Las Anécdotas del Lobo
Capítulo 1
Correctivo
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Eriol Hiragizawa
―Este viaje se hizo con el propósito de celebrar la temprana graduación de nuestro amigo ―dije con voz fuerte, y eso fue suficiente para llamar la atención de los que estaban reunidos en la fogata. El gruñido de Shaoran no bastó para detenerme, él estaba estresado y yo, como su mejor amigo haría lo que fuera para calmarlo―. Les propongo que como homenaje contemos historias de aquel pequeño lobo que conocimos hace más de... en mi caso: doce años. Ustedes pueden presumir de otras anécdotas.
―¿Quién te ha dicho que puedes hablar de mí como si no estuviera presente? ―preguntó Shaoran, él estaba a la par mía y no tardé en sentir un fuerte empujón junto una mirada ceñuda como advertencia.
―Estoy seguro que muchos tenemos algo que contar ―afirmé, viendo a los demás―. ¿Qué dicen, se animan?
―La que tendría más anécdotas que contar es Sakura ―señaló Meiling―. ¿Cuento yo al ser su prima?
―Claro que sí ―respondí, animando a los demás a seguirme la corriente―. Shaoran ha cambiado mucho, ni se les ocurra negarlo.
―Sigo siendo el mismo, no es nec...
―La verdad... si has cambiado, Shaoran.
La noche prometía, que Sakura se atreviera a llevarle la contraria a su novio era muy gracioso. Solo un pequeño impulso y los tendría a todos contando una anécdota sobre nuestro amigo. Lo vi fruncir aún más su ceño y se acercó al árbol más cercano para apoyarse en el tronco, ella no tardó en acercarse para colocarse a la par de él.
―¿Les parece si empiezo yo? ―La mayoría, levantó el vaso que tenían en mano, Sakura y Meiling se encogieron de hombros. Esa era la aprobación que necesitaba, los tenía en dónde quería.
―Tengan cuidado con lo que van a contar ―opinó Touya, el hermano mayor de Sakura. Había aceptado pasar la noche con nosotros después de el insistente ruego de ella―. Si escucho algo que involucre a mi hermana de manera indecente, lo que van a celebrar es un funeral.
―Escucha y juzga ―respondí acercándome a la fogata, quería darle un toque especial a la noche y ese lugar era el ideal.
―Ni se te ocurra, Eriol ―amenazó Sakura queriendo acercarse a mí, Shaoran la sujetó de un hombro y negó moviendo la cabeza―. Ten cuidado con exagerar lo que vas a contar.
―Escucha y juzga ―repetí, una vez más―. No me interrumpan.
Me acomodé en la silla más cómoda que encontré, Tomoyo se sentó junto a mí, poco a poco los demás se acomodaron alrededor dándome la respuesta que esperaba. Se estaban preparando para escuchar, me enfoqué en el fuego que crepitaba proporcionándonos el calor que necesitábamos. Muchas imágenes del pasado empezaron a reproducirse en mi mente, pero en especial las de aquellos días en que desfilaba por primera vez en los pasillos de la escuela secundaria de Tomoeda. En ese entonces, estaba decidido a salir de allí en el menor tiempo posible... que equivocado estaba.
Esperaba que fueran un poco considerados conmigo y me permitieran acostumbrarme al nuevo "hogar" que me habían enviado. Pero estando a cargo de mi tío Clow eso no era necesario, él consideraba que debía continuar inmediatamente con mis estudios y me inscribió en la escuela secundaria de Tomoeda.
Peor aún, me enviaron a una escuela pública. Mis padres, en definitiva, se habían pasado con ese castigo. Aunque les daba la razón, no querían invertir en un lugar en el que no me iba a quedar por mucho tiempo.
Mi conducta no había sido la de un digno heredero de los Hiragizawa, ¿pero quién podía culparme? Desde que tenía uso de razón los únicos rostros que recordaba eran los de mis niñeras y tutores, mis padres preferían darle prioridad a sus viajes de negocios y encuentros con la alta sociedad londinense. Se limitaban a estar conmigo un par de horas en mi cumpleaños, en las fiestas de navidad y año nuevo. Me llenaban de regalos pero no entendían que lo único que yo pedía... era su compañía.
A temprana edad empecé a meterme en problemas: primero con los tutores, en una semana desfilaron tres y no soportaron mi prepotencia ni las bromas que en ese entonces les gastaba. Cuando consideraron que era hora de conocer el mundo me enviaron a una de las mejores escuelas primarias del país y gracias a mi excelente desempeño les hice creer que sería el niño prodigio que ellos querían demostrar que era ante la sociedad... nada más alejado de la realidad.
Les hice creer en la primera semana que eso era lo que necesitaba, salir. Les demostraba que podían confiar en mí y eso los animó a dejarme aún más solo... tremendo error. Se enrumbaron en un viaje de placer y no habían llegado a su destino cuando mi niñera se comunicó con ellos para informarles que había ocasionado un conato de incendio en el laboratorio de la escuela.
Todavía recordaba las disculpas que mi padre le había dado a la directora y la promesa de remodelar en su totalidad el laboratorio. Gracias a la cuantiosa suma de dinero que aportaron para eso, mi jugarreta quedó como "un accidente" y a ese le siguieron muchos más: activar la alarma contra incendios, dejar caer el telón sobre los maestros en el festival navideño, colocar tachuelas en la silla del profesor de música y la mejor de todas, la que me ganó la expulsión definitiva de una de las escuelas más prestigiosas de Inglaterra: exponer a la directora cuando castigaba a un estudiante.
Si bien esa última había significado empezar una investigación a todo el personal educativo, mis padres decidieron que lo ideal era mandarme a otra escuela. Se imaginaban que alguien intentaría tomar represalias en mi contra.
Y ese no fue el único traslado, en un año me sacaron de tres escuelas y para cuando terminé la primaria no sabían qué hacer conmigo. Los estaba avergonzando, solo se quejaban de mi actuar y se lamentaban por lo que se hablaba sobre mí... era la vergüenza de los Hiragizawa.
Y sin saber cómo sucedió, me di cuenta que tenía familia en Japón. Un primo lejano de mi padre había aparecido como en un acto de magia y se quedó en casa por una semana, debía confesar que había sido la mejor que había vivido en mucho tiempo porque me permitieron estar con ellos en todo momento.
El tío Clow tomaba en cuenta mi opinión cuando nos sentábamos a tomar el té. Era un hombre muy agradable y muy sabio, su aura de misterio me había llamado mucho la atención, pensaba que de grande sería como él.
En pocos días, mi respeto se convirtió en admiración por ese hombre y mis padres fueron capaces de notarlo, por eso me enviaron a vivir con él... en Japón, para ser más exactos: Tomoeda.
Era un pueblo muy pequeño para mi gusto, yo estaba acostumbrado a los grandes edificios, a la elegancia de las calles, el lujo de los restaurantes y aunque me costara admitirlo... las personas que me rodeaban.
―Ya puedes pasar ―llamó mi atención el profesor encargado de presentarme ante mis nuevos compañeros. Me levanté de la banca que había ocupado en el pasillo y entré al silencioso salón―. Muy bien, clase... quiero presentarles a su nuevo compañero.
El profesor me dio la espalda y empezó a escribir mi nombre en la pizarra, en ese momento aproveché para observar a mis compañeros. La mayoría me miraban muy atentos, algunas chicas empezaron a hablar en secreto y otros ni reparaban en mí.
Pero quién llamó mi atención fue una linda chica de cabello castaño, ojos color del jade y hermosa sonrisa. Sin duda, podría pasar un buen rato con una japonesa en lo que tardaban en expulsarme.
Otra chica se acercó a la que me observaba con una sonrisa y le susurró algo al oído provocando que se sonrojara... ¿podría ser más hermosa aún? ¿Qué le habría dicho para que reaccionara de ese modo? Tarde o temprano lo averiguaría.
―Eriol viene de Inglaterra ―escuché al profesor decir a la clase―. Espero que sean amables con él y lo hagan sentir en casa. Te puedes sentar detrás de la señorita Daidouji... por favor, levanta tu mano.
El universo al parecer estaba de mi parte, porque quién levantó la mano había sido la misma chica que había hecho sonrojar a la de cabello castaño... aprovecharía esa cercanía para divertirme un poco, podría empezar con Daidouji, porque ella también era hermosa. Su largo cabello color violeta resaltaba y ni hablar de sus ojos... yo admiraba la belleza femenina y al parecer, estaría rodeado de ellas.
Agradeciendo al profesor, avancé con paso seguro al lugar en donde la chica Daidouji estaba levantando la mano. Me detuve frente a ella y con una ligera reverencia le di las gracias, después de eso giré un poco a mi derecha para mirar más de cerca a mi nueva compañera. Nuestros ojos se encontraron y me quedé prendado, en ellos se reflejaba tanta inocencia que deseaba conocerla a profundidad. Estaba seguro de que si me sentaba a conversar con ella no me cansaría de escucharla.
Sin ser consciente de mis actos, le sonreí, hice una ligera reverencia y dije:
―Mi nombre es Eriol Hiragizawa ―sonreí al verla ruborizarse―. Es un gusto conocerte.
―Eh... yo... yo me llamo Sakura Kinomoto ―respondió entre balbuceos. Detrás de ella algo llamó mi atención, un sonido... ¿era un gruñido? Miré en esa dirección y me percaté del ceño fruncido de un chico, al parecer en mi primer día ya era desagradable para alguien.
Tenía que agradecerle al tío Clow, sin duda alguna me iba a divertir en mi corta estadía en Tomoeda... ¿o podría alargarla?
Los días en ese pueblo avanzaban rápidamente, apenas y tenía tiempo para socializar con mis nuevos compañeros. Todavía no había podido planear ni una sola broma en la escuela, eso porque los maestros querían que el chico nuevo estuviera al día con el sistema escolar que ellos ejecutaban, algo que no era complicado para mí, pero que para ganar tiempo fingía que se me dificultaba un poco.
A pesar de esos impedimentos estaba pasándolo bien, porque la pequeña Sakura Kinomoto era la personificación de la bondad, la ternura y el compañerismo. Había coincidido con ella el primer día y disfruté mucho cuando la hice sonrojar, la descubrí escribiendo una carta para una amiga y en ella me mencionaba.
Aproveché ese momento para romper la barrera de llamarnos por nuestros apellidos, sabía que los japoneses eran en extremo conservadores, pero yo sentía que estaba conversando con alguno de los aristócratas que me rodeaban en Inglaterra y viendo que Sakura Kinomoto era muy amistosa no tardé mucho en convencerla de que quería ser su amigo.
Todo lo contrario con el chico que estaba siempre detrás de ella, su nombre era Shaoran Li y desde ese día pude confirmar que sentía algo por Sakura.
Ningún hombre iba a detestar a otro sin razón alguna, era un sujeto inteligente y competitivo, pero su punto débil era la chica. Cuando él se percataba de su presencia se atontaba y cometía errores que me dejaban como ganador en algunas competencias.
Sin querer y sin planearlo, había encontrado a la víctima perfecta para divertirme. Lo lamentaba por la pequeña Kinomoto, pero me aburría mucho y si iba a tardar más tiempo en ese lugar necesitaba entretenerme en algo.
¿Qué podía hacer yo? Provocarlo hasta el extremo, si me odiaba sin razón le daría una para que lo hiciera de verdad, iba a medir sus límites acercándome a lo que él más quería.
―Hola, Eriol ―escuché que me llamaban, el universo confabulaba a mi favor porque la pequeña Sakura estaba frente a mí con su almuerzo―. ¿Te gustaría comer con nosotros, o esperas compañía?
―Hola, Sakura ―respondí poniéndome de pie, a pesar de interactuar con ella y su prima Tomoyo no era tan atrevido para estar siempre detrás de ellas―. Agradezco mucho tu invitación y con gusto la acepto y por cierto, no espero a nadie.
―En ese caso, deberías de comer con nosotros siempre ―dijo, caminando conmigo en dirección al patio trasero―. Ya tienes más de un mes en esta escuela y siempre te veo solo a la hora del almuerzo.
―Veo que estás muy pendiente de mí. ―Aproveché su comentario para jugarle una broma, con ella era sencillo―. Eso me alegra.
―Oh no... yo, no pienses otras cosas ―balbuceó, intentando explicarse―. Es solo que... no me gusta ver que estás solo, necesitas hacer amigos.
―Claro que no, sé que en tu corazón solo hay lugar para una persona y no puedo ser yo ―declaré, esquivando el tema de mi soledad―. Tranquila, tu secreto está a salvo conmigo.
Sakura dejó de caminar y trató de ocultar su rostro detrás de su cabello, me sentí como un canalla al sacar a relucir lo que yo había notado, pero fue imposible no evitarlo.
―¿Se nota tanto? ―preguntó, después de unos segundos.
―La verdad, no ―dije, intentando animarla―. Pero no entiendo porque no le dices nada a él.
―No sé... no quiero perder su amistad en caso de que no me corresponda ―confesó―. Para mí él es muy importante y no solo porque me guste.
―Es necesario convertir nuestros sentimientos en palabras para que los demás nos entiendan ―dije, para animarla―. Nunca sabrás lo que él siente si no se lo dices, incluso puedes llevarte una sorpresa positiva.
―Gracias por tu consejo, Eriol ―respondió, sonrió y se puso al lado mío para reanudar la marcha―. Intentaré hacerlo, ahora vamos a comer que ya tengo hambre.
Después de esa relevante conversación, me vi más tiempo en compañía de Sakura, Tomoyo y Li que jugando bromas en la escuela para acelerar mi expulsión. Aunque a este último le resultaba desagradable mi presencia, yo me divertía con eso. Ella me había invitado, ¿quién era yo para rechazar esa oportunidad?
En muchas ocasiones me burlaba a expensa de ellos, pero no era suficiente para lograr mi objetivo: regresar a Inglaterra. Aunque había cometido algunas faltas, según mi maestro guía no era motivo para ser suspendido o expulsado. En un momento dado, estuve más lleno de tareas y compromisos extra escolares, poco a poco mi plan de escapar fue pasando a un segundo plano.
Me vi saliendo con ellos de paseo los fines de semana, yendo al cine, a la Torre de Tokio, de compras y haciendo cosas que ni con los que decían llamarse mis amigos en Inglaterra y por increíble que lo viera... me agradaba estar con ellos.
Había descubierto en ellos una fidelidad que nunca había visto en nadie más, se apoyaban en los momentos más difíciles y un día... me di cuenta que me preocupaba el bienestar de todos, en especial... el de Tomoyo.
La lealtad y amor que ella le profesaba a su prima era enorme, pero más allá de eso, Tomoyo Daidouji me gustaba, era inteligente, elegante, hermosa y tenía un talento nato para el canto. Su voz me atraía como la miel a las abejas y cuando fui consciente nos habían elegido la pareja principal del coro. Se escucharon rumores de un posible noviazgo, le poníamos tanta pasión a nuestras interpretaciones a dúo que era inevitable que pensaran eso.
Poco a poco y gracias a la convivencia con ellos me convertí en estudiante destacado, compitiendo nada más y nada menos que con Shaoran Li. Mi nombre se escuchaba en los pasillos gracias a mis logros y no a las bromas que pude haber realizado, mucho menos al apellido de mis padres.
Era una sensación agradable, me sentía parte de la escuela y del salón de clases. La convivencia con el tío Clow era mejor de lo que esperaba, con él tenía conversaciones fuera de lo común, su ingenio me obligaba a estar preparado para sus acertijos y conversaciones después de la cena.
Me sentía bien, por primera vez en mucho tiempo todo estaba saliendo no a como lo había planeado... era mucho mejor. Tomoeda era mi hogar, algo que nunca sentí estando en Inglaterra.
―Eriol, tienes visitas. ―Tío Clow entró en su pequeña biblioteca, lugar que yo había declarado como mi favorito para leer y hacer tareas. El maestro nos había asignado un proyecto en parejas y en una jugada del destino, Li fue asignado como tal.
Estaba seguro que obtendríamos la mejor de las calificaciones, por eso habíamos decidido reunirnos en la casa de mi tío y usar su biblioteca.
―¿Visitas, para mí? ―pregunté, poniéndome de pie y viendo a mi compañero―. ¿Me esperas, Li?
―Podemos continuar otro día ―sugirió tomando sus libros―. Hemos avanzado bastante.
―En ese caso, así será.
Salimos detrás de mi tío del santuario, no me había querido decir quiénes habían llegado de visitas. Dudaba que fuera alguno de mis compañeros, porque el trabajo que estábamos haciendo era nota final y todos querían evitar los remediales.
―Hijo... que bueno verte por fin ―exclamó mi madre, se levantó del lugar en dónde había estado sentada y corrió a tomar mis manos―. No tienes idea de lo mucho que te hemos extrañado.
―Existen los teléfonos, marcas el número de mi tío y preguntas por mí. ―Mi reacción no había sido la correcta, pero escucharla decir algo como eso, me resultó ofensivo.
Ellos no habían demostrado preocupación por mí desde que puse un pie en Japón, ni una sola llamada, solo querían la libertad que gracias a mí habían perdido y mandándome con el tío Clow la obtuvieron. ¿Qué querían ahora?
―Esa no es manera de saludar a tu madre ―me regañó el tío Clow―. Demuestra lo que has aprendido aquí.
―Lo siento, madre... ¿Qué tal tu viaje? ―dije dejando que tomara mis manos, miré a mi padre que aún no decía ni una sola palabra y lo saludé―: ¿Cómo estás?
―Todo excelente, querido ―respondió ella, ocupó una vez más su lugar al lado de mi padre y sonrió tomando una copa―. Hemos recibido el reporte de tu escuela y estamos muy orgullosos por lo que has logrado en este tiempo. ¿Y este joven?
Nadie había reparado en mi compañero hasta ese momento, él estaba detrás de mi tío y cuando estaba preparado para salir de la casa mi madre fue capaz de verlo.
―Él es uno de mis compañeros de clases ―respondí, le hice un gesto para que se acercara―. Su nombre es Shaoran Li.
―¿El joven heredero del monopolio Li? ―preguntó mi padre poniéndose de pie, una vez más―. Es un gusto conocer a una joven promesa de los negocios como tú. Sabíamos que enviarte con Clow había sido la mejor de las soluciones para nuestros problemas ―comentó papá, ¿estaban pendientes de mí?―. Estás estudiando con alguien tan importante en el mundo de los negocios, a pesar de que todavía no toma su lugar.
―Están haciendo que él se sienta incómodo ―dije, pero podía creer que él más incómodo era yo... estaban demostrando más interés en Li que en mí.
―Debo irme ―agregó Li, hizo una reverencia para todos antes de decir―: Es un gusto conocerlos, señores Hiragizawa. Te veo mañana.
―Saluda al señor Hien de mi parte ―contestó papá al verlo partir. Mi tío salió con él dejándome a solas con quienes no quería estar.
―Por favor, Eriol ―dijo mamá señalando el sofá vacío―. Hazme el favor de sentarte, no hemos venido para nada malo.
―¿Han venido para estar conmigo? ―pregunté―. ¿Se quedarán aquí?
―Oh no, nos hospedaremos en un hotel ―indicó mamá―. Tu padre tiene una reunión muy importante y a mí me gustaría visitar algunas organizaciones que ayudan a los niños sin hogar.
―¿Qué hay de mí? ―Pregunta idiota la que les había hecho, pero me había ilusionado al verlos. Pensé que de verdad me habían extrañado.
―También hice cita con el director de tu escuela ―mamá llamó mi atención, una vez más―. Me interesa saber que has hecho en estos seis meses, pero creo que esta vez elegimos bien.
No respondí a ese último comentario, era una pérdida de tiempo hablar con ellos porque a pesar de que estaba frente a mí, sus cabezas estaban en otro lugar... en sus negocios y agendas sociales.
Mi tío apareció oportunamente para avisar que habían llegado por ellos. Ambos se pusieron de pie y a su modo, se despidieron... palmeando mi hombro y alborotando mi cabello.
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―Madre, no es necesario que solicites "audiencia" con todos los maestros para saber de mi rendimiento. ―No estaba seguro, pero podía jurar que le había repetido esa frase por lo menos tres veces. ―. No puedes obligar a los maestros a que dejen de impartir sus clases solo porque quieres hablar con ellos, no eres la directora.
―Eso lo sé, cariño. Pero tengo citas importantes el día de hoy ―dijo sin el mínimo tacto del que yo era testigo, desde mi infancia―. Si voy a recibir malas noticias, quiero tomarme un buen té antes de continuar con mi jornada... oh mira, hemos llegado.
Antes de que ella dijera algo más, yo ya había bajado del vehículo y pasé directamente a mi salón de clases en donde mis compañeros me estaban esperando. Pero yo no estaba de ánimos para socializar, solo me senté y observaba como todos se preguntaban porque las clases todavía no iniciaban.
Después de quince minutos sin maestro, el titular de historia apareció para impartir su clase. Nada fuera de lo común había sucedido estaba seguro de ello. Todo este tiempo me había mantenido en un perfil bajo, solo esperaba que la presencia de mi madre en la escuela no alterara eso.
Las clases siguieron su ritmo en total tranquilidad y a la hora del descanso, mi compañero Li había sugerido que era buena idea reunirnos en la biblioteca, para revisar los apuntes que dejamos a medias en nuestro proyecto.
Sugerencia que había aceptado porque era consciente de los rumores que se escuchaban en los pasillos, gracias a la visita de la señora Hiragizawa. Pero no habíamos entrado en una de las salas cuando fui abordado por uno de los maestros pidiéndome que lo acompañara a la oficina del director.
¿Acaso ella no se había retirado de la escuela ya? Le pedí a Li que se adelantara, no podría ser nada serio... porque estaba seguro que mi madre se hubiese encargado de sacarme de la escuela inmediatamente.
―¿Para qué me ha mandado a llamar, profesor? ―pregunté, al entrar a su oficina.
―Usted sabe que hace poco su madre se ha marchado de esta escuela ―dijo señalando una silla, obedecí y me senté esperando a que continuara―. Ella se ha ido muy contenta con el reporte que los maestros han presentado sobre usted, lo que no entiendo es porque ha hecho esto.
El director aventó sobre su escritorio un sobre amarillo grande, como no entendía de que me estaba hablando lo tomé y saqué lo que en él había.
―¿Por qué lo hizo? ―escuché su voz, pero en un eco. Observaba las fotografías y seguía sin entender, ¿por qué me mostraba algo como esto?
―¿Qué quiere decir esto? ―pregunté, sin dejar de ver las fotografías.
―Es increíble que lo pregunte, la evidencia lo acusa ―respondió―. Esa "obra de arte" no estaba el viernes y en esa fotografía se le ve a usted claramente admirando la limpia pared, ¿estaba pensando en qué pintar sobre ella?
―Yo no he pintado nada.
―Permítame dudar de su palabra, señor Hiragizawa ―dijo poniéndose de pie, rodeó la mesa y me quitó el sobre con el resto de las fotografías―. Sabemos que es muy inteligente como para dejarse ver con facilidad, pero lo que usted ha hecho es una ofensa para esta escuela y para el pueblo en general. No vamos a tolerar algo como...
―Perdón que interrumpa, director. ―No había necesidad de ver atrás, reconocía esa voz a pesar de que era un hombre de pocas palabras―. ¿Retendrá mucho tiempo a mi compañero? Tenemos un proyecto que entregar muy pronto.
―¿Cómo se atreve a interrumpir, señor Li? ―preguntó el director , notablemente enojado por la interrupción―. Esto no le incumbe a usted.
―Claro que sí ―respondió, entrando sin ser invitado a la oficina―. Escuché la acusación en contra de mi compañero y lo que usted ha cometido es un grave error.
―¡¿Cómo se atreve a hacerme una acusación como esa?!
―¿Acaso el señor Hiragizawa es el único extranjero en esta escuela? ―Muchas miradas ceñudas habían sido dirigidas a mí, pero la que Li le estaba dando al director era peor, no quería estar en su lugar―. También pude haber pintado la pared de la escuela con esa ofensa.
―Usted ha sido un estudiante ejemplar desde el primer día que pisó esta escuela ―respondió el director―. No veo porque ahora va a estar con esos actos de rebeldía.
―Repito, profesor... si no retira esa acusación en contra de mi compañero me veré obligado a denunciarlo por abuso de autoridad ―amenazó mi compañero, que al parecer no había terminado porque levantó una mano para no permitir interrupciones―. En todo caso, tengo testigos de que Hiragizawa y yo estuvimos estudiando. Un día en mi casa y ayer en la de su tío. Nos tendrá que expulsar a los dos y eso significará que usted será investigado por su mala toma de decisiones.
―¿Me está amenazando, señor Li?
―Oh no, sabe que no me atrevería a hacer eso ―dijo él, palmeando mi hombro―. Pero no querrá usted tener a la familia Hiragizawa y Li en su oficina pidiendo evidencia contundente de que nosotros dos solo por ser extranjeros hemos vandalizado esta escuela, en estos tiempos eso es algo totalmente racista. ―Jamás en mi vida había pensado ser testigo de algo como esto, Li estaba desafiando la a máxima autoridad de esta escuela. ¿Dónde estaba Tomoyo para grabar esto?―. Pero mis padres y los de mi compañero estarán interesados en saber cómo ha iniciado este incidente.
El director estaba a punto de estallar de la rabia, uno de los mejores estudiantes de esta escuela había desafiado su autoridad, pero Li tenía razón. El fin de semana lo habíamos dedicado para adelantar y entregar a tiempo nuestro proyecto y tampoco se me había ocurrido pintar las paredes de la escuela con una ofensa al país que me estaba dando tanta tranquilidad.
―¿Podemos retirarnos, profesor? ―preguntó Li, y si antes me había sorprendido verlo con su móvil en el aire me dejó sin palabras―. Vamos Hiragizawa, tenemos trabajo que hacer. El director también.
Salimos de la oficina sin decir ni una sola palabra y avanzamos por el solitario pasillo buscando la biblioteca. Li caminaba con su acostumbrado ceño fruncido y sus manos dentro de los bolsillos del pantalón, no había manera de describir o agradecer lo que él había hecho por mí, pero algo tenía que hacer.
―Gracias, Li ―dije, cuando estuvimos en la privacidad de la biblioteca.
―¿Por qué? ―preguntó él―. Lo hice porque no quiero entregar nuestro proyecto tarde o con errores.
―De todos modos... gracias. ―Sabía que no iba a admitir que me defendió por algo más que eso, pero lo dejaría pasar. Algún día dejaría de verme como un rival y ya sabía quién me podría ayudar.
―¿Por eso Tomoyo y tú nos dejaron encerrados en el ascensor del centro comercial? ―Shaoran interrumpió mi relato y se cruzó de brazos.
―Era lo mejor ―agregó, el hermano de Sakura―. No quiero saber lo que hicieron ustedes dos para que mi hermana terminara saliendo con este mocoso.
―¡Hermano! Ya te he dicho que dejes de llamar a Shaoran así ―exigió Sakura, Shaoran la sujetó antes de que ella se abalanzara sobre Touya.
―En todo caso ―llamé la atención de todos, una vez más―, gracias a la intervención de Shaoran pude quedarme en la única escuela que de verdad no había vandalizado. Así que propongo un brindis por nuestro ceñudo amigo.
Levanté mi botella y los demás se unieron a mí brindis gritando el nombre de Shaoran. Él estando del otro lado de la fogata sonrió y con un gesto de su mano me agradeció el gesto.
―No sabía que eras un rebelde ―comentó Tomoyo, susurrando en mi oído y sujetando mi brazo cariñosamente.
―Eso era antes, cariño ―dije, acercándome a ella para besar su nariz―. Ya no necesito llamar la atención de nadie más... porque te tengo a ti.
Llegar a Tomoeda había sido la mejor medida correctiva que mis padres habían intentado aplicar, porque gané un nuevo hogar, a los mejores amigos que podía imaginar y a un hermano... porque después de ese incidente, Shaoran se había convertido en eso... un hermano y ya que tenía el plan perfecto para que estuvieran distraídos, iría a preparar lo que él tanto estaba esperando.
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N/A: ¡Hola! Empezamos el mes con el relato de nada más y nada menos que con el amor de mi vida, pero que esta vez se lo presté a Tomoyo para esta historia. Por decisión de la ruleta me correspondió narrar las locuras que Eriol tiene en su hermosa y bella cabecita jajaja. ¿Qué tal? Estaba indecisa porque aún le debo a mi querido esposo el shot de su cumpleaños, espero no haberle quedado mal con este capítulo. El condenado era todo un rebelde que necesitaba mucho amor y comprensión, al parecer, Tomoeda es el lugar perfecto para eso.
¿Qué les parece la idea de leer una anécdota diferente narrada por un personaje, también diferente? Espero les esté agradando porque en los siguientes capítulos van a reír con las ocurrencias que por ejemplo: Yamazaki, trae para ustedes. Este capítulo está ligado a la introducción y a los que siguen, así que pendientes el día de mañana.
Agradezco mucho sus comentarios y aceptación de este proyecto, ahora les pido que sean igual de generosos con las chicas que seguirán narrando para el disfrute de estos días.
Les mando un fuerte abrazo, esperando que tengan un día muy agradable y nos leemos mañana.
Se despide de ustedes: La Okami ficker Wonder Grinch/Lady Isabella.
