Capítulo 53

DEMELZA

No podía dormir. Todo lo que hacía era mirar al techo y repetir internamente una y otra vez todo lo que Ross le había contado. Lo que sucedió aquella noche en que perdió a su esposa… las cosas horribles que le dijo. Lo que le había dicho ella. No podía creer que fuera verdad. Era imposible. Que...

Que Clowance no era su hija.

Pero la niña era tan parecida a él. Y no sólo en los rasgos físicos más obvios como el color de ojos o de pelo como Ross decía, era más que eso. Eran sus gestos, su mirada. Esa dulzura en su sonrisa que aceleraba su pulso pues le recordaba a la sonrisa de su padre. Esas que no eran muy habituales hacía unos meses y que conoció cuando llegaron a Cornwall y ahora aparecían cada vez más con más frecuencia. O la forma en que pronunciaban su nombre, 'Demelza…', arrastrando la zeta con la a, formando una melodía. O la manera en que ambos la miraban antes de darle un beso, o algo tan tonto como los dedos de sus pies. El segundo dedo igual de largo que el dedo gordo… ¡Judas! ¿Cómo podía dudar?

Estaba tan enojada, aunque no sabía muy bien con quién. Con él, por haber mantenido en secreto esa duda durante años cuando había una forma sencilla de saber la verdad y por no haberlo compartido con ella antes. Habían hablado de tantas cosas, Demelza creyó que conocía todos los hechos más importantes que habían marcado su vida hace años. Pero en el fondo lo entendía, lo conocía bien, sabía que él miedo lo paralizaba y que hizo lo que pudo a pesar de ese temor. Y entendía el dolor de siquiera tener que pronunciar esas palabras en voz alta. Le dolía a ella ¿cómo no a él?, y le pesaba también haber sido tan insistente con todo el tema de su esposa. Forzarlo a que hablara de ella. No es que estuviera arrepentida, todavía creía que los niños debían saber de su madre y era él quien debía hablarles de ella. Pero estaba algo decepcionada de Regina. Como si la hubiera traicionado a ella también. Podía, hasta cierto punto, comprender que estuviera insatisfecha en su matrimonio. Ross reconocía que prácticamente la había abandonado y cuando estaban juntos todo lo que hacían era discutir. ¿Pero decirle semejante cosa? Era muy cruel. Casi perverso. Pero Ross también había sido cruel con ella… era una situación horrible.

Demelza estaba convencida de que lo había dicho por despecho, para mortificarlo por la forma en que él la había tratado. Ross diría que era porque ella siempre pensaba lo mejor de las personas. Pero ahora era imposible saberlo… o sí, había una manera, pero había prometido a Ross que no le recordaría más todo el asunto, le hacía mucho daño y ella entendía por qué.

Pero no tenía por qué ser así. Esa mujer… ¿Cómo se atrevía a amenazarlo con semejante cosa? Con ella estaba enojada más que con todos. Estaba furiosa. Si la volvía a ver, no sabía de lo que sería capaz de hacer. Querer lastimarlo a Ross de esa forma, sin importar destruir la vida de una niña inocente… Cuando le preguntó a Ross como es que Elizabeth sabía acerca se ese secreto si él no le había dicho, le respondió que no lo sabía a ciencia cierta. Pero suponía que lo había deducido. Ella lo conocía cuando Regina aún estaba viva, sabía el estado en que estaba su matrimonio meses antes de que ella falleciera, sabía que alguna vez él había sospechado... Y si conocía a George, de seguro sabía cuánto tiempo ellos estuvieron juntos, debe haber hecho las cuentas. La odiaba. Se sentía tan impotente…

"No llores." - Dijo Ross a su lado, creyó que estaba dormido.

Tampoco se había dado cuenta que las lágrimas caían sin control por sus mejillas. Había estado llorando en silencio en la oscuridad de la noche mirando el techo. De seguro Ross podría ver su perfil empapado, enmarcado por el resplandor de la luna que entraba por la ventana. Ella lo miró un momento, pero volvió sus ojos hacia arriba. Ross estiró un brazo. Con su pulgar, limpió delicadamente la humedad de sus mejillas. Ella cerró los ojos.

"No soy el hombre que creíste que era…" – susurró con voz entrecortada.

Demelza abrió los ojos y volvió a girar su rostro hacia él, su mano aún en su rostro.

"Me importa el hombre que eres ahora."

"Lo siento…"

"¿Qué cosa?"

"Las cosas que dije… ya no soy ese hombre."

Demelza acomodó su cuerpo sobre el colchón, girándose hacia él. Cuando volvieron del campus, no se habían dicho mucho más. Ella aún estaba procesando lo que le había contado y él le había pedido que no insistiera en ello. Por la mañana se irían a Londres, Ross tenía que llevar unos papeles y se aseguraría que Trenwith no iniciara acciones legales contra Christopher Chynoweth y eso arreglaría todo. Ella estaba segura de que eso no arreglaría nada. Pero se lo había prometido, así que en silencio se habían metido a la cama. Y ella no había podido pegar un ojo desde entonces.

"No es a mí a quien debes pedir disculpas. No soy yo quien debe perdonarte."

"La persona que debe perdonarme ya no está."

"Todavía estas tú…" – ella también tocó su mejilla. En la penumbra vio sus pestañas oscuras cerrarse y lo sintió estremecerse contra la palma de su mano. Su querido Ross… - "no será ahora, pero algún día."

"Los niños… los niños nunca me lo perdonarán si se enteran…"

"Tus hijos te aman. Tus dos hijos, Ross. Eres todo para ellos… algún día serán adultos y se los podrás contar y ellos no te van a culpar porque fue un accidente. Los dos se hicieron daño, los dos se lastimaron y actuaron mal, pero tú todavía estas aquí y debes ser el que perdone. A ella y a ti mismo. Y verás que tus hijos lo harán también cuando llegue el momento…"

Ross tragó saliva.

"Tu-tu estarás allí conmigo…?" – preguntó, o no…

"¿Fue una pregunta o una orden?" – intentó bromear cuando las cosquillas de las lágrimas volvieron a aparecer en sus ojos.

"¿Harías caso a mis órdenes?" – dijo el también, atragantándose entre la angustia y una sonrisa.

Demelza rozó sus labios con los suyos antes de responder.

"Depende cuál sea la orden."

"Que me ames…"

"No hace falta que me lo órdenes, yo ya te amo."

"¿A pesar de lo que te conté hoy?"

"Si, Ross. A pesar de ello." - El la besó de nuevo.


El viaje a Londres fue un asunto complicado.

Ya le había avisado a Caroline que iban a ir. Lo había hecho apenas hicieron planes para que Ross llevara el contrato y antes de la visita de Elizabeth. Demelza quiso cancelar la cita, pero Ross le dijo que no era necesario, que "todo seguía igual que antes". Le sorprendió su negación, más que nada porque todo lo que ella hacía era pensar en ello. Era como un eco que retumbaba en su cabeza y no podía hacerlo callar. Tal vez Ross se había acostumbrado a vivir con la duda, con ese dolor. Es más, Demelza creía entender porque lo hacía, porque se dejaba estar. Seguramente él creía que era merecedor de ese dolor. Pero ella no iba a poder soportarlo. No cuando había una solución.

Nampara estaba igual a como la habían dejado hacía un par de meses. Prudie los recibió sonriente y se encerró con Ross a ponerlo al tanto de los movimientos del Hotel, y luego él se había ido a Trenwith. Demelza no se molestó, pues era a eso a lo que iban y le daba el tiempo a solas que requería. Apenas él se fue a la oficina aprovechó para investigar. Pasado el mediodía bajaron a almorzar.

No le había avisado a Louis que iría, así que se sorprendió mucho al verla allí. Clowie y Jeremy se alegraron de verlo también y mientras comían le contaron de sus aventuras en Cornwall.

"¿Ves? ¿Notas que este está más delgado?" – Jeremy le preguntó con ambos brazos extendidos frente a él.

"Oui, oui. ¿Y tú, Mademoiselle Demelza? ¿Veo que sigues siendo la niñega des enfants?" – le preguntó a ella.

"Uhmm…"

"Demelza no es más nuestra niñera. Es nuestra amiga y amiga de papá." – Clowance respondió por ella.

"¡Ah! Ya veo…"

"Lo ayudo a cuidar de ellos, ahora que viven cerca de donde yo estoy." – las mejillas de Demelza se ruborizaron bajo la atenta mirada de Louis.

"Supongo que nuestro fin de semana queda suspendido indefinidamente entonces." – le dijo en un momento en que los niños no los escuchaban. Se habían enviado algunos mensajes en ese tiempo, generalmente era el quien le escribía, pero ella no decía mucho.

"Puedes venir a visitarnos."

"¿Visitagnos?"

"A mí y a los niños… y a Ross."

"Oui…" – el francés la miró detenidamente por un momento y luego comenzó a sonreír. No quería mentirle, era su amigo después de todo. Y tampoco quería darle algún tipo de esperanza, aunque ella siempre fue muy clara con él y así quería seguir siéndolo. – "¿El y tú…?"

"Somos… sí. Pero recién estamos… y los niños aún no lo saben…" – vaciló. Era la primera vez que le decía a alguien además de Caroline que había algo entre ella y Ross. Hugh lo sabría, claro, pero no hizo falta decírselo.

"Siempre sospeché que había algo entre ustedes dos, la fogma en que te migaba…"

"Yo solo era su empleada aquí…"

"Pego fue atrás de ti luego de dejag plantada a su novia en el altag. Es muy… gomantico."

Ambos rieron.

"Entonces… tú egues mi jefa ahoga."

"¡Judas! No. ¡Qué cosas dices!"

Había sido agradable hablar con Louis de nuevo. Él había sido su amigo mientras ella estuvo allí y uno muy bueno.

Por la tarde dejó a Jeremy en casa de Paul. Los dos niños se alegraron mucho al volver a verse. Y ella volvió a extender otra invitación a la madre del niño para que fueran a visitarlos a Cornwall. ¡Judas, Demelza! Vives en el campus de la Universidad y andas repartiendo invitaciones como si fueras la dueña de casa. – se dijo. Ross diría que era su casa también, aunque no le gustaría mucho la idea de Louis quedándose con ellos. Pero, más allá de los atributos que se estaba tomando, considerar a esa pequeña casa junto al mar como su hogar ya no la atemorizaba tanto. Lo que la asustaba era lo que diría Ross cuando le tuviera que decir lo que estaba planeando hacer.

La madre de Paul las había invitado a que ellas también se quedaran en su casa a pasar la tarde, pero Demelza se disculpó porque tenía cosas que hacer. En realidad, todo lo que tenía que hacer era pasar a buscar el kit que había comprado online esa mañana en el punto de retiro. Le hubiera gustado ir sola, pero no tenía con quién dejar a Clowie, así que como escusa le tuvo que comprar un juguete también. Aunque no fue un juguete sino un vestido de Frozen que la niña eligió del catálogo en una pantalla. Si que tenían de todo allí. Por suerte no preguntó que era esa otra cajita envuelta en una bolsa oscura que compró y guardó rápidamente en su mochila y quiso volver de inmediato a Nampara para ponerse el vestido. Su corazón latía fuerte en su pecho mientras leía las instrucciones. Todo parecía muy directo y sencillo. O lo sería si tuviera el consentimiento de Ross, claro. Lo importante eran las muestras.

La de Clowie fue fácil. Antes de que se cepillara los dientes le pidió que abriera grande la boca y sin decirle nada rozó el interior de su mejilla con uno de los hisopos que venían en el kit. Luego le dio un gran beso y le dijo que sus dientes estaban bien, que continuará cepillándolos así. La niña no sospechó nada ¿Cómo podría?

La muestra de Ross era más complicada. Como no podía hisoparlo había varias otras formas, aunque no todas viables. Una muestra de sangre estaba descartada. Semen… no quería ni pensarlo, aunque era una posibilidad. Muestra de cabello… solo hacían falta tres. Iba a tener que esperar a que estuviera dormido…

La reunión en Trenwith, aunque solo era para llevar el contrato de la gente de Devon, había terminado siendo con la junta directiva completa aprovechando que Ross estaba allí.

"Mi tío Charles insiste en que quiere iniciar acciones legales…" – le contó al regresar.

"¡Judas! ¿Y tú que le dijiste?"

"Que no creía que fuera lo mejor. Que el juzgado puede pensar que nosotros, que yo particularmente, estaba involucrado y sabía del estado de la empresa de los Chynoweth y nos puede traer problemas. Traté de convencerlo de que con los tres proyectos de vuelta en Trenwith ya estarán bastante ocupados como para preocuparse por meter preso a Christopher Chynoweth y que solo quiere hacerlo por venganza."

"¿Y lo convenciste?"

"Por ahora. Verity está de acuerdo conmigo. Ella quiere dejar todo atrás y empezar a trabajar en los proyectos, que ya con eso tienen bastante. Además, creo que siente lástima por mí. Decir públicamente que Elizabeth se iba a casar conmigo para embaucar a la empresa de mi familia… me haría ver como un estúpido."

"Ross…"

"Tiene razón, por supuesto."

"No eres estúpido, Ross." – Dijo ella con un dejo de molestia. – "Obstinado, tal vez. Ross, sabes que todo esto se puede acabar con…"

"Cariño… por favor…"

Demelza suspiró. Se iba a enojar tanto con ella cuando se enterara de lo que estaba por hacer.

A comparación de la última vez que habían visto a sus amigos donde todo había sido felicidad y alegría, esta vez ninguno de los dos podía disimular su ansiedad. Por más que ambos intentaban sonreír y hacer creer que nada ocurría, no pensaba que ni Dwight ni Caroline les hubieran creído del todo.

Los cuatro cenaron en un bonito restaurante sobre el río en el centro de Londres en una especie de iglú calefaccionado y e iluminado con muchas lucecitas doradas. Había mantas sobre los respaldos de las sillas para protegerse del frío, las temperaturas iban bajando más día a día, principalmente por las noches. Ross colocó una manta cubriendo las piernas de ambos mientras aguardaban por la comida. Fue entonces cuando ella se dio cuenta de que esa era su primera cita.

"¿Qué ocurre?" – susurró Ross en su oído cuando ella exhaló.

"Na-nada. Solo que… nunca habíamos salido a cenar nosotros solos. Como en una cita."

Ross torció sus labios en una pequeña sonrisa, pasó los brazos sobre sus hombros y besó la comisura de su boca y luego su mejilla, las que sintió arder pues sus dos amigos los estaban observando. ¡Judas!

"¿Todo está bien, cariño?" – le preguntó Caroline cuando fueron al baño. – "Pareces algo… nerviosa."

"Sí, Caroline. Todo está bien. Solo, solo estamos un poco alterados con todo lo de la empresa. Ross ha estado trabajando en ello toda la semana…"

"No puedo creer que Elizabeth lo haya engañado así. Bueno, en realidad, si puedo creerlo. Pero que le haya mentido durante tanto tiempo… es tal cruel."

"Sí… más que cruel. Ross se siente usado, piensa que lo tomó por estúpido. Por eso está raro también." – Dijo ella de forma convincente, aunque en el fondo le dolía mentirle a su amiga. Pero no le podía decir más, no podía contarle toda la verdad, se lo había prometido a Ross.

"No debe ser nada agradable enterarse de que solo quería casarse con él porque quería que pagara las deudas de su padre. Oye, Charles Poldark debe estar muy agradecido contigo. Después de todo no solo lo salvaste a Ross de ese casamiento, también salvaste a su empresa de caer en la ruina."

"¡Caroline!... sabes que no fui yo quien evitó que Ross se casara. Y además, no creo que Charles Poldark vaya a pensar algo bueno de mi algún día."

Cuando regresaron a la mesa, Ross y Dwight también estaban conversando animadamente. Ross había tenido razón en no cancelar la cita, los había distraído, por un rato al menos. Pero mientras volvían hacia Nampara esa inquietud la volvió a invadir y casi brinca en el asiento trasero del auto cuando Ross tomó su mano y la besó rápidamente con Jud en el asiento de adelante. "Ross…" – susurró en la oscuridad señalando con su cabeza hacia el conductor.

"No te preocupes por Jud, no es la primera vez que me ve acompañado por una mujer atractiva. Siempre ha sido muy juicioso"

"Judas." – Demelza lo apartó con su mano, aunque sonriendo también. – "Ya decía yo que era una más en tu lista de conquistas…"

"Tú eres la última en mi lista de conquistas. Jud, ¿tu viste algo?"

"Solo la carretera, Señor Ross." – Dijo el hombre.

"¿Ves?... Ehm, Jud, Demelza, la señorita Carne para ti, es mi novia…"

"¡Judas, Ross!" – Exclamó Demelza y lo tomó de la chaqueta para hacerlo callar.

"Así que debes obedecerla como si fuera yo. Pero mantén esto en secreto, ¿sí? Nadie lo sabe aún."

"¡Judas!"

"Gracias por confiar en mí, joven Ross. Y mis felicitaciones a usted y a la Señorita Carne."

"Judas… Jud, me puedes seguir llamando Demelza… y no te voy a dar órdenes… y gracias."

"La vieja y yo sabíamos que había algo entre ustedes. El señor Ross ha cambiado mucho desde que usted llegó aquí. Para mejor."

Ross sonreía a su lado, y ella se moría de vergüenza.

Y esa complicidad los siguió durante un rato más cuando entraron al lobby del hotel tomados de la mano y subieron al ascensor.

"Louis te envía saludos." – lo provocó ella cuando se cerraron las puertas. Ross la arrinconó en el pequeño cubículo.

"¿Te burlas de mí?"

"No, de verdad. Lo invité a que fuera a visitarnos a Cornwall…" – Demelza continuó riendo tontamente frente a él y a su ceño fruncido.

"¿Le dijiste? ¿Sobre nosotros?" – la puerta se abrió en el pent-house y volvieron a salir tomados de la mano.

"¿Que soy tu 'novia'? Tuve que hacerlo. Cuando me fui habíamos quedado en que iríamos a pasar un fin de semana juntos y… bien, otras cosas surgieron en el camino. Y tuve que decirle, él ha sido más mi amigo que otra cosa, lo sabes."

"Lo sé. Y tus amigos siempre serán bienvenidos… aunque la casa sea muy pequeña para recibir invitados."

La sala estaba en silencio y ella aprovechó que estaban tomados de las manos para acercarlo y darle un beso.

"Subamos…" – susurró Ross.

"Uhmmm… Ross." – Demelza vaciló cuando el comenzó a subir las escaleras. – "¿Por qué no vamos a la que era mi habitación?"

El la miró sin comprender. "¿Por qué?"

"Pues… no quiero dormir en tu cama, en esa cama donde estuvo ella." – no se le había ocurrido antes. Ross la miró desde un escalón más arriba.

"Amor… por supuesto. Vayamos a ver a los niños y luego bajamos."

Demelza besó su mano y lo siguió a la planta alta. Se movieron con sigilo por el pasillo, y abrieron la puerta intentando no hacer ruido, pero para su consternación los niños no estaban allí.

Prudie les había dicho que los cuidaría, cuando se fueron ya estaban metidos en la cama mirando una película. Les tomó un frenético momento encontrarlos. Estaban dormidos en la cama de su antigua habitación. Ross respiró aliviado tras ella cuando abrieron la puerta y los vieron allí.

"Hay otras habitaciones." – murmuró en su oído. Pero ella sonrió, se quitó los zapatos y se fue a acostar junto a Clowie. Ross se quedó un momento parado mirando que hacía, pero luego sonrió también y se fue a acostar del otro lado de la cama.

Horas más tarde, Demelza se despertó y levantó la cabeza en la semi oscuridad. Los tres dormían profundamente. Clowie con los bracitos abiertos, empujando a su hermano del centro de la cama que estaba abrazado a su padre. Ross parecía profundamente dormido. Con mucha cautela se levantó. Caminando descalza buscó su cartera y de ella sacó una pinza de depilar.

Las manos le sudaban.

Caminó alrededor de la cama. "Ross…" susurró bien bajito, pero él no se despertó. Cuando se arrodilló junto a él volvió a llamarlo despacio, pero estaba bien dormido. Las manos le temblaban, pero con mucho cuidado, uno a uno, sacó los tres cabellos que necesitaba.