Disclaimer: The story doesn't belong to us, the characters are property of S. Meyer and the plot belongs to iambeagle. We just translate with her permission.
Disclaimer: La historia no nos pertenece, los personajes son de S. Meyer y la trama de iambeagle, solo nos adjudicamos la traducción.
Here's To Now
Autora: iambeagle
Traducción: Yanina Barboza
Corrección: Melina Aragón
Capítulo doce
Día 28
Jaco, Costa Rica
Llegamos a Costa Rica dos semanas antes de Navidad, que casualmente también es cuando todos comienzan a enloquecer demasiado en el barco.
Montañas verdes ondulantes y un bosque tropical exuberante se burlan de nosotros en la distancia mientras navegamos hacia Puntarenas. Una vez que atracamos, somos inmediatamente interrogados por la aduana. Dos hombres aparentemente hostiles se abren paso en nuestro espacio, requiriendo toneladas de documentos, ladrando órdenes en español. Es increíblemente intimidante y no tengo idea de lo que se dice, pero afortunadamente Marcus se encarga de todo.
Finalmente obtenemos autorización para quedarnos en el país y navegamos la corta distancia hasta Jaco, donde atracaremos el bote durante nuestra estadía. Una vez que estamos allí, trabajamos rápido para empacar nuestras pertenencias y asegurarnos de que todo esté seguro en el bote mientras no estamos.
El viaje a nuestro Airbnb* es a media hora del puerto deportivo y, según Marcus, esto es algo bueno. Antes se había quejado de que Jaco era una trampa para turistas; aparentemente, prefiere estar escondido del ajetreo y el bullicio de la ciudad. El pueblo de la playa pasa volando, y cuanto más nos alejamos, más se vuelve granjas y pasturas, llano pero aún muy verde.
El hombro de Edward roza el mío mientras mira por mi ventana.
—¿Ves esa montaña de allí? —Tarareo en acuerdo—. Ahí es donde vamos a hacer tirolesa.
Gimo.
—Sabes que estoy aterrorizada, ¿verdad?
—Estarás bien —lanza Marcus desde el asiento del pasajero de la furgoneta—. Compraron arneses nuevos después de que alguien se cayó.
Carmen interviene desde la fila detrás de nosotros.
—Dale una bofetada de mi parte, Edward.
Todos se ríen, excepto yo.
—Está bromeando —murmura Edward en mi oído, apretando mi muslo.
Le doy una sonrisa poco convincente, una de la que se ríe antes de dejar un rápido beso en mi hombro.
La furgoneta hace un giro brusco hacia un camino de tierra, que seguimos durante unos buenos diez minutos. Está aislado, eventualmente cubierto por un dosel de árboles, hasta que la carretera se abre y revela una casa de aspecto moderno. Es toda ventanas de piso a techo, hormigón al descubierto y cromo. No es lo que esperaba, especialmente imaginando la forma en que Edward suele viajar. Él silba cuando salimos del taxi, y si su rostro es un indicio, tampoco esperaba estos aposentos.
—De nuevo, ¿quién paga por esto? —pregunta Jasper mientras descargamos nuestras maletas.
—Digamos que un amigo me debe un favor —dice Carmen con un guiño—. Por lo general, lo alquila en Airbnb, pero nos va a dejar quedarnos gratis.
Jasper se ve impresionado, mientras que yo tengo curiosidad por saber exactamente qué justificaría dejar que alguien se quede aquí gratis.
Una vez adentro, pasamos un tiempo maravillándonos con la asombrosa arquitectura mientras nos damos un recorrido por los jardines. El espacio es de concepto abierto e increíblemente minimalista, con dos dormitorios en los extremos opuestos de la casa. Todo está impecable, todo en tonos blancos y naturales.
Cuando salimos, Jasper se siente inmediatamente como en casa lanzándose como bomba a la piscina con toda su ropa puesta.
—Por lo general no es tan modesto —dice Edward en voz alta, supongo que por el bien de Jasper.
Jas sale a la superficie, nadando hasta el extremo poco profundo.
—Puedo cambiar eso, si quieres. —Se quita la camisa y la arroja al pavimento frente a nosotros.
—Nadie quiere ver eso —reprende Edward, caminando hacia una tumbona acolchada.
—Habla por ti mismo —bromeo, ganándome una mirada asesina en broma de Edward.
Tira de mi mano hasta que me siento en su regazo.
—Realmente graciosa —susurra cerca de mi oído.
—Eso pensé —sonrío—. No podía dejar que Marcus fuera el único con los chistes hoy.
Con una sonrisa, aprieta un lado de mi muslo antes de dejar su mano allí, trazando pequeños círculos a lo largo de mi piel. El contacto crea una sensación profunda y cálida que recorre todo mi cuerpo. Es natural estar con él así. No hubo una fase incómoda después de nuestro primer beso la otra semana. No hay dudas o el sentirse inseguro de lo que sigue. Pero entre la desagradable tormenta por la que pasamos y los repentinos problemas estomacales de Jasper, lo que causó que Edward hiciera un trabajo extra en el barco, no hemos tenido muchas oportunidades de estar solos. Hasta hoy.
—... y las aguas termales también.
Me doy cuenta de que me he perdido la mitad de lo que dijo.
—Lo siento, ¿qué estabas diciendo?
—Solo enumero algunas de las cosas que debemos hacer mientras estamos aquí.
—Oh, ¿estás haciendo planes? —bromeo, sacudiendo juguetonamente su hombro.
—Tengo que hacerlo. La vida en la isla es lenta, pero el tiempo pasa rápido.
—Estoy deseando lo lento —murmuro, mirándolo a los ojos.
Su sonrisa es cálida, fácil, mientras cierra la distancia para besarme. Tal vez estaba destinado a ser casto, pero lo profundizo, manteniendo nuestros labios juntos, besándolo con más fuerza. Su agarre en mi cintura se aprieta mientras nuestras bocas se mueven juntas. Y justo antes de que empiece a volverse indecente, escuchamos a Jasper.
—¡Consigan una habitación! —grita, tratando de salpicarnos.
—Lo hicimos —bromea Edward—. Vas a dormir en el sofá de nuevo.
—Maldita sea —murmura, alejándose nadando.
—Él nos odia —le susurro, soltando una carcajada.
—Lo entiende. Si él estuviera con alguien, también se quedaría con la habitación.
—Oh, ¿estás conmigo?
—Sabes a lo que me refiero.
Sonrío ante la forma en que sus mejillas se ponen rojas debajo de su barba.
—Creo que voy a ir a desempacar —digo, poniéndome de pie.
Con el sol detrás de mi cabeza, Edward me mira entrecerrando los ojos, protegiéndoselos con la mano.
—Iré contigo. Pero no hay garantía de que toda mi mierda no termine en el suelo con el tiempo.
—¿Qué? —me resisto—. ¿Quieres decir que no te alegra colgar la ropa y guardar las cosas en los cajones?
Se encoge de hombros, siguiéndome a la casa donde el bendito aire acondicionado nos ataca de inmediato. Tomamos nuestras maletas y las dejamos en la esquina de nuestra habitación, y no puedo evitar echar un vistazo al baño adjunto.
—¡Una ducha de verdad! —prácticamente grito, contemplando el espacio demasiado grande—. Y una cama de verdad —agrego por si acaso. Es una king, creo, pero cualquier cosa parece grande después de haber estado durmiendo en un barco. Me arrojo al exuberante colchón, emocionada de que se sienta tan cómodo como parece.
—Es oficial —digo decididamente—. Nunca me iré.
Edward se quita los zapatos antes de acostarse a mi lado, sus ojos bailando con diversión.
—Así que la vida sin comodidades no es lo tuyo, ¿eh?
—¿Dormir en la humedad con insectos y otras criaturas? ¿Y no tener acceso a una ducha de verdad? Lo siento si te hice creer otra cosa, pero estoy bien aquí con el aire acondicionado.
Se ríe, probablemente de mí, pero no me importa. Reconozco quién soy y ahora mismo es alguien que quiere estar limpia, fresca y cómoda.
—Aprecio la honestidad. —Peina un mechón de mi cabello hacia atrás—. Te vi escribiendo esta mañana.
—Apenas —gimo—. Me ha faltado inspiración. O tal vez me he distraído... —me callo, dándole una mirada penetrante. Sin embargo, no es culpa suya. Tuve mucho tiempo para escribir en el barco, y ese tiempo no se usó sabiamente durante la última semana.
—¿Sobre qué estabas escribiendo?
Solo sobre lo loco que es que será Navidad pronto. Y una semana después de eso, un año completamente nuevo. En cómo pasé la mayor parte del año pasado en un bajón, completamente sin rumbo y llena de ansiedad. Y lo confuso que es que todavía no sé en qué dirección quiero ir con mi vida, pero las cosas no se sienten tan oscuras en este momento. Y sé que gran parte de eso se debe a Edward.
—Solo cosas —digo, evadiendo.
Hago todo lo posible por alejar cualquier sentimiento de timidez. Y sé que él puede sentirlo, porque cuando me mira, realmente me ve. Puede que sea lo que más me gusta de él, a pesar de lo intimidante que es.
—Estaba escribiendo sobre cómo ya casi no me reconozco —respondo finalmente.
—¿Eso es algo bueno? —pregunta con cuidado.
—Sí. Definitivamente. No quiero volver al lugar donde estaba hace meses.
La mirada de Edward es suave, comprensiva.
—Diste los pasos para comenzar algo nuevo. No podrías regresar ahora aunque quisieras.
—¿No podría volver a dónde, Texas?
—Volver a ese estado de ánimo. —Hace una pausa—. Pero a Texas también. Si no quisieras... no lo sé. Siento que podrías hacer que eso funcione. Eres más resiliente de lo que crees.
Me río, porque creo que está bromeando. Cuando él no se ríe, le digo:
—Por supuesto que eventualmente tendré que volver a casa. Resiliente o no, ¿qué más haría?
Se encoge de hombros, indiferente.
—Lo resolverías.
Me muevo para sentarme, con las piernas colgando de la cama.
—¿Y si no lo resuelvo, solo te seguiría a diferentes países? ¿Viviendo en una camioneta? ¿Abandonando a mi gata?
—No necesariamente tengo que ser parte de la ecuación si decides no volver.
Abro y cierro la boca un par de veces, sin saber qué decir. Por lo general, descartaría el tema y dejaría vagar mi mente. Asumiría que está diciendo esto porque no quiere ser parte de la ecuación. Pero las cosas son diferentes con él. Con nosotros no se trata de juegos ni de evitar temas difíciles.
—Quiero decir, eres parte de la ecuación, Edward. Ya sea que quieras o no. Lo entiendes, ¿verdad?
—Lo hago. Solo… —se detiene, frotándose la barba con una mano—. No quiero decir nada que te estrese.
—Bueno, eso me está estresando —espeto—. Di lo que quieras.
Se sienta, enfrentándome.
—Está bien. Mi mayor pesar sería influir en cualquier decisión que tomes. Eso rara vez funciona para nadie.
—Lo sé... pero este viaje no estaría sobre la mesa para mí si no me hubieras dado la oportunidad. Así que decir que no eres parte de la ecuación es una estupidez.
Sus ojos sonríen pero su rostro no revela nada.
—Tienes razón. No lo quise decir así.
Dejo escapar un suspiro. No había pensado en no volver. Por supuesto, tal vez solo de la forma en que todos lo hacen cuando están de vacaciones. No quieres que termine, pero al final sabes que tiene que pasar. Porque eso es la adultez. Hacer cosas que no quieres hacer.
—Creo que, por ahora, tengo que apegarme a mi plan: reservar un vuelo cuando lleguemos a Chile y volar de regreso. —Incluso yo no estoy convencida por mis palabras, así que lo intento de nuevo—. Entré en esto con una fecha de vencimiento. Así que... sí.
—Está bien. —Asiente, siempre comprensivo—. Y si cambias de opinión, está bien. Los planes cambian a veces.
—Y a veces no lo hacen.
—Cierto.
—Está bien.
La música hawaiana suena desde la sala de estar, resonando en toda la casa, un agradable respiro de esta tensa conversación. Me lleva de regreso al comienzo de nuestro viaje, a nuestra primera noche en México en casa de Marcus y Carmen. Su lista de reproducción solo consistió en música hawaiana durante toda la noche, y escucharla ahora me reconforta mucho. Esa noche se siente tan lejana, casi como una vida diferente.
—Estamos bien, ¿verdad? —pregunta Edward en voz baja, buscando en mi rostro.
Alcanzando su mano, enredo mis dedos con los suyos.
—Más que eso —murmuro, repitiendo sus palabras de nuestra conversación de la otra noche.
Se ha convertido en algo nuestro desde entonces. Una frase que solo nosotros dos podemos decir y conocer el significado.
—Bien. —Aprieta mi mano—. Estoy pensando que deberíamos cenar esta noche.
—Bueno, sí. Siempre quiero cenar. El almuerzo y el desayuno también son buenos —balbuceo.
—Me refiero a solo nosotros.
—Oh. —Sonrío, con los dedos rozando su barbilla barbuda—. Como, cenar cenar.
—Sí.
—Como una cita —añado, arqueando las cejas.
—Como una cita —confirma, la comisura de su boca levantándose un poquito—. Supongo que te he hecho pasar por suficientes comidas de mierda y te debo algo real.
—Me gusta lo real.
—A mí también.
Su rostro es transparente, serio. Pienso en cuántas mujeres ha invitado a salir, o si alguna vez ha tenido una cita real. Odio que mi mente divague con esos detalles insignificantes, pero con cada día que pasa mis sentimientos por él crecen mucho más. Me preocupa salir lastimada, pero en última instancia, debo recordar que estar preocupada conduce a ser cuidadosa, y construir muros no me llevará a ninguna parte.
—¿Entonces qué dices? —Sus dedos rozan mi rodilla, sacándome de mis pensamientos—. No me dejes esperando.
Inclinándome, lo beso una, dos veces, y luego digo:
—Me encantaría.
*Airbnb: es una compañía que ofrece una plataforma digital dedicada a la oferta de alojamientos a particulares y turísticos.
¡Hola!
¿Nos cuentan qué les pareció el capítulo?
Muchas gracias por los comentarios en el capítulo anterior: Adriu, alejandra1987, Lady Grigori, tocayaloquis, EmilyChase, soledadcullen, Dama Sincera, dobleRose, Lauguilln, Adyel, tulgarita, Tata XOXO, saraipineda44, bbluelilas, Noriitha, Isis Janet, Franciscab25, Vianey Cullen, Jade HSos (x2), BereB, Cinti77, Mel. ACS (x2), somas, mony17 y jupy.
¡Hasta el próximo capítulo!
