Día 10.
Cepillaba su cabello azul azabache con gentileza mientras se miraba en el espejo. Últimamente había decidido evadir el desagrado de tener que verse en el espejo, al menos más de lo necesario. Las ojeras bajo sus ojos se hacían más notables con el paso de los días y la ropa negra de luto solo las acentuaba más; su cuerpo pedía a gritos descanso pero por más que ella quisiera, le era muy difícil conciliar el sueño. Aún así, decidió no acudir a pastillas para dormir por el momento; apenas probaba bocado ya que su cuerpo rechazaba la comida.
Tuvo entonces sospechas sobre su condición…
En la mesilla a su lado reposaba un test de embarazo casero sobre una servilleta que debería leer después de determinado tiempo. En cuanto pudo había compartido esta información con Alya y a pesar de los trágicos eventos, su amiga parecía alegrarse por ello. Le pidió que tan pronto lo confirmara, le hiciera saber y tan pronto ella volviera a la ciudad iría a verla.
Por primera vez en los últimos diez días y mientras miraba su reflejo en el espejo, Marinette sonrió muy levemente. Una pequeña y singular lágrima resbaló e hizo un recorrido por su mejilla.
¿Sería posible que podría finalmente conseguir tener la familia que tanto había deseado con Adrien? Una familia rota, sin padre, pero al fin y al cabo… Familia.
Se limpió la lágrima y estiró su mano para tomar una fotografía que tenía al lado del espejo donde estaba ella junto a Adrien. La foto que se tomaron el día de su boda.
—¿Recuerdas que esto era fue lo que queríamos? —Preguntó mirando con una sonrisa melancólica aquella imagen, como si de alguna forma esperaba que el rubio la escuchara. Ambos se veían tan felices juntos, tan sonrientes, tan…
«Vivos».
Suspiró. Dejó la fotografía en su lugar y tomó algo de maquillaje para ocultar sus ojeras, no con ninguna intención más allá de intentar verse bien para que de alguna forma se sintiera un poco mejor.
No quería ilusionarse tanto con la idea desde temprano sobre su embarazo, ya que habían intentado varias veces que ella quedara embarazada y no había ocurrido. A pesar de esto, le era imposible no comenzar a pensar en tantas cosas como el nombre que le pondría si fuera niño, o niña. No tenía preferencia, solo quería amar a esa criatura con todo su ser. Una pequeña personita que era mitad ella y mitad Adrien.
De pronto, el repentino sonido de voces alzándose debajo de sus pies la sacó de sus pensamientos, al escuchar que en el piso de abajo había una discusión. Curiosa decidió bajar por la trampilla para saber que ocurría y grande fue su sorpresa al ver a la mujer con quien su padre discutía.
—Ya le hemos dicho que Marinette no desea saber nada de usted y mucho menos de ese hombre… —Decía Tom frunciendo el ceño a la mujer frente a él. Pocas veces se podía apreciar verlo molesto, pero quería proteger a su hija de cualquiera que pudiera empeorar su estado actual. Sus padres no querían que las personas asociadas a la muerte de su esposo vinieran a seguir causando estragos en su vida.
Nathalie Sancoeur, la asistente ejecutiva del padre de Adrien, permanecía inexpresiva ante la severidad del señor Dupain-Cheng. Estuvo a punto de irse, ya había insistido demasiado en hablar con Marinette. Pero fue justo el instante cuando sus ojos entonces se desviaron rumbo al inicio de las escaleras donde pudo apreciar a la viuda de Agreste ver la discusión desde ese lugar.
—Papá espera… —Interrumpió Marinette acercándose hacia ambos. Tom giró al escuchar la voz de su hija pronunciarse mientras ella tomaba con ambas manos delicadas la mano de su progenitor, para hacerle saber que todo estaba bien. Entonces miró a Nathalie, haciendo su mejor esfuerzo por sostenerle la mirada sin que la contraria se diera cuenta del terror que le invadía por dentro. —Yo… quiero hablar con ella.
Anuncio haciendo que su padre soltara un suspiro mostrándose en desacuerdo, pero aún así no podía contradecir los deseos de su princesa. Marinette se dio cuenta de que Nathalie asintió sin decir nada mientras mantenía la mirada puesta en ella. Aquella mirada que no traía buenos recuerdos para ella…
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Flashback
(13 meses atras)
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—Hola Nathalie, sé que ya conocías a Marinette pero te la presento oficialmente. Ella es mi novia.— Presentó Adrien con una sonrisa justo después de haber subido las escaleras de entrada a la mansión. En la puerta, Nathalie los había recibido mientras asentía lentamente por cortesía ante las palabras que el chico decía. Cuando la vista de la mujer se dirigió a la peliazul, la chica no pudo evitar ruborizarse y saludar un poco nerviosa.
—¡E-Es un placer, Nathalie! —Dijo. La mirada en el rostro de la nombrada permaneció neutra. Por dentro, le sorprendió escuchar que el hijo de su jefe tenía novia y tras saber quien era, se planteaba si a su padre le parecería una compañía prudente para Adrien.
—Bienvenida a la mansión Agreste. Si hay algo en lo que pueda ayudarte, no dudes en hablarme. — Respondió limitándose a ponerse a su servicio. Hecho eso, carraspeó un poco y volvió a mirar Adrien para tener su atención. —Tu padre los acompañará en un momento, mientras tanto pueden adelantarse al comedor.
Tomando la mano de su amada, Adrien jaló aire profundo y entrelazó sus dedos con los de ella. La chica de coletas le sonrió con dulzura, en realidad había estado muy nerviosa durante toda la semana, pero decidió confiar en su novio cuando él dijo que todo estaría bien y que seguro que le encantaría conocerla.
—Vamos ahora… —Caminó con ella hasta el comedor, donde una gran y larga mesa ocupada el largo del ambiente completo. Debido a la poca cantidad de personas que ocuparían lugar asiento, usarían tan solo los tres lugares de la esquina de la mesa. El señor Agreste se sentaría en la orilla de la mesa, a su lado Adrien para estar en medio de su padre y ella.
—Siéntate aquí, por favor. —Sacó la silla para que su novia tomara asiento. No había duda que era todo un caballero y no solo por la ocasión. Cuando ella tomó su lugar, él se sentó a su lado después. Adrien sonrió grandemente y abrazó a su amada, aprovechando que estaban solos en el salón. —Me encanta que estes aquí. Ahora y siempre…
Dejó un pequeño beso en la mejilla de la chica para luego soltar su abrazo por un momento. Ella sonrió, estaba feliz de estar con él también. En serio quería impresionar a Gabriel y que quizás de esa forma, Adrien pudiera salir de casa más seguido.
—Después de cenar y si me lo permites, he estado trabajando en una melodía de piano que me recuerda a ti. Me gustaría tocarla para ti… —Las mejillas de Marinette enrojecieron un poco mientras le miraba como una tonta y luego asintió.
—Eres maravilloso… Seguro me gustará escucharte tocar. Me gusta mucho el piano. —Adrien sonrió por su respuesta. Luego tomó la mano de su amada y depositó un beso sobre el dorso de esta.
—El piano es uno de los instrumentos con melodía más bella. Y aún así… No se comparan con tu voz. —Explicó Adrien mientras le dedicaba una sonrisa, dulce aunque sí, un poco tonta también. No se había percatado, pero en ese momento su padre apareció frente a la puerta de entrada al comedor ya que esta permanecía abierta.
—En realidad el violín es uno de los instrumentos más melódicos del mundo, mucho más que el piano. —Habló el señor Agreste haciendo que el rubio girara de inmediato su mirada hacia él y se sonrojara notablemente. Como alguien que hubiese sido atrapado cometiendo un crimen, Adrien se levantó del asiento frente a la mesa y sonrió, intentando parecer natural.
—¡Padre! Que bueno que estás aquí. Ya conoces a Marinette, mi novia. —Tomó la mano de la chica suavemente para ayudarla a levantarse de la silla y llevarla hasta su padre para que la saludara mientras sonreía con ambos, era algo realmente complicado ya que el hombre no cambió su expresión en absoluto, ni siquiera al escuchar que su hijo tenía novia.
—Señorita Dupain-Cheng, bienvenida a la mansión Agreste. Espero mi hijo le haya dado el recibimiento apropiado. —La chica estaba prácticamente temblando. No sabía que hacer ni cómo actuar, así que tomó aire y sonrió suavemente con la máxima tranquilidad posible, asintiendo.
—Muchas gracias por recibirme, señor Agreste. —Dijo lo más cordialmente que pudo, entrelazando sus dedos con los de su novio, estaba muy nerviosa.
El rubio mantuvo sus dedos entrelazados con los de su amada mientras se daba internamente palmadas en el hombro para calmarse. El hombre de cabellos blancos asintió ante el saludo de la chica frente a él.
—Me disculpo por mi impuntualidad, pero he tenido una reunión que terminó hace poco. ¿Por qué no tomamos asiento? —Invitó, haciendo que sin soltar la mano de Marinette, el hijo Agreste la llevara de vuelta a su asiento y luego él tomó el suyo. Mientras Gabriel se sentaba, ambos jóvenes intercambiaron miradas, al parecer el principio no había estado mal. Pero Adrien no podía evitar sentirse inquieto, como si desde que entraron a la mansión tuviera un mal presentimiento.
Marinette por su parte temblaba ligeramente por debajo de la mesa. No sabía que debía hacer o decir, simplemente se limitó a esperar, mirando de reojo a su novio de vez en cuando mientras su corazón latía con fuerza por los nervios que sentía.
El ambiente no se sentía nada bien y Adrien lo había notado. La falta de palabras por parte de su padre no ayudaba en absoluto. Por debajo de la mesa, el chico colocó su mano en el regazo de su amada y dio unas cuantas palmadas suaves sobre ella, en señal de que podía tomar su mano en caso de que hiciera falta. Entonces el chico sonrió a su padre, pero esta sonrisa era un poco exagerada, mostrando que quería terminar con la incomodidad.
—Entonces… Ya te había hablado de Marinette, no sé si lo recuerdas pero fue ella quien ganó el concurso de bombines la otra vez. —Dicho esto, Adrien miró a su novia de reojo, sería un buen tema de conversación para empezar.
El señor Agreste dirigió entonces su mirada hacia la chica, manteniéndose inexpresivo.
Mientras tanto, la empleada de cocina comenzó a llevar los platillos a la mesa con cuidado.
—… Claro, lo recuerdo. El diseño original que tenía su sello personal. Lo dije entonces y lo reconozco ahora, fue una creación exquisita. —Dijo el hombre, lo cual hizo que el rubio volviera su mirada a su chica con una dulce sonrisa. Esperaba que esto la calmara un poco. La chica de coletas tomó la mano el rubio por debajo de la mesa tranquilizándose y esbozando una suave sonrisa.
—Me alegro mucho de que le gustara, señor agreste… puse mucho esfuerzo. —Murmuró nerviosa y temblando un poco. Era el padre de su novio, pero aún así sentía como si estuviera frente a alguien que la fuese a decapitar en cualquier momento. El hombre se limitó a asentir, y miró su plato de comida aunque no parecía querer comer. Cuando el comedor volvió a inundarse de un silencio ensordecedor, Adrien volvió a tomar la palabra.
—Además… Marinette diseña los trajes que usamos en la escuela para obras escolares o películas que realizamos con nuestros amigos en la escuela. —El señor Agreste volvió a levantar la mirada para mirar a su hijo por unos segundos y luego hizo lo mismo con la novia de su hijo. La conversación por parte del hombre parecía muy forzada.
—Entiendo. Así que intuyo que busca enfocar su futuro al diseño de modas. —Ella sintió sus ojos brillar por la emoción, mientras sonreia y miraba al padre de su novio.
—Sí, la verdad es que me gustaría mucho dedicarme a ser diseñadora en un futuro, es mi gran sueño. —Murmuró sonriente mirando a su novio y sintiéndose algo más cómoda, comiendo un poco de su plato.
El rubio intercambió mirada con su novia con una sonrisa; por lo que parecía se había preocupado por nada, la conversación iba bien. Pero estaba muy lejos de la realidad, pues esta respuesta para alguien tan desconfiado y sobre protector como Gabriel no era buena. En su mente no podía existir tal cosa como la casualidad de que una chica cuyo sueño sea ser diseñadora sea novia del hijo del diseñador más reconocido de todo Paris.
Mientras tanto Adrien seguía hablando, pero el hombre no estaba escuchando hasta que escuchó que se dirigía a él.
—¿Que decías, Adrien? —Preguntó el hombre de canas. El rubio mantuvo una sonrisa a su padre y no tuvo problemas en repetir.
— Sobre los últimos desfiles, Marinette ha asistido a todos ellos y dice que admira tu trabajo. ¿Verdad, linda?— Dijo Adrien mirando a su novia de nuevo, no sabía que inconscientemente alimentaba los pensamientos negativos de su padre. Marinette asintió como una gran sonrisa mientras sus mejillas se ruborizaban un poco y miraba al rubio y a su padre de vez en cuando.
—Sí. Bueno, a los que puedo asistir siempre voy. Es un espectáculo magnífico. —El hombre miró a ambos inexpresivo, especialmente a su propio hijo. Adrien notó la mirada en el rostro de su padre, no parecía contento. Y fue entonces que entendió…
Que esto no saldría bien.
El señor Agreste miró su plato de comida, el cual estaba intacto pues no había querido ni siquiera probar un trozo de su platillo.—
—Papá, ¿Esta todo bien? —Preguntó el chico, esta vez su sonrisa se había desvanecido, más bien parecía incómodo y preocupado. El señor Agreste volvió a levantar la mirada, pero esta vez directamente hacia Marinette y habló, ignorando completamente la pregunta de su hijo.
—Señorita Dupain-Cheng, quisiera preguntarle directamente cuál ha sido el motivo por el que ha venido aquí hoy. —Los ojos de Adrien se abrieron grandemente. Allí estaba ese mal presentimiento que tuvo todo este tiempo.
La chica apretó la mano del rubio con nerviosismo, ¿qué tenía que decir ahora? Tenía miedo, tenía miedo de ser rechazada, pero sin embargo, se arriesgaría y respondería. Era mejor eso que quedarse callada.
—Adrien y yo pensamos que seria bueno presentarme ante usted como su novia… —Murmuró la de ojos azules sin apartar la mirada, aunque por debajo de la mesa estaba temblando. El rubio sintió la mano de su novia apretarse contra la suya y como reacción para tranquilizarla, fue acariciar en dorso de su mano con su pulgar.
—Efectivamente. Ya que Marinette y yo nos amamos sentimos que sería lo mejor y así podríamos… —En ese momento su padre lo interrumpió.
—¿Podrían qué? ¿Salir más seguido para ponerte en riesgo? Sabes que te he cuidado como para dejar que salgas sin cuidado y que algo te pase. —Interrumpió su padre. Adrien sintió por un un momento que le faltó el aire, desde que su madre los dejó, su padre no le había alzado la voz así.
—¡N-No! Las cosas no tienen que cambiar, nosotros estamos bien así. Solo quiero que sepas que tú eres importante para mi y Marinette también, por eso ella está aquí para conocerte. —El chico intentó estar lo más calmado posible y habló suavemente intentando que su padre no se molestara, pero el empresario no parecía tener intención de hacerlo.
—No estoy de acuerdo con esto. Tienes una agenda diaria muy ocupada Adrien, no tienes tiempo para una relación. —Las palabras de su padre no le venían nada bien. Adrien volteó a ver a la chica por un segundo y luego volvió a ver a Gabriel.
—Yo buscaré el tiempo. Lo he hecho durante este tiempo y nosotros no hemos tenido problemas. —El chico hacía su mejor esfuerzo, pero algo era claro y es que esa no era la verdadera razón por la que su padre no estaba de acuerdo con su relación.
Marinette sentía cada vez más como un nudo en su garganta se apoderaba de ella, quería llorar, pero debía permanecer fuerte, apretaba la mano del chico con fuerza mientras esta temblaba. Tenía miedo.
—Señor Agreste… yo amo a su hijo muchísimo, de verdad. —Murmuró la chica mirándolos a ambos, quería acabar bien por lo menos. O no acabar. El hombre de cabello platinado miró a la chica de cabello azul, frunciendo levemente el ceño.
—Permítame dudarlo, señorita Dupain-Cheng. Y si en algo le importa el bienestar de mi hijo entenderá que lo mejor es no tratar de impresionar a su padre por aspiraciones futuras.
En ese instante el corazón de Adrien se estrujó, por lo que todo el tacto que había tenido antes se había esfumado casi por completo. Marinette prácticamente saltó de su asiento cuando escuchó el puño de su novio golpear la mesa un poco fuerte, mientras que su padre se vio un poco sorprendido por esta acción; esta era la primera vez que ellos discutían así y que Adrien se revelaba.
—¡Las cosas no son así! Nosotros nos amamos incondicionalmente. No todas las personas que se acerquen a mi lo hacen con la intención de sacar algo de nuestra familia. —Su padre lo miró severamente, lo que decía Adrien era verdad. Pero la perdida de su esposa lo había cegado (Tanto al punto de volverse un villano); pero lo peor es que no veía el daño que le causaba a su hijo.
—Lo entenderás cuando madures. Por ahora sigues sin entender muchas cosas. Y esta relación se termina hoy, es mi última palabra. —El hombre se levantó de la silla y caminó rumbo a la puerta, ante lo cual Adrien soltó la mano de la chica rápidamente y se puso de pie para voltearse en dirección al hombre.
—No. No puedes pedirme eso, porque yo no voy a separarme de Marinette. Eres mi padre… Deberías de estar feliz por mi. Yo he cumplido cada exigencia que has tenido, esgrima, piano, chino, tantas cosas. Solo quiero poder estar con la chica que amo. Padre… —Lágrimas se formaron en sus ojos. Su padre volteó a mirarlo, pero las palabras que su hijo decía no parecían hacerlo cambiar de opinión.
—Si no lo haces te sacaré de la escuela y no volverás a ver a tus amigos. —Sin dar pauta a que su hijo pudiera agregar una palabra más, el hombre salió del comedor azotando la puerta tras de sí, dejando a la pareja sola y destrozada en medio del comedor. Adrien no entendía qué había hecho mal para que las cosas terminaran así. Justo ahora no podía siquiera mirar a Marinette. Se le caía la cara de vergüenza, pues todo este tiempo fue él quien tuvo la idea de traerla y decía que todo estaría bien y al final solo la trajo a pasar un terrible momento.
—Lo… Lo lamento Marinette. —Dijo; seguramente la chica podría haber apreciado la voz temblorosa del chico al disculparse. Las lágrimas resbalaban por las mejillas de ella. Amaba al rubio con todo su corazón, y odiaba verle así. Ella dirigió su mirada a sus temblorosas manos que reposaban sobre su regazo, no se había movido de su asiento y tampoco dijo nada. Tras unos segundos de quedarse como estatua en esa postura, llevó su mano a su rostro limpió las lágrimas que bajaban por su mejilla.
—Está bien Adrien, no es tu culpa. No tenías modo de saber que las cosas acabarían de esta forma. —Finalmente se levantó del asiento y soltó un fuerte suspiro antes de caminar hacia el chico. Una vez detrás de él, colocó ambas manos en los hombros del contrario.
—Es mejor que me vaya a casa. Buenas noches… —Le dijo conteniendo sus ganas de llorar. Se despidió de Adrien con un beso en la mejilla, sin mirarlo y comenzó a caminar a la salida del comedor. Antes de poder irse, el chico la sostuvo de la muñeca.
—Espera, le dire a Gorila que te acompañemos a casa.
—De hecho Adrien… —Habló casi interrumpiéndolo la chica de coletas volteando a verlo finalmente. Guardo silencio unos segundos cuando sus ojos se encontraron. Los ojos de ambos estaban llenos de lágrimas; Marinette lo amaba, con cada palpitar de su corazón, pero no quería quitarle la poca libertad y felicidad que podía conseguir fuera de esa enorme y lúgubre mansión. —… Será mejor que no.
—¿Por qué no? Te pido que no te molestes Marinette, mi padre solo… intenta protegerme a su manera. Pero no tenemos por qué dejar lo nuestro. —Explicó el chico brevemente. La chica de cabello azul azabache negó con la cabeza y apartó gentilmente la mano del rubio de su muñeca. —Vamos, te llevaré a casa.
—Dije que no, Adrien. Eso hará las cosas más difíciles… —Dijo volteándose y saliendo por la puerta del comedor, dejando a Adrien perplejo por un momento preguntándose en qué habrá querido decir con esas palabras.
A paso veloz, Marinette se dirigió a la salida de la mansión, donde Gorila le abrió la puerta para dejarla salir. Comenzó a bajar las escaleras, mientras se abrazaba a sí misma debido al frío que sentía; siguió bajando hasta que escuchó su nombre pronunciarse por Adrien.
—¡Marinette espera! ¡Marinette! —Cuando ella volteó miró al rubio, cuya salida era bloqueada por el enorme brazo de Gorila, pues bajo instrucciones de Gabriel, no tenía permitido salir de casa. Lágrimas seguían bajando por el rostro de Adrien, mientras la miraba desde la puerta. —¿A qué te refieres con que hará las cosas más difíciles? ¿Tú estás…? ¿Estás terminando conmigo?
La voz temblorosa de Adrien al pronunciar esas palabras rompió algo en Marinette que no supo expresar. Ella se llevó una mano a la boca y sollozó un poco mientras derramaba unas lágrimas. No quería separarse de él, no quería perderlo.
—De todas formas era muy bueno para ser verdad. Lo siento. —Se encogió de hombros y corrió hacia el portón. Cuando este se abrió ella siguió corriendo.
—¡Marinette! —Ella siguió corriendo, sin detener su paso. Seguramente Adrien estaría rogándole a Gorila porque lo dejara alcanzarla, pero eso nunca pasó. Y aunque ella hubiera querido mirar atrás, se convenció de que no debía. No se perdonaría por hacer infeliz al hombre que amaba, arrebatándole la poca vida que podía tener fuera de su hogar.
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Fin del Flashback
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Nathalie recorrió el cuarto de Marinette cuando fue invitada a pasar, mirando las paredes de aquel cuarto rosado. Mirar las fotografías del chico rubio que alguna vez cuidó fue una puñalada en el pecho. Se sintió mal, porque en algún momento ella ayudó a Gabriel con sus malvados planes, quizás podría ella haber sido la causante de la muerte de Adrien mucho antes.
Su mirada se detuvo en una mesilla que tenía una prueba casera de embarazo sobre una servilleta observando el resultado y luego finalmente tomó asiento, sobre la silla de computadora que estaba frente al escritorio vacío de la chica de coletas.
—¿Por qué ha venido? No creo que el señor Agreste y yo tengamos cosas que discutir. —Preguntó seriamente la chica que alguna vez llevó su pelo recogido en coletas y ahora llevaba suelto. Nathalie la analizó por breves segundos, su mirada no era más dulce, ni alegre. Era definitivamente consecuencia de la muerte de su esposo.
—El señor Agreste me envió una carta para entregarte; él… tiene una propuesta para ti. —Marinette alzó una ceja indignada por dichas palabras.
—¿Qué le hace pensar que yo querría siquiera leer sus palabras? Él solo ha causado daño, a mi y a su propio hijo. Él mató a Adri-
—Y no hay cosa de la que él se arrepienta más que la muerte de su hijo, te lo aseguro. —Interrumpió la mujer completamente tranquila. —Por eso él quiere remediarlo. Es lo mismo que quiso hacer con su esposa, todos estos años…
—¿Remediarlo? Es imposible, todo puede tener solución en esta vida, menos la muerte. A menos que… —Detuvo sus palabras a la vez que sus ojos se abrieron grandemente tras comprender de lo que hablaban. —… Use los Miraculous para pedir un deseo.
Nathalie asintió con la cabeza y ambas se miraron fijamente. Fue entonces que Marinette comprendió, todo este tiempo lo que volvió a Gabriel todos estos años era traer a su esposa a la vida.
Marinette se llevó las manos a las orejas, donde estaban sus pendientes. Era verdad, ella tenía todo este poder encima y todo este tiempo no había sido consciente de ello.
—De igual forma no está bajo consideración. Soy la guardiana de los Miraculous, yo no tomaré poder para ayudar al señor Agreste a cumplir sus deseos. Así que, por favor… —Dijo la chica señalando la salida con sus manos. Nathalie captó que quería que se retirara y se puso de pie, colocando la carta sobre la superficie vacía del escritorio y se puso de pie para caminar. Marinette se acercó a la trampilla y la abrió para que la mujer bajara.
Antes de eso, la mujer de anteojos volvió a mirar a Marinette.
—Sé que suena descabellado, pero estoy segura que el señor Agreste también sentía lo mismo que tú cuando su esposa falleció. Él no era malo, simplemente quería traer al amor de su vida de vuelta. —Luego de decir eso, bajó las escaleras y desapareció de la vista de Marinette. Volvió a cerrar la trampilla para quedar sola en su habitación. Ni siquiera quería pensar en nada más que en lo que estaba haciendo antes de la llegada de Nathalie.
Miró de reojo el sobre que la mujer había dejado sobre su escritorio y suspiró. Luego se dirigió hacia la mejilla donde se encontraba la prueba y la miró. Su respiración se congeló por un momento y sus ojos se inundaron en lágrimas, aunque por primera vez estas no serían se tristeza.
—Vamos a ser padres, amor mío. —Murmuró con voz temblorosa, sonriendo y abrazándose a sí misma. Imaginando cómo podría haber sido la reacción de Adrien al enterarse de esto si tan solo siguiera con vida.
Continuará.
