Disclaimer: The story doesn't belong to us, the characters are property of S. Meyer and the plot belongs to iambeagle. We just translate with her permission.
Disclaimer: La historia no nos pertenece, los personajes son de S. Meyer y la trama de iambeagle, solo nos adjudicamos la traducción.
Here's To Now
Autora: iambeagle
Traducción: Yanina Barboza
Corrección: Melina Aragón
Capítulo catorce
Cuando me despierto, la habitación está demasiado oscura, las cortinas crean una sensación tan desorientadora. Bostezo, girándome para encontrar a Edward todavía en la cama conmigo. Supuse que se habría ido, ya que le gusta levantarse temprano. Pero aquí está, acostado bocabajo, con el lado de la cara presionado contra la almohada. Se ve increíblemente lindo, con el cabello despeinado y todo.
Agarro mi botella de agua, trago el contenido, luego decido abrir un poco las cortinas. Nunca me despertaré del todo a menos que haya algo de luz aquí.
Veo su camisa en el suelo y mi ropa interior, así que me las pongo. Edward se mueve en la cama y le doy una pequeña sonrisa, trepándome de vuelta en el colchón, sentándome con las rodillas debajo de mí.
—Buenos días —murmura, sonriendo adormilado con un ojo abierto—. ¿Cómo dormiste?
—Genial, ¿tú?
—Duro. —Bosteza—. ¿Qué hora es?
—Un poco más de las ocho.
Se sienta contra la cabecera, sus ojos recorren mi cuerpo, vestido con su camisa. La mirada que destella en su rostro está llena de mucho deseo.
—Es un buen look para ti.
Mis mejillas se calientan.
—¿Cuándo fue la última vez que dormiste hasta tan tarde?
—Ni siquiera sé.
—Pensé que habrías corrido cinco kilómetros a esta hora. ¿Soy una mala influencia para ti? —pregunto, riendo ligeramente.
—Ven aquí —susurra, con el rostro serio.
Moviéndome de mi lugar, subo a su regazo, sentándome a horcajadas sobre él.
—Yo diría que eres muy buena siendo una mala influencia —murmura, besándome el cuello, chupándome la piel antes de morderla ligeramente.
—¿Te saltaste la carrera porque tienes un entrenamiento diferente en mente? —bromeo, sintiéndolo endurecerse debajo de mí. Me retuerzo un poco, su boca mordisqueando mi oreja.
—¿Me culpas? —pregunta, con la voz cargada de lujuria.
Sacudiendo la cabeza, tiro de su labio inferior entre mis dientes antes de besarlo suavemente.
—No —digo contra sus labios—. No te culpo en absoluto.
Mueve sus caderas contra las mías y me froto contra él, golpeando en el lugar perfecto. Empiezo a mojarme, excitarme, mi cuerpo se calienta. Quitándome su camisa, él la arroja sobre la cama, llevándose mi pecho a la boca. Gimo, amando su boca en mi cuerpo.
—¿Sabes… cuánto te deseo? —pregunta, apretándome el trasero—. ¿Por cuánto tiempo te he deseado?
Asintiendo, me muevo a su lado, tomando su polla en mi boca. Él gime y yo chupo y lamo mientras deslizo mi mano hacia arriba y hacia abajo durante un par de minutos, hasta que sus gemidos guturales se convierten en súplicas para que pare.
—Déjame follarte—respira.
Moviéndome rápido, me vuelvo a sentar a horcajadas sobre él. Agarrando su pene, hago mi ropa interior hacia un lado con la otra mano mientras me deslizo sobre él. Todo lo que puedo pensar es que es mucho mejor que anoche, y anoche fue perfecto. Y luego me doy cuenta de que es porque esta vez no tenemos condón.
—Mierda —suelto, sin molestarme en apartarme de él, todavía meciéndome contra su cuerpo. A él tampoco parece importarle.
—Te sientes tan bien, Bella —dice con los dientes apretados.
—¿Condón? —pregunto sin aliento.
Vacila pero no se detiene.
—Si quieres.
No quiero. Quiero sentir todo de él. Está duro, tan jodidamente duro, y quiero cada parte de esto. Confío en él, lo hago. Sinceramente.
—Solo acaba afuera —murmuro, besando mi camino a lo largo de su desaliñada mandíbula, su cuello.
Permaneciendo encima de él, nos frotamos uno contra el otro durante unos minutos. Al menos, se siente así. No estoy segura de cuánto dura realmente, porque estoy tan perdida en esto, en él, que es difícil saberlo.
Nunca ha sido así. Ni con Liam, ni con nadie. Durante mucho tiempo, incluso mientras estaba en una relación, me sentí muy sola. Al estar con Edward este último mes, me he sentido más completa que nunca. Más de lo que probablemente nunca lo haré. Y tengo el presentimiento de que sé por qué, pero da demasiado miedo admitirlo. Así que, en su lugar, muerdo su hombro para guardar mis palabras para mí, porque no es el momento.
—No voy a durar mucho más —jadea, el sudor gotea por su frente.
—Espera, espera —le suplico, cerrando los ojos, enterrando mi rostro en el espacio entre su oreja y su cuello.
Su ritmo se acelera, golpeándome en el lugar correcto. Pero si él casi ha acabado, necesitaré más, y rápido. Así que coloco mi mano entre nosotros, frotándome.
Edward mira hacia abajo, con la boca entreabierta.
—Déjame tocarte.
Reemplazando mi mano con la suya, usa su pulgar para frotar mi clítoris, y es suficiente para hacerme gritar, apretándome a su alrededor mientras me corro. Un minuto después, agarra mis caderas, embistiéndome más fuerte que antes. Observo su rostro, cómo sus ojos se cierran con fuerza hasta que me saca de él, acariciando su polla, acabando en su estómago.
—Mierda —respira—. Eso… fue…
Me acuesto a su lado, nuestros pechos agitados, hechos polvo por lo que acaba de suceder.
—Así que, me estoy encariñando más contigo cada día... —me callo, besando su bíceps.
—Tenía mis sospechas.
—¿Ah, de verdad?
—Sí. Sabía que eventualmente te conquistaría. —Sonríe—. Debería… —Se mira el estómago y le entrego la camisa para que se limpie. En lugar de soltarlo, tiro de él, obligándolo a retroceder, hasta que nuestras caras están cerca y nos estamos besando de nuevo.
XXX
Día 30
Nuestro primer día completo lo pasamos con todos, caminando por Catarata Bijagual. Marcus se queja de sus rodillas todo el tiempo, y Jasper grita cuando ve una serpiente, y nuevamente cuando un guacamayo chilla sobre él en los árboles. Carmen y Marcus se dan por vencidos a la mitad del camino, porque es bastante empinado y están preocupados por la caminata de regreso.
También perdemos a Jasper antes de llegar a la cascada. Al parecer, había fumado antes de la caminata y se estaba volviendo muy, muy paranoico por ver una tarántula.
Edward y yo escuchamos la cascada antes de verla. Es ruidosa, el agua golpea contra la tierra, y pronto nos encontramos a metros de una de las creaciones más asombrosas de la naturaleza.
Hay un puñado de turistas rodeando el área, todos posando para fotografías, algunos incluso intentando acercarse mucho a las cataratas. Prefiero mirar desde lejos, la absoluta magnitud es increíblemente intimidante.
El agua parece lechosa, cayendo con tanto frenesí. Es mágico, diferente a todo lo que alguna vez he experimentado. Miro a Edward, sintiendo la necesidad de decir algo, pero mis palabras no alcanzan. Es abrumador, energizante y algo emocional.
—¿Estás llorando? —Edward sonríe suavemente, jalándome contra su costado.
—Sí —me río, secándome los ojos—. Nunca había visto nada como esto. Es asombroso.
Él besa mi sien, luego me jala juguetonamente hacia la cascada.
—¡No quiero mojarme! —grito, pero él me ignora, obligándonos a acercarnos, para que el rocío pueda alcanzarnos. Jugamos a pelear durante un par de minutos, chapoteando en el agua, riéndonos hasta que estamos básicamente empapados y la gente nos mira fijamente.
—Ganaste —concedo, escurriendo mi cabello—. ¿Contento?
—Todavía no.
Extiende su cámara frente a nosotros, acercándome más a él para poder tomar una foto. Cuando baja el brazo para mostrarme la foto en la pantalla, me maravilla la forma en que nos vemos juntos. Estamos sonriendo, empapados, parados muy cerca. Y nos vemos felices. Parecemos una pareja. Solo se puede ver una parte del paisaje detrás de nosotros, la torrencial cascada tenue y borrosa. Pero no creo que ese fuera el punto.
—Me gusta —sonrío, besándolo—. Mucho.
—Me gustas tú —responde, y cuando sonríe, sus ojos brillan.
XXX
Día 35
A medida que nuestra primera semana se acerca a su fin, finalmente complacemos a Jasper y vamos a bucear con él. Expresa que se ha sentido un poco excluido con Edward y yo en nuestra propia burbuja, así que cuando sugiere pasar el día en algún refugio de vida silvestre, decimos que sí.
Edward alquila un auto y al día siguiente nos levantamos a las cinco de la mañana para cruzar el país y explorar la costa caribeña. En teoría, suena ridículo conducir seis horas fuera del camino, cuando ya estamos junto al océano en Jaco. Pero el agua que rodea el pueblo de Manzanillo es turquesa, palmeras y cocos bordeando la playa. Una vez que meto mi cara en el agua cristalina, me doy cuenta de por qué Jasper se mostró inflexible en venir aquí.
Es mágico, debajo de la superficie. El arrecife de coral permanece debajo de nosotros, una fuerza vital propia. Estamos rodeados de coloridos peces tropicales y tortugas marinas que pasan nadando, ni siquiera inmutándose por nuestra presencia. Es difícil creer que algo como esto exista, un mundo entero que sobrevive por sí solo. Me hace sentir insignificante. Me hace sentir afortunada.
En nuestro camino de regreso, pasamos por San José y complacemos a Jasper, una vez más, dejándolo disfrutar de la vida nocturna. Es principalmente entretenimiento gratuito para Edward y para mí, ver a Jasper besarse borracho con una chica nueva cada media hora.
En un momento, mientras estoy parada en la barra esperando mi bebida, alguien se me acerca. Tiene un aspecto decente, bastante agradable, no demasiado agresivo, se hace llamar Jake. Mantenemos una conversación inocente hasta que llega mi bebida y cuando me doy la vuelta para irme, me detiene, apenas rozando mi brazo. Me pregunta si quiero seguir esto en su mesa, a lo que le digo que estoy con alguien. Y ni siquiera se siente como una mentira.
—¿Quién es tu amigo? —pregunta Edward cuando me deslizo de regreso en el reservado, sentándome del mismo lado que él.
Me encojo de hombros.
—Creo que me acaban de echar los perros.
Edward ladea la cabeza, sonriendo.
—¿Oh, sí?
Mirando en la dirección de Jake, veo que ya está hablando con otra chica.
—Maldita sea, ya me ha superado —bromeo, tomando un sorbo de cerveza.
—¿Crees que podría derribarlo?
—¿Como en una pelea? —pregunto inexpresivamente. Edward sonríe, sus ojos se arrugan—. ¿Por qué harías eso?
—Para defender tu honor —bromea.
Le pellizco suavemente la mejilla, luego la beso.
—Eres más un amante, no un peleador. Y realmente, realmente me gusta eso de ti.
Suavemente me agarra la barbilla, inclinándola hacia arriba para besarme, la chispa persiste entre nosotros.
Retrocediendo le pregunto:
—¿Quieres encontrar a Jasper y arrastrar su trasero borracho a casa para poder mostrarte lo amante que soy?
—Nunca he querido nada más.
¡Hola!
¿Nos cuentan qué les pareció el capítulo?
Muchas gracias por los comentarios en el capítulo anterior: EmilyChase, Lizdayanna, Dama Sincera, Lady Grigori, tulgarita, Adyel, Lizdayanna, Noriitha, alejandra1987, Franciscab25, Isis Janet, tocayaloquis, somas, Tata XOXO, Cassandra Cantu y Jade HSos.
¡Hasta el próximo capítulo!
