Disclaimer: Los personajes de Shingeki no Kyojin no me pertenecen.
Advertencias: Lenguaje vulgar. Alusión a tráfico y consumo de drogas. Homicidio.
CAPÍTULO 3
−Zeke Jeager. Él tiene la heroína.
Reiner Braun apreciaba tres cosas en la vida: una buena subida, un trasero donde meterla y todos sus miembros enteros. Soltó la lengua por la tercera, una follada no valía tanto, aunque Zeke se hubiera vuelto su predilecto últimamente. Con la mafia amenazándole ¿qué más podría hacer? Le gustaban sus entrañas donde estaban.
Jeager estaba más fundido de lo que creyó. Robar una entrega del mafioso más peligroso del barrio, nada menos. Y encima, ocultarla bajo una tabla suelta del suelo. Serían unos trescientos gramos de heroína en polvo. Si no era por él, de igual manera eventualmente se enterarían y sabrían que no quiso hablar. No, él definitivamente apreciaba su pescuezo donde estaba.
Kenny Ackerman sonrió, exhalando una nube de humo. Era un psicótico desquiciado, no había duda. Lo veía en cómo apagaba el cigarrillo entre sus dedos y largaba una risa. No era raro que le encargaran el trabajito, conocía todos los adictos del lugar.
−Esto será divertido. –Dijo, todavía riéndose.
Era mejor largarse, pensó Braun. Desaparecer por una semana del área, sin remordimientos. Sin compadecerse de los ojos inocentes del hermanito de Zeke Jeager, que probablemente sería asesinado y vendidos sus órganos, o finalmente vendido a un prostíbulo. No, no tenía que sentirse culpable. Ya era culpa de la idiotez de su hermano.
Tal vez podría decirle al vecino, ese que se veía como un militar retirado. Había visto como trataba al más joven. Podría decirle que se fueran los dos, que se llevara al chico. De cualquier forma, lo más probable era que a todo ese edificio se lo llevara la verga. Se estaba volviendo un jodido blando, pero era lo único bueno que haría en su vida.
−El pago, Ackerman. –Le recordó, extendiendo la mano enguantada para recibir la paca de billetes que el otro tenía en la mano.
Kenny Ackerman se dobló de la risa en aquel callejón sucio y desolado, bajo la seria mirada de Reiner. Cuanto más rápido estuviera lejos de ese demente, mejor.
Ni siquiera vio cuando Ackerman sacó una de las pistolas que tenía escondidas. Cinco tiros volaron directo hacia su frente, sus ojos abriéndose en terror y desconcierto. Ese fue el rostro que dejó antes de partir, su cuerpo derrumbándose en la mugre y el charco.
−Ahí está tu pago, pendejo.
Kenny encendió otro cigarrillo.
.
Levi Ackerman se detuvo en la tienda de la esquina, tras haber acabado la jornada en su trabajo de mierda. Al día siguiente tendría que hacer las compras de víveres. Por ahora, bastaría con una caja de té negro, un cartón de leche y quizá froot loops para el mocoso. No pudiendo deshacerse del chico, ni tampoco ayudarlo, podría tratarlo bien al menos.
Sonó la campanilla de la tienda cuando abrió la puerta. Era un local pequeño, el dueño un viejo borracho llamado Pixis. Al menos, estaba limpio y tenía justo lo necesario, como alimentos y bebidas. Los pasillos se extendían hasta llegar a la caja, donde estaba sentado Pixis.
Avanzó por un corredor. Enarcó las cejas al notar que un muchacho veía codiciosamente la estantería de golosinas. El chico miró hacia ambos lados y, en un segundo, metió una barra de chocolate en su abrigo. Levi se detuvo unos metros tras su espalda, por lo que el chico ni siquiera se percató. Simplemente, continuó mirando los dulces.
Levi suspiró, caminando hacia él. Reconocería su espalda ancha y cabello desordenado en cualquier parte. Sus dedos con las uñas pintadas de colores estaban por agarrar otro bocadillo, pero lo detuvo al hablarle.
−Mocoso.
Eren levantó la cabeza como un resorte al escuchar la voz de su vecino. Lo encontró parado casi al lado suyo, vistiendo un traje negro y camisa blanca implacablemente planchada. No sabía de qué trabajaba, pero siempre iba exquisito. Todavía podía oler su colonia, un aroma fuerte y masculino. Tenía esa mirada cansada de siempre, las bolsas de sus ojos parecían nunca desaparecer.
No pudo evitar formar una sonrisa al verlo, sus ojos arrugándose. Su vecino era un buen tipo, aunque no todos pensaran lo mismo. Nadie tenía idea de por qué un hombre así estaría viviendo en un barrio como Shiganshina, pero eso no importaba ¿verdad? Lo importante era que se habían conocido.
−¡Levi! –Chilló entusiasmado. −¡Qué coincidencia! Pensé que nunca comprabas aquí. ¿Me brindarás un chocolate? Me gustan los de avellana, pero también los de maní. No puedo decidirme ¿podemos llevar los dos? Por supuesto, los compartiré-
−Saca lo que guardaste. –Lo interrumpió con voz seria, mirándolo a los ojos con reproche. –Hay que pagarlo.
El más joven hizo una mueca. Atrapado, pensó. Bajo la atenta mirada de Levi, hurgó en su bolsillo hasta dar con el paquete de chocolate. Levi se lo arrebató de las manos y continuó avanzando por la tienda. Eren no tuvo otra opción que seguirlo.
−No está bien robar. –Dijo Levi con más suavidad que antes, revisando la etiqueta de un cartón de leche antes de meterlo en la canasta.
Eren se esperaba la charla moralista, pero igual no pudo retenerse de soltar con amargura:
−¿Qué más puedo hacer?
Levi se calló, porque en realidad no lo sabía. Lo más probable era que el simio de Zeke Jeager lo estuviera matando de hambre. No podía solamente comer durante las visitas a su departamento, así que ¿qué más podía hacer el muchacho? Era solamente un chico que no tenía culpa de la miserable situación en que vivía. Ya con que estudiara era bastante, además ¿quién lo iba a contratar teniendo quince años? Y sabiendo hacer básicamente nada, excepto quizá uñas.
Pero, debía responderle algo. Lo que sea. Porque si no, estaría diciéndole que lo siguiera haciendo. Se acababa el tiempo. Decisiones, decisiones.
−Trabajarás para mí. –Respondió finalmente, ignorando las alarmas en su cabeza diciendo que no siguiera. –Limpiarás el apartamento y te pagaré.
Era la solución más razonable. Pero, Levi Ackerman no comprendió por qué el muchacho frunció el ceño y no comentó al respecto. Siguieron andando por los corredores y Levi agarró la caja de froot loops, mirando al chico de reojo esperando por una reacción, pero este se veía pensativo y no se dio cuenta. Finalmente, metió el té negro en la cesta y se dirigieron hacia la caja.
−No quiero tu lástima. –Murmuró Eren, cuando ya estaban llegando.
Levi alzó las cejas hacia él, sorprendido por el comentario. El viejo Pixis estaba dormido en la silla tras el mostrador, en donde se exhibían distintos artículos.
−No es lástima- −Empezó, calmado.
Eren, al contrario, parecía totalmente fuera de sí. Tenía las manos apretadas en puños y el rostro, que miraba hacia sus pies, colorado. Cuando alzó los ojos hacia el mayor, los encontró repletos de ira y dolor. Estaban húmedos por lágrimas retenidas.
−¡Claro que sí! –Lo cortó, alterado. −¿Y sabes qué? ¡No la quiero! No quiero que me veas como si fuera un perrito abandonado. –Su voz ya estaba quebrada al decir lo último. –Es horrible que la persona que t-te gusta, te mire así.
El pelinegro abrió los ojos. Miró rápidamente hacia el viejo Pixis, pero todavía seguía durmiendo. Realmente ¿había dicho que…?
−Puedo arreglarlo solo. –Finalizó el chico, echando un vistazo al mostrador. Con una expresión desafiante y todavía mirándolo a los ojos, tomó dos esmaltes de uñas que estaban ahí. –No preciso tu ayuda.
Y sin más, el muchacho de ojos verdeazulados se fue dando zancadas, cerrando la puerta fuerte tras sí. La campana quedó sonando unos minutos, dejando a un Levi parado totalmente hipnotizado, incapaz de procesar lo que acababa de ocurrir.
Sólo la risa del viejo Pixis lo sacó de su ensimismamiento. El viejo estaba facturando las cosas que había en la cesta, incluido un empaque de chocolate. Lo miró con unos ojos conocedores y divertidos, como si lo sucedido fuera gracioso.
−Serían ocho dólares con veinte centavos.
Levi sacó la billetera. −¿Cuánto valen las pinturas de uñas que se llevó el chico? –Preguntó, seco, extendiéndole un billete de veinte.
Pixis se rio con más ganas, buscándole el vuelto en la caja registradora. Cuando se lo extendió, notó que no había descontado las pinturas. Viejo borracho y chiflado.
−No te preocupes. Es un buen chico. Le dejo que tome algunos dulces y baratijas cuando quiera.
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N/A: Me dije que iba a subir caps una vez por semana, pero, heme aquí, simplemente no puedo resistir. ¡Muchas gracias por leer! Se les quiere.
-Cece
