Capítulo 45
Durante las semanas siguientes, Ross aprendió que gran parte de ser un buen padre consistía en ser un buen chófer, con un toque de cocinero y mucha paciencia.
Los días empezaban temprano, generalmente llamando a los niños dos o tres veces hasta que se despertaban, o sea que se sentaban como zombis en el borde de la cama hasta que él los llevaba a rastras al baño para que se levaran la cara y cepillaran los dientes. Demelza le había enseñado un par de peinados básicos para arreglar el pelo de Clowie, pero aún no le salían muy bien y su hija no colaboraba mucho. "Así no es como lo hace Demelza." – repetía una y otra vez. Cuando lograba que se vistieran y desayunaran, siempre al límite de tiempo, debía revisar que tuvieran todo lo necesario para el día escolar en la mochila ya que las cosas tendían a desaparecer durante la noche. Luego los llevaba hasta la escuela, ya sea a pie – cosa que a Clowie no le gustaba – o en auto. Cuando volvía a casa después de dejarlos era el único momento en que podía respirar aliviado. Era tanto trabajo… Estaba al borde de pedirle a la Señora Martin que le ayudara a preparar las comidas, porque eso le llevaba tiempo también. Aunque reconocía que disfrutaba de la cocina. Demelza había mencionado que había mejorado mucho y más de una vez terminó literalmente chupándose los dedos con alguna de sus preparaciones. Y entre que trabajaba un poco por las mañanas y comenzaba a preparar el almuerzo, la hora de ir a buscar a los niños llegaba y él debía salir de nuevo. Aunque algunos días Demelza se encargaba de ir por ellos. Pero sus deberes de chófer no se limitaban solo a la escuela. Resulta que los niños también tenían "actividades extracurriculares." Y no sólo era educación física dos días a la semana por la tarde, en distintos días por supuesto. Clowie se había hecho amiga de la niña de dos coletas con la que habló el primer día de clases, y la niña le contó que estudiaba ballet. Su hija había pasado una semana entera en puntas de pie y con los brazos extendidos imitando a una bailarina. Iba dos veces por semana. Jeremy, como no podía ir a la escuela de fútbol todavía – aunque comenzaría en un par de semanas – los había sorprendido cuando les dijo que se había anotado para integrar el coro de la escuela, que practicaba una vez por semana por la tarde en la iglesia de Portwenn y el fin de semana cantaban en la ceremonia dominical. A él le había parecido extraño, pero Demelza le dio una patadita por debajo de la mesa cuando comenzó a cuestionarlo. "Quizás le gusta alguna niña que está en el coro." – le había dicho. Encima de esto, luego de la primera practica había vuelto con la idea de que podía aprender a tocar el piano, además de guitarra. Y con piano podía comenzar a practicar ahora, con una sola mano. "¿Crees que Hugh me pueda enseñar?" – "Seguro." – respondió Demelza. Así que también lo llevaba al pub un par de veces por semana o los sábados, aunque Hugh se había ofrecido a darle clases en su casa. Pero Ross prefería llevarlo. El amigo de Demelza le caía bien, pero tampoco para tanto. Todo esto, coronado con los horarios de Demelza que algunos días eran por la noche y otros a la tarde y uno a la mañana. Demelza había impreso un pintoresco y muy claro calendario con los horarios de todas las actividades…
"Uhmmm… ¿Demelza? Faltan tus horarios…" – le había dicho cuando lo vio pegado en la heladera. Ella puso los ojos en blanco, pero lo volvió a imprimir con sus horarios también.
Era necesario, al fin y al cabo, él la llevaba y traía del campus también. Ser un buen amigo… o novio… o lo que sea que fueran consistía en transportarla a ella también. Ross había aceptado sus condiciones, sus tiempos, y en realidad había estado de acuerdo. Especialmente al verse tan ocupados con sus nuevas actividades, las de todos. Si no lo estuviera viviendo, jamás hubiera creído que dos niños pequeños pudieran llevarle tanto tiempo y tener tantas actividades. Pero por suerte ella estaba allí, ayudándolo en todo lo que podía. Y ellos… bien, no podía realmente quejarse. Sus conversaciones seguían tan profundas como siempre cada vez que tenían oportunidad. Se reían, generalmente a costa de él con los niños, o cuando estaban solos. Compartían muchos momentos, cuando bajaban a la playa, o simplemente en la casita, o cuando salieron los cuatro los fines de semana. Los niños estaban más que felices, y él también. Aunque le gustaría… le gustaría tanto más. Lo más que había conseguido en esas dos semanas era robar algunos besos las contadas ocasiones en que la había llevado solo al campus, o algunas caricias entre risas mientras los niños estaban distraídos. Y no era sólo él quien hurtaba mimos a escondidas, Demelza parecía tener una verdadera debilidad al verlo en la cocina, porque cuando ella estaba en casa mientras cocinaba siempre le rondaba alrededor, viendo lo que hacía. Las últimas dos noches hasta se había acercado a besar su cuello velozmente por detrás, como él solía hacer cuando era ella la que cocinaba.
Demelza estaba atareada con la Universidad también, aunque sus horarios se acomodaban para pasar la mayor parte del tiempo posible con los niños, principalmente por la tarde cuando los ayudaba con los deberes y le daba a él un respiro para trabajar en calma haciendo llamados y contestando mails. Le había ido bien con el informe, el profesor lo había seleccionado como uno de los mejores y ahora debía defenderlo en una presentación oral frente a todo el curso y no paraba de estudiar y seguir investigando sobre el tema por cualquier pregunta que le pudieran hacer. Estaba nerviosa, pero Ross sabía que lo iba a conseguir. Era una Demelza que desconocía hasta unas semanas, como alumna. Era inteligente y aplicada y muy responsable, aunque algo insegura. No tenía por qué serlo, él confiaba plenamente en ella y le hubiera gustado transmitirle algo de esa seguridad. Pero Demelza daba vuelta los ojos cada vez que le decía que lo iba a conseguir y refutaba cualquier elogio en ese aspecto. Así que Ross solo se limitaba a apoyarla y aceptar sus tiempos de estudio, los que a veces ocurrían en casa también. Como en ese momento en que los niños estaban arriba y ella estaba en el living, frente a una mesita que había adoptado como suya, con su notebook frente a ella, sus piernas enrolladas debajo de su trasero, concentrada en sus apuntes, leyendo y mordisqueando una lapicera. Se dio cuenta que él estaba allí cuando se acercó y con cuidado apoyo una taza humeante de té y un pequeño chocolate sobre la mesita junto a ella.
"Oh… gracias, Ross." – dijo. – "¿Ya es hora de la merienda de los niños?"
"No te preocupes, es temprano aún. Sigue repasando…" – le dijo él, dispuesto a volver a la cocina.
"Me iba a tomar un descanso de todas formas. ¿Tú ya tomaste algo?"
"Tengo mi café en la cocina." – Demelza se levantó de la silla y después de estirarse tomó la taza y el chocolate y lo siguió. – "¿Cómo vas?"
"Oh… no me acuerdo de nada. Es como si se me hubiera borrado todo de la cabeza…"
"Eso no es posible… Ya leíste todo varias veces, cariño, sabes todo. Te va a ir bien, ya lo verás."
"Dicen que el profesor es terrible en el oral, pregunta todo…"
"¿Cuántos son los que tienen que presentar?"
"Seis."
"Mmm… Media hora cada uno como mucho. Tu podrías hablar durante horas."
"¡Ross!" – protestó Demelza.
"Con todo lo que estudiaste. ¿Les va a decir hoy a quien elige?"
"No lo creo. Seguro nos va a enviar un mail informándonos en la semana."
"¿Me avisas cuando sales?"
"Sip." – dijo sonriendo mientras bebía un sorbo de té. Y cuando apoyó la taza sobre la isla se acercó ofreciendo sus labios para que él los besara rápidamente. – "¿A qué hora es el turno de Jeremy mañana?" - continuó como si nada.
"14.30. Ya le dije a Jinny que venga a cuidar a Clowie." - Era tan sencillo conversar con ella, sobre cuestiones profundas o sobre nada. De los niños, del día, de planes. Ambos estaban ya tan acostumbrados al otro que parecía que hacía años que se conocían y no meses, aunque todavía no se conocieran del todo en realidad.
"¿Y qué haremos para el cumpleaños de Jer?"
"Mmm… no sé."
"Tal vez quiera invitar a algunos compañeritos del colegio…"
"¿Cómo a una fiesta?"
"De cumpleaños. Sí."
"Pensé que seríamos solo nosotros."
"A los niños les gustan las fiestas. Pero hay que preguntarle a él."
Ross pensó, tendría que arreglar la casa. Zacky ya había estado revisando la instalación eléctrica para colocar la calefacción, pero aún faltaba hacer muchos arreglos. Por suerte su vecino resultó ser realmente competente y se había alegrado sinceramente de que se hubieran quedado en Cornwall…
"Puede ser en el jardín, el clima aún está agradable." – dijo ella, como si pudiera escuchar sus pensamientos. Ross le guiñó un ojo, y ella lo miró con picardía.
"¡Papá!" – "¡Demelza!" – se escuchó el grito de los niños.
DEMELZA
Demelza cayó con pesadez sobre su cama en la habitación del campus. ¡Judas! Eso había sido estresante, ¿Por qué se le ocurrió postularse? De verdad no pensaba que el profesor fuera a seleccionar su trabajo luego de lo que había sucedido el primer día. Pero había juzgado su informe con imparcialidad, y esa tarde-noche la había interrogado de la misma forma que a los otros postulantes. Había estado super nerviosa, las manos le sudaban y la voz le había temblado. Definitivamente no las características de un ayudante de cátedra. Pero al menos había respondido a todas sus preguntas y aún tenía alguna esperanza. Hugh la había felicitado cuando terminó, y alguno de sus otros compañeros le habían dado un pulgar arriba. Pero en fin, al menos se alegraba de que hubiera terminado. Había sido como preparar un examen en las primeras semanas de clase con todo lo que había tenido que estudiar. Ahora tendría unas semanas más tranquilas, podría pasar más tiempo con los niños y con… Ross. El ejército de mariposas que bailaban en su estómago parecía crecer día tras día. Era tan bueno con ella, tan paciente. Luego de esos tumultuosos días unas semanas atrás en que ella le había pedido ir más despacio, conocerse ahora que ellos estarían en Cornwall también. No sabía muy bien que estaba pidiendo, pero funcionaba. Ross le dio el espacio que necesitaba sin quejarse, la sorprendió al encargarse de los niños de esa forma. Más allá de que últimamente Ross compartía mucho tiempo con sus hijos, una cosa era sacarlos a pasear o cuando ella estaba allí para ayudarlo, y otra muy distinta era encargarse de ellos todo el día. Había estado tan asustado, él mismo no creía que podría hacerlo, pero ella confiaba en él, al igual que sus hijos.
Sin levantarse de la cama, Demelza buscó su celular y le envió un mensaje. Sonrió cuando recibió una respuesta casi inmediata.
"¿Ya estás en tu habitación?"
"Sí."
"Te llamo."
La relación entre ellos había cambiado también. Cambiado quizás no era la palabra correcta… había crecido, se había transformado. Hasta que vinieron a Cornwall, y en esas primeras semanas que estuvieron allí, su relación siempre había girado en torno a Ross. Ella era quien debía adaptar su vida de acuerdo a sus necesidades, era su empleada después de todo. Era de esperar que fuera así. Pero ahora ya no era su niñera y, más allá del fiasco del pago de su matrícula que aún tenía intención de devolver aunque él no quisiera, las cosas, sus horarios y su tiempo, se estaban acomodando de otra manera. Y era él quien ahora se amoldaba a ella, respetando sus decisiones. Y por eso, porque Ross era tan comprensivo y tierno con ella, caballeroso como siempre solía ser, Demelza sentía en su pecho el ardor de su amor creciendo día tras día. De ella fue la idea de ir despacio, pero a veces no podía contenerse. Tenía debilidad por sus besos, por sus labios carnosos y tibios que siempre parecían pegarse a los suyos cada vez que ella ofrecía su boca. Adoraba su cuerpo, ¿quién no lo haría? El hombre era un Adonis andante, no había mujer que no captara su atención aún en las simples salidas como yendo a buscar a los niños al colegio o al supermercado. Aunque él no parecía percatarse, su atención siempre en los niños o en ella, con esa sonrisa que la hacía derretir por dentro. Y esa mueca traviesa que aparecía en sus labios y hacía brillar sus ojos y que Demelza había conocido mucho antes de saber siquiera su nombre o quien era. También estaba allí, aunque no habían hecho nada durante las últimas semanas. Ross siempre le había dicho que era su decisión, que él siempre respetaría si ella no quería estar con él, y había cumplido con su palabra. Y no es que ella no quisiera estar con él, pero a decir verdad no tener sexo había ayudado a mantener cierta distancia y a no sentirse tan avasallada por el remolino que era Ross Poldark. Aunque no podía negar que lo extrañaba. Echaba de menos sus caricias más íntimas, poder tocar su piel, su pecho… lo extrañaba dentro de ella, sus alientos agitados deshaciéndose en mil pedazos juntos, olvidándose de todo.
Su teléfono vibró sobre su abdomen adonde lo había dejado.
"Hola." – contestó riéndose.
"¿De qué te ríes?"
"Me hiciste cosquillas… tenía el teléfono en la panza."
"Oh… ¿Cómo te fue?"
"Creo que bien. Aunque estaba muy nerviosa y me trabé un par de veces. Pero el PowerPoint me ayudó bastante y pude responder a todas sus preguntas, que fueron muchas. Nada se le escapa a ese hombre…" – Demelza podía visualizar al profesor, sentado en primera fila, con las piernas cruzadas y una libreta en su mano haciendo anotaciones. Aún le daba escalofríos.
"Estoy seguro de que estuviste estupenda. Me hubiera gustado verte."
"Hugh quería filmar mi presentación, pero le dije que no. Me iba a poner más nerviosa todavía. Además, me escuchaste repetir mi lección varias veces…" – de hecho, Demelza lo había usado como conejillo de indias para practicar su presentación. Le había pedido a Jeremy y a Clo que la escucharan también, pero Ross fue el único que escuchó atento hasta el final.
"La próxima vez deja que lo haga. Entonces… ¿Crees que lo conseguirás?"
"Uhmmm… no lo sé. Creo que tengo posibilidades, los demás estuvieron bien también. En cualquier caso, me alegra haber acabado con esto, ahora tendré algo más de tiempo libre. Ross, gracias por ayudarme…"
"¿Ayudarte? Yo no hice nada, todo fue tu trabajo…"
"Sí me ayudaste, créeme. Calmaste mis nervios, me escuchaste y me diste tiempo para estudiar…"
"No fue nada, cariño. Además, fue muy interesante, de verdad. Y de seguro tu profesor lo sabe y te elegirá a ti."
Demelza sonrió.
"Tu criterio es muy parcial, Ross."
"¿Lo crees? No veo porque lo dices…"
"¿No? Si tú tuvieras que elegir entre todos mis compañeros ¿serías imparcial?"
"Uhmmm… si tuviera que elegir entre todas las personas del mundo, te elegiría a ti…" – dijo él. El corazón de Demelza comenzó a latir fuerte en su pecho, su cuerpo pareció hundirse en el colchón.
"Y yo a ti." – susurró.
"Lo siento, ¿Qué fue lo que dijiste?" – preguntó él desde otro lado de la línea.
Ella volvió a sonreír. Esa sonrisa tonta que sólo era para él. "Nada. Nada."
"Te escuché, Demelza."
"¿Y por qué preguntas entonces?" – lo escuchó soltar una carcajada del otro lado. – "¿Los niños ya están acostados?"
"Sí, ya están dormidos."
"¿Qué estabas haciendo?"
"Estaba revisando el balance del mes pasado que Prudie me envió mientras esperaba saber de ti."
"¿Todo marcha bien?"
"Sobre ruedas. Le tendré que dar un aumento."
"De seguro lo apreciará. Se preocupa por ti…"
"¿Prudie?"
"Mhmmm…"
"Ha sido una fiel empleada durante muchos años… mi padre fue quien la contrató."
"Lo sé, me lo dijo. ¿Qué hay de tu secretaria? ¿Está conforme con su nuevo trabajo?"
"En realidad, dice que extraña trabajar para mí. Pero tiene para mantenerse ocupada por un tiempo…"
"Estoy segura de que te extraña, eres un jefe muy atractivo…"
"Yo no… Demelza. Yo no era esa clase de jefe, no con los demás…"
"Estoy bromeando, Ross. Por supuesto que sé que no eres así. Esto, nosotros… no sólo fuiste tu quien lo generó… fui yo también…"
"Me alegro de que lo hayas hecho, de que hayas aparecido ese día en la pileta."
"¡Judas! Si que fuiste odioso ese día."
"¿Odioso? ¿Contigo? No creo que haya sido así."
"Sí, fue así. Las piernas me temblaban, pensaba que en cualquier momento te ibas a dar cuenta de quien era y te ibas a poner furioso, y estaba tan asustada. Pensé en irme en ese mismo momento que bajé a mi habitación..."
"¿Porqué – porque te quedaste?"
"Por los niños. Ellos… sentí que ellos me necesitaban…"
"Demelza… gracias por quedarte con nosotros…"
"Ya deja de agradecerme, Ross. No es un sacrificio, es… adonde quiero estar."
"Cariño…" – Su voz era pura ternura al otro lado del teléfono. Las palabras colgaban en el aire sin decir, pero ambos lo entendían. Y el miedo que Demelza sentía, aunque aún estaba allí, cada día se desvanecía un poquito más…
"Lo sé, Ross… Yo también."
La línea quedó en silencio por un momento. Cada uno absorto en sus propios pensamientos, en la tranquilidad que ahora disfrutaban. En el saber que no había prisa, ni compromisos que los separaran y que podían ser ellos mismos, y tenían un amigo a su lado. Demelza quería eso, ya lo había hablado con Caroline. Seguir su camino, el que había soñado siempre, pero ahora también quería cariño. Darlo, y recibirlo. Y esas tres personas a unos pocos kilómetros de ella, era a quienes quería. Y a Ross… tal vez podrían construir algo juntos. ¿Qué exactamente? No lo sabía. Pero si sabía que quería tenerlo en su vida…
"Demelza, es tarde… ve a dormir."
"No tengo sueño. Todavía estoy toda tensa de los nervios…"
"Intenta relajarte. Date una ducha."
"Ya me bañé. Y aquí no hay bañadera…" – murmuró.
"Uhmmm…" – Demelza levantó una ceja, sabía en lo que estaría pensando él. Lo mismo que recordaba ella…
"¿Alguna otra sugerencia?... para relajarme…" preguntó, su voz sonó más aguda, algo provocadora. Sus mejillas se encendieron de inmediato.
"¿En dónde estás?"
"En mi habitación…"
"¿En qué parte de tu habitación?" – la voz de Ross se escuchó algo ansiosa del otro lado y toda su piel pareció despertar, un hormigueo recorriendo sus piernas… y hacia arriba.
"En la cama… sobre las mantas, mirando al techo… y pensando en ti." – Demelza lo escuchó soltar aire y aclararse la garganta. Ella sonrió y se mordió el labio inferior. Sí, lo extrañaba. Y extrañaba a esa mujer que era cuando estaba con él. Juguetona y sexy... tal vez era eso lo que necesitaba para poder relajarse… "Ross… ¿alguna sugerencia?" – insistió. Lo que daría por ver su cara.
"¿Qué… que tienes puesto?" – la voz de Ross sonó temblorosa.
Consciente de lo que hacía, Demelza respondió lentamente y con una voz sensual que jamás había usado en su vida… "Solo la camisa de mi pijama y mi ropa interior… pero solo la de abajo." ¡Judas! Sentía arder sus mejillas. – "Me duele un poco la espalda…" – Estaba claro que jamás había hecho esto, pero al parecer él tampoco…
"Recuéstate cómoda sobre la cama… Concéntrate en los músculos que estén tensos, intenta relajarlos." – Dijo. Y ella sonrió, tanto que emitió un ruidito.
"¿Demelza?"
"¿Sí, Ross?"
"¿Qué estás haciendo?"
"Intentando relajarme, como me dijiste…"
"¿Harás… Harás lo que yo te diga?" – Demelza se retorció sobre la cama.
"Sí…" – respondió luego de juntar coraje. ¡Judas! ¿Qué le iba a decir que hiciera? – "¿Adónde estas tú?"
"Ahora cerrando la puerta… ahora sentado contra el respaldo de la cama…" - Demelza podía escuchar sus pasos en la habitación principal de la casita.
"¿Qué… que más me recomiendas?"
"Siente… siente el aire de la habitación tocando tu piel. Siente la pequeña brisa acariciándote, recorriendo tus brazos, tus piernas…"- Demelza respiró hondo, la voz de Ross era casi hipnótica. De verdad sentía algo de tensión en la parte superior de la espalda, por lo que se encogió de hombros y relajó los músculos. El aire en la habitación se sentía fresco y sintió que sus pezones se endurecían mientras se enfocaba en ellos. – "¿Así – así está bien?" lo escuchó murmurar no muy seguro.
"Sí, Ross. Así está bien. Tu voz es muy relajante. Continúa…"
"Dime… dime tu también lo que sientes…"
"Siento, siento la tela de mi camisa rozando mis pezones cuando encojo los hombros. Se siente muy bien…" – Demelza escuchó el ruido que hizo con la garganta y una pequeña sonrisa apareció en su rostro mientras se encogía de hombros de nuevo, disfrutando de la sensación del suave material jugando sobre sus pezones que comenzaban a endurecerse. Un pequeño escalofrío recorrió su columna vertebral, dándole a su camisa un movimiento completamente diferente. – "¿Qué más, Ross? Dime qué más puedo hacer…"
¡Judas! En unos pocos minutos el deseo la había invadido por completo. Hacer esto con Ross… había sido una fantasía, pero no había creído que podía suceder alguna vez. De repente estaba tan caliente, lo añoraba tanto que ya sentía un cosquilleo entre sus piernas y ni siquiera se estaba tocando todavía.
"Ahora lentamente levanta las manos y toca los lados de tu estómago... Te gustaba cuando te acariciaba, ¿no es así?"
"Sí. Me gusta." – respondió ella.
"Entonces, acaríciate de la misma manera. Desliza tus manos más allá de tus pechos, solo tocando los costados de ellos. Y luego hasta tu cuello. Comienza a desabotonarte la camisa lentamente y toca tu piel lo menos posible…" - Demelza quiso gemir. Sus propias caricias despertando todos sus sentidos. Era más fácil cuando él se tomaba su tiempo y la tocaba lentamente, acariciarse a sí misma requería de una fuerza de voluntad completamente diferente a la que estaba acostumbrada. El hecho de que estuviera siguiendo sus órdenes la excitaba aún más. Sus dedos rozaron sus pechos, apretando la camisa sobre su piel y sus pezones, elevando la sensación y haciendo que sus capullos rosas se estremecieran, anhelando un contacto más firme. – "Dime que haces, Demelza." – su voz era casi un suspiro. Con la mano que tenía libre se desabrochó lentamente los botones por completo y gimió un poco. "Me estoy desabrochando la camisa. Mis pezones están duros, Ross… quiero pellizcarlos…"
Ella no era la única que emitía pequeños sonidos.
"Paciencia, cariño. Ahora desliza tu mano por tu estómago y por tus senos, muy suavemente. Tómalos un poco, dales un suave masaje, con movimientos sensuales." - Demelza se levantó un poco, toda esta atención a sus pechos, más de lo que ella misma nunca les daba, generaba un lento calor que se acumulaba entre sus piernas, haciéndola retorcerse de anticipación. "Pasa los dedos por tus pezones, pero no apliques presión sobre ellos. Simplemente rózalos y aprieta un poco tus preciosos pechos. Rózalos y luego aprieta."
¡Judas! ¿Qué se estaba haciendo? Sus pezones eran como fresas ansiosas por ser pellizcadas. Apretaba sus pechos con fuerza, sus pezones se escurrían entre sus dedos y esa presión y la voz de Ross en su oído la estaban volviendo loca. La combinación cuando se apretaba los pechos fuerte y lo suave de la caricia cuando se soltaba la hacía retorcerse. Sus piernas apretadas juntas mientras trataba de calmar algo de la necesidad que ardía entre ellas.
"Ross… se siente tan bien. No te detengas…" – dijo, sosteniendo el celular entre su hombro y la cabeza para poder usar las dos manos.
"Me gustaría verte…" – dijo él por el teléfono. Y sin pensarlo ella soltó sus pechos, tomó el celular, cortó la llamada y con un dedo tembloroso presionó la camarita para llamarlo. La cara de Ross apareció en la pantalla, pero ella no se tardó mucho. Acomodó la cámara en un precario equilibrio sobre el colchón, sosteniéndolo con un almohadón detrás, de modo que su cabeza y sus pechos se llegaban a ver en la imagen.
"Dios… Demelza…" – Ross gimió y lo vio lamerse los labios. Lo veía enmarcado en el respaldo de la cama, con la misma remera negra que tenía más temprano. Ella se mordió el labio inferior también.
"Continúa." – ordenó.
Él trago saliva.
"Ahora… comienza a dibujar círculos sobre tus senos con los dedos. Empieza en la parte más externa de tus pechos y continúa hasta llegar a los pezones. Cuando llegues a ellos, pellízcalos ligeramente entre tus dedos y suéltalos. Hazlo una y otra vez… Así cariño. Dios, eres tan hermosa… eres la mujer más sexy que jamás haya conocido… Añade un poco más de presión esta vez. Eso es, Demelza." - Demelza gimió. Su espalda se arqueó mientras trataba de apresurarse en esta parte. "Más lento…" murmuró él suavemente. Y sus ojos se abrieron para ver la cara de Ross cerca de la cámara del teléfono sonriendo extasiado. "Cierra los ojos y ve más lento." Pero ella no los cerró, y en cambio se quedó así, con los ojos fijos en la pequeña pantalla de su teléfono, mirándolo.
Sus pezones estaban palpitando cuando llegó allí. El ligero pellizco que les dio envió un rayo de placer a través de su cuerpo que fue directo a su centro. Se pellizcó los pezones de nuevo, un poco más fuerte esta vez e hizo un ruido bajo en su garganta. "Estoy tan mojada, Ross…"
Estaba empapada entre las piernas, y se había hecho esto a sí misma. No, él lo había hecho. Otro pellizco, esta vez más fuerte y un poco más largo y Demelza se rio, arqueando su espalda de deseo. "Aprieta y toca tus pezones tanto como quieras."
"Pienso que eres tú quien los toca… ¿Tú… tú también te estas tocando?" – preguntó mientras apretaba sus pechos y giraba un poco su cuerpo apuntado hacia la cámara.
"S-sí." – Ross bajó un poco la cámara, pero no del todo. Lo máximo que llegó a ver era que tenía la remera levantada sobre su abdomen. Pero era suficiente, prefería ver su rostro lleno de deseo, de deseo por ella y por lo que estaba sucediendo. Oh, cómo ansiaba poner las manos entre sus piernas. En cambio, apretó sus pechos, presionándolos y soltándolos para la cámara. Apretando sus pezones. Pellizcándolos y retorciéndolos una y otra vez. No queriendo nada más que alcanzar ese lugar entre sus piernas y frotarse hasta llegar a un éxtasis culminante.
"Ahora, manteniendo una mano sobre sus senos, desliza los dedos de la otra lentamente por tu estómago."
Las rodillas de Demelza se elevaron automáticamente en el aire con los pies presionando en el colchón.
"Presiona con fuerza donde comienzan tus vellos." - Demelza gruñó, sus caderas en el aire flotando por la maravillosa sensación. "Deja que tus dedos se deslicen sobre la parte superior de tu vagina y haz una v con tu dedo índice y medio deslizándolos hacia abajo, frotando tus labios."
"Ohhh... ¡Judas!" – "¿Se siente bien?" – "Se siente… celestial. Ross… no te detengas." Se estaba tocando la parte de afuera de sus labios y podía notar cómo estaba de mojada por lo hinchados que estaban. Su toque era suave pero firme. Sus caricias generaban un sonido húmedo y descuidado y no era el único. Cuando miró a la pantalla, podía ver el brazo de Ross moverse también.
"Frota las capas externas de tus labios, masajéalos con un movimiento circular, deja que su presión suba donde se esconde tu clítoris y siente las diferentes sensaciones depende de donde te toques…"
Las caderas de Demelza se levantaron de la cama mientras movía su mano. La presión, el masaje sensual, su voz, saber que él también se estaba dando placer junto a ella… pensó que probablemente podría correrse ahora mismo si movía sus dedos sobre su clítoris con un poco más de rapidez. Apretó su pezón con fuerza, el dolor se mezcló con las poderosas sensaciones que se agitaban en el centro de su ser. "Awww…" - jadeó suavemente mientras ponía más presión sobre su clítoris escondido debajo de los pliegues de su coño. Se sentía increíble.
"Ahora, mueve tu otra mano hacia abajo y usa una mano para abrir tus labios y mantenerlos separados, y desliza los dedos de tu otra mano hacia el centro de tu humedad. Frótalos hacia arriba y hacia abajo. Tócate con las yemas de los dedos, masajea tu clítoris de la forma que yo lo hago…" - La cabeza de Demelza se sacudió de lado a lado mientras cerraba los ojos con fuerza.
"Judas... Ross…"
"Eso es, cariño. Te ves hermosa cuando te estar por venir, Demelza. Sigue moviendo tus dedos… Dios…"
Sus dedos le hacían sentir sensaciones que nunca había podido darse a sí misma. Sus piernas se abrieron de par en par, sus rodillas en el aire, sus labios abiertos entre sus dedos, podía sentir la humedad de sus jugos corriendo hacia las sábanas mientras empujaba sus dedos hacia adelante y hacia atrás, arriba y abajo completamente mojados. Cada vez que tocaban su clítoris era como una descarga eléctrica llena de placer.
"Desliza dos dedos dentro tuyo, no del todo, y luego sácalos. Hazlo una y otra vez. Presionando un poco más cada vez. ¡Oh, cielo...!"
Demelza se mordía los labios para no gritar. Sus dos dedos presionando su sensible humedad, frotando el interior de su propio cuerpo. Se sentía increíble, su respiración comenzó a acelerarse mientras se retorcía. El placer se estaba acumulando para estallar en una explosión increíble. El calor entre sus piernas hacía sentir su coño como puro placer. – "Levanta tu otra mano, poniendo presión en la parte superior de tu vagina y frotando hacia atrás y hacia adelante y a cada lado de tu clítoris mientras continúas presionando tus dedos dentro y fuera de ti..."
¡Oh, Judas! Demelza tiró la cabeza hacia atrás, todo su cuerpo se retorcía y arqueaba, podía sentirse a punto de correrse.
"Aprieta tu clítoris entre tus dedos, frótalo entre ellos."
"¡Ay, Judas! ¡Ross…!" Demelza se estaba acercando, sus labios entreabiertos jadeaban mientras el orgasmo más fantástico que jamás se había dado la envolvía. Sus dedos frotaban con fuerza hacia arriba y hacia abajo, su clítoris atrapado entre ellos. Con su otra mano metía sus dedos en su coño una y otra vez. El calor viajó a través de sus dedos y de su centro hasta sus pezones color ciruela y podía sentir cada músculo de su cuerpo tensarse y liberarse con el fantástico éxtasis que la inundaba. "Cariño…" – jadeó y abrió justo los ojos para verlo a Ross con la boca entreabierta llegar a su clímax también, con la cámara moviéndose y desenfocada. Pudo ver su cuello tensarse cuando tiró su cabeza hacia atrás y escuchar un gemido gutural salir de su garganta.
Aún en trance y alucinada por lo que acababa de sentir y de ver, se acomodó de costado mirando al teléfono y lo acomodó de modo que sus pechos quedaron fuera del encuadre. Lo observó con atención mientras respiraba agitado con los ojos cerrados y ella aún jadeaba también. Su corazón palpitando a toda velocidad. Ross abrió los ojos lentamente y llevó el teléfono de vuelta hacia arriba de modo que la cámara enfocó su rostro y fijo los ojos en ella. Demelza le obsequió una dulce y sensual sonrisa.
Él se la devolvió.
"Demelza…" – suspiró y creyó ver su dedo en la pantalla, como si quisiera acariciarla a través del teléfono.
"Cariño…" – repitió ella. Vio sus ojos brillar.
"¿Ya estas relajada?"
"Uhmmm… creo que sí." Los dos rieron con algo de timidez. Demelza enterró su mejilla más en la almohada. – "La próxima vez te quitas la remera y me dejas ver ¿sí?"
Ross frunció los labios para evitar reírse.
"La próxima vez no va a ser por teléfono…" – dijo él.
"Oh, no lo sé. Fue muy… divertido."
"¿Divertido? ¿Te reíste mucho?"
"Entretenido…" – aclaró ella bostezando.
"Será mejor que te duermas, ya no piensas lo que dices."
"Awww… pero no quiero cortar." – protestó entrecerrando los ojos ya, de forma parecida a Clowance cuando se rehusaba a irse a dormir.
"No lo hagas. Yo corto cuando te duermas…"
"Mhmmm…" – el cansancio la vencía, por más que quería quedarse despierta un rato más hablando con Ross. Todo su cuerpo se sentía deliciosamente distendido. Su método de relajación había sido muy eficiente.
Entre sueños lo escuchó hablar, o tal vez ya estaba dormida…
"¿Demelza?" – susurró – "Estoy loco por ti…" - lo oyó decir.
"Que bien… Tú eres lindo también." – balbuceó ella sin abrir los ojos.
