Disclaimer: The story doesn't belong to us, the characters are property of S. Meyer and the plot belongs to iambeagle. We just translate with her permission.

Disclaimer: La historia no nos pertenece, los personajes son de S. Meyer y la trama de iambeagle, solo nos adjudicamos la traducción.


Here's To Now

Autora: iambeagle

Traducción: Flor Carrizo

Corrección: Melina Aragón


Capítulo once

La mañana que dejamos Acapulco, los nervios sacan lo peor de mí. Pensamientos sobre enfermarme otra vez permanecen en el fondo de mi mente, pero trato de alejar cualquier sentimiento negativo y me enfoco en lo que Marcus dijo sobre encontrar mi equilibrio de barco.

Antes de dejar el puerto, regreso al mercado en busca de postales, una para mis padres y una para Jess. Entre los recuerdos cursis encuentro una postal colorida con diferentes lugares alrededor de Acapulco. Pago por dos de esas y me muevo al final del mostrador para garabatear un rápido mensaje.

Le escribo a Jess que ahora soy una surfista. Obviamente, solo estoy bromeando. Mi tiempo sobre la tabla fue triste en el mejor de los casos, pero al menos le di una oportunidad. Le agradezco por cuidar a Sadie y por darme el apoyo que necesitaba para venir a este viaje. Le cuento sobre Edward, sobre lo fácil que es estar con él y de lo abierta que estoy a dejar que nuestra relación progrese. Lo termino ahí porque no quiero asumir que algo pasará entre nosotros si no es nada.

Pero definitivamente no se siente como nada.

Paso a la tarjeta de mis padres. Les cuento que estoy segura y feliz a pesar de estar completamente fuera de mi zona de confort. Les hago saber que hoy nos dirigimos hacia Costa Rica, pero quién sabe cuándo recibirán esta postal. Anoto la dirección en la que nos estaremos alojando en Costa Rica por un par de semanas. Como una idea de último minuto, agarro la tarjeta de Jess y garabateo la dirección a lo largo de la parte inferior de la suya también. Les digo a mis padres que espero que estén bien, que los amo y le digo a papá que no vuelva muy loca a mamá.

Después de enviar ambas tarjetas, me dirijo al barco, tomándome mi tiempo en el camino de regreso, disfrutando la sensación de la tierra bajo mis pies por un poco más de tiempo.

Y a pesar de los nervios que están tratando de reclamar mi cuerpo, sin dudas estoy lista para tomar lo que sea que el mar tenga reservado para nosotros esta vez.

XXX

Día 12

Algún lugar entre Acapulco y Costa Rica

Los días son largos. No diría completamente aburridos, solo largos.

La charla de Marcus de alguna forma funciona porque ha pasado una semana y todavía no me he enfermado. Eso me da una confianza recién encontrada que no sabía que poseía. Eso me recuerda que puedo manejar más de lo que imaginaba y me hace dar cuenta la importancia de la mente sobre la materia.

Leo un montón, escribo incluso más. Carmen me enseñó cómo cocinar para más de una persona, en una cocina diminuta, con ingredientes menos que estelares. Jasper me muestra cómo pescar. Edward me enseña cómo pescar correctamente, según él.

Cuando casi no hay viento y el agua está calmada, tomamos turnos para sumergirnos en el agua para refrescarnos. Al principio estaba aterrada de saltar con el inmenso océano debajo de mí, pero logré superar esa ansiedad con Edward en el agua a mi lado.

A pesar del coqueteo que nos rodea, mi relación con Edward casi no ha progresado. Al menos, no de la forma que yo había asumido que lo haría… de la forma que yo hubiera esperado. Se lo atribuyo a que él está ocupado en el barco y al hecho de que estamos rodeados por personas a todas horas del día.

Ha habido algunas veces en las que estamos acostados en mi cama cuando él no tiene el turno nocturno, escondidos de todos, hablando hasta altas horas de la madrugada. Durante esas veces, toma mucha cantidad de autocontrol no arrojarme sobre él. Con cada conversación, me siento mucho más atraída por él, atraída por su alma genuina. En el fondo sé que lo que estamos cultivando no es superficial. Y con ese pensamiento persistente, me digo a mí misma que está bien ir lento.

XXX

Día 19

—¿Qué pasa con las decoraciones? —Uso el término decoraciones vagamente. Hay guirnaldas hechas con papel higiénico colgando alrededor del área común. Es como si alguien hubiese agarrado con unas tijeras un rollo entero y cortado patrones variados en cada cuadrado. Incluso había un par de tarjetas improvisadas abarrotadas en la mesa, una barra de chocolate y una botella de tequila.

Marcus silba una canción mientras camina junto a mí con una sonrisa, señalando detrás de mi cabeza. Me giro para ver que las guirnaldas de papel higiénico también adornan la otra pared, pero estas tienen letras recortadas que dicen Feliz cumpleaños, Bella.

No estoy entusiasmada con esto, pero él tiene razón. Es mi cumpleaños.

Actúo con calma y me sirvo una taza de café caliente, pretendiendo que la rancia mezcla negra es un café helado de Starbucks. Mi imaginación cae porque esto todavía sabe a alquitrán.

—¿Cómo saben que es mi cumpleaños? —cuestiono, soplando mi taza.

Marcus se dirige hacia las escaleras.

—Edward.

—No jodas —digo, algo confundida.

Marcus solo sonríe y luego sube las escaleras, desapareciendo.

—Hablando del diablo —digo segundos después cuando Edward baja—. ¿Cómo sabes que es mi cumpleaños?

—Cuando perdiste al póker la otra noche y por la apuesta me estabas mostrando lo que creías que era una foto de pasaporte horrible. Podría haber echado un vistazo a tu fecha de nacimiento.

Estrecho los ojos, pero en realidad no estoy enojada. Si ellos quieren celebrar mi cumpleaños, estoy a favor.

—Esa foto es mala —lo corrijo.

—No estamos de acuerdo —dice con tranquilidad.

—Entonces ¿quién hizo todo esto? —pregunto, tocando la decoración improvisada sobre mi cabeza.

—Todos colaboramos. Y eso es papel higiénico de dos capas, por cierto —dice con orgullo, bromeando—. Solo lo mejor para ti.

Ruedo mis ojos, no puedo evitar reír.

—Realmente te luciste. Gracias.

Él hace un gesto con la mano y yo agarro una de las tarjetas de la mesa, la que tiene un gato dibujado a mano, que se parece mucho a Sadie. Sonrío, de repente extrañando a ese bicho raro.

Cuando la leo, veo que la tarjeta es de Edward.

No puedo esperar para mostrarte el mundo. Feliz cumpleaños, Bella.

—¿Dibujaste eso? —pregunto, impresionada, pretendiendo que mi corazón no estalló en pedacitos por su tarjeta.

—Me resistí a escribir cualquier juego de palabras con gatos.

—Sí, no me pareces un tipo de juegos de palabras.

—¿Podría serlo si quisieras que lo hiciera? —pregunta, su sonrisa ensanchándose—. Ten un miautástico cumpleaños. Espero que sea purfecto.

—Voy a ser honesta… —Sostengo su mirada, reflejando su sonrisa—. Me gustas, incluso con los juegos de palabras. Además, voy a necesitar que me lo expliques.

Metiendo sus manos en los bolsillos de sus shorts, dice:

—Dispara.

—Surfeas, escalas, sacas fotografías, y ahora puedes dibujar —enumero, sacudiendo la cabeza—. Y haces todo bien. ¿Hay algo que no puedas hacer?

—No soy muy bueno en beer pong* —dice, encogiéndose de hombros.

—Perfecto. —Sonrío—. Es lo mío.

XXX

Después de muchos beer pong, los chicos finalmente se rinden. Edward tenía razón, él apesta y las habilidades de Jasper no eran suficientes para darles la victoria. Carmen y yo, sin embargo, hacemos un jodido gran equipo.

Cuando llega la noche, Carmen desaparece debajo de la cubierta para comenzar mi cena de cumpleaños. Ella se disculpa porque no será nada espectacular, pero le prometo que cualquier cosa que haga sería perfecta. Ellos no tenían que hacer eso, hacer un esfuerzo por celebrar hoy, pero lo hicieron. Y eso significa mucho.

Finalmente, solo somos Edward y yo en la cubierta en nuestros trajes de baño, absorbiendo el sol que queda del día. No estoy segura de si lo hicieron a propósito, pero estoy agradecida por el tiempo a solas con él. Su cuerpo me distrae y es difícil no dejar que mis ojos se detengan en él cuando no está prestando atención. Es delgado, pero musculoso, tonificado, pero no demasiado. Observo cuando su antebrazo se flexiona mientras recoge las fichas de dominó y pretendo que ese gesto no es completamente obsceno.

—Tienes que dejar de patearme el trasero hoy —se ríe Edward después de que gano otra ronda de dominó.

Estábamos tratando de jugar cartas, pero seguían volándose con el viento. Así que decidimos que el póker quedaba estrictamente para bajo cubierta y que tendríamos que jugar dominó por ahora.

—No sé si eso va a pasar —digo honestamente, sintiéndome presumida—. Creo que tengo la suerte de cumpleaños de mi parte.

—Mis sueños de ser un jugador profesional de dominó y de beer pong se han esfumado —bromea—. Supongo que me quedaré con la fotografía.

—Sí, es bueno que lo admitas para ti ahora. No desperdicies los años que te quedan —digo lentamente, estirando mis piernas frente a mí y agarrando mis codos—. ¿Qué te hizo querer ser un fotógrafo de todos modos?

Él se queda callado, contemplativo. Amo eso de él. Que realmente piensa lo que va a decir. No ofrece respuestas de mierda solo para llenar el silencio como hacen la mayoría de las personas.

—Me gusta que puedo capturar un momento. Una emoción. Amo que alguien pueda mirar una foto y viajar en el tiempo a ese exacto momento, a ese sentimiento. No es siempre algo bueno, a veces puede traer dolor. Pero es necesario.

—Hay que aguantar los momentos malos para disfrutar los buenos —murmuro.

—Exactamente. —Sus ojos se quedan en mi rostro, luego—: ¿Te importa si tomo una tuya? ¿Justo ahora?

—¿Si me importa? —pregunto, inclinando mi cabeza juguetonamente—. Si puedo elegir entre que me saquen una foto o no, normalmente elijo… no.

Edward asiente ausente, luego confiesa:

—No sabía eso. Te he estado sacando fotos todo el viaje.

—¿Lo hiciste? Bueno, supongo que es diferente cuando no sé que está pasando. —El cabello se me vuela sobre la cara y lo tiro hacia atrás—. Hay menos presión cuando no lo sabes.

—Entiendo eso.

Nos quedamos en silencio y miro el horizonte. El cielo está ardiendo, en tonos rojo intenso y dorado.

—Es realmente algo, ¿no? —murmuro con asombro.

—La hora dorada —reflexiona Edward—. Es la mejor luz para trabajar. Hace que todo sea más suave, más cálido. —Levanta las manos, enmarcando mi rostro, sonriendo.

Observo sus labios.

—¿Qué es tan gracioso?

Se encoge de hombros, todavía divertido. No responde.

—¡Dime! —exijo, empujando juguetonamente su duro pecho—. ¿Qué, tengo algo en mi rostro? ¿En mis dientes? —Llevo mi mano a mi boca, esperando que la salsa de espinaca que comimos más temprano no se haya quedado entre mis incisivos.

—No. No hay nada mal —dice, sus ojos recorren mi cuerpo—. De hecho, todo está muy bien.

Mi cuerpo arde bajo su mirada.

—¿Eres siempre tan encantador con todos?

—Tú no eres cualquiera.

Sus palabras me hacen sentir querida, deseada. Hasta el punto de que no sé qué decir.

—Entonces, ¿por qué no te gusta que te tomen fotos? —cambia el tema, observando mi rostro.

—En realidad no me importa. Pero nunca he visto una foto mía y me he quedado como demonios me veo bien.

Sus cejas se juntan cuando frunce el ceño.

—No me pareces del tipo a los que se les puede sacar una mala foto.

—Permíteme diferir. Si no pensaste que la de mi pasaporte era mala, imagíname en mi foto de clase de octavo grado. Cabello encrespado, aparatos y un grano gigante gestándose en mi barbilla. Definitivamente no me gané el afecto de ningún chico ese año.

Entre risas, dice:

—Tendrás que mostrarme esa foto alguna vez.

Me siento, llevando mis piernas hacia mi pecho, la brisa hace que se me ponga la piel de gallina.

—Bueno, eso implicaría buscar en un montón de cajas en el ático de mis padres. Y si estás ahí, tendrías que soportar horas de historias embarazosas. Y la lasaña de mi mamá. Y la cerveza casera de mi padre, que no es tan mala siempre y cuando te guste la cerveza realmente suave.

—Estoy listo para el desafío —dice Edward tranquilamente—. Los padres me aman.

Trato de imaginarlo en casa de mis padres. O incluso fuera de esta vida que se creó para sí mismo. Pero no funciona, como si él no encajara. Eso tira un poco de mi corazón, dejándome… vacía. Es tan bueno mezclándose en todas partes, pero imaginarlo en un lugar que sea incluso un poco doméstico se siente… incorrecto.

—Hablando de fotos. —Esta vez yo cambio de tema—. ¿Por qué todavía no me has mostrado ninguna de las que has tomado durante el viaje?

—Por lo general no se las muestro a nadie tan pronto, antes de eliminar las innecesarias.

Dice eso, pero sé que está siendo modesto. Edward es intencional y dudo mucho que tome alguna foto que no valga la pena ser tomada.

—No soy cualquiera —le remarco—. ¿Recuerdas?

Sus ojos bailan con diversión cuando dice:

—Lo recuerdo.

—Entonces haz una excepción. Por mí.

Su boca se abre levemente, pero no protesta.

—Está bien.

Observo sus labios.

—Ahora mismo.

—¿Ahora?

—Sí.

—Están en mi laptop —dice.

—Vamos.

Nos paramos y Edward mete las fichas de dominó en su bolsa. Me meto debajo de cubierta, paso junto a Carmen que jura que no necesita ninguna ayuda con la cena y junto a Jasper que está desmayado en el banco. Al entrar en mi pequeño camarote, agarro la sudadera extragrande que está tirada en el suelo y la paso por mi cabeza.

Segundos después, Edward camina detrás de mí, con la mochila en la mano, y cierra la puerta con un suave clic.

No digo nada, solo me muevo para sentarme en la cama, observando mientras él se mueve lentamente a través de la habitación. Abre su mochila. Saca su laptop. Agarra su disco duro externo.

Después de que tiene todo lo que necesita, se sienta junto a mí, así que nuestros cuerpos se están tocando. No sé si es deliberado, pero quiero que lo sea. Mi corazón se acelera, anhelando la conexión con él mientras él une los dispositivos con un pequeño cable negro.

—Está bien, entonces… veamos… —Está hablando más consigo mismo mientras abre su laptop. Con las cortinas cerradas, su pantalla brillante es la única luz en la habitación. Nos sentamos en silencio mientras él cliquea, abriendo la carpeta que necesita.

Después de un minuto, la pantalla está llena de pequeñas miniaturas del trabajo de Edward.

—Aquí lo tienes —dice, manteniendo su laptop en sus muslos.

Me inclino ligeramente sobre él. Nuestros hombros se rozan. Mis dedos rozan el mouse táctil hasta que el cursor aterriza sobre la primera miniatura. Hago doble clic sobre la primera imagen, haciendo que se agrande.

Es Marcus, en el bote, trabajando con las velas. La imagen está tomada desde arriba, como si Edward hubiese subido al mástil para tomarla.

—Guau. Realmente me gusta esta toma —digo, mis ojos todavía sobre la pantalla mientras me desplazo por las otras fotos.

Ahí está Carmen, sentada en el banco del salón, tejiendo. Luce contenta. Incluso rodeada por el desorden del bote, tengo una sensación de paz cuando la miro.

La próxima es de Jasper en la cabina, con la boca abierta mientras se ríe, articulando con las manos. No está mirando directamente a la cámara, solo un poco de lado. Luce feliz y es fácil adivinar por qué.

—¿Solo has estado fotografiando en blanco y negro? —pregunto en voz baja, ganándome un encogimiento de hombros, nada más.

A medida que hago clic, me doy cuenta de que todavía no me he visto, pero no lo menciono. Las fotos eventualmente progresan de los días navegando, hacia los días alrededor de Acapulco. Un escaparate melancólico. Un hombre con la piel curtida vendiendo fruta. Una mujer y un niño descalzo, caminando de la mano, alejándose de la cámara. El océano rugiente. Un chico sosteniendo una tabla de surf. Todas las fotos en blanco y negro, cada una contando su propia historia.

Y luego, de repente, ahí estoy yo.

Estoy a color, parada cerca de la parte delantera del barco, mirando hacia el agua. El cielo está ardiendo detrás de mí y yo estoy perdida en mis pensamientos, el cabello volando alrededor de mi rostro. No sé qué día es, ni siquiera recuerdo que la haya tomado. Él capturó solo un lado de mi cuerpo, mi perfil, pero incluso viendo solo la mitad de mí, me veo genuinamente feliz. Es la primera fotografía que he visto mía que no me desagrada inmediatamente.

Puedo sentir los ojos de Edward en mí, pero no lo miro. No todavía.

La siguiente foto también es mía. Estoy parada en la cabina. Luce como si Marcus me estuviese explicando algo. A pesar del hecho de que él también está en la foto, el foco está en mí. En mi rostro. Saber que la mirada de Edward estaba en mí, detrás del lente, hace que mi cuerpo… duela. De una muy buena forma.

La tercera foto soy yo en medio de una risa, mi cabello en un moño desordenado, aprendiendo a pescar. Jasper está en el fondo, caña en mano, pero no está enfocado.

Las siguientes más o menos cinco fotos son la misma idea. En todas estoy yo, a todo color, todos y todo lo demás desenfocado en el fondo. Cuando me quedo sin fotos para ver, me quedo en silencio, nerviosa. No estoy segura de qué decir o pensar.

Había pasado las últimas dos semanas pensando que realmente no iba a pasar nada entre nosotros. Pero esto es todo.

—Desde la perspectiva de un extraño —murmuro, mirándolo a los ojos—, podría pensar que tienes una fascinación conmigo.

—Uno que probablemente tendría razón —admite en voz baja, cerrando la laptop y apoyándola en el suelo. Está más oscuro ahora, solo la última luz del día se esfuerza por entrar a través de las cortinas.

—¿Cómo se siente? —pregunta, serio—. ¿Verte a ti misma de la forma en que te veo?

Mi corazón se acelera más que antes.

—Es… mucho. Pero de una buena forma. —Me detengo—. Solo me tomó desprevenida porque el último par de semanas no pensé que… No lo sé.

—Dime.

Dejo escapar un suave suspiro.

—¿Pensé que tal vez estaba equivocada sobre la forma en que me sentía? Dije que no evitaría cualquier cosa que fuera a pasar entre nosotros, pero luego… no pasaba nada que tuviera que evitar.

Escrudiña mi rostro, pasando una mano sobre su barba.

—He estado tratando de seguir tu ejemplo.

—No lo hagas —espeto con atrevimiento.

Su boca se abre, como si fuese a decir algo, pero se detiene. Estoy a punto de pedirle que me lo diga, pero entonces habla.

—Entonces… ¿debería haberte regresado el beso en la playa el día que estábamos surfeando, cuando se me pasó por la cabeza?

—Sí —exhalo.

—¿Y la otra noche, cuando estábamos acostados en tu cama hablando?

Mi pecho palpita.

—Perdiste totalmente tu oportunidad.

—¿Y ahora? —Su voz es rasposa, profunda, sus ojos en mi boca—. ¿Debería…?

Lo interrumpo, cortando la distancia, presionando mis labios contra los suyos. Nos quedamos quietos por un momento, bocas calientes presionadas juntas, su barba áspera contra mis mejillas. Y luego me devuelve el beso.

Nuestros labios se mueven juntos. Gentil, abierta, deliberadamente. Su beso es lento y eso crea una sensación cálida y febril en mi vientre. Es deseo y pasión. Él enciende estos sentimientos en mí que han estado dormidos por mucho tiempo.

Su mano encuentra un lado de mi mejilla, mi nuca, enredándose un poco en mi cabello. Llevo mis manos hacia su pecho desnudo, sobre sus hombros, empujándolo un poco más cerca. Necesitando que su beso sea más rudo, más duro.

Este beso lleva años creándose, un tira y afloja. Pensé que liberaría la tensión sexual entre nosotros, pero ha hecho todo lo contrario.

A medida que nuestro beso eventualmente se ralentiza, Edward besa ligeramente mis labios, una vez, dos. Mi boca arde por su barba y sé que debo verme destrozada, pero no me importa. Cuando se aleja, mantiene su rostro cerca del mío.

—He estado esperando mucho tiempo por eso —admite, y sonrío contra sus labios antes de besarlo otra vez.

—¿Cuánto tiempo?

Espero que me diga que quiso besarme desde la primera vez que nos vimos. Porque ese fue el caso para mí, incluso cuando tenía novio. No es respetable, pero es honesto. He deseado a Edward por mucho tiempo, pero este momento no parecía posible. Llevamos vidas muy diferentes, así que traté de no jugar con la idea de un nosotros. Traté se no seguirlo demasiado de cerca en las redes sociales o acercarme demasiado cada vez que nos encontrábamos. Pero ahora estamos aquí, explorando este lado de nuestra relación, y me siento estúpida por no haber permitido que pasara antes, y por confundir su atención y coqueteo hacia como su personalidad con todos.

—¿Cuánto tiempo has querido besarme? —pregunto otra vez, desesperada por saber.

Sin embargo, no dice lo que esperaba. Dice algo mejor.

—Cuando te vi por primera vez en el pasillo. —Sus palabras me llevan de regreso al día en que nos conocimos. —Antes de que nos presentaran por primera vez. Digamos que estuviste mucho en mi mente después de ese día.

—¿Lo estuve?

Él traga.

—Lo estuviste.

—Tenía novio en ese momento —respondo, pero no estoy segura por qué. Este no es el momento para mencionar a Liam, pero tal vez lo necesito como excusa de por qué nos ha llevado tanto tiempo llegar a este punto.

—Sabía que estabas tomada —admite, luciendo un poco culpable—. Pregunté por ti.

Me siento halagada, sorprendida.

—¿Lo hiciste?

—Sí.

—¿Y qué descubriste?

—Que necesitaba ser paciente.

—¿Y valió la pena?

Su sonrisa es lenta, deliberada.

—Más que eso.


*Beer Pong: es un juego de beber muy popular en los Estados Unidos.


¡Hola!

¿Nos cuentan qué les pareció el capítulo?

Muchas gracias por los comentarios en el capítulo anterior: EmilyChase, Noriitha, angryc, Lady Grigori, soledadcullen, somas, Vianey Cullen, saraipineda44, Dama Sincera, Isis Janet, Tata XOXO, Franciscab25, tulgarita, Cassandra Cantu, Adriu, alejandra1987, bbluelilas, Karen CullenPattz, BereB, Jade HSos (x2), Cinti77, jupy, Lizdayanna y los anónimos.

¡Hasta el próximo capítulo!