Capítulo 57

"Te llamaba para confirmar si van a venir a pasar Navidad en casa..." - La llamada de su prima lo tomó desprevenido mientras él y los niños esperaban a que Demelza saliera de trabajar. Era algo habitual, aunque no de todos los días, claro. Ross pasaba a buscar a Jeremy y a Clowie a la salida de la escuela y los tres iban a Truro a buscar a Demelza y salían a comer. A lo de Bert o al restaurante italiano que tanto les gustaba a los niños. Generalmente lo hacían los miércoles que era cuando la única actividad por la tarde eran las clases de guitarra y piano de Jeremy y era un día en que Demelza tenía clase en la Universidad por la noche.

"Uhmmm..." - Ross vaciló. Demelza se había asomado a la puerta del Museo y les estaba haciendo señas. Jeremy bajó la ventanilla y la escucharon decir: "¡Vengan, niños!" - Así que Clowie y Jeremy salieron disparados del auto. Ross los observó ofrecer sus mejillas para que Demelza los besara antes de volver a entrar los tres juntos. También hizo un gesto en su dirección y él le sonrió a través del parabrisas, indicando que estaba hablando por teléfono. - "No, Ver. No creo que vayamos este año."

"Oh... Si es por papá no te hagas problema. Sabes que ya se le pasó el enojo, y yo hace mucho que no veo a mis sobrinos..."

"Puedes venir a verlos cuando lo desees."

"Lo sé. Es que estos últimos meses han sido una locura y Cornwall no está tan cerca como Nampara."

"Yo también lo sé, Ver. Los días pasan volando y tú has trabajado muchísimo, probablemente más que nadie. Lamento haberte dejado sola con todo eso."

"Yo, como papá, no si agradecerte o pedir por tu cabeza. Ha sido intenso, pero también aprendí un montón en estos meses. Y por fin papá ha dejado de tratarme como una asistente y se dio cuenta de que..."

"Que eres la más lista de la familia..." - ofreció él, porque era verdad.

La escuchó reír del otro lado de la línea. "Yo no iría tan lejos."

"Yo , y Charles también lo sabe. Sabe que la empresa está en buenas manos contigo a la cabeza."

"Sabes que aún tiene esperanzas de que vuelvas, ¿verdad?"

"Pues eso no va a ocurrir. Ya se lo dije la última vez. Estoy echando raíces aquí y no tengo intenciones de volver a vivir a Londres." - Al menos no hasta que Demelza quiera, pensó.

"¿Es un no definitivo entonces? ¿Para Navidad?"

"Es definitivo. Es nuestra primera Navidad con Demelza..."

"¡Oh, pero ella puede venir también, por supuesto!"

"... y quisiéramos estar nosotros solos. Pero te agradezco mucho la invitación, y te reitero que tú siempre eres bienvenida aquí... Aunque ahora la casa es un caos..."

"¿Gracias?... ¿Qué pasa con la casa?"

"Comenzamos a remodelar."

"¿A remodelar?"

"Si. ¿No te conté?"

"No, Ross. Cada vez que hablamos tienes tantas novedades que es difícil seguirte el paso. La última vez me dijiste que ya casi tenían listo el layout para comenzar con las refacciones en Nampara. ¿Ahora estas remodelando la casa? ¿Qué parte?"

"Todo, en realidad. Extenderemos en living hacia el patio para armar una biblioteca y otra habitación más arriba. Jeremy se mudará al altillo, así que hay que arreglarlo también. Empezaremos por el garaje. O sea, construiremos un garaje para tener lugar sobre él. Allí haremos una oficina y un taller."

"¿Qué clase de taller?"

"Para que Demelza tenga sus cosas de trabajo. Tenemos que traer objetos que estaban guardadas en Nampara. Y para . Para tener un lugar en donde… pintar."

"¿Estás pintando de nuevo? Oh, Ross. ¡Eso es fantástico! Siempre me gustaron mucho tus obras. ¿Estaban en Nampara?" – exclamó Verity entusiasmada.

"Sí. Son de Demelza ahora. Puedes venir a verlas cuando quieras, ellas te las enseñará."

"Eso es genial, Ross. De verdad. Ella-ella es muy buena para ti…" – Dijo su prima.

"Y yo quiero ser bueno para ella, y para los niños."

"Primo, estoy tan contenta de escucharte hablar así. Han pasado años desde que no te escuchaba tan feliz…"

"Soy feliz, Verity. Ella… ella lo ha puesto todo de cabeza, pero en un buen sentido. Me ha hecho encontrar el rumbo que había perdido y me ha ayudado a ver lo que es realmente importante."

"Y nos ha salvado a nosotros también de caer en una estafa en el camino. Papá lo sabe. No será tan duro con ella cuando la vuelva a ver."

"Por lo pronto prefiero no asustarla. Pero no es por eso que no iremos, Demelza no le tiene miedo a nadie. Solo queremos pasar nuestra primera Navidad como familia aquí, en casa."

Mientras hablaba vio como Demelza, Jeremy y Clowie salían del museo saludando adiós a quien fuera que estuviera dentro. Tenía una chaqueta grande y guantes. Le había puesto su gorro de lana a Clowie y la bufanda a Jeremy. El invierno parecía haberse adelantado y el viento revolvió sus cabellos colorados en el aire mientras se aproximaban. Clowie tomada de su mano y Jeremy corriendo delante de ellas.

"Está bien, pero deben venir a visitarnos algún día. Oye, ¿y por qué no compras otra casa más grande directamente?"

"Porque los niños se quieren quedar aquí." – lo habían hablado. Él había pensado lo mismo. A Demelza no le gustaba mucho la idea pues no tenía dinero para aportar en la compra de una casa. Ross había puesto los ojos en blanco, y luego de una palmada en su brazo le dijo que cuando se mudaran le gustaría aportar algo. Sería su hogar también después de todo. Pero si él quería mudarse obviamente los acompañaría, aunque le gustaba esa casita. Era práctica para los niños y estaba cerca de la playa, era pintoresca y se sentía como un hogar. Pero quizás deberían hablar con los niños y ver que opinaban ellos. El 'no' fue rotundo. No, no se querían mudar a ninguna otra casa, se querían quedar allí. Así que allí se quedarían por ahora, pero necesitaban más espacio así que había que reformar. – "Tengo que colgar, Ver. Tengo que manejar. Hablamos luego, saludos por ahí."

"Dales un beso de mi parte a mis sobrinos, y a mi nueva prima también." – Ross sintió su sonrisa en su voz y él sonrió también cuando Jeremy abrió la puerta trasera del auto y se subió de prisa.

"¿Qué fueron a ver?" - le preguntó, pero antes que respondiera Clowie subió también y ya iba por mitad de una oración.

"… y había un gran árbol de Navidad decorado con muuuuchas bolas rojas y doradas. El Señor Pascoe lo prendió y se encendieron lucecitas de colores en todos lados. Las columnas estaban decoradas con guirnaldas y moños rojos, y sobre la chimenea había un Santa Claus, y un ciervo así de grande..."

Mientras Clowie explicaba que era lo que se habían bajado a ver, Demelza subió al asiento del acompañante sonriente y le ofreció sus labios para que los besara. Algo habitual ya cada vez que se veían, aunque ya se hubieran besado varias veces esa mañana. Era habitual pero no común, no menos excitante, y los niños se habían acostumbrado a sus demostraciones de afecto ya. Al principio Clowie se reía cada vez que los veía y Jeremy ponía cara de asco, pero ahora ya lo tomaban con naturalidad y no les prestaban atención.

"Nos pasamos toda la mañana colocando los adornos de Navidad, quedó muy bonito. El Señor Pascoe quiso que los niños dieran su aprobación." – le dijo Demelza una vez que Clowie terminó con su relato. – "Y los esperamos para encender las luces."

"¿Y dieron su aprobación?"

"Sí. Se ve mucho mejor que antes." – comentó Jeremy.

"¿Y nosotros tendremos árbol de Navidad?"

Demelza y él sonrieron. Habían hablado de eso la noche anterior.

"Claro que sí, Clowie. Mi hermano Drake nos traerá uno y nosotros iremos a comprar adornos. Lo podemos armar durante el fin de semana."

"¡Siii!" – exclamaron los dos a coro.

El hermano más joven de Demelza había conseguido su primer trabajo en un centro comercial vendiendo árboles y adornos para las fiestas. Ross había hablado con él, y le había encargado uno para su casita. El más grande, eso no se lo había dicho a Demelza. Lo llevaría antes de terminar la semana. El joven le había caído muy bien, casi que era el único que le cayó bien cuando acompañó a Demelza a buscar las cosas que tenía guardadas en casa de su padre. Ella no estaba muy segura de presentarle a su familia, pero Ross la convenció de que era mejor hacerlo. Más cuando ya estaba viviendo con él. Su padre se disgustaría aún más si se enteraba por otro lado. Así que una tarde fueron juntos a su antiguo hogar.

Demelza no había exagerado al describirlo, hasta él se sintió un poco intimidado por ese hombre ermitaño y ultra religioso. Si pensó en decir algo a Demelza por sus elecciones de vida, él no le dio oportunidad para que lo hiciera. Demelza lo había presentado como su novio, el hombre la había mirado con severidad, pero antes de que dijera nada él intervino diciendo que estaban viviendo juntos y que él cuidaría de ella a partir de ahora. Demelza puso los ojos en blanco cuando estuvieron solos, pero Ross le explicó que había dicho eso porque era la forma de que su padre aceptaría su relación.

"No necesito la bendición de mi padre para salir con alguien." – retruco ella. Ross se rio.

"Lo sé. Pero preferiría que nos lleváramos bien con tu familia, así podrás tener más contacto con tus hermanos." – Ella se había quedado callada y luego de un rato le dio un beso en la mejilla. Lo que interpretó como que le estaba dando la razón. Cosas más extrañas habían sucedido.

Como resultado su hermano Drake ahora estaba en permanente contacto con ella, y Demelza estaba feliz por ello. Era un joven muy respetuoso y responsable, le iba bien en su último año en la escuela secundaria y Ross pensó que tal vez podría ayudarlo también cuando abrieran el nuevo hotel. Con eso se había ganado mucho más que un beso.

"La tía Verity les envía saludos. A ti también, cariño."

"¡Oh! Que amable. ¿Hablaste con ella? ¿Qué te dijo?"

"Llamó para invitarnos a pasar Navidad en casa de mi tío…"

"¡Nooo! No queremos, nos queremos quedar en casa." – Clowance se quejó desde el asiento trasero.

"… Y… yo le di las gracias, pero le dije que no iríamos este año. Que nos quedaremos aquí."

"¡Siii!" – gritaron los dos. Demelza se giró para mirarlos.

"¿Son siempre así estos niños?" – le preguntó a él. Ross sonrió.

"Solo desde que tu llegaste."

"Entonces, ¿antes acostumbraban a pasar las fiestas con tu familia?"- preguntó Demelza.

"Cuando estaba la abuela nos quedábamos con ella y papá venía a visitarnos. Pero el año pasado fuimos a la casa de tía Verity y del tío Charles. Pero fue muy aburrido." – contó Clowie.

"Elizabeth estuvo en Navidad…" – agregó Jeremy poniendo los ojos en blanco como si eso hubiera sido una tortura. – "Y papá se fue en Año Nuevo, no se quedó a esperar la medianoche…" – le contó Jeremy.

Demelza se dio vuelta en el asiento muy interesada.

"¿De verdad? ¿Y adonde se fue la Noche de Año Nuevo?" - Les preguntó, mirándolo de reojo divertida.

"No sabemos. ¿Adónde fuiste, papá?" - Demelza apoyó su mejilla en su mano, mirándolo y esperando una respuesta.

"Ejem... Yo... solo salí... Debía cuidar del tío Francis, ya saben cómo es."

Demelza comenzó a reírse de él. Los niños dijeron "Ahhhh..." a coro, aunque ninguno entendió lo que quiso decir. Él movió su cabeza de un lado al otro, cerrando los labios para evitar reírse, pero eso la hizo reírse más hasta que soltó un gritito porque él la pellizcó en las costillas.


Ross cargó a Clowie a su habitación y le leyó unas páginas más de su libro de cuentos hasta que la pequeña se quedó dormida. Últimamente su hija se quedaba con él esperando a que Demelza volviera de la Universidad leyendo alguno de sus cuentos, aunque para cuando Demi llegaba casi siempre estaba dormida.

Ross arropó y besó la frente de sus hijos. Las noches de Portwenn se habían vuelto frías, pero Zacky ya había hecho la instalación de todo el sistema de calefacción y adentro de la casa la temperatura era agradable. Acogedora. También en la habitación principal.

Cuando regresó a su habitación encontró a Demelza preparando su ropa para el día siguiente. Él ya había hecho lo mismo con la ropa de los niños un rato antes, lo había aprendido de ella. Cerró la puerta tras él, puso el ganchito. Demelza sonrió sin mirarlo mientras él la contemplaba apoyado contra la pared. Pantuflas, medias cortas, piernas desnudas tentadoramente infinitas, y la remera que él había usado durante todo el día. Solía hacer eso, ponerse sus remeras para dormir. Le había dicho que le gustaba su perfume y dormir rodeada por él. Lo que era literal, pues Ross siempre la abrazaba para dormir.

"¿Cómo estuvo tu día, cariño?" – le preguntó.

"Muy navideño, no puedo creer que diciembre haya llegado tan rápido. Encontramos unos adornos guardados que el Señor Pascoe no sabía que tenía."

"Me imagino, con el desorden que había antes de que llegaras."

"Y en la Uni nos quedan por ver los últimos temas antes del receso."

"Podrás descansar unos días, aunque sea." – solo un par de semanas más y comenzaría el descanso de fin de año. Los niños también, y todos lo esperaban con ansias. Demelza terminó de ordenar su ropa y se fue a parar frente a él, una ceja ligeramente levantada. – "¿Qué ocurre?"

"¿Qué? Nada…" – respondió y rozó sus labios suavemente. Ross permaneció sin moverse mientras ella daba pequeños besos y caricias en su boca, mandíbula y mejillas. Alzó una ceja también…

"Vamos, dime…"

"Judas." – soltó ella riendo. – "Me voy a dar un baño… te diré después." Le dijo.

Ross sacudió la cabeza sonriendo. Ya la conocía tan bien, y sabía cuándo quería decirle algo. Era transparente como el agua y Ross había aprendido a interpretar los pequeños gestos, las pequeñas sonrisas y miradas. Además de que quería decirle algo, esa noche también sabía que estaba de humor para jugar. Descansada y contenta, sería ese tipo de noche memorable, aunque todas las noches eran así con ella. Con su Demelza. Ross dio vueltas por la habitación quitándose la ropa, apagó la luz grande y encendió la de su mesita de luz, chequeando la temperatura de la calefacción. La esperó desnudo sentado al pie de la cama.

Cuando ella salió del baño un momento después sacudiendo con una toalla su cabello mojado, se detuvo en seco al verlo.

"¿Señor Poldark…?" – preguntó juguetona apoyándose en el marco.

"Señorita Carne…"

"¿Qué dirá su novia si se entera de esto?" – dijo, juntando sus bonitos labios e intentando aparentar inocencia. Dios, como la amaba.

"Creo que mi novia lo va a disfrutar mucho…"

"Ah, ¿sí?"

"Sí. Nunca se ha quejado."

Demelza se mordió el labio inferior para no reírse. Y no lo hacía conscientemente, porque no podía ver lo increíblemente sensual que se veía cuando lo hacía. Y lo que eso le hacía a él…

"Ya, ven aquí." – susurró impaciente estirando su mano hacia ella, y Demelza casi que corrió a su lado.

Cuando la tuvo enfrente, envolvió sus gruesos brazos alrededor de su cintura. "Eres tan mandón..."

Él soltó una pequeña risilla. "Como si alguna vez me hicieras caso."

"Hmmm… a veces si lo hago…" Susurró ella, pasando sus dedos entre sus rulos, desde arriba de la frente hasta su nuca, lo que lo hizo levantar su rostro hacia ella y se miraran por un momento.

Demelza sonrió cuando él deslizó los dedos por su trasero hacia sus piernas y se estiró para besarla como un hombre hambriento, como si hubiera estado esperando todo el día para hacerlo. Lo que era cierto. Algo en su estómago pareció derretirse cuando su lengua lamió la suya. Y cuando ella hizo su cabeza a un lado y él mordió un punto sensible en su cuello, y cuando hizo un sonido gutural en el fondo de su garganta mientras sus dedos apretaban llenos las mejillas de su trasero sobre sus bragas.

"¿Me extrañaste?" - murmuró todavía entre sus labios.

"¿Desde esta tarde?" – "Mhmm…" – "Sí, Ross. Te extrañé mucho…"

Demelza jadeó y sonrió contra su boca cuando él arrastró sus manos sobre su piel y bajo su remera, viajando a sus costillas.

"Lo hice, de verdad." – reafirmó. Y por supuesto que le creía, pero aun así Ross tomó el borde de su remera y comenzó a subirlo, pasando sus caderas y hasta debajo de sus pechos.

Demelza pretendió estar ofendida porque el dudara de sus palabras, pero lo ayudó a enrollar su remera sobre su pecho y a sostenerla apretando la tela a los lados de su cuerpo. Ross se inclinó de nuevo y presionó sus labios debajo de sus senos. Demelza respiró profundamente cuando mordisqueó suavemente ese lugar oculto y luego pasó su lengua por el mismo sitio.

"¿Te gusta aquí?" - Preguntó. Pero Demelza había entrecerrado sus párpados y no le contestó, cautiva ya de del momento y de su cercanía, del calor de la habitación que los envolvía y les permitía disfrutar de las caricias en sus cuerpos casi desnudos.

De pie frente a él, en nada más que bragas, medias y con los pechos apenas cubiertos, acariciando ausente su cuello... era preciosa. "Demelza..." - su boca viajo hacia arriba. Sus dientes rozando de tanto en tanto su piel. "Presta atención, cariño." - Besó la parte de abajo de sus senos y ella se sujetó a sus hombros, no fuera cosa que sus piernas cedieran. "¿Aquí?" Le tomó un momento enfocarse, pero asintió.

"Si. Si, Ross... bésame allí." - Ross terminó de quitarle la remera y la tiró al piso, era suya después de todo. La forma en que lo miraba, no tenía ningún tipo de timidez por su parte.

"¿Te acuerdas de la primera vez que nos besamos?" – ella susurró con respiración entrecortada. Ahora el distraído era él, observando fijamente sus pechos balancearse frente a sus ojos como si fueran algo espectacular. Sus labios se separaron para tomar una bocanada de aire.

"¿Acordarme de qué?"

"De nuestro primer beso..." - No respondió, en vez de eso la miró de arriba abajo. Sus ojos brillaban.

"… Quiero besarte a ti para siempre." - Sus labios subieron a cubrir sus senos, no muy gentilmente, casi de forma brusca. La sintió apretar sus piernas alrededor de la nada. ", me acuerdo. En la pista de baile..." - Dijo y subió las manos a sus hombros para que ella se arqueara hacia él y luego cerró sus labios alrededor de un pezón. Todo dientes, y lengua y una succión deliciosa. Demelza gimió contra el dorso de su mano, sus pezones ya estaban tan duros y sensibles. "Quiero comerte toda..." -Su palma apretó contra su columna y Demelza se arqueó un poco más, como dando sus pechos en ofrenda.

"¿Acaso soy una fruta prohibida...?"- suspiró con una sonrisa. - "Oh..."

Podía meter su pecho entero en su boca. Todo. Ross gimió en lo profundo de su garganta y dejó claro que hablaba en serio. Levantó los ojos a su rostro mientras su pulgar se deslizaba hacia arriba y abajo sobre el hueso de su cadera. Con la otra mano rozó su miembro casi inconscientemente. Apretando y acariciando cada tanto. Sus ojos cayeron en las duras protuberancias de sus pezones de nuevo, la vio temblar y apretar las piernas para aliviar la tensión entre ellas.

Ross apoyó su cabeza en su esternón. Su aliento era tibio sobre la piel que acababa de lamer, y su dedo se metió entre el elástico de sus bragas. Lo deslizó profundamente bajo el fino algodón. Ella exhaló cuando comenzó a explorar entre sus piernas, frotando bajo la tela que ya estaba toda mojada. Demelza volvió a tomar una gran bocanada de aire como si ya quedara poco en la habitación. Su dedo largo y curioso entre sus labios la hizo suspirar... "Amor..."

Él levantó su rostro para mirarla. Sus ojos húmedos y llenos de deseo. Ross enganchó la tela con un dedo y la movió a un costado. Estaba tan mojada ya, considerando que casi no habían hecho nada, pero siempre era así. La anticipación, era como si viviera esperando todo el día a que llegara este momento. Los dos ansiosos, hambrientos, necesitados de encender esa llama que los quemaba por dentro.

"Perfección." No estaba hablándole a ella precisamente, más bien describiendo la forma en que sus dedos se deslizaban fácilmente entre sus pliegues, hasta que Demelza tiró la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. El placer la recorría como si una catarata cayera sobre ella, la conocía tan bien. Como si ella fuera un instrumento y él supiera exactamente que nota tocar. "Eres tan hermosa, mi vida."

Sus palabras sonaron apresuradas, como si las hubiera dicho inconscientemente. Ross se detuvo un momento, ella volvió sus ojos a los suyos. Su dedo estaba jugueteando en su entre sus labios, pidiendo permiso para enterrarse en ella. Y ella asintió. Esa noche no tenía apuro y quería todo. Ross sonrió y lamió su pezón, y empujó su dedo dentro de ella. Demelza se movió sobre sus talones, acomodándose para hacer espacio y luego se movió de nuevo, hasta que él la sostuvo por la cadera para mantenerla en su lugar.

"Judas..." - murmuró. Se sostuvo de sus hombros, su piel ardía bajo la palma de sus manos.

"Shhh..." - su pulgar la acarició y ella emitió un gemido. - "Mi preciosa Demelza..." Ross dobló su dedo dentro de ella, y ella gimió de nuevo. La sentía más húmeda todavía. Su cabeza cayó hacia atrás, y apretó sus uñas en su piel. "Ahí... te gusta, ¿no es así?"

Pero no le dio tiempo de responder y lo hizo de nuevo. Ella jadeó, gimió y pareció temblar y Ross intentó penetrarla más profundamente. Los sonidos húmedos y eróticos de su mano en el ápice de sus piernas más sus gemidos eran como una música de placer. Y ella no pudo evitar hacer una mueca.

"¿Que ocurre? ¿Estás bien?"

"Sí. , amor. Sí." - Él la miraba fijamente, le encantaba observarla cuando estaba así. Lo llenaba de placer, aunque él técnicamente no lo estaba recibiendo, pero lo sentía al verla así. Vio sus músculos tensarse, y no pudo resistir besar la piel de su abdomen y prenderse a su pecho mientras bombeaba su dedo implacablemente.

Demelza repitió su nombre como una plegaria una y otra vez, sus dedos enterrados entre su cabeza hasta que la sintió estallar entre sus manos. Ella tiró de su cabello para que la mirara y silencio sus gemidos estrellando sus labios en los suyos, invadiéndolo con su lengua. Besándolo como si lo necesitara para vivir.

Ya habían pasado meses, pero su sonrisa atrevida aún le quitaba el aliento, esos hoyuelos que se formaban. Ross se quedó sin aire cuando sus manos se ahuecaron en los costados de su rostro y sus labios descendieron para un cálido, húmedo y tierno beso.

"Mi amor..." - Dijo contra su boca.

Él sonrió también y le devolvió la gentileza. Ross la rodeó completamente entre sus brazos y la sintió temblar cuando la apretó aún más contra él.

El beso se transformó de repente a un beso apasionado, fuerte y sensual. Como si ambos quisieran fundirse en el otro.

"Ross... te necesito..." suspiró mordiendo su labio y luego el de él, y luego su mandíbula. "¿?"

Él asintió y ella le regaló una sonrisa, y volvió a bajar a su cuello. No es que fuera necesario que se lo pidiera, pero lo encendía saber que ella lo necesitaba también, tanto como él a ella. Abrió sus manos en la parte baja de su espalda, y la guio hacia la cama. Pronto Demelza estaba debajo suyo y él abriendo sus piernas por sus rodillas, se arrodilló frente a ella, agachándose sobre sus caderas.

"¿Ross? ¿Qué...?" Pero su pregunta quedó en el aire cuando probó su sabor con su lengua. Si ella estaba de humor para jugar, él también.

Sabía dulce en su lengua, con un ligero toque de amargor de su humedad y Ross tenía la intención de chuparla entera. Lento, pero con seguridad, Demelza comenzó a retorcerse sobre la cama y él no se detuvo cuando quiso cerrar sus piernas o intentó alejarse.

"Judas... amor..." - Ross solo gimió, fuerte y grave contra esos labios prohibidos y acarició con su nariz la piel debajo de su abdomen, inhalando profundamente su perfume y levantando la cabeza para mirarla.

"¿Me dirás que ocurre?" - susurró.

Demelza lo miró un momento, sin entender lo que quería decir. Luego suspiró un "Después." con una pícara sonrisa bailando en sus labios. "Continúa." - Ordenó. Y por un momento él solo enterró su rostro entre sus pliegues, como si no tuviera intención de obedecer. Luego levantó la vista de nuevo, sus ojos ya algo desenfocados. "Mmmhhh..." Demelza tiritó imperceptiblemente con el sonido de su garganta.

"Amor..." - repitió ella e inmediatamente Ross pasó su lengua sobre su clítoris, presionando lo suficiente para hacerla exhalar y apretar sus piernas de nuevo. Ross encontró sus manos por debajo del puente de sus rodillas, manteniendo abiertos sus muslos con los hombros y ella apretó sus dedos mientras él trazaba un pequeño y perezoso círculo con su lengua alrededor de su capullo. - "Ross..." su voz sonaba como la de alguien más, como la de esa sirena que lo visitaba por las noches - y durante el día en algunas ocasiones - Ross miró hacia arriba, a su abdomen ondulante y sus pechos, sus ojos verdes que luchaban por mantenerse abiertos pero se cerraban cada vez que la tocaba en ese punto. Ross soltó una mano y la extendió sobre su abdomen, subiendo a apretar uno de sus senos. Demelza se retorció y exclamó un "¡Judas!" De esos que a él le gustaba tanto oír. Con un ruido húmedo tiró de sus labios con su boca, ella jadeó y él metió su lengua dentro de ella. Demelza gimió sorprendida, y Ross la escuchó decir "Sí... ¡Sí! Oh... Judas..."

"Sí, así, cariño..." - era él quien gemía. Se sentía increíble verla así, saber que la complacía de esa manera, que ella se retorcía y gemía por él. Ross ya estaba completamente duro, intentando hacer algo se presión con su miembro contra el colchón, pero faltaba poco ya. Su lengua entrando y saliendo, trazando círculos y lamiendo y frotando su nariz contra su piel, producían sonidos bajos que salían de lo profundo de su pecho cada vez que ella se contraía. La chupó entera, sus lamidos largos y persistentes hasta que no pudo resistirse más y bajó la mano que apretaba su seno hacia su miembro que parecía latir con cada gemido que llegaba a sus oídos. Demelza se arqueó sobre la cama, ya no podría soportarlo mucho tiempo más. Apretaba su mano con fuerza y había llevado la otra a su cabeza, ojos cerrados, labios entreabiertos. Ross se levantó unos centímetros y dio un beso en el interior de su temblorosa pierna.

"Cariño..." Dijo y respiró profundamente como queriendo recordar su aroma y guardarlo dentro suyo. Pero Demelza no respondió, solo apretó más sus dedos cuando Ross descendió por última vez con su lengua exploradora y empezó a gemir. Una mezcla de "Judas", y "Ross", y "Amor" y otras malas palabras que rara vez escuchaba salir de sus labios, hasta que el placer la cubrió como una ola de mar dejándola en silencio y respirando agitada.

Cuando su dulce Demelza recuperó los sentidos de nuevo el aún estaba lamiéndola, solo que más despacio y observándola con una sonrisa engreída en su rostro sin ningún otro propósito más que saborearla.

"Eres tan bonita cuando te corres..."- susurró. Su aliento al parecer le hizo cosquillas porque tembló de nuevo y comenzó a reírse. - "¿Me dirás ahora?" - Preguntó, apoyando el mentón sobre su vientre. Demelza sonriendo adormilada, llevó sus manos a jugar con sus cabellos y negó con la cabeza.

"No hemos terminado aún."

Él puso cara de sorprendido, lo que hizo que ella soltara una carcajada y se tapara la boca con una mano. Ross sonreía también, y comenzó a dar pequeños besos sobre la piel de su abdomen, alternándolos con caricias de su nariz.

"Ross... ven aquí..." - su voz sonó dulce pero firme y él no pudo más que obedecer. En cuatro se arrastró sobre ella y se apoyó en sus antebrazos, sin despegar sus ojos de su mirada. Su pecho apretó contra sus senos y ella limpió con sus dedos la humedad alrededor de sus labios mientras unos de sus muslos hacia espacio entre sus piernas. Demelza aún tenía puestas sus mediecitas y con ellas comenzó a acariciar sus pantorrillas también. Y luego lo besó, despreocupada de donde su boca había estado hasta hace unos momentos. Su cuerpo todavía estaba electrizado con las réplicas del placer, la memoria de lo que acababa de hacer. Y a él le encantaba cuando lo besaba así.

"Mmm..." - Sus palmas aún ahuecadas en su rostro, la sintió trazar el contorno de su mandíbula con sus pulgares. El lamió la base de su cuello. "¿Puedes continuar?" - Susurró en su oído. Ella no hizo más que asentir y estiró su brazo entre ellos en dirección a su miembro, pero él le ganó de mano y lo tomó primero. Sentía el latir de su corazón contra su pecho mientras se alineaba entre sus piernas e introducía la cabeza en sus acogedoras paredes.

Demelza estaba relajada pero aun así gimió cuando empujó un poco más.

"Ahhh..."

"¿Es mucho, cariño?"

"No lo suficiente..." - suspiró entre sus labios. Todo su cuerpo estaba vibrando por la tensión de mantenerse quieto mientras su coño parecían succionarlo.

"¿Segura?" - Preguntó, pero a su vez empujó sus caderas de nuevo, un poco más profundo. La fricción era una delicia. Demelza cerró los ojos cuando dio con un lugar que la hizo gemir. "Dios, Demelza..."

Todo su cuerpo estaba latiendo. Besó su clavícula, su respiración se escuchaba agitada en el silencio de la habitación. - "Me vas a hacer venir rápido."

Demelza movió sus caderas, acomodándose para frotar ese lugar de nuevo. Hizo temblar sus piernas y ella intentó abrirlas más, para invitarlo dentro. "Hazlo como te guste..."

"¿Cómo me guste?"

Ella asintió.

Estaban muy aturdidos para besarse correctamente en este punto. Sus labios se sentían calientes y suaves cuando rozaban los suyos. Ross llevó su mano detrás de su rodilla y la movió un poco, apenas cambiando el ángulo para poder enterrarse completamente en ella.

"Mi chica de los labios rojos..."

Sus paredes parecieron succionarlo hasta que estuvo tan profundamente dentro de ella que parecía imposible. Ese era su lugar favorito, quería estar allí para toda la eternidad.

Los dos exhalaron cuando comenzó a moverse. Despacio al principio, su miembro pulsando dentro de ella, y luego tomó velocidad. Demelza dejó caer su cabeza sobre la almohada y alguien estaba gimiendo, aunque no podía decir quién. Y entonces Ross salió de ella y entró de nuevo con un envión que le hizo ver estrellas.

En apenas unos segundos, sus embestidas pasaron de lentas y exploratorias a una inexpugnable velocidad que eclipsaba el resto del mundo. Con una mano bajo su trasero la mantuvo en el ángulo correcto mientras la penetraba una y otra vez. Frotando dentro y contra ella, forzando el placer que sentía vibrar en su espalda.

"Demelza... Te... amo... tanto." - Exclamó junto a su oído, incapaz de detenerse. La sintió apretar sus dedos en su hombro, y también sintió la presión en la base de su columna. Estaba perdiendo el control, ansioso, escapándose de entre sus labios en su torpeza y ambición y volviendo a enterrar su miembro de nuevo dentro de ella otra vez.

Estaba fuera de foco, extasiado por la facilidad con la que se deslizaba dentro y fuera de ella. Hasta que Demelza levantó la cabeza y rodeó sus hombros con fuerza, apretando también sus paredes alrededor de su órgano que comenzó a latir y a bañar sus entrañar con su semilla. Con su cuerpo casi temblando empujó sus caderas con sus últimas fuerzas y lo último que escuchó antes de que su clímax lo capturara fue su voz rasgada decir que lo amaba.

"¿Entonces?... ¿Qué querías decirme?" – preguntó sin aliento cuando recobró la consciencia.

Demelza dio una palmada en su hombro.

"¡Judas!... Eres tan impaciente."

"No lo negaré." – Dijo mientras rodaba a su lugar de la cama respirando agitado y ella se acomodaba junto a él, apoyando su mejilla en su hombro y la palma de su mano sobre su estómago para que él entrelazara sus dedos con los de ella. – "Soy viejo y ansioso."

"No eres viejo..."

"Soy mucho más viejo que tú."

"No se nota…"

"¿Un cumplido? Gracias…" – Bromeó. Demelza le dio un pellizco.

"Te hago cumplidos todo el tiempo… Sabes que eres muy guapo, no hace falta que te lo diga todo el tiempo. Y eres amable y generoso. Y un buen padre, y yo te amo…" – Dijo ella y besó su mejilla.

"Ay por Dios, Demelza. ¡Ya dime que ocurre!" – ella soltó una carcajada que le hizo cosquillas en su cuello.

"Está bien, está bien. Dos cosas. La primera… voy a comprarme un auto. Todavía tengo algo de dinero ahorrado de cuando trabajaba en Londres y el mes que viene me aumentarán el sueldo así que podré cubrir los gastos…"

"Pero, no te hace falta…"

"Sí me hace falta. Nada caro, uno pequeño."

"¿No quieres que yo te siga llevando?"

"Sí quiero. Pero no lo puedes hacer todo el tiempo. Estoy cansada de viajar en taxi, ahí ya gasto lo que podría gastar en gasolina para mi propio vehículo. Y tú estás empezando a tener compromisos también y no debes suspender todo por ir a buscarme…"

"No me molesta, y sabes que puedes usarlo cuando tú quieras..."

"Lo sé. Eres muy generoso, de verdad. Pero será más cómodo para todos, y así podré ayudar en la casa también. Ir a hacer compras o llevar a los niños cuando tú no estés…"

Era un buen punto. Últimamente tenía que hacer malabares con todo. Especialmente porque el proyecto de Nampara requería que él fuera al lugar con los proyectistas a desarrollar los planos y cada vez tenía más reuniones que debía agendar para cuando los niños no tuvieran alguna actividad. Y nunca le gustaba cuando Demelza volvía sola de noche en taxi…

"Podría ser…" – concedió. – "Yo podría ayudarte…"

"No no no… no quiero que me compres nada. Solo quiero que me acompañes a la concesionaria a probarlo. Ya estuve viendo uno que me gusta y está dentro de mí presupuesto."

"Pero podría…"

"No. Es pequeño y usado, nada comparado con tu monstruosidad…" – Ross la miró de reojo. Siempre decía que su BMW no estaba hecho para andar en Cornwall. Ya quería ver que elegía ella.

"Está bien. Si eso es lo que quieres, te acompañaré."

"¡Sí! ¿Ves que eres tan tierno?" – Ross rodó sobre ella y le mostró cuan tierno podía ser con un beso que los dejó a ambos sin aliento.

Aun sobre ella, despegó sus labios para preguntarle que era la segunda cosa que tenía para decirle.

"¿Qué? Ohh…" – suspiró Demelza, como si se hubiera olvidado de lo que estaban hablando con su beso. Ross sonrió engreído. – "Pues…" Demelza volvió a apoyar sus labios en los suyos, pero luego empujó su pecho para que volviera a su lugar. Sujetando la sábana sobre sus pechos se puso de costado para mirarlo. Al parecer esto era más serio. – "Vamos a hacer una feria de Navidad en el Museo…"

Eso no era tan grave.

"… pondremos mesas para que los artesanos locales puedan vender sus productos y la gente hacer sus compras de Navidad. La entrada será un alimento y se aceptarán donaciones para el orfanato de Sawle…"

"Es una idea muy generosa. Tuya, me imagino."

"Ehm… ." – Demelza había sido como un regalo del cielo para el Museo de Truro, por eso el Señor Pascoe y las otras señoras que trabajaban allí la adoraban. Había pasado un mes en el depósito, limpiando y clasificando los 'tesoros' que tenían allí. Había redistribuido las muestras en exposición y había llevado algo invaluable y que les hacía mucha falta. Ganas e ideas. Por ejemplo, el museo era gratuito, pero ella había pensado que podían cobrar una pequeña entrada para exhibiciones especiales. Habían trabajado duro en restaurar vestidos y trajes antiguos. Hasta se atrevió a escribir a la BBC e ITV preguntando si podrían prestarles algunos de los vestidos de época que usaban en sus producciones. Los dos canales habían enviado hermosos trajes y la muestra había sido todo un éxito y había generado algo que el museo no había visto en años: Ingresos. Por eso el señor Pascoe había accedido a que Demelza siguiera trabajando por medio tiempo hasta que terminara de estudiar, y ella adoraba trabajar allí. – "También haremos una exposición de arte ese día en la galería. Para que la gente que vaya pueda ver obras de artistas locales, principalmente que hayan retratado los paisajes de Cornwall."

"Ahhh…" – Ross supo de inmediato lo que se traía entre manos.

"Tus pinturas del mar son tan hermosas, Ross…" – murmuró halagándolo.

"Esa táctica no le dará resultado dos veces, Señorita Carne."

"¡Pero lo son! Además, ¿Acaso no dijiste que eran mías?" - Ross rio. Dios, esa mujer.

"¿Con qué así será el resto de nuestras vidas? ¿Siempre te saldrás con la tuya?"

Demelza pestañó. La luz del velador aún estaba encendida y la lamparita se reflejaba en sus ojos dándoles un brillo especial. Se detuvo antes de hablar, y pensó de nuevo que decir.

" te has salido con la tuya también. Estoy aquí ¿o no?" – le contestó bajito.

"¿Y es eso un gran sacrificio?"

"No, Ross… no lo es, no lo es…" Demelza paso el brazo por sobre su pecho y entrelazó una pierna en la suya bajo las mantas. Comenzó a besarlo dulcemente, acariciando con sus tiernos labios su cuello, y subiendo por su mandíbula hasta llegar a su boca. A veces aún le costaba creer que ella fuera real, lo que sucedía entre ellos, lo que compartían. Ross, que había vivido años llenos de dolor y de dudas, no tenía ninguna respecto a Demelza. Ella era el amor de su vida, y juntos afrontarían lo que fuera que el destino pusiera en su camino. Ella a veces creía necesario recordarle cuanto lo quería con sus caricias, parecía temer que él aún pudiera dudar de su amor, pero no lo hacía. Y él a su vez le daría todo lo que ella quisiera. Ya tenía su corazón y le confiaba su tesoro más precioso, sus hijos. Tanto así confiaba en ella.

"Está bien…" suspiró contra sus labios. "Tu ganas. Siempre y cuando yo no tenga que ir a dar explicaciones ni nada de eso."

"No, nada de eso. La idea es que los artistas locales puedan exponer sus obras y venderlas. El Museo se queda con una comisión, gana todo el mundo. Podrías ganar unas cuantas libras por tus obras…"

"Son tuyas, el dinero también."

"Ross… ¿no te da pena desprenderte de ellas?"

Ross levantó los hombros. "Hace años me había olvidado de ellas, así que no. De verdad, si crees que alguna se puede vender, yo no quiero ver ni un penique. has con el dinero lo que quieras."

"Sí se venderán, ya verás. Y el dinero, si no lo quieres, lo gastaré en la casa o en los niños… o en comprarte pinceles."

Ross la besó sobre sus cabellos y aprovechó el brazo que la rodeaba para apretarla contra él. Eso había despertado ella también, sus ganas de volver a pintar. Casi que había dado saltos de alegría cuando le dijo que armaría un taller sobre el garaje.

Estuvieron así durante un rato, en silencio. Él sosteniéndola a su lado y ella moviendo sus dedos casi imperceptiblemente sobre su piel. Cuan diferente era de todo lo que había vivido antes… quizás no había vivido hasta que Demelza llegó.

"¿Cariño?" – susurró.

"¿Mhmmm?"

"¿Crees que podrán exhibir alguno de los cuadros de Regina? Creo que a los niños les gustaría verlos…"

Demelza levantó la cabeza de su pecho para mirarlo, sus ojos llenos de ternura. - "¿Ves que lindo eres?... por supuesto que sí, Ross."

Ross tenía la sospecha que ese había sido su plan desde el principio, solo que dejó que él llegara a esa conclusión por sí mismo y pensara que fue su idea. Era muy lista. Debería tener cuidado. Aunque tenía razón, al final era él quien la había atrapado.