Capítulo 43
DEMELZA
Otro domingo ajetreado. Si no fuera porque en realidad pensaba pasar el domingo en el campamento con sus amigos se habría molestado de verdad con Ross. Aunque ella misma dudaba que ello pudiera ser cierto. El revoloteo de las mariposas en su estómago y la sonrisa que no podía borrar de sus labios eran prueba de ello.
¡Judas! Había estado tan confundida esos días, esas semanas, a decir verdad. Intentando luchar contra sus propios sentimientos, negándose la realidad. Que lo amaba. Sí, estaba enamorada de Ross Poldark. Claro como el día, tan simple como respirar. ¿Desde cuándo? Internamente sospechaba que probablemente desde la Noche de Año Nuevo. Pero no podía ser así, era ridículo. No luego de una sola noche, ella no creía en el amor a primera vista. Pero tanto tiempo había pensado en él desde esa noche, aún sin conocerlo, que bien podría ser verdad. Quizás fue cuando él comenzó a pasar más tiempo con sus hijos. O tal vez fue aquel día que se encontraron mientras corrían y él le dijo que le gustaba, o quizás cuando fueron al Sky Garden. O cuando Ross los fue a esperar a la salida del teatro en su último día en Londres. O cuando canceló su boda y vino a Cornwall, esa noche que se besaron en el patio trasero… O tal vez fue esa mañana cuando le dijo que se quedaba allí por ella.
Tal vez fue en cada momento que compartieron. Un poquito más cada vez. No había querido que fuera así, por supuesto. Pero ya no se lo podía negar más. Se lo había reconocido a Caroline, así que era lo correcto ya no mentirse a sí misma. Y a pesar de que se sentía aterrada, realmente luna llena, lobos aullando, casa embrujada, película de zombies aterrada; también se sentía como la mujer más feliz del planeta.
Los niños se quedarían, Ross se quedaría y ella podría seguir compartiendo tiempo con ellos cuando quisiera. Y eso la llenaba de dicha. Y le daba miedo también, porque no sabía cómo haría… como dividiría el tiempo entre ellos y la universidad. Y Ross… bueno, él prácticamente le había dicho que quería tener una relación con ella. Y si bien no lo había dicho, como ella no lo había dicho tampoco, pudo ver en sus ojos que él también sentía algo más por ella. Tal vez lo mismo que Demelza sentía por él... Pero ¿cómo harían para balancear sus responsabilidades, los niños, su trabajo, su estudio?... No lo sabía. Pero al menos ahora tenían tiempo y como él dijo, debían acomodarse a esa nueva rutina.
Cuando volvieron de correr, Demelza se puso a hacer waffles con la wafflera que le habían regalado a Ross el día que compró todos los electrodomésticos. Él revoloteando en la cocina detrás de ella como solía hacer. Dando besos en sus hombros y tocando su cintura mientras ella intentaba preparar la mezcla.
"Te extrañé." – le dijo luego de que ella girara su rostro ofreciendo sus labios para un rápido beso.
"Y yo a ti." – respondió ella, y vio como sus ojos resplandecían al escuchar sus palabras. De seguro sus ojos brillaban de la misma manera.
Ross dio un paso atrás, un momento después Demelza entendió por qué. Clowie se asomó a la puerta de la cocina con el pelo revuelto y una gran sonrisa, corrió a abrazarla.
"Buen día, cariño. ¿Dormiste bien?" – le preguntó ella. Pero antes de que Clowie pudiera contestar, Ross la levantó en sus brazos y besó con fuerza su mejilla haciéndola reír aún más.
"Ven, vamos a cambiarte mientras Demelza termina con los waffles." - Ross dijo a su hija y la llevó de prisa arriba mientras ella terminaba de preparar el desayuno. "¿Qué son waffles?" - la escuchó preguntar mientras subían las escaleras.
Ross ayudó a Jeremy a untar sus waffles con nata y mermelada y a cortarlos también. Necesitaban jarabe de arce, había dicho el niño. Pero estaban en Cornwall, así que crema y mermelada tendría que ser. Por suerte su brazo no le dolía mucho, Demelza le dio el antiflamatorio que le habían recetado, pero si seguía así no le daría otro ese día. De lo único de lo que Jeremy se quejaba era que no podía jugar a sus videos juegos, así que Demelza interpretó que estaba bien. Lo suficientemente bien como para salir a hacer compras.
Demelza levantó sus ojos del papel que tenía en sus manos hacia Ross, y de vuelta al papel. Era una lista de todo lo que necesitaban los niños para comenzar el colegio. Y la lista era interminable. No sabía darle otro reto o ponerse a reír, se veía muy contrariado.
"No me di cuenta. Pensé que era solo la constancia de inscripción."
"¡Honestamente, Ross! Uno pensaría que sabes darle importancia a los papeles que te dan." – le había dicho ella frente a los niños que se reían de como regañaba a su padre.
El gran problema era que era domingo. Como siempre acudieron a la ayuda de sus vecinos. Por suerte la señora Martin conocía a alguien que conocía a otra persona que era la dueña del local de ropa adonde vendían los uniformes y mientras la mujer intentaba conseguirles el número de teléfono a ver si podrían abrirles un momento para comprar los uniformes escolares de los niños, los cuatro empezaron un recorrido por diferentes negocios buscando el resto de los útiles de la lista.
"Siempre podemos decirle a Jud que traiga cosas de Londres." – dijo Ross cuando pasaban frente a los pocos locales de Portwenn que estaban todos cerrados. Solo estaban abiertos algunos locales de comida.
"¿Y cómo los traerá si no tiene el auto?" – preguntó ella.
"Se las arreglará. Además, tiene que venir de todas formas a traernos el resto de nuestras cosas. Los niños necesitan más ropa." – comentó el.
Era cierto. A duras penas se las habían arreglado durante esas semanas con lo poco que habían traído.
"¡Siii!" – gritó Clowie desde el asiento trasero, que se había levantado exaltada de nuevo con la idea que se quedarían, o a eso lo atribuía ella.
Fuera a venir Jud o no, ya estaban muy sobre la hora y necesitaban comprar útiles para el primer día. Los libros, el equipo de gimnasia, las cosas para artes plásticas, no eran necesarias para el primer día. Pero otras, sí. Mientras Ross manejaba, Demelza intentó comprar las mochilas por Amazon, pero a lo sumo llegarían el lunes por la tarde, no les servía. Así que no les quedó más que recorrer cada pueblo que hallaban a su paso por un negocio abierto un domingo a la mañana. No fue nada fácil.
Al final, encontraron una tienda de una gran cadena de ropa en St. Austell que estaba abierta y tenía una sección dedicada al comienzo de clases. Para variar, Ross le compró de todo, de verdad tendría que hablar seriamente con él acerca de malcriar a sus hijos de esa forma. Pero por lo menos está vez se limitó a los útiles para la escuela, mochilas, cartucheras, cuadernos, todo tipo de lápices y lapiceras, fibras, hojas… en fin. De lo que había en esa sección, dos de cada uno. Hasta ella, que no había comprado una cartuchera para la universidad aún, recibió una de regalo cuando la vio que estaba inspeccionando una. Los niños estaban chochos, era la primera vez que Ross los acompañaba a comprar las cosas para la escuela, o eso había dicho Jeremy. También aprovecharon para comprar algo de ropa para los niños y zapatos para el colegio. Pronto tuvieron a un empleado detrás de ellos cargando con su compra, ¡Judas! El lugar no siquiera ofrecía atención personalizada. Pero aun en Cornwall, Ross tenía ese no sé qué, con el que lograba que todos hicieran lo que él quería. Y vaya si lo sabía ella.
Como estaban cerca de Charlestown, decidieron ir a almorzar allí, en un restaurante con vista a la costa. Mientras comían, Jeremy intentando hacerlo con una sola mano, Demelza tuvo novedades de la Señora Martin.
"Mmmm…" – dijo apoyando su vaso sobre la mesa. – "Debemos darnos prisa. La dueña del local de los uniformes abrirá el negocio para nosotros. ¡Qué suerte!"
"Si no iban a tener que ir en pijamas." – dijo Ross guiñando un ojo a su hija. A Clowie le causó tanta gracia que se derramó un poco de jugo encima.
Aunque frenética, había sido una alegre mañana. Distinta a la de los últimos días y más similar a las salidas en sus semanas de 'vacaciones'. Si algo había aprendido Demelza en esos últimos meses, es que los niños siempre requerían de su atención y no le dejaban mucho lugar para pensar en otras cosas. Clowance por ejemplo, había estado risueña toda la mañana, prendida de su mano y de la de su papá, alguno de los dos la tenía que alzar en brazos si no quería andar caminando en fila india, los tres de la mano. Además, había estado pendiente de Jeremy, pero el niño enfrentaba la situación con mucha valentía, también expresó lo contento que estaba de quedarse allí, con su papá.
"¿Y de qué vas a trabajar ahora, papá?" – le había preguntado durante el almuerzo, su curiosidad brotando como si recién se diera cuenta de lo implicaba que no volvieran a Londres.
"Por ahora ayudaré a los tíos desde aquí. Prudie manejará el hotel y yo iré cuando me necesite…" respondió él. Clowie y Jer frunciendo el ceño ante esto último. – "Pero no será muy seguido. Ya veré qué más puedo hacer más adelante, por ahora me quedaré a cuidar de ustedes."
Sus hijos sonrieron, y ella también. Todavía quedaban muchas incertidumbres, pero Ross parecía seguro en esto.
"Pero… Demelza nos cuidara también ¿verdad?" – preguntó de nuevo el niño.
Sus miradas se cruzaron por un momento.
"Demelza… tiene que ir a la Universidad, así que no estará todo el tiempo…"
"Pero es nuestra niñera..." - insistió Jeremy.
"Demelza es más que nuestra niñera…" – acotó Clowie. – "Es nuestra amiga. Y se va a quedar con nosotros para siempre." – sentenció.
¡Judas!
"Claro que soy su amiga, niños. Y ahora que se quedarán aquí, podemos continuar pasando tiempo juntos. Pero papá tiene razón, Jer. Yo tengo que estudiar también, así que… ya veremos cómo hacemos."
"Puedes estudiar en casa." – le dijo el niño.
"Sí, y quedarte a vivir con nosotros." – agregó Clowie.
La amable señora dueña del local de ropa los recibió con una gran sonrisa a pesar de que interrumpieron su domingo.
"No es la primera vez que sucede y no será la última." – les dijo cuando ingresaron al local pidiéndole disculpas. – "Siempre me quedo en casa el último finde semana antes de que empiecen las clases por las dudas. Y, de acuerdo a mi experiencia, la mayoría de las veces es porque el padre se olvidó…" - agregó mirando a Ross con una pequeña sonrisa.
"Culpable." – dijo el levantando su mano derecha y poniendo la otra sobre su corazón. Podía ser realmente encantador cuando quería.
Así que también consiguieron los uniformes. La mujer sugirió que Jeremy vistiera la remera de gimnasia mientras tuviera el yeso, su brazo herido no entraba por la manga, y Demelza y el niño estuvieron de acuerdo.
"Así los otros niños podrán ver el dibujo de Hugh." – Jeremy dijo.
Cuando volvieron a la casita, y luego de ordenar todo lo que habían traído, llegó el tiempo de cortarse el pelo. Y como por supuesto no había ninguna peluquería abierta, fue Demelza quien tuvo que hacerlo, principalmente a Jeremy que tenía los rulos mucho más largos que los de su padre. A Clowie solo le retocó las puntas. Y luego Ross ocupó la silla también, colocándose una toalla sobre los hombros tal como ella había hecho con sus hijos.
"No lo tienes tan largo." – le dijo ella.
"Pero tú lo prefieres corto, ¿no es así?" – respondió el.
Demelza miró hacia los niños, pero estaban distraídos inspeccionando sus nuevos útiles. Ella aprovechó para dar un tirón a un mechón de su cabello.
"Aaau…" – se quejó él exageradamente justo cuando sonaba su celular.
Ella pasó sus uñas por su cuello, y contestó el teléfono. Era Caroline, queriendo saber cómo estaba Jeremy y si se podían ver esa tarde, antes de que ella se fuera de nuevo a Londres.
"Oh sí, Caroline. Otra vez tuvimos tan poco tiempo. ¿A qué hora sale tu tren? Genial, tenemos tiempo entonces. ¿Adónde quieres que nos veamos?"
Ross le hizo señas entonces. Murmurando algo y señalando con un dedo.
"Aguarda un momento, Caroline. ¿Qué?"
"Qué le digas que venga aquí, si quieres." - Le dijo él, mientras ella tenía en celular apartado de su cabeza.
"Oh. Uhmm… Caroline, ¿Quieres venir aquí? Los niños se alegrarán mucho de verte."
"¿Qué si quiero? Por supuesto que quiero. ¿Las cosas están mejor entonces?"
"Sí, algo."
"Estaremos allí a eso de las cinco. Y más vale que te prepares porque quiero que me cuentes todo. Nos vemos, cariño." – Y sin más, le cortó. ¿Sabía su amiga adonde quedaba la casa? Por las dudas le tipeó la dirección, bajo la atenta mirada de Ross que aún estaba sentado esperando por su corte de pelo.
"Va a venir a las cinco."
"Genial."
"Prepárate."
"¿Para qué?"
"No sé. Tú solo prepárate. Y ahora ¿Dónde estábamos?... Ah si, ¿Cómo quieres que te corte?"
"Como tú quieras." – Demelza puso los ojos en blanco.
Era relajante, tanto para él como para ella, contarle el pelo. A ella le gustaba más que lo llevara corto, tal como lo tenía aquella noche cuando lo conoció por primera vez. Aunque largo también tenía su encanto, así podía lucir más sus rulos. Ahora estaba de un largo intermedio, le crecía muy rápido y si bien había llegado a Cornwall con el cabello corto, estaba ya algo desprolijo. Así que Demelza, con mucho cuidado de no mojarlo, humedeció su pelo y paso sus dedos por entre sus rizos una y otra vez. Dando seguros cortes para emparejar el largo y acortar los costados, parándose delante de él para medir si estaba parejo. Ross la observaba atentamente desde debajo de sus pestañas…
"Ross…" – le llamó la atención una vez, ya que lo pescó mirando sus pechos, que estaban a nivel de sus ojos. Él no hizo más que sonreírle. Los niños seguían ocupados probando sus útiles. En otra ocasión directamente había apoyado sus manos en su cintura por un instante, apretando ligeramente sus dedos. Su corazón latía rápido en su pecho. ¿Cómo podía ser que ese hombre la hiciera sentir tantas cosas? Caroline le había preguntado si era intenso, y la verdad era que sí lo era. Y no solo en el sentido en que le preguntaba su amiga. Lo que él generaba en ella, eso era intenso. Y no solo él, los niños también. Ella amaba a Jeremy y a Clowie, sería capaz de hacer cualquier cosa por ellos. Quería cuidarlos, protegerlos, quería darles la oportunidad de que tuvieran una infancia feliz. Y ahora que se quedarían en Cornwall podría hacerlo. ¿Cómo? Esa era la gran pregunta. Ahora que le había dicho que no quería ser más su niñera, ¿Qué les dirían a los niños que era ahora? Su amiga, eso de seguro. Alguien que los quería mucho… ¿Cómo iba a balancear sus estudios con el tiempo que quería pasar con ellos? Con Ross…
Él la miraba provocativamente desde bajo sus pestañas, aún sostenía sus manos en su cintura. Y ¡Judas! si quería agacharse y comerlo a besos… ¿Qué eran ellos ahora? ¿Eran novios? Fue ella quien no quiso poner etiquetas… ¿Querría ser su novia? Si lo amaba, como se había reconocido, ¿no era eso lo que quería que fueran?... Tiempo. Ahora tendrían tiempo.
"Listo." – anunció luego de dar el último tijeretazo y controlar que hubiera quedado parejo de todos lados. Ross miró de reojo a los niños a su espalda, y se inclinó y dio un silencioso beso en su abdomen, sobre su remera. Ella se apartó, queriendo protestar, pero terminó sonriéndole como una tonta. Podía ver en sus ojos que quería hacer más que darle un pequeño beso, ella quería más que un pequeño beso. "¿Cómo quedó papá, niños?" - preguntó en voz alta para distraerse. Los dos pequeños levantaron la cabeza. Jeremy levantó el pulgar con su mano sana y Clowie sugirió que se afeitara la barba.
Veinte minutos después, un mucho más joven Ross bajó las escaleras. Parecía que se había quitado diez años de encima, o quizás no era sólo el corte de pelo sino la forma en que sonreía. Se lo veía muy contento y se acercó a ellos que estaban en la mesita del living dibujando con los útiles nuevos.
"Jer, ¿Quieres que te haga un dibujo en el yeso?"
"¡Wow!" – el niño estaba fascinado con el dibujo que su padre estaba haciendo en su brazo. El niño había pedido un dibujo de La Leyenda de Zelda, unos de sus juegos favoritos de la Switch, pero no sé esperaba semejante obra de arte. Ocupaba más de la mitad de su yeso y le daba vuelta al brazo, opacando el pequeño bosquejo de Hugh.
Ross aún estaba trabajando en el yeso de Jeremy cuando tocaron a la puerta. Caroline le dio un abrazo al verla, Hugh también.
"¿Cómo está el paciente?" - preguntó su amiga al entrar a la sala. Clowie se le acercó dando saltos para saludarla. Caroline se agachó para abrazarla y darle un beso. – "Hola, pequeña. ¿Cómo estás?"
"Me quedaré a vivir aquí, ¿puedes venir a visitarnos? Puedo preparar el té." – la saludó la pequeña. Caroline le sonrió dulcemente.
"Claro que sí, me encantaría."
"Te mostraré mi muñeca."
Jeremy también los saludó. Ross se había puesto de pie para recibirlos.
"Siento que hayamos interrumpido su fin de semana." – dijo mientras besaba la mejilla de Caroline y estrechaba la mano de Hugh.
"Ya estoy acostumbrada a que Demelza salga corriendo por ti, Ross." – respondió su amiga. – "Aunque está vez había un buen motivo. ¿Qué le pasó al pequeño?"
Mientras Ross relataba lo que le había sucedido a Jeremy, el niño llamó a Hugh para que se acercara a ver lo que su padre estaba dibujando en su brazo.
"¡Que cool! Está quedando increíble. Tu papá dibuja muy bien, Jeremy. Es de Zelda ¿verdad?"
"Sí. ¿Jugaste?"
"Soy un experto."
"Oh, que lástima que yo no pueda jugar. Si no podríamos hacer una partida juntos…" – se apenó el niño.
"Pues ahora que ya empiezan las clases tienes que concentrarte en eso. Ya habrá tiempo de jugar y tocar la guitarra."
"¡Sí! Cuando me quiten esto quiero seguir tomando clases… Papá, ¿sigues con el dibujo?"
Un rato después, Demelza y Caroline, guiadas por Clowie, salieron con sus tazas de té al jardín trasero y se sentaron en los escalones.
"Ross quiere comprar una mesa de jardín, para ponerla allí." – dijo ella señalando el lugar en el césped donde Ross decía quería poner la mesa y sillas para que se sentaran afuera.
"Ajá…" – asintió su amiga, mientras sonreía a Clowie que bailaba de un lado a otro queriendo llamar su atención.
"Se ha pegado un gran susto anoche ¿no es así?"
"Ni te imaginas. Estaba temblando, nunca lo había visto así…" – respondió ella en voz baja.
"Y tú también. Estabas pálida cuando te fuiste del campamento, a diferencia de ahora."
"¿Cómo estoy ahora?"
"No lo sé. Dime tú. Yo te veo incapaz de borrar esa sonrisa que tienes en los labios."
Demelza intentó ponerse seria. No se había dado cuenta de que estaba sonriendo. Pero no pudo borrar su sonrisa. No con Clowie haciendo monerías frente a ellas, intentando hacer las posiciones de yoga que tantas veces habían practicado.
"Oh, Caroline…" – suspiró.
"¿Qué te dijo?"
"Qué se queda por mi…"
"¡Oh!... Al fin." – Demelza puso los ojos en blanco y dio un pequeño codazo a su amiga. – "Y veo que tú no saliste corriendo. Eso es un avance también."
"Puede que aún lo haga." – Dijo ella. Clowie se acercó corriendo a ella que la atrapó entre sus brazos y besó su mejilla. Clowie la besó también.
"¿Estás contenta de que te quedaras cerca de Demelza?" – Le preguntó Caroline.
"Sí." – dijo la pequeña aún en sus brazos. – "Papá está contento también."
"¿Ah sí? ¿Y por qué?" – insistió su amiga. Pero Clowie se rio.
"No puedo decirte. Es un secreto."
"¿Secreto? ¿Cuál secreto, Clowie?" – Ahora era Demelza quien se interesó también. Pero la niña no dijo más nada, y volvió a jugar al patio.
"Nunca te iras de aquí, cariño. Estas terriblemente enamorada de todos ellos. Y ellos de ti." – le dijo su amiga. E internamente Demelza sabía que tenía razón. Estaba enamorada de todos ellos, aunque aún quedaran muchas cosas por resolver, esa era una verdad. – "¿Sabes la impresión que me dio al llegar?"
"¿Qué te pareció?"
"Me pareció que eran una familia. Una familia feliz, viviendo en esta casita pintoresca. Eso es lo único que importa, que tu seas feliz. Has pasado por tanto, Demi. No tengas miedo de ser feliz. Te lo mereces."
Incapaz de pronunciar palabra, Demelza abrazó a su amiga. Así estuvieron un rato. Clowie se acercó también, y las rodeó a amabas con sus bracitos ocasionando que las mujeres rieran.
"¿Crees que Hugh esté bien ahí adentro?"
Hugh se había quedado en la sala con Jeremy y Ross mientras el último terminaba de pintar el yeso del niño. En puntas de pie, Demelza espió por la puerta de la cocina hacia la sala. Ross pintando cuidadosamente junto a Jeremy, y Hugh del otro lado observando, haciendo algún comentario de tanto en tanto que Ross respondía amablemente. Demelza alzó las cejas a Caroline y volvió a la cocina. Clowie fue a ver cómo iba el dibujo.
"¿Te quedas a cenar?"
Fue una noche alegre y peculiar, ellos cuatro cenando con sus amigos. Era la primera vez que tenían invitados a comer. Demelza preparó pizzas, bajo la supervisión de Jeremy que quería ayudar pero no podía, así que Hugh la ayudó mientras Ross hablaba con Caroline en la sala.
"¿Tendrás tiempo de terminar el trabajo para mañana?" – le preguntó su amigo mientras se horneaban las pizzas.
"Pensaba terminarlo esta noche, así mañana tengo tiempo de revisar e imprimir. Como tenía pensado estar de campamento, en realidad no estoy atrasada… Siento que no hayamos podido quedarnos más tiempo en el castillo. Era un lugar hermoso."
"Sí, yo lo siento también. Lo que te dije… no quiero que dejemos de ser amigos."
"No dejaremos de serlo. Y no tienes por qué disculparte. A veces, no podemos evitar como nos sentimos. Sólo, no quiero que sufras por mi culpa…"
"Estaré bien, no te preocupes. Creo que a esto ya le falta poco…"
Hugh y Caroline se fueron poco después de cenar. Su amiga tenía que tomar el tren de medianoche y tenía que pasar a saludar a su tío. Se despidieron con otro abrazo, y Ross la invitó a que volviera y la próxima vez trajera a su amigo. También estrechó la mano de Hugh con fuerza y le agradeció lo de la noche anterior, que la hubiera traído tan pronto y se disculpó por haber interrumpido su salida otra vez. En general, había sido muy amable con sus amigos durante toda la velada.
"¿Podemos ver una película?" – "Sí, ¿Podemos?" – Exclamaron los niños apenas se quedaron solos. Ross miró la hora, ella estaba levantado la mesa.
"No. Mañana hay que despertarse temprano para ir al colegio."
"Awww…" – se quejaron. Demelza se rio mientras llevaba los platos a la cocina.
"No una película. Sólo algún capítulo de algo mientras yo ayudo a Demelza. Y luego a dormir."
"¡Siii!"
Ross lavó los platos mientras ella terminaba de acomodar las cosas y revisar que los niños tuvieran todo en la mochila y luego los acompañó a su habitación para prepararse para dormir.
"¿Nos vas a acompañar a la escuela mañana?" – le preguntó Clowie entre bostezos.
"Sí, cariño. No me perdería tu primer día de escuela por nada. Te va a gustar, tendrás muchos compañeritos y conocerás a tu nueva maestra."
"Yo les mostraré a todos mi yeso." – dijo Jeremy.
"Quedó increíble."
"No sabía que papá podía dibujar…"
"Yo quiero que me haga un dibujo también…"
"Lo haré, Clowie." – dijo él desde la puerta, no lo había visto parado allí. Ross entró en la habitación, los arropó y besó sus frentes. – "Ahora a dormir que mañana será un gran día." Les dijo, apagando la luz y entrecerrando la puerta al salir. Apenas estuvieron en el pasillo tomó su mano, con sus dedos entrelazados dieron unos pasos hasta que se encontraron en la puerta de la habitación principal.
"Uhm… tengo que terminar el trabajo para mañana…" – susurró ella. Aunque de verdad estaba considerando seriamente olvidarse del trabajo y entrar en la habitación con Ross.
"Oh, claro. Puedes hacerlo aquí. Quiero decir, no tienes que volver al campus…"
Ella sonrió. "No esta noche. Tengo mi notebook y quiero acompañar a los niños a la escuela mañana."
"Vamos, te prepare un café."
Una hora más tarde, Ross le dio un beso de buenas noches que podría haber derretido hasta a él polo norte. Se había sentado junto a ella, bebiendo su café y preguntándole sobre el trabajo que debía presentar al día siguiente y el tema que había elegido. Incluso le había dado algunas ideas. Pero se dio cuenta que necesitaba tiempo sola para concentrarse y decidió irse a dormir. No sin antes besarla, claro.
"Ross… gracias por esta noche. Por haber recibido a mis amigos en tu casa." – le dijo cuando ya estaba bajo el marco de la puerta. Él se dio vuelta y le sonrió.
"No tienes por qué agradecerme. Tus amigos siempre serán bienvenidos. Esta es tu casa también." – dijo y se fue sin más.
Eran pasadas las cuatro de la mañana cuando terminó de redactar su informe y le agarró un ataque de bostezos. Ya no podía hacer más esa noche. Solo le quedaba revisar y editar, y lo podía hacer al día siguiente. Demelza cerró su notebook y apagó la luz de la cocina. La casa estaba en silencio y en la oscuridad subió en puntas de pie las escaleras, intentando no hacer ruido. Espió a los niños que dormían profundamente, y fue hacia donde estaba Ross. Dormía también. Se quitó el sostén por debajo de la remera y las zapatillas y los pantalones. Ahora todo lo que quería era acurrucarse a su lado. Ross no abrió los ojos, pero en el momento en que ella apoyó una rodilla en el colchón levantó su brazo y con el las mantas para hacerle espacio. Ella se acurrucó junto a su cuerpo y él la rodeó, acomodándose junto a ella. Sus piernas desnudas enredándose con las de ella. En la oscuridad, ella pasó su brazo sobre él también y dio un dulce beso en su barbilla.
"Descansa, cariño." - Murmuró Ross, y la estrechó entre sus brazos.
