Am… Señorita "Am"...
Sus ojos grandes y expresivos cambiaron de forma cuando frunció su ceño, demostrando su duda.
¿Iba a dejar que tan encantadora dama se marchara así como así sin dar siquiera una explicación?
Era obvio que tenía que ver con el horario, pero fue una acción tan grosera… L fijó su vista hacia donde la señorita "Am" se había dirigido, llena de pánico, más y más lejos, desesperada por llegar a los muros del castillo, correr pegada a ellos y llegar a la parte de adelante, donde los carruajes con sus respectivos caballos esperaban preparados a sus dueños.
Cuando vislumbró el tropiezo y la caída de la rubia, no le importó perturbar o interrumpir su, en su punto de vista, huída.
Tal cual como la chica había hecho casi un minuto atrás, el príncipe corrió en la oscuridad de la noche solo interrumpida por las luces de las luciérnagas y las que delataban que había un baile en el castillo.
No iba a dejarla ir.
oOo
Un tercero vería la escena, confuso y divertido. ¿Por qué tan distinguida jovencita huiría tan decididamente de tan apuesto príncipe?
Se sentiría aún más confuso al observar tan sobrenatural proceso, justo como el príncipe.
Al tropezar, a Misa se le había aflojado su zapato de cristal. Al levantarse, ya no lo tenía.
Sintiendo un cosquilleo de magia tocando de manera nada tímida su nariz, poco le importaba. Se esforzó por continuar su carrera.
Solo pudo que llegar hasta su carruaje, que ya no era un carruaje, y la magia la abandonó también.
Misa soltó un triste suspiro, viendo como cinco ratones de campo comían un rojo tomate. Tendría que caminar hasta la casa de los Yagami.
—¿Señorita Am? —Misa se congeló.
Esa voz, esas palabras…
Quiso desaparecer, quiso desvanecerse y nunca volver, quiso dejar de existir y no volver a ser…
Llevarse las manos a la cara y tapar sus ojos serviría, por el momento.
Con la mirada perdida y los pensamientos en otra parte, en sus recuerdos quizá, L Lawliet la observó a ella y a la escena a su alrededor que respiraba magia por donde se la mirara.
Entendió.
—¿Por qué me da la espalda tan hermosa doncella?
El príncipe no la vio, pero el rostro de Misa se había encendido visiblemente a pesar de aquellas manos que intentaban ocultarlo.
—No... ¿no me ve?
L Lawliet arqueó una ceja. Y por supuesto que Amane Misa no vio tal gesto.
Ella giró lentamente, bajando sus brazos y su mirada hacia el suelo, sintiendo más vergüenza recorrerla de la cabeza a los pies.
—Estoy hecha un desastre, me vine en un tomate gigante y me trajeron ratas de campo. La magia solo lo ocultó temporalmente —terminó con amargura, alzando su cabeza para ver la expresión del príncipe.
—Pero está hermosa, señorita...
—Amane Misa. Y no sé que le ve de lindo a esto, su alteza —Indicó con su barbilla y manos su atuendo rasgado.
Levantando el zapato de cristal que se encontraba en el suelo, el príncipe respondió:
—Su ropa no la define, señorita Amane. Y no necesita magia para ser una mujer hermosa.
Y, tentativa, dudosamente, tardando el tiempo suficiente para indicar sus intenciones y pedir permiso, L cerró la distancia entre Misa y él y, casi con timidez, alzó su barbilla y le besó los labios, de una manera ordinaria pero en el momento especial para ambos.
Nota: Este sería el último capítulo. Pensé en terminarlo acá porque supuse que la historia estaba contada, espero que hayan disfrutado este mini fic :)
Este fic fue editado para una mejor lectura: antes tenía doce capítulos cortos y de longitudes desiguales, por lo tanto, tiempo después, uní y agregué un par de cosas.
