Disclaimer: The story doesn't belong to us, the characters are property of S. Meyer and the plot belongs to iambeagle. We just translate with her permission.
Disclaimer: La historia no nos pertenece, los personajes son de S. Meyer y la trama de iambeagle, solo nos adjudicamos la traducción.
Here's To Now
Autora: iambeagle
Traducción: Yanina Barboza
Corrección: Melina Aragón
Capítulo ocho
Día 1.5
México
Después de que nos instalamos, lo que significa que nos presentaron a la esposa de Marcus y sus cinco hijos y armamos nuestras carpas en su patio, Edward sugiere que recorramos el bote al que llamaremos hogar durante los próximos meses. Le doy una pequeña sonrisa de agradecimiento, porque sé que esta solicitud no es para él. Es para mí, así puedo prepararme para cuando zarpemos mañana por la mañana.
Marcus accede, y después de que le avisa a su esposa, Carmen, que regresaremos antes de la cena, los tres nos amontonamos en su camioneta.
El viaje no es largo, porque es rápido. Cuando el camino gira a la izquierda, el hombro de Edward se presiona contra el mío, y cuando gira a la derecha, todo el costado de mi cuerpo se amolda al suyo.
Marcus no parece darse cuenta.
Cuando llegamos al puerto deportivo, Edward sale primero, manteniendo la puerta abierta mientras yo me deslizo por el asiento y salgo.
—Su navegación no se parece en nada a su conducción —murmura cerca de mi oído, cerrando la puerta de golpe.
Resoplo una carcajada y seguimos a Marcus a través del muelle, la madera se mueve ligeramente bajo nuestros pies. Pasamos una docena de botes hasta que nos detenemos frente a uno que tiene "The Geezer" marcado en el costado.
—Es viejita pero buena —dice Marcus, admirando el velero—. La recuperé... ¿cuándo fue? —Mira a Edward por la respuesta, quien solo sonríe y se encoge de hombros.
—¿De dónde viene el nombre? —pregunto.
—Era el apodo de un amigo —dice con un guiño rápido.
Marcus nos lleva al barco, tendiéndome una mano y guiando el camino. Caminamos con cuidado por el costado, hasta la cubierta trasera. Hace todo lo posible por soltar muchos términos, como proa y popa, estribor y babor. La intención en su rostro mientras me explica todo es tan entrañable, que quiero morir.
Entramos en una pequeña habitación, una que está rodeada de ventanas.
—Esta es la cabina del piloto —explica, golpeando con el puño un timón grande.
—Esta área no estaba cubierta la última vez que estuve aquí —nota Edward, dando un pequeño asentimiento de aprobación—. Hace que la navegación sea un poco más fácil, ¿eh?
Marcus suelta una risita.
—Es bueno tener un respiro del clima. Es agotador pasar horas en la cabina cuando hay mal tiempo.
—¿Mal tiempo? —repito.
—Oh, sí. Nos encontraremos con algunas tormentas ahí fuera. Nada muy malo, espero. —Capta mi expresión de muchísimo miedo—. No te preocupes demasiado. No te servirá de nada. —Sin otra palabra, se agacha y desaparece por la abertura junto al timón.
Miro a Edward, tratando de ocultar mi preocupación.
—¿Mal tiempo?
—Nos encontraremos con algunas tormentas en algún momento. Es inevitable.
—Todo lo que estoy imaginando es esa película La tormenta perfecta. La ola gigante... el barco como en vertical contra el agua. —Parpadeo—. Se supone que los barcos no deben estar verticales.
Él resopla una carcajada por la nariz.
—Bella.
—¿Sí?
—Es una película.
—Cierto.
—¡Oigan! —grita Marcus—. Vengan a ver abajo.
Me agacho y tomo las pocas escaleras que conducen debajo del bote. Una vez que estoy parada junto a Marcus, miro a mi alrededor, complacida de ver que es un poco más espacioso de lo que había imaginado.
—Gané esta cosa en una apuesta, ya sabes. Del padre de ese —dice Marcus, señalando a Edward—. Estábamos en una juerga de una semana, creo. Y el póquer fue el juego.
—¿No lo es siempre? —gruñe Edward, quitándose el sombrero, liberando una cabeza llena de cabello grasiento.
—¿Apostó su bote? —pregunto con perplejidad y un poco de diversión—. ¿Por qué haría eso?
—La gente hace cosas locas. Es mejor no preguntar —dice Marcus alegremente—. Entonces, estas son las habitaciones. No muy atractivas. Esta es la cocineta.
—También conocida como la cocina —interviene Edward.
Marcus señala más allá de lo que se considera la cocina, hacia una mesa y dos bancos acolchados separados a cada lado de las paredes.
—Ese es el salón.
Edward agrega:
—O la sala de estar.
—La puerta por allí es el…
—Baño.
Marcus se burla.
—¿Quieres darle tú el recorrido, muchacho?
Edward se ríe, levantando las manos.
—Hay dos habitaciones —me dice Marcus mientras lo sigo a través de la cabina. Abre la puerta de una habitación que solo es lo suficientemente grande como para llenarla con una cama, un techo bajo y dos ventanas diminutas a cada lado de las paredes—. No es la más cómoda, pero hay privacidad. No duermo mucho, pero Carmen querrá una habitación. Puedes tomar esta, normalmente ocupamos la de junto a las escaleras.
Mi mirada se dirige rápidamente hacia Edward.
—¿Y todos los demás?
—Los bancos del salón se convierten en camas improvisadas, por lo que el resto de la tripulación encontrará lugares para dormir.
—¿Cuántas personas vendrán?
—Habrá un total de seis de nosotros. Uno o dos de nosotros tendremos que estar en vigilancia nocturna, por lo que la falta de espacio para dormir no importará mucho.
—Puedo dormir donde sea —les digo a los dos—. Honestamente. Estoy agradecida de que haya espacio para que los acompañe.
—Bueno, tendrás que ayudar, hacer tu parte. Edward puede enseñarte sobre navegación, mostrarte las cuerdas. Pero primero —dice Marcus con una sonrisa—, bebamos.
XXX
Después de la cena y unos cuantos tragos de tequila, agarro mi mochila y salgo a hurtadillas. El sol se ha ido hace mucho, pero las luces que rodean el porche crean suficiente visibilidad para que vea mi tienda más adelante.
La música del interior de la casa retumba detrás de mí. Va acompañada de risas y una conversación ruidosa y emocionada. Sonrío. Fue una buena noche. La hospitalidad de Marcus y Carmen, junto con su actitud contagiosa sobre el próximo viaje, era exactamente lo que necesitaba.
Bueno, eso y muchas, muchas bebidas.
Pienso en caer en mi tienda, desmayándome hasta la mañana. Pero el deseo de escribir mis pensamientos gana, y encuentro un lugar debajo de un árbol cercano.
Solo he escrito un par de frases incoherentes cuando escucho la puerta mosquitera cerrarse de golpe. Un Edward sin camisa y con pantalones cortos aparece afuera, y lo observo mirar alrededor por unos segundos antes de que me localice.
—Ahí estás —dice mientras se acerca.
Se sienta en el suelo, hasta que estamos uno frente al otro, con las rodillas tocándose.
—¿Quieres una? —Extiende la cerveza extra que tiene en la mano y la tomo.
—Solo estaba escribiendo —murmuro, tomando un largo sorbo, mirando fijamente su duro y ancho pecho—. Tratando de poner mis pensamientos en orden antes de que nos vayamos mañana.
—Ya veo.
—Me imagino que si voy a intentar enviar algo de lo que escribo en este viaje, será mejor que sea constante. Escribir mientras está sucediendo.
—Bien pensado. ¿Necesitas ayuda?
Le doy una sonrisa, enciendo la confiable grabadora a mi lado.
—¿Qué tal si… te pregunto algunas cosas?
La forma en que sus ojos se entrecierran es juguetona, al igual que el tono de su voz.
—No puedo decirte que no.
—¿Cómo te preparas normalmente para un viaje como este?
Piensa, bebe un trago de cerveza, sonríe al suelo.
—No lo hago. Quiero decir, aparte de hacer las mierdas necesarias, como asegurarme de que finalmente tengo una manera de llegar a donde voy y no he dejado mi pasaporte en una ciudad diferente, porque eso sucedió antes, realmente no me preparo. Simplemente... voy.
Esbozo un pájaro en mi cuaderno, el que él me dio. Lo trazo tres veces hasta que las líneas son gruesas y el pájaro está lleno de tinta.
—Así que no piensas demasiado —digo, parafraseando lo que acaba de decir.
—Exactamente. La reflexión también es una parte importante de viajar. O importante para la vida, tal vez. Realmente no me di cuenta de eso hasta hace unos años.
Anoto reflexionar más, luego lo tacho y solo escribo reflexionar. Porque eso no es algo que incluso haga ahora.
Edward se recuesta en el suelo, agarrando mi mochila para apoyar su cabeza. Lo miro por un minuto hasta que habla, con los ojos todavía en el cielo nocturno.
—Cuando pasas el día haciendo la misma mierda, sin tomarte el tiempo para reflexionar sobre lo que estás haciendo o lo que te hace feliz... ahí es cuando te encuentras en una rutina.
Asiento con la cabeza, conociendo esa sensación exactamente.
—Me gusta hablar contigo —le digo en voz baja, con seriedad.
Edward se pone de lado, concentrándose en mi rostro, estudiándolo. Sus labios se contraen bajo su barba y lucho contra el impulso de tocar su rostro.
—Podemos solo hablar, ya sabes. —Con sus ojos todavía en mí, se acerca y apaga cuidadosamente la grabadora con un clic—. Sin esto. —Me saca el cuaderno de las manos—. Y esto.
—Pero no sé cómo hablar con la gente sin el pretexto de que están siendo entrevistados —bromeo.
—Tonterías.
Me río, me recuesto a su lado, pero sin tocarlo.
—Háblame de tu familia —murmura.
Hablamos por un rato, con una facilidad que nunca he tenido con nadie más. Le cuento sobre mis padres, que todavía están juntos y él me cuenta que su padre no podía comprometerse con su madre. Que él quería libertad y que su madre necesitaba seguridad, así que finalmente se separaron.
—¿Eres como tu papá en ese sentido? —pregunto, ya convencida de que lo es. No me parece el tipo de persona que sienta cabeza.
—Me gusta la libertad. ¿A quién no? Pero a diferencia de mi padre, yo trabajo duro para mantener mis relaciones.
—¿Como con las chicas que conoces en las islas? —bromeo, solo porque más temprano Carmen mencionó a alguien de quien Edward parecía menos que entusiasmado de hablar.
—No. Como con mis amigos. Mi familia. Ellos son importantes para mí. Mi papá siempre estaba en aventuras, y yo lo admiraba por eso. Pero él no pensaba dos veces en nosotros. Eso es lo que yo haría de manera diferente a él. Si en el camino conociera a alguien que encajara en mi vida, lo haría funcionar.
Sus palabras me golpean fuerte. Me hacen sentir culpable por estar metida en mis propios dramas todo el tiempo y no tomarme el tiempo para involucrarme con lo que Jess o mi familia están lidiando.
La combinación de alcohol y falta de sueño me hace sentir un poco emocional. Así que antes de que pueda obsesionarme demasiado con ello, cambio de tema.
—¿A qué hora tenemos que levantarnos?
—Seis.
—Mierda.
Se pone de pie, toma mis manos y me levanta con él.
—Te veré en unas… tres horas.
Quito el polvo y las hojas de mi trasero.
—A primera hora.
Antes de que pueda alejarme, me detiene.
—Oye. ¿Sobre qué estabas escribiendo cuando vine aquí?
—Pensamientos estúpidos y borrachos —me río entre dientes, fingiendo.
—No hagas eso. No minimices lo que haces.
Sus palabras me despejan.
—¿Sabes que Carmen y Marcus se conocieron por cinco días antes de que él la convenciera de dejar Rapa Nui y comenzar una vida con él?
—Sí, lo sabía —murmura con una sonrisa tierna.
—Lo mío, supongo, es como... ¿cómo pasé años con alguien sin que realmente se sintiera completamente bien... y ellos lo supieron en cinco días?
—El destino, quizás.
Le dedico una larga mirada.
—¿Crees en eso?
—Quién sabe —dice con un relajado encogimiento de hombros—. Pero el tiempo es siempre clave. ¿Y esa sensación en tu estómago? Realmente deberías escucharla más seguido.
¡Hola!
¿Nos cuentan qué les pareció el capítulo?
Muchas gracias por los comentarios en el capítulo anterior: Noriitha, Lady Grigori, rosy canul 10, saraipineda44, Tata XOXO, BereB, gesykag, somas, tulgarita, bbluelilas, Adyel, Adriu, angryc, Jade HSos, Isis Janet, Franciscab25, EmilyChase, Car Cullen Stewart Pattinson, Smedina y alejandra1987.
¡Hasta el próximo capítulo!
