Capítulo 17
Mucho tiempo después Terry salió de la biblioteca; Alistair había rehusado permanecer esa noche allí, por lo visto andaba cortejando a una misteriosa dama que lo traía de cabeza aunque le había asegurado que si lo necesitaba para algo no dudaría en cabalgar lo más rápidamente posible a Grandchester. Tenía toda la intención de buscar a Candy aunque no se había parado a pensar en qué es lo que haría con ella; lo más sensato sería echarla definitivamente de su vida pero hacía mucho tiempo que los últimos restos de su sensatez se habían escapado entre los muslos de la joven . Se dirigía a la cocina seguro de que la encontraría allí, ni siquiera había pensado en mandar a alguien a buscarla tan grande era su furia. Justo cuando pasaba junto al salón verde escuchó las risas de su hijo y unos susurros alegres; a pesar de su ira la curiosidad le hizo asomar la cabeza. Allí estaba efectivamente Charles y junto a él, manejando un cubilete lleno de dados estaba Candy. Terry sintió que un velo rojizo ensombrecía su mirada: la joven seguía burlándose ante sus propias narices de sus órdenes; sin pensar en el sobresalto que le causaría a su hijo se acercó a ellos a grandes zancadas y levantó sin miramientos a Candy del sofá que ocupaba arrastrándola hacia la biblioteca.
La joven lo miraba entre sorprendida y ofendida, suponía que el evidente enfado del duque se debía a haberla encontrado en compañía de Charles cuando él lo había prohibido expresamente pero esa reacción se le antojaba exagerada, sobre todo teniendo en cuenta que el niño lo había visto todo. Iba pensando en cómo apaciguar la ira de Lord Terrence y preguntándose si sabría que los encuentros con Charles habían sido continuos ya que le parecía lo más normal del mundo desafiar al duque cuando sus órdenes eran tan absurdas.
Cuando llegaron a la biblioteca el duque la empujó hacia dentro sin miramientos y cerró la puerta tras él. Candy se frotó el dolorido brazo y lo miró directamente a la cara alzando la barbilla desafiantemente.
—Sé que me prohibió hablar con Charles, pero debe comprender…
—¡Esto no tiene nada que ver con Charles! —la interrumpió Lord Terrence furiosamente.
Candy se limitó a mirarle estupefacta sin entender qué era lo que había provocado en el duque esa explosión de ira pero temiendo una escena parecida a la que tuvo lugar en ese mismo sitio tres años antes; no sabía la razón que tenía.
—¿Qué he hecho ahora? —la voz de la joven trasmitía un gran cansancio — ¿podré esta vez saberlo al menos?
Terry la miró furiosamente con los labios apretados en una fina línea y los ojos despidiendo fuego:
—¡Cómo si no lo supieras! —acercándose hasta dejar a un palmo de la cara femenina la suya prosiguió hablando: —¡¡¡Sé todo lo que hubo entre Archie y tú y también sé que tuviste una hija de él!!!!
Candy sintió que la incredulidad se apoderaba de ella, ¿por eso él la había echado? ¿Porque creía que lo engañaba con Archie? Había sentido un dolor tan agudo al perder su corazón tres años antes que creyó que moriría, durante tres años había luchado sola contra todo y contra todos, tenía una hija que nunca podría conocer a su padre y todo porque él había creído que lo engañaba con Archie. Sin poder evitarlo una risa histérica salió de su garganta y echó la cabeza hacia atrás a la vez que las carcajadas brotaban incontenibles; cuando pudo calmarse un poco enfrentó al duque que la miraba con los puños apretados y a todas luces desconcertado.
—Supongo que lo de mi hija te lo ha contado Lord Alistair ¿no? —y sin darle tiempo a responder prosiguió: —y supongo también que lo próximo que me vas a decir es que me vaya y no vuelva nunca más, ¡¡pues no te preocupes en decirlo!! ¡¡me voy ahora mismo!!
Y sin darle tiempo a replicar salió de la biblioteca dando un portazo. Durante unos minutos Terry dudó si seguirla o no pero se sentía realmente desconcertado ¿a qué venía el enfado de Candy? Había esperado una escena de lágrimas, que ella le suplicara perdón o incluso que lo negara todo pero su enfado…un horrible exabrupto salió de sus labios.
— ¡¡Maldita sea una y mil veces!!
Se dirigió hacia la puerta pero antes de llegar dio medio vuelta; mejor así, ella decidía irse y él no debía seguirla como un cachorrito hambriento de caricias, no era más que una puta y ese era el pensamiento que debía sostenerlo en las solitarias y frías noches que se avecinaban.
Candy metía furiosamente sus escasas pertenencias en el pequeño bolso de mano que había llevado al mudarse allí bajo la seria mirada de su madre. Lágrimas de impotencia y dolor rodaban por sus mejillas mientras a trompicones contaba el porqué de su precipitada partida. Su madre se retorcía las manos, nerviosa.
—Pero hija, ¿porqué no le has contado la verdad? —a pesar de la furibunda mirada que la joven le dirigió siguió hablando: —cualquiera en esta casa le habría podido contar la verdadera relación que os une a Archie y a ti.
—¡Mamá! ¡El duque me dijo que me amaba, que confiara en él y al mínimo contratiempo que surge me echa de su casa y de su vida sin darme ni una explicación! —cerrando con dificultad el bolso continuó, subiendo el tono de voz: — ¿¡Eso es amor!? Di ¿es amor?
—Pero hija, debes pensar en Laura, no sólo en ti…..
—Todo lo que he hecho ha sido pensando en ella.
Una vez que terminó de preparar su bolso fue a despedirse de su padre y de Archie; en tres días iría a recoger a Laura que había experimentado una importante mejoría y todo volvería a la normalidad, todo menos ella: jamás volvería a ser la misma; volver a estar entre los brazos de Terry, sentir sus caricias, sus besos… las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos al constatar que lo había perdido definitivamente. Él se había apresurado a juzgarla de forma deleznable y a ella sólo se le ocurría una explicación: no la respetaba ni la consideraba una dama, siempre pensaría en ella como en una aprovechada y como a una de ellas la juzgaría, la avariciosa institutriz que trataba de escalar posiciones acostándose con su señor. Despedirse de sus padres fue triste pero a ellos los seguiría viendo de vez en cuando, en cambio, despedirse de Archie fue realmente difícil. El joven la abrazó en silencio dejándola llorar y luego la separó un poco y le dijo:
—Siempre podrás contar conmigo ¿lo sabes no?
Candy se secó las lágrimas a la vez que asentía con la cabeza.
—Lamento mucho no poder conocer a tu hijo…despídete de Annie por mí ¿vale?
Ahora le tocó el turno a Archie de asentir tratando de reprimir las lágrimas que pugnaban por escapar de sus ojos. En ese momento vieron a Thomas que se acercaba dispuesto a llevar a Candy a su lugar de residencia; la joven por precaución le había pedido que la llevara a Londres, no quería que el duque averiguara donde vivía. Sin querer mirar atrás siguió a Thomas, se subió en el sencillo carruaje y se dispuso a abandonar para siempre Grandchester.
Esa tarde cuando Archie llegó a su casa Annie notó enseguida que había pasado algo terrible, la cara de su esposo estaba descompuesta y una profunda arruga ensombrecía su frente. Ella le puso la cena pero Archie apenas la probó.
—Cariño ¿qué te pasa?
—Se trata de Candy…., el duque ha vuelto a echarla de Grandchester.
En ese momento y observando el evidente dolor que sentía su marido Annie no pudo aguantar más y toda su amargura escapó como un torrente.
—Bueno, pues me alegro ¿sabes?
Archie levantó la vista y miró a su esposa como si a este le hubiesen salido alas de repente.
—¿Por qué dices eso?
Annie se levantó y desesperada le hablo con tono acusador:
—Sé lo que sientes por ella, sé que siempre la has amado pero creía que ahora ya no te importaría tanto que después de tanto tiempo la habías olvidado, en cambio desde que ha aparecido no has hecho otra cosa que hablarme de ella —ahora que por fin había dado rienda suelta a todas las dudas e inquietudes que había sentido respecto a la relación de Archie y Candy, la joven no podía parar — ¿no puedes siquiera disimular ante mí? ¿te has parado a pensar en el dolor que me causáis? —y diciendo esto escondió el rostro entre las manos y rompió a llorar amargamente.
Archie la miraba estupefacto, miles de ideas y palabras se cruzaban en su mente ¿de verdad Annie no sabía el afecto fraternal que sentía por Candy? La sorpresa y la pena le hicieron levantarse y abrazarla ¡cuánto debía haber sufrido su esposa pensando que él amaba a otra!
—¡Annie, Annie! ¿De verdad no sabes que sólo te amo a ti?
Al oírlo la joven arreció en sus sollozos a la vez que Archie, amorosamente, la acunaba contra su pecho.
—Cuando llegué a Grandchester era un pobre huérfano que no tenía donde caerme muerto, el señor White, por caridad, decidió darme un puesto de trabajo. No tendría más de diez años y Candy era una chiquilla de seis o siete; nos criamos juntos, como hermanos, todos en la casa lo saben.
Annie levantó la cabeza y lo miró entre sus pestañas mojadas ¿podría ser cierto lo que le contaba Archie? Él continuó hablando:
—La quiero como si fuese mi verdadera hermana, al igual que el afecto que siento por el señor y la señora White es lo más parecido al afecto que me podrían inspirar mis verdaderos padres —comenzó a besarla suavemente por toda la cara secando con sus labios el rastro de lágrimas— ¡tontita! Me pasaba el día hablándole de ti, pidiéndole consejo…¿entiendes ahora por qué me duele la forma tan cruel en que el duque la trata? Ella no merece esto es una de las personas más bondadosas que he conocido nunca.
—¡Oh, Archie! ¿Podrás perdonarme?
—No tengo nada que perdonar cariño, a fin de cuentas tú llevas poco tiempo en Grandchester, es normal que no conocieras la relación que nos unía, sobre todo porque cuando tú llegaste Candy estaba en esa escuela de señoritas…., pero ahora que sabes la verdad debemos ayudarla —Archie dudó un poco sobre si debía seguir hablando o no, pero confiaba plenamente en Annie, sabía que era de nobles sentimientos y suponía que él en su lugar también se habría sentido celoso—. Verás Annie, lo que voy a contarte no debe saberlo nadie, ¿lo prometes?
—Por supuesto Archie —Annie lo miraba sorprendida por la repentina seriedad de su esposo.
—Candy tuvo una hija del duque, por eso volvió, porque la niña está enferma y necesitaba ayuda, pero Lord Terrence no sabe nada de esto…
Annie sintió que se mareaba tan grande fue el horror que sintió al oír las palabras de Archie: ¡Candy tenía una hija! Dios mío ¿qué había hecho? Aunque no conocía los detalles sabía que la partida de la joven tres años atrás tenía algo que ver con lo que ella le había contado a la duquesa ¡cómo había podido estar tan equivocada! Sin poder evitarlo rompió a llorar de nuevo mientras Archie, sorprendido, la abrazaba fuertemente.
