Disclaimer: nada de esto me pertenece, los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Rochelle Allison, yo solo la traduzco.


VENTURE

Capítulo cincoAventura

Estaba más despierta que nunca, con el subidón de no haber dormido y de lo que quedaba de los efectos de lo que habíamos fumado esa mañana.

Y, por supuesto, de Edward Cullen.

El día era más brillante, el bus más animado. Mi corazón se expandió hasta volar, como un globo movido por la brisa. El hoyuelo en la mejilla izquierda de Edward. El lunar en su mano derecha. Sus dedos, que jugaban con los míos. Su boca.

Su boca. Su boca.

Me encantaba besarle. Había una gran diferencia entre besar a alguien debido a la embriaguez o la necesidad de contacto físico, y besar a alguien porque es la manifestación de la magia entre los dos.

Edward se detuvo, permitiéndose alejarse justo lo suficiente como para poder mirarnos. Llevábamos un rato enrollándonos de forma intermitente. Él me hacía desear mucho más y, aun así, era tan inocente. Tan fantástico de esa manera.

Como si, aunque no volviera a verle, el recuerdo de esos besos y del viaje se quedaría para siempre en mi cerebro como fotografías de ensueño de lo que era realmente vivir y enamorarse de alguien.

Porque yo nunca me había enamorado así. Nunca.

Y nunca tan rápido.

Era muy mala suerte que el único tío con el que había sentido una conexión sobrenatural no fuera a ser más que una aventura amorosa por el camino, efímera y dulce.

―¿Qué pasa? ―preguntó él en voz baja, alisando mi entrecejo con su pulgar.

―Pienso en... después ―dije, tragando. Pero me quedé cerca, no queriendo distancia entre nosotros si podía evitarlo.

―¿Qué pasa con eso? ―susurró con la mirada en sus dedos, sus dedos que estaban en mis mejillas.

―¿Yo... te veré? ¿De nuevo?

―Sí.

―¿Cómo?

―Pensaré en algo ―dijo, suspirando. Él volvió a colocarse en su asiento, estallando nuestra burbuja.

Yo me mordí el labio y fijé la mirada en mi regazo, sintiendo haber hablado. Aunque así era yo ―solía pensarlo todo demasiado.

Pero la mano de Edward encontró la mía de nuevo y, antes de que pudiera caer en algún lugar oscuro, me acercó a él, haciéndome cosquillas con su barba incipiente en mi mejilla. Ya me había dicho que, si no se afeitaba a diario, el vello le crecía con rapidez y podía ver a qué se refería. Sin embargo, me gustaba. Creía que podía gustarme todo de él, incluso las partes no tan perfectas.

Levanté la mirada hacia él y descubrí que él también me miraba, reemplazando el carácter juguetón y el cariño por algo más oscuro, más profundo. Levanté la cara hacia él, dejándole besarme.

* . *

Campos. Asfalto. Calor abrasador en estaciones de servicio polvorientas. Hierba. Cielos azules, sin una nube a la vista. Sacamos fotos del otro haciendo tonterías como rascar billetes de lotería o abrocharnos los zapatos. Compramos postales de los pequeños pueblos que visitamos, escribiendo nuestras observaciones en la parte trasera.

Menudo loco tras el mostrador. Le faltaba un buen hervor.

Nuestro bus entró en Oakland alrededor de las 3 de la tarde. Edward dijo que podríamos haber llegado en coche en menos tiempo, pero era obvio que eso no era una opción para ninguno de los dos en ese momento y, además... conduciendo no nos habríamos conocido.

Algo había pasado durante las nueve horas que más o menos habíamos tardado en llegar al norte. Era surrealista lo apegados y conectados que estábamos, como si hubiéramos pasado por algo juntos y en ese momento fuéramos uno. Aquella estación de bus era abrumadora. Enorme, llena de gente... Edward se quedó a mi lado, llevando una de mis bolsas como si fuera suya y recordándome que mantuviese los oídos y los ojos abiertos.

―También pasan locuras a la luz del sol ―dijo.

Teníamos una escala de tres horas. No estaba segura de la razón, pero aparentemente se debía a un cambio inesperado de conductor y tener que cambiar de buses. Mi corazón se encogió; no me había esperado aquello. Había estado segura de que Edward y yo estaríamos juntos hasta Portland, dónde él se habría bajado y yo habría seguido hasta Seattle.

―A lo mejor no significa nada ―dijo Edward, llevándome hasta un banco. Una vez sentados, sacamos nuestros billetes de nuestros bolsillos y los examinamos.

―Yo salgo a las seis ―dijo Edward, mirando sobre mi hombro.

―Yo salgo a las... cinco y media. ―Me mordí el labio, obligándome a no llorar. Por el amor de Dios. Le conocía desde hacía un día, pero estaba muy cansada y emocional, y lo había convertido en algo épico en mi mente. Y en mi corazón. Ni siquiera tenía energía para disgustarme conmigo misma.

Edward apoyó el brazo en el respaldo del banco, acurrucándome contra él.

―Iré a verte, Bella. Después de pasar un tiempo con Lauren y ponernos al día, iré a visitarte. ¿Vale? Solo será una semana o dos.

Le eché un vistazo.

―¿Estás seguro?

―Sí. Quiero verte. ―Sacudió la cabeza―. Esto es una locura.

―Totalmente.

Él rio, frotándose la cara con la mano.

―Este tipo de cosas no pasan.

Me puse de pie y me ajusté la mochila.

―Entonces hagamos algo. Tenemos dos horas.

Encontramos una cafetería a un par de calles y nos acomodamos en un banco. Estuvo bien comer una verdadera comida caliente... sentados... sin correr. De nuevo, Edward insistió en invitarme, diciendo que no sabía cuándo tendría oportunidad de volver a hacerlo.

―Me encanta la comida de desayuno ―murmuré, cerrando los ojos. Llené mi plato de sirope.

―¿A quién no? ―Él se acabó su comida mientras yo empezaba la mía.

―No creas que no me he dado cuenta de que me estás robando la fruta ―dije, sonriendo satisfecha.

Él sonrió ampliamente, metiéndose otra fresa en la boca.

―Estás tardando demasiado.

―Lo estoy saboreando.

Su expresión se suavizó, la diversión engreída se deshizo. Asintió y se puso de pie solo para volver a sentarse en mi lado del banco.

―¿Tienes tu teléfono a mano?

Me limpié las manos y saqué mi teléfono de mi mochila. Edward lo cogió y lo sostuvo en alto, inclinándose hacia mí.

―¿Lista?

Me arreglé el pelo y asentí.

―Mhm.

Nos sacamos un par de fotos con mi teléfono y luego otro par con el suyo. Él hasta tenía una app con un efecto de fotomatón y me prometió enviármelas más tarde.

Pero el tiempo pasó demasiado rápido y, antes de que me diera cuenta, estábamos de nuevo en la estación de bus. Caminamos lentamente hasta mi andén, con nuestras manos colgando unidas entre nosotros como si no tuviéramos preocupaciones cuando, en realidad, mi corazón estaba hundido en mi pecho.

Todo aquello había sido tan inesperado... Enamorarme de alguien durante aquél viaje era lo último que esperaba pero, ahora que había pasado, no podía imaginar volver a mi vida como si no hubiera pasado.

Me puse a la cola, permaneciendo al fondo. Edward me dio la vuelta y me besó, rodeándome fuertemente con sus brazos. Ya habíamos guardado nuestros números en el teléfono del otro y nos habíamos añadido en Facebook, así que... lo único que podíamos hacer era esperar.

Y ver.

Y desear.

―Adiós, Bella ―susurró, dándome un último apretón antes de soltarme.

―Adiós, Edward. ―Mi voz tembló, incluso aunque estaba susurrando, y bajé la mirada rápidamente, mortificada porque viera las lágrimas que había en mis ojos.

Pero él me levantó la barbilla.

―No me olvides.

―Como si pudiera. ―Resoplé, dándole un empujón―. Yo debería decirte lo mismo.

Él sacudió la cabeza.

―Yo soy un valor seguro.

Mi bus estaba lleno y, esa vez, fui yo la que tuvo que buscar un sitio para sentarse. Una mujer mayor, una pelirroja de mirada amable, le dio una palmadita al asiento que tenía al lado y yo me dejé caer en él, dándole las gracias.

―De nada, cariño; sé lo que es.

La miré vagamente sorprendida hasta que ella movió la cabeza hacia la ventana, donde todavía estaba un Edward de aspecto desolado, buscando con los ojos en las ventanas del bus. Buscándome a mí.

Sorbiéndome la nariz, me estiré con cuidado sobre el regazo de la mujer y di un golpecito en la ventana, moviendo el brazo para llamar su atención. Él sonrió ampliamente al verme y movió también los brazos. Y luego nos marchamos.

―¿Cuánto tiempo lleváis juntos? ―preguntó mi compañera de asiento, entablando conversación.

Tomé aire profundamente.

―Siento que una eternidad.

* . *

Alice estaba loca de entusiasmo cuando bajé del Greyhound esa noche.

Si no volvía a ver otro bus en mi vida, no sería suficiente. Aunque la experiencia no había sido tan traumática como había temido, me había dejado falta de sueño, agarrotada y en una necesidad desesperada de ducharme.

―¡Hola, cariño! ―exclamó, abrazándome.

―Hola, Alice ―dije, cerrando los ojos mientras le devolvía el abrazo. Estaba genial estar con ella. Y, no lo había esperado, pero también me sentía aliviada de estar de vuelta en Washington. Sentía que estaba más cerca de mis raíces, pero no excesivamente―. Te he echado de menos.

―Oh, tío, yo también ―dijo y su voz sonaba sospechosamente cerca de las lágrimas.

―Yo... ―Dejé la frase en el aire, mirando al alto tío que estaba a su izquierda―. Um... ¿hola?

―Oh, lo siento. Este es Riley. Se asustó un poco cuando le dije que iba a venir aquí tan tarde...

* . *

―Ugh, lo siento mucho ―dije, estremeciéndome―. Ojalá hubiera llegado antes. El trasbordo en Oakland nos ha retrasado.

―No te preocupes ―dijo Riley, sonriendo con serenidad―. He pensado que estaría bien traer a Alice y hacerle compañía.

―Que bien. ―Sonreí, cogiendo mi bolsa―. Bueno, ¿vamos?

Así que Riley había conducido. Alice y él se pelearon juguetonamente como amigos mientras yo escuchaba desde el asiento trasero. Ahora que estaba a salvo en mi destino, pude sentir cómo mi cuerpo se relajaba y me costaba mantener los ojos abiertos.

―Estoy segura de que te mueres de hambre ―dijo Alice.

―De hambre, de sueño, por ducharme...

―¿Qué te apetece?

―Cualquier cosa que no sea McDonalds.

* . *

Alice llamó a la puerta del baño.

―Entra ―contesté, bostezando bajo el agua de la ducha.

―¿Estás bien ahí? ―preguntó con una risita, echando un vistazo al otro lado de la cortina de la ducha―. Esto parece la ducha más larga del mundo.

―Lo sé. No quiero salir, pero estoy a punto de quedarme dormida aquí ―bromeé, cerrando finalmente el grifo.

―Oh, Bella. Pobrecilla. Eres tan valiente. Yo no sería capaz de cruzar el país en un autobús ―dijo, dándome una toalla.

―Al final haces lo que hay que hacer ―dije, encogiéndome de hombros―. Y, ya sabes... no ha estado tan mal.

―Oh, lo sé ―dijo con falsa modestia, apartándose mientras yo salía―. Has tenido a Edward para hacerte compañía, ¿no?

Mi corazón se saltó un latido. Le había enviado un mensaje en cuanto me había subido al coche de Riley y él había contestado al momento, diciéndome que se alegraba de que estuviera bien.

―Sí ―dije suavemente, secándome el pelo con la toalla.

―Oh Dios mío ―dijo Alice, acercándose―. De verdad te has enamorado de él, ¿eh?

Resoplé, asintiendo.

―Estúpido, ¿verdad?

―Claro que no. Es súper romántico.

Rodé los ojos, pero no pude llevarle la contraria.

―Sí... Lo ha sido, un poco.

―Espero poder conocerle.

Fuimos a mi nueva habitación, vacía excepto por un futón y las dos maletas que había llevado.

―Yo también ―dije, bostezando.

―Sé que estás cansada. Iremos a desayunar por la mañana. Hay un sitio que quiero enseñarte.

Le di un fuerte abrazo, agradecida por su amistad y por la oportunidad de empezar de nuevo.

Y, mientras me quedaba dormida, me permití a mí misma empaparme de las cosas buenas que la vida me había traído en lugar de la pesadez de la ausencia de Edward.

* . *

Fue sencillo formar una rutina en Seattle.

Mis padres me enviaron pequeñas cantidades de dinero para ayudarme hasta que empezara a cobrar un sueldo y eso me permitió ayudar con las compras, conseguir una bici de segunda mano y un buen par de zapatillas con las que servir mesas. Alice trabajaba por las noches y los fines de semana en un sitio de moda cerca de la U-Dub, y pudo conseguirme un puesto a mí también. Era la primera vez que trabajaba de camarera, pero descubrí que se me daba bien.

Alice también estudiaba a tiempo completo en la UW. Pasaría un tiempo antes de que yo tuviera esa opción, por una buena cantidad de razones, así que me centré en su lugar en trabajar tantos turnos como pudiera y ahorrar dinero. Sabía que, si me portaba bien y trabajaba duro, podría empezar el siguiente otoño, solo un año por detrás.

Los mensajes y llamadas entre Edward y yo empezaron con fuerza pero, al final de la segunda semana, empezaba a dudar que sus sentimientos fueran tan fuertes como los míos. Los dos estábamos tan ocupados con la vida...

Tampoco ayudaba que le gustara a Lauren. Sabía que era así; llámalo corazonada, pero cuando llamé una noche y contestó ella, informándome fríamente de que estaba "ocupado", lo confirmé.

Pero me encontraba en un buen momento en mi vida y no iba a dejar que algo como eso me hiciera descarrilar. De todas formas, ¿qué era lo que teníamos? Recuerdos de besos sexies y dulces, y una buena cantidad de historias increíbles de un viaje por carretera.

Y un montón de fotos.

Ugh, las fotos. A lo mejor si no tuviera tantas, habría sido fácil convencerme de que Edward Cullen era solo un producto de mi imaginación. Cada noche, me tumbaba en la cama y las miraba mientras sonreía, recordando cada momento con una claridad agridulce. Me producían una enorme nostalgia.

Y entonces, una mañana, me llamó.

―Hola ―contesté, entusiasmada por ver su nombre en mi pantalla.

―Hola. ―Pude oírle sonreír―. ¿Qué haces?

―Me estoy preparando para ir a trabajar. ¿Por qué? ¿Qué pasa?

―Bueno... quería subir. A verte.

―¡Sí! ―grité, sin molestarme en parecer calmada y despreocupada―. ¿Cuándo?

―¿El viernes?

―Eso es mañana ―dije, posando la mirada en el calendario que colgaba en la pared―. ¿De verdad vas a venir?

―De verdad.

Saber que Edward estaría allí en solo un día me mantuvo feliz para el resto del día. Alice estaba contenta por mí y me ofreció parar en el supermercado a hacer compras extra cuando volviera a casa más tarde. Esa noche me fui pronto a dormir, como una niña en Nochebuena, esperando que la mañana llegara pronto.

Al día siguiente estuve temprano en la estación de bus, esperando impaciente a Edward. Era raro estar al otro lado ―ser la que recogía en vez de la que llegaba.

Él fue de los primeros en bajar y, por la forma en que me levantó y me abrazó, cualquiera diría que hacía años que no nos veíamos.

―Me alegro tanto de que estés aquí ―dije, besándole.

Él me volvió a poner en el suelo y me devolvió el beso.

―Yo también.


¡Hola!

Soy un desastre. Ayer se me volvió a olvidar actualizar.

En fin, estos dos ya se han separado y se han vuelto a juntar. Estoy deseando leer qué pensáis. ¿Volverá Edward a su casa? O, ¿se quedará con Bella en Seattle? A lo mejor vuelve a Portland con Lauren... Contádmelo en los comentarios.

Mañana no voy a poder subir el capítulo 6 (el último), pero os lo dejaré el martes.

Muchas gracias por seguir ahí.

-Bells :)