el teléfono―. Es preciosa.
Encogiéndose de hombros, se guardó el teléfono en la mochila.
―Yo las prefiero castañas.
Intenté contener la sonrisa que amenazaba con extenderse por mi cara.
―Ah, ¿sí? ¿Y qué prefiere ella?
―No importa ―dio él, riendo. Los ojos se le arrugaron mientras me miraba.
Oh, tío. Lo sabía. Estaba claro que lo sabía.
―¿Por qué no?
―Porque no.
Me metí un trozo de Hubba Bubba en la boca y le ofrecí un poco. Él lo cogió y nos entretuvimos unos minutos, haciendo pompas y explotándolas. Cogí mi teléfono y le saqué una foto antes de que pudiera detenerme.
―Oh, venga ya ―dijo con un gemido―. No es así cómo quiero que me recuerdes.
―¿Por qué no? ―pregunté con una risita.
―Porque no. No es muy masculino.
Rodé los ojos, riendo, y casi me ahogué con el chicle. Eso le hizo partirse el culo. Escupió su chicle en un vaso vacío.
―No puedo masticar esto ahora.
Las risas murieron tras un minutos. Nuestras miradas se encontraron, se apartaron y se volvieron a encontrar. Mi corazón se saltó un latido.
―Entonces, ¿cómo quieres que te recuerde?
Estábamos inclinados hacia el otro, de la forma en que habíamos estado desde que empezamos a hablar, como si no pudiéramos evitarlo aunque lo intentásemos. Edward sonrió un poco, mirando finalmente hacia mi boca.
Dejé de masticar.
Él se inclinó más cerca y luego se detuvo, como si estuviera esperando por mí. Me quedé helada y luego me moví hacia delante, encontrándome con su boca. Nuestros labios se presionaron.
―Chicle ―dijo en voz baja, casi susurrante.
―Yo...
Él volvió a besarme, metiendo la lengua en mi boca.
―Lo tengo ―dijo, sonriendo ampliamente. Hizo una pompa.
―Podrías haberlo pedido ―dije. Mi corazón se aceleró. Quería besarle de nuevo. Quería besarle sin parar hasta llegar a Seattle.
Él se recostó en su asiento, sonriendo juguetonamente.
Ya estaba. Tenía que ir a por ello.
―No haces más que provocarme ―dije.
―No es provocación si tú me sigues el rollo ―dijo, bajando la mirada de nuevo a mi boca. Se sacó el chicle.
Me incliné hacia él y tomé su cara, intentando no temblar. Su piel era verdaderamente suave. Olía a tortitas de patata. No podría volver a comer una más sin pensar en Edward.
Cuando nos besamos esa vez, fue duradero. Sin pretensiones ni juegos, ni escenarios forzados. Solo nosotros.
Y fue increíble.
¡Hola!
Bueno, se han acercado muy rápido. ¿Creéis que durará? Estoy deseando leer vuestras opiniones.
El fin de semana subiré los dos últimos capítulos del fic. Muchas gracias por seguir ahí.
-Bells :)
